5. Las dos encarnaciones completan el sentido de la encarnación

Las palabras relevantes de Dios:

La primera encarnación fue para redimir al hombre del pecado; para redimirlo por medio de la carne de Jesús; es decir, Él salvó al hombre desde la cruz, pero el carácter satánico corrupto todavía permanecía en el hombre. La segunda encarnación ya no tiene como propósito servir como ofrenda por el pecado, sino, más bien, salvar por completo a los que fueron redimidos del pecado. Esto se hace de tal forma que quienes han sido perdonados puedan ser librados de sus pecados, sean purificados completamente, y, al lograr un cambio de carácter, sean liberados de la influencia de la oscuridad de Satanás y regresen delante del trono de Dios. Sólo así puede el hombre ser plenamente santificado. Después de que la Era de la Ley llegó a su fin, y al comenzar la Era de la Gracia, Dios inició la obra de salvación, la cual continúa hasta los últimos días, cuando, al juzgar y castigar a la raza humana por su rebeldía, Él habrá purificado totalmente a la humanidad. Sólo entonces Dios concluirá Su obra de salvación y entrará en el reposo. Por tanto, en las tres etapas de la obra, Dios solo se ha hecho carne dos veces para llevar a cabo Él mismo Su obra entre los hombres. Esto se debe a que sólo una de las tres etapas de la obra consiste en guiar al hombre sobre cómo debe llevar su vida, mientras que, las otras dos, consisten en la obra de salvación. Sólo haciéndose carne puede Dios vivir junto al hombre, experimentar el sufrimiento del mundo, y vivir en un cuerpo normal de carne. Sólo de esta forma puede proveer a los hombres con el camino práctico que necesitan como seres creados. El hombre recibe la salvación plena de Dios a través de la encarnación de Dios, no directamente del cielo en respuesta a sus oraciones. Y, como el hombre es de carne y hueso, no tiene forma de ver al Espíritu de Dios y, mucho menos, de acercarse a Él. Lo único con lo que el hombre puede entrar en contacto es con la carne encarnada de Dios y sólo a través de esto es el hombre capaz de entender todos los caminos y todas las verdades y recibir la salvación plena. La segunda encarnación será suficiente para eliminar los pecados del hombre y purificarlo plenamente. Por tanto, con la segunda encarnación se pondrá fin a la totalidad de la obra de Dios en la carne y se completará el sentido de la encarnación de Dios. A partir de ahí, la obra de Dios en la carne habrá llegado plenamente a su fin. Después de la segunda encarnación, Él no se hará carne una tercera vez para Su obra, porque toda Su gestión habrá llegado a su fin. La encarnación de los últimos días habrá ganado totalmente a Su pueblo escogido, y, en los últimos días, la humanidad habrá sido clasificada según su tipo. Él ya no hará más la obra de salvación ni regresará a la carne para llevar a cabo obra alguna.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)

En la época en la que Jesús estaba llevando a cabo Su obra, el conocimiento que el hombre tenía de Él seguía siendo vago y poco claro. El hombre siempre creyó que Él era el hijo de David y proclamó que era un gran profeta y el Señor bondadoso que redimía los pecados del hombre. Algunos, por la fuerza de su fe, fueron sanados simplemente al tocar el borde de Su manto; los ciegos pudieron ver e incluso los muertos pudieron ser devueltos a la vida. Sin embargo, el hombre fue incapaz de descubrir el carácter satánico corrupto profundamente arraigado en su interior y tampoco sabía cómo desecharlo. El hombre recibió mucha gracia, como la paz y la felicidad de la carne, bendiciones sobre toda la familia por la fe de uno solo de sus miembros, la curación de las enfermedades, etc. El resto fueron las buenas obras del hombre y su apariencia piadosa; si alguien podía vivir con base en eso, se le consideraba un buen creyente. Sólo ese tipo de creyentes podían entrar en el cielo tras su muerte, lo que significaba que eran salvos. Pero durante su vida, estas personas no entendieron en absoluto el camino de la vida. Simplemente cometían pecados y después los confesaban, en un ciclo constante sin una senda para cambiar su carácter. Esa era la condición del hombre en la Era de la Gracia. ¿Ha recibido el hombre la salvación completa? ¡No! Por tanto, después de completarse esa etapa de la obra, aún quedaba la obra de juicio y castigo. Esta etapa tiene como objetivo hacer al hombre puro por medio de la palabra y, así, darle una senda que seguir. Esta etapa no sería fructífera ni tendría sentido si continuase con la expulsión de demonios, porque la naturaleza pecaminosa del hombre no sería extirpada y el hombre se detendría tras el perdón de los pecados. A través de la ofrenda por el pecado, al hombre se le han perdonado sus pecados, porque la obra de la crucifixión ya ha llegado a su fin y Dios ha vencido a Satanás. Pero el carácter corrupto del hombre sigue en él y este todavía puede pecar y resistirse a Dios y Dios no ha ganado a la humanidad. Esa es la razón por la que en esta etapa de la obra Dios usa la palabra para revelar el carácter corrupto del hombre y hace que este practique según la senda correcta. Esta etapa es más significativa que la anterior y también más fructífera, porque, ahora, la palabra es la que provee directamente la vida del hombre y permite que su carácter sea completamente renovado; es una etapa de obra mucho más concienzuda. Así pues, la encarnación en los últimos días ha completado el sentido de la encarnación de Dios y ha finalizado plenamente el plan de gestión de Dios para la salvación del hombre.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)

Dios, en Su primera encarnación, no completó la obra de la encarnación, sino solo el primer paso de la obra que Dios debía realizar en la carne. Así pues, con el fin de terminar la obra de la encarnación, Dios ha regresado en la carne una vez más y vive toda la normalidad y la realidad de la carne; es decir, manifiesta el Verbo de Dios en una carne totalmente normal y ordinaria, concluyendo de esta forma la obra que Él dejó sin realizar en la carne. En esencia, la segunda carne encarnada es en esencia como la primera, pero es incluso más real aún, incluso más normal que la primera. Como consecuencia, el sufrimiento que la segunda carne encarnada soporta es mayor que el de la primera, pero este sufrimiento es una consecuencia de Su ministerio en la carne, el cual es diferente del sufrimiento que el hombre corrupto tendría que padecer. También brota de la normalidad y de la realidad de Su carne. Como Él realiza Su ministerio en una carne totalmente normal y real, esta debe soportar muchas dificultades. Cuanto más normal y real sea esta carne, más sufrirá Él en la realización de Su ministerio. La obra de Dios se expresa en una carne muy común, que no es en absoluto sobrenatural. Como Su carne es normal y también debe cargar con la obra de salvar al hombre, Él sufre en mayor medida de lo que lo haría una carne sobrenatural; y todo este sufrimiento brota de la realidad y de la normalidad de Su carne. De los sufrimientos que han padecido las dos carnes encarnadas durante la realización de Sus ministerios, se puede ver la esencia de la carne encarnada. Cuanto más normal sea la carne, mayor la dificultad que debe soportar al emprender la obra; cuanto más real sea la carne que emprende la obra, más duras las nociones de las personas y mayores los peligros que probablemente puedan sobrevenirle. Sin embargo, cuanto más real sea la carne y cuanto más posea esta las necesidades y el sentido completo de un ser humano normal, más capaz será Él de asumir la obra de Dios en la carne. Fue la carne de Jesús la que fue clavada en la cruz, Su carne que Él entregó como ofrenda por el pecado; fue por medio de una carne con humanidad normal que Él derrotó a Satanás y salvó totalmente al hombre desde la cruz. Y es como carne completa, que Dios, en Su segunda encarnación, lleva a cabo la obra de conquista y derrota de Satanás. Solo una carne completamente normal y real puede realizar la obra de conquista en su totalidad y dar un testimonio convincente. Es decir, la conquista al hombre se hace efectiva por medio de la realidad y la normalidad de Dios en la carne, no a través de milagros y revelaciones sobrenaturales. El ministerio de este Dios encarnado consiste en hablar, y, de este modo, conquistar y perfeccionar al hombre; en otras palabras, la obra del Espíritu materializada en la carne y el deber de la carne, es hablar y, de este modo, conquistar, revelar, perfeccionar y eliminar por completo al hombre. Por tanto, la obra de Dios en la carne se cumplirá en su totalidad en esta obra de conquista. La obra de redención inicial fue solo el comienzo de la obra de la encarnación; la carne que realiza la obra de conquista completará toda la obra de la encarnación. En cuanto al género, uno es varón y la otra es hembra; de esta manera se ha completado la relevancia de la encarnación de Dios y se han disipado las nociones del hombre sobre Él: Dios puede convertirse tanto en varón como en hembra y, en esencia, el Dios encarnado no tiene género. Él creó tanto al hombre como a la mujer y para Él no hay división de géneros. En esta etapa de la obra Dios no lleva a cabo señales y maravillas, de forma que la obra logrará sus resultados por medio de las palabras. Además, esto se debe a que la obra del Dios encarnado esta vez no consiste en sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios, sino conquistar al hombre hablando; lo que quiere decir que la habilidad natural de esta carne encarnada de Dios es hablar palabras y conquistar al hombre, no sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios. Su obra en una humanidad normal no es realizar milagros, ni sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios, sino hablar; y por eso la segunda carne encarnada les parece a las personas más normal que la primera. Las personas ven que la encarnación de Dios no es mentira; pero este Dios encarnado es diferente a Jesús encarnado y, aunque ambos son Dios encarnado, no son completamente iguales. Jesús poseía una humanidad normal y ordinaria, pero Él estuvo acompañado por muchas señales y maravillas. En este Dios encarnado, los ojos humanos no verán señales o maravillas, ni sanación de enfermos ni expulsión de demonios, ni lo verán caminar sobre el mar ni ayunar durante cuarenta días… Él no realiza la misma obra que Jesús llevó a cabo, no porque Su carne sea en esencia diferente a la de Jesús, sino porque no es Su ministerio sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios. Él no echa abajo Su propia obra ni la interrumpe. Como conquista al hombre a través de Sus palabras reales, no hay necesidad de someterlo con milagros y, por tanto, esta etapa consiste en completar la obra de la encarnación.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

¿Por qué digo que el sentido de la encarnación no se completó en la obra de Jesús? Porque el Verbo no se hizo enteramente carne. Lo que Jesús realizó fue solo una parte de la obra de Dios en la carne; Él solo llevó a cabo la obra de redención y no la de ganar completamente al hombre. Por esta razón, Dios se ha hecho carne una vez más en los últimos días. Esta etapa de la obra también se lleva a cabo en una carne ordinaria; la realiza un ser humano completamente normal, uno cuya humanidad no es en absoluto trascendente. En otras palabras, Dios se ha hecho un ser humano completo; es una persona cuya identidad es la de Dios, un ser humano completo, una carne completa, que está llevando a cabo la obra. Los ojos humanos ven un cuerpo carnal que no es en absoluto trascendente, una persona muy ordinaria que puede hablar el lenguaje del cielo, que no muestra señales milagrosas, que no obra milagros y que mucho menos exhibe la verdad sobre la religión en grandes asambleas. Para las personas, la obra de la segunda carne encarnada es totalmente diferente a la de la primera, tanto es así, que ambas parecen no tener nada en común y nada de la primera obra puede verse en esta ocasión. Aunque la obra de la segunda carne encarnada es diferente de la obra de la primera, eso no prueba que Su fuente no sea la misma. Que Su fuente sea o no la misma depende de la naturaleza de la obra realizada por las carnes y no de Sus caparazones corporales. Durante las tres etapas de Su obra, Dios se ha encarnado dos veces y, en ambas ocasiones, la obra de Dios encarnado inaugura una nueva era, abre el paso a una nueva obra. Las encarnaciones se complementan entre sí. Es imposible para el ojo humano percibir que ambas carnes provienen realmente de la misma fuente. Sobra decir que esto escapa a la capacidad del ojo humano o a la de la mente del hombre. Pero, en Su esencia, son lo mismo, porque Su obra se origina en el mismo Espíritu. Si ambas carnes encarnadas surgen o no de la misma fuente, no puede juzgarse por la era y el lugar en el que nacieron, o por otros factores similares, sino por la obra divina expresada por Ellas. La segunda carne encarnada no lleva a cabo nada de la obra que Jesús realizó, porque la obra de Dios no se ciñe a convenciones, sino que cada vez se abre una nueva senda. La segunda carne encarnada no pretende profundizar ni solidificar la impresión de la primera carne en la mente de las personas, sino complementarla y perfeccionarla, profundizar el conocimiento de Dios por parte del hombre, romper todas las reglas existentes en los corazones de las personas y barrer las imágenes erróneas de Dios en sus corazones. Puede decirse que ninguna etapa individual de la obra de Dios puede darle al hombre un conocimiento completo de Él; cada una da solo una parte, no el todo. Aunque Dios ha expresado Su carácter por completo, debido a las limitadas facultades de entendimiento del hombre, su conocimiento de Dios sigue siendo incompleto. Es imposible, usando un lenguaje humano, transmitir la totalidad del carácter de Dios; ¿cuánto menos puede una sola etapa de Su obra expresar plenamente lo que es Dios? Él obra en la carne bajo la cubierta de Su humanidad normal y uno solamente puede conocerlo por las expresiones de Su divinidad, no por Su caparazón corporal. Dios viene en la carne para permitir al hombre conocerlo por medio de Su obra variada, y no hay dos etapas de Su obra que sean iguales. Solo de esta forma puede el hombre tener un conocimiento pleno de la obra de Dios en la carne, no confinada a una sola faceta.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

La etapa de la obra que realizó Jesús solo cumplió con la esencia de “el Verbo era con Dios”: la verdad de Dios era con Dios y el Espíritu de Dios era con la carne y era inseparable de la carne. Es decir, la carne de Dios encarnado estaba con el Espíritu de Dios, que es una prueba mayor de que Jesús encarnado fue la primera encarnación de Dios. Esta etapa de la obra cumple precisamente el significado interno de “la Palabra se hace carne”, le dio un significado más profundo a “el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”, y te permite creer firmemente en las palabras “en el principio era El Verbo”. Lo que es igual a decir que en el momento de la creación Dios estaba poseído de Palabras, Sus Palabras eran con Él y eran inseparables de Él, y en la era final deja aún más claro el poder y la autoridad de Sus palabras y permite al hombre ver todas Sus manifestaciones, oír todas Sus palabras. Tal es la obra de la era final. Debes llegar a entender estas cosas de pies a cabeza. No se trata de conocer la carne, sino de cómo entiendes la carne y la Palabra. Este es el testimonio que debes dar, que todos deben conocer. Como esta es la obra de la segunda encarnación, y la última vez que Dios se hace carne, completa totalmente el sentido de la encarnación, lleva a cabo y expone por completo toda la obra de Dios en la carne, y pone fin a la era de Dios en la carne.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Práctica (4)

Tanto si en esta etapa Dios encarnado está soportando dificultades o desempeñando Su ministerio, lo hace para completar el sentido de la encarnación, porque esta es la última encarnación de Dios. Él solo puede encarnarse dos veces. No puede haber una tercera ocasión. La primera encarnación fue masculina, la segunda fue femenina, y así la imagen de la carne de Dios se completa en la mente del hombre; además, las dos encarnaciones ya han terminado la obra de Dios en la carne. La primera vez, Dios encarnado poseyó una humanidad normal con el fin de completar el sentido de la encarnación. En esta ocasión también posee una humanidad normal, pero el significado de esta encarnación es diferente: es más profundo y Su obra tiene un sentido más profundo. La razón por la que Dios se ha hecho carne de nuevo es para completar el sentido de la encarnación. Cuando Dios haya terminado por completo esta etapa de Su obra, el sentido completo de la encarnación, es decir, la obra de Dios en la carne, estará completa, y ya no quedará más obra que realizar en la carne. Es decir, de ahora en adelante, Dios ya no vendrá nunca más en la carne a realizar Su obra.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

Las dos encarnaciones completan el sentido de la encarnación

(Un capítulo selecto de la Palabra de Dios)

Cada etapa de la obra realizada por Dios tiene su propio sentido práctico. En aquel entonces, cuando Jesús vino, lo hizo en forma de varón, y cuando Dios viene esta vez, toma la forma de mujer. A partir de esto se puede ver que la creación de Dios de ambos el varón y la mujer puede ser útil para Su obra y que con Él no hay distinción de género. Cuando Su Espíritu viene, Él puede adoptar cualquier carne que desee y esa carne puede representarlo. Sea varón o mujer, puede representar a Dios mientras sea Su carne encarnada. Si Jesús hubiera aparecido como mujer cuando vino —en otras palabras, si el Espíritu Santo hubiera concebido una niña, y no un niño— esa etapa de la obra se habría completado de todas formas. Si esto hubiera ocurrido, la etapa actual de la obra la hubiera tenido que completar un varón, pero de todas maneras la obra se habría completado. La obra llevada a cabo en cada etapa tiene su significado; ninguna de las dos etapas de la obra se repite ni entra en conflicto con la otra. En aquel momento, cuando Jesús llevaba a cabo Su obra, se le llamó el Hijo unigénito, e “Hijo” indica el género masculino. ¿Por qué no se menciona, entonces, al Hijo unigénito en la etapa actual? Porque los requisitos de la obra han necesitado un género diferente al de Jesús. Con Dios no hay distinción de género. Él realiza Su obra como lo desea y, al llevarla a cabo, Él no está sujeto a ninguna restricción, sino que es particularmente libre. Sin embargo, cada etapa de la obra tiene su propio sentido práctico. Dios se hizo carne dos veces, y es obvio que Su encarnación durante los últimos días es la última vez. Él ha venido a revelar todas Sus acciones. Si Él no se hubiera hecho carne en esta etapa para realizar personalmente una obra de la que el hombre fuera testigo, este se aferraría siempre a la noción de que Dios es sólo varón, y no mujer. Antes de esto, toda la humanidad creía que Dios sólo podía ser varón y que una mujer no podía ser llamada Dios, porque todos consideraban que el hombre tenía autoridad sobre la mujer. Creían que ninguna mujer podía asumir la autoridad; sólo los hombres. Aún más, incluso decían que el hombre era la cabeza de la mujer y que la mujer debía obedecer al hombre y no podía sobrepasarlo. Cuando se dijo en el pasado que el hombre era la cabeza de la mujer, se dijo con respecto a Adán y a Eva, a quienes la serpiente había engañado, y no al hombre y a la mujer creados por Jehová en el principio. Por supuesto, una mujer debe obedecer y amar a su marido, y un marido debe aprender a proveer de alimento y sustento a su familia. Son las leyes y decretos establecidos por Jehová que la humanidad debe cumplir durante sus vidas en la tierra. Jehová dijo a la mujer: “Tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti”. Esto solo se dijo para que la humanidad (es decir, tanto el hombre como la mujer) pudiera vivir una vida normal bajo el dominio de Jehová, y para que la vida de la humanidad tuviera una estructura y no perdiera el orden. Por ello, Jehová elaboró normas apropiadas en cuanto a cómo deberían actuar el hombre y la mujer, aunque esto solo se refería a todos los seres creados que vivían sobre la tierra y no tenía relación con la carne encarnada de Dios. ¿Cómo podría ser Dios lo mismo que Sus seres creados? Sus palabras solo iban dirigidas a la humanidad de Su creación; Él estableció reglas para el hombre y la mujer con el fin de que la humanidad pudiera vivir una vida normal. En el principio, cuando Jehová creó a la humanidad, hizo dos clases de seres humanos, tanto al varón como a la mujer; y, por eso, hay una división entre el varón y la mujer en Sus carnes encarnadas. Él no decidió Su obra con base en las palabras que habló a Adán y Eva. Las dos veces que se ha hecho carne se han determinado totalmente de acuerdo con Su pensamiento cuando creó por primera vez a la humanidad. Es decir, Él ha completado la obra de Sus dos encarnaciones con base en el varón y la mujer antes de ser corrompidos. Si la humanidad tomara las palabras habladas por Jehová a Adán y Eva, quienes habían sido engañados por la serpiente, y las aplicara a la obra de la encarnación de Dios, ¿acaso no tendría que amar Jesús también a Su esposa como debería hacerlo? ¿Seguiría Dios siendo Dios, entonces? Siendo esto así, ¿seguiría siendo capaz de completar Su obra? Si es incorrecto que la carne encarnada de Dios sea mujer, entonces ¿no habría sido también un error de la mayor magnitud que Dios creara a la mujer? Si la gente sigue creyendo que sería un error que Dios encarnara como mujer, entonces ¿no estaría Jesús —quien no se casó y que, por ende, no pudo amar a Su esposa— igual de errado que la presente encarnación? Ya que usas las palabras habladas por Jehová a Eva para medir la verdad de la encarnación de Dios en el presente, debes usar las palabras de Jehová a Adán para juzgar al Señor Jesús, quien se hizo carne en la Era de la Gracia. ¿No es lo mismo? Ya que juzgas al Señor Jesús por el varón a quien la serpiente no había engañado, no puedes juzgar la verdad de la encarnación de hoy por la mujer a quien la serpiente engañó. ¡Esto sería injusto! Medir a Dios de esta manera muestra tu falta de racionalidad. Cuando Jehová se hizo carne dos veces, el género de Su carne estaba relacionado con el varón y la mujer que no habían sido engañados por la serpiente. En dos ocasiones Él se hizo carne conforme al varón y la mujer que no habían sido seducidos por la serpiente. No penséis que la masculinidad de Jesús era la misma que la de Adán, quien fue engañado por la serpiente. No tienen ninguna relación; son dos varones de dos diferentes naturalezas. Ciertamente no puede ser que la masculinidad de Jesús demuestre que Él es la cabeza de todas las mujeres, pero no de todos los hombres. ¿No es Él el Rey de todos los judíos (incluidos hombres y mujeres)? Él es Dios mismo, no solo la cabeza de la mujer, sino del hombre también. Él es el Señor de todas las criaturas y la cabeza de todas ellas. ¿Cómo podrías determinar que la masculinidad de Jesús es el símbolo de la cabeza de la mujer? ¿No sería esto blasfemia? Jesús es un varón que no ha sido corrompido. Él es Dios; Él es Cristo; Él es el Señor. ¿Cómo podría ser Él un varón como Adán, que fue corrompido? Jesús es la carne con la que se viste el santísimo Espíritu de Dios. ¿Cómo podrías decir que Él es un Dios que posee la masculinidad de Adán? En ese caso, ¿no estaría errada toda la obra de Dios? ¿Habría incorporado Jehová dentro de Jesús la masculinidad de Adán, quien fue engañado por la serpiente? ¿No es la encarnación del presente otro ejemplo de la obra de Dios encarnado, que es diferente en género de Jesús, pero igual que Él en naturaleza? ¿Todavía te atreves a decir que Dios encarnado no podría ser una mujer, ya que fue una mujer la primera que fue engañada por la serpiente? ¿Todavía te atreves a decir que al ser la mujer la más impura y el origen de la corrupción de la humanidad, Dios no podía en absoluto encarnarse como una mujer? ¿Todavía te atreves a persistir en decir que “la mujer siempre obedecerá al hombre y nunca podrá manifestar o representar directamente a Dios”? No entendías en el pasado, pero ¿puedes seguir blasfemando ahora contra la obra de Dios, especialmente contra la carne encarnada de Dios? Si no tienes esto claro, mejor cuida tu lengua, para que no se revelen tu insensatez y tu ignorancia, y tu fealdad no quede expuesta. No pienses que lo entiendes todo. Yo te digo que todo lo que has visto y experimentado es insuficiente para que entiendas siquiera una milésima parte de Mi plan de gestión. ¿Por qué actúas, pues, con tanta arrogancia? ¡Esa pequeña porción de talento y el conocimiento exiguo que tienes son insuficientes para ser usados por Jesús siquiera en un solo segundo de Su obra! ¿Cuánta experiencia posees realmente? ¡Lo que has visto y todo lo que has oído durante tu vida y lo que has imaginado, es menos que la obra que Yo hago en un momento! Será mejor que no seas quisquilloso ni busques fallas. Puedes ser todo lo arrogante que quieras, pero ¡no eres más que una criatura que no puede compararse siquiera con una hormiga! ¡Todo lo que hay en tu barriga es menos que lo que hay en la barriga de una hormiga! No pienses que, porque tienes algo de experiencia y antigüedad, esto te da derecho a gesticular salvajemente y hablar con grandilocuencia. ¿No son tu experiencia y tu antigüedad un resultado de las palabras que Yo he pronunciado? ¿Crees que fueron a cambio de tu trabajo y esfuerzo? Hoy, ves que me he hecho carne y, como consecuencia de ello, en ti hay una sobreabundancia de conceptos y nociones sin fin. De no ser por Mi encarnación, por muy extraordinarios que fueran tus talentos, no tendrías tantos conceptos. ¿No es de aquí de donde surgieron tus nociones? De no ser por la primera vez que Jesús se hizo carne, ¿sabrías algo de la encarnación? ¿No es por tu conocimiento de la primera encarnación que tienes el descaro de tratar de juzgar la segunda? ¿Por qué la sometes a estudio en lugar de ser un seguidor obediente? Si entras en esta corriente y vienes delante del Dios encarnado, ¿te permitiría Él, acaso, investigarlo? Puedes estudiar tu propia historia familiar, pero si intentas estudiar la “historia familiar” de Dios, ¿te permitiría, acaso, llevar a cabo ese estudio el Dios actual? ¿Acaso no estás ciego? ¿No tienes desprecio por ti mismo?

Si solo se hubiera llevado a cabo la obra de Jesús sin complementarse con la obra en esta etapa en los últimos días, el hombre se habría aferrado por siempre a la noción de que solo Jesús es el único Hijo de Dios; es decir, que Dios sólo tiene un hijo y que cualquiera que venga después con otro nombre no será el único Hijo de Dios; mucho menos, Dios mismo. El hombre tiene la noción de que alguien que sirve como ofrenda por el pecado o que asume el poder en nombre de Dios y redime a toda la humanidad es el único Hijo de Dios. Hay algunos que creen que, siempre que el que venga sea un varón, se le puede considerar el único Hijo de Dios y representante de Dios. Están incluso los que dicen que Jesús es el Hijo de Jehová, Su Hijo unigénito. ¿No son estas nociones exageradas? Si esta etapa de la obra no se llevara a cabo en la era final, toda la humanidad estaría envuelta en una sombra oscura en lo referente a Dios. Si así fuera, el hombre pensaría que es superior a la mujer y las mujeres nunca podrían levantar la cabeza, y ninguna mujer podría ser salva. Las personas siempre creen que Dios es varón y que Él siempre ha aborrecido a la mujer y no le dará la salvación. De ser así, ¿no sería cierto que todas las mujeres, que fueron creadas por Jehová y que también fueron corrompidas, nunca tendrían la oportunidad de ser salvas? ¿No habría sido inútil, entonces, que Jehová hubiera creado a la mujer; es decir, que hubiera creado a Eva? ¿Y acaso no perecería la mujer por toda la eternidad? Por ello, la etapa de la obra en los últimos días se lleva a cabo para salvar a toda la humanidad, no sólo a la mujer. Si alguien pensara que si Dios se encarnara como mujer sería únicamente para salvar a la mujer, ¡esa persona sería, en verdad, una insensata!

La obra de hoy ha impulsado la obra de la Era de la Gracia; es decir, la obra bajo la totalidad del plan de gestión de seis mil años ha avanzado. Aunque la Era de la Gracia ha terminado, la obra de Dios ha progresado. ¿Por qué digo una y otra vez que esta etapa de la obra se basa en la Era de la Gracia y la Era de la Ley? Porque la obra de hoy es una continuación de la obra realizada en la Era de la Gracia y ha sido un avance sobre la obra realizada en la Era de la Ley. Las tres etapas están estrechamente interconectadas y cada eslabón en la cadena está íntimamente vinculado con el siguiente. ¿Por qué digo también que esta etapa de la obra se basa en la obra realizada por Jesús? Suponiendo que esta etapa no se construyera tomando como base la obra realizada por Jesús, habría tenido que ocurrir otra crucifixión en esta etapa, y la obra redentora de la etapa anterior tendría que volver a hacerse. Esto no tendría sentido. Por tanto, no es que la obra esté completamente finalizada, sino que la era ha avanzado y el nivel de la obra se ha elevado más que antes. Puede decirse que esta etapa de la obra se construye sobre la base de la Era de la Ley y sobre la roca de la obra de Jesús. La obra de Dios se construye etapa por etapa, y esta etapa no es un nuevo comienzo. Solo la combinación de las tres etapas de la obra puede considerarse el plan de gestión de seis mil años. La obra de esta etapa se lleva a cabo sobre la base de la obra de la Era de la Gracia. Si estas dos etapas de la obra no tuvieran relación, ¿por qué, entonces, la crucifixión no se repite en esta etapa? ¿Por qué no cargo Yo con los pecados del hombre, sino que vengo a juzgar y a castigar al hombre directamente? Si Mi obra de juzgar y castigar al hombre no hubiese venido después de la crucifixión, con Mi venida ahora que no es por medio de la concepción del Espíritu Santo, entonces Yo no estaría calificado para juzgar y castigar al hombre. Es, precisamente, porque Yo soy uno con Jesús que vengo directamente a castigar y juzgar al hombre. La obra en esta etapa se construye, en su totalidad, sobre la obra de la etapa anterior. Esta es la razón por la que sólo la obra de este tipo puede llevar al hombre, paso a paso, a la salvación. Jesús y Yo venimos de un solo Espíritu. Aunque nuestra carne no tiene relación, nuestro Espíritu es uno; aunque el contenido de lo que hacemos y la obra que asumimos no son los mismos, somos iguales en esencia; nuestra carne adopta distintas formas, pero esto se debe al cambio en la era y a los diferentes requisitos de nuestra obra; nuestros ministerios no son iguales, por lo que la obra que traemos y el carácter que revelamos al hombre también son diferentes. Por eso, lo que el hombre ve y entiende hoy es diferente a lo del pasado, lo cual se debe al cambio en la era. A pesar de que son diferentes en cuanto al género y la forma de Su carne y de que no nacieron de la misma familia, y, mucho menos, en la misma época, Su Espíritu es uno. A pesar de que Su carne no comparte ni sangre ni parentesco físico de ningún tipo, no puede negarse que Ellos son la carne encarnada de Dios en dos períodos diferentes. Es una verdad irrefutable que ellos son la carne encarnada de Dios. Sin embargo, no son del mismo linaje ni comparten un idioma humano común (uno fue un varón que hablaba el idioma de los judíos y el otro es una mujer que sólo habla chino). Es por estas razones que Ellos han vivido en diferentes países para llevar a cabo la obra que le corresponde hacer a cada uno y en distintos períodos también. A pesar del hecho de que son el mismo Espíritu y poseen la misma esencia, no existe absolutamente ninguna similitud entre el caparazón externo de Su carne. Lo único que comparten es la misma humanidad, pero en lo que se refiere a la apariencia externa de Su carne y a las circunstancias de Su nacimiento, no se parecen. Estas cosas no tienen ningún impacto sobre Su respectiva obra o sobre el conocimiento que el hombre tiene de Ellos, porque, a fin de cuentas, son el mismo Espíritu y nadie puede separarlos. Aunque no tienen relación de sangre, la totalidad de Su ser está a cargo de Su Espíritu, el cual les asigna una obra diferente en distintos períodos, y Su carne es de diferentes linajes. El Espíritu de Jehová no es el padre del Espíritu de Jesús, y el Espíritu de Jesús no es el hijo del Espíritu de Jehová: ambos son el mismo Espíritu. De igual manera, el Dios encarnado de hoy y Jesús no tienen relación de sangre, pero son uno; esto se debe a que Su Espíritu es uno. Dios puede llevar a cabo la obra de misericordia y bondad, así como la del juicio justo y el castigo del hombre y la de lanzar maldiciones sobre el hombre. Al final, Él puede realizar la obra de destruir el mundo y castigar a los malvados. ¿Acaso no hace todo esto Él mismo? ¿No es esto la omnipotencia de Dios? Él fue capaz tanto de promulgar las leyes para el hombre como de expedirle los mandamientos, y también fue capaz de guiar a los primeros israelitas para vivir en la tierra y para edificar el templo y los altares, poniendo a todos los israelitas bajo su dominio. Debido a Su autoridad, vivió en la tierra con el pueblo de Israel durante dos mil años. Los israelitas no se atrevían a rebelarse contra Él; todos veneraban a Jehová y cumplían Sus mandamientos. Esa fue la obra que se llevó a cabo en virtud de Su autoridad y Su omnipotencia. Luego, durante la Era de la Gracia, Jesús vino a redimir a toda la humanidad caída (no solo a los israelitas). Él mostró compasión y bondad hacia el hombre. El Jesús que el hombre vio en la Era de la Gracia estaba lleno de bondad y siempre fue amoroso con el hombre, pues Él había venido a salvar a la humanidad del pecado. Pudo perdonar al hombre sus pecados hasta que Su crucifixión redimió por completo a la humanidad del pecado. Durante este periodo, Dios apareció delante del hombre con misericordia y bondad; es decir, Él se convirtió en una ofrenda por el pecado para el hombre y fue crucificado por los pecados de este para que pudiera ser perdonado para siempre. Él era misericordioso, compasivo, paciente y amoroso, y todos los que seguían a Jesús en la Era de la Gracia también buscaban ser pacientes y amorosos en todas las cosas. Eran sufridos y nunca tomaban represalias, ni siquiera cuando los golpeaban, los maldecían o los apedreaban. Sin embargo, durante la etapa final, ya no podía ser así. La obra de Jesús y la de Jehová no eran totalmente iguales, aunque Su Espíritu fuera uno. La obra de Jehová no puso fin a la era, sino que la guio, y marcó el inicio de la vida de la humanidad en la tierra, y la obra de hoy consiste en conquistar a quienes viven en las naciones gentiles que han sido profundamente corrompidos, y guiar no solo al pueblo escogido de Dios en China, sino a todo el universo y a toda la humanidad. Puede parecerte que esta obra se está llevando a cabo solo en China, pero, de hecho, ya ha comenzado a difundirse en el extranjero. ¿Por qué razón la gente fuera de China busca el verdadero camino una y otra vez? Eso se debe a que el Espíritu ya ha empezado a trabajar, y las palabras pronunciadas hoy se dirigen a las personas en todo el universo. Con esto, la mitad de la obra ya está en marcha. Desde la creación del mundo hasta el presente, el Espíritu de Dios ha puesto en marcha esta gran obra y, además, ha realizado obras diferentes en distintas eras y entre naciones diferentes. Las personas de cada era ven un carácter diferente de Él, el cual se revela de forma natural por medio de la obra diferente que Él realiza. Él es Dios, lleno de misericordia y bondad; Él es la ofrenda por el pecado para el hombre y su pastor, pero Él también es el juicio, el castigo y la maldición del hombre. Él pudo guiar al hombre para que viviese sobre la tierra durante dos mil años y también pudo redimir del pecado a la humanidad corrupta. Hoy, también es capaz de conquistar a la humanidad, que no lo conoce, y someterla bajo Su dominio, de forma que todos se sometan totalmente a Él. Al final, Él quemará todo lo impuro e injusto dentro de las personas en todo el universo para mostrarles que Él no sólo es un Dios misericordioso y amoroso, un Dios de sabiduría y maravillas, un Dios santo, sino, además, un Dios que juzga al hombre. Para los malvados entre la humanidad, Él es fuego, juicio y castigo; para aquellos que deben ser perfeccionados, Él es tribulación, refinamiento y pruebas, así como consuelo, sustento, provisión de palabras, trato y poda. Y para los que son descartados, Él es castigo y retribución. Dime, ¿no es Dios todopoderoso? Él puede llevar a cabo cualquier obra, no sólo la crucifixión, como tú imaginas. ¡Subestimas demasiado a Dios! ¿Crees que todo lo que Él puede hacer es redimir a toda la humanidad a través de Su crucifixión, y nada más? ¿Y que, después de eso, lo seguirías hasta el cielo para comer el fruto del árbol de la vida y que beberías del río de la vida?… ¿Podría ser tan sencillo? Dime, ¿qué has conseguido? ¿Tienes la vida de Jesús? Ciertamente, fuiste redimido por Él, pero la crucifixión fue la obra del propio Jesús. ¿Qué deber has cumplido como ser humano? Solo tienes piedad exterior, pero no entiendes Su camino. ¿Es así como manifiestas a Jesús? Si no has alcanzado la vida de Dios ni has visto la totalidad de Su carácter justo, entonces no puedes afirmar que eres alguien que tiene vida y no eres digno de pasar por la puerta del reino de los cielos.

Dios no sólo es un Espíritu, sino que también puede hacerse carne. Además, Él es un cuerpo de gloria. Aunque vosotros no hayáis visto a Jesús, los israelitas —es decir, los judíos de la época— sí lo hicieron. Al principio, Él era un cuerpo de carne, pero después de que lo crucificaran, pasó a ser el cuerpo de gloria. Él es el Espíritu que todo lo abarca y que puede obrar en todo lugar. Él puede ser Jehová o Jesús o el Mesías; al final, también puede convertirse en Dios Todopoderoso. Él es justicia, juicio y castigo; es maldición e ira, pero también es misericordia y bondad. Toda la obra que ha llevado a cabo puede representarlo. ¿Qué clase de Dios dices que es Él? No puedes explicarlo. Si en verdad no puedes explicarlo, no debes sacar conclusiones sobre Dios. No llegues a la conclusión de que Dios es siempre un Dios de misericordia y bondad sólo porque llevó a cabo la obra de redención en una etapa. ¿Puedes estar seguro de que Él sólo es un Dios misericordioso y amoroso? Si Él es, meramente, un Dios misericordioso y amoroso, ¿por qué pondrá fin a la era en los últimos días? ¿Por qué enviará tantos desastres? Según las nociones y pensamientos de las personas, Dios debería ser misericordioso y amoroso hasta el final, para que hasta el último miembro de la humanidad pueda ser salvo. Pero ¿por qué en los últimos días envía desastres tan grandes como terremotos, pestes y hambruna para destruir a esta malvada humanidad, que considera a Dios como un enemigo? ¿Por qué permite que el hombre sufra estos desastres? Ninguno de vosotros se atreve a decir qué clase de Dios es Él, y nadie es capaz de explicarlo. ¿Puedes estar seguro de que Él es el Espíritu? ¿Te atreves a decir que Él no es otro que la carne de Jesús? ¿Y te atreves a decir que Él es un Dios que será crucificado por siempre en aras del hombre?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios

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El fin de todas las cosas se está acercando, ¿quieres saber cómo el Señor recompensará el bien, castigará el mal y determinará el fin de cada uno? Bienvenido a contactarnos para descubrir la respuesta.

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