Palabras diarias de Dios: Conocer la obra de Dios | Fragmento 197

La encarnación de Dios ha enviado ondas de choque por todas las denominaciones, ha “sumido en el caos” su orden original, y ha sacudido los corazones de todos los que anhelan la aparición de Dios. ¿Quién no está adorando? ¿Quién no ansía ver a Dios? Él ha estado personalmente en medio del hombre durante muchos años, aunque este nunca se haya dado cuenta de ello. Hoy, Dios mismo se ha aparecido y ha demostrado Su identidad a las masas. ¿Cómo podría tal cosa no traer deleite al corazón del hombre? Dios compartió una vez los gozos y las tristezas con el hombre, y hoy se ha reunido con la humanidad, compartiendo historias de los tiempos pasados con él. Después de que Él saliera de Judea, las personas no pudieron hallar rastro de Él. Anhelan, una vez más, encontrarse con Dios; poco saben que hoy ya lo han hecho, y que se han reunido con Él. ¿Cómo no agitaría esto los recuerdos del ayer? Hace dos mil años hoy, Simón Bar-Jonás, descendiente de los judíos, contempló a Jesús el Salvador, comió en la misma mesa que Él, y después de seguirlo durante muchos años, sintió profundo afecto hacia Él: lo amó desde el fondo de su corazón; amó al Señor Jesús profundamente. El pueblo de Judea no supo nada de cómo este bebé de cabello dorado, nacido en un frío pesebre, fue la primera imagen de la encarnación de Dios. Todos pensaron que era lo mismo que ellos; nadie pensó que fuera diferente; ¿cómo podían las personas reconocer a este Jesús normal y corriente? El pueblo de Judea pensaba en Él como un hijo judío de los tiempos. Nadie lo consideró como un Dios amoroso ni hicieron nada, sino exigirle ciegamente, pedirle que les concediera ricas y abundantes gracias, paz y gozo. Lo único que sabían era que, como un millonario, Él poseía todo lo que uno podía desear jamás. Con todo, las personas nunca lo trataron como alguien a quien amaran; las personas de aquel tiempo no lo amaron, sólo protestaban contra Él, y le hicieron exigencias irracionales. Nunca se resistió y dio, constantemente, gracias al hombre, aunque este no lo conociera. No hizo nada, sino darle al ser humano, en silencio, calidez, amor y misericordia, e incluso más, le dio un nuevo medio de práctica, y sacó al hombre de los lazos de la ley. El hombre no lo amaba; sólo lo envidiaba, y reconocía Sus talentos excepcionales. ¿Cómo podía la ciega humanidad saber lo grande que era la humillación sufrida por el amoroso Jesús, el Salvador, cuando vino en medio de la humanidad? Nadie consideró Su sufrimiento, nadie conoció Su amor por Dios Padre, y nadie pudo conocer Su soledad. Aunque María fue Su madre biológica, ¿cómo podía conocer los pensamientos del corazón del misericordioso Señor Jesús? ¿Quién supo del indecible sufrimiento que soportó el Hijo del Hombre? Tras hacerle peticiones, las personas de ese tiempo lo relegaron fríamente al fondo de su mente, y lo echaron fuera, a vagar por las calles, día tras día, año tras año, a la deriva durante muchos años hasta que cumplió treinta y tres años. Esos duros años habían sido largos y breves a la vez. Cuando las personas lo necesitaban, lo invitaban a sus casas con cara sonriente, e intentaban exigirle cosas. Después de que Él les hubiera hecho Su contribución, lo echaban fuera de inmediato. Las personas comían lo que Su boca proporcionaba, bebían Su sangre, disfrutaban de las gracias que Él les concedía; sin embargo, también se oponían a Él, porque nunca habían sabido quién les había dado la vida. En última instancia, lo clavaron en una cruz, y aun así Él no abrió Su boca. Incluso hoy, sigue en silencio. Las personas comen Su carne, comen la comida que Él hace para ellos, caminan por el camino que Él les ha abierto y beben Su sangre, aunque siguen pretendiendo rechazarlo. En realidad, tratan al Dios que les ha dado la vida como enemigo y, en su lugar, se comportan con quienes son esclavos como ellos como el Padre celestial. En esto, ¿no se oponen deliberadamente a Él? ¿Cómo llegó Jesús a morir en la cruz? ¿Lo sabéis? ¿No fue traicionado por Judas, quien estaba cerca de Él, lo había comido, bebido y había disfrutado de Él? ¿No lo traicionó Judas, porque Jesús no era más que un maestrillo normal? Si las personas hubieran visto realmente que Jesús era extraordinario, y Aquel que era del cielo, ¿cómo pudieron haberlo clavado vivo en la cruz durante veinticuatro horas, hasta que no le quedó aliento en Su cuerpo? ¿Quién puede conocer a Dios? Las personas no hacen nada, sino disfrutar de Dios con insaciable avaricia, pero nunca lo han conocido. Se les dio la mano, y se tomaron el brazo, e hicieron a Jesús totalmente obediente a sus mandatos, a sus órdenes. ¿Quién ha mostrado alguna vez misericordia hacia este Hijo del Hombre, que no tenía donde reposar Su cabeza? ¿Quién ha pensado jamás en unir fuerzas con Él para llevar a cabo la comisión de Dios Padre? ¿Quién ha guardado un pensamiento para Él? ¿Quién ha sido considerado con Sus dificultades? Sin el más mínimo amor, el hombre ha tirado de Él de un lado para otro; el hombre no sabe de dónde vino su luz y su vida, y no hace nada sino planear en secreto cómo crucificar, una vez más, al Jesús de hace dos mil años, quien ha experimentado el dolor en medio del hombre. ¿De verdad inspira Él tanto odio? ¿Se ha olvidado ya todo lo que Él hizo? El odio que se aglutinó durante miles de años acabará brotando. ¡Sois crías de judíos! ¿Cuándo ha sido Jesús hostil hacia vosotros, para que lo odiarais tanto? ¡Él ha hecho y hablado tanto! ¿No ha sido nada de esto para beneficio vuestro? Os ha dado Su vida sin pedir nada a cambio; os ha dado Su totalidad. ¿De verdad seguís queriendo coméroslo vivo? Se ha entregado por completo a vosotros sin retener nada, sin tan siquiera disfrutar de la gloria del mundo, de la calidez, el amor y todas las bendiciones en medio del hombre. ¡Las personas son tan malas con Él! Él no ha gozado de todas las riquezas sobre la tierra; dedica la totalidad de Su corazón sincero y apasionado al hombre; ha consagrado Su totalidad a la humanidad. ¿Y quién le ha dado alguna vez afecto? ¿Quién le ha dado consuelo? El hombre ha amontonado toda la presión sobre Él, le ha entregado todo el infortunio. Le ha impuesto las experiencias más desafortunadas entre los hombres; lo culpa por toda la injusticia y Él lo ha aceptado tácitamente. ¿Ha protestado alguna vez ante alguien? ¿Le ha pedido a alguien una pequeña recompensa? ¿Quién ha mostrado alguna compasión hacia Él? Como personas normales, ¿quién de vosotros no tuvo una infancia romántica? ¿Quién no tuvo una colorida juventud? ¿Quién de vosotros no ha tenido el calor de sus seres queridos? ¿Quién no tiene el amor de familiares y amigos? ¿Quién no tiene el respeto de los demás? ¿Quién carece de una cálida familia? ¿A quién le falta el consuelo de sus confidentes? ¿Ha disfrutado Él alguna vez de algo de esto? ¿Quién le ha proporcionado alguna vez un poco de afecto? ¿Una pizca de consuelo? ¿Quién le ha mostrado un poco de moralidad humana? ¿Quién ha sido tolerante con Él? ¿Quién lo ha acompañado durante los tiempos difíciles? ¿Quién ha pasado con Él la vida dura? El hombre no ha relajado nunca los requisitos que le hace; sencillamente, le exige sin ningún escrúpulo como si, habiendo venido al mundo del hombre, tuviera que ser su buey o su caballo, su prisionero, y tuviera que darle Su todo. De no ser así, el hombre no lo perdonará nunca, será siempre duro con Él, jamás lo llamará Dios ni lo tendrá en alta estima. El hombre es demasiado severo en su actitud hacia Dios, como si se propusiera atormentar a Dios hasta la muerte. Sólo después de esto aflojará sus requisitos a Dios. De no ser así, el hombre nunca bajará los estándares de sus exigencias a Dios. ¿Cómo podría Dios no despreciar a este tipo de hombre? ¿No es esta la tragedia de hoy? La conciencia del hombre no se ve por ninguna parte. Sigue diciendo que le devolverá a Dios Su amor, pero lo disecciona, y lo tortura hasta la muerte. ¿No es esta la “receta secreta” de su fe en Dios, transmitida por sus antepasados? No hay lugar donde no se encuentre a los “judíos”. Hoy siguen haciendo lo mismo, continúan oponiéndose a Dios, aunque creen que lo están exaltando. ¿Cómo los propios ojos del hombre podrían conocer a Dios? ¿Cómo podría el ser humano, que vive en la carne, tratar como Dios al Dios encarnado que ha venido del Espíritu? ¿Quién de entre los hombres podría conocerlo? ¿Dónde está la verdad en medio de los hombres? ¿Dónde está la verdadera justicia? ¿Quién es capaz de conocer el carácter de Dios? ¿Quién puede competir con el Dios de los cielos? No es de sorprender que, cuando ha venido entre los hombres, nadie lo ha conocido y ha sido rechazado. ¿Cómo puede el hombre tolerar la existencia de Dios? ¿Cómo puede permitir que la luz eche fuera las tinieblas del mundo? ¿No procede todo esto de la honorable devoción del hombre? ¿No es su virtuosa entrada? ¿Acaso la obra de Dios no está centrada en torno a la entrada del hombre? Me gustaría que combinarais la obra de Dios con la entrada del hombre, que asegurarais la buena relación entre el hombre y Dios, y que llevarais a cabo el deber que debería realizar el hombre, según la mejor de sus capacidades. ¡De esta forma, la obra de Dios llegará posteriormente a su fin, concluyendo con Su glorificación!

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (10)

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