La protagonista, diaconisa de evangelización de la iglesia, advierte algunos problemas de los hermanos y hermanas en el cumplimiento del deber, pero nunca los saca a relucir por miedo a ofenderlos y hundir la imagen positiva que tienen de ella. Solo saca a relucir cosas más agradables y consuela a los demás. Cuando una hermana se percata, expone la hipocresía de la protagonista, lo que a esta la avergüenza enormemente. Gracias a las revelaciones de las palabras de Dios, reconoce que la esencia de esta tendencia suya consiste en engañar y enredar a los demás y hacer que los hermanos y hermanas la admiren e idolatren pese al daño que les hace en la vida. Se da cuenta de lo despreciable y malvada que es y de que va por la senda de un anticristo. Con esta constatación se llena de remordimientos; ora a Dios y se arrepiente. Cuando se encuentra de nuevo en una situación de este tipo, acepta el escrutinio de Dios y practica la verdad de ser una persona honesta. Es capaz de cambiar.