I

Lo mejor de la obra de Dios en la carne

es que Él deja Su voluntad precisa para la humanidad,

y claras palabras y exhortaciones

para todos los hombres que lo siguen,

para que, en el futuro, Sus seguidores

puedan, de una forma más exacta y concreta, transmitir

Su obra en la carne y Su voluntad

a todos los que aceptan este camino.

Sólo la obra de Dios en la carne logra

que Dios esté y viva con el hombre,

y cumple su deseo de ver el rostro de Dios,

presenciar la obra de Dios y escuchar Sus palabras.

Cuando obra Dios en Su carne en la humanidad,

los que lo siguen ya no buscan

ni andan a tientas por cosas vagas y ambiguas

y dejan de adivinar la voluntad de un Dios ambiguo,

la voluntad de un Dios ambiguo.

Lo mejor de la obra de Dios en la carne

es que Él deja Su voluntad precisa para la humanidad,

y claras palabras y exhortaciones

para todos los hombres que lo siguen,

para que, en el futuro, Sus seguidores

puedan, de una forma más exacta y concreta, transmitir

Su obra en la carne y Su voluntad

a todos los que aceptan este camino.

II

El Espíritu es invisible para el hombre,

no puede dejar más hechos de la obra de Dios.

El hombre nunca verá el verdadero rostro de Dios

y siempre creerá en un Dios ambiguo.

El hombre nunca escuchará las palabras personales de Dios.

Sus ideas huecas no reemplazan el rostro real de Dios.

El hombre no puede imitar la obra de Dios

ni Su carácter inherente, inherente.

III

El Dios invisible en el cielo y Su obra

sólo pueden ser traídos a la tierra por el Dios encarnado,

que obra entre los hombres de forma personal.

Esta es la mejor manera en la que Dios se aparece.

Es la mejor manera en la que el hombre ve a Dios

y llega a conocer el verdadero rostro de Dios,

imposible para un Dios no encarnado.

Lo mejor de la obra de Dios en la carne

es que Él deja Su voluntad precisa para la humanidad,

y claras palabras y exhortaciones

para todos los hombres que lo siguen,

para que, en el futuro, Sus seguidores

puedan, de una forma más exacta y concreta, transmitir

Su obra en la carne y Su voluntad

a todos los que aceptan este camino.

De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”