Conocer a Dios II

Palabras diarias de Dios  Fragmento 31

Justo después de crear a la humanidad, Dios empezó a tener contacto con el hombre y a hablar con él; Su carácter empezó a manifestarse al hombre. En otras palabras, desde este primer contacto de Dios con la humanidad, comenzó a revelarle al hombre, sin interrupción, Su esencia y lo que Él tiene y es. En resumen, independientemente de que las personas, primitivas o actuales puedan verlo o entenderlo, Dios habla al hombre y obra en medio de él revelando Su carácter y expresando Su esencia, esto es una realidad innegable para cada persona. Esto también significa que el carácter de Dios, Su esencia, y lo que Él tiene y es emanan y se revelan constantemente cuando Él obra y tiene contacto con el hombre. Él nunca le ha ocultado ni escondido nada a este, sino que hace público y libera Su propio carácter sin retener nada. De esta forma, Dios espera que el hombre pueda conocerlo y entender Su carácter y Su esencia. Él no desea que el hombre trate Su carácter y Su esencia como misterios eternos ni quiere que la humanidad considere a Dios como un rompecabezas que nunca puede resolverse. El hombre no puede conocer el camino que tiene por delante hasta que la humanidad conoce a Dios, y es capaz de aceptar la dirección de Dios; solo una humanidad así puede vivir verdaderamente bajo Su dominio, en la luz, y en medio de Sus bendiciones.

Las palabras y el carácter emitidos y revelados por Dios representan Su voluntad, y también Su esencia. Cuando Dios tiene contacto con el hombre, independientemente de lo que dice o hace, del carácter que revele, o de lo que el hombre vea de Su esencia y de lo que Él tiene y es, todo ello representa Su voluntad para el hombre. Independientemente de cuánto sea capaz de saber, comprender o entender el hombre, todo ello representa la voluntad de Dios: Su voluntad para el hombre. ¡Esto está fuera de duda! La voluntad de Dios para la humanidad es cómo necesita Él que sean las personas, lo que exige que hagan, cómo requiere que vivan y que sean capaces de lograr el cumplimiento de Su voluntad. ¿Son estas cosas inseparables de la esencia de Dios? En otras palabras, Dios emite Su carácter y todo lo que tiene y es, y al mismo tiempo le pone exigencias al hombre. No hay falsedad ni fingimiento, ni ocultación, ni adornos. Pero, ¿por qué es incapaz el hombre de saber y por qué ha sido siempre incapaz de percibir con claridad el carácter de Dios? ¿Por qué no ha tenido nunca conciencia de la voluntad de Dios? Lo que Él ha revelado y emitido es lo que Dios mismo tiene y es, y constituye cada trozo y faceta de Su verdadero carácter; entonces ¿por qué no lo puede ver el hombre? ¿Por qué es el hombre incapaz del conocimiento riguroso? Existe una razón importante para esto. ¿Y cuál es esa razón entonces? Desde la época de la creación, el hombre nunca ha tratado a Dios como Dios. Desde los tiempos más remotos, independientemente de lo que Dios hiciera en relación al hombre, el hombre que acababa de ser creado lo trataba como nada más que una compañía, como alguien en quien confiar y que no tenía conocimiento ni entendimiento de Dios. Es decir, desconocía que lo que este Ser emitía —ese Ser en quien él confiaba y a quien consideraba su compañero— era la esencia de Dios; tampoco sabía que este Ser era Aquel que domina todas las cosas. En pocas palabras, las personas de aquella época no reconocieron a Dios en lo absoluto. No sabían que Él había creado los cielos, la tierra y todas las cosas, ignoraban de dónde procedía Él así como lo que Él era. Por supuesto, Dios no exigía entonces que el hombre lo conociera, lo comprendiera, entendiera todo lo que Él hacía, o que tuviera conocimiento de Su voluntad, porque aquellos eran los primeros tiempos tras la creación de la humanidad. Cuando Dios comenzó los preparativos para la obra de la Era de la Ley, hizo algunas cosas para el hombre y también comenzó a tener algunas exigencias, le indicó cómo ofrendar y adorar a Dios. Sólo entonces adquirió el ser humano unas pocas ideas simples acerca de Él y conoció las diferencias entre el hombre y Dios, y ese Dios era Aquel que había creado a la humanidad. Cuando el hombre supo que Dios era Dios y el hombre era hombre, se produjo una cierta distancia entre él y Dios, pero Dios no le pidió al hombre que tuviese un gran conocimiento ni un entendimiento profundo de Él. Por tanto, Él tiene diferentes requisitos para el hombre basados en las etapas y las circunstancias de Su obra. ¿Qué veis en esto? ¿Qué aspecto del carácter de Dios percibís? ¿Es Dios real? ¿Son Sus requisitos adecuados? Durante los primeros tiempos después de que Dios creara a la humanidad, cuando aún le quedaba por realizar la obra de conquista y perfeccionamiento en el hombre, y todavía no les había hablado muchas palabras, Él le pedía poco al ser humano. Independientemente de lo que el hombre hiciera y de cómo se comportase —aunque algunos de sus hechos ofendieran a Dios—, Dios lo perdonaba y lo pasaba por alto. Como Él sabía lo que le había dado al hombre y lo que había dentro de este, tenía claro el estándar de requisitos que podía exigir de él. Aunque el estándar de Sus requisitos era muy bajo en aquel momento, esto no significa que Su carácter no fuera grande ni que Su sabiduría y Su omnipotencia fueran palabras vacías. Para el hombre solo hay una forma de conocer el carácter de Dios y a Dios mismo: seguir los pasos de Su obra de gestión y salvación de la humanidad, y aceptar las palabras que Él dirige a la humanidad. Cuando el hombre sabe lo que Dios tiene y es, y conoce Su carácter, ¿seguiría pidiendo el hombre a Dios que le mostrase Su persona real? No, el hombre no se lo pediría ni se atrevería a pedirlo, porque una vez ha comprendido el carácter de Dios, y lo que Él tiene y es, ya habrá visto al verdadero Dios mismo, y Su persona real. Este es el desenlace inevitable.

Conforme la obra y el plan de Dios progresaban incesantemente, y después de que Él estableciera el pacto del arco iris con el hombre, como una señal de que nunca más destruiría el mundo mediante un diluvio, Dios tuvo el deseo cada vez más acuciante de ganar a aquellos que pudiesen tener el mismo pensamiento que Él. De la misma manera sintió un anhelo cada vez más urgente de ganar a aquellos que fueran capaces de hacer Su voluntad en la tierra y, además, de ganar a un grupo de personas capaces de librarse de las fuerzas de las tinieblas, de no estar atados por Satanás, un grupo que pudiese dar testimonio de Él en la tierra. Ganar a un grupo así de personas era un deseo que Dios tenía desde hace mucho tiempo, algo que Él había estado esperando desde el momento de la creación. Por tanto, independientemente de que Dios usara el diluvio para destruir el mundo o de Su pacto con el hombre, Su voluntad, Su estado de ánimo, Su plan y Sus esperanzas siguieron siendo los mismos. Lo que Él quería hacer, lo que había anhelado desde mucho antes del momento de la creación, era ganar de entre toda la humanidad a aquellos que Él deseaba tener: un grupo de personas capaces de comprender y conocer Su carácter, y entender Su voluntad, que fuera capaz de adorarlo. Ese grupo de personas sería verdaderamente capaz de dar testimonio de Él, y podría decirse que serían Sus confidentes.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 32

Dios promete dar un hijo a Abraham

Génesis 17:15-17  Entonces Dios dijo a Abraham: A Sarai, tu mujer, no la llamarás Sarai, sino que Sara será su nombre. Y la bendeciré, y de cierto te daré un hijo por medio de ella. La bendeciré y será madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella. Entonces Abraham se postró sobre su rostro y se rió, y dijo en su corazón: ¿A un hombre de cien años le nacerá un hijo? ¿Y Sara, que tiene noventa años, concebirá?

Génesis 17:21-22  Pero mi pacto lo estableceré con Isaac, el cual Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene. Cuando terminó de hablar con él, ascendió Dios dejando a Abraham.

Nadie puede obstaculizar la obra que Dios se decide a hacer

Acabáis de oír la historia de Abraham, ¿verdad? Dios lo escogió después de que el diluvio destruyese el mundo, su nombre era Abraham, y cuando tenía cien años de edad y su esposa Sara noventa, la promesa de Dios vino a él. ¿Cuál fue esa promesa? Dios prometió aquello a lo que hacen referencia las Escrituras: “Y la bendeciré, y de cierto te daré un hijo por medio de ella”. ¿Cuál era el trasfondo de la promesa de Dios de darle un hijo? Las Escrituras proveen el siguiente relato: “Entonces Abraham se postró sobre su rostro y se rió, y dijo en su corazón: ¿A un hombre de cien años le nacerá un hijo? ¿Y Sara, que tiene noventa años, concebirá?”. En otras palabras, esta pareja de ancianos era demasiado mayor para tener hijos. ¿Y qué hizo Abraham después de que Dios le hiciese esta promesa? Cayó con su rostro sobre la tierra, y se río diciendo en su corazón: “¿A un hombre de cien años le nacerá un hijo?”. Abraham creía que era imposible, lo que significa que pensó que la promesa divina para él debía de ser una broma. Desde la perspectiva del hombre, es algo inalcanzable, e igual de inalcanzable e imposible para Dios. A Abraham quizás le pareciera ridículo: “Dios creó al hombre, pero parece que no sabe que alguien tan viejo es incapaz de tener hijos; piensa que puede permitirme tener un hijo, dice que me dará un hijo; ¡sin duda es imposible!”. Así, Abraham se postró sobre su rostro y se rio, pensando para sí: “Imposible; Dios se está burlando de mí, ¡esto no puede ser verdad!”. No tomó en serio las palabras de Dios. ¿Qué clase de hombre era Abraham, pues, a los ojos de Dios? (Justo). ¿Dónde se ha enunciado que él era un hombre justo? Pensáis que todos aquellos a los que Dios llama son justos y perfectos, y son todos personas que andan con Dios. ¡Os atenéis a la doctrina! Debéis ver con claridad que cuando Dios define a alguien, no lo hace arbitrariamente. Aquí, Dios no dijo que Abraham fuese justo. En Su corazón, Él tiene estándares para medir a cada persona. Aunque no dijo qué clase de persona era Abraham, en lo que se refiere a su conducta, ¿qué tipo de fe tenía Abraham en Dios? ¿Era un poco abstracta? O ¿tenía una gran fe? ¡No, no la tenía! Su risa y sus pensamientos mostraron quién era; por tanto, que penséis que Abraham era justo no es sino un producto de vuestra imaginación, la aplicación ciega de la doctrina, y una opinión irresponsable. ¿Vio Dios la risa de Abraham y sus pequeñas expresiones? ¿Las conocía? Sí. ¿Cambiaría Dios lo que tenía decidido hacer? ¡No! Cuando Él planeó y decidió que escogería a este hombre, el asunto s se cumplió. Ni los pensamientos del hombre ni su conducta influirían o interferirían en lo más mínimo en Dios; Él no cambiaría Su plan de forma arbitraria ni modificaría o alteraría Su plan impulsivamente por la conducta del hombre, que incluso podría ser ignorante. ¿Qué dice, pues, Génesis 17:21-22? “Pero mi pacto lo estableceré con Isaac, el cual Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene. Cuando terminó de hablar con él, ascendió Dios dejando a Abraham”. Dios no prestó la más mínima atención a lo que Abraham pensó o dijo. ¿Cuál fue la razón de Su indiferencia? Fue que, en aquella época, Dios no pedía que el hombre tuviese una gran fe ni un gran conocimiento de Dios, ni que pudiese entender además lo que Dios hacía y decía. Por consiguiente, no requería que el hombre entendiese por completo lo que Él decidía hacer, las personas que determinaba escoger, o los principios de Sus acciones, porque la estatura del hombre era simplemente deficiente. En aquel tiempo, Dios consideraba que lo que Abraham hacía y su forma de comportarse era algo normal. No condenó ni reprendió, sino que se limitó a afirmar: “El cual Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene”. Para Dios, después de proclamar estas palabras, este asunto se hizo realidad paso a paso; a Sus ojos, lo que debía cumplirse según Su plan ya se había logrado. Después de completar las disposiciones para ello, Dios partió. Lo que el hombre hace o piensa, lo que entiende, sus planes, nada de esto tiene relación con Dios. Todo tiene lugar según Su plan, de acuerdo con los tiempos y las etapas que ha establecido. Ese es el principio de la obra de Dios. Él no interfiere en lo que el hombre piensa o sabe, pero tampoco renuncia a Su plan ni abandona Su obra, porque el hombre no cree ni entiende. Los hechos se cumplen, por tanto, según el plan y los pensamientos divinos. Esto es precisamente lo que vemos en la Biblia: Dios hizo que Isaac naciese en el momento que Él había decidido. ¿Demuestran los hechos que el comportamiento y la conducta del hombre obstaculizaran la obra de Dios? ¡En absoluto! ¿Afectaron a Su obra la poca fe del hombre en Él, y sus nociones e imaginaciones sobre Él? ¡No, no lo hicieron! ¡Ni en lo más mínimo! El plan de gestión de Dios no se ve afectado por ningún hombre, asunto, o entorno. Todo lo que Él decide hacer se completará y cumplirá en Su tiempo, y según Su plan, y ningún hombre puede interferir en Su obra. En ocasiones, Dios no presta atención a ciertas insensateces e ignorancia del hombre, e incluso ignora algo de su resistencia y de sus nociones con respecto a Él; y aun así lleva a cabo la obra que debe hacer. Este es el carácter de Dios, un reflejo de Su omnipotencia.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II

Palabras diarias de Dios  Fragmento 33

Abraham ofrece a Isaac

Génesis 22:2-3  Y Dios dijo: Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Abraham se levantó muy de mañana, aparejó su asno y tomó con él a dos de sus mozos y a su hijo Isaac; y partió leña para el holocausto, y se levantó y fue al lugar que Dios le había dicho.

Génesis 22:9-10  Llegaron al lugar que Dios le había dicho y Abraham edificó allí el altar, arregló la leña, ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar sobre la leña. Entonces Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo.

La obra de gestión y salvación divina de la humanidad comienza cuando Abraham ofrece a Isaac como sacrificio

Las palabras que Dios habló a Abraham se cumplieron cuando Él le dio un hijo. Esto no significa que el plan divino se detuviese aquí; todo lo contrario, el magnífico plan de Dios para la gestión y la salvación de la humanidad no había hecho más que empezar, y Su bendición de darle un hijo a Abraham no era sino el preludio de Su plan general de gestión. En ese momento, ¿quién sabía que la batalla de Dios con Satanás había comenzado silenciosamente en el momento en que Abraham ofreció a Isaac?

A Dios no le importa que el hombre sea insensato; sólo pide que sea sincero

Seguidamente, veamos lo que Dios le hizo a Abraham. En Génesis 22:2, Dios le ordena: “Toma ahora a tu hijo, tu único, a quien amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”. El sentido de Dios estaba claro: le estaba diciendo a Abraham que le entregara a su único hijo Isaac, a quien amaba, en holocausto. Mirándolo hoy día, ¿sigue estando el mandato de Dios en conflicto con las nociones del hombre? ¡Sí! Todo lo que Dios hizo en aquel momento es bastante contrario a las nociones del hombre; a este le resulta incomprensible. En sus nociones, las personas creen lo siguiente: cuando un hombre no creyó, y pensó que era imposible, Dios le dio un hijo, y después de haberlo tenido, le pidió que lo sacrificase. ¿No es esto totalmente increíble? ¿Qué pretendía hacer Dios en realidad? ¿Cuál era Su verdadera intención? Le dio un hijo a Abraham incondicionalmente, pero también le pidió que hiciera una ofrenda incondicional. ¿Era esto excesivo? Desde el punto de vista de un tercero no solo lo era, sino que parecía como querer “buscar un problema sin motivo”. Sin embargo, Abraham mismo no opinaba que Dios le estuviera pidiendo demasiado. Aunque tenía unas pocas opiniones pequeñas propias sobre ello, y aunque sospechaba un poco de Dios, seguía estando preparado para hacer la ofrenda. En este punto, ¿ves algo que demuestre que Abraham estuviera dispuesto a ofrecer a su hijo? ¿Qué se indica en estas frases? El texto original dice lo siguiente: “Abraham se levantó muy de mañana, aparejó su asno y tomó con él a dos de sus mozos y a su hijo Isaac; y partió leña para el holocausto, y se levantó y fue al lugar que Dios le había dicho” (Génesis 22:3). “Llegaron al lugar que Dios le había dicho y Abraham edificó allí el altar, arregló la leña, ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar sobre la leña. Entonces Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo” (Génesis 22:9-10). Cuando Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo, ¿vio Dios sus acciones? Sí; las vio. Todo el proceso —desde el principio, cuando Dios le pidió a Abraham que sacrificara a Isaac, hasta el momento en que el hombre alzó el cuchillo para matar a su hijo— le mostró a Dios el corazón de Abraham, e independientemente de su insensatez, su ignorancia y su malinterpretación anteriores de Dios, en aquel momento su corazón era sincero, honesto; de verdad le iba a devolver a Isaac a Dios, ese hijo que Él le había dado. Dios vio obediencia en él, esa misma obediencia que Él deseaba.

Para el hombre, Dios hace muchas cosas incomprensibles e incluso increíbles. Cuando Dios desea orquestar a alguien, con frecuencia esta orquestación está en desacuerdo con las nociones del hombre y le resulta incomprensible. Sin embargo, esta disonancia e incomprensibilidad son precisamente la prueba y el examen de Dios para el ser humano. Entretanto, Abraham pudo demostrar su obediencia a Dios, que era la condición más fundamental de su capacidad de satisfacer Su requisito. Sólo entonces, cuando Abraham pudo obedecer esta exigencia, cuando ofreció a Isaac, Dios sintió verdaderamente confianza y aprobación hacia la humanidad, hacia Abraham, a quien había escogido. Sólo entonces estuvo Dios seguro de que esta persona que había elegido era un líder indispensable que podría acometer Su promesa y Su consiguiente plan de gestión. Aunque sólo era una prueba y un examen, Dios se sintió satisfecho, percibió el amor del hombre por Él, y se sintió confortado por este como nunca antes. En el momento en que Abraham levantó su cuchillo para matar a Isaac, ¿lo detuvo Dios? Dios no permitió que Abraham sacrificase a Isaac, sencillamente porque no tenía intención de tomar su vida. Así pues, detuvo a Abraham justo a tiempo. Para Dios, la obediencia de Abraham ya había pasado la prueba; lo que hizo fue suficiente, y Él ya había visto el resultado de lo que pretendía hacer. ¿Fue este resultado satisfactorio para Dios? Puede decirse que lo fue, que fue lo que Dios quería, y lo que anhelaba ver. ¿Es esto cierto? Aunque, en diferentes contextos, Dios usa diferentes formas de probar a cada persona; en Abraham comprobó lo que quería ver: que su corazón era sincero, y su obediencia incondicional. Este “incondicional” era precisamente lo que Dios deseaba. Con frecuencia, las personas afirman: “Ya he ofrecido esto, ya he renunciado a aquello; ¿por qué sigue Dios insatisfecho conmigo? ¿Por qué sigue sometiéndome a pruebas? ¿Por qué sigue examinándome?”. Esto demuestra una realidad: Dios no ha visto tu corazón ni lo ha ganado. Es decir, no ha visto la misma sinceridad que cuando Abraham fue capaz de levantar su cuchillo para matar a su hijo con sus propias manos y ofrecérselo a Dios. No ha visto tu obediencia incondicional ni ha sido confortado por ti. Es natural, pues, que Dios siga probándote. ¿No es cierto?

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 34

La promesa de Dios a Abraham (Pasajes seleccionados)

Génesis 22:16-18  Juro por Mí mismo —dijo Jehová— que porque has hecho esto, y no has retenido a tu hijo, tu único hijo, te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tu simiente tendrá las puertas de sus enemigos; y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque has obedecido Mi voz.*

Este es un relato íntegro de la bendición de Dios a Abraham. Aunque breve, su contenido es rico: incluye la razón y el trasfondo del regalo de Dios a Abraham, y lo que le dio. También está impregnado del gozo y del entusiasmo con los que Dios pronunció estas palabras, así como de la urgencia de Su anhelo por ganar a quienes pueden escuchar Sus palabras. En esto vemos que Dios aprecia y siente ternura hacia quienes obedecen Sus palabras y siguen Sus mandatos. También vemos el precio que paga para ganar a las personas, y el cuidado y la atención que pone en ello. Además, este pasaje contiene las palabras “Juro por Mí mismo”, y esto nos proporciona un sentido intenso de la amargura y el dolor soportados por Dios y solo por Él, entre los bastidores de esta obra de Su plan de gestión. Es un pasaje sugerente, con un significado especial para los que vinieron después, y un impacto de gran alcance para ellos.

El hombre obtiene las bendiciones de Dios por su sinceridad y obediencia

¿Fue grande esta bendición que Dios le dio a Abraham, sobre la que hemos leído? ¿Cómo de grande fue? Aquí hay una frase clave: “y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra”. Esta frase muestra que Abraham recibió bendiciones que nadie más recibió ni antes ni después de él. Cuando este hombre le devolvió su hijo a Dios, porque Él se lo había pedido —su único y amado hijo— (aquí no podemos usar la palabra “ofreció”; deberíamos decir devolvió su hijo a Dios), Él no sólo no permitió que ofreciera a Isaac, sino que también lo bendijo. ¿Con qué promesa bendijo a Abraham? Lo bendijo con la promesa de multiplicar su descendencia. ¿Y en qué medida sería multiplicada? Las Escrituras dicen lo siguiente: “como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tu simiente tendrá las puertas de sus enemigos; y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra”.* ¿Cuál fue el contexto en el que Dios pronunció estas palabras? Es decir, ¿cómo recibió Abraham las bendiciones de Dios? Las recibió tal como Dios dice en las Escrituras: “porque has obedecido Mi voz”. Esto es, porque había seguido el mandato de Dios, porque había hecho todo lo que Él le había dicho, pedido y ordenado sin la más mínima queja, Dios le hizo esa promesa. En ella hay una frase crucial que menciona los pensamientos de Dios en ese momento. ¿La habéis notado? Puede ser que no hayáis prestado mucha atención a estas palabras de Dios: “Juro por Mí mismo”. Su significado es que cuando Dios las pronunció estaba jurando por sí mismo. ¿Por qué cosa juran las personas cuando hacen un juramento? Juran por el cielo, es decir, hacen un juramento a Dios y juran por Él. Es posible que las personas no entiendan del todo el fenómeno por el cual Dios juraba por sí mismo, pero podréis comprenderlo cuando os provea la explicación correcta. Al estar frente a un hombre que solo podía oír Sus palabras, pero sin entender Su corazón, Dios volvió a sentirse solo y desconcertado una vez más. En la desesperación y se podría decir, subconscientemente, Dios hizo algo muy natural: colocó Su mano sobre Su corazón y se refirió a sí mismo cuando otorgaba esta promesa a Abraham, y de aquí el hombre oyó a Dios decir: “Juro por Mí mismo”. A través de las acciones de Dios, puedes pensar en ti mismo. Cuando pones tu mano en tu corazón y te hablas a ti mismo, ¿tienes una idea clara de lo que estás diciendo? ¿Es sincera tu actitud? ¿Hablas con franqueza, con el corazón? Vemos, pues, aquí que cuando Dios le habló a Abraham lo estaba haciendo en serio y con sinceridad. Al mismo tiempo que hablaba y bendecía a Abraham, también se hablaba a sí mismo. Se estaba diciendo: Bendeciré a Abraham, y haré su descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo, y tan abundante como la arena a la orilla del mar, porque obedeció Mis palabras y es a él a quien Yo he escogido. Cuando Dios pronunció “Juro por Mí mismo”, Él decidió que produciría en Abraham el pueblo escogido de Israel, tras lo cual dirigiría a este pueblo hacia adelante rápidamente con Su obra. Es decir, Dios haría que los descendientes de Abraham asumiesen la obra de Su gestión, y Su obra, y lo que Él había expresado empezarían con Abraham, y continuarían en sus descendientes, materializando así el deseo de Dios de salvar al hombre. ¿Qué decís? ¿No es esta una cosa bendita? Para el hombre, no hay mayor bendición; se puede decir que es la cosa más bendita. La bendición obtenida por Abraham no fue la multiplicación de su descendencia, sino la realización por parte de Dios de Su gestión, Su comisión y Su obra en los descendientes de Abraham. Esto significa que las bendiciones obtenidas por este hombre no fueron temporales, sino que continuaron según progresó el plan de gestión de Dios. Cuando Él habló, cuando juró por sí mismo, ya había tomado una decisión. ¿Fue cierto el proceso de esta decisión? ¿Fue práctico? Dios decidió que, desde ese entonces entregaría a Abraham y a sus descendientes Sus esfuerzos, el precio que pagó, lo que Él tiene y es, Su todo, e incluso Su vida. También decidió que, comenzando por este grupo de personas, manifestaría Sus hechos, y permitiría que el hombre viera Su sabiduría, Su autoridad, y Su poder.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 35

La promesa de Dios a Abraham (Pasajes seleccionados)

Génesis 22:16-18  Juro por Mí mismo —dijo Jehová— que porque has hecho esto, y no has retenido a tu hijo, tu único hijo, te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tu simiente tendrá las puertas de sus enemigos; y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque has obedecido Mi voz.*

Ganar a los que conocen a Dios y son capaces de dar testimonio de Él es el deseo inmutable de Dios

Al mismo tiempo que hablaba para sí mismo, Dios también le habló a Abraham; ¿pero aparte de oír las bendiciones que Él le dio, era Abraham capaz de entender los deseos verdaderos de Dios en todas Sus palabras, en aquel momento? ¡No! Así, en el momento en que Dios juró por sí mismo, Su corazón seguía solitario y afligido. Aún no había una sola persona capaz de entender o comprender lo que Él pretendía o planeaba. En ese momento, nadie ni siquiera Abraham, fue capaz de hablarle en confianza, y mucho menos de cooperar con Él en la realización de la obra que Él debía hacer. Aparentemente, Dios había ganado a Abraham, y a alguien que podía obedecer Sus palabras. Pero en realidad, el conocimiento que esta persona tenía de Dios era poco más que nada. Aunque Él había bendecido a Abraham, Su corazón todavía no estaba satisfecho. ¿Qué significa que Dios no estaba satisfecho? Quiere decir que Su gestión sólo había comenzado, que las personas a las que quería ganar, a las que anhelaba ver, a las que amaba, seguían lejos de Él; necesitaba tiempo, esperar, ser paciente. Y es que, en ese momento, aparte de Dios mismo no había nadie que supiera lo que Él necesitaba, lo que deseaba ganar, o qué anhelaba. Así, a la vez que Dios se sentía muy entusiasmado, Dios también tuvo pesar en Su corazón. Sin embargo, no detuvo Sus pasos, y siguió planeando el siguiente paso de lo que debía hacer.

¿Qué veis en la promesa de Dios a Abraham? Dios le concedió grandes bendiciones, sencillamente porque él obedecía Sus palabras. Aunque, en apariencia, esto parece normal y una cosa natural, vemos en ello el corazón de Dios: Él valora especialmente la obediencia del hombre hacia Él y aprecia su sinceridad y entendimiento hacia Él. ¿Cuánto aprecia Dios esta sinceridad? Quizás no entendáis cuánto la aprecia, y es posible que no haya nadie que sea consciente de ello. Dios le dio un hijo a Abraham, y cuando este hijo había crecido, le pidió que se lo ofreciese. Abraham siguió Su mandato al pie de la letra, obedeció Su palabra y su sinceridad conmovió a Dios, quien lo valoró. ¿Cuánto lo valoró Dios? ¿Y por qué lo hizo? En un momento en el que nadie comprendía Sus palabras ni entendía Su corazón, Abraham hizo algo que sacudió los cielos e hizo temblar la tierra, le produjo a Dios una sensación de satisfacción sin precedentes, y le proporcionó el gozo de ganar a alguien capaz de obedecer Sus palabras. Esta satisfacción y este gozo procedieron de una criatura hecha por la propia mano de Dios, y fue el primer “sacrificio” que el hombre había presentado a Dios, el más valorado por Él desde que creó al ser humano. Dios había pasado momentos duros esperando este sacrificio, y lo trató como el primer regalo importante del hombre, a quien Él había creado. Le mostró el primer fruto de Sus esfuerzos y el precio que había pagado, y le permitió ver la esperanza en la humanidad. Después, Dios anheló aún más un grupo de personas como esta que le hicieran compañía, que lo trataran con sinceridad y que cuidaran de Él con sinceridad. Incluso esperó que Abraham perdurara, porque deseaba que un corazón como el de Abraham lo acompañase y estuviese con Él mientras continuaba Su gestión. Independientemente de lo que Dios quisiera, tan sólo era un deseo, una idea, porque Abraham era sólo un hombre capaz de obedecerle, y no tenía el más mínimo entendimiento o conocimiento de Él. Abraham era alguien muy alejado de los estándares de los requisitos divinos para el hombre, que son: conocer a Dios, ser capaz de dar testimonio de Él, pensar igual que Él. Por tanto, Abraham no podía andar con Dios. Al presentar Abraham a Isaac como ofrenda, Dios vio su sinceridad y su obediencia, y comprobó que había resistido la prueba que Él le había puesto. Aunque aceptó su sinceridad y su obediencia, seguía siendo indigno de convertirse en el confidente de Dios, en alguien que lo conociera, lo entendiera, y estuviera informado de Su carácter; estaba lejos de pensar como Él y de hacer Su voluntad. Así, en Su corazón, Dios seguía estando solo e inquieto; y cuanto más lo estaba, más necesitaba continuar con Su gestión lo antes posible, y poder seleccionar y ganar a un grupo de personas para cumplir Su plan de gestión y lograr Su voluntad cuanto antes. Este era el deseo entusiasta de Dios, que ha permanecido inmutable desde el principio hasta hoy. Desde que creó al hombre en el principio, Dios ha anhelado un grupo de vencedores que camine con Él y sea capaz de entender, conocer y comprender Su carácter. Este deseo de Dios nunca ha cambiado. Independientemente de cuánto tenga que esperar aún, de lo duro que sea el camino que tiene por delante y de lo lejos que estén los objetivos que anhela, Dios nunca ha alterado ni abandonado Sus expectativas para el hombre. Ahora que he dicho esto, ¿sabéis algo del deseo de Dios? Quizás lo que habéis descubierto no sea muy profundo, ¡pero llegará progresivamente!

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 36

Dios debe destruir Sodoma (Pasajes seleccionados)

Génesis 18:26  Y Jehová dijo: Si encuentro en Sodoma cincuenta justos en la ciudad, salvaré todo el lugar por el bien de ellos.*

Génesis 18:29  Y volvió a hablarle otra vez, y dijo: Tal vez puedan haber cuarenta ahí. Y Él dijo: No lo haré.*

Génesis 18:30  Y le dijo: Tal vez puedan haber treinta ahí. Y Él dijo: No lo haré.*

Génesis 18:31  Y dijo: Tal vez puedan haber veinte ahí. Y Él dijo: No la destruiré.*

Génesis 18:32  Y dijo: Tal vez puedan haber diez ahí. Y Él dijo: No la destruiré.*

Dios sólo se preocupa de aquellos que son capaces de obedecer Sus palabras y seguir Sus mandatos

Los pasajes anteriores contienen varias palabras clave: los números. Primero, Jehová dijo que si encontraba cincuenta justos en la ciudad, la salvaría; es decir, que no destruiría la ciudad. ¿Había cincuenta justos en Sodoma? No. Poco después, ¿qué le señaló Abraham a Dios? Dijo: Tal vez puedan haber cuarenta ahí. Y Dios dijo: No lo haré. Después, Abraham sugirió: ¿Tal vez puedan haber treinta ahí? Y Dios dijo: No lo haré. ¿Quizás veinte? No lo haré. ¿Diez? No lo haré. ¿Había realmente diez justos en la ciudad? No había diez, sino uno. ¿Y quién era ese uno? Era Lot. En aquel momento, sólo había una persona justa en Sodoma; ¿pero fue Dios muy estricto o riguroso cuando se llegó a este número? ¡No, no lo fue! Y así, el hombre siguió preguntando, “¿y si hay cuarenta?”, “¿y si hay treinta?”, hasta que llegó a “¿y si hay diez?”. Dios dijo: “Aunque solo hubieran diez, no destruiría la ciudad; la salvaría, y perdonaría a las demás personas ajenas a estas diez”. Si solo hubiese habido diez, eso habría sido bastante lamentable, pero resultó que, en realidad, ni siquiera había ese número de personas justas en Sodoma. Ves, por tanto, que a los ojos de Dios, el pecado y la maldad de los habitantes de la ciudad eran tales que Él no tuvo otra elección, sino destruirlos. ¿Qué quería decir Dios con que no destruiría la ciudad si hubiera cincuenta justos? Estas cifras no eran importantes para Dios. Lo relevante era si la ciudad contenía o no los justos que Él quería. Con que sólo hubiese una sola persona justa, Dios no permitiría que sufriera daños por Su destrucción de la ciudad. Esto significa que, tanto si Dios fuera a destruir la ciudad como si no, e independientemente de cuántos justos hubiera en ella, para Dios esta ciudad pecadora era maldita y abominable, y debía ser destruida, desaparecer de los ojos de Dios, mientras que los justos debían permanecer. Independientemente de la era, de la etapa del desarrollo de la humanidad, la actitud de Dios no cambia: Él odia el mal, y se preocupa por quienes son justos a Sus ojos. Esta clara actitud de Dios es también la revelación real de Su esencia. Como solo había una persona justa en la ciudad, Dios no dudó más. El resultado final fue que Sodoma sería inevitablemente destruida. ¿Qué veis en esto? En aquella época, Dios no destruiría una ciudad si había cincuenta justos en ella, o incluso diez; esto significa que Dios decidiría perdonar y ser tolerante con la humanidad, o realizaría la obra de dirección, por unas pocas personas capaces de venerarlo y adorarlo. Dios da mucho valor a las acciones justas del hombre, Él da mucho valor a aquellos que son capaces de adorarlo y a aquellos capaces de hacer buenas obras delante de Él.

Desde los tiempos antiguos hasta hoy, ¿habéis leído alguna vez en la Biblia que Dios comunicara la verdad, o le hablara a alguna persona sobre Su camino? No, nunca. Las palabras de Dios dirigidas al hombre, que leemos, les señalaban a las personas lo que debían hacer. Algunos fueron y lo hicieron, otros no; algunos creyeron, otros no. Es todo lo que había. Por tanto, los justos de aquella época —los que eran justos a los ojos de Dios— eran simplemente los que podían oír las palabras de Dios y seguir Sus mandatos. Eran siervos que llevaban a cabo las palabras de Dios entre los hombres. ¿Podían definirse estas personas como los que conocen a Dios? ¿Se les podía catalogar de personas perfeccionadas por Dios? No. Así, independientemente de su número, a los ojos de Dios, ¿eran estos justos dignos de ser llamados confidentes de Dios? ¿Se les podía denominar testigos de Dios? ¡Indudablemente, no! Sin duda no eran dignos de ser llamados confidentes y testigos de Dios. Entonces, ¿cómo los llamó Dios? En el Antiguo Testamento de la Biblia, existen muchos ejemplos en los que Dios los define como “Mi siervo”. Es decir que, en ese momento, a los ojos de Dios estas personas justas eran Sus siervos, las personas que le servían sobre la tierra. ¿Y cómo se le ocurrió a Dios este apelativo? ¿Por qué los llamó así? ¿Tiene Dios estándares en Su corazón por las apelaciones por las que llama a la gente? Sin duda los tiene. Él tiene estándares, independientemente de si llama a las personas justas, perfectas, rectas, o siervos. Cuando cataloga a alguien como Su siervo, cree firmemente que esta persona es capaz de recibir a Sus mensajeros, de seguir Sus mandatos, y que puede llevar a cabo lo que mandan los enviados. ¿Qué lleva a cabo esta persona? Lleva a cabo lo que Dios le ordena hacer y llevar a cabo al hombre en la tierra. En ese momento, ¿podía llamarse camino de Dios a lo que Él le pedía al hombre que hiciera y llevara a cabo en la tierra? No. Porque en esa época, Él sólo pedía que el hombre realizara unas pocas cosas simples; pronunciaba unos pocos mandatos sencillos en los que le pedía al hombre tan sólo que hiciera esto o aquello, y nada más. Dios estaba obrando según Su plan, porque en esa época todavía no estaban presentes muchas condiciones, el tiempo no estaba aún maduro, y a la humanidad le resultaba difícil mantenerse firme en el camino de Dios, pues todavía debía empezar a emanar de Su corazón. Dios vio a las personas justas de las que habló, a quienes vemos aquí —bien sea treinta o veinte— como Sus siervos. Cuando los mensajeros de Dios vinieran a estos siervos, serían capaces de recibirlos, de seguir sus mandatos, y de actuar según sus palabras. Esto era precisamente lo que deberían hacer y alcanzar los eran siervos a los ojos de Dios. Él es juicioso en Sus apelativos para las personas. No las llamó Sus siervos porque fueran como vosotros sois ahora —porque hubieran oído mucha predicación, supieran lo que Dios iba a hacer, entendieran mucho de la voluntad de Dios y comprendieran Su plan de gestión—, sino porque eran sinceros en su humanidad y eran capaces de cumplir las palabras de Dios; cuando Él les mandaba, ellos podían dejar de lado lo que estuviesen haciendo y llevar a cabo lo que Él había ordenado. Así, para Dios, el otro nivel de significado en el título de siervo es que colaboraran con Su obra en la tierra; aunque no eran los mensajeros de Dios, eran los ejecutores y los implementadores de Sus palabras en la tierra. Veis, pues, que estos siervos o personas justas tenían un gran peso en el corazón de Dios. La obra en la que Él iba a embarcarse en la tierra no podía existir sin personas que cooperaran con Él, y el papel desempeñado por Sus siervos era irreemplazable por Sus mensajeros. Cada tarea que Dios ordenaba a Sus siervos tenía una gran importancia para Él y, por ello, no podía perderlos. Sin la cooperación de estos sirvientes con Dios, Su obra entre la humanidad habría quedado paralizada, con la consecuencia de que el plan de gestión de Dios y Sus esperanzas habrían quedado en nada.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II

Palabras diarias de Dios  Fragmento 37

Dios debe destruir Sodoma (Pasajes seleccionados)

Génesis 18:26  Y Jehová dijo: Si encuentro en Sodoma cincuenta justos en la ciudad, salvaré todo el lugar por el bien de ellos.*

Génesis 18:29  Y volvió a hablarle otra vez, y dijo: Tal vez puedan haber cuarenta ahí. Y Él dijo: No lo haré.*

Génesis 18:30  Y le dijo: Tal vez puedan haber treinta ahí. Y Él dijo: No lo haré.*

Génesis 18:31  Y dijo: Tal vez puedan haber veinte ahí. Y Él dijo: No la destruiré.*

Génesis 18:32  Y dijo: Tal vez puedan haber diez ahí. Y Él dijo: No la destruiré.*

Dios es abundantemente misericordioso con aquellos de los que se preocupa, y profunda ira hacia aquellos a los que detesta y rechaza

En los relatos de la Biblia, ¿había diez siervos de Dios en Sodoma? ¡No! ¿Merecía la ciudad que Dios la salvara? En ella, solo una persona —Lot— recibió a los mensajeros divinos. La implicación de esto es que al haber un único siervo de Dios en la ciudad, Él no tuvo más elección que salvar a Lot y destruir la ciudad de Sodoma. Los diálogos entre Abraham y Dios citados anteriormente pueden parecer simples, pero ilustran algo muy profundo: son principios de las acciones de Dios, y antes de tomar una decisión Él invertirá un largo tiempo observando y deliberando; decididamente, no tomará decisión alguna ni se precipitará hacia ninguna conclusión antes del momento oportuno. Los diálogos entre Abraham y Dios nos muestran que Su decisión de destruir Sodoma no fue ni lo más mínimo errónea, porque Él ya sabía que no había cuarenta justos en la ciudad ni treinta, ni veinte. No había ni diez. La única persona justa en la ciudad era Lot. Dios observó todo lo que ocurría en ella y sus circunstancias, y le eran tan familiares como el dorso de Su mano. Por tanto, Su decisión no podía ser equivocada. Por el contrario, comparado con la omnipotencia de Dios, ¡el hombre es tan insensible, tan insensato e ignorante, tan corto de miras! Esto es lo que vemos en los diálogos entre Abraham y Dios. Él había estado promulgando Su carácter desde el principio hasta hoy. Aquí, deberíamos verlo de igual modo. Los números son simples, no demuestran nada; sin embargo, existe una expresión muy importante del carácter de Dios. Él no destruiría la ciudad por cincuenta justos. ¿Se debe esto a la misericordia de Dios? ¿Se debe a Su amor y tolerancia? ¿Habéis visto este lado de Su carácter? Aunque solo hubiese diez justos, Dios no habría destruido la ciudad por ellos. ¿Es o no es esto tolerancia y amor de Dios? Por la misericordia, la tolerancia, y la preocupación divinas hacia aquellas personas justas, no habría destruido la ciudad. Es la tolerancia de Dios. Y al final, ¿qué desenlace vemos? Cuando Abraham dijo: “Tal vez puedan haber diez ahí”, Dios respondió: “No la destruiré”. Después de esto, Abraham no dijo más, porque en Sodoma no había esos diez justos a los que él aludía, y no tenía más que decir; en ese momento entendió por qué Dios había decidido destruir Sodoma. ¿Qué carácter de Dios veis en esto? ¿Qué tipo de determinación tomó Él? Dios decidió que, si esta ciudad no contaba con diez justos, no permitiría su existencia, y la destruiría inevitablemente. ¿No es esta la ira de Dios? ¿Representa esta ira Su carácter? ¿Es este carácter la revelación de Su esencia santa? ¿Es la revelación de Su esencia justa, que el hombre no debe ofender? Una vez confirmado que no había diez justos en Sodoma, Dios estaba seguro de destruir la ciudad, y castigaría duramente a sus habitantes, por oponerse a Él, y por ser tan inmundas y corruptas.

¿Por qué hemos analizado así los pasajes? Porque estas pocas frases simples expresan plenamente el carácter de misericordia abundante y profunda ira de Dios. Al mismo tiempo que valoraba a los justos, que tenía misericordia de ellos, los toleraba y cuidaba, en el corazón de Dios había una intensa aversión por todos los que se habían corrompido en Sodoma. ¿Era esto misericordia abundante e ira profunda? ¿Con qué medios destruyó Dios la ciudad? Con fuego. ¿Y por qué lo hizo de este modo? Cuando ves algo quemándose, o cuando estás a punto de quemar algo, ¿cuáles son tus sentimientos hacia ello? ¿Por qué quieres quemarlo? ¿Sientes que ya no lo necesitas más, que no quieres mirarlo más? ¿Quieres abandonarlo? Que Dios usara el fuego significaba abandono y odio, y que no quería ver más a Sodoma. Esta fue la emoción que le hizo destruir la ciudad. El uso del fuego representa exactamente el grado de ira de Dios. Su misericordia y Su tolerancia existen realmente; pero cuando libera Su ira, Su santidad y Su justicia también le muestran al hombre ese lado de Dios que no tolera la ofensa. Cuando el hombre es totalmente capaz de obedecer los mandatos de Dios y actúa según Sus requisitos, Él es abundante en Su misericordia; cuando el hombre se ha llenado de corrupción, odio y enemistad hacia Él, Dios se enoja profundamente. ¿Hasta qué punto lo hace? Su ira durará hasta que Él deje de ver resistencia y los hechos malvados del hombre, hasta que dejen de estar ante Sus ojos. Solo entonces desaparecerá la ira de Dios. En otras palabras, no importa quién sea la persona; si su corazón se ha distanciado y apartado de Él para no volver jamás y aunque tenga en apariencia deseos subjetivos de adorar, seguir y obedecer a Dios en cuerpo y pensamiento, la ira de Dios se desatará sin cesar. Y será tal que cuando Dios la libere con intensidad, habiéndole dado al hombre suficientes oportunidades, ya no habrá forma de volver atrás. Él no volverá a ser misericordioso ni tolerante con esa humanidad. Este es un lado del carácter de Dios que no tolera ofensa. Aquí, a las personas les parece normal que Dios fuese a destruir una ciudad porque, a Sus ojos, al estar llena de pecado no podía existir y permanecer, y sería lógico que Él la destruyera. Sin embargo, vemos la totalidad del carácter de Dios en lo que pasó antes y después de que arrasara Sodoma. Él es tolerante y misericordioso con las cosas amables, bellas y buenas; con las que son malas, pecaminosas y malvadas, es intensamente iracundo; tanto que Su ira no cesa. Estos son dos aspectos principales y destacados del carácter de Dios, y además revelados por Él de principio a fin: misericordia abundante e ira profunda. La mayoría de vosotros habéis experimentado algo de la misericordia de Dios, pero muy pocos habéis apreciado Su ira. La misericordia y la benignidad de Dios pueden verse en cada persona; esto es, Dios ha sido abundantemente misericordioso con cada una de ellas. Pero rara vez, o mejor dicho nunca, ha estado Dios profundamente enojado con algún individuo o grupo de personas de vosotros. ¡Tranquilidad! Tarde o temprano, toda persona verá y experimentará la ira de Dios, pero aún no es el tiempo. ¿Por qué ocurre esto? Porque cuando Dios está constantemente airado con algunos, es decir, cuando desata Su profunda ira sobre ellos, significa que las ha detestado y rechazado desde hace mucho, que desprecia su existencia, y que no puede soportarla; tan pronto como Su ira caiga sobre ellos, desaparecerán. Hoy, la obra de Dios aún tiene que alcanzar ese punto. Ninguno de vosotros será capaz de resistirla una vez que Él se enoje profundamente. Veis, pues, que en este momento Dios sólo es abundantemente misericordioso con todos vosotros, y aún tenéis que ver Su profunda ira. Si hay personas que siguen siendo escépticas, podéis pedir que la ira de Dios venga sobre vosotros, de manera que podáis experimentar si Su enojo y Su carácter, que no tolera ninguna ofensa del hombre, existen o no realmente. ¿Os atrevéis?

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 38

Las personas de los últimos días sólo ven la ira de Dios en Sus palabras, y no la experimentan realmente

Desde el momento de la creación hasta hoy, ningún grupo ha disfrutado tanto de la gracia o la misericordia y la benignidad de Dios como este grupo final. Aunque en la etapa final Él ha realizado la obra de juicio y castigo, y ha llevado a cabo Su obra con majestad e ira, la mayor parte del tiempo Dios sólo usa palabras para hacer Su obra; las usa para enseñar y regar, proveer y alimentar. Entretanto, la ira de Dios siempre se ha mantenido oculta; aparte de experimentar Su carácter iracundo en Sus palabras, muy pocas personas han probado Su enojo en persona. Es decir, aunque la ira revelada en las palabras divinas permite que las personas experimenten la majestad de Dios y Su intolerancia de la ofensa, durante la obra de juicio y castigo de Dios esta ira no va más allá de Sus palabras. Expresado de otro modo, Él usa palabras para reprender, poner en evidencia, juzgar, castigar, e incluso condenar al hombre, pero Dios aún tiene que airarse profundamente con el ser humano; apenas ha desatado Su ira sobre este, sino con Sus palabras. La misericordia y la benignidad de Dios, experimentadas por el hombre en esta era son, por tanto, la revelación de Su verdadero carácter, mientras que Su ira experimentada por el hombre es simplemente el efecto del tono y el sentimiento de Sus declaraciones. Muchas personas consideran erróneamente que este efecto es la experiencia y el conocimiento verdaderos de la ira de Dios. En consecuencia, la mayoría de las personas creen que han visto la misericordia y la benignidad de Dios en Sus palabras, que también han observado Su intolerancia a la ofensa del hombre, y que la mayoría de ellas han llegado incluso a apreciar Su misericordia y Su tolerancia con el hombre. Sin embargo, no importa lo malo que haya sido el comportamiento del hombre ni lo corrupto de su carácter, Dios siempre ha soportado. Y al aguantar, Su objetivo consiste en esperar que las palabras habladas, los esfuerzos realizados y el precio pagado surtan efecto en aquellos a quienes desea ganar. Esperar un desenlace como este requiere tiempo, así como la creación de unos entornos diferentes para el hombre, de la misma forma que las personas no se vuelven adultos tan pronto como nacen; se requieren dieciocho o diecinueve años, y algunos incluso necesitan veinte o treinta años antes de madurar y ser un verdadero adulto. Dios espera que este proceso finalice, que llegue ese tiempo y, con él, este desenlace. A lo largo de Su espera, Dios es abundantemente misericordioso. Sin embargo, mientras dura la obra de Dios, un número muy pequeño de personas son fulminadas, y algunos son castigados por su seria oposición a Dios. Estos ejemplos son una prueba aún mayor del carácter de Dios, que no tolera la ofensa del hombre, y confirma por completo la existencia real de la tolerancia y la paciencia de Dios para con los escogidos. Por supuesto, en estos ejemplos típicos, la revelación de parte del carácter de Dios en estas personas no afecta a Su plan de gestión general. De hecho, en esta etapa final de Su obra, Él ha aguantado durante la espera, y ha intercambiado Su paciencia y Su vida por la salvación de aquellos que le siguen. ¿Lo veis? Dios no altera Su plan sin razón. Puede desatar Su ira, y ser misericordioso también; esta es la revelación de las dos partes principales del carácter de Dios. ¿Está claro, o no? En otras palabras, cuando se trata de Dios, lo correcto y lo erróneo, lo justo y lo injusto, lo positivo y lo negativo, todo se le muestra al hombre con claridad. Lo que hará, lo que le gusta, lo que odia, todo esto puede reflejarse directamente en Su carácter. Esas cosas también pueden verse de forma muy obvia y clara en la obra de Dios, y no son imprecisas ni generales, sino que permiten que todos observen Su carácter y lo que Él tiene y es de una manera especialmente concreta, auténtica y práctica. Este es el verdadero Dios mismo.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 39

El carácter de Dios nunca se le ha escondido al hombre: el corazón del hombre se ha apartado de Dios

Desde el momento de la creación, el carácter de Dios ha estado en sintonía con Su obra. Nunca se le ha ocultado al hombre, sino que se le ha anunciado de un modo total y claro. No obstante, con el paso del tiempo, el corazón del hombre se ha alejado cada vez más de Dios, y cuanto más profunda ha sido la corrupción del hombre, más lejos han estado él y Dios. De forma lenta pero segura, el ser humano ha desaparecido de los ojos de Dios. Se ha vuelto incapaz de “ver” a Dios, quien le ha dejado sin “noticias” suyas. Por tanto, no sabe si Dios existe, e incluso llega tan lejos como para negar por completo Su existencia. En consecuencia, que no se comprenda el carácter de Dios ni lo que Él tiene y es, no se debe a que Dios esté escondido del hombre, sino a que su corazón se ha apartado de Él. Aunque el hombre cree en Dios, Él no está en su corazón; no sabe cómo amarlo ni quiere hacerlo, porque su corazón nunca se acerca a Dios y siempre lo evita. Como consecuencia, el corazón del hombre está lejos de Dios. ¿Dónde está entonces su corazón? En realidad, el corazón del hombre no ha ido a ninguna parte: en lugar de entregárselo a Dios o revelarlo para que Dios lo vea, lo ha guardado para sí. Esto es así, a pesar de que algunas personas oren a menudo: “Oh Dios, mira mi corazón, Tú sabes todo lo que pienso”, y algunos incluso juran diciendo que Dios los escudriñe, que sean castigados si quebrantan su juramento. Aunque el hombre le permita a Dios que ver el interior de su corazón, esto no significa que el hombre sea capaz de obedecer las orquestaciones y disposiciones de Dios ni que haya dejado su destino, su porvenir y su todo bajo el control de Dios. Por tanto, independientemente de los juramentos que le hagas a Dios o lo que le declares a Él, a los ojos de Dios tu corazón sigue cerrado a Él, porque sólo le permites a Dios observar tu corazón pero no le permites controlarlo. En otras palabras, no le has entregado tu corazón en absoluto, y solo pronuncias palabras agradables para que Él las oiga; entretanto, escondes de Él tus diversas intenciones astutas, junto con tus intrigas, confabulaciones y planes, y te aferras con las manos a tus expectativas y tu destino, profundamente temeroso de que Dios te los quite. Así, Él nunca ve la sinceridad del hombre hacia Él. Aunque Dios observa las profundidades del corazón humano, puede ver lo que el hombre está pensando y desea hacer en su corazón, y qué cosas se mantienen dentro del mismo, este no le pertenece a Dios, y el hombre no lo ha entregado a Su control. Es decir, Dios tiene el derecho de observar, pero no de controlar. En la conciencia subjetiva del hombre, este no quiere ni pretende entregarse a los arreglos de Dios. No solo se ha cerrado a Dios, sino que incluso hay personas que piensan en formas de envolver su corazón, mediante un lenguaje suave y la adulación, para crear una falsa impresión y ganarse la confianza de Dios, ocultando su verdadero rostro de Su vista. Al no permitir que Dios vea, pretenden que no pueda percibir cómo son en realidad. No quieren darle su corazón, sino guardarlo para sí. El trasfondo de esto es que el hombre mismo tiene planeado, calculado y decidido lo que hace y lo que quiere. No requiere la participación ni la intervención de Dios, y mucho menos necesita Sus orquestaciones y disposiciones. Así pues, con respecto a los mandatos divinos, Su comisión, o Sus exigencias para el hombre, las decisiones de este están basadas en sus propios propósitos, intereses, estado y circunstancias del momento. El hombre siempre usa el conocimiento y las percepciones con las que está familiarizado, y su propio intelecto, para juzgar y seleccionar la senda que debería tomar, sin permitir la interferencia ni el control de Dios. Este es el corazón del hombre que Dios ve.

Desde el principio hasta hoy, sólo el hombre ha sido capaz de conversar con Dios. Es decir, entre todas las cosas vivientes y criaturas de Dios, ninguna excepto el ser humano ha sido capaz de hacerlo. El hombre tiene oídos que le permiten oír, y ojos que le permiten ver; tiene lenguaje, sus propias ideas y libre albedrío. Posee todo lo necesario para oír hablar de Dios, entender Su voluntad y aceptar Su comisión, y así Dios confiere todos Sus deseos al hombre, queriendo hacer de él un compañero que piense como Él y pueda andar con Él. Desde que comenzó a gestionar, Dios ha estado esperando que el hombre le dé su corazón, le deje purificarlo y equiparlo, para que lo satisfaga a Él y Él lo ame; para que le venere y se aparte del mal. Dios siempre ha anhelado y esperado este desenlace.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 40

Valoraciones que Dios y la Biblia hacen de Job

Job 1:1  Hubo un hombre en la tierra de Uz llamado Job; y era aquel hombre intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal.

Job 1:5  Y sucedía que cuando los días del banquete habían pasado, Job enviaba a buscarlos y los santificaba, y levantándose temprano, ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque Job decía: Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones. Así hacía Job siempre.

Job 1:8  Y Jehová dijo a Satanás: ¿Has considerado a Mi siervo Job? No hay ningún otro como él en la tierra, un hombre perfecto y recto, que teme a Dios y se aparta del mal.*

¿Qué idea fundamental veis en estos pasajes? Estas tres breves porciones de la escritura tienen relación con Job. Aunque cortas, declaran con claridad qué tipo de persona era. A través de su descripción del comportamiento y la conducta cotidianos de Job, les indican que, en lugar de carecer de fundamento, la valoración que Dios hace de Job era justificada. Nos señalan que tanto la opinión del hombre sobre Job (Job 1:1) como la de Dios (Job 1:8) son el resultado de los hechos de este delante de Dios y del hombre (Job 1:5).

Primero, leamos el primer pasaje: “Hubo un hombre en la tierra de Uz llamado Job; y era aquel hombre intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. Esta es la primera valoración de Job en la Biblia es esta frase, que es la opinión del autor respecto a él y, naturalmente, también representa la valoración de Job por parte del hombre: “era aquel hombre intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. A continuación, leamos la valoración que Dios hace de Job: “No hay ningún otro como él en la tierra, un hombre perfecto y recto, que teme a Dios y se aparta del mal”.* De las dos, una procedía del hombre, y la otra se originó en Dios; son dos valoraciones con el mismo contenido. Puede verse, por tanto, que el hombre conocía el comportamiento y la conducta de Job, y también que Dios los elogiaba. En otras palabras, la conducta de Job delante del hombre y de Dios era la misma; ponía su comportamiento y su motivación delante de Dios en todo momento, para que Él pudiera observarlas, y era alguien temeroso de Dios, que se apartaba del mal. Así pues, a los ojos de Dios, sólo Job era perfecto y recto, alguien que temía a Dios y se apartaba del mal entre las personas de la tierra.

Manifestaciones específicas de que Job temía a Dios y se apartaba del mal en su vida cotidiana

Seguidamente, veamos cómo se manifiesta, de manera específica, que Job temía a Dios y se apartaba del mal. Además de los pasajes anteriores y posteriores, leamos también Job 1:5, una de las manifestaciones específicas mencionadas. Guarda relación con su forma de temerle a Dios y de apartarse del mal en su vida cotidiana; de forma destacada, no sólo hacía lo que debía por su propio temor de Dios y para apartarse del mal, sino que ofrecía holocaustos, con regularidad, delante de Dios por causa de sus hijos. Tenía miedo de que estos “hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones” en sus banquetes. ¿Cómo se expresaba este temor en Job? El texto original proporciona el siguiente relato: “Y sucedía que cuando los días del banquete habían pasado, Job enviaba a buscarlos y los santificaba, y levantándose temprano, ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos”. La conducta de Job nos muestra que, en lugar de manifestarse en su comportamiento exterior, su temor de Dios venía desde su corazón, y podía encontrarse en cada aspecto de su vida cotidiana, en todo momento, porque no sólo se apartaba del mal, sino que sacrificaba frecuentemente holocaustos por sus hijos. En otras palabras, Job no solo temía profundamente pecar contra Dios y renunciar a Él en su corazón, sino que también se preocupaba de que sus hijos pudieran pecar contra Dios y renunciaran a Él en sus corazones. A partir de esto podemos ver que la verdad del temor de Job hacia Dios supera el escrutinio, y está más allá de la duda de cualquier hombre. ¿Lo hacía de manera ocasional o con frecuencia? La frase final del texto es: “Así hacía Job siempre”. Estas palabras significan que Job no pasaba ocasionalmente a ver a sus hijos, o cuando le placía ni se confesaba a Dios por medio de la oración. En su lugar, enviaba a sus hijos a ser santificados con regularidad, y sacrificaba holocaustos por ellos. La palabra “siempre” no significa que lo hiciese durante uno o dos días, o por un momento. Está diciendo que la manifestación del temor de Dios por parte de Job no era temporal, y no se detenía en el conocimiento o en palabras habladas, sino que el camino del temor a Dios y apartarse del mal guiaba su corazón, dictaba su comportamiento y era, en su corazón, la raíz de su existencia. Que lo hiciera continuamente muestra que, en su corazón, con frecuencia temía pecar él mismo contra Dios y también que lo hicieran sus hijos. Representa el peso que tenía en su corazón el camino del temor a Dios y apartarse del mal. Lo hacía continuamente porque, en su corazón, estaba aterrorizado y temeroso: temeroso de haber cometido alguna maldad y pecado contra Dios, de haberse desviado de Su camino y, por tanto, no poder satisfacer a Dios. Al mismo tiempo, también se preocupaba de sus hijos, temiendo que hubieran ofendido a Dios. Esa era la conducta normal de Job en su vida cotidiana. Es, precisamente, esta conducta normal la que demuestra que el temor de Job hacia Dios y el apartarse del mal no eran palabras vacías, que él vivía de verdad esa realidad. “Así hacía Job siempre”: Estas palabras nos hablan de los hechos cotidianos de Job delante de Dios. ¿Llegaban hasta Dios su comportamiento y su corazón, al hacer estas cosas de un modo continuado? En otras palabras, ¿se agradaba Dios a menudo de su corazón y su comportamiento? Entonces, ¿en qué estado y en qué contexto hacía Job estas cosas continuamente? Algunas personas dicen: “Job actuaba así porque Dios se le aparecía con frecuencia”. Otros afirman: “A actuaba así constantemente porque estaba dispuesto a apartarse del mal”. Y otros afirman: “Quizá él pensaba que su fortuna no había llegado fácilmente, sabía que Dios se la había concedido, y por tanto estaba profundamente temeroso de perder su propiedad como consecuencia de pecar contra Dios y ofenderle”. ¿Son ciertas estas afirmaciones? Desde luego que no. Porque, a los ojos de Dios, lo que Él aceptaba y valoraba más de Job no era tan sólo su proceder continuo, sino su conducta delante de Él, del hombre y de Satanás cuando se le entregó a este para ser tentado.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 41

Satanás tienta a Job por primera vez (le roban su ganado y la calamidad cae sobre sus hijos) (Pasajes seleccionados)

a. Las palabras que Dios habló

Job 1:8  Y Jehová dijo a Satanás: ¿Has considerado a Mi siervo Job? No hay ningún otro como él en la tierra, un hombre perfecto y recto, que teme a Dios y se aparta del mal.*

Job 1:12  Y Jehová dijo a Satanás: Mira, todo lo que él posee está en tu poder, solo que no pongas tu mano sobre él. Entonces Satanás salió de la presencia de Jehová.*

b. La respuesta de Satanás

Job 1:9-11  Entonces Satanás respondió a Jehová, y dijo: ¿Teme Job a Dios en vano? ¿No has puesto una cerca alrededor de él, de su casa y de todo lo que tiene por doquier? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus propiedades han crecido en la tierra. Pero estira Tu mano ahora, y toca todo lo que tiene, y él te maldecirá de frente.*

Dios le permite a Satanás que tiente a Job para que su fe se perfeccione

Job 1:8 es el primer relato que vemos en la Biblia de un diálogo entre Jehová Dios y Satanás. ¿Y qué dijo Dios? El texto original provee el siguiente relato: “Y Jehová dijo a Satanás: ¿Has considerado a Mi siervo Job? No hay ningún otro como él en la tierra, un hombre perfecto y recto, que teme a Dios y se aparta del mal”.* Esta fue la valoración que Dios hizo de Job delante de Satanás; lo catalogó como hombre perfecto y recto, que temía a Dios y se apartaba del mal. Antes de estas palabras entre Dios y Satanás, el primero había decidido usar a Satanás para tentar a Job: lo entregaría en manos de Satanás. Por un lado, esto demostraría que la observación y la evaluación que Dios hizo sobre Job eran precisas y sin error, y que provocaría que Satanás fuera avergonzado por medio del testimonio de Job; por otro, perfeccionaría la fe de este en Dios y su temor de Él. Por tanto, cuando Satanás vino delante de Dios, este no fue ambiguo. Fue directamente al grano y le preguntó a Satanás: “¿Has considerado a Mi siervo Job? No hay ningún otro como él en la tierra, un hombre perfecto y recto, que teme a Dios y se aparta del mal”.* La pregunta de Dios conlleva el siguiente significado: Dios sabía que Satanás había deambulado por todas partes y había espiado con frecuencia a Job, Su siervo. Lo había tentado y atacado a menudo, tratando de encontrar una forma de traer la ruina sobre él para demostrar que su fe en Dios y su temor de Él no podrían mantenerse firmes. Satanás también buscó, flagrantemente, oportunidades para destruir a Job, para que renunciara a Dios, y así poder arrebatarlo de Sus manos. Pero Dios miró dentro del corazón de Job y vio que era perfecto y recto, y que le temía y se apartaba del mal. Dios usó una pregunta para decirle a Satanás que Job era un hombre perfecto y recto que le temía y se apartaba del mal, que nunca renunciaría a Él para seguirle. Oyendo la valoración que Dios hacía de Job, se produjo en Satanás un enfurecimiento nacido de la humillación, Satanás se enojó aún más y se impacientó más para arrebatar a Job, porque nunca creyó que alguien pudiera ser perfecto y recto, o que pudiera temer a Dios y apartarse del mal. Al mismo tiempo, Satanás también aborrecía la perfección y la rectitud en el hombre, y odiaba a las personas que podían temer a Dios y apartarse del mal. Así está escrito en Job 1:9-11: “Entonces Satanás respondió a Jehová, y dijo: ¿Teme Job a Dios en vano? ¿No has puesto una cerca alrededor de él, de su casa y de todo lo que tiene por doquier? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus propiedades han crecido en la tierra. Pero estira Tu mano ahora, y toca todo lo que tiene, y él te maldecirá de frente”.* Dios estaba íntimamente familiarizado con la naturaleza maliciosa de Satanás, y sabía muy bien que desde hacía mucho este había planeado traer la ruina sobre Job, y por tanto Dios deseaba decirle una vez más a Satanás que Job era perfecto y recto, que temía a Dios y que se había apartado del mal, y con ello obligarlo a revelar su verdadero rostro y que atacara y tentara a Job. En otras palabras, Dios deliberadamente enfatizó que Job era perfecto y recto, que temía a Dios y que se había apartado del mal, provocando con ello que Satanás atacara a Job por el odio y la ira que sentía de que este fuera un hombre perfecto y recto, uno que temía a Dios y que se había apartado del mal. Como consecuencia, Dios traería vergüenza sobre Satanás por medio del hecho de que Job era un hombre perfecto y recto, uno que temía a Dios y que se había apartado del mal, y Satanás quedaría totalmente humillado y derrotado. Después de esto, Satanás ya no dudaría más ni haría más acusaciones respecto a Job en cuanto a su perfección, justicia, temor de Dios o alejamiento del mal. De esta forma, la prueba de Dios y la tentación de Satanás eran casi inevitables. El único capaz de resistirlas era Job. Tras el diálogo, Satanás consiguió el permiso para tentar a Job. Así comenzó su primera ronda de ataques. El objetivo de los mismos fueron las propiedades de Job, porque Satanás hizo la siguiente acusación contra él: “¿Teme Job a Dios en vano? […] Has bendecido el trabajo de sus manos y sus propiedades han crecido en la tierra”.* Por tanto, Dios le permitió a Satanás que tomara todos los bienes de Job: propósito de la conversación entre Dios y Satanás. Sin embargo, Dios le exigió una cosa a Satanás: “Todo lo que él posee está en tu poder, solo que no pongas tu mano sobre él” (Job 1:12).* Esta fue la condición de Dios tras permitirle a Satanás tentar a Job y dejar a este en sus manos. Fue el límite establecido: le ordenó no hacerle daño a Job. Dios reconoció que este era perfecto y recto, y como tenía fe en que su perfección y rectitud estuvieran fuera de toda duda, y en que pudiera resistir la prueba. Así pues, permitió la tentación de Satanás, pero le impuso una restricción: podía tomar todas las propiedades de Job, pero no podía ponerle un dedo encima. ¿Qué quiere decir esto? Significa que Dios no entregó a Job del todo en manos de Satanás en ese momento. Este podía tentarlo con los medios que quisiese, pero no podía hacerle daño, ni siquiera a un pelo de su cabeza, porque Dios controla la totalidad del hombre y porque decide si este vive o muere. Satanás no tiene esta licencia. Después de que le dirigiera estas palabras a Satanás, este se sentía impaciente por empezar. Usó todos los medios para tentar a Job, y este no tardó en perder abundantes ovejas y bueyes, así como todas las propiedades que Dios le había dado… De este modo llegaron a él las pruebas de Dios.

Aunque la Biblia nos habla de los orígenes de la tentación de Job, ¿era Job, el objeto de las mismas, consciente de lo que estaba aconteciendo? Sólo era un hombre mortal; por supuesto, no sabía nada de la historia que se desarrollaba a su alrededor. Sin embargo, su temor de Dios, su perfección y su rectitud, hicieron que tomara consciencia de que las pruebas de Dios habían venido sobre él. Desconocía lo que sucedió en el reino espiritual y cuáles eran los propósitos de Dios subyacentes a estas. No obstante, sabía que independientemente de lo que le ocurriese, debía mantenerse en su perfección y su rectitud, permanecer en el camino del temor a Dios y apartarse del mal. Dios observó claramente la actitud y la reacción de Job ante estos asuntos. ¿Y qué vio? Vio el corazón de Job, que le temía, porque desde el principio hasta que fue probado, su corazón permaneció abierto a Dios, expuesto delante de Él, y Job no renunció a su perfección o rectitud ni desechó, ni se alejó del camino del temor a Dios ni de apartarse del mal; nada era más gratificante para Dios que esto.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 42

Satanás tienta a Job por primera vez (le roban su ganado y la calamidad cae sobre sus hijos) (Pasajes seleccionados)

La reacción de Job

Job 1:20-21  Entonces Job se levantó y rasgó su ropa; se afeitó la cabeza y cayó al suelo en adoración diciendo: Salí desnudo del vientre de mi madre y desnudo regresaré a él; Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová.*

Que Job se responsabilice de devolver todo lo que posee surge de su temor de Dios

Después de que Dios dijera a Satanás: “Todo lo que él posee está en tu poder, solo que no pongas tu mano sobre él”,* este partió, y pronto se sucedieron ataques repentinos y feroces contra Job: primero, le robaron sus bueyes y asnos y mataron a algunos de sus siervos; después, sus ovejas y algunos siervos más se consumieron en el fuego; a continuación, le robaron sus camellos y mataron a aún más siervos; finalmente le quitaron la vida a sus hijos e hijas. Esta cadena de ataques fue el tormento sufrido por Job durante la primera tentación. Tal como Dios ordenó, durante estos ataques Satanás sólo eligió como objetivos la propiedad de Job y sus hijos y no dañó a Job mismo. Sin embargo, en un instante, Job pasó de ser un hombre poseedor de grandes riquezas a alguien que no tenía nada. Nadie podría haber resistido este asombroso golpe por sorpresa ni haber reaccionado adecuadamente frente al mismo, pero Job demostró su lado extraordinario. Las Escrituras proveen el siguiente relato: “Entonces Job se levantó y rasgó su ropa; se afeitó la cabeza y cayó al suelo en adoración”.* Esta fue la primera reacción de Job tras oír que había perdido a sus hijos y todas sus propiedades. Sobre todo, no pareció sorprendido ni asustado, mucho menos expresó ira u odio. Ves, por tanto, que en su corazón ya había reconocido que estos desastres no eran un accidente ni habían surgido de la mano del hombre, ni mucho menos eran la llegada de la retribución o el castigo. En su lugar, las pruebas de Jehová habían caído sobre él; era Jehová quien quería tomar sus propiedades y sus hijos. Job estaba muy tranquilo y lúcido entonces. Su humanidad perfecta y recta le permitió, de forma racional y natural, emitir juicios y tomar decisiones precisos sobre los desastres que le habían sucedido y, en consecuencia, se comportó con una calma inusual: “Entonces Job se levantó y rasgó su ropa; se afeitó la cabeza y cayó al suelo en adoración”.* “Rasgó su ropa” significa que estaba desnudo y no tenía nada; “se afeitó la cabeza” significa que había vuelto delante de Dios como un bebé recién nacido; “cayó al suelo en adoración” significa que había venido al mundo desnudo, y todavía sin nada hoy, había regresado a Dios como un recién nacido. Ninguna criatura de Dios habría podido lograr la actitud de Job frente a todo lo que le había sucedido. Su fe en Jehová fue más allá del ámbito de la creencia; era su temor de Dios, su obediencia a Él, y no solo fue capaz de dar gracias a Dios por darle cosas, sino también por quitárselas. Además, fue capaz de responsabilizarse de devolver todo lo que poseía a Dios, incluida su vida.

El temor que Job tenía de Dios y su obediencia a Él son un ejemplo para la humanidad, y su perfección y rectitud fueron la cúspide de la humanidad que el hombre debía poseer. Aunque no vio a Dios, se dio cuenta de que Él existía realmente y como resultado de esta comprensión temió a Dios, y debido a su temor de Dios fue capaz de obedecerlo. Dio rienda suelta a Dios para que tomase todo lo que tenía, sin quejarse, y se postró delante de Él y le dijo que, incluso si Dios tomaba su carne en ese mismo momento, él le permitiría hacerlo con alegría, sin quejarse. Toda su conducta se debió a su humanidad perfecta y recta. Es decir, como consecuencia de su inocencia, honestidad y bondad Job fue firme en su comprensión y experiencia de la existencia de Dios. Sobre este fundamento se impuso exigencias y estandarizó su pensamiento, comportamiento, conducta y principios de acción delante de Dios, según Él lo dirigiera y de acuerdo con Sus hechos, que él había visto entre todas las cosas. Con el tiempo, sus experiencias provocaron en él un temor auténtico y real de Dios y le hicieron apartarse del mal. Esta era la fuente de la integridad a la que Job se aferraba con firmeza. Job era poseedor de una humanidad sincera, inocente y amable, y tenía una experiencia real de temer a Dios, obedecerlo y de apartarse del mal, así como el conocimiento de que “Jehová dio y Jehová quitó”. Solo por estas cosas fue capaz de mantenerse firme en su testimonio en medio de los ataques tan despiadados de Satanás; solo por ellas fue capaz de no decepcionar a Dios y darle una respuesta satisfactoria cuando Sus pruebas cayeron sobre él. Aunque la conducta de Job durante la primera tentación fue muy franca, las generaciones posteriores no tenían asegurado lograr esa franqueza ni siquiera después de una vida de esfuerzos, ni poseerían necesariamente la conducta de Job descrita arriba. Hoy, frente a la conducta franca de Job, y comparándola con los clamores y la determinación de “obediencia absoluta y lealtad hasta la muerte” que muestran a Dios quienes afirman creer en Él y lo siguen, ¿os sentís profundamente avergonzados o no?

Cuando lees en las escrituras todo lo que Job y su familia sufrieron, ¿cuál es tu reacción? ¿Te pierdes en tus pensamientos? ¿Estás sorprendido? ¿Podrían definirse como “horrendas” las pruebas que le sucedieron a Job? En otras palabras, es suficientemente espantoso leer acerca las pruebas de Job descritas en las escrituras, por no mencionar cómo habrían sido en la vida real. Ves, pues, que lo que le sucedió a Job no fue un “simulacro”, sino una “batalla” real, con “pistolas” y “balas” reales. Pero ¿por mano de quién fue sometido a estas pruebas? Por supuesto, eran la obra de Satanás y él las hizo con sus propias manos. A pesar de esto, estas cosas fueron autorizadas por Dios. ¿Le dijo Dios a Satanás por qué medios tentar a Job? No. Dios simplemente puso una condición por la cual Satanás debe regirse y entonces la tentación cayó sobre Job. Cuando la tentación cayó sobre Job, esto les dio a las personas un sentido de la maldad y fealdad de Satanás, de su malicia y su aborrecimiento del hombre y de su enemistad con Dios. En esto vemos que las palabras no pueden describir cuán cruel fue esta tentación. Puede decirse que la naturaleza maliciosa con la que Satanás maltrató al hombre, y su feo rostro, se revelaron por completo en este momento. Satanás aprovechó esta oportunidad, la oportunidad provista con el permiso de Dios, para someter a Job a un maltrato febril y despiadado, cuyo método y nivel de crueldad son tanto inimaginables como completamente intolerables para las personas de hoy. En lugar de decir que Job fue tentado por Satanás, y que se mantuvo firme en el testimonio durante esta tentación, es mejor decir que en las pruebas establecidas por Dios para él, Job se embarcó en una lucha contra Satanás para proteger su perfección y rectitud y defender el camino de temer a Dios y apartarse del mal. En esta lucha Job perdió una montaña de ovejas y ganado, todas sus propiedades, sus hijos e hijas. Sin embargo, no abandonó su perfección, su rectitud ni temor de Dios. Dicho de otro modo, en esta lucha contra Satanás, Job prefirió verse privado de sus propiedades y de sus hijos antes que perder su perfección, rectitud y temor de Dios. Prefirió aferrarse a la raíz de lo que significa ser un hombre. Las Escrituras proveen un relato conciso de todo el proceso por el cual Job perdió sus bienes y también registran la conducta y actitud de Job. Estos relatos concisos y breves dan la sensación de que Job estaba casi relajado cuando afrontó esta tentación; pero si se tuviese que recrear lo que ocurrió en realidad, considerando también el hecho de la naturaleza maliciosa de Satanás, entonces las cosas no serían tan simples o fáciles como se describen en estas frases. La realidad fue mucho más cruel. Ese es el nivel de devastación y odio con el que Satanás trata a la humanidad y a todos los que son aprobados por Dios. Si Él no le hubiera ordenado que no le hiciera daño a Job, sin duda Satanás lo habría matado sin el menor reparo. Satanás no quiere que nadie adore a Dios ni que quienes son justos a Sus ojos y quienes son perfectos y rectos puedan seguir temiendo a Dios y apartándose del mal. Que las personas teman a Dios y se aparten del mal significa que evitan y abandonan a Satanás, por lo que él se aprovechó del permiso de Dios para acumular sin misericordia toda su rabia y su odio sobre Job. Ves, pues, cuán grande fue el tormento sufrido por Job, desde la mente hasta la carne, desde fuera hacia dentro. Hoy no vemos cómo fue en aquel momento, y de los relatos de la Biblia solo podemos obtener un breve vistazo de las emociones de Job cuando se vio sometido al tormento en esa época.

La sólida integridad de Job avergüenza a Satanás y hace que huya presa del pánico

¿Y qué hizo Dios cuando Job fue sometido a este tormento? Observó, vio y esperó el desenlace. ¿Cómo se sentía mientras observaba y miraba? Apesadumbrado, por supuesto. Pero, ¿es posible que Dios pudiese haberse arrepentido de permitirle a Satanás que tentara a Job solo por la pena que Él sintió? La respuesta es: No, Él no hubiera podido sentir esa pena. Y es que Él creía firmemente que Job era perfecto y recto, que temía a Dios y se apartaba del mal. Dios sencillamente le había dado a Satanás la oportunidad de verificar la justicia de Job delante de Él y de revelar su propia maldad y bajeza. Además, fue una oportunidad para que Job diese testimonio, delante de las personas del mundo, de Satanás e incluso delante de todos los que siguen a Dios, de su justicia, de su temor de Dios y de que se apartaba del mal. ¿Demostró el desenlace final que la valoración que Dios había hecho de Job fue correcta y sin error? ¿Venció realmente Job a Satanás? Aquí leemos las palabras arquetípicas habladas por Job, palabras que demuestran que lo había vencido. Él declaró: “Salí desnudo del vientre de mi madre y desnudo regresaré a él”.* Esta es la actitud de obediencia de Job a Dios. Afirmó: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová”.* Estas palabras pronunciadas por Job demuestran que Dios observa las profundidades del corazón del hombre, que Él puede mirar dentro de la mente del hombre, y prueban que Su aprobación de Job es inequívoca, que este hombre aprobado por Dios era justo. “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová”.* Estas palabras son el testimonio de Dios por parte de Job. Fueron estas palabras comunes las que acobardaron a Satanás, las que lo avergonzaron y provocaron que huyera presa del pánico; además, lo encadenaron y dejaron sin recursos. Estas palabras también hicieron que Satanás sintiese lo maravilloso y poderoso de los hechos de Jehová Dios, y le permitieron percibir el extraordinario carisma de alguien cuyo corazón estaba gobernado por el camino de Dios. Aún más, esas palabras le demostraron a Satanás la poderosa vitalidad que muestra un hombre pequeño e insignificante al adherirse al camino de temer a Dios y apartarse del mal. Satanás salió así derrotado de la primera lucha. A pesar de haber “aprendido de ello”, Satanás no tenía intención de dejar ir a Job ni se produjo cambio alguno en su naturaleza maliciosa. Satanás trató de seguir atacándole, y se presentó delante de Dios una vez más…

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 43

Satanás tienta a Job una vez más (aparecen llagas por todo su cuerpo) (Pasajes seleccionados)

a. Las palabras que Dios habló

Job 2:3  Y Jehová dijo a Satanás: ¿Has considerado a Mi siervo Job? No hay ningún otro como él en la tierra, un hombre perfecto y recto, que teme a Dios y se aparta del mal. Y aún mantiene su integridad, a pesar de que has tratado de ponerme contra él, de destruirlo sin ninguna razón.*

Job 2:6  Y Jehová le dijo a Satanás: Mira, él está en tu mano, pero salva su vida.*

b. Las palabras que Satanás habló

Job 2:4-5  Y Satanás respondió a Jehová, y dijo: Piel por piel, sí, el hombre dará todo lo que tiene a cambio de su vida. Pero estira Tu mano ahora y toca sus huesos y su carne y te maldecirá de frente.*

c. Cómo lidia Job con la prueba

Job 2:9-10  Entonces su mujer le dijo: ¿Aún conservas tu integridad? Maldice a Dios y muérete. Pero él le dijo: Como habla cualquier mujer necia, has hablado. ¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal? En todo esto Job no pecó con sus labios.

Job 3:3-4  Perezca el día en que yo nací, y la noche que dijo: “Un varón ha sido concebido”. Sea ese día tinieblas, no lo tome en cuenta Dios desde lo alto, ni resplandezca sobre él la luz.

El amor de Job por el camino de Dios supera todo lo demás

Las Escrituras documentan las palabras intercambiadas entre Dios y Satanás como sigue: “Y Jehová dijo a Satanás: ¿Has considerado a Mi siervo Job? No hay ningún otro como él en la tierra, un hombre perfecto y recto, que teme a Dios y se aparta del mal. Y aún mantiene su integridad, a pesar de que has tratado de ponerme contra él, de destruirlo sin ninguna razón” (Job 2:3).* En este diálogo, Dios repite la misma pregunta a Satanás. Es una pregunta que nos muestra la valoración positiva que Él hace de lo demostrado y vivido por Job durante la primera prueba, que no difiere de la que hizo antes de que pasara por la tentación de Satanás. Es decir, antes de que la tentación cayese sobre él, era perfecto a los ojos de Dios, y por eso Él lo protegía junto a su familia, y lo bendecía; Dios opinaba que era digno de ser bendecido. Después de la tentación, Job no pecó con sus labios por haber perdido sus propiedades y a sus hijos, sino que continuó alabando el nombre de Jehová. Su real conducta hizo que Dios le aplaudiese, y por eso Dios le dio la máxima calificación. Y es que, para Job, sus hijos o sus bienes no fueron suficientes para que él renunciase a Dios. En otras palabras, el lugar que Él ocupaba en su corazón no podían reemplazarlo sus hijos ni propiedad alguna. Durante la primera tentación de Job, le demostró a Dios que su amor por Él y por el camino del temor a Él y apartarse del mal superaba todo lo demás. Esta prueba no hizo más que proporcionarle a Job la experiencia de recibir una recompensa de Jehová Dios y de que Él le quitase sus propiedades y sus hijos.

Para Job, fue una experiencia real que limpió su alma; un bautismo de vida que completó su existencia y, además, un banquete suntuoso que puso a prueba su obediencia a Dios y su temor de Él. Esta tentación transformó la posición de Job, dejó de ser un hombre rico para convertirse en alguien que no tiene nada, y también le permitió experimentar el maltrato al que Satanás somete a la humanidad. Su miseria no provocó que aborreciese a este, sino que vio su fealdad y lo despreciable que era en sus actos viles, así como su enemistad con Dios y su rebelión contra Él. Esto lo alentó más a mantenerse siempre firme en el camino de temer a Dios y apartarse del mal. Juró que nunca abandonaría a Dios ni se volvería de Su camino por factores externos como la propiedad, los hijos o los familiares, y que no sería nunca un esclavo de Satanás, de las propiedades ni de persona alguna; aparte de Jehová Dios, nadie podía ser su Señor, o su Dios. Esas eran las aspiraciones de Job. Por otro lado, Job también había adquirido algo de esta tentación: había obtenido grandes riquezas en medio de las pruebas que Dios le puso.

Durante la vida de Job, a lo largo de varias décadas anteriores, había observado los hechos de Jehová y obtenido Sus bendiciones, que le hacían sentirse enormemente incómodo y endeudado. Creía no haber hecho nada por Dios, y sin embargo le habían legado grandes bendiciones y había disfrutado de mucha gracia. Por esta razón, oraba con frecuencia en su corazón, esperando ser capaz de corresponderle a Dios, de tener la oportunidad de dar testimonio de Sus hechos y grandeza, de que Dios pusiera a prueba su obediencia y, además, de que su fe pudiera purificarse, hasta que ambas cosas obtuviesen la aprobación de Dios. Entonces, cuando la prueba cayó sobre Job, creyó que Dios había oído sus oraciones. Job valoró esta oportunidad más que cualquier otra cosa, y por eso no se atrevió a tratarla con ligereza, porque se podría materializar el mayor deseo de toda su vida. La llegada de esta oportunidad significaba que su obediencia y su temor de Dios podían ponerse a prueba, y ser purificados. Además, significaba que Job tenía la oportunidad de obtener la aprobación de Dios, y acercarse más a Él. Durante la prueba, esa fe y esa búsqueda le permitieron ser más perfecto, y obtener un entendimiento mayor de Su voluntad. Job también se volvió más agradecido por las bendiciones y las gracias divinas, derramó una mayor alabanza sobre los hechos de Dios en su corazón, era más temeroso y reverente de Él, y anhelaba más Su encanto, Su grandeza, y Su santidad. En este momento, aunque a los ojos de Dios Job seguía siendo alguien que le temía y se apartaba del mal, en relación a sus experiencias, su fe y su conocimiento habían avanzado a pasos de gigante: su fe había aumentado, su obediencia se había afianzado, y su temor de Dios se había vuelto más profundo. Aunque esta prueba transformó el espíritu y la vida de Job, la transformación no satisfizo a Job ni hizo más lento su progreso. Al mismo tiempo que calculaba lo que había ganado con esta prueba, y consideraba sus propias deficiencias, oró tranquilamente, esperando la llegada de la prueba siguiente, porque anhelaba que su fe, su obediencia y su temor de Dios se elevaran durante la siguiente prueba de Dios.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 44

Satanás tienta a Job una vez más (aparecen llagas por todo su cuerpo) (Pasajes seleccionados)

a. Las palabras que Dios habló

Job 2:3  Y Jehová dijo a Satanás: ¿Has considerado a Mi siervo Job? No hay ningún otro como él en la tierra, un hombre perfecto y recto, que teme a Dios y se aparta del mal. Y aún mantiene su integridad, a pesar de que has tratado de ponerme contra él, de destruirlo sin ninguna razón.*

Job 2:6  Y Jehová le dijo a Satanás: Mira, él está en tu mano, pero salva su vida.*

b. Las palabras que Satanás habló

Job 2:4-5  Y Satanás respondió a Jehová, y dijo: Piel por piel, sí, el hombre dará todo lo que tiene a cambio de su vida. Pero estira Tu mano ahora y toca sus huesos y su carne y te maldecirá de frente.*

En medio del sufrimiento extremo, Job se da cuenta realmente del cuidado de Dios por la humanidad

Después de las preguntas de Jehová Dios a Satanás, este estaba secretamente feliz. Sabía que tendría permiso una vez más para atacar al hombre perfecto a los ojos de Dios, y esto era una oportunidad rara para Satanás. Quería usarla para socavar por completo la convicción de Job, para hacerle perder la fe en Dios y que no le temiese más ni bendijese el nombre de Jehová. Esto le proporcionaría una oportunidad a Satanás: cualquiera que fuera el lugar o el momento, sería capaz de hacer de Job un juguete bajo su mando. Satanás escondía sus intenciones malvadas sin dejar huella, pero no podía mantener su naturaleza maligna bajo control. Esta verdad se entrevé en su respuesta a las palabras de Jehová Dios, tal como lo registran las escrituras: “Y Satanás respondió a Jehová, y dijo: Piel por piel, sí, el hombre dará todo lo que tiene a cambio de su vida. Pero estira Tu mano ahora y toca sus huesos y su carne y te maldecirá de frente” (Job 2:4-5).* Las personas no pudieron evitar adquirir un conocimiento y un sentido esenciales de la malicia de Satanás a partir de este diálogo entre Dios y Satanás. Habiendo oído estas falacias de Satanás, todos aquellos que aman la verdad y detestan el mal aborrecerán indudablemente más su bajeza y su desfachatez, se sentirán horrorizados y asqueados por sus falacias y, al mismo tiempo, ofrecerán oraciones profundas y deseos sinceros por Job, pidiendo que este hombre de rectitud logre la perfección, deseando que este hombre que teme a Dios y se aparta del mal venza para siempre las tentaciones de Satanás, viva en la luz y en medio de la dirección y las bendiciones de Dios; estas personas desearán, asimismo, que los hechos justos de Job puedan impulsar y alentar a quienes buscan el camino de temer a Dios y apartarse del mal. Aunque el propósito malicioso de Satanás puede verse en su proclamación, Dios aprobó serenamente la “petición” de Satanás, pero también puso una condición: “Él está en tu mano, pero salva su vida” (Job 2:6).* Como esta vez Satanás había pedido extender su mano y lastimar la carne y los huesos de Job, Dios dijo: “pero salva su vida”. Estas palabras significan que Él entregó la carne de Job a Satanás, pero la vida de Job era de Dios para mantenerla. Satanás no podía tomar la vida de Job, pero aparte de esto podía emplear cualquier medio o método contra él.

Después de obtener el permiso de Dios, Satanás corrió a Job y extendió su mano para afligir su piel, provocándole llagas por todo su cuerpo, y Job sintió dolor en su piel. Este alabó las maravillas y la santidad de Jehová Dios, lo que hizo que Satanás fuera aún más flagrante en su osadía. Como había sentido el gozo de herir al hombre, extendió su mano y hurgó en la carne de Job, provocando que sus llagas supurasen. Job sintió inmediatamente un dolor y un tormento sin igual en su carne, y no pudo evitar masajearse de la cabeza a los pies con sus manos, como si aliviara así el golpe que este dolor de la carne le había asestado a su espíritu. Se dio cuenta de que Dios estaba a su lado viéndolo, e hizo lo que pudo para armarse de valor. Se arrodilló una vez más, y dijo: “Tú miras dentro del corazón del hombre. Tú observas su desgracia; ¿por qué te preocupa su debilidad? Alabado sea el nombre de Jehová Dios”. Satanás vio el dolor insufrible de Job, pero no le vio renegar del nombre de Jehová Dios. Así que extendió apresuradamente su mano para afligir los huesos de Job, desesperado por desgarrarlo miembro a miembro. En un instante, Job sintió un tormento sin precedentes; era como si su carne se hubiera separado de los huesos, como si estos fueran destrozados trozo a trozo. Este tormento agónico le hizo pensar que sería mejor morir… Su capacidad de soportar este dolor había alcanzado su límite… Quería gritar, desgarrar la piel de su cuerpo para disminuir el dolor, pero retuvo sus gritos, y no desgarró la piel de su cuerpo, porque no quería que Satanás viese su debilidad. Así que Job se arrodilló una vez más, pero esta vez no sintió la presencia de Jehová Dios. Sabía que Jehová Dios estaba frecuentemente delante, detrás y a cada lado de él. Pero durante su dolor, Dios nunca había mirado; cubría Su rostro y se escondía, porque el sentido de Su creación del hombre no era traerle sufrimiento. En ese momento, Job lloraba y hacía todo lo posible por soportar esta agonía física, pero no podía evitar dar gracias a Dios: “El hombre cae al primer golpe, es débil y está indefenso, es joven e ignorante; ¿por qué ibas a desear preocuparte tanto y ser tan tierno con él? Me hieres, pero te duele hacerlo. ¿Qué hay en el hombre que sea digno de Tu cuidado y Tu preocupación?”. Las oraciones de Job llegaron a los oídos de Dios, y Él se mantuvo en silencio, mirando sin decir nada… Tras haber intentado todas las tretas posibles, sin éxito, Satanás se marchó tranquilamente, pero esto no puso fin a las pruebas que Dios le impuso a Job. Como el poder divino revelado en Job no se había hecho público, la historia de este no acabó con la retirada de Satanás. Conforme otros personajes hacían su entrada, quedaban más escenas espectaculares por llegar.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 45

Otra manifestación del temor de Job hacia Dios y de apartarse del mal es su ensalzamiento del nombre de Dios en todas las cosas

Job había sufrido los estragos de Satanás, pero aun así no renegó del nombre de Jehová Dios. Su esposa fue la primera en salir a escena y desempeñar el papel de Satanás en una forma que es visible a los ojos del hombre, atacó a Job. El texto original lo describe así: “Entonces su mujer le dijo: ¿Aún conservas tu integridad? Maldice a Dios y muérete” (Job 2:9). Estas fueron las palabras habladas por Satanás disfrazado de ser humano. Eran un ataque y una acusación, así como una instigación, una tentación, y una difamación. Habiendo fracasado en el ataque a la carne de Job, Satanás atacó directamente su integridad, con el deseo de usarlo para que la abandonase, renunciase a Dios, y dejase de vivir. Satanás también quiso usar esas palabras para tentar a Job: si este renegaba del nombre de Jehová, no tendría que soportar más aquel tormento; podría liberarse de la tortura de la carne. Frente al consejo de su esposa, Job la reprendió diciendo: “Como habla cualquier mujer necia, has hablado. ¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?” (Job 2:10). Job conocía estas palabras desde hacía mucho, pero, en este momento se demostraba que su conocimiento era verdadero.

Cuando su esposa le aconsejó maldecir a Dios y morir, lo que quiso decir fue: “Tu Dios te trata así, ¿por qué no lo maldices? ¿Qué haces viviendo aún? Tu Dios es muy injusto contigo, pero sigues diciendo ‘bendito sea el nombre de Jehová’. ¿Cómo puede traer el desastre sobre ti cuando tú bendices Su nombre? Apresúrate y reniega del nombre de Dios, y no le sigas más. De esta forma acabarán tus problemas”. En este momento, se produjo el testimonio que Dios deseaba ver en Job. Ninguna persona ordinaria podía dar ese testimonio ni leemos algo así en ninguna de las historias de la Biblia; pero Dios lo había visto mucho antes de que Job pronunciara estas palabras. Dios deseaba, simplemente, usar esta oportunidad para permitirle a Job que les demostrara a todos que Él estaba en lo cierto. Ante el consejo de su esposa, Job no sólo no abandonó su integridad ni renunció a Dios, sino que también le dijo a su mujer: “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?”. ¿Tienen mucho peso estas palabras? Aquí, sólo hay un hecho capaz de demostrar el peso de las mismas. Es su aprobación en el corazón de Dios, que Él las deseara, que eran lo que Él quería oír, y el desenlace que Él anhelaba ver; estas palabras son también la esencia del testimonio de Job. En esto se demostraban su perfección, su rectitud, su temor de Dios, y que se apartaba del mal. Lo valioso de Job residía en que siguió pronunciando esas palabras aun siendo tentado, y cuando todo su cuerpo estuvo cubierto de llagas, cuando soportó el mayor tormento, y cuando su esposa y familiares le aconsejaron. Dicho de otro modo, él creía en su corazón que, independientemente de las tentaciones, o de lo dolorosas que fueran las tribulaciones o el tormento, aunque la muerte tuviera que venir sobre él, no renunciaría a Dios ni rechazaría el camino de temer a Dios y apartarse del mal. Ves, pues, que Dios ocupaba el lugar más importante en su corazón, y que en este sólo estaba Él. Por esto leemos en las Escrituras descripciones suyas como: “En todo esto Job no pecó con sus labios”. No sólo no pecó con sus labios, sino que en su corazón no se quejó de Dios. No pronunció palabras hirientes de Dios ni tampoco pecó contra Dios. No sólo su boca bendijo el nombre de Dios, sino que también lo hizo en su corazón; su boca y su corazón eran uno. Este fue el verdadero Job que Dios veía, y por esta razón lo valoró.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 46

Las muchas malinterpretaciones de las personas sobre Job

Las dificultades sufridas por Job no fueron obra de mensajeros enviados por Dios ni las provocó Su propia mano, sino que fue Satanás, el enemigo de Dios, quien las causó personalmente. En consecuencia, fueron de un nivel profundo. Sin embargo, Job demostró en ese momento y sin reservas, el conocimiento cotidiano de Dios que había en su corazón, los principios de sus acciones de cada día, y su actitud hacia Dios, esta es la verdad. Si Job no hubiera sido tentado, si Dios no le hubiera puesto pruebas, cuando él dijo: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová”,* dirías que era un hipócrita; Dios le había dado muchos bienes, y por supuesto que bendecía el nombre de Jehová. Si antes de verse sometido a las pruebas Job hubiera dicho: “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?”, dirías que estaba exagerando, y que no renegaría del nombre de Dios ya que Su mano lo bendecía con frecuencia. Se diría que si Dios hubiera traído el desastre sobre él, sin duda habría renegado de Su nombre. Sin embargo, cuando se vio en circunstancias que nadie desea ni quiere ver, ni que le sobrevengan, que las personas temerían sufrir, circunstancias que ni siquiera Dios soportaría ver, Job seguía siendo capaz de aferrarse a su integridad: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová”,* y “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?”. Frente a la conducta de Job en ese tiempo, todos aquellos a quienes les gusta proferir palabras altisonantes, así como letras y doctrinas, se quedan sin habla. La integridad a la que Job se aferró condena a quienes solo ensalzan el nombre de Dios en su discurso, pero nunca han aceptado Sus pruebas, y su testimonio juzga a los que nunca han creído que el hombre fuera capaz de aferrarse firmemente al camino de Dios. Ante su comportamiento durante estas pruebas y las palabras que pronunció, algunos se sentirán confusos; otros, envidiosos; otros tendrán dudas y otros incluso parecerán poco interesados y fruncirán el ceño ante el testimonio de Job, porque no solo ven el tormento que cayó sobre Job durante las pruebas y leen las palabras que habló, sino que ven también que muestra la “debilidad” humana cuando las pruebas caen sobre él. Consideran que esta “debilidad” es la supuesta imperfección en la perfección de Job, la mancha en un hombre perfecto a los ojos de Dios. Es decir, se cree que quienes son perfectos son intachables, sin mácula o mancha, que no tienen debilidades ni conocimiento del dolor, que nunca se sienten infelices ni desalentados, que no sienten odio ni tienen un comportamiento exterior extremo; como consecuencia, la gran mayoría de las personas no creen que Job fuera verdaderamente perfecto. No aprueban gran parte de su comportamiento durante sus pruebas. Por ejemplo, cuando Job perdió sus propiedades y a sus hijos, no rompió a llorar, como se podría imaginar. Su “falta de decoro” induce a pensar que era frío, porque no lloraba por su familia ni la amaba. Esta es la mala impresión inicial que la gente tiene de Job. Consideran que, después de aquello, su comportamiento fue incluso más desconcertante: algunos han interpretado “rasgó su ropa” como una falta de respeto a Dios, y creen erróneamente que “se afeitó la cabeza” significa blasfemia y oposición a Dios por parte de Job. Aparte de sus palabras “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová”,* las personas no disciernen en Job la justicia que Dios elogió, y por tanto, la valoración que la mayoría hace de él no es más que incomprensión, malinterpretación, duda, condenación y aprobación tan solo en la teoría. Ninguno es capaz de entender de verdad ni apreciar las palabras de Jehová Dios respecto a que Job era un hombre perfecto y recto, que temía a Dios y se apartaba del mal.

En base a su impresión sobre Job vista anteriormente, las personas tienen más dudas sobre su justicia, porque sus acciones y su conducta registradas en las escrituras no fueron tan trascendentalmente conmovedoras como ellas habrían imaginado. No solo no llevó a cabo hecho grandioso alguno, sino que también tomó un tiesto para rascarse mientras estaba sentado entre las cenizas. Este acto también asombra a las personas y las hace dudar —y hasta negar— la justicia de Job, porque mientras se rascaba no oraba a Dios ni le hacía promesas; además, tampoco se le vio derramar lágrimas de dolor. En este momento, las personas solo ven las debilidades de Job y nada más, y así, incluso cuando le oyen decir: “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?”, no se conmueven en absoluto, están indecisas y son incapaces de discernir la justicia de Job a partir de sus palabras. La impresión básica que Job causa en las personas durante el tormento de sus pruebas es que no era rastrero ni arrogante. La gente no ve la historia detrás de su comportamiento, que se desarrollaba en las profundidades de su corazón ni tampoco el temor de Dios que había en este, ni su observancia del principio del camino de apartarse del mal. Su ecuanimidad hace que las personas piensen que su perfección y rectitud no eran sino palabras vacías, que su temor de Dios era simplemente un rumor; entretanto, la “debilidad” que reveló externamente deja una profunda impresión en ellas, dándoles una “nueva perspectiva” y hasta un “nuevo entendimiento” del hombre que Dios define como perfecto y recto. Esa “nueva perspectiva” y ese “nuevo entendimiento” se demostraron cuando Job abrió su boca y maldijo el día en que nació.

Aunque el nivel de tormento que sufrió es inimaginable e incomprensible para cualquier hombre, Job no pronunció palabras de herejía, sino que tan solo alivió el dolor de su cuerpo por sus propios medios. Como se registra en las Escrituras, él dijo: “Perezca el día en que yo nací, y la noche que dijo: ‘Un varón ha sido concebido’” (Job 3:3). Es posible que estas palabras no le hayan parecido importantes a nadie, o tal vez haya quien sí les ha prestado atención. En vuestra opinión, ¿significan que Job se opuso a Dios? ¿Son una queja contra Él? Sé que muchos de vosotros tenéis ciertas ideas respecto a estas palabras que Job pronunció y creéis que si era perfecto y recto no debería haber mostrado debilidad o pesar algunos, y que más bien debería haber afrontado con positividad cualquier ataque de Satanás, e incluso haber sonreído frente a sus tentaciones. No debería haber tenido la más mínima reacción a ninguno de los tormentos que Satanás provocó en su carne ni haber mostrado ninguna de las emociones de su corazón. Hasta tendría que haberle pedido a Dios que endureciese aún más estas pruebas. Es lo que debería demostrar y poseer alguien que se mantiene firme, teme realmente a Dios y se aparta del mal. En medio de este tormento extremo, Job maldijo el día de su nacimiento. No se quejó de Dios, ni mucho menos tuvo intención de oponerse a Él. Esto es mucho más fácil de decir que de hacer, porque desde la antigüedad hasta ahora, nadie ha experimentado nunca las tentaciones de Job ni ha sufrido lo que cayó sobre él. ¿Entonces por qué no se ha visto nadie más sometido al mismo tipo de tentación que Job? Porque, tal como Dios lo ve, nadie es capaz de soportar esa responsabilidad o comisión; nadie podría hacerlo como Job y, además, aparte de maldecir el día de su nacimiento, nadie podría no renegar del nombre de Jehová Dios y seguir bendiciéndole como hizo él cuando ese tormento cayó sobre él. ¿Podría hacerlo alguien? Cuando afirmamos esto respecto a Job, ¿estamos elogiando su comportamiento? Él era un hombre justo, capaz de dar semejante testimonio de Dios, y de hacer que Satanás huyera con la cabeza entre las manos, de manera que nunca más volviera a presentarse ante Dios para acusarlo; ¿qué hay de malo, pues, en elogiarlo? ¿No será que tenéis estándares más elevados que los de Dios? ¿Acaso actuaríais mejor que Job cuando las pruebas vinieran sobre vosotros? Dios alabó a Job; ¿qué objeción podríais tener?

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II

Palabras diarias de Dios  Fragmento 47

Job maldice el día de su nacimiento porque no quiere que Dios sienta dolor por él

Con frecuencia digo que Dios mira dentro del corazón de las personas, y que estas consideran lo exterior. Como Él ve el interior de la persona, entiende su esencia, mientras que el ser humano define la esencia de otra persona basándose en su exterior. Cuando Job abrió la boca y maldijo el día de su nacimiento, este acto asombró a todos los personajes espirituales, incluidos sus tres amigos. El hombre procedía de Dios, y debía estar agradecido por la vida y la carne, así como por el día de su nacimiento que Dios le había concedido; no debía maldecirlos. Esto es algo que la gente corriente puede entender y concebir. Cualquiera que siga a Dios sabe que este entendimiento es sagrado e inviolable; es una verdad que nunca puede cambiar. Por el contrario, Job quebrantó las reglas: maldijo el día de su nacimiento. Es un acto que las personas corrientes consideran que constituya la entrada a un territorio prohibido. No da derecho al entendimiento ni a la simpatía de los demás, ni tampoco al perdón de Dios. Al mismo tiempo, son más las personas que dudan de la justicia de Job, porque se diría que el favor de Dios hacia él le volvió autoindulgente, le hizo tan atrevido y temerario que no solo no le dio gracias a Dios por bendecirlo y cuidarlo durante su vida, sino que condenó el día de su nacimiento a la destrucción. ¿Qué es esto, sino oposición a Dios? Este tipo de superficialidades proporciona la prueba a algunos para condenar este acto de Job, ¿pero quién puede saber qué estaba pensando él en realidad en ese momento? ¿Quién puede saber la razón por la cual actuó así? Sólo Dios y el propio Job conocen aquí la verdad de la historia y las razones.

Cuando Satanás extendió su mano para afligir los huesos de Job, este cayó en sus garras, sin medios para escapar ni fuerza para resistir. Su cuerpo y su alma sufrieron un dolor enorme, y este dolor le hizo tomar profunda consciencia de la insignificancia, la fragilidad y la impotencia del hombre que vive en la carne. Adquirió, asimismo, un profundo entendimiento de por qué Dios quiere preocuparse por la humanidad y cuidar de ella. En las garras de Satanás, Job se dio cuenta de que el hombre, de carne y hueso, es realmente impotente y débil. Cuando se arrodilló y oró a Dios, sintió que Él se tapaba la cara y se escondía, porque lo había dejado por completo en las manos de Satanás. Al mismo tiempo, Dios también lloró y se sintió acongojado por él; a Dios le dolía su dolor, le herían sus heridas… Job sentía el dolor de Dios, y lo insoportable que aquello era para Él… No quería acarrear más pesar sobre Dios ni que este llorara por él, y mucho menos que sufriese por él. En aquel momento sólo quería despojarse de su carne para no soportar más el dolor que esta traía sobre él, porque esto haría que Dios dejara de sentirse atormentado por su dolor; pero no podía, y no sólo tenía que tolerar el dolor de la carne, sino también el tormento de no querer inquietar a Dios. Estos dos dolores —el de la carne y el del espíritu— produjeron un sufrimiento desgarrador y devastador sobre Job, y le hicieron sentir que las limitaciones del hombre, que es de carne y hueso, pueden hacer que uno se sienta frustrado e inútil. Bajo estas circunstancias, su anhelo de Dios fue más ardiente, y su aborrecimiento hacia Satanás más intenso. En aquel momento, Job habría preferido no haber nacido nunca en este mundo del hombre, no existir, antes que ver a Dios llorar o sentir dolor por su causa. Comenzó a aborrecer profundamente su carne, a sentirse asqueado y cansado de sí mismo, del día de su nacimiento e incluso de todo lo relacionado consigo mismo. No quería que ya se hiciera mención alguna de su día de nacimiento ni de nada que tuviera algo que ver con ello, así que abrió su boca y maldijo el día de su nacimiento: “Perezca el día en que yo nací, y la noche que dijo: ‘Un varón ha sido concebido’. Sea ese día tinieblas, no lo tome en cuenta Dios desde lo alto, ni resplandezca sobre él la luz” (Job 3:3-4). Las palabras de Job trasmiten su aborrecimiento de sí mismo, “Perezca el día en que yo nací, y la noche que dijo: ‘Un varón ha sido concebido’”, así como la culpa recayó sobre sí mismo y su sentido de endeudamiento por haberle causado dolor a Dios, “Sea ese día tinieblas, no lo tome en cuenta Dios desde lo alto, ni resplandezca sobre él la luz”. Estos dos pasajes son la expresión definitiva de cómo se sentía Job entonces, y demuestran plenamente a todos su perfección y rectitud. Al mismo tiempo, tal como Job había deseado, su fe y su obediencia a Dios, así como su temor de Él, eran realmente elevados. Por supuesto, este era precisamente el efecto que Dios había esperado.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 48

Job derrota a Satanás y se convierte en un hombre de verdad a los ojos de Dios

Cuando Job pasó por primera vez por sus pruebas, fue despojado de todas sus propiedades y de sus hijos, pero el resultado no fue que cayera o dijera algo que supusiera pecar contra Dios. Había vencido las tentaciones de Satanás, sus bienes materiales y sus hijos, y la prueba de perder todas sus posesiones materiales, es decir, que fue capaz de obedecer a Dios a medida que le quitaba cosas y también fue capaz de ofrecerle gracias y alabar a Dios por lo que Dios hizo. Esta fue la conducta de Job durante la primera tentación de Satanás, y también su testimonio durante la primera prueba de Dios. En la segunda prueba, Satanás extendió su mano para afligir a Job, y aunque este experimentó un dolor mayor que el que hubiera sentido jamás, su testimonio seguía siendo suficiente para que todos quedaran atónitos. Usó su fortaleza, su convicción y su obediencia a Dios, así como su temor de Él, para derrotar una vez más a Satanás, y su conducta y testimonio fueron una vez más aprobados y favorecidos por Dios. Durante esta tentación, Job usó su conducta real para proclamarle a Satanás que el dolor de la carne no podía alterar su fe y su obediencia a Dios ni quitarle su consagración y temor a Dios; no renunciaría a Él ni abandonaría su perfección y rectitud por enfrentarse a la muerte. La determinación de Job hizo de Satanás un cobarde, su fe lo dejó apocado y temblando, la intensidad con la que luchó contra Satanás durante su batalla a vida o muerte alimentó en este un odio y un resentimiento profundos, su perfección y su rectitud lo dejaron sin nada más que poder hacerle, hasta el punto de que Satanás abandonó sus ataques sobre él y dejó de acusarlo delante de Jehová Dios. Esto significaba que Job había vencido al mundo, a la carne, a Satanás, a la muerte; era total y completamente un hombre que pertenecía a Dios. Durante estas dos pruebas, Job se mantuvo firme en su testimonio, vivió realmente su perfección y rectitud, y amplió el alcance de sus principios de vida de temer a Dios y apartarse del mal. Habiendo pasado por estas dos pruebas, en Job nació una experiencia más rica que lo hizo más maduro y experimentado, más fuerte, y de mayor convicción; aumentó su confianza en lo correcto y el valor de la integridad a la que se asía con firmeza. Las pruebas de Jehová Dios sobre Job le proporcionaron un profundo entendimiento, un hondo sentido de la preocupación de Dios por el hombre, y le permitieron sentir lo precioso de Su amor. Desde ese momento, a su temor de Dios se añadieron la consideración hacia Él y el amor por Él. Las pruebas de Jehová Dios no sólo no distanciaron a Job de Él, sino que acercaron su corazón a Él. Cuando el dolor carnal que Job soportó alcanzó su punto álgido, la preocupación que sintió de parte de Jehová Dios no le dio más elección que maldecir el día de su nacimiento. No planeó esa conducta con gran antelación, sino que fue una revelación natural surgida de la consideración y del amor hacia Dios desde el interior de su corazón; fue una revelación natural producida por su consideración y su amor hacia Dios. Es decir, al aborrecerse a sí mismo, ya no estaba dispuesto a atormentar a Dios ni podía soportarlo; su consideración y su amor alcanzaron el punto de la abnegación. En ese momento, Job elevó su adoración, su anhelo de Dios y su consagración a Él de toda la vida, hasta el nivel de la consideración y el amor. Al mismo tiempo, también elevó su fe en Dios, su obediencia a Él y su temor de Él hasta el nivel de la consideración y del amor. No se permitió hacer nada que dañase a Dios, ninguna conducta que pudiera herirlo ni causarle dolor, pesar, o incluso tristeza a Dios por culpa suya. A Sus ojos, aunque Job seguía siendo el de antes, su fe, su obediencia y su temor de Él le habían producido una satisfacción y un disfrute completos. En este momento, Job había alcanzado la perfección que Dios esperaba que alcanzara, se había convertido en alguien verdaderamente digno de ser llamado “perfecto y recto” a Sus ojos. Sus hechos justos le permitieron vencer a Satanás y mantenerse firme en su testimonio de Dios. También lo perfeccionaron, y permitieron que el valor de su vida se incrementara y trascendiera más que nunca, e hicieron que él fuera la primera persona a la que Satanás ya no atacara ni tentara más. Como Job era justo, Satanás lo acusó y lo tentó; como era justo, le fue entregado; y como era justo, lo venció y lo derrotó, y se mantuvo firme en su testimonio. De ahí en adelante, Job pasó a ser el primer hombre que nunca más sería entregado a Satanás. Job compareció realmente delante del trono de Dios, y vivió en la luz, bajo Sus bendiciones, sin el espionaje o la ruina de Satanás… A los ojos de Dios, se había convertido en un hombre de verdad; había sido liberado…

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 49

En la vida cotidiana de Job vemos su perfección, su rectitud, su temor de Dios y que se apartaba del mal

Si vamos a analizar a Job, debemos comenzar con la valoración que sale de la boca de Dios mismo sobre él: “No hay ningún otro como él en la tierra, un hombre perfecto y recto, que teme a Dios y se aparta del mal”.*

Conozcamos primero algo de la perfección y de la rectitud de Job.

¿Qué entendéis vosotros por “perfecto” y “recto”? ¿Creéis que Job era irreprochable y honorable? Esta sería, por supuesto, una interpretación y un entendimiento literales de las palabras “perfecto” y “recto”. Pero el contexto de la vida real es indispensable para comprender de verdad a Job; las palabras, los libros y la teoría por sí solos no proveerán respuestas. Comenzaremos observando la vida hogareña de Job, cómo era su conducta normal durante su vida. Esto nos informará sobre sus principios y sus objetivos en la vida, y también sobre su personalidad y su búsqueda. Ahora, leamos las palabras finales de Job 1:3: “Y era aquel hombre el más grande de todos los hijos del oriente”. Lo que estas palabras están diciendo es que el estatus y la posición de Job eran altos, y aunque no se nos dice la razón por la que era el más grande de todos los orientales eran sus abundantes bienes, o porque era perfecto y recto, temía a Dios mientras se apartaba del mal, en general, sabemos que el estatus y la posición de Job eran muy preciados. Tal como lo registra la Biblia, las primeras impresiones de las personas sobre Job eran que se trataba de un varón perfecto, que temía a Dios y se apartaba del mal, y que poseía una gran riqueza y un estatus venerable. Para alguien normal, que viviera en un entorno así y bajo estas condiciones, la dieta, la calidad de vida y los diversos aspectos de la vida personal de Job serían el centro de atención de la mayoría de las personas; por eso debemos continuar leyendo las escrituras: “Sus hijos solían ir y hacer un banquete en la casa de cada uno por turno, e invitaban a sus tres hermanas para que comieran y bebieran con ellos. Y sucedía que cuando los días del banquete habían pasado, Job enviaba a buscarlos y los santificaba, y levantándose temprano, ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque Job decía: Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones. Así hacía Job siempre” (Job 1:4-5). Este pasaje nos dice dos cosas: la primera es que los hijos de Job celebraban banquetes habitualmente, comiendo y bebiendo mucho; la segunda, que ofrecía frecuentemente holocaustos, porque se preocupaba a menudo por sus hijos e hijas, temeroso de que estuvieran pecando, de que hubieran renunciado a Dios en sus corazones. En esto se describe la vida de dos tipos distintos de personas. El primero, los hijos de Job, celebraban banquetes con frecuencia debido a su opulencia, vivían de forma extravagante, se agasajaban para contentar su corazón, disfrutando de la alta calidad de vida que proporcionaba la riqueza material. Viviendo así, era inevitable que pecaran y ofendieran frecuentemente a Dios; sin embargo, no se santificaban ni ofrecían holocaustos. Ves, pues, que Dios no tenía sitio en sus corazones, que no pensaban en Sus gracias ni temían ofenderle, y mucho menos renunciar a Él en sus corazones. Por supuesto, no nos centramos en los hijos de Job, sino en lo que este hacía cuando se enfrentaba a esas cosas; este es el otro asunto que se presenta en el pasaje, y que implica la vida diaria de Job y la esencia de su humanidad. Donde la Biblia describe los banquetes de los hijos de Job, no se le menciona; solo se indica que ellos comían y bebían juntos a menudo. En otras palabras, él no celebraba banquetes ni se unía a sus hijos en sus extravagantes comidas. Aunque opulento, y poseedor de muchos bienes y siervos, la vida de Job no era lujosa. No se dejó seducir por su entorno de vida superlativa ni se atiborró con los deleites de la carne, ni olvidó ofrecer holocaustos por su riqueza; esta no provocó, ni mucho menos, que se apartase gradualmente de Dios en su corazón. Es evidente, pues, que Job era disciplinado en su estilo de vida, y no era avaricioso o hedonista como resultado de las bendiciones de Dios sobre él, ni se obsesionaba con la calidad de vida. En vez de ello era humilde y modesto, no era dado a la ostentación y era cauto y cuidadoso delante de Dios. Pensaba a menudo en Sus gracias y bendiciones, y le temía constantemente. En su vida diaria, Job se levantaba con frecuencia temprano para ofrecer holocaustos por sus hijos. Es decir, no sólo temía a Dios, sino que esperaba que sus hijos hiciesen lo propio y no pecasen contra Él. Su riqueza material no tenía sitio en su corazón, no reemplazaba la posición ostentada por Dios; tanto para sí mismo como para sus hijos los actos diarios guardaban, todos, relación con temerle y apartarse del mal. Su temor de Jehová Dios no se detenía en su boca, sino que era algo que ponía en acción, y se reflejaba en todas y cada una de las partes de su vida diaria. Esta conducta real dicha de Job nos muestra que era sincero, y poseía una esencia que amaba la justicia y las cosas positivas. Que Job enviara y santificara a menudo a sus hijos significa que no autorizaba ni aprobaba su comportamiento; más bien estaba harto del mismo en su corazón, y los condenaba. Había llegado a la conclusión de que la conducta de sus hijos no estaba agradando a Jehová Dios, y por tanto les instaba frecuentemente a presentarse delante de Él y confesar sus pecados. Las acciones de Job nos muestran otro lado de su humanidad: uno en el que nunca anduvo con aquellos que pecaban y ofendían frecuentemente a Dios, sino que se apartaba de ellos y los evitaba. Aunque se trataba de sus hijos, no abandonó sus propios principios de conducta porque fuesen de su familia ni transigió con sus pecados por sus propios sentimientos. Más bien, les instó a confesar y obtener la paciencia de Dios, y les advirtió que no lo abandonasen por causa de su propio disfrute codicioso. Los principios de cómo trataba Job a los demás eran inseparables de los de su temor de Dios y apartarse del mal. Amaba lo que Él aceptaba, aborrecía lo que Él detestaba; amaba a los que temían a Dios en sus corazones, y aborrecía a los que cometían maldades o pecaban contra Él. Ese amor y ese aborrecimiento se demostraban en su vida cotidiana, y eran la propia rectitud de Job percibida por los ojos de Dios. Naturalmente, esto es también la expresión y el vivir de la verdadera humanidad de Job en sus relaciones con otros en su vida diaria sobre las que debemos aprender ahora.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 50

Las manifestaciones de la humanidad de Job durante sus pruebas (comprender la perfección de Job, su rectitud, su temor de Dios, y que se apartara del mal durante sus pruebas)

Cuando Job oyó que le habían robado sus propiedades, que sus hijos habían perdido la vida, y que habían asesinado a sus sirvientes, reaccionó de la siguiente forma: “Entonces Job se levantó y rasgó su ropa; se afeitó la cabeza y cayó al suelo en adoración” (Job 1:20).* Estas palabras nos narran un hecho: tras oír estas noticias, Job no entró en pánico, no lloró ni culpó a los sirvientes que le habían dado las noticias, y mucho menos inspeccionó la escena del crimen para investigar y verificar los detalles y saber lo que ocurrió realmente. No exteriorizó ningún dolor o remordimiento por la pérdida de sus posesiones ni rompió a llorar por la pérdida de sus hijos amados. Por el contrario, rasgó su ropa, se afeitó la cabeza, cayó al suelo en adoración. Las acciones de Job son distintas a las del hombre ordinario. Confunden a muchas personas, y hacen que reprendan en sus corazones a Job por su “sangre fría”. Ante la pérdida repentina de sus posesiones, las personas normales aparecerían desconsoladas, o desesperadas; en algunos casos, hasta podrían caer en una profunda depresión. Esto se debe a que las propiedades de las personas representan en sus corazones toda una vida de esfuerzos, son aquello de lo que depende su supervivencia, la esperanza que las mantiene con vida. Su pérdida significa que sus esfuerzos han sido en balde, que están sin esperanza, e incluso que no tienen futuro. Esta es la actitud de cualquier persona normal respecto a sus propiedades y la estrecha relación que tiene con ellas, así como la importancia de las mismas a los ojos de los demás. Como tales, la gran mayoría de los seres humanos se sienten confundidos por la indiferente actitud de Job en relación a la pérdida de sus propiedades. Hoy la confusión de todas estas personas explicando qué estaba ocurriendo en el corazón de Job.

El sentido común dicta que, habiéndole dado Dios tan abundantes bienes, Job debería sentirse avergonzado delante de Él por haberlos perdido, por no haberlos cuidado ni haberse preocupado por ellos; no se apegó a los bienes que Dios le había dado. Así pues, cuando oyó que le habían robado su propiedad, su primera reacción tendría que haber sido ir a la escena del crimen y tomar nota de todo lo que se ha perdido, y seguidamente confesar a Dios para poder recibir una vez más Sus bendiciones. Sin embargo, Job no lo hizo, y tenía sus propias razones para no hacerlo, claro está. En su corazón, creía profundamente que Dios le había concedido todo lo que poseía, que no era el producto de su propio trabajo. Por tanto, él no consideró estas bendiciones como algo que se debía capitalizar, sino que fijó los principios de su supervivencia en aferrarse con todas sus fuerzas a la forma debería hacerse. Apreciaba las bendiciones de Dios, y daba gracias por ellas, pero no estaba enamorado de ellas ni buscaba más. Esa era su actitud hacia la propiedad. Tampoco hizo nada para obtener bendiciones ni se preocupó o apenó por la ausencia o la pérdida de las bendiciones de Dios; tampoco fue alocado o delirantemente feliz por estas ni ignoró el camino de Dios, ni olvidó Su gracia por las bendiciones de las que disfrutaba con frecuencia. La actitud de Job hacia sus propiedades revela su verdadera humanidad a las personas: primeramente, no era un hombre codicioso, y era muy poco exigente en su vida material. En segundo lugar, Job nunca se preocupó ni tuvo temor de que Dios le quitara todo lo que tenía, que era su actitud de obediencia a Dios en su corazón; es decir, no tuvo exigencias ni quejas acerca de cuándo Dios le arrebataba algo, o si lo hacía, ni preguntó las razones de ello; sino que sólo buscó obedecer los arreglos de Dios. En tercer lugar, nunca creyó que sus bienes procedieran de su propio trabajo, sino que Él se los concedió. Esta era la fe de Job en Dios, un indicativo de su convicción. ¿Quedan claras la humanidad de Job y su verdadera búsqueda diaria, en este resumen de tres puntos? La humanidad y la búsqueda de Job eran parte esencial de su fría conducta al afrontar la pérdida de su propiedad. Precisamente por su búsqueda diaria Job logró la estatura y la convicción para declarar: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová”,* durante las pruebas de Dios. Job no aprendió estas palabras de la noche a la mañana ni aparecieron de golpe en su cabeza. Eran lo que él había visto y ganado durante muchos años de experimentar la vida. Comparado con todos aquellos que sólo buscan las bendiciones de Dios, y que temen que Él les quite algo, y lo odian y se quejan por ello, ¿no es la obediencia de Job muy real? Comparado con quienes creen que existe un Dios, pero nunca han creído que Él domine todas las cosas, ¿no posee Job una gran honestidad y rectitud?

La racionalidad de Job

Las experiencias prácticas de Job, así como su humanidad recta y honesta, significaban que hizo el juicio y las elecciones más racionales cuando perdió sus bienes y a sus hijos. Tales decisiones racionales eran inseparables de sus búsquedas diarias y de los hechos de Dios que había llegado a conocer durante su vida cotidiana. La honestidad de Job lo capacitó para creer que la mano de Jehová domina todas las cosas; su creencia le permitía conocer la realidad de la soberanía de Jehová Dios sobre todas las cosas; su conocimiento hizo que estuviese dispuesto a obedecer la soberanía y las disposiciones de Jehová Dios, y lo capacitó para ello; su obediencia le permitió ser más y más verdadero en su temor de Él; su temor lo hizo más y más real en su forma de apartarse del mal; en última instancia, Job se volvió perfecto, porque temía a Dios y se apartaba del mal; su perfección lo hizo sabio, y le proporcionó la máxima racionalidad.

¿Cómo deberíamos entender esta palabra, “racional”? Su interpretación literal es tener sentido, ser lógico y sensato en la forma de pensar, ser de palabras, acciones y juicios sensatos, y poseer estándares morales prudentes y correctos. No obstante, la racionalidad de Job no se explica con tanta facilidad. Cuando se dice aquí que Job poseía la racionalidad máxima, esto se dice en relación con su humanidad y su conducta delante de Dios. Al ser honesto, Job era capaz de creer en la soberanía de Dios y obedecerla, y esto le proporcionó un conocimiento que otros no podían obtener. Esto lo capacitó para discernir, juzgar y definir con mayor precisión lo que le aconteció, permitiéndole así decidir de forma más exacta y perspicaz qué hacer y a qué aferrarse con firmeza. Es decir, sus palabras, su conducta, los principios subyacentes a sus actos, y el código mediante el cual actuaba, eran correctos, claros y específicos, en lugar de ciegos, impulsivos o emocionales. Sabía cómo lidiar con todo lo que le ocurría, cómo equilibrar y manejar las relaciones entre acontecimientos complejos, cómo aferrarse al camino al que debía asirse con firmeza y, además, sabía cómo lidiar con lo que Jehová Dios le daba y le quitaba. Esta era la racionalidad de Job, la que le permitió decir “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová”,* cuando perdió sus activos y sus hijos.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 51

La cara real de Job: verdadera, pura y sin falsedad

Leamos Job 2:7-8: “Entonces Satanás salió de la presencia de Jehová y atormentó a Job con una sarna dolorosa desde la planta de sus pies hasta la parte superior de su cabeza. Y agarraba un pedazo de vasija para que se rascara y estaba sentado en medio de cenizas”.* Esta es una descripción de la conducta de Job cuando las llagas aparecieron por todo su cuerpo. En ese momento, se sentó sobre cenizas para soportar su dolor. Nadie trataba con él ni le ayudaba a aliviar el dolor de su cuerpo; tenía que usar un tiesto para rascarse las llagas. Superficialmente, era tan solo una etapa en el tormento de Job, y no tiene relación con su humanidad ni con su temor de Dios, porque Job no dijo nada que pusiese de manifiesto su estado de ánimo ni sus opiniones, en aquel momento. Sin embargo, sus acciones y su conducta siguen siendo una expresión verdadera de su humanidad. En el relato del capítulo anterior leímos que Job era el más grande de todos los orientales. Mientras tanto, este pasaje del segundo capítulo nos muestra que este gran hombre de Oriente de hecho cogió un tiesto para rascarse, mientras estaba sentado en medio de las cenizas. ¿No existe un contraste obvio entre estas dos descripciones? Es un contraste que nos muestra el verdadero ser de Job: a pesar de su posición y estatus de prestigio, nunca los había amado ni les había prestado atención alguna; no le preocupaba cómo vieran otros su posición ni que sus acciones o conducta pudieran tener un efecto negativo en la misma; no se entregó al disfrute de los beneficios del estatus ni disfrutó de la gloria que venía con el estatus y la posición. Sólo le importaba su propia valía y el sentido de su vivir a los ojos de Jehová Dios. El verdadero ser de Job era su propia esencia: no amaba la fama ni la fortuna, ni vivía para ellas; era sincero, puro, y sin falsedad.

La separación de Job del amor y el odio

Otro lado de la humanidad de Job se pone de manifiesto en este diálogo entre él y su esposa: “Entonces su mujer le dijo: ¿Aún conservas tu integridad? Maldice a Dios y muérete. Pero él le dijo: Como habla cualquier mujer necia, has hablado. ¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?” (Job 2:9-10). Viendo el tormento que estaba sufriendo, la esposa de Job intentó aconsejarle para ayudarle a escapar de este, pero las “buenas intenciones” no obtuvieron la aprobación de Job; más bien, despertaron su enojo, porque ella negaba su fe en Jehová Dios, su obediencia a Él y también Su existencia. Esto le resultaba intolerable, porque él nunca se había permitido hacer nada que se opusiera a Dios o le hiciera daño, por no mencionar a los demás. ¿Cómo podía permanecer indiferente cuando oía a otros blasfemar contra Dios y le insultaban? Por eso llamó a su esposa “mujer tonta”. La actitud de Job hacia ella era de enojo y odio, así como de reproche y reprimenda. Era la expresión natural de la humanidad de Job que diferenciaba entre el amor y el odio, y una representación verdadera de su recta humanidad. Job poseía un sentido de la justicia que le hacía odiar los vientos y las mareas de la maldad, así como aborrecer, condenar y rechazar la absurda herejía, los argumentos ridículos, y las afirmaciones disparatadas, y le permitía aferrarse a sus propios principios y su postura correctos cuando las masas lo rechazaron y sus seres cercanos desertaron de él.

La bondad y la sinceridad de Job

Dado que podemos ver la expresión de diversos aspectos de la humanidad de Job en su conducta, ¿qué vemos la humanidad de Job cuando abrió su boca para maldecir el día de su nacimiento? Este es el tema que compartiremos a continuación.

Con anterioridad he hablado de por qué maldijo Job el día de su nacimiento. ¿Qué veis en esto? Si él hubiera sido insensible, sin amor, frío y sin emociones, y despojado de humanidad, ¿podría haberse preocupado por el deseo del corazón de Dios? ¿Podría haber despreciado el día de su nacimiento porque le importaba el corazón de Dios? En otras palabras, si Job hubiera sido insensible y sin humanidad, ¿se habría angustiado por el dolor de Dios? ¿Habría maldecido el día de su nacimiento porque afligiera a Dios? La respuesta es: ¡rotundamente no! Como era bondadoso, se preocupaba por el corazón de Dios; y como se preocupaba por el corazón de Dios, sentía Su dolor; como era bondadoso, sufría un mayor tormento como consecuencia de sentir el dolor de Dios; como sentía el dolor de Dios, comenzó a aborrecer el día de su nacimiento, y por eso lo maldijo. Para los extraños, toda la conducta de Job mientras duraron sus pruebas es ejemplar. Sólo su maldición del día de su nacimiento deja un interrogante sobre su perfección y rectitud, o provee una valoración diferente. En realidad, esta fue la expresión más verdadera de la esencia de su humanidad. Esta no estaba oculta ni empaquetada, ni la revisaba nadie más. Cuando maldijo el día de su nacimiento, demostró la bondad y la sinceridad existentes en lo profundo de su corazón; era como un manantial cuyas aguas son tan claras y transparentes que revelan su fondo.

Una vez sabido todo esto sobre Job, la mayoría de las personas podrán hacer una valoración más precisa y objetiva de la esencia de su humanidad. También deberían tener un entendimiento y una apreciación profundos, prácticos y más avanzados de la perfección y la rectitud de Job a las que Dios se refiere. Con suerte, este entendimiento y esta apreciación ayudarán a las personas a embarcarse en el camino de temer a Dios y apartarse del mal.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 52

La relación entre el hecho de que Dios entregara a Job a Satanás y los objetivos de Su obra

Aunque la mayoría de las personas reconoce ahora que Job era perfecto y recto, y que temía a Dios y se apartaba del mal, este reconocimiento no les proporciona mayor entendimiento del propósito divino. Al mismo tiempo que envidian la humanidad y la búsqueda de Job, le plantean la siguiente pregunta a Dios: Job era tan perfecto y recto, las personas lo adoran tanto, entonces, ¿por qué lo entregó Dios a Satanás y lo sometió a tanto tormento? Estas preguntas están destinadas a existir en los corazones de muchas personas o, más bien, esta duda es la pregunta en ellos. Como ha confundido a tanta gente, debemos abrir esta cuestión y explicarla de manera adecuada.

Todo lo que Dios hace es necesario, y posee un sentido extraordinario, porque todo lo que lleva a cabo en el hombre concierne a Su gestión y la salvación de la humanidad. Naturalmente, la obra que Dios realizó en Job no es distinta, aunque Job fuera perfecto y recto a los ojos de Dios. En otras palabras, independientemente de lo que Él hace o de los medios por los que lo hace, del coste o de Su objetivo, el propósito de Sus acciones no cambia. Su propósito consiste en introducir en el hombre las palabras, los requisitos y la voluntad de Dios para él; dicho de otro modo, esto es introducir en el ser humano todo lo que Él cree positivo según Sus pasos, permitiéndole comprender Su corazón y entender Su esencia, así como obedecer Su soberanía y Sus disposiciones, para que él pueda alcanzar el temor de Dios y apartarse del mal; todo esto es un aspecto del propósito de Dios en todo lo que Él hace. El otro aspecto es que, siendo Satanás el contraste y el objeto de servicio en la obra de Dios, el hombre queda a menudo en sus manos; este es el medio que Él usa para permitirles a las personas ver en las tentaciones y ataques de Satanás la maldad, la fealdad y lo despreciable de Satanás, provocando así que las personas lo aborrezcan y sean capaces de conocer y reconocer aquello que es negativo. Este proceso les permite liberarse gradualmente del control de Satanás, de sus acusaciones, interferencias y ataques hasta que, gracias a las palabras de Dios, su conocimiento de Él y su obediencia a Él, así como su fe en Él y su temor de Él, triunfen sobre los ataques y las acusaciones de Satanás. Solo entonces se habrán liberado por completo del campo de acción de Satanás. La liberación de las personas significa que Satanás ha sido derrotado, que ellas han dejado de ser comida en su boca y que, en lugar de tragárselos, Satanás ha renunciado a ellos. Esto se debe a que esas personas son rectas, tienen fe, obediencia, y le temen a Dios, y porque rompen del todo con Satanás. Acarrean vergüenza sobre este, lo convierten en un cobarde, y lo derrotan por completo. Su convicción al seguir a Dios, su obediencia a Él y su temor de Él derrotan a Satanás, y hacen que este las abandone completamente. Sólo las personas como estas han sido verdaderamente ganadas por Dios, y este es Su objetivo supremo al salvar al hombre. Si desean ser salvados y totalmente ganados por Dios, entonces todos los que le siguen deben afrontar tentaciones y ataques, tanto grandes como pequeños, de Satanás. Los que emergen de estas tentaciones y ataques, y son capaces de derrotar por completo a Satanás son aquellos a los que Dios ha salvado. Es decir, los salvos por Él son los que han pasado por Sus pruebas, y han sido tentados y atacados por Satanás innumerables veces. Estos entenderán Su voluntad y Sus requisitos, pueden someterse a Su soberanía y a Sus disposiciones, y no abandonan el camino de temer a Dios y apartarse del mal en medio de las tentaciones de Satanás. Los salvados en Él son honestos, bondadosos, diferencian entre el amor y el odio, tienen sentido de la justicia, son racionales, capaces de preocuparse por Dios y valorar todo lo que es de Él. Satanás no puede atar, espiar, acusar a estas personas ni maltratarlas; son completamente libres, han sido liberadas y puestas por completo en libertad. Job era exactamente ese hombre de libertad, y esta es justo la relevancia de que Dios lo ha entregado a Satanás.

Satanás maltrató a Job, pero este obtuvo libertad y liberación eternas, así como el derecho a no estar sometido nunca más a la corrupción, al abuso y a las acusaciones de Satanás, para vivir a la luz del rostro de Dios, libre y sin estorbos, en medio de las bendiciones que Dios le ha dado. Nadie podía quitarle, destruir, o incautar este derecho. Se le había concedido como contraprestación por su fe, su determinación, su obediencia a Dios y su temor de Él; Job pagó el precio de su vida para obtener gozo y felicidad sobre la tierra, el derecho y la legitimación ordenados por el Cielo y reconocidos en la tierra, de adorar al Creador sin interferencias como una verdadera criatura de Dios en la tierra. Esas fueron las mayores consecuencias de las tentaciones que Job soportó.

Cuando las personas tienen que ser salvas aún, Satanás interfiere a menudo en sus vidas y hasta las controla. En otras palabras, los que no son salvos son prisioneros de Satanás, no tienen libertad; él no ha renunciado a ellos, no son aptos ni tienen derecho de adorar a Dios, y Satanás los persigue de cerca y los ataca despiadadamente. Esas personas no tienen felicidad ni derecho a una existencia normal, ni dignidad de los que hablar. Sólo serás salvo y libre si te levantas y luchas contra él, usando tu fe en Dios, tu obediencia a Él y tu temor de Él como armas para librar una batalla a vida o muerte contra él, y lo derrotas por completo, haciéndole huir con el rabo entre las patas, acobardado cada vez que te vea y abandonando completamente sus ataques y sus acusaciones contra ti. Si estás decidido a romper totalmente con Satanás, pero no estás equipado con las armas que te ayudarán a derrotarlo, seguirás estando en peligro. Si el tiempo pasa y él te ha torturado tanto que no te queda ni una pizca de fuerza, pero sigues siendo incapaz de dar testimonio, sigues sin liberarte por completo de las acusaciones y los ataques de Satanás contra ti, tendrás poca esperanza de salvación. Al final, cuando se proclame la conclusión de la obra de Dios, seguirás estando en sus garras, incapaz de liberarte, y por tanto no tendrás nunca oportunidad ni esperanza. La implicación es, pues, que esas personas serán totalmente cautivas de Satanás.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 53

Acepta las pruebas de Dios, vence las tentaciones de Satanás, y permite que Él gane todo tu ser

Durante la obra de la provisión y sustento de Dios continuos para el hombre, Él le comunica a este Su voluntad y todos Sus requisitos, y le muestra Sus hechos, Su carácter, y lo que Él tiene y es. El objetivo es equipar al hombre con una estatura, y permitirle obtener diversas verdades suyas mientras este le sigue, verdades que son las armas que Él proporciona para luchar contra Satanás. Equipado así, el hombre debe afrontar las pruebas de Dios. Él tiene muchos medios y vías para ponerle a prueba, pero cada uno de ellos requiere la “cooperación” del enemigo de Dios: Satanás. Es decir, habiéndole dado las armas con las que luchar contra Satanás, Dios le entrega el hombre a este y le permite “probar” su estatura. Si el hombre puede romper las formaciones de batalla de Satanás, escapar de su cerco y seguir viviendo, habrá superado la prueba. Pero si es incapaz de hacerlo, y se somete a Satanás, no habrá superado la prueba. Cualquiera que sea el aspecto del hombre que Dios examine, el criterio de Su examen consiste en ver si se mantiene o no firme en su testimonio cuando Satanás le ataque, o si abandona o no a Dios, rindiéndose y sometiéndose a él cuando este lo tiene atrapado. Puede decirse que, que el hombre pueda ser o no salvado, depende de que él pueda superar y derrotar a Satanás; y que él pueda ganar o no la libertad, depende de que sea capaz de levantar, por sí mismo, las armas que Dios le ha dado para superar la esclavitud de Satanás, haciendo que este abandone por completo la esperanza y lo deje en paz. Si Satanás pierde la esperanza y renuncia a alguien, quiere decir que nunca más intentará quitarle esa persona a Dios, nunca más la acusará ni interferirá en ella, no la torturará ni atacará más gratuitamente; Dios sólo ganará verdaderamente a alguien así. Este es todo el proceso por el cual Dios gana a las personas.

La advertencia y la ilustración provistas por el testimonio de Job para las generaciones posteriores

Al mismo tiempo que las personas entienden el proceso por el cual Dios gana totalmente a alguien, también entienden los objetivos y la relevancia de la consignación de Job a Satanás hecha por Dios. Su tormento ya no inquieta a las personas que aprecian su relevancia de una forma nueva. Ya no les preocupa verse sometidas a la misma tentación que Job ni se oponen más a la llegada de las pruebas de Dios ni las rechazan. La fe, la obediencia y el testimonio de Job de su victoria sobre Satanás han sido una fuente de inmensa ayuda y aliento para los seres humanos. En Job ven esperanza para su propia salvación, y perciben que a través de la fe, la obediencia y el temor de Dios es totalmente posible derrotar a Satanás, y prevalecer sobre él. Ven que mientras se sometan a la soberanía y las disposiciones de Dios, y siempre que posean la determinación y la fe para no abandonarle después de haberlo perdido todo, pueden acarrear vergüenza y derrotar sobre Satanás, y que sólo necesitan poseer la determinación y la perseverancia de mantenerse firmes en su testimonio —aunque esto signifique perder su vida— para que este se acobarde y se retire apresuradamente. El testimonio de Job es una advertencia para las generaciones posteriores, y les indica que si no derrotan a Satanás, nunca podrán librarse de sus acusaciones e interferencias ni podrán escapar jamás de sus abusos y ataques. El testimonio de Job ha esclarecido a las generaciones posteriores. Este esclarecimiento enseña a las personas que solo siendo perfectas y rectas serán capaces de temer a Dios y apartarse del mal; les enseña que sólo temiendo a Dios y apartándose del mal pueden dar un testimonio fuerte y resonante de Dios; sólo si dan un testimonio fuerte y resonante de Dios, nunca más podrán ser controladas por Satanás y vivir bajo la dirección y protección de Dios, y sólo entonces serán verdaderamente salvas. Todos los que procuran la salvación deberían emular la personalidad de Job y la búsqueda de su vida. Lo que él vivió durante toda su vida y su conducta en medio de sus pruebas es un preciado tesoro para todos los que buscan el camino de temer a Dios y apartarse del mal.

El testimonio de Job trae consuelo a Dios

Si os digo ahora que Job es un hombre encantador, quizás no seáis capaces de apreciar el sentido subyacente a estas palabras ni de comprender el sentimiento que respalda la razón por la que he hablado todas estas cosas; pero esperad hasta el día cuando hayáis experimentado las mismas pruebas que Job o parecidas, cuando hayáis pasado por la adversidad, cuando hayáis experimentado pruebas dispuestas personalmente por Dios para vosotros; cuando des todo tu ser, y soportes la humillación y las dificultades a fin de prevalecer sobre Satanás y dar testimonio de Dios en medio de las tentaciones, entonces podrás apreciar la relevancia de estas palabras que pronuncio. En ese momento, te sentirás infinitamente inferior a Job, sentirás lo encantador que es y lo digno de ser emulado. Cuando llegue ese tiempo, te darás cuenta de la importancia de estas palabras clásicas proferidas por Job para quien sea corrupto y viva en estos tiempos, así como de lo difícil que les resulta a las personas de hoy conseguir lo que Job logró. Cuando te parezca difícil, apreciarás cuán angustiado y preocupado está el corazón de Dios, cuán alto es el precio pagado por Él para ganar a esas personas, y cuán precioso es lo que Él hace e invierte por la humanidad. Ahora que habéis oído estas palabras, ¿tenéis un entendimiento preciso y una valoración correcta de Job? A vuestros ojos, ¿era Job un hombre verdaderamente perfecto y recto que temía a Dios y se apartaba del mal? Creo que la mayoría de las personas dirán sin duda que sí. Y es que las realidades del comportamiento de Job y lo que este reveló son innegables para cualquier hombre y para Satanás. Son la prueba más poderosa de su triunfo sobre este. La prueba se produjo en Job, y fue el primer testimonio que Dios recibió. Por consiguiente, cuando triunfó en las tentaciones de Satanás y dio testimonio de Él, Dios vio esperanza en Job, y esto consoló Su corazón. Desde el momento de la creación hasta los días de Job, fue la primera vez que Dios experimentó lo que era el consuelo, y lo que significaba ser reconfortado por el hombre. Era la primera vez que veía y obtenía un testimonio verdadero sobre Él.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 54

Mediante su capacidad auditiva, Job escucha hablar de Dios (Pasajes seleccionados)

Job 9:11  Si Él pasara junto a mí, no le vería; si me pasara adelante, no le percibiría.

Job 23:8-9  He aquí, me adelanto, y Él no está allí, retrocedo, pero no le puedo percibir; cuando se manifiesta a la izquierda, no le distingo, se vuelve a la derecha, y no le veo.

Job 42:2-6  Yo sé que tú puedes hacer todas las cosas, y que ningún propósito tuyo puede ser estorbado. “¿Quién es este que oculta el consejo sin entendimiento?”. Por tanto, he declarado lo que no comprendía, cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no sabía. “Escucha ahora, y hablaré; te preguntaré y tú me instruirás”. He sabido de ti solo de oídas, pero ahora mis ojos te ven. Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza.

Aunque Dios no se ha revelado a Job, él cree en Su soberanía

¿Cuál es la idea central de estas palabras? ¿Os habéis dado cuenta de que aquí hay una realidad? En primer lugar, ¿cómo supo Job que había un Dios? ¿Entonces cómo sabía que los cielos y la tierra, y todas las cosas, son gobernados por Dios? Hay un pasaje que responde estas dos preguntas: “He sabido de ti solo de oídas, pero ahora mis ojos te ven. Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza”. De estas palabras aprendemos que, en lugar de haber visto a Dios con sus propios ojos, Job había sabido de Él a partir de la leyenda. Bajo estas circunstancias comenzó a andar por el camino de seguir a Dios, tras lo cual confirmó Su existencia en su vida, y entre todas las cosas. Aquí encontramos un hecho innegable; ¿cuál es? A pesar de ser capaz de seguir el camino de temer a Dios y apartarse del mal, Job nunca lo había visto. ¿Acaso no era igual, en esto, a las personas actuales? Job nunca había visto a Dios, lo que implica que aunque había oído de Él, no sabía dónde estaba, cómo era ni qué estaba haciendo. Todos estos son factores subjetivos; objetivamente hablando, aunque seguía a Dios, Él nunca se le apareció ni le habló. ¿No es esto una realidad? Aunque Él no le había hablado a Job ni le había dado ningún mandamiento, este había visto Su existencia, observaba Su soberanía entre todas las cosas y en leyendas en las que había oído de Dios mediante el sentido auditivo, tras lo cual comenzó a vivir temiendo a Dios y apartándose del mal. Estos eran los orígenes y el proceso por los cuales Job seguía a Dios. Pero, independientemente de su forma de temerle y de apartarse del mal, de cómo se agarrara firmemente a su integridad, Dios nunca se le apareció. Leamos este pasaje. Él dijo: “Si Él pasara junto a mí, no le vería; si me pasara adelante, no le percibiría” (Job 9:11). Lo que estas palabras están indicando es que Job podría, o no, haber sentido a Dios a su alrededor; sin embargo, nunca lo pudo ver. Había momentos en los que se lo imaginaba pasando delante de él, actuando, o guiando al ser hombre, pero nunca lo había conocido. Dios viene al hombre cuando este no lo espera; el ser humano no sabe cuándo Dios viene a él ni dónde lo hace, porque no puede verlo y, por tanto, para el hombre Dios está escondido de él.

La fe de Job en Dios no se tambalea por el hecho de que Dios esté escondido de él

En el siguiente pasaje de las escrituras, Job dice: “He aquí, me adelanto, y Él no está allí, retrocedo, pero no le puedo percibir; cuando se manifiesta a la izquierda, no le distingo, se vuelve a la derecha, y no le veo” (Job 23:8-9). En este relato, aprendemos que en las experiencias de Job, Dios se había escondido totalmente de él; no se le había aparecido ni le había hablado abiertamente palabra alguna, pero en su corazón, Job confiaba en la existencia de Dios. Siempre había creído que Él podía estar caminando delante de él, o actuando a su lado, y que aunque no podía verlo, estaba junto a él gobernando su todo sobre él. Job nunca había visto a Dios, pero podía mantenerse fiel a su fe, algo que ninguna otra persona podía hacer. ¿Por qué no podían otras personas hacer esto? Porque Dios no habló a Job ni se le apareció, y si no hubiera creído de verdad, no habría podido seguir adelante ni haberse aferrado al camino de temer a Dios y apartarse del mal. ¿No es esto cierto? ¿Cómo te sientes cuando lees sobre Job pronunciando estas palabras? ¿Sientes que la perfección y la rectitud de Job, y su justicia delante de Dios, son reales y no una exageración por parte de Dios? Aunque Él tratara a Job igual que a otras personas, y no se le apareciera ni le hablara, él seguía firme en su integridad, continuaba creyendo en Su soberanía y, además, ofrecía con frecuencia holocaustos y oraba delante de Dios como consecuencia de su miedo a ofenderle. En su capacidad de temerle sin haberlo visto, percibimos cuánto amaba las cosas positivas, y cuán firme y real era su fe. No negaba la existencia de Dios porque estuviera escondido de él ni perdía su fe, abandonándolo por no haberle visto nunca. En su lugar, en medio de la obra oculta de Dios de gobernar todas las cosas, había sido consciente de Su existencia, y sentía Su soberanía y Su poder. No dejó de ser recto porque Dios estuviera escondido ni abandonó el camino de temerle y apartarse del mal porque Él nunca se le apareciera. Job nunca había pedido que Dios se le manifestara abiertamente para demostrar Su existencia, porque ya había observado Su soberanía en medio de todas las cosas, y creía haber obtenido las bendiciones y las gracias que otros no habían recibido. Aunque Dios seguía escondido para él, su fe en Él nunca se tambaleó. Así pues, cosechó lo que nadie más tenía: la aprobación y la bendición de Dios.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 55

Job bendice el nombre de Dios y no piensa en las bendiciones o el desastre

Hay un hecho al que nunca se hace referencia en las historias de Job en las Escrituras, y hoy nos centraremos en él. Aunque Job nunca había visto a Dios ni había oído Sus palabras con sus propios oídos, Él tenía un lugar en su corazón. ¿Cuál era la actitud de Job hacia Dios? Era, como ya mencionamos anteriormente, “bendito sea el nombre de Jehová”.* Bendecía el nombre de Dios de manera incondicional, sin reservas y sin razones. Vemos que le había entregado su corazón, permitiendo que Él lo controlara; todo lo que pensaba, lo que decidía, y lo que planeaba en su corazón estaba expuesto abiertamente para Dios y no cerrado a Él. Su corazón no se oponía a Él, y nunca le pidió que hiciera algo por él, que le concediera algo ni albergó deseos extravagantes de conseguir alguna cosa por su adoración a Dios. Job no habló de negocios con Dios, y no le pidió ni le exigió nada. Alababa Su nombre por el gran poder y autoridad de este en Su dominio de todas las cosas, y no dependía de si obtenía bendiciones o si el desastre lo golpeaba. Job creía que, independientemente de que Dios bendiga a las personas o acarree el desastre sobre ellas, Su poder y Su autoridad no cambiarán; y así, cualesquiera que sean las circunstancias de la persona, debería alabar el nombre de Dios. Que Dios bendiga al hombre se debe a Su soberanía, y también cuando el desastre cae sobre él. El poder y la autoridad divinos dominan y organizan todo lo del hombre; los caprichos de la fortuna del ser humano son la manifestación de estos, e independientemente del punto de vista que se tenga, se debería alabar el nombre de Dios. Esto es lo que Job experimentó y llegó a conocer durante los años de su vida. Todos sus pensamientos y sus actos llegaron a los oídos de Dios, y a Su presencia, y Él los consideró importantes. Dios estimaba este conocimiento de Job, y le valoraba a él por tener un corazón así, que siempre aguardaba el mandato de Dios, en todas partes, y cualesquiera que fueran el momento o el lugar aceptaba lo que le sobreviniera. Job no le ponía exigencias a Dios. Lo que se exigía a sí mismo era esperar, aceptar, afrontar, y obedecer todas las disposiciones que procedieran de Él; creía que esa era su obligación, y era precisamente lo que Él quería. Nunca había visto a Dios ni le había oído hablar palabra alguna, emitir mandato alguno, comunicar una enseñanza o instruirlo sobre algo. En palabras actuales, que fuera capaz de poseer semejante conocimiento de Dios y una actitud así hacia Él, aun cuando Él no le había facilitado esclarecimiento, dirección ni provisión respecto a la verdad, era algo valioso; que demostrara estas cosas bastaba para Dios, que elogió y apreció su testimonio. Job nunca le había visto ni oído pronunciar personalmente ninguna enseñanza para él, pero para Dios su corazón y él mismo eran mucho más preciados que esas personas que, delante de Él, solo podían hablar de profundas teorías, jactarse, y departir sobre ofrecer sacrificios, pero nunca habían tenido un conocimiento verdadero de Dios ni le habían temido en realidad. Y es que el corazón de Job era puro, no estaba escondido de Dios, su humanidad era honesta y bondadosa, y amaba la justicia y lo que era positivo. Sólo un hombre así, con un corazón y una humanidad semejante era capaz de seguir el camino de Dios, de temerle y apartarse del mal. Este tipo de hombre podía ver la soberanía, la autoridad y el poder de Dios, a la vez que tenía la capacidad de lograr la obediencia a Su soberanía y a Sus disposiciones. Sólo un hombre así podía alabar realmente el nombre de Dios, porque no consideraba si Él lo bendecía o traía el desastre sobre él, porque sabía que Su mano lo controla todo, y la preocupación del hombre es señal de necedad, ignorancia e insensatez, de dudas hacia la realidad de la soberanía de Dios sobre todas las cosas, y de no temerle. El conocimiento de Job era precisamente lo que Dios quería. ¿Acaso tenía Job un mayor conocimiento teórico de Dios que vosotros? La obra y las declaraciones divinas en aquella época eran muy pocas, y no resultaba fácil adquirir el conocimiento de Dios. Ese logro de Job no era una nimiedad. Él no había experimentado la obra de Dios ni le había oído hablar, ni había visto Su rostro. Que fuera capaz de tener esa actitud hacia Él era la consecuencia de su humanidad y su búsqueda personal, que las personas no poseen hoy. De ahí que, en aquel tiempo, Dios declaró: “No hay ningún otro como él en la tierra, un hombre perfecto y recto”.* Él ya había efectuado esa valoración de Job y había llegado a esa conclusión. ¿Cuánto más cierta sería hoy?

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 56

Aunque Dios está escondido del hombre, Sus hechos entre todas las cosas son suficientes para que el hombre le conozca

Job no había visto el rostro de Dios ni había oído palabras pronunciadas por Él, y mucho menos experimentado personalmente Su obra; sin embargo, todos han sido testigos de su temor de Dios y de su testimonio durante las pruebas; Él los ama, se deleita en ellos y los elogia, y las personas los envidian, admiran, y además cantan sus alabanzas. No había nada extraordinario ni grandioso en su vida: como cualquier persona ordinaria, vivía una vida común y corriente: salía a trabajar al amanecer y regresaba al hogar para descansar al anochecer. La diferencia es que durante varias décadas poco destacables de su vida, adquirió una perspectiva del camino de Dios, fue consciente y entendió Su gran poder y Su soberanía, como ninguna otra persona lo había hecho nunca. No era más listo que cualquier otra persona común, su vida no era especialmente férrea ni, aún menos, él tampoco tenía habilidades especiales invisibles. Sin embargo, poseía una personalidad honesta, bondadosa y recta, que amaba la ecuanimidad, la justicia, y las cosas positivas, algo que la mayoría de las personas ordinarias no poseen. Diferenciaba entre el amor y el odio, tenía sentido de la justicia, era inflexible y persistente, y prestó meticulosa atención al detalle en su pensamiento. Así, durante su tiempo común y corriente sobre la tierra vio todas las cosas extraordinarias que Dios había hecho, Su grandeza, Su santidad y Su justicia; Su preocupación por el hombre, Su gracia y Su protección sobre este, así como la honorabilidad y la autoridad del Dios supremo. La primera razón por la que Job fue capaz de obtener estas cosas, que estaban fuera del alcance de cualquier persona normal, era que tenía un corazón puro; este le pertenecía a Dios, y el Creador lo dirigía. La segunda razón era su búsqueda: procuraba ser impecable y perfecto, alguien que cumpliera la voluntad del Cielo, que fuera amado por Dios, y que se apartara del mal. Job poseía y buscaba estas cosas aunque fuera incapaz de ver a Dios u oír Sus palabras; aunque nunca le había visto, había llegado a conocer los medios por los que Él domina todas las cosas, y entendió la sabiduría con la que Él lo hace. Aunque nunca había oído las palabras habladas por Dios, Job sabía que el recompensar al hombre y el quitarle cosas, todo procede de Él. Aunque los años de su vida no fueron diferentes de los de una persona ordinaria, no permitió que lo poco destacado de su existencia afectase a su conocimiento de la soberanía de Dios sobre todas las cosas, o a seguir el camino de temer a Dios y apartarse del mal. A sus ojos, las leyes de todas las cosas estaban llenas de Sus hechos, y Su soberanía podía contemplarse en cualquier parte de la vida de la persona. No había visto a Dios, pero era capaz de darse cuenta de que Sus hechos están por todas partes, y durante su tiempo común y corriente sobre la tierra, fue capaz de ver y de ser consciente de los hechos extraordinarios y maravillosos de Dios, y Sus maravillosas disposiciones, en cada rincón de su vida. Que Dios estuviese escondido y en silencioso no le estorbó para tomar consciencia de Sus hechos ni afectó a su conocimiento de Su soberanía sobre todas las cosas. Su existencia fue la comprensión, durante su vida diaria, de la soberanía y de las disposiciones de Dios, quien está escondido entre todas las cosas. En ella también oyó y entendió la voz del corazón de Dios y las palabras de Dios, quien permanece callado entre todas las cosas, pero que expresa la voz de Su corazón y Sus palabras al gobernar las leyes de todas las cosas. Ves, pues, que si las personas tienen la misma humanidad y búsqueda que Job, pueden obtener la misma conciencia y conocimiento, y adquirir el mismo entendimiento y conocimiento de la soberanía de Dios sobre todas las cosas que él. Dios no se le había aparecido ni le había hablado, pero él fue capaz de ser perfecto y recto, de temerle y apartarse del mal. En otras palabras, sin que Dios se le aparezca o le hable al hombre, Sus hechos entre todas las cosas y Su soberanía sobre estas son suficientes para que el ser humano sea consciente de Su existencia, Su poder y Su autoridad; estos dos últimos son suficientes para que el hombre siga el camino de temer a Dios y apartarse del mal. Si una persona corriente como Job fue capaz de hacer esto, cualquier ser humano ordinario que siga a Dios también debería poder hacerlo. Aunque estas palabras suenen, quizás, como una deducción lógica, no contraviene las leyes de las cosas. Sin embargo, los hechos no han estado a la altura de las expectativas: podría parecer que temer a Dios y apartarse del mal es terreno exclusivo de Job. Cuando se menciona “temer a Dios y apartarse del mal”, las personas piensan que solo Job debería hacerlo, como si ese camino llevara la etiqueta con su nombre y no guardara relación con otras personas. La razón es clara: como sólo Job poseía una personalidad honesta, bondadosa, y recta, amaba la ecuanimidad, la justicia y las cosas positivas, sólo él podría seguir el camino de temer a Dios y apartarse del mal. Todos debéis de haber entendido la implicación aquí: como nadie posee una humanidad honesta, bondadosa y recta, que ame la ecuanimidad, la justicia y lo que es positivo, nadie puede temer a Dios y apartarse del mal; por tanto nunca podrá obtener el gozo de Dios ni mantenerse firme en medio de las pruebas. Esto significa, asimismo, que a excepción de Job, todas las personas siguen atadas y atrapadas por Satanás; todas están acusadas, atacadas y maltratadas por este. Están las que Satanás trata de tragarse; ninguna tiene libertad, son prisioneras que han sido capturadas por Satanás.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 57

Si el corazón del hombre está enemistado con Dios, ¿cómo puede temerle y apartarse del mal?

Como las personas actuales no poseen la misma humanidad que Job, ¿qué hay de la naturaleza y esencia, y de su actitud hacia Dios? ¿Temen a Dios? ¿Se apartan del mal? Los que no temen a Dios ni se apartan del mal solo pueden definirse con tres palabras: “enemigos de Dios”. Pronunciáis a menudo estas tres palabras, pero nunca habéis conocido su verdadero significado. Tienen contenido en sí mismas: no están diciendo que Dios vea al hombre como enemigo, sino que es el hombre quien le ve a Él así. Primero, cuando las personas comienzan a creer en Él, ¿quién de ellas no tiene sus propios objetivos, motivaciones y ambiciones? Aunque una parte de ellas crea en la existencia de Dios y la haya visto, su creencia en Él sigue conteniendo esas motivaciones, y su objetivo final es recibir Sus bendiciones y las cosas que desean. En sus experiencias vitales piensan a menudo: “He abandonado a mi familia y mi carrera por Dios, ¿y qué me ha dado Él? Debo sumarlo todo y confirmarlo: ¿He recibido bendiciones recientemente? He dado mucho durante este tiempo, he corrido y corrido, y he sufrido mucho; ¿me ha dado Dios alguna promesa a cambio? ¿Ha recordado mis buenas obras? ¿Cuál será mi final? ¿Puedo recibir Sus bendiciones?…”. Toda persona hace, constantemente esas cuentas en su corazón, y le ponen exigencias a Dios que incluyen sus motivaciones, sus ambiciones y una mentalidad de transacciones. Es decir, el hombre le está poniendo incesantemente a prueba en su corazón, ideando planes sobre Él, defendiendo ante Él su propio fin, tratando de arrancarle una declaración, viendo si Él puede o no darle lo que quiere. Al mismo tiempo que busca a Dios, el hombre no lo trata como tal. El hombre siempre ha intentado hacer tratos con Él, exigiéndole cosas sin cesar, y hasta presionándolo a cada paso, tratando de tomar el brazo cuando le dan la mano. A la vez que intenta hacer tratos con Dios, también discute con Él, e incluso hay personas que, cuando les sobrevienen las pruebas o se encuentran en ciertas circunstancias, con frecuencia se vuelven débiles, pasivos y holgazanes en su trabajo, y se quejan mucho de Él. Desde el momento que empezó a creer en Él por primera vez, el hombre lo ha considerado una cornucopia, una navaja suiza, y se ha considerado Su mayor acreedor, como si tratar de conseguir bendiciones y promesas de Dios fuera su derecho y obligación inherentes, y la responsabilidad de Dios protegerlo, cuidar de él y proveer para él. Tal es el entendimiento básico de la “creencia en Dios” de todos aquellos que creen en Él, y su comprensión más profunda del concepto de creer en Él. Desde la naturaleza y esencia del hombre a su búsqueda subjetiva, nada tiene relación con el temor de Dios. El objetivo del hombre de creer en Dios, no es posible que tenga nada que ver con la adoración a Dios. Es decir, el hombre nunca ha considerado ni entendido que la creencia en Él requiera que se le tema y adore. A la luz de tales condiciones, la esencia del hombre es obvia. ¿Cuál es? El corazón del hombre es maligno, alberga traición y astucia, no ama la ecuanimidad, la justicia ni lo que es positivo; además, es despreciable y codicioso. El corazón del hombre no podría estar más cerrado a Dios; no se lo ha entregado en absoluto. Él nunca ha visto el verdadero corazón del hombre ni este lo ha adorado jamás. No importa cuán grande sea el precio que Dios pague, cuánta obra Él lleve a cabo o cuánto le provea al hombre, este sigue estando ciego a ello y totalmente indiferente. El ser humano no le ha dado nunca su corazón a Dios, solo quiere ocuparse de su corazón, tomar sus propias decisiones; el trasfondo de esto es que no quiere seguir el camino de temer a Dios y apartarse del mal ni obedecer Su soberanía ni Sus disposiciones, ni adorar a Dios como tal. Este es el estado del hombre en la actualidad. Consideremos de nuevo a Job. Lo primero es: ¿hizo un trato con Dios? ¿Tenía motivos ocultos al aferrarse al camino de temer a Dios y apartarse del mal? En aquella época, ¿había hablado Dios a alguien sobre el fin venidero? En aquel momento, Dios no le había hecho promesas a nadie respecto al fin, y Job fue capaz de temer a Dios y apartarse del mal con ese trasfondo. ¿Salen bien paradas las personas actuales si las comparamos con Job? Hay mucha disparidad; juegan en ligas diferentes. Aunque Job no tenía mucho conocimiento de Dios, le había dado su corazón y este le pertenecía. Nunca hizo un trato con Él ni tuvo deseos o exigencias extravagantes para con Él, sino que creía que “Jehová dio y Jehová quitó”. Esto era lo que él había visto y obtenido al aferrarse al camino de temer a Dios y apartarse del mal durante muchos años de vida. De igual manera, también había llegado a la conclusión representada en las palabras siguientes: “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?”. Estas dos frases eran lo que él había visto y llegado a conocer como resultado de su actitud de obediencia a Dios, durante sus experiencias vitales. Eran, asimismo, sus armas más poderosas con las que triunfó durante las tentaciones de Satanás, y el fundamento de su firmeza en el testimonio de Dios. En este punto, ¿imagináis a Job como una persona agradable? ¿Esperáis ser como él? ¿Teméis tener que pasar por las tentaciones de Satanás? ¿Estáis decididos a pedirle a Dios que os someta a las mismas pruebas que Job? Sin duda, la mayoría de las personas no se atrevería a orar por estas cosas. Es evidente, pues, que vuestra fe es lamentablemente pequeña; en comparación con Job, vuestra fe es sencillamente indigna de mención. Sois enemigos de Dios, no le teméis, sois incapaces de manteneros firmes en vuestro testimonio de Él, y de triunfar sobre los ataques, las acusaciones y las tentaciones de Satanás. ¿Qué os hace aptos para recibir las promesas de Dios? Una vez oída la historia de Job y entendido el propósito de Dios de salvar al hombre y la relevancia de la salvación del hombre, ¿tenéis ahora la fe para aceptar las mismas pruebas que Job? ¿No deberíais tener un poco de determinación para poder seguir el camino de temer a Dios y apartarse del mal?

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II

Palabras diarias de Dios  Fragmento 58

No tengáis recelos hacia las pruebas de Dios

Tras recibir el testimonio de Job al finalizar sus pruebas, Dios decidió ganar un grupo o más de un grupo de personas como él, pero nunca más permitiría que Satanás atacara o maltratara a otra persona con los medios utilizados para tentar, atacar y maltratar a Job, apostando con Él; Dios no volvería a permitir que Satanás hiciera algo así al hombre, que es débil, insensato e ignorante. ¡Era suficiente con que hubiera tentado a Job! No consentirle a Satanás que maltrate a las personas como él quiera es la misericordia de Dios. Para Él fue suficiente con que Job sufriera la tentación y el maltrato de Satanás. Dios no le autorizó a repetir estas cosas nunca más, porque Él gobierna y orquesta la vida y todo lo relativo a quienes le siguen; Satanás no tiene derecho a manipular a su antojo a los escogidos de Dios. ¡Esto es algo que deberíais tener claro a estas alturas! Dios se preocupa de las debilidades del hombre, y entiende su insensatez e ignorancia. Aunque, para que el hombre pueda salvarse por completo, Él tiene que entregarlo a Satanás, no está dispuesto a ver que tome por tonto al hombre y lo maltrate, ni quiere verle sufrir siempre. Dios creó al hombre, y está perfectamente justificado que Él gobierne y disponga todo lo que tiene que ver con él; ¡esta es la responsabilidad de Dios, y la autoridad por la que domina todas las cosas! Él no permite que Satanás abuse del hombre ni que lo maltrate a su antojo, Él no permite que Satanás emplee diversos medios para extraviar al hombre, y además no permite que intervenga en Su soberanía sobre él, ni que pisotee y destruya las leyes por las que Dios gobierna todas las cosas; ¡esto, por no hablar de Su gran obra de gestión y salvación de la humanidad! Aquellos a quienes Dios desea salvar, y los que son capaces de dar testimonio de Él, son el núcleo y la cristalización de la obra del plan divino de gestión de seis mil años, así como el precio de Sus esfuerzos en todo ese tiempo de obra. ¿Cómo iba Dios a entregar a estas personas a Satanás a la ligera?

A menudo, las personas se preocupan por las pruebas de Dios y les temen, pero viven todo el tiempo en el lazo de Satanás, en un territorio peligroso en el que este las ataca y maltrata; sin embargo, no conocen el miedo y se muestran imperturbables. ¿Qué está ocurriendo? La fe del hombre en Dios sólo se limita a las cosas visibles. No tiene la más mínima apreciación del amor y de la preocupación de Dios por él ni de Su piedad y consideración hacia él. Excepto por un poco de inquietud y temor por las pruebas, el juicio y castigo, y la majestad e ira de Dios, el hombre no tiene el más mínimo entendimiento de Sus buenos propósitos. Con la sola mención de las pruebas, las personas sienten como si Dios tuviera motivos ocultos, y algunos hasta llegan a creer que Él alberga designios malvados, ignorando cómo actuará realmente con ellos. Por tanto, a la vez que proclaman obediencia a la soberanía y a las disposiciones de Dios, hacen todo lo que pueden para resistirse y oponerse a Su señorío sobre el hombre y Sus disposiciones para él, porque creen que si no tienen cuidado Dios los engañará; que si no tienen bien agarrado su propio destino Él podría quitarles todo lo que tienen, y hasta poner fin a su vida. El hombre está en el campamento de Satanás, sin preocuparse de que este lo maltrate; este abusa de él, pero el ser humano nunca teme que lo lleve cautivo. Sigue afirmando que acepta la salvación de Dios, pero nunca ha confiado en Él ni ha creído que Él lo salvará de verdad de las garras de Satanás. Si, como Job, el hombre es capaz de someterse a las orquestaciones y disposiciones de Dios, y puede entregar todo su ser en Sus manos, ¿no será, pues, su final el mismo que el de Job: recibir las bendiciones de Dios? Si un hombre es capaz de aceptar y someterse al dominio de Dios, ¿qué tiene que perder? De este modo, sugiero que seáis cuidadosos en vuestros actos, y cautos con todo lo que está a punto de venir sobre vosotros. No seáis temerarios ni impulsivos, y no tratéis a Dios y a las personas, los asuntos y los objetos que Él ha arreglado para vosotros según la carne ni vuestra naturalidad o según vuestras imaginaciones y nociones; debéis ser precavidos en vuestras acciones, orar y buscar más, para evitar dar lugar a la ira de Dios. ¡Recordad esto!

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 59

Job después de sus pruebas (Pasajes seleccionados)

Job 42:7-9  Y fue así que después de que Jehová había dicho estas palabras a Job, Jehová dijo a Elifaz el temanita: Mi ira es grande contra ti y contra tus dos amigos, porque vosotros no habéis dicho lo correcto sobre Mí como lo ha hecho Mi siervo Job. Por lo tanto, tomad siete becerros y siete carneros, e id donde Mi siervo Job para ofrecer un holocausto por vosotros mismos; y Mi siervo Job orará por vosotros, porque de él lo aceptaré; y mucho menos os trataré después de vuestras estupideces, porque no habéis dicho lo correcto sobre Mí, como Mi siervo Job. Entonces Elifaz el temanita, Bildad el suhita y Zofar el naamatita, fueron e hicieron lo que Jehová les había ordenado y Jehová también aceptó a Job.*

Job 42:10  Y Jehová cambió la amargura de Job cuando él oró por sus amigos; Jehová también le dio a Job dos veces lo que tenía antes.*

Job 42:12  Entonces Jehová bendijo la situación actual de Job más que al comienzo, ya que él tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil burras.*

Job 42:17  Entonces Job murió cuando ya era viejo y después de una larga vida.*

Dios mira con cariño a los que le temen y se apartan del mal, pero considera despreciables a los insensatos

En Job 42:7-9, Dios dice que Job es Su siervo. Su uso del término “siervo” en alusión a él demuestra la importancia de este en Su corazón; aunque Dios no le dio un sobrenombre de mayor estima, este apelativo no influía en la importancia que Job tenía en Su corazón. “Siervo” es aquí el sobrenombre que Dios le asigna. Sus múltiples referencias a “Mi siervo Job” muestran lo mucho que este le agradaba. Aunque no se estaba refiriendo al sentido subyacente a este término, Su definición de la misma puede verse en Sus palabras, en este pasaje de la escritura. Dios se dirigió primero a Elifaz temanita: “Mi ira es grande contra ti y contra tus dos amigos, porque vosotros no habéis dicho lo correcto sobre Mí como lo ha hecho Mi siervo Job”.* Por primera vez Dios pronunciaba abiertamente estas palabras, indicando que aceptaba todo lo que Job afirmó e hizo, tras superar las pruebas de Dios, y es también la primera ocasión en que confirmaba en público la precisión y lo adecuado de todo ello. Dios estaba enojado con Elifaz y los demás por su discurso incorrecto y absurdo, porque, como Job, ellos no pudieron ver la aparición de Dios ni oír las palabras que Él habló en sus vidas; sin embargo, Job tenía un conocimiento exacto de Él, mientras ellos sólo podían hacer suposiciones ciegas sobre Él, violando Su voluntad y poniendo a prueba Su paciencia en toda su forma de comportarse. Por consiguiente, a la vez que aceptaba todo lo hecho y dicho por Job, Dios se enfureció hacia los demás, porque en ellos no sólo no pudo ver en ellos realidad alguna de su temor de Él, sino que tampoco oyó nada del mismo en sus palabras. Así, Dios les planteó después las siguientes exigencias: “Por lo tanto, tomad siete becerros y siete carneros, e id donde Mi siervo Job para ofrecer un holocausto por vosotros mismos; y Mi siervo Job orará por vosotros, porque de él lo aceptaré; y mucho menos os trataré después de vuestras estupideces”.* En este pasaje, Dios les está diciendo a Elifaz y a los demás que hagan algo que redima sus pecados, porque su insensatez era un pecado contra Jehová Dios, y por tanto tenían que ofrecer holocaustos a fin de remediar sus errores. Los holocaustos se ofrecen a menudo a Dios, pero lo que no es habitual en este caso es que se ofrecieron a Job. Dios lo aceptó, porque dio testimonio de Él durante sus pruebas. Entretanto, estos amigos de Job fueron revelados durante el tiempo de sus pruebas; Dios los condenó por su insensatez y ellos incitaron Su ira, por lo que debieron ser castigados por Dios —castigados con ofrecer holocaustos delante de Job—, tras lo cual Job oró por ellos para disipar el castigo y la ira de Dios hacia ellos. El propósito divino consistía en avergonzarlos, porque no eran personas que le temieran y se apartaran del mal; además, habían condenado la integridad de Job. Por un lado, Dios les estaba diciendo que no aceptaba sus acciones, mientras que aprobaba en gran medida a Job y se deleitaba en él; por otro lado, Dios les estaba diciendo que ser aceptado por Dios eleva al hombre ante Él, que Dios aborrece al hombre por su imprudencia, la cual lo ofende, y que este es bajo y vil a Sus ojos. Así define Dios a dos tipos de personas, Sus actitudes hacia ellas y Su articulación de la valía y la posición de las mismas. Aunque Dios llamaba a Job Su siervo, a Sus ojos era un siervo amado, y Él le concedió la autoridad para orar por otros y perdonar sus errores. Este siervo podía hablar directamente con Él y presentarse del mismo modo ante Él, y su estatus era más elevado y honorable que el de los demás. Este es el verdadero significado de la palabra “siervo” que Dios habló. Job recibió este honor especial por temer a Dios y apartarse del mal, y la razón por la que Él no llamó siervos a los otros es que no le temían ni se apartaban del mal. Estas dos actitudes claramente diferentes de Dios son las que Él muestra hacia dos tipos de personas: acepta a los que le temen y se apartan del mal, y a Sus ojos son preciosos, mientras aborrece y condena con frecuencia a los insensatos que no le temen, son incapaces de apartarse del mal y de recibir Su favor, que son bajos a Sus ojos.

Dios le concede autoridad a Job

Job oró por sus amigos y, después, gracias a sus oraciones, Dios no se ocupó de ellos como correspondía a su insensatez; no los castigó ni tomó retribución alguna de ellos. ¿Por qué? Porque las oraciones de Su siervo Job hechas por ellos habían llegado a Sus oídos; Dios los perdonó porque aceptó las oraciones de Job. ¿Y qué se ve en esto? Cuando Dios bendice a alguien, le otorga muchas recompensas, no sólo materiales, sino que le da autoridad, y lo faculta para que ore por otros; olvida, y pasa por alto las transgresiones de las personas, porque oye estas oraciones. Esta es la autoridad que Dios le dio a Job. A través de sus plegarias para detener su condenación, Jehová Dios acarreó vergüenza sobre aquellos insensatos; por supuesto, este fue Su castigo especial para Elifaz y los demás.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II

Palabras diarias de Dios  Fragmento 60

Dios bendice una vez más a Job, y Satanás ya no lo acusa nunca más

Entre las frases pronunciadas por Jehová Dios tenemos estas palabras: “no habéis dicho lo correcto sobre Mí, como Mi siervo Job”.* ¿Qué era lo que Job había dicho? Lo que hemos hablado anteriormente, así como las muchas páginas del libro de Job que registran las palabras que este pronunció. En ninguna de ellas se queja Job ni duda de Él. Se limita a esperar el resultado. Esta espera es su actitud de obediencia; como resultado de esta y de las palabras que expresó hacia Dios, este lo aceptó. Cuando soportó las pruebas y sufrió dificultades, Él estuvo a su lado; aunque estas no se aliviaron por la presencia de Dios, Él vio lo que deseaba ver, y oyó lo que deseaba oír. Todas las acciones y las palabras de Job llegaron a los ojos y a los oídos de Dios; Él oyó y vio, esto es un hecho. El conocimiento que Job tenía sobre Dios, y los pensamientos que su corazón albergaba respecto a Él, en ese momento, durante ese período, no eran en realidad tan específicos como los de las personas de hoy; sin embargo, en el contexto del tiempo, Dios seguía reconociendo lo que él había dicho, porque su comportamiento, los pensamientos de su corazón y lo que había expresado y revelado, fueron suficientes para Sus requisitos. Durante el tiempo en que Job fue sometido a pruebas, lo que pensó en su corazón y lo que decidió hacer le mostraron a Dios un resultado, uno que era satisfactorio para Él. A continuación, Él quitó las pruebas de Job, que emergió de sus problemas, y sus pruebas desaparecieron y nunca más le sobrevinieron. Como Job ya había sido sometido a pruebas, y se había mantenido firme durante estas, triunfando completamente sobre Satanás, Dios le concedió las bendiciones que tan legítimamente merecía. Como se registra en Job 42:10, 12, Job fue bendecido una vez más, y recibió más que en la primera vez. En ese momento, Satanás se había retirado, y ya no dijo ni hizo nada; desde entonces en adelante ya no interfirió en Job ni le atacó, ni hizo más acusaciones contra las bendiciones de Dios sobre él.

Job pasa la segunda mitad de su vida entre las bendiciones de Dios

Aunque Sus bendiciones de ese momento sólo se limitaban a ovejas, ganado, camellos, bienes materiales, etc., las que Dios deseaba concederle en Su corazón eran mucho mayores que estas. ¿Se registró en ese momento qué tipo de promesas eternas deseaba Dios darle a Job? En Sus bendiciones, Dios no mencionó ni aludió a su final; independientemente de la importancia o la posición de Job en Su corazón. En resumen, Dios fue muy comedido en Sus bendiciones. No anunció el fin de Job. ¿Qué significa esto? En ese momento, cuando el plan de Dios aún tenía que alcanzar el punto de la proclamación del final del hombre, cuando todavía tenía que entrar en la etapa final de Su obra, Dios no hizo mención del fin, concediendo simplemente bendiciones materiales al hombre. Esto significa que la segunda mitad de la vida de Job transcurrió en medio de las bendiciones divinas, y esto es lo que le hacía distinto a otras personas. Sin embargo, él envejeció como cualquier otra persona normal, y llegó el día en el que dijo adiós al mundo. Así, se registra que “Entonces Job murió cuando ya era viejo y después de una larga vida” (Job 42:17).* ¿Cuál es el significado de “murió después de una larga vida” aquí? En la era anterior a que Dios proclamase el fin del hombre, estableció una expectativa de vida para Job, y cuando este alcanzó esa edad, Él le permitió partir de este mundo de forma natural. Desde la segunda bendición de Job hasta su muerte, Dios no añadió más dificultades. Para Él, la muerte de Job fue natural, y también necesaria; fue algo muy normal, y no un juicio ni una condenación. Mientras estuvo vivo, Job adoró y temió a Dios; este no dijo nada ni hizo comentario alguno respecto a qué tipo de final tuvo tras su muerte. Dios tiene un fuerte sentido de la decencia en lo que dice y hace, y el contenido y los principios de Sus palabras y acciones son acordes a la etapa de Su obra y el período en que está obrando. ¿Qué tipo de final tenía alguien como Job en el corazón de Dios? ¿Había llegado Él a algún tipo de decisión en Su corazón? ¡Por supuesto que sí! Simplemente, al hombre le era desconocida; Él no quería decírselo ni tenía intención de hacerlo. Así pues, hablando de forma superficial, Job murió después de una larga vida; esta fue la vida de Job.

El precio vivido por Job durante su vida

¿Vivió Job una vida valiosa? ¿En qué radicaba su valor? ¿Por qué se dice que vivió una vida estimable? ¿Cuál era su valor para el hombre? Desde el punto de vista de este, Job representaba a la humanidad que Dios desea salvar, porque dio un testimonio rotundo de Él delante de Satanás y las personas del mundo. Cumplió con el deber que debería ser cumplido por una criatura de Dios, estableció un ejemplo; actuó como un modelo para todos aquellos a los que Dios desea salvar, permitiendo que las personas vean que es totalmente posible triunfar sobre Satanás, apoyándose en Dios. ¿Cuál era su valor para Dios? Para Él, el valor de la vida de Job reside en su capacidad de temerle, adorarle, testificar de Sus hechos, y alabarlos, proporcionándole consuelo y algo de lo que disfrutar. Para Dios, el valor de la vida de Job estaba también en cómo, antes de su muerte, experimentó pruebas y triunfó sobre Satanás, dando un testimonio rotundo de Dios delante de este y de las personas del mundo, de manera que Dios obtuvo gloria en medio de la humanidad, consolando Su corazón y permitiendo que Su anhelante corazón contemple un resultado y vea esperanza. Su testimonio creó un precedente de la capacidad de permanecer firme en el testimonio de uno hacia Dios, y de avergonzar a Satanás en Su nombre, en Su obra de gestión de la humanidad. ¿No son estos los valores de vida de Job? Consoló el corazón de Dios, le proporcionó una muestra del deleite de obtener gloria, y proveyó un maravilloso inicio para Su plan de gestión. Desde este punto en adelante, el nombre de Job pasó a ser un símbolo de que Dios obtiene gloria, y una señal del triunfo de la humanidad sobre Satanás. Dios apreciará siempre lo que Job vivió durante su vida, así como su destacado triunfo sobre Satanás, y su perfección, rectitud y temor de Dios serán venerados y emulados por las generaciones venideras. Dios siempre lo apreciará como una perla sin defecto, luminosa, ¡y por esto es digno de que el hombre lo valore!

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II

Palabras diarias de Dios  Fragmento 61

Las normas de la Era de la Ley

Los diez mandamientos

Los principios para edificar altares

Normativas para el trato hacia los siervos

Normativas para el robo y la compensación

Observar el año sabático y las tres festividades

Normativas para el día de reposo

Normativas para las ofrendas

Holocaustos

Ofrendas de cereal

Ofrendas de paz

Ofrendas por el pecado

Ofrendas por la culpa

Normativas para las ofrendas de los sacerdotes (que se les ordena cumplir a Aarón y sus hijos)

Holocausto de los sacerdotes

Ofrendas de cereal de los sacerdotes

Ofrendas por el pecado de los sacerdotes

Ofrendas por la culpa de los sacerdotes

Ofrendas de paz de los sacerdotes

Normativas de cómo deben comer los sacerdotes para comer las ofrendas

Animales puros e inmundos (los que se pueden comer y los que no)

Normativas para la purificación de las mujeres tras dar a luz

Estándares para el examen de la lepra

Normativas para los que han sido curados de la lepra

Normativas para purificar casas infectadas

Normativas para los que sufren flujo anormal

El día de la expiación que debe observarse una vez al año

Reglas para sacrificar el ganado y las ovejas

La prohibición de seguir las prácticas detestables de los gentiles (no cometer incesto, etc.)

Normativas que las personas deben seguir (“Seréis santos, porque Yo Jehová vuestro Dios soy santo” (Levítico 19:2))*

La ejecución de los que sacrifican sus hijos a Moloc

Normativas para el castigo del crimen del adulterio

Reglas que los sacerdotes deberían observar (reglas para el comportamiento cotidiano, para la utilización de cosas santas, para realizar ofrendas, etc.)

Festividades que deberían observarse (el día de reposo, la Pascua, Pentecostés, el día de la expiación, etc.)

Otras normativas (encender las lámparas, el año de Jubileo, la redención de la tierra, hacer votos, la ofrenda del diezmo, etc.)

Las regulaciones de la Era de la Ley son la prueba real de que Dios dirige a la humanidad

Así pues, habéis leído estas normativas y principios de la Era de la Ley, ¿verdad? ¿Abarcan las regulaciones un amplio espectro? Primero, cubren los Diez Mandamientos, tras los cuales aparecen las regulaciones sobre cómo edificar altares, etc. Después vienen las relativas a guardar el día de reposo y a observar las tres festividades, tras las cuales están las de las ofrendas. ¿Habéis visto cuántos tipos de ofrendas hay? Hay holocaustos, ofrendas de cereal, de paz, por el pecado, etc. Seguidas por las normativas para las ofrendas de los sacerdotes, incluidos los holocaustos y las ofrendas de cereal de los sacerdotes, y otros tipos de ofrendas. La octava serie de normas está relacionada con la ingestión de las ofrendas por los sacerdotes. Después están las que indican lo que las personas deben observar durante su vida. Hay estipulaciones para muchos aspectos de la forma de vivir de las personas, como las normativas respecto a lo que pueden o no comer, sobre la purificación de las mujeres tras el parto, y para los curados de la lepra. En estas regulaciones, Dios llega a hablar incluso de la enfermedad, y hasta existen normas para matar a las ovejas y al ganado, etc. Estos fueron creados por Dios, y deberías matarlos como Él te indica que lo hagas; existe, sin duda, una razón para las palabras divinas; es indudablemente correcto actuar tal como Él ha decretado, ¡y, con toda seguridad, es beneficioso para las personas! También existen festividades y normas a observar, como el día de reposo, la Pascua, y más; Dios habló de todos ellos. Veamos las últimas: otras normativas como encender las lámparas, el año de jubileo, la redención de la tierra, hacer votos, la ofrenda del diezmo, etc. ¿Abarcan estas cosas un amplio espectro? Lo primero de lo que debemos hablar es el asunto de las ofrendas de las personas. Después están las regulaciones para el robo y la compensación, así como la observancia del día de reposo…; todos los detalles de la vida están implicados. Es decir, cuando Dios empezó la obra oficial de Su plan de gestión, estableció muchas regulaciones que el hombre debía seguir. El fin de estas era permitirle llevar la vida normal del ser humano sobre la tierra, una vida normal inseparable de Dios y de Su dirección. Dios le instruyó primero cómo levantar altares, cómo establecerlos. Después de esto, le señaló cómo realizar las ofrendas y estableció cómo debía vivir: a qué debía prestar atención en la vida, qué tenía que cumplir, qué debía hacer y qué no. Lo que Dios estableció para el hombre lo englobaba todo, y con estas costumbres, regulaciones y principios, Él estandarizó el comportamiento de las personas, guio sus vidas, su iniciación a las leyes de Dios, las guio hasta llegar delante del altar de Dios, a tener una vida entre todas las cosas que Él había hecho para el hombre, con orden, regularidad y moderación. En primer lugar, Dios usó estas simples normativas y estos principios para establecer límites para el hombre, de forma que este tuviera una vida normal de adoración a Dios sobre la tierra, la vida normal del hombre; ese es el contenido específico del comienzo de Su plan de gestión de seis mil años. Las regulaciones y normas cubren un contenido muy amplio; son los detalles específicos de la dirección de la humanidad por parte de Dios, durante la Era de la Ley, y tenían que ser aceptadas y obedecidas por las personas que vivieron antes de la Era de la Ley. Son un registro de la obra llevada a cabo por Dios durante esa época, y son la prueba real del liderazgo de Dios y Su dirección de toda la humanidad.

La humanidad es eternamente inseparable de las enseñanzas y las provisiones de Dios

En estas normativas se ve que la actitud de Dios hacia Su obra, Su gestión, y la humanidad es seria, concienzuda, rigurosa y responsable. Él hace la obra que debe en medio de los seres humanos, según Sus pasos, sin la más mínima discrepancia, pronunciando las palabras que debe hablarle a la humanidad sin el menor error u omisión, permitiéndole ver al hombre que es inseparable del liderazgo de Dios, y mostrándole cuán importante es para la humanidad todo lo que Él hace y dice. En resumen, independientemente de cómo sea el hombre en la siguiente era, justo al principio —durante la Era de la Ley— Dios hizo estas sencillas cosas. Para Él, los conceptos que en esa época tenían las personas de Dios, del mundo y de la humanidad, eran abstractos y opacos, y aunque tenían algunas ideas e intenciones conscientes, todas ellas eran poco claras e incorrectas. Por ello, la humanidad era inseparable de las enseñanzas y las provisiones de Dios para ella. Los seres humanos más antiguos no sabían nada, por lo que Dios tuvo que empezar a enseñarles desde los principios más superficiales y básicos para la supervivencia, y las regulaciones necesarias para vivir. Infundió estas cosas poco a poco en el corazón del hombre. A través de estas reglas orales y de estas normativas, Él le fue proporcionando un entendimiento gradual de Él, una apreciación y un entendimiento progresivos de Su liderazgo, y un concepto básico de la relación entre Él y el ser humano. Después de lograr este efecto y sólo entonces, Dios pudo llevar a cabo, poco a poco, la obra que realizaría más adelante. Así, estas regulaciones y la obra realizada por Dios durante la Era de la Ley constituyen la base de Su obra salvífica de la humanidad, y la primera etapa de obra en el plan de gestión de Dios. Aunque, antes de la obra de la Era de la Ley, Dios había hablado a Adán, Eva, y sus descendientes, estos mandatos y enseñanzas no fueron tan sistemáticos ni específicos como para serles comunicados al hombre uno a uno; tampoco se escribieron ni pasaron a ser regulaciones, porque en ese momento el plan de Dios no había llegado tan lejos. Sólo cuando Él guiara al hombre hasta este paso podría empezar a exponer estas normativas de la Era de la Ley, y comenzaría a hacer que el hombre las llevara a cabo. Era un proceso necesario, y el resultado era inevitable. Estas simples costumbres y regulaciones le muestran al hombre los pasos de la obra de gestión de Dios y la sabiduría de Dios revelada en Su plan de gestión. Él sabe qué contenido y medios usar para empezar, qué métodos usar para continuar y cuáles para terminar, con el fin de poder ganar un grupo de personas que diera testimonio de Él y que tuviera la misma opinión que Él. Él sabe lo que hay en el hombre, y aquello de lo que este carece. Sabe lo que tiene que proveer y cómo debe guiarlo, y también lo que este debería o no hacer. El hombre es como un muñeco: aunque no tenía entendimiento de la voluntad de Dios, no podía evitar ser guiado por la obra de gestión de Dios, paso a paso, hasta hoy. No había confusión en el corazón de Dios respecto a lo que debía hacer; existía un plan muy claro y gráfico, y Él llevaba a cabo la obra que Él mismo deseaba, según Sus propios pasos y Su plan, progresando desde lo superficial hasta lo profundo. Aunque no había indicado la obra que iba a hacer más adelante, la subsiguiente seguía llevándose a cabo y progresando estrictamente de acuerdo con Su plan, que es una manifestación de lo que Dios tiene y es, así como la autoridad divina. Independientemente de la etapa de Su plan de gestión en la que esté obrando, Su carácter y Su esencia lo representan; en esto no hay error. Cualquiera que sea la época, o la etapa de la obra, hay cosas que nunca cambian: el tipo de personas que Dios ama, la clase de personas a las que aborrece, Su carácter y todo lo que Él tiene y es. Aunque estas regulaciones y principios que Dios estableció durante la obra de la Era de la Ley parecen muy simples y superficiales para las personas de hoy, y aunque son fáciles de entender y cumplir, sigue habiendo en ellas la sabiduría de Dios, Su carácter y lo que Él tiene y es. Y es que en estas normativas aparentemente simples se expresan la responsabilidad de Dios y Su preocupación por la humanidad, así como la esencia de Sus pensamientos exquisitos, permitiéndole al hombre ser verdaderamente consciente de que Dios gobierna todas las cosas y Su mano todo lo controla. No importa cuánto conocimiento domine la humanidad, cuántas teorías o misterios entienda, para Dios ninguna de estas cosas puede reemplazar Su provisión y Su liderazgo a la humanidad; esta será siempre inseparable de Su dirección y de Su obra personal. Así es la relación inseparable entre el hombre y Dios. Independientemente de que Él proporcione un mandato o una normativa, o te provea verdad para que entiendas Su voluntad, haga lo que haga, Su objetivo consiste en conducir al hombre a un hermoso mañana. Las palabras pronunciadas por Dios y la obra que hace son la revelación de un aspecto de Su esencia, así como de Su carácter y de Su sabiduría; son un paso indispensable de Su plan de gestión. ¡Esto no se debe pasar por alto! La voluntad de Dios está en todo lo que Él hace; Él no teme a las observaciones inapropiadas ni a cualquiera de las nociones o pensamientos del hombre sobre Él. Simplemente lleva a cabo Su obra y continúa Su gestión de acuerdo con Su plan de gestión, sin restricciones de cualquier persona, asunto u objeto.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II

Palabras diarias de Dios  Fragmento 62

Un repaso a los pensamientos, ideas y actos de Dios desde que creó el mundo

Hoy, en primer lugar resumiremos los pensamientos, las ideas y cada movimiento de Dios desde que creó la humanidad. Echaremos un vistazo a la obra que ha llevado a cabo a partir de la creación del mundo y hasta el inicio oficial de la Era de la Gracia. Entonces podremos descubrir cuáles de los pensamientos e ideas de Dios le son desconocidos al hombre y, a partir de ahí, podremos aclarar el orden del plan de gestión de Dios, entender a fondo el contexto en el que la creó, la fuente y el proceso de desarrollo de esta y, asimismo, comprender cabalmente qué resultados quiere obtener de ella, es decir, el núcleo y el propósito de la misma. Para entender estas cosas tenemos que remontarnos a un tiempo lejano, tranquilo y silencioso en el que no había seres humanos…

Dios crea personalmente a la primera persona con vida

Cuando Dios se levantó de Su lecho, Su primer pensamiento fue este: crear a una persona viva, un ser humano vivo y real, alguien con quien vivir y que fuera Su compañero constante; esta persona podría escucharlo y Él podría confiar en ella y hablarle. Entonces, por primera vez, Dios recogió un puñado de tierra y la usó para crear a la primera persona viva según la imagen que había imaginado en Su mente, y a esta criatura humana le puso el nombre de Adán. ¿Cómo se sintió Dios, una vez que tuvo a esta persona viva? Por primera vez, sintió el júbilo de tener a un ser amado, un compañero. También por primera vez sintió la responsabilidad de ser padre y la preocupación que eso acarrea. Esta persona viva le produjo a Dios felicidad y júbilo; se sintió consolado por primera vez. Esto fue lo primero que Dios había logrado con Sus propias manos, y no a través de Sus pensamientos o incluso Sus palabras. Cuando este tipo de ser —una persona viva— estuvo delante de Dios, alguien de carne y hueso, con cuerpo y forma, y capaz de hablar con Él, Dios experimentó un tipo de júbilo que nunca antes había sentido. Sintió de veras Su responsabilidad y este ser viviente no solo le trajo alegría, sino que también cada uno de sus pequeños movimientos conmovieron y alegraron el corazón de Dios. Cuando este ser viviente estuvo delante Suyo, Dios tuvo por primera vez la idea de ganar más personas como aquella. Esta fue la serie de acontecimientos que surgieron a partir de este primer pensamiento que Dios tuvo. Para Él, todos esos sucesos estaban ocurriendo por primera vez, pero en ellos, independientemente de lo que Él sintiera en aquel momento —júbilo, responsabilidad, preocupación—, no había nadie con quien poder compartirlo. Desde ese momento, Dios realmente sintió una soledad y una tristeza como nunca antes. Sintió que el hombre no podía aceptar ni comprender Su amor y Su preocupación, o Sus intenciones en relación a los hombres, de manera que aún había tristeza y dolor en Su corazón. Aunque había hecho estas cosas para el hombre, este no era consciente de ello ni lo entendía. Al margen de la felicidad, del júbilo y el consuelo que el hombre le brindó a Dios, esto pronto trajo consigo Sus primeros sentimientos de tristeza y soledad. Estos eran los pensamientos y los sentimientos de Dios en aquel momento. Mientras Él estaba haciendo todas estas cosas, en Su corazón pasaba del júbilo a la tristeza y de la tristeza al dolor, y estos sentimientos se mezclaban con la ansiedad. Todo lo que Él quería hacer era apresurarse para hacerle saber a esta persona, a esta humanidad, lo que había en Su corazón y que ella entendiera cuanto antes Sus intenciones. Así, estas personas podrían convertirse en Sus seguidores y compartir Sus pensamientos y estar de acuerdo con Su voluntad. Ya no se quedarían sin palabras luego de escuchar hablar a Dios; ya dejarían de ignorar cómo unirse a Él en Su obra; sobre todo, ya no serían personas indiferentes a los requisitos divinos. Estas primeras cosas que Dios hizo están llenas de sentido y encierran gran valor para Su plan de gestión y para los seres humanos, hoy.

Después de crear todas las cosas y a la humanidad, Dios no descansó. Estaba impaciente y ansioso por realizar Su gestión y ganar de entre los hombres a aquellas personas a las que tanto amaba.

Dios lleva a cabo una serie de obras sin precedentes en la época de la Era de la Ley

A continuación, poco después de que Dios creara a los seres humanos, vemos en la Biblia que hubo un gran diluvio en todo el mundo, en cuyo relato se menciona a Noé; se puede decir que Noé fue la primera persona en recibir el llamado de Dios para que obrara con Él y para que completara una tarea de Dios. Por supuesto, también fue la primera vez que Dios le pidió a alguien sobre la tierra que hiciera algo según Su mandamiento. Una vez acabó Noé de construir el arca, Dios inundó por primera vez la tierra. Cuando Dios destruyó la tierra con el diluvio, fue la primera vez, desde que había creado a los seres humanos, que se sintió abrumado de indignación hacia ellos; esto fue lo que obligó a Dios a tomar la dolorosa decisión de destruir a esta raza humana mediante un diluvio. Luego de que el diluvio destruyera la tierra, Dios estableció Su primer pacto con los seres humanos: un pacto para demostrar que nunca más volvería a destruir el mundo con un diluvio. La señal de este pacto fue el arcoíris. Fue el primer acuerdo de Dios con la humanidad, de modo que el arcoíris fue la primera señal de un pacto hecho por Dios; el arcoíris es algo real y físico que existe. Es la existencia misma del arcoíris lo que hace que Dios sienta a menudo tristeza por la anterior raza humana que perdió, y sirve de recordatorio constante para Él de lo que les sucedió… Dios no retardaría su paso; estaba impaciente y ansioso por pasar a la siguiente etapa de Su gestión. Posteriormente, Abraham fue el primero que escogió para realizar Su obra en todo Israel. Fue también la primera vez que Dios escogió un candidato así. Dios decidió empezar a llevar a cabo Su obra de salvar a la humanidad a través de esta persona, y decidió continuar con Su obra entre los descendientes de Abraham. En la Biblia se puede ver que esto es lo que Dios hizo con Abraham. A continuación, Dios convirtió a Israel en la primera tierra escogida e inició Su obra de la Era de la Ley por medio de Su pueblo elegido, los israelitas. Una vez más y por vez primera, Dios les proporcionó a los israelitas las normas y leyes específicas que la humanidad debería seguir, y se las explicó en detalle. Esta era la primera vez que Dios les daba a los seres humanos normas tan específicas y estandarizadas sobre cómo ofrecer sacrificios, cómo vivir, lo que debían hacer y lo que no, cuáles festividades y días debían observar y qué principios debían seguir en todo lo que hicieran. Esta era la primera vez que Dios le daba a la humanidad normativas y principios tan detallados y estandarizados sobre cómo conducirse en la vida.

Siempre que digo “la primera vez”, se refiere a un tipo de obra que Dios nunca antes había realizado. Se refiere a una obra que no existía con anterioridad, e incluso aunque Dios hubiera creado a la humanidad y a todos los tipos de criaturas y cosas vivientes, este es un tipo de obra que jamás había llevado a cabo. Toda esta obra implicaba la gestión divina de la humanidad; estaba relacionada con las personas y con Su salvación y la gestión de ellas. Después de Abraham, Dios volvió a hacer algo por primera vez: eligió a Job para que fuera alguien que viviera bajo la ley y resistiera las tentaciones de Satanás, temiendo todavía a Dios, apartándose del mal y siendo testigo de Él. Esta también fue la primera vez que Dios le permitió a Satanás tentar a una persona, y la primera vez que los dos hicieron una apuesta. Al final, por primera vez, Dios consiguió a alguien que, enfrentando a Satanás, fuera capaz de mantenerse firme en su testimonio y fuera capaz de ser testimonio para Dios, alguien que pudiera avergonzar por completo a Satanás. Desde que Dios había creado a la humanidad, esta fue la primera persona conseguida por Él que fue capaz de dar testimonio Suyo. Una vez obtenido este hombre, Dios sintió aún más ganas de continuar Su gestión y de llevar a cabo la siguiente etapa de Su obra, preparando el lugar y las personas que elegiría para esta siguiente etapa.

Después de hablar sobre todo esto, ¿entendéis de veras la voluntad de Dios? Él ve esta instancia de Su gestión de la humanidad, de Su salvación de la humanidad, como lo más importante de todo. No solo hace estas cosas con Su mente o con Sus palabras y, desde luego, no lo hace de manera casual; para todas estas cosas tiene un plan, una meta, principios y Su voluntad. Es evidente que esta obra para salvar a la humanidad tiene una gran relevancia, tanto para Dios como para el hombre. No importa la dificultad de la obra ni lo grandes que sean los obstáculos, ni lo débiles que sean los seres humanos, ni lo profunda que sea la rebeldía de la humanidad; nada de esto es difícil para Dios. Él trabaja mucho, dedicando Sus meticulosos esfuerzos y gestionando la obra que Él mismo quiere llevar a cabo. Asimismo, lo dispone todo y ejerce Su soberanía sobre todas las personas sobre las que obrará y toda la obra que quiere completar; nada de esto se ha hecho antes. Es la primera vez que Dios ha usado estos métodos y pagado un precio tan grande por este importante proyecto de gestión y salvación de la humanidad. Aunque Dios está llevando a cabo esta obra, le está expresando y revelando a la humanidad, poco a poco y sin reservas, Sus meticulosos esfuerzos, lo que Él tiene y es, Su sabiduría y Su omnipotencia, y cada aspecto de Su carácter. Él revela y expresa estas cosas como nunca antes. Así, en todo el universo, aparte de las personas a las que Dios se propone dirigir y salvar, nunca ha habido criaturas tan cercanas a Dios, que hayan tenido una relación así de íntima con Él. En Su corazón, la humanidad, la cual Él quiere dirigir y salvar, es lo más importante y Él la valora por encima de todo lo demás. Aunque haya pagado un gran precio por ella y aunque se sienta continuamente herido por ella y vea que le desobedecen, jamás la abandona y continúa incansablemente Su obra, sin quejas ni remordimientos. Esto se debe a que Él sabe que, tarde o temprano, las personas despertarán gracias a Su llamado y se conmoverán con Sus palabras, reconocerán que Él es el Señor de la creación y regresarán a Su lado…

Después de oír todo esto hoy, es posible que sintáis que todo lo que Dios hace es muy normal. Se diría que los seres humanos siempre han percibido algo de las intenciones de Dios para ellos en Sus palabras y en Su obra, pero siempre existe una cierta distancia entre los sentimientos o el conocimiento del hombre y lo que Dios está pensando. Por eso creo que es necesario comunicar a todas las personas sobre la razón por la cual Dios creó a la humanidad, y el trasfondo subyacente a Su deseo de ganar a la humanidad que Él esperaba. Es necesario compartir esto con todos, para que les quede claro y lo entiendan de corazón. Todo el pensamiento y la idea de Dios, así como toda fase y periodo de Su obra, están vinculados y estrechamente ligados a la totalidad de Su obra de gestión, entonces, cuando uno entiende Sus pensamientos, Sus ideas y Su voluntad en cada paso de Su obra, esto equivale a comprender cómo surgió la obra de Su plan de gestión. Tu entendimiento de Dios se profundiza sobre este cimiento. Aunque todo lo que mencioné con anterioridad sobre lo que Dios hizo cuando creó el mundo al comienzo ahora parezca mera “información”, irrelevante en la búsqueda de la verdad, a lo largo de tu experiencia llegará un día en el que no pensarás que esto es tan solo un poco de información o simplemente algún tipo de misterio. A medida que tu vida progrese, una vez que Dios tenga cierto lugar en tu corazón, o una vez que entiendas más cabalmente y de un modo más profundo Su voluntad, comprenderás de verdad la importancia y la necesidad de lo que estoy hablando hoy. No importa hasta dónde aceptéis esto hoy; todavía es necesario que entendáis y sepáis estas cosas. Cuando Dios hace algo, cuando lleva a cabo Su obra, independientemente de que lo haga con Sus ideas o con Sus propias manos, a pesar de que sea la primera vez que lo hace o la postrera, en última instancia, Dios tiene un plan y Sus propósitos y Sus pensamientos están en todo lo que Él realiza. Estos propósitos y pensamientos representan Su carácter y expresan lo que Él tiene y lo que es. Todas las personas tienen que comprender estas dos cosas: el carácter de Dios y lo que Él tiene y es. Una vez que se entiende Su carácter y lo que Él es y tiene, se podrá tomar poco a poco consciencia de por qué Dios hace lo que hace y dice lo que dice. A partir de ahí, se puede tener más fe para seguir a Dios, para perseguir la verdad y un cambio de carácter. Esto quiero decir que, el entendimiento que tiene el hombre sobre Dios y su fe en Él son cosas inseparables.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III

Palabras diarias de Dios  Fragmento 63

Si las personas obtienen conocimiento y llegan a comprender el carácter de Dios y lo que Él tiene y es, entonces lo que obtendrán será la vida que procede de Dios. Una vez que esta vida se haya forjado en ti, tu temor de Dios se hará cada vez mayor. Esto se logra de manera muy natural. Si no quieres comprender ni saber nada sobre el carácter o la esencia de Dios; si ni siquiera deseas reflexionar ni centrarte en estas cosas, puedo decirte con seguridad que la forma en que estás buscando hoy tu fe en Dios jamás te permitirá cumplir con Su voluntad, ni conseguir Su elogio. Es más, no podrás alcanzar verdaderamente la salvación; estas son las consecuencias finales. Cuando las personas no comprenden a Dios y no conocen Su carácter, su corazón no puede abrirse jamás de veras a Él. Una vez hayan entendido a Dios, empezarán a apreciar y a saborear, con interés y fe, lo que hay en Su corazón. Cuando aprecias y saboreas lo que hay en el corazón de Dios, tu corazón se abre a Él gradualmente, poco a poco. Al hacerlo, sentirás lo vergonzosos y despreciables que eran tus intercambios con Dios, lo que le exigías a Dios y tus propios deseos extravagantes. Cuando tu corazón se abra de veras a Dios, verás que el Suyo es un mundo tan infinito y entrarás en una esfera que nunca antes has experimentado. Allí no hay engaño, no hay astucia, no hay oscuridad, ni maldad. Solo hay sinceridad y fidelidad; solo luz y rectitud; solo justicia y amabilidad. Está lleno de amor y cuidado, de compasión y tolerancia, y a través de él sientes la felicidad y el júbilo de estar vivo. Estas cosas son las que Dios te revela cuando le abres el corazón a Él. Ese mundo infinito está lleno de la sabiduría de Dios y de Su omnipotencia; de Su amor y de Su autoridad. Aquí puedes ver cada aspecto de lo que Dios tiene y es, de lo que le produce júbilo, de por qué se preocupa y se entristece, de por qué se enoja… Esto es lo que puede ver cada persona que abre su corazón y le permite entrar. Él solo puede entrar en tu corazón si se lo abres. Solo puedes ver lo que Dios tiene y es, y cuáles son Sus intenciones para ti si Él ha entrado en tu corazón. En ese momento descubrirás que todo lo que tiene que ver con Dios es muy precioso, que lo que Él tiene y es, es muy digno de valorar. Comparados con esto, las personas que te rodean, los objetos y los acontecimientos de tu vida y hasta tus seres queridos, tu pareja y las cosas que amas, apenas merecen ser mencionados. Son tan pequeños y precarios; sentirás que no habrá objeto material que pueda ser capaz de volver a atraerte ni ninguno que pueda volver a seducirte para que pagues un precio por él. En la humildad de Dios verás Su grandeza y Su supremacía. Además, en algo que Él haya hecho y que antes te había parecido bastante pequeño, verás Su infinita sabiduría y Su tolerancia, y contemplarás la paciencia, la indulgencia que tiene contigo y cómo te comprende. Esto engendrará en ti adoración hacia Él. En ese día, sentirás que la humanidad está viviendo en un mundo tan sucio que las personas que están a tu lado y las cosas que suceden en tu vida, y hasta aquellos a quienes amas, el amor de ellos por ti y su pretendida protección o su preocupación por ti ni siquiera son dignas de mencionar; solo Dios es tu amado y solo a Él es a quien más valoras. Cuando llegue el día, sé que habrá algunos que dirán: ¡El amor de Dios es tan grande y Su esencia tan santa! En Dios no hay astucia ni maldad, ni envidia, ni lucha, sino solo justicia y autenticidad, y los seres humanos deberían anhelar todo lo que Dios tiene y es. Tendrían que luchar por ello y aspirar a ello. ¿Sobre qué base se fundamenta la capacidad de la humanidad para lograr esto? Se apoya en el entendimiento que tienen del carácter de Dios y de Su esencia. Por tanto, entender el carácter de Dios y lo que Él tiene y es supone una lección de vida para cada persona; es un objetivo de vida a ser logrado por cada persona que se esfuerza por cambiar su carácter y por conocer a Dios.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 64

La primera vez que Dios se hace carne para obrar

Si queremos entender más de lo que Dios tiene y es, no podemos detenernos en el Antiguo Testamento o en la Era de la Ley, sino que es necesario que avancemos siguiendo los pasos de Dios en Su obra. Por tanto, cuando Dios puso fin a la Era de la Ley y dio comienzo a la Era de la Gracia, dejó que nuestros propios pasos lo siguieran a esta era, un tiempo lleno de gracia y redención. En ella, Dios volvió a hacer algo muy importante que jamás se había realizado antes. La obra en esta nueva era, tanto para Dios como para la humanidad, fue un nuevo punto de partida. Este nuevo inicio fue otra nueva obra que Dios hizo y que jamás había sido realizada con anterioridad. Fue algo sin precedentes, algo que excedió el poder de la imaginación de los seres humanos y de todas las criaturas. Es algo que ahora todo el mundo conoce muy bien: fue la primera vez que Dios se convirtió en un ser humano y que comenzó una nueva obra bajo la forma de un hombre y con la identidad de un hombre. Esta nueva obra significó que Dios había acabado Su obra en la Era de la Ley y que ya no haría ni diría nada bajo la ley. Tampoco diría ni llevaría nada a cabo según la forma de ley ni según los principios o las normas de la ley. Es decir, toda Su obra basada en la ley se detuvo para siempre y no continuaría, porque Dios quiso empezar una nueva obra y hacer cosas nuevas. Una vez más, Su plan tenía un nuevo punto de partida, de manera que Dios tuvo que dirigir a la humanidad a la era siguiente.

La esencia de cada persona determinaría si estas noticias eran felices o fatídicas. Se podría decir que para algunos estas no eran noticias felices, sino fatídicas, porque cuando Dios inició Su nueva obra, los que solo seguían las leyes, las reglas y las doctrinas, pero no temían a Dios, tendían a usar Su antigua obra para condenar la nueva. Para estas personas, las noticias eran fatídicas. Sin embargo, para todo aquel que fuera inocente y franco, sincero a Dios y dispuesto a recibir Su redención, Su primera encarnación fue una noticia muy feliz. Porque desde que los seres humanos fueron traídos a la existencia, esta fue la primera vez que Dios había aparecido y vivido entre la humanidad en una forma que no era la del Espíritu; esta vez, había nacido de un ser humano y vivía entre las personas como el Hijo del hombre y trabajaba en medio de ellos. Esta “primera vez” rompió las nociones de las personas; superó toda lo imaginado. Además, todos los seguidores de Dios obtuvieron un beneficio tangible. Dios no solo acabó con la era antigua, sino que también puso fin a Sus antiguos métodos y a Su modo de obrar. Ya no les pidió a Sus mensajeros que transmitieran Su voluntad, no se escondió más en las nubes ni se apareció o habló a los seres humanos de forma autoritaria por medio del trueno. A diferencia de cualquier otra cosa anterior, mediante un método inimaginable para los seres humanos que les resultaba difícil de entender o aceptar —al hacerse carne—, se convirtió en el Hijo del hombre para dar inicio a la obra de esa era. Este acto de Dios tomó totalmente desprevenida a la humanidad; los hizo avergonzarse, porque Dios había vuelto a empezar una nueva obra que nunca antes había llevado a cabo.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 65

Jesús arranca espigas para comer el sabbat

Mateo 12:1  Por aquel tiempo Jesús pasó por entre los sembrados en el día de reposo; sus discípulos tuvieron hambre, y empezaron a arrancar espigas y a comer.

El Hijo del hombre es el Señor del sabbat

Mateo 12:6-8  Pero Yo os digo que en este lugar hay uno que es más grande que este templo. Pero si vosotros hubierais sabido lo que esto significa, Yo recibiría misericordia y no sacrificio, vosotros no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es el Señor aún en el día de reposo.*

Echemos primero una mirada a este pasaje: “Por aquel tiempo Jesús pasó por entre los sembrados en el día de reposo; sus discípulos tuvieron hambre, y empezaron a arrancar espigas y a comer”.

¿Por qué he escogido este pasaje? ¿Qué relación guarda con el carácter de Dios? En este texto, lo primero que sabemos es que era el día de reposo, pero el Señor Jesús salió y llevó a Sus discípulos por los campos de maíz. Y lo más “traicionero” es que incluso “empezaron a arrancar espigas y a comer”. En la Era de la Ley, la ley de Jehová Dios estipulaba que las personas no podían salir de manera informal ni participar en actividades en Sabbat: había muchas cosas que no se podían hacer en Sabbat. Esta acción por parte del Señor Jesús fue desconcertante para quienes habían vivido bajo la ley durante largo tiempo, y hasta provocó críticas. Por ahora dejaremos de lado la confusión y cómo hablaban sobre lo que Jesús había hecho y analizaremos primero por qué el Señor Jesús escogió, entre todos los días, hacer esto en el día de reposo, y qué quiso comunicar, por medio de esta acción, a los que vivían bajo la ley. Sobre la conexión entre este pasaje y el carácter de Dios es que quiero hablar.

Cuando el Señor Jesús vino, usó Sus actos prácticos para decirles a las personas que Dios se había marchado de la Era de la Ley y había comenzado una nueva obra; y que esta no requería la observancia del Sabbat. La salida de Dios de los límites del día de reposo solo fue un anticipo de Su nueva obra; la verdadera gran obra estaba por venir. Cuando el Señor Jesús empezó Su obra, ya había dejado atrás los “grilletes” de la Era de la Ley y se había abierto paso entre las normas y los principios de esa era. En Él no había rastro de nada relacionado con la ley; la había desechado por completo y ya no la observaba; ya no requería que la humanidad la acatara. De modo que aquí ves que el Señor Jesús atravesó los maizales en el día de reposo y que el Señor no descansó; estuvo trabajando, no descansando. Este acto Suyo fue una conmoción para las nociones de las personas y comunicó que Él ya no vivía bajo la ley; que Él había abandonado los límites del Sabbat y apareció ante la humanidad y en medio de ellos con una nueva imagen, con una nueva forma de obrar. Este acto Suyo les dijo a las personas que Él había traído consigo una nueva obra que dio inicio cuando dejó de actuar según la ley y cuando se apartó del día de reposo. Cuando Dios llevó a cabo Su nueva obra, dejó de aferrarse al pasado y ya no se preocupó más por la normativa de la Era de la Ley. Tampoco le afectó Su obra en la era anterior, sino que, en cambio, obró durante el día de reposo, tal como lo hacía en los demás días, y cuando Sus discípulos tuvieron hambre en el Sabbat, pudieron arrancar espigas para comer. Todo aquello era muy normal a los ojos de Dios. Para Él, estaba permitido tener un nuevo comienzo en cuanto a la obra nueva que quería hacer y las nuevas palabras que quería decir. Cuando Él comienza algo nuevo, no menciona Su obra previa ni la continúa. Como Dios tiene Sus principios en Su obra, cuando quiere empezar una nueva obra es cuando quiere llevar a la humanidad a una nueva etapa de Su obra y cuando Su obra ha de entrar en una fase superior. Si las personas siguen actuando según los antiguos dichos o normas, o siguen aferrados a ellos, Él no lo recordará ni lo aprobará. Esto se debe a que ya ha introducido una nueva obra y ha entrado en una nueva fase de Su obra. Cuando inicia una nueva obra, se aparece a la humanidad con una imagen completamente nueva, desde un ángulo totalmente nuevo y de un modo plenamente nuevo para que las personas puedan ver distintos aspectos de Su carácter y lo que Él tiene y es. Esta es una de Sus metas en cuanto a Su nueva obra. Dios no se aferra a lo antiguo ni toma el camino frecuentado; cuando obra y habla no es tan prohibitivo como los seres humanos imaginan. En Dios, todo es libre y está liberado, y no hay prohibición ni limitaciones: lo que Él le trae a la humanidad es libertad y liberación. Es un Dios vivo, que existe genuina y verdaderamente. No es una marioneta ni una escultura de arcilla y es absolutamente diferente a los ídolos que las personas consagran y adoran. Está vivo y vibrante, y lo que Sus palabras y Su obra aportan a la humanidad es todo vida y luz, libertad y liberación, porque Él es la verdad, la vida y el camino; Él no está restringido por nada en ninguna parte de Su obra. Independientemente de lo que digan las personas y de cómo vean o valoren Su nueva obra, Él la realizará sin reparos. No se preocupará por las nociones de nadie ni por los dedos señalando Su obra y Sus palabras, o tan siquiera por la fuerte oposición y resistencia de ellos a Su nueva obra. Nadie, en toda la creación, puede usar la razón, la imaginación, el conocimiento o la moralidad humanos para medir o definir lo que Dios hace para desacreditar, interrumpir o sabotear Su obra. No existe prohibición en Su obra y en lo que Él hace; no se verá restringido por ningún hombre, acontecimiento o cosa, ni será alterada por ninguna fuerza hostil. En lo que se refiere a Su nueva obra, Él es el Rey siempre victorioso y pisotea bajo Su escabel cualquier fuerza hostil y todas las herejías y las falacias de la humanidad. Independientemente de la nueva etapa de Su obra que esté llevando a cabo, esta será sin duda desarrollada y expandida en medio de la humanidad, y será sin duda llevada a cabo sin trabas a lo largo del universo, hasta que Su gran obra haya concluido. Esta es la omnipotencia y la sabiduría de Dios, Su autoridad y Su poder. Así, el Señor Jesús pudo salir abiertamente y obrar en el día de reposo, porque en Su corazón no había reglas, conocimiento ni doctrina originada por la humanidad. Lo que Él tenía era la nueva obra de Dios y Su camino. Su obra era el camino de liberar a la humanidad, de soltar a las personas y permitirles existir en la luz y vivir. Mientras tanto, aquellos que adoran a los ídolos o a falsos dioses viven cada día atados por Satanás, reprimidos por todo tipo de normas y tabúes, hoy se prohíbe una cosa y mañana otra; no hay libertad en su vida. Son como prisioneros engrilletados que viven la vida sin júbilo del que hablar. ¿Qué representa la “prohibición”? Representa restricciones, lazos y el mal. Tan pronto como una persona adora a un ídolo, está adorando a un falso dios, un espíritu maligno. La prohibición recae cuando existen tales actividades. No se permite comer esto o aquello; hoy no se permite salir; mañana no se permite cocinar; al día siguiente no se permite cambiar de casa; se deben seleccionar ciertos días para bodas y funerales, y hasta para dar a luz. ¿Cómo se denomina esto? Se le llama prohibición; es la esclavitud de la humanidad, y son los grilletes de Satanás y los espíritus malignos que controlan a las personas y cohíben su corazón y su cuerpo. ¿Existen estas prohibiciones con Dios? Cuando se habla de la santidad de Dios, deberías pensar primero en esto: con Dios no hay prohibiciones. Dios tiene principios en Sus palabras y en Su obra, pero no son prohibiciones, porque Dios mismo es la verdad, el camino y la vida.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 66

“Pero Yo os digo que en este lugar hay uno que es más grande que este templo. Pero si vosotros hubierais sabido lo que esto significa, Yo recibiría misericordia y no sacrificio, vosotros no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es el Señor aún en el día de reposo” (Mateo 12:6-8).* ¿A qué se refiere la palabra “templo” aquí? Por decirlo de un modo sencillo, alude a un edificio magnífico, alto y, en la Era de la Ley, el templo era un lugar donde los sacerdotes adoraban a Dios. Cuando el Señor Jesús declaró “en este lugar hay uno que es más grande que este templo”,* ¿a quién se refería ese “uno”? Claramente, se trata del Señor Jesús en la carne, porque solo Él era más grande que el templo. ¿Qué transmiten esas palabras a las personas? Les indica que salgan del templo; Dios ya lo había abandonado y no obraba más allí, así que las personas deberían buscar las huellas de Dios fuera del templo y seguirlas en Su nueva obra. Cuando el Señor Jesús dice esto, hay una premisa detrás de Sus palabras, que es que, bajo la ley, la gente había llegado a considerar el templo como algo mayor que Dios mismo. Es decir, las personas adoraban el templo en lugar de a Dios, así que el Señor Jesús les advierte que no adoren a los ídolos, sino, en cambio, a Dios porque Él es supremo. Por consiguiente, Él dijo: “Yo recibiría misericordia y no sacrificio”.* Es evidente que, a los ojos del Señor Jesús, la mayoría de las personas que vivían bajo la ley ya no adoraban a Jehová, sino que seguían la corriente del sacrificio, y el Señor Jesús determinó que esto era adorar a los ídolos. Estos adoradores de ídolos veían el templo como algo mayor y más elevado que Dios. En sus corazones solo figuraba el templo, Dios no; si lo perdían, con él perdían también su morada. Sin él no tenían dónde adorar y no podrían llevar a cabo sus sacrificios. Su pretendida “morada” era donde ellos utilizaban la falsa pretensión de la adoración a Jehová Dios, a fin de permanecer en el templo y llevar a cabo sus propios negocios. Los supuestos “sacrificios” que realizaban eran solo para efectuar sus propios negocios personales y vergonzosos fingiendo cumplir con su servicio en el templo. Por esta razón, las personas de aquella época consideraban que el templo era mayor que Dios. El Señor Jesús pronunció estas palabras como una advertencia para las personas porque usaban el templo como tapadera, y los sacrificios como pretexto para engañar a otros y a Dios. Si se aplican estas palabras al presente, siguen siendo igual de válidas y pertinentes. Aunque las personas de hoy han experimentado una obra de Dios distinta a la de quienes vivieron en la Era de la Ley, su naturaleza y esencia son las mismas. En el contexto de la obra hoy, las personas seguirán haciendo las mismas cosas representadas por las palabras “el templo es más grande que Dios”. Por ejemplo, los seres humanos consideran que cumplir con su deber es su trabajo; que dar testimonio de Dios y luchar contra el gran dragón rojo son movimientos políticos en defensa de los derechos humanos, por la democracia y la libertad; voltean su deber para aplicar sus aptitudes a una profesión, pero tratan el temer a Dios y apartarse del mal como una mera porción de doctrina religiosa que deben cumplir y así sucesivamente. ¿No son estos comportamientos básicamente lo mismo que “el templo es más grande que Dios”? La diferencia es que, hace dos mil años, las personas llevaban a cabo sus negocios personales en el templo físico, pero actualmente los realizan en templos intangibles. Los que valoran las normas las consideran más grandes que Dios; quienes aman el estatus lo ven como algo más grande que Dios; los que aman su profesión la consideran más grande que Dios, etc.; todas sus expresiones me llevan a afirmar: “Las personas alaban a Dios y lo ven como lo más grande, de la boca para afuera, pero ante sus ojos todo es más grande que Él”. Esto se debe a que tan pronto como las personas encuentran una oportunidad a lo largo de su camino de seguir a Dios para exhibir sus propios talentos o para llevar a cabo sus propios asuntos o su profesión, se distancian de Él y se echan en brazos de su amada profesión. En cuanto a lo que Dios les ha confiado y Su voluntad, hace tiempo ya que lo han descartado. ¿Cuál es la diferencia entre el estado de estas personas y las que llevaban a cabo sus propios negocios en el templo, hace dos mil años?

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III

Palabras diarias de Dios  Fragmento 67

La frase “el Hijo del hombre es el Señor aún en el día de reposo”* les dice a las personas que todo lo de Dios no es de naturaleza material, y aunque Dios pueda suplir todas tus necesidades materiales, una vez satisfechas estas, ¿puede la satisfacción que proporcionan estas cosas sustituir tu búsqueda de la verdad? ¡Es evidente que eso no es posible! El carácter de Dios y lo que Él tiene y es, cosas sobre las que hemos estado comunicando, son la verdad. Su valor no se puede medir en comparación con los objetos materiales, sin importar su valor, ni su valor se puede cuantificar en términos de dinero, porque no es algo material, es algo que suple las necesidades del corazón de todas y cada una de las personas. Para cada persona, el valor de estas verdades intangibles debería ser mayor que el de cualquier cosa material que puedas valorar, ¿verdad? Esta declaración es algo a lo que tenéis que dedicarle tiempo. La idea clave de lo que he dicho es que lo que Dios tiene y es, y todo acerca de Dios, es lo más importante para cada persona y no puede ser sustituido por ningún objeto material. Te daré un ejemplo: cuando tienes hambre, necesitas comida. Esta puede ser relativamente buena o relativamente insatisfactoria, pero en apenas te sacias, la desagradable sensación de estar hambriento se va; desaparecerá. Puedes sentarte en paz y descansar el cuerpo. El hambre de las personas puede resolverse con comida, pero cuando estás siguiendo a Dios y sientes que no tienes un entendimiento de Él, ¿cómo puedes solucionar el vacío de tu corazón? ¿Puedes remediarlo con comida? O cuando estás siguiendo a Dios y no entiendes Su voluntad, ¿qué puedes usar para saciar ese hambre en tu corazón? En el proceso de tu experiencia de salvación a través de Dios, al buscar un cambio en tu carácter, si no comprendes Su voluntad o no sabes cuál es la verdad, si no entiendes el carácter de Dios, ¿no te sentirías muy incómodo? ¿No sentirías en tu corazón mucha hambre y sed? Estos sentimientos ¿no te impiden sentir el corazón descansado? ¿Cómo se puede, pues, saciar ese hambre del corazón? ¿Existe alguna forma de resolverlo? Algunos van de compras, otros buscan el consuelo de un amigo, otros se dan el gusto de un largo descanso, otros leen más palabras de Dios o trabajan más y se esfuerzan más por Dios para cumplir con su deber. ¿Pueden estas cosas solucionar tus dificultades prácticas? Todos vosotros entendéis por completo estos tipos de prácticas. Cuando te sientes impotente o tienes un fuerte deseo de obtener esclarecimiento de Dios que te permita conocer la realidad de la verdad y Su voluntad, ¿qué es lo que más necesitas? No es una buena comida, ni unas pocas palabras amables, ni mucho menos el consuelo y la satisfacción pasajeros de la carne; lo que necesitas es que Dios te diga de un modo directo y claro lo que deberías hacer y cómo hacerlo; que te diga con claridad cuál es la verdad. Después de entender esto, aunque solo obtengas una parte ínfima de entendimiento, ¿no te sentirás más satisfecho en tu corazón que si hubieras comido bien? Cuando tu corazón está colmado, ¿no gana verdadero reposo y toda tu persona también? A través de esta analogía y análisis, ¿entendéis ahora por qué quería Yo compartir con vosotros esta frase “el Hijo del hombre es el Señor aún en el día de reposo”?* Su significado es que lo que procede de Dios, lo que Él tiene y es, y todo acerca de Él es mayor que cualquier otra cosa, incluido aquello o aquella persona que una vez creíste valorar más. Esto significa que si una persona no puede obtener palabras de la boca de Dios o no entiende Su voluntad, no puede lograr el reposo. En vuestras experiencias futuras comprenderéis por qué quería que vierais este pasaje hoy; esto es muy importante. Todo lo que Dios hace es verdad y vida. La verdad es algo que no puede faltar en la vida de las personas y es algo de lo que no se puede prescindir; también se podría decir que es lo mejor. Aunque no puedas verlo ni tocarlo, no puedes ignorar la importancia que tiene para ti; es lo único que puede traer reposo a tu corazón.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 68

Vuestro entendimiento de la verdad ¿está integrado con vuestros propios estados? En la vida real, primero tienes que pensar en qué verdades se relacionan con las personas, los acontecimientos y las cosas con las que te has encontrado; en medio de estas verdades es donde puedes descubrir la voluntad de Dios y relacionar lo que has hallado con Su voluntad. Si desconoces qué aspectos de la verdad están relacionados con las cosas con las que te has encontrado, y, en cambio, vas directamente en busca de la voluntad de Dios, este es un enfoque ciego que no puede lograr resultados. Si quieres buscar la verdad y comprender la voluntad de Dios, primero es necesario que consideres qué tipo de cosas te han sucedido, con qué aspectos de la verdad están relacionados, y busca la verdad específica en la palabra de Dios que tenga que ver con lo que has experimentado. Luego, busca la senda de práctica adecuada para ti en esa verdad; de esta forma, puedes lograr un entendimiento indirecto de Su voluntad. Buscar la verdad y practicarla no es aplicar una doctrina de manera mecánica ni es seguir una fórmula. La verdad no es formulada ni es una ley. No está muerta; es vida, es algo vivo, es la regla que un ser creado debe seguir en la vida y la norma que un ser humano debe tener en la vida. Esto es algo que debes entender lo mejor posible a través de la experiencia. Independientemente de la etapa que hayas alcanzado en tu experiencia, eres inseparable de la palabra de Dios y de la verdad, y lo que entiendes de Su carácter y lo que sabes que Dios tiene y es, todo esto está expresado en Sus palabras; están inextricablemente vinculados a la verdad. El carácter de Dios y lo que Él tiene y es, son en sí mismos, la verdad. La verdad es una manifestación auténtica del carácter de Dios y de lo que Él tiene y es. Hace concreto lo que Dios tiene y es y declara de forma expresa lo que Él tiene y es; te indica de un modo más directo lo que le agrada a Dios, lo que le desagrada, lo que Él quiere que hagas y lo que no te permite hacer, a qué personas desprecia y en quiénes se deleita. Detrás de las verdades que Dios expresa, las personas pueden ver Su placer, Su ira, Su tristeza y Su felicidad, así como Su esencia; esta es la revelación de Su carácter. Al margen de saber lo que Dios tiene y es, y de entender Su carácter a partir de Su palabra, lo más importante es la necesidad de alcanzar este entendimiento por medio de la experiencia práctica. Si alguien se aparta de la vida real para conocer a Dios, no podrá lograrlo. Aunque haya quienes puedan lograr cierto entendimiento de Su palabra, este entendimiento se limita a teorías y palabras, y allí surge una disparidad sobre cómo es Dios en realidad.

Lo que estamos comunicando ahora se encuentra, en su totalidad, dentro del ámbito de las historias registradas en la Biblia. Por medio de ellas y a través del análisis de estas cosas que sucedieron, las personas pueden entender Su carácter y lo que Él tiene y es, según Él lo ha expresado, permitiéndoles conocer cada aspecto de Dios de un modo más amplio, más profundo, más exhaustivo y más cabal. Por tanto, ¿son estas historias la única forma de conocer cada aspecto de Dios? ¡No, esta no es la única forma! Porque lo que Dios dice y la obra que hace en la Era del Reino puede ayudar más a las personas a conocer Su carácter, y conocerlo de un modo más cabal. Sin embargo, creo que es un poco más fácil conocer el carácter de Dios y entender lo que Él tiene y es a través de algunos ejemplos o historias recogidas en la Biblia con los que las personas están familiarizadas. Si tomo las palabras del juicio y castigo, así como las verdades que Dios expresa hoy, palabra por palabra, para posibilitarte que llegues a conocerlo de esta manera, sentirás que es demasiado aburrido y tedioso, y algunas personas sentirán incluso que las palabras de Dios parecen frases hechas. Pero si tomo estas narrativas bíblicas como ejemplo para ayudar a las personas a conocer el carácter de Dios, no lo encontrarán aburrido. Se podría decir que en el curso de la explicación de estos ejemplos, los detalles de lo que había en el corazón de Dios en aquel momento —Su estado de ánimo o sentimientos, Sus pensamientos e ideas— se han comunicado a las personas en lenguaje humano, y el objetivo de todo esto consiste en permitirles apreciar y sentir que lo que Dios tiene y es no es una frase hecha. No es una leyenda ni algo que las personas no puedan ver o tocar. Es algo que existe de verdad, que las personas pueden sentir y apreciar. Este es el objetivo supremo. Se podría afirmar que las personas que viven en esta era están bendecidas. Pueden recurrir a las historias de la Biblia para obtener un entendimiento más amplio de la obra anterior de Dios; pueden ver Su carácter a través de la obra que Él ha llevado a cabo. Pueden entender Su voluntad para la humanidad por medio de estas actitudes que ha expresado y pueden entender las manifestaciones concretas de Su santidad y Su preocupación por los seres humanos y alcanzar así un conocimiento más detallado y profundo del carácter de Dios. ¡Creo que todos vosotros ahora podéis sentir esto!

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 69

En el ámbito de la obra que el Señor Jesús completó en la Era de la Gracia, puedes ver otro aspecto de lo que Dios tiene y es. Este aspecto se expresó a través de Su carne, y las personas pudieron verlo y apreciarlo a causa de Su humanidad. En el Hijo del hombre, las personas vieron cómo Dios vivió en carne Su humanidad y contemplaron Su divinidad expresada a través de la carne. Estos dos tipos de expresión permitieron a las personas ver un Dios muy real y formarse un concepto diferente de Él. Sin embargo, durante el período entre la creación del mundo y el final de la Era de la Ley, esto es, antes de la Era de la Gracia, los únicos aspectos de Dios que las personas vieron, oyeron y experimentaron fueron Su divinidad, las cosas que Él hizo y dijo en una esfera inmaterial, y las cosas que expresó desde Su persona real que no podían verse ni tocarse. Con frecuencia, estas cosas hacían que las personas sintieran que Dios era tan imponente en su grandeza que no podían acercarse a Él. La impresión que Dios solía dar a las personas era que Él aparecía y desaparecía de su capacidad de percibirlo e incluso sentían que cada uno de Sus pensamientos e ideas era tan misterioso y difícil de escudriñar que no había forma de alcanzarlos y mucho menos de intentar entenderlos y apreciarlos. Para las personas, todo lo relativo a Dios era muy distante, tanto que no podían verlo ni tocarlo. Él parecía estar arriba en el cielo, absolutamente inexistente. Así pues, entender el corazón y la mente de Dios o cualquiera de Sus pensamientos era imposible de lograr para las personas, e incluso inalcanzable. Aunque Dios llevó a cabo obras concretas en la Era de la Ley y también manifestó palabras específicas y expresó actitudes concretas que permitieron a los hombres apreciar y percibir un entendimiento real de Él, al fin y al cabo, estas expresiones de lo que Dios tiene y es provenían de una esfera inmaterial, y lo que las personas entendían, lo que conocían, seguía perteneciendo al aspecto divino de lo que Él tiene y es. La humanidad no podía lograr un concepto concreto a partir de esta expresión de lo que Él tiene y es, y su impresión de Dios seguía adherida a la idea de “un cuerpo espiritual al que resulta difícil acercarse, que entra y sale de la percepción”. Como Dios no usó un objeto específico ni una imagen perteneciente a la esfera material para aparecerse ante las personas, estas seguían sin poder definirlo mediante el lenguaje humano. En sus corazones y sus mentes, siempre querían usar sus propias palabras para establecer un estándar de Dios, para hacerlo tangible y humanizarlo, como por ejemplo lo alto y lo grande que es, cuál es Su aspecto, qué le gusta exactamente y cuál es Su personalidad. En realidad, Dios sabía en Su corazón que las personas pensaban así. Tenía muy claras sus necesidades y, por supuesto, también sabía lo que debía hacer; por ello, llevó a cabo Su obra de un modo diferente en la Era de la Gracia. Esta nueva forma era tanto divina como humana. En el período en que el Señor Jesús estuvo obrando, las personas podían ver que Dios tenía muchas expresiones humanas. Por ejemplo, podía bailar, asistir a bodas, conversar, hablar y discutir con los demás. Además de eso, el Señor Jesús también llevó a cabo mucha obra que representaba Su divinidad y, por supuesto, toda esa obra fue expresión y revelación del carácter de Dios. Durante ese tiempo, cuando la divinidad de Dios se materializó en carne ordinaria, de modo que podía ser visto y tocado, las personas dejaron de sentir que Él entraba y salía de su percepción, y que no podían acercársele. Por el contrario, podían intentar comprender la voluntad de Dios o entender Su divinidad a través de todos los movimientos, las palabras y la obra del Hijo del hombre que, encarnado, expresaba la divinidad de Dios a través de Su humanidad y transmitía Su voluntad a la humanidad. A través de Su expresión de la voluntad y del carácter de Dios, también les reveló a las personas el Dios que no puede verse ni tocarse, que habita en la esfera espiritual. Lo que las personas vieron fue Dios mismo, tangible y de carne y hueso. Así, el Hijo del hombre encarnado hizo concretas y humanas cosas como la identidad de Dios mismo, el estatus, la imagen, el carácter de Dios y lo que Él tiene y es. Aunque Su aspecto externo tenía algunas limitaciones respecto a la imagen de Dios, Su esencia y lo que Él tiene y es eran totalmente capaces de representar la propia identidad y el estatus de Dios mismo; sencillamente existían algunas diferencias en la forma de expresión. No podemos negar que el Hijo del hombre representaba la identidad y el estatus de Dios mismo, tanto en la forma de Su humanidad y en Su divinidad. Sin embargo, durante este tiempo, Dios obró a través de la carne, habló desde esa perspectiva y se presentó ante la humanidad con la identidad y el estatus del Hijo del hombre, y esto les proporcionó a las personas la oportunidad de encontrar y experimentar las palabras y la obra verdaderas de Dios en medio de la humanidad. También les permitió tener una percepción de Su divinidad y de Su grandeza en medio de la humildad, así como lograr un entendimiento y una definición preliminares de la autenticidad y la realidad de Dios. Aunque la obra realizada por el Señor Jesús, Sus formas de obrar y la perspectiva desde la que habló diferían de la persona real de Dios en la esfera espiritual, todo lo relativo a Él representaba realmente al Dios mismo que la humanidad nunca había visto antes; ¡es innegable! Es decir, no importa en qué forma aparezca Dios ni desde qué perspectiva hable, o en qué imagen se presente ante la humanidad, Dios no representa nada que no sea Él mismo. No puede representar a ningún ser humano ni a parte alguna de la humanidad corrupta. Dios es Dios mismo, y esto no se puede negar.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 70

Parábola de la oveja perdida

Mateo 18:12-14  ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se ha descarriado, ¿no deja las noventa y nueve en los montes, y va en busca de la descarriada? Y si sucede que la halla, en verdad os digo que se regocija más por esta que por las noventa y nueve que no se han descarriado. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos.

Este pasaje es una parábola; ¿qué tipo de sentimiento produce en la gente? La forma de expresión usada aquí, la parábola, es una figura retórica del lenguaje humano y, como tal, está dentro de la esfera del conocimiento humano. Si Dios hubiera dicho algo parecido en la Era de la Ley, las personas habrían sentido que tales palabras no eran realmente congruentes con Su identidad; sin embargo, cuando el Hijo del hombre comunicó estas palabras en la Era de la Gracia, para las personas fue algo reconfortante, cálido e íntimo. Cuando Dios se hizo carne, cuando apareció en forma de hombre, usó una parábola muy apropiada que provenía de Su propia humanidad para expresar la voz de Su corazón. Esta representaba la propia voz de Dios y la obra que Él quería hacer en esa era. También simbolizaba una actitud que Dios tenía hacia las personas en la Era de la Gracia. Mirando desde la perspectiva de la actitud de Dios hacia las personas, comparó a cada una de ellas con una oveja. Si una oveja se perdiera, Él haría lo que hiciera falta para encontrarla. Esto representaba un principio de la obra de Dios en ese momento en medio de la humanidad, cuando estaba en la carne. Dios usó esta parábola para describir Su determinación y Su actitud en esa obra. Esta era la ventaja de Dios al hacerse carne: podía aprovecharse del conocimiento de la humanidad y usar el lenguaje humano para hablar a las personas y para expresar Su voluntad. Él le explicó o le “tradujo” al hombre Su profundo lenguaje divino, que resultaba difícil de entender para las personas en lenguaje humano, de forma humana. Esto ayudó a las personas a entender Su voluntad y a saber qué quería hacer Él. También pudo tener conversaciones con personas desde la perspectiva humana, usar el lenguaje humano y comunicarse con ellas de una forma en la que entenderían. Hasta podía hablar y obrar usando el lenguaje y el conocimiento humanos, de forma que las personas pudieran sentir la bondad y la cercanía de Dios, y ver Su corazón. ¿Qué veis en esto? ¿Hay alguna prohibición en las palabras y las acciones de Dios? Para las personas, Dios de ninguna manera podía usar el conocimiento, el lenguaje o las formas de comunicarse humanas para hablar sobre lo que Dios mismo quería decir, la obra que quería realizar, o para expresar Su propia voluntad. Pero estaban equivocados. Dios utilizó este tipo de parábola para que las personas pudieran sentir la realidad y la sinceridad de Dios, y para que vieran Su actitud hacia los demás durante ese período. Esta parábola despertó de un sueño a aquellas personas que habían estado viviendo bajo la ley durante mucho tiempo y también inspiró a una generación tras otra de personas que vivieron en la Era de la Gracia. Al leer el pasaje de esta parábola, se conoce la sinceridad de Dios al salvar a la humanidad y entienden el peso y la importancia que la humanidad tiene en Su corazón.

Echemos un vistazo a la última frase en este pasaje: “Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos”. ¿Fueron estas las propias palabras del Señor Jesús, o las del Padre en el cielo? Superficialmente, parece que es el Señor Jesús el que habla, pero Su voluntad representa la de Dios mismo y por eso dijo: “Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos”. Las personas de esa época solo reconocían como Dios al Padre del cielo y creían que esta persona que tenían ante sus ojos solo era un enviado Suyo y que no podía representarlo. Por esta razón, el Señor Jesús tuvo que agregar esa frase al final de la parábola, de forma que las personas pudiesen sentir realmente la voluntad de Dios para la humanidad, así como la autenticidad y de lo que Él afirmaba. Aunque esta frase era simple, fue pronunciada con cuidado y amor y reveló la humildad y la ocultación del Señor Jesús. Independientemente de que Dios se hiciera carne u obrara en la esfera espiritual, conocía muy bien el corazón humano y entendía perfectamente lo que las personas necesitaban; sabía lo que las preocupaba y lo que las confundía, por lo que añadió esta frase, que resaltaba un problema oculto en la humanidad: las personas eran escépticas ante lo que el Hijo del hombre decía. Por eso, cuando el Señor Jesús estaba hablando tuvo que añadir: “Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos”. Sus palabras solo podían rendir fruto sobre esta premisa, para que las personas creyeran en su rigor y mejoraran su credibilidad. Esto muestra que cuando Dios se volvió Hijo normal del hombre, Él y la humanidad tuvieron una relación muy complicada, y la situación del Hijo del hombre era muy embarazosa. También muestra cuán insignificante era el estatus del Señor Jesús entre los humanos de la época. Cuando Él dijo esto, en realidad estaba diciendo a las personas: podéis descansar tranquilos, estas palabras no representan lo que hay en Mi corazón, sino que son la voluntad del Dios que está en vuestros corazones. ¿No era esto irónico para la humanidad? Aunque obrando en la carne, Dios tenía muchas ventajas que no tenía en Su persona, Él tuvo que resistir sus dudas y su rechazo, así como su insensibilidad y sosería. Podría decirse que el proceso de la obra del Hijo del hombre fue el proceso de experimentar el rechazo de la humanidad y su experiencia de competir contra Él. Más que eso, fue el proceso de obrar para continuamente ganar la confianza de la humanidad y conquistarla a través de lo que Él tiene y es, a través de Su propia esencia. No fue tanto que Dios encarnado estuviera librando una guerra sobre el terreno contra Satanás, sino que se convirtió en un hombre corriente e inició una lucha con los que lo seguían. En ella, el Hijo del hombre completó Su obra con Su humildad, con lo que Él tiene y es, y con Su amor y sabiduría. Consiguió a las personas que quería, obtuvo la identidad y el estatus que merecía, y “volvió” a Su trono.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 71

Perdonar setenta veces siete

Mateo 18:21-22  Entonces se le acercó Pedro, y le dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

El amor del Señor

Mateo 22:37-39  Y Él le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

De estos dos pasajes, uno habla del perdón y el otro del amor. Estos dos temas destacan realmente la obra que el Señor Jesús quería llevar a cabo en la Era de la Gracia.

Cuando Dios se hizo carne, con este hecho introdujo una etapa de Su obra, que eran las tareas de la obra específica y el carácter que Él quería expresar en esta era. En ese período, todo lo que el Hijo del hombre hizo giró en torno a la obra que Dios quería llevar a cabo en esa era. Él no haría ni más ni menos. Cada cosa que Él dijo y cada tipo de obra que llevó a cabo tuvo relación con esa era. Independientemente de que lo expresara de una forma humana mediante el lenguaje humano o a través del lenguaje divino —cualquiera fuera la forma o la perspectiva desde la que lo hiciera— Su objetivo era ayudar a que las personas entendieran lo que quería hacer, cuál era Su voluntad y cuáles eran Sus exigencias para las personas. Podía usar diversos medios y diferentes perspectivas para ayudar a las personas a entender y conocer Su voluntad, y a comprender Su obra de salvación de la humanidad. Así, en la Era de la Gracia vemos al Señor Jesús empleando el lenguaje humano la mayoría del tiempo para expresar lo que quería comunicar a la humanidad. Además, lo vemos desde la perspectiva de un guía ordinario que habla a las personas, provee para sus necesidades y las ayuda con lo que han pedido. Esta forma de obrar no se había visto en la Era de la Ley que precedió a la de la Gracia. Él se volvió más íntimo y compasivo con la humanidad, así como más capaz de conseguir resultados prácticos en la forma y manera. La metáfora sobre perdonar a las personas setenta veces siete aclara realmente este punto. El propósito logrado por el número en esta metáfora es permitir a las personas entender la intención del Señor Jesús en el momento en que dijo esto: se debía perdonar a los demás, no una vez, ni dos ni siete veces, sino setenta veces siete. ¿Qué tipo de idea está presente en la idea de “setenta veces siete”? Es conseguir que las personas conviertan el perdón en su propia responsabilidad, algo que deben aprender y un “camino” que deben acatar. Aunque esto solo fuera una metáfora, servía para destacar la idea fundamental. Ayudaba a las personas a apreciar profundamente lo que Él quería decir y a encontrar las formas propias de practicar, así como los principios y los estándares de práctica. Esta metáfora ayudaba a las personas a entender claramente y les daba un concepto preciso, que deberían aprender el perdón y perdonar cuantas veces haga falta, sin condiciones y con una actitud de tolerancia y comprensión hacia los demás. Cuando el Señor Jesús dijo esto, ¿qué había en Su corazón? ¿Estaba pensando realmente en el número “setenta veces siete”? No. ¿Existe un número de veces que Dios perdonará al hombre? Muchas personas están interesadas en el “número de veces” mencionado aquí, quieren entender realmente el origen y el significado de este número, por qué salió este de la boca del Señor Jesús; creen que contiene implicaciones más profundas. En realidad, solo fue una figura lenguaje humano que usó Dios. Cualquier implicación o significado deben analizarse junto a los requisitos del Señor Jesús para la humanidad. Cuando Dios no se había hecho carne aún, las personas no entendían mucho lo que Él decía, porque Su palabra procedía de la divinidad total. La perspectiva y el contexto de lo que decía eran invisibles e inalcanzables para el hombre; Él se expresaba desde una esfera espiritual que las personas no podían ver. Y es que quienes vivían en la carne no podían pasar por el mundo espiritual. Pero después de que Dios se hiciera carne, hablaba al hombre desde la perspectiva de la humanidad y Él salió y superó el alcance del mundo espiritual. Él podía expresar Su carácter, Su voluntad y Su actitud divinos por medio de cosas que los humanos podían imaginar, que podían ver y encontrarse en sus vidas; usando métodos que las personas podían aceptar, en un lenguaje que podían entender y un conocimiento que podían comprender, para permitirle así a la humanidad conocer y entender a Dios, comprender Su intención y los estándares que exige dentro del alcance de su capacidad y en la medida en que fueran capaces. Este era el método y el principio de la obra de Dios en la humanidad. Aunque Sus formas y Sus principios de obrar en la carne se consiguieron en su mayoría por medio de la humanidad o a través de ella, obtuvo resultados que realmente no se habrían conseguido obrando directamente en la divinidad. La obra de Dios en humanidad fue más concreta, auténtica y enfocada, los métodos fueron mucho más flexibles y, en la forma, superó la obra realizada durante la Era de la Ley.

A continuación, hablemos de amar al Señor y al prójimo como a ti mismo. ¿Es esto algo que se expresa directamente en la divinidad? ¡No, claramente no! Todas estas son cosas que el Hijo del hombre dijo en Su humanidad; solo los seres humanos dirían algo como “Ama a tu prójimo como a ti mismo” y “Ama a los demás igual que amas tu propia vida”. Esta forma de hablar es exclusivamente humana. Dios nunca ha hablado de esa forma. Cuando menos, Dios no tiene este tipo de lenguaje en Su divinidad porque Él no necesita el principio de “Ama a tu prójimo como a ti mismo” para regular Su amor por la humanidad, porque el amor de Dios por el hombre es una revelación natural de lo que Él tiene y es. ¿Habéis oído alguna vez a Dios decir algo como “Amo a la humanidad como me amo a Mí mismo”? No, porque el amor está en la esencia de Dios y en lo que Él tiene y es. El amor de Dios por la humanidad, Su actitud y la forma en la que trata a las personas son una expresión y una revelación naturales de Su carácter. Él no necesita hacer esto deliberadamente de una cierta forma o seguir deliberadamente cierto método o código moral para conseguir amar a Su prójimo como a Sí mismo, Él ya posee este tipo de esencia. ¿Qué ves en esto? Cuando Dios obró en la humanidad, muchos de Sus métodos, palabras y verdades fuero expresados de manera humana. Pero al mismo tiempo, el carácter de Dios, lo que Él tiene y es, así como Su voluntad, se expresaron para que las personas las conociesen y las entendiesen. Lo que llegaron a conocer y a entender fue exactamente Su esencia y lo que Él tiene y es, lo cual representa la identidad y el estatus inherente de Dios mismo. Es decir, el Hijo del hombre en la carne expresó el carácter y la esencia inherentes de Dios mismo lo más extensamente posible y con la mayor precisión posible. La humanidad del Hijo del hombre no solo no fue un obstáculo o una barrera para la comunicación y la interacción del hombre con Dios en el cielo, sino que era realmente el único canal y el único puente de conexión entre el hombre y el Señor de la creación. Ahora, en este punto, ¿no sentís que existen similitudes entre la naturaleza y los métodos de la obra realizada por el Señor Jesús en la Era de la Gracia y la etapa actual de la obra? Esta etapa actual de la obra también emplea mucho lenguaje humano para expresar el carácter de Dios y usa mucho lenguaje y métodos de la vida cotidiana de la humanidad y del conocimiento humano para expresar la voluntad de Dios mismo. Una vez que Dios se hace carne, independientemente de si está hablando desde una perspectiva humana o divina, gran parte de Su lenguaje y Sus métodos de expresión tienen lugar por medio del lenguaje y los métodos humanos. Esto es, cuando Dios se hace carne, es la mejor oportunidad para ti de ver Su omnipotencia y Su sabiduría, y de conocer cada aspecto real Suyo. Cuando Dios se hizo carne, conforme crecía, llegó a entender, aprender y comprender algo del conocimiento, el sentido común, el lenguaje y los métodos de expresión humanos en Su humanidad. Dios encarnado poseía estas cosas que procedían de los humanos que Él había creado. Estos se convirtieron en herramientas de Dios en la carne para expresar Su carácter y Su divinidad, y le permitieron hacer Su obra más pertinente, más auténtica y más precisa mientras obraba en medio de la humanidad, desde una perspectiva humana y usando lenguaje humano. Esto hizo que su obra fuera más accesible y más fácilmente entendible para las personas, consiguiendo así los resultados que Dios quería. ¿No es más práctico para Dios obrar de esta forma en la carne? ¿No es esto la sabiduría de Dios? Cuando Él se hizo carne, cuando Su carne pudo acometer la obra que Él quería llevar a cabo, fue cuando expresó prácticamente Su carácter y Su obra, y también fue el momento en el que pudo comenzar oficialmente Su ministerio como el Hijo del hombre. Esto significó que ya no había una “brecha generacional” entre Dios y el hombre, que Dios cesaría pronto Su obra de comunicarse por medio de mensajeros y que Dios mismo podría expresar personalmente todas las palabras y la obra en la carne que Él quisiera. También significó que las personas que Dios salvaría estarían más cerca de Él, que Su obra de gestión había entrado en un nuevo territorio y que toda la humanidad estaba a punto de afrontar una nueva era.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 72

Todo el que ha leído la Biblia sabe que cuando el Señor Jesús nació se produjeron muchos acontecimientos. El mayor de todos fue el de ser perseguido por el rey de los diablos, que fue un acontecimiento tan extremo que todos los niños de hasta dos años de edad fueron asesinados. Es evidente que Dios asumió un gran riesgo haciéndose carne entre los humanos; el gran precio que pagó para completar Su gestión de salvar a la humanidad también es evidente. Evidentes también son las grandes esperanzas que Dios puso en Su obra en la carne entre los hombres. Cuando la carne de Dios pudo acometer la obra entre los hombres, ¿cómo se sintió Él? Las personas deberían entender eso en cierta medida, ¿verdad? Como mínimo, Dios estaba feliz porque podía empezar a realizar Su nueva obra en medio de la humanidad. Cuando el Señor Jesús fue bautizado y comenzó oficialmente la obra que consistía en cumplir Su ministerio, el corazón de Dios se desbordó de júbilo porque después de muchos años de espera y preparación, podía vestir finalmente la carne de un hombre normal y dar inicio a Su nueva obra en la forma de un hombre de carne y hueso que las personas podrían ver y tocar. Podría hablar por fin cara a cara y con franqueza con las personas, a través de la identidad de un hombre. Dios podría ponerse por fin cara a cara con la humanidad por medio de formas y lenguaje humanos; podría proveer para el hombre, esclarecerlo y ayudarlo usando el lenguaje humano; podría comer en la misma mesa y vivir en el mismo espacio con él. También podría ver seres humanos, cosas, y todo de la manera en que lo hacían los hombres e incluso a través de sus propios ojos. Para Dios, esta ya era Su primera victoria de Su obra en la carne. También podría decirse que era el logro de una gran obra; esto era, por supuesto, lo que más feliz hacía a Dios. Ese comienzo fue la primera vez que Dios sintió una especie de consuelo en relación a Su obra en medio de la humanidad. Todos los acontecimientos que se produjeron eran muy prácticos y naturales, y el consuelo que Dios sintió muy auténtico. Para el hombre, cada vez que una etapa nueva de la obra de Dios se cumple, y cada vez que Él se siente gratificado, la humanidad puede acercarse más a Él y a la salvación. Para Dios, esta es también el lanzamiento de Su nueva obra, avanzando en Su plan de gestión y, lo que es más, este es el momento en el que Su voluntad se acerca al cumplimiento completo. Para la humanidad, la llegada de tal oportunidad es afortunada y muy buena; para todos aquellos que esperan la salvación de Dios, son noticias trascendentales y felices. Cuando Dios lleva a cabo una nueva etapa de la obra es un nuevo comienzo para Él y cuando esta nueva obra y este nuevo comienzo se lanzan y son presentados en medio de la humanidad es cuando el desenlace de esta etapa de la obra ya ha sido determinado y cumplido, y Dios ha visto el efecto final y el fruto que ha dado. Este momento es también cuando estos efectos hacen que Dios se sienta satisfecho, y es cuando Su corazón, por supuesto, está feliz. Dios se siente tranquilo porque, a Sus ojos, Él ya ha visto y determinado las personas que está buscando y ha ganado a este grupo de personas, un grupo capaz de hacer que Su obra tenga éxito y le traiga satisfacción. Así, Dios deja de lado Sus preocupaciones y está feliz. En otras palabras, cuando Su carne puede aventurarse en una nueva obra entre los hombres, y Él comienza a llevar a cabo la obra que debe hacer sin obstrucción, y siente que todo se ha cumplido, Él ya vislumbra el final. Por eso, está satisfecho y Su corazón está alegre. ¿Cómo se expresa la felicidad de Dios? ¿Podéis imaginar cuál podría ser la respuesta? ¿Ha de llorar Dios? ¿Puede Dios llorar? ¿Puede aplaudir? ¿Puede bailar? ¿Puede cantar? De ser así, ¿qué cantaría? Por supuesto que Dios podría cantar una canción bella y conmovedora que expresara el júbilo y la felicidad en Su corazón. Podría cantarla para la humanidad, para sí mismo y para todas las cosas. La felicidad de Dios puede expresarse de cualquier forma; todo esto es normal, porque Dios siente tristeza y felicidad y Sus diversos sentimientos pueden expresarse de diversas maneras. Este es Su derecho, y nada podría ser más normal y adecuado. Nadie debería pensar lo contrario. No deberían intentar el “hechizo de la cinta apretada”[a] en Dios, para decirle que no actúe de esta forma o de aquella, limitando así Su felicidad o cualquier sentimiento que pueda tener. En los corazones de las personas Dios no puede estar feliz, no puede derramar lágrimas, no puede llorar; no puede expresar ninguna emoción. Gracias a lo que hemos comunicado durante estas dos charlas, creo que ya no veréis más a Dios de esta forma, sino que le permitiréis tener algo de libertad y soltura. Esto es muy bueno. En el futuro, si sois capaces de sentir realmente la tristeza de Dios al oír que Él está triste, y sentir Su felicidad al oír que está feliz, como mínimo seréis capaces de saber y entender claramente lo que le hace feliz y lo que le entristece. Cuando puedes sentirte triste porque Él está triste, y feliz porque Él está feliz, Dios habrá ganado totalmente tu corazón y ya no habrá ninguna barrera entre tú y Él. Ya no trataréis de limitarlo más con la imaginación, las nociones, y el conocimiento humanos. En ese momento, Dios estará vivo y vigoroso en tu corazón. Será el Dios de tu vida y el Maestro de todo tu ser. ¿Tenéis este tipo de aspiración? ¿Tenéis confianza en que podéis lograr esto?

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III

Nota al pie:

a. El “hechizo de la cinta apretada” lo utilizaba el monje Tang Sanzang en la novela china Viaje a Occidente. Utiliza este hechizo para controlar a Sun Wukong presionando una cinta metálica alrededor de la cabeza de este último, lo que le provocaba fuertes dolores de cabeza y así podía controlarlo. Se ha convertido en una metáfora para describir algo que constriñe a una persona.


Palabras diarias de Dios  Fragmento 73

Las parábolas del Señor Jesús

La parábola del sembrador (Mateo 13:1-9)

La parábola de la cizaña (Mateo 13:24-30)

La parábola del grano de mostaza (Mateo 13:31-32)

La parábola de la levadura (Mateo 13:33)

La parábola de la cizaña explicada (Mateo 13:36-43)

La parábola del tesoro escondido (Mateo 13:44)

La parábola de la perla (Mateo 13:45-46)

La parábola de la red (Mateo 13:47-50)

La primera es la parábola del sembrador. Es realmente interesante; sembrar semillas es un acontecimiento común en la vida de las personas. La segunda es la de la cizaña. Cualquiera que haya plantado cultivos y, seguramente, los adultos sabrán qué es la “cizaña”. La tercera es la parábola del grano de mostaza. Todos vosotros sabéis lo que es la mostaza, ¿verdad? Si no lo sabéis, podéis echar un vistazo a la Biblia. La cuarta parábola es la de la levadura. Ahora, la mayoría de las personas sabe que se usa para la fermentación y que es algo que las personas utilizan en la vida cotidiana. Las siguientes parábolas, incluyendo la sexta, la del tesoro escondido, la séptima, la de la perla, y la octava, la de la red, fueron tomadas de la vida real de las personas. ¿Qué tipo de cuadro pintan estas parábolas? El de Dios convirtiéndose en una persona normal y viviendo junto a la humanidad, usando el lenguaje de la vida, el lenguaje humano, para comunicarse con los hombres y proveerles lo que necesitan. Cuando Dios se hizo carne y vivió entre los hombres durante mucho tiempo, después de haber experimentado y presenciado los diversos estilos de vida de las personas, estas experiencias pasaron a ser Su material educativo a través del cual transformó Su lenguaje divino en humano. Por supuesto, estas cosas que Él vio y oyó en la vida también enriquecieron la experiencia humana del Hijo del hombre. Cuando Él quería que las personas llegaran a entender algunas verdades, entender algo de la voluntad de Dios, podía usar parábolas parecidas a las anteriores para hablar a las personas acerca de la voluntad de Dios y Sus requisitos para la humanidad. Todas estas parábolas tenían relación con la vida de las personas; no había una sola que no estuviese en sintonía con la vida humana. Cuando el Señor Jesús vivió entre los hombres, vio campesinos cuidando su tierra y sabía lo que eran la cizaña y la levadura; entendió que los humanos aman los tesoros, por lo que usó las metáforas del tesoro escondido y la perla. En la vida, con frecuencia vio a pescadores echando redes; el Señor Jesús observó estas y otras actividades relacionadas con la vida humana y también experimentó ese tipo de vida. Él fue igual que cualquier otro ser humano normal, experimentaba las rutinas cotidianas humanas y comía tres veces al día. Experimentó personalmente la vida de una persona corriente y observó la vida de otros. Cuando observó y experimentó todo esto en persona, no pensó en cómo tener una buena vida o vivir con mayor libertad y comodidad. Por el contrario, a partir de su experiencia de vida humana auténtica, el Señor Jesús vio las dificultades en la vida de las personas. Vio el sufrimiento, el infortunio y la tristeza de las personas viviendo bajo el campo de acción de Satanás y viviendo una vida de pecado bajo la corrupción de Satanás. Mientras experimentaba personalmente la vida humana, también comprobó cuán desamparadas estaban las personas que vivían en medio de la corrupción y vio y experimentó el desgraciado estado de los seres humanos que vivían en pecado, que perdieron el rumbo en medio de la tortura a la que los sometía Satanás y el mal. Cuando el Señor Jesús vio estas cosas, ¿las vio con Su divinidad o con Su humanidad? Su humanidad existió realmente, estaba completamente vivo; Él pudo experimentar y ver todo esto. Pero, por supuesto, también vio estas cosas en Su esencia, que es Su divinidad. Esto es, Cristo mismo, el Señor Jesús que era hombre vio esto y todo lo que observó le hizo sentir la importancia y la necesidad de la obra que había acometido durante el tiempo que vivió en la carne. Aunque Él mismo sabía que la responsabilidad que debía asumir en la carne era inmensa y sabía lo cruel que sería el dolor que afrontaría, cuando vio a la humanidad desamparada en el pecado, el infortunio de sus vidas y su lucha ineficaz bajo la ley, sintió cada vez mayor tristeza y más inquietud por salvar a la humanidad del pecado. Independientemente del tipo de dificultades que afrontaría o del dolor que sufriría, su determinación de redimir a la humanidad que vivía en pecado aumentaba. Durante este proceso, se podría decir que el Señor Jesús comenzó a entender con mayor claridad la obra que necesitaba hacer y lo que se le había encomendado. Estaba cada vez más deseoso de completar la obra que debía acometer: cargar con todos los pecados de los hombres, expiar por la humanidad para que no viviera más en pecado y, al mismo tiempo, Dios podría perdonar los pecados del hombre, gracias a la ofrenda por el pecado, lo cual le permitiría a Él continuar con Su obra de salvación de la humanidad. Se podría decir que, en Su corazón, el Señor Jesús estaba dispuesto a ofrecerse por la humanidad, a sacrificarse. También estaba dispuesto a actuar como ofrenda por el pecado, a ser clavado en la cruz y, sin duda, estaba ansioso por completar esta obra. Cuando vio las condiciones miserables de la vida humana, tuvo aún más deseos de cumplir Su misión a la mayor rapidez posible, sin el retraso de un solo minuto o siquiera un segundo. Cuando tuvo ese sentimiento de urgencia, no estaba pensando en lo grande que sería Su dolor ni en cuanta humillación tendría que soportar. Solo tenía una convicción en Su corazón: mientras Él se ofreciera, mientras fuera clavado en la cruz como ofrenda por el pecado, la voluntad de Dios se llevaría a cabo y Él podría comenzar una nueva obra. La vida del hombre y el estado de su existencia en el pecado se transformarían por completo. Su convicción y lo que estaba decidido a hacer tenían relación con la salvación del hombre, y Él solo tenía un objetivo, cumplir con la voluntad de Dios, de manera que Dios pudiese iniciar, con éxito, la siguiente etapa de Su obra. Esto es lo que tenía en mente el Señor Jesús en aquella época.

Viviendo en la carne, Dios encarnado poseía una humanidad normal; poseía las emociones y la racionalidad de una persona normal. Sabía lo que era la felicidad, el dolor, y cuando vio al hombre vivir este tipo de vida, sintió en lo más profundo que simplemente dándoles a las personas algunas enseñanzas, proveyéndoles algo o instruyéndolas en algo no sería suficiente para sacarlas del pecado. Con solo cumplir con los mandamientos tampoco las redimiría del pecado; solo cuando Él cargara con el pecado de la humanidad y se volviera semejanza de carne pecadora podría lograr a cambio la libertad del hombre y el perdón de Dios para la humanidad. Así, después de que el Señor Jesús experimentara y fuera testigo de la vida del hombre en el pecado, un intenso deseo se manifestó en Su corazón: permitirles a los humanos que se libraran de su vida de lucha en el pecado. Este deseo hizo que sintiera cada vez más que debía ir a la cruz y cargar con los pecados de la humanidad lo antes posible, lo más rápido que pudiera. Estos fueron los pensamientos del Señor Jesús en ese momento, después de haber vivido con personas y haber visto, oído y sentido la desgracia de su vida en el pecado. Que el Dios encarnado pudiera tener este tipo de voluntad para el hombre, que pudiera expresar y revelar este tipo de carácter, ¿es algo que una persona normal podría poseer? ¿Qué vería una persona corriente en este tipo de entorno? ¿Qué pensaría? Si una persona normal afrontase todo esto, ¿consideraría los problemas desde una perspectiva elevada? ¡Definitivamente no! Aunque el aspecto exterior de Dios encarnado fuera exactamente igual al de un ser humano, y aunque Él aprendiera el conocimiento humano, aunque hablara el lenguaje humano y, en ocasiones, hasta expresara Sus ideas a través de los propios medios o las formas de hablar del hombre, Su modo de ver a los seres humanos y ver la esencia de las cosas era absolutamente distinto a como las personas corruptas veían estas mismas cosas. Su perspectiva y la altura en la que se halla es algo inalcanzable para una persona corrupta. Esto se debe a que Dios es la verdad, porque Su carne también posee la esencia de Dios y Sus pensamientos y lo que expresa Su humanidad también son la verdad. Para las personas corruptas, lo que Él expresa en la carne son provisiones de la verdad y de la vida. Estas provisiones no son solo para una persona, sino para toda la humanidad. En su corazón, una persona corrupta solo se relaciona con algunas personas. Se preocupan e interesan solo por ese manojo de personas. Cuando se asoma algún desastre, piensa primero en sus propios hijos, en su cónyuge o en sus padres. Como mucho, alguien más compasivo dedicaría algún pensamiento a algún familiar o un buen amigo; pero ¿pueden extenderse más que eso los pensamientos de una persona incluso así de compasiva? ¡Jamás! Los seres humanos son, después de todo, humanos, y solo pueden ver las cosas desde la perspectiva y la elevación de un ser humano. Sin embargo, Dios encarnado es totalmente diferente de una persona corrupta. Independientemente de lo corriente, normal y humilde que sea la carne del Dios encarnado, o de la cantidad de desprecio con que lo miren todos, Sus pensamientos y Su actitud hacia la humanidad es algo que ningún hombre podría poseer o imitar. Él siempre observará a la humanidad desde la perspectiva de la divinidad, desde la elevación de Su posición como Creador. Siempre contemplará a la humanidad a través de la esencia y de la mentalidad de Dios. No puede verla en absoluto desde la humilde elevación de una persona normal ni desde la perspectiva de una persona corrupta. Cuando el hombre mira a la humanidad, lo hace con una visión humana, y usan cosas como el conocimiento, las normas y las teorías humanas como punto de referencia. Esto está dentro del alcance de lo que las personas pueden ver con los ojos, dentro del alcance de lo que puede lograr una persona corrupta. Cuando Dios mira a la humanidad, lo hace con visión divina; usa como referencia Su esencia y lo que Él tiene y es. Esto alcanza cosas que las personas no pueden ver, y en esto es en lo que Dios encarnado y los humanos corruptos son totalmente diferentes. Esta divergencia viene determinada por la esencia de los seres humanos, que es distinta a la de Dios, y que determina las identidades y las posiciones, así como la perspectiva y la elevación desde la que ven las cosas. ¿Veis la expresión y la revelación de Dios mismo en el Señor Jesús? Se podría decir que lo que Él hizo y dijo guardaba relación con Su ministerio y con la obra de gestión de Dios mismo, que todo ello era la expresión y la revelación de Su esencia. Aunque se manifestara de manera humana, Su esencia divina y la revelación de Su divinidad no pueden negarse. Esta manifestación humana ¿era de veras una expresión de humanidad? Por su propia esencia, fue Su manifestación humana totalmente diferente de la de las personas corruptas. El Señor Jesús fue Dios encarnado, y si hubiera sido realmente una persona normal, corrupta, ¿habría podido contemplar la vida del hombre en pecado, desde una perspectiva divina? ¡En absoluto! Esta es la diferencia entre el Hijo del hombre y las personas corrientes. Todas las personas corruptas viven en pecado, y cuando alguien ve el pecado, no siente nada particular al respecto; son todos iguales, como un cerdo que vive en el fango y no se siente en absoluto incómodo ni sucio; al contrario, come bien y duerme profundamente. Si alguien limpia la pocilga, el cerdo no se sentirá a gusto ni se mantendrá limpio. Pronto estará revolcándose de nuevo en el fango, completamente a gusto, porque es una criatura sucia. Los seres humanos ven a los cerdos como sucios, pero si limpias el espacio donde el cerdo vive, el cerdo no se siente mejor. Por esta razón nadie tiene un cerdo en su casa. La forma en que los humanos ven a los cerdos siempre será diferente de cómo se sienten ellos, porque humanos y cerdos no pertenecen a la misma especie. Y como el Hijo del hombre encarnado no es de la misma especie que los seres humanos corruptos, solo el Dios encarnado puede alzarse desde una perspectiva divina, a la altura de Dios, desde donde contempla a la humanidad y lo ve todo.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 74

Cuando Dios se hace carne y vive entre los hombres, ¿qué sufrimiento experimenta en la carne? ¿Qué es? ¿Acaso alguien lo entiende realmente? Algunas personas dicen que Dios sufre mucho y aunque Él es Dios mismo, las personas no entienden Su esencia y tienden siempre a tratarlo como una persona, lo que lo hace sentir agraviado e injustamente perjudicado. Dicen que, por estos motivos, el sufrimiento de Dios es verdaderamente grande. Otros aseveran que Dios es inocente y libre de pecado, pero que sufre lo mismo que la humanidad y es víctima de persecución, difamación e indignidades junto con los hombres; también dicen que Él soporta las malinterpretaciones y la desobediencia de Sus seguidores; así, dicen que el sufrimiento de Dios no puede medirse. Ahora, parece que no entendéis realmente a Dios. De hecho, este sufrimiento del que habláis no cuenta como verdadero sufrimiento para Dios, porque hay uno mayor que este. ¿Cuál es, pues, el verdadero sufrimiento para Dios mismo? ¿Cuál es el verdadero sufrimiento para la carne del Dios encarnado? Para Dios, no es un sufrimiento que la humanidad no le entienda, que le malinterpreten y que no lo vean como Dios. Sin embargo, las personas sienten a menudo que Él debe de haber sufrido una gran injusticia, que cuando está hecho carne Dios no puede mostrar Su persona a la humanidad ni permitirle ver Su grandeza, y que se esconde humildemente en una carne insignificante, lo cual debió de ser un gran tormento para Él. Las personas se toman muy en serio lo que pueden entender y lo que pueden ver del sufrimiento de Dios, y proyectan todo tipo de compasión hacia Dios y a menudo hasta elevan una pequeña alabanza por Su sufrimiento. En realidad, existe una diferencia, una brecha entre lo que las personas entienden del sufrimiento de Dios y lo que Él siente realmente. Os estoy diciendo la verdad: para Dios, independientemente de que se trate del Espíritu de Dios o de la carne del Dios encarnado, ese no es un sufrimiento verdadero. ¿Qué hace, pues, sufrir a Dios de verdad? Hablemos sobre el sufrimiento de Dios tan solo desde la perspectiva del Dios encarnado.

Cuando Dios se hace carne y se convierte en una persona corriente, normal, que vive entre los hombres, codo con codo con las personas, ¿no puede ver ni sentir los métodos, las leyes y las filosofías de las personas para la vida? ¿Cómo se siente con respecto a esos métodos y leyes para la vida? ¿Siente aborrecimiento en Su corazón? ¿Por qué sentiría esto? ¿Cuáles son los métodos y las leyes de la humanidad para la vida? ¿En qué principios están arraigados? ¿En qué se basan? Los métodos, las leyes, etc., de la humanidad para la vida están todos creados en base a la lógica, el conocimiento y la filosofía de Satanás. Los humanos que viven bajo estos tipos de leyes no tienen humanidad, ni verdad, todos ellos desafían a la verdad y son hostiles con Dios. Si echamos un vistazo a la esencia de Dios, vemos que Su esencia es exactamente lo contrario de la lógica, del conocimiento y la filosofía de Satanás. Su esencia está llena de justicia, verdad, santidad, y otras realidades de todas cosas positivas. ¿Qué siente Dios, que posee esa esencia y vive en medio de semejante humanidad? ¿Qué siente en Su corazón? ¿No está lleno de dolor? Su corazón está dolido y ese dolor es algo que ninguna persona puede entender ni experimentar. Y es que todo lo que Él afronta, se encuentra, oye, ve y experimenta es corrupción, mal, resistencia y rebelión contra la verdad por parte de la humanidad. Todo lo que proviene de los humanos es la fuente de Su sufrimiento. Es decir, como Su esencia es diferente a la de los humanos corruptos, la corrupción de los hombres pasa a ser la fuente de Su mayor sufrimiento. ¿Puede Dios, al hacerse carne, encontrar a alguien que comparta un lenguaje común al Suyo? No se puede hallar una persona así entre los hombres. No hay quien pueda comunicar ni tener este diálogo con Dios. ¿Qué tipo de sentimiento dirías que tiene Dios sobre esto? Las cosas que las personas tratan, aman, buscan y anhelan están todas relacionadas con el pecado y con tendencias malvadas. Cuando Dios afronta todo esto, ¿no es como una puñalada en Su corazón? De frente a estas cosas, ¿podría rebozarle de júbilo? ¿Podría hallar consuelo? Los que están viviendo con Él son seres humanos llenos de rebeldía y maldad; ¿cómo podría no sufrir Su corazón? ¿Qué tan grande es este sufrimiento en realidad y a quién le importa? ¿Quién se ocupa de él? Y ¿quién es capaz de apreciarlo? Las personas no tienen forma de entender el corazón de Dios. Su sufrimiento es algo que las personas son particularmente incapaces de apreciar, y la frialdad y el entumecimiento de la humanidad profundizan aún más el sufrimiento de Dios.

Algunas personas a menudo se compadecen de la difícil situación que afronta Cristo porque hay un versículo en la Biblia que dice: “Las zorras tienen madrigueras y las aves […] nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza”. Cuando las personas oyen esto, se lo toman muy en serio y creen que es el mayor sufrimiento que Dios padece, y que también es el mayor sufrimiento que Cristo padece. Ahora, mirándolo desde la perspectiva de los hechos, ¿es ese el caso? No. Dios no cree que estas dificultades sean sufrimiento. Nunca ha clamado contra la injusticia por Sus dificultades de la carne ni ha hecho que los seres humanos le devuelvan nada ni lo recompensen. Sin embargo, cuando ve el todo de la humanidad, las vidas corruptas y la maldad de los humanos corruptos, cuando es testigo de que la humanidad está presa en las garras de Satanás, sin poder escapar, esas personas que viven en pecado no saben cuál es la verdad y Él no soporta todos estos pecados. Cada día aborrece más a los hombres, pero Él tiene que aguantar todo eso. Ese es el gran sufrimiento de Dios. No puede expresar plenamente la voz de Su corazón ni Sus emociones entre Sus seguidores, y nadie entre ellos puede entender verdaderamente Su sufrimiento. Nadie intenta siquiera entender o consolar Su corazón, que soporta este padecimiento día tras día, año tras año, una y otra vez. ¿Qué veis en todo esto? Dios no les exige nada a los humanos a cambio de lo que Él ha dado, pero debido a Su esencia no puede tolerar en absoluto la maldad, la corrupción y el pecado de la humanidad y siente un aborrecimiento y un odio extremos, que llevan a Su corazón y a Su carne a padecer un sufrimiento infinito. ¿Habéis visto todo esto? Lo más probable es que ninguno de vosotros lo viera, porque no hay entre vosotros quien entienda de verdad a Dios. Con el tiempo deberíais experimentarlo gradualmente vosotros mismos.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 75

Jesús alimenta a los cinco mil

Juan 6:8-13  Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, dijo a Jesús: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero ¿qué es esto para tantos? Jesús dijo: Haced que la gente se recueste. Y había mucha hierba en aquel lugar. Así que los hombres se recostaron, en número de unos cinco mil. Entonces Jesús tomó los panes, y habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban recostados; y lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que querían. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobran, para que no se pierda nada. Los recogieron, pues, y llenaron doce cestas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.

¿Cuál es la idea de “cinco panes y dos peces”? Comúnmente, ¿para cuántas personas serían suficientes cinco hogazas de pan y dos peces? Si se mide en base al apetito de una persona normal, solo alcanzarían para dos personas. Esta es la idea de “cinco panes y dos peces” en su forma más básica. Sin embargo, ¿a cuántas personas dice este pasaje que alimentaron esos cinco panes y dos peces? Lo siguiente es lo que se encuentra registrado en las Escrituras: “Y había mucha hierba en aquel lugar. Así que los hombres se recostaron, en número de unos cinco mil”. Comparado con cinco panes y dos peces, ¿es cinco mil una gran cantidad? ¿Qué muestra que esta cantidad sea tan grande? Desde una perspectiva humana, dividir cinco panes y dos peces entre cinco mil personas sería imposible, porque la diferencia entre las personas y los alimentos es demasiado grande. Aunque cada persona diese un pequeño bocado, seguiría sin ser suficiente para cinco mil personas. Pero aquí, el Señor Jesús hizo un milagro, no solo aseguró que cinco mil personas comiesen y se saciasen, sino que sobró. Las Escrituras dicen: “Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobran, para que no se pierda nada. Los recogieron, pues, y llenaron doce cestas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido”. El milagro permitió a las personas ver la identidad y el estatus del Señor Jesús, y también les permitió ver que no hay nada imposible para Dios; de este modo, vieron la verdad de la omnipotencia de Dios. Cinco panes y dos peces fueron suficientes para alimentar a cinco mil, pero de no haber habido nada de comida, ¿habría sido Dios capaz de alimentar a cinco mil personas? ¡Por supuesto que sí! Esto fue un milagro, por lo que inevitablemente las personas sintieron que era incomprensible, increíble y misterioso, pero para Dios hacer eso no fue nada. Si eso era algo ordinario para Él, ¿por qué debería señalárselo ahora para ser interpretado? Porque lo que había detrás de este milagro es la voluntad del Señor Jesús, algo que la humanidad nunca antes había percibido.

En primer lugar, tratemos de entender qué tipo de personas eran estas cinco mil. ¿Eran seguidores del Señor Jesús? Las Escrituras nos enseñan que no. ¿Sabían quién era el Señor Jesús? ¡Claramente no! Al menos, no sabían que la persona que estaba delante de ellos era Cristo, o quizás solo algunos sabían Su nombre y conocían o habían oído algo acerca de las cosas que había hecho. Su curiosidad por el Señor Jesús se había simplemente despertado luego de oír historias sobre Él, pero sin duda no se puede decir que lo siguieran, y mucho menos que lo entendieran. Cuando el Señor Jesús vio a estas cinco mil personas, estaban hambrientas y solo podían pensar en saciar su estómago, entonces fue en este contexto que Él satisfizo sus deseos. ¿Qué había en Su corazón cuando lo hizo? ¿Cuál fue Su actitud hacia estas personas que solo querían comer hasta saciarse? En ese momento, los pensamientos del Señor Jesús y Su actitud enfocaban al carácter y la esencia de Dios. Frente a estas cinco mil personas con el estómago vacío, que solo querían comer bien, frente a estas personas llenas de curiosidad y esperanza por Él, el Señor Jesús solo pensó en utilizar este milagro para concederles gracia. Sin embargo, no guardó esperanza de que se convirtieran en Sus seguidores, porque sabía que solo querían divertirse y comer hasta saciarse. Así pues, Jesús hizo lo que pudo con lo que tenía y usó cinco hogazas de pan y dos peces para alimentar a cinco mil personas. Abrió los ojos de esas personas que disfrutaban ver cosas emocionantes, que querían ver milagros y que vieron con sus propios ojos las cosas que Dios encarnado podía lograr. Aunque el Señor Jesús usó algo tangible para satisfacer su curiosidad, en Su corazón ya sabía que estas cinco mil personas solo querían comer bien, por lo que no dijo nada en absoluto ni predicó. Solo les permitió ver cómo se producía el milagro. No hay duda de que no podía tratar a estas personas igual que a Sus discípulos, que le seguían realmente; pero, en Su corazón, todas las criaturas están bajo Su dominio y a todas las criaturas que veía les permitía que disfrutasen de la gracia de Dios cuando fuera necesario. Aunque estas personas no sabían quién era Él ni lo entendían, ni tenían una impresión particular de Él ni gratitud hacia Él, aun después de haber comido los panes y los peces, a Dios no le importaba; Él les dio a estas personas una maravillosa oportunidad de disfrutar Su gracia. Algunos opinan que Dios es recto en lo que hace y que no cuida ni protege a los incrédulos y, sobre todo, que no les permite disfrutar de Su gracia. ¿Es este realmente el caso? A los ojos de Dios, siempre que sean criaturas vivientes creadas por Él mismo, las dirigirá y cuidará de ellas y, de muchas formas diferentes, las tratará, hará planes para ellas y las regirá. Estos son los pensamientos y la actitud de Dios hacia todas las cosas.

Aunque las cinco mil personas que comieron las hogazas de pan y los peces no planeaban seguir al Señor Jesús, Él no formuló exigencias estrictas con ellas; una vez que comieron hasta saciarse, ¿sabéis qué hizo? ¿Les predicó algo? ¿Dónde fue tras haber hecho esto? Las Escrituras no registran que el Señor Jesús les dijese nada, solo que se fue rápido, cuando hubo completado Su milagro. ¿Les exigió algo entonces a estas personas? ¿Hubo odio? No, no hubo nada de eso; Él simplemente no quiso brindarles más atención a estas personas que no podían seguirle y, en ese momento, Su corazón estaba dolido. Como había visto la depravación de la humanidad y había sentido su rechazo hacia Él, al ver a estas personas y estar con ellas, su torpeza y su ignorancia lo entristecieron mucho y afligieron Su corazón. Por ello solo buscó apartarse cuanto antes. El Señor no les exigió nada en Su corazón; no quería brindarles atención y, sobre todo, no quería gastar energía en ellos. Sabía que no podían seguirle, pero a pesar de ello, Su actitud hacia ellos siguió siendo muy clara. Solo quería tratarlos con bondad, concederles la gracia y, ciertamente, esta era la actitud de Dios hacia toda criatura que estuviera bajo Su dominio: tratarla con bondad, proveer para ella y alimentarla. El Señor Jesús reveló, de forma muy natural, la propia esencia de Dios y trató con bondad a estas personas, porque era Dios encarnado. Lo hizo con un corazón lleno de benevolencia y tolerancia, y con ese corazón les mostró bondad. Independientemente de cómo ellas le viesen y del tipo de resultado que esto produjera, Él trataba a cada criatura basándose en Su identidad como Señor de toda la creación. Todo lo que revelaba era, sin excepción, el carácter de Dios y lo que Él tiene y es. El Señor Jesús hizo esto tranquilamente y después se marchó de la misma manera. ¿Qué aspecto del carácter de Dios es este? ¿Dirías que es Su misericordia? ¿Dirías que Dios es abnegado? ¿Acaso es algo que podría hacer una persona normal? ¡Definitivamente no! Fundamentalmente, ¿quiénes eran estas cinco mil personas a las que el Señor Jesús alimentó con cinco panes y dos peces? ¿Dirías que eran personas compatibles con Él? ¿Dirías que eran todas hostiles a Dios? Podemos afirmar con certeza que no eran en absoluto compatibles con el Señor y que su esencia era totalmente hostil a Dios. Pero ¿cómo las trató Dios? Usó un método para disipar la hostilidad de las personas hacia Él: este método se llama “bondad”. Es decir, aunque el Señor Jesús vio que eran pecadores, a Sus ojos, sin embargo, eran Su creación, por lo que igualmente trató a los pecadores con bondad. Esta es la tolerancia divina, determinada por Su propia identidad y esencia. Por tanto, es algo de lo que ningún ser humano creado por Dios es capaz; solo Dios puede hacerlo.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 76

Cuando seas capaz de apreciar realmente los pensamientos y la actitud de Dios hacia la humanidad, cuando puedas entender realmente Sus emociones y Su preocupación por cada ser de la creación, podrás entender la devoción y el amor depositados sobre cada persona creada por el Creador. Cuando esto ocurra, utilizarás dos palabras para describir el amor de Dios. ¿Cuáles son estas dos palabras? Algunas personas dicen “abnegado”, y otras “filantrópico”. De estas dos, la segunda es la palabra menos apropiada para definir el amor de Dios. Es un término que se utiliza para describir a una persona que es magnánima o abierta de mente. Aborrezco esta palabra, porque se refiere a dispensar caridad de un modo aleatorio, indiscriminado, sin tener en cuenta principios. Es una inclinación abiertamente sentimental, que es común en las personas insensatas y que están confundidas. Cuando esta palabra se utiliza para describir el amor de Dios, existe inevitablemente una connotación blasfema. Tengo dos palabras que definen de forma más adecuada el amor de Dios. ¿Cuáles son? La primera es “inmenso”. ¿No es evocadora? La segunda es “vasto”. Detrás de estas palabras que utilizo para definir el amor de Dios hay un significado real. Literalmente, “inmenso” describe el volumen o la capacidad de una cosa, pero no importa lo grande que esta sea: es algo que las personas pueden tocar y ver. Esto es porque existe, no es un objeto abstracto, sino algo que puede darles ideas a las personas de una manera relativamente precisa y práctica. No importa si lo estás mirando desde una perspectiva bi o tridimensional; no necesitas imaginar su existencia, porque es algo que existe de hecho de forma real. Aunque usar la palabra “inmenso” para definir el amor de Dios puede hacernos pensar que se está intentando cuantificarlo, al mismo tiempo también da la sensación de que Su amor no se puede cuantificar. Yo digo que el amor de Dios puede cuantificarse, porque no es vacío ni surge de ninguna leyenda. Más bien, es algo compartido por todas las cosas que están bajo Su dominio y es algo que disfrutan todas las criaturas en diversos grados y desde diferentes perspectivas. Aunque las personas no pueden verlo ni tocarlo, este amor trae sustento y vida a todas las cosas conforme se va revelando gota a gota en su vida y las personas cuentan y dan testimonio del amor de Dios, el cual disfrutan en cada momento que pasa. Digo que el amor de Dios no puede cuantificarse porque el misterio de Dios que provee y alimenta todas las cosas es algo difícil de comprender para los seres humanos, como lo son los pensamientos de Dios sobre todas las cosas y, en particular, sobre la humanidad. Es decir, nadie sabe la sangre y las lágrimas que el Creador ha derramado por la humanidad. Nadie puede comprender ni entender la profundidad o el peso del amor que el Creador tiene por la humanidad, a la que hizo con Sus propias manos. Describir el amor de Dios como inmenso es ayudar a las personas a apreciar y entender su amplitud y la verdad de su existencia. También pueden comprender en mayor profundidad el significado real de la palabra “Creador”, y pueden obtener un entendimiento más profundo de la verdadera relevancia de la denominación “Creador”. ¿Qué describe habitualmente el término “vasto”? Se usa generalmente para describir el océano o el universo, por ejemplo: “el vasto universo” o “el vasto océano”. La expansión y la silenciosa profundidad del universo superan el entendimiento humano y es algo que capta la imaginación de los hombres y los llena de admiración. Su misterio y su profundidad se ven, pero no se puede alcanzar. Cuando piensas en el océano, piensas en su amplitud: parece no tener límites y sientes su misterio y su gran capacidad de contener cosas. Por esta razón he usado la palabra “vasto” para definir el amor de Dios. Lo he hecho para ayudar a las personas a sentir lo valioso que es, su intensa belleza y lo infinito y extenso de su poder. Lo he hecho para ayudarlas a sentir la santidad de Su amor, la dignidad Dios y Su calidad de inofendible, revelados por medio de Su amor. ¿Pensáis ahora que “vasto” es una palabra apropiada para describir el amor de Dios? ¿Está el amor de Dios al nivel de estos dos términos, “inmenso” y “vasto”? ¡Totalmente! En el lenguaje humano, solo estas dos palabras son de alguna manera adecuadas y están relativamente cerca de definir el amor de Dios. ¿No pensáis lo mismo? Si os pidiera que lo describierais, ¿usaríais estas dos palabras? Lo más probable es que no lo haríais, porque vuestro entendimiento y vuestra apreciación del amor de Dios se limitan a una perspectiva bidimensional y no ha ascendido a la altura del espacio tridimensional. Por tanto, si os pidiera que describierais el amor de Dios, sentiríais que os faltan las palabras, o quizá os quedaríais incluso mudos. Los dos términos de los que he hablado hoy pueden resultaros difíciles de entender, o quizá simplemente no estéis de acuerdo. Esto solo demuestra que vuestra apreciación y vuestro entendimiento del amor de Dios son superficiales y se limitan a un alcance reducido. He dicho antes que Dios es abnegado. ¿Recordáis la palabra, “abnegado”? ¿Será que el amor de Dios solo puede definirse como abnegado? ¿No queda demasiado corta? Deberíais reflexionar más sobre este asunto para obtener algo de él.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 77

La resurrección de Lázaro glorifica a Dios

Juan 11:43-44  Habiendo dicho esto, gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadlo, y dejadlo ir.

¿Cuál es vuestra impresión después de leer este pasaje? La relevancia de este milagro realizado por el Señor Jesús fue mucho mayor que el anterior, porque no hay milagro más sorprendente que traer a un muerto de vuelta de la tumba. Que el Señor Jesús hiciera algo así fue extremadamente significativo en aquella era. Como Dios se había hecho carne, las personas solo podían ver Su apariencia física, Su lado práctico y Su aspecto insignificante. Aunque algunos vieran y entendieran algo de Su carácter o algunas habilidades especiales que parecía poseer, nadie sabía de dónde había venido el Señor Jesús, quién era verdaderamente en Su esencia y qué otras cosas era capaz de hacer realmente. Todo esto era desconocido para la humanidad. Así que muchas personas querían encontrar pruebas para responder a estos interrogantes acerca del Señor Jesús y para saber la verdad. ¿Podía Dios hacer algo para demostrar Su propia identidad? Para Él, esto era muy fácil, un juego de niños. Podía hacer algo en cualquier lugar y en cualquier momento para demostrar Su identidad y esencia, pero Dios hacía las cosas siguiendo un plan y paso a paso. No hacía las cosas indiscriminadamente; sino que esperaba el momento y la oportunidad adecuados para hacer algo que permitiría que la humanidad viera, algo realmente significativo. De este modo, Él demostraba Su autoridad y Su identidad. Así pues, ¿podía la resurrección de Lázaro demostrar la identidad del Señor Jesús? Veamos el siguiente pasaje de las Escrituras: “Habiendo dicho esto, gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, […]”. Cuando el Señor Jesús hizo esto, dijo solo una cosa: “¡Lázaro, ven fuera!”. Lázaro salió entonces de su tumba; esto se cumplió con solo unas pocas palabras pronunciadas por el Señor. En aquel momento, el Señor Jesús no levantó un altar ni llevó a cabo otras acciones. Solo dijo esa única cosa. ¿Se denominaría esto un milagro o un mandato? ¿O era algún tipo de hechicería? Superficialmente, pareciera que podría denominarse un milagro y, mirándolo desde una perspectiva moderna, por supuesto que podrías seguir llamándolo milagro. Sin embargo, de ninguna manera podría considerárselo el tipo de magia que supuestamente trae de vuelta el alma de los muertos ni fue en absoluto ningún tipo de brujería. Es correcto decir que este milagro fue la demostración más normal y pequeña de la autoridad del Creador. Esa es la autoridad y el poder de Dios. Él tiene la autoridad de hacer morir a una persona, de hacer que su alma deje su cuerpo y vuelva al Hades, o donde deba ir. La hora de la muerte y el lugar adónde va una persona está determinado por Dios. Él puede tomar estas decisiones en cualquier momento y lugar, sin limitación alguna por parte de los seres humanos, los acontecimientos, los objetos, el espacio o la geografía. Si quiere, puede hacerlo, porque todas las cosas y los seres vivientes están bajo Su dominio, y todas las cosas nacen, viven y mueren por Su palabra y Su autoridad. Él puede resucitar a un hombre muerto, y esto también es algo que puede hacer en cualquier momento y lugar. Esta es la autoridad que solo el Creador posee.

Cuando el Señor Jesús hizo cosas como traer a Lázaro de entre los muertos, Su objetivo fue brindar una prueba para que los humanos y Satanás vieran, para que supieran que todo lo relativo a la humanidad, a la vida y la muerte de la humanidad están determinados por Dios, y que, aunque Él se había hecho carne, seguía dominando el mundo físico visible así como el mundo espiritual, que los hombres no pueden ver. Hizo esto para demostrarles a la humanidad y a Satanás que no todo lo relativo a la humanidad está bajo el mando de Satanás. Esto fue una revelación y una demostración de la autoridad de Dios, y también una forma de enviar un mensaje a todas las cosas de que la vida y la muerte de la humanidad están en Sus manos. La resurrección de Lázaro por parte del Señor Jesús fue una de las maneras en las que el Creador enseñó e instruyó al hombre. Fue una acción concreta en la que Él usó Su poder y autoridad para instruir y proveer a la humanidad. Fue una forma, sin el uso de palabras, de permitir que los hombres viesen la verdad de que Él comanda todas las cosas. Fue una forma de decir a la humanidad por medio de acciones prácticas que no hay salvación si no es por medio de Él. Este medio silencioso que Él utilizó para instruir a la humanidad es eterno, indeleble y produce en los corazones humanos un impacto y un esclarecimiento que nunca se desvanecerá. La resurrección de Lázaro glorificó a Dios: esto tiene un profundo impacto en cada uno de Sus seguidores. Fija firmemente, en cada persona que entiende profundamente este acontecimiento, el entendimiento, la visión de que solo Dios puede controlar la vida y la muerte de la humanidad. Aunque Él tenga este tipo de autoridad y aunque enviara un mensaje acerca de Su soberanía sobre la vida y la muerte del hombre por medio de la resurrección de Lázaro, esta no fue Su principal obra. Dios nunca hace nada sin sentido. Cada cosa tiene un gran valor y es una joya sublime en un almacén de tesoros. Bajo ningún concepto, permitiría Él “que una persona saliera de su tumba” fuera el objetivo o el elemento principal o único de Su obra. Dios no hace nada que no tenga relevancia. La resurrección de Lázaro, como acontecimiento singular, es suficiente para demostrar Su autoridad y para probar la identidad del Señor Jesús. Esta es la razón por la que no repitió este tipo de milagro. Dios hace las cosas de acuerdo a Sus propios principios. En el lenguaje humano, podría decirse que Dios ocupa Su mente solo con asuntos serios. Esto es, cuando Él hace algo, no se desvía del propósito de Su obra. Sabe qué quiere llevar a cabo en esa etapa, qué quiere conseguir y sigue Su plan a rajatabla. Si una persona corrupta tuviera ese tipo de habilidad, simplemente pensaría en formas de mostrarla con el fin de que los demás sepan lo formidable que es, se inclinen ante él, y poder así controlarlos y devorarlos. Esta es la maldad que viene de Satanás y se llama corrupción. Dios no tiene ese carácter ni esa esencia. Su propósito al hacer las cosas no es exhibirse, sino proveer a la humanidad más revelación y dirección, y esta es la razón por la que las personas ven tan pocos ejemplos de este tipo de acontecimiento en la Biblia. Esto no significaba que los poderes del Señor Jesús estuvieran limitados o que fuera incapaz de hacer tales cosas. Simplemente, Dios no quiso hacerlo, porque el hecho de que el Señor Jesús resucitara a Lázaro tuvo un sentido muy práctico; y también porque la obra principal de Dios al encarnarse no consistía en realizar milagros ni en traer a los muertos de vuelta a la vida, sino que era la obra de redención para la humanidad. Así, gran parte de la obra completada por el Señor Jesús fue enseñar a las personas, proveer para ellas y ayudarlas; acontecimientos como resucitar a Lázaro fueron simplemente una pequeña parte del ministerio que Él llevó a cabo. Aún más, se puede decir que “exhibirse” no forma parte de la esencia de Dios, por lo que no mostrar más milagros no significaba que el Señor Jesús se contuviera intencionalmente, ni tampoco que obedeciera a limitaciones del entorno, y con toda certeza no se debía a una falta de poder.

Cuando el Señor Jesús resucitó a Lázaro, usó solo estas pocas palabras: “¡Lázaro, ven fuera!”. No dijo nada más. Así que, ¿qué demuestran estas palabras? Demuestran que Dios puede conseguir cualquier cosa por medio de Sus palabras, incluida la resurrección de un hombre muerto. Cuando Él creó todas las cosas, cuando creó el mundo, lo hizo con palabras: con mandatos hablados, con palabras de autoridad, y de esta manera se crearon todas las cosas y así se las logró. Estas pocas palabras pronunciadas por el Señor Jesús fueron como las palabras habladas por Dios cuando creó los cielos y la tierra, y todas las cosas; del mismo modo, tenían la autoridad de Dios y el poder del Creador. Todas las cosas se formaron y se mantuvieron firmes por las palabras salidas de la boca de Dios y, de la misma forma, Lázaro salió de su tumba por las palabras de boca del Señor Jesús. Esto fue la autoridad de Dios, demostrada y materializada en Su forma encarnada. Este tipo de autoridad y capacidad pertenecían al Creador y al Hijo del hombre, en quien el Creador se materializó. Este es el entendimiento que Dios le enseñó a la humanidad cuando hizo regresar a Lázaro de entre los muertos.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 78

El juicio de los fariseos sobre Jesús

Marcos 3:21-22  Cuando sus parientes oyeron esto, fueron para hacerse cargo de Él, porque decían: Está fuera de sí. Y los escribas que habían descendido de Jerusalén decían: Tiene a Beelzebú; y: Expulsa los demonios por el príncipe de los demonios.

La reprensión de Jesús a los fariseos

Mateo 12:31-32  Por eso os digo: todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Y a cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero.

Mateo 23:13-15  Pero, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas, aun cuando por pretexto hacéis largas oraciones; por eso recibiréis mayor condenación. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros.

El contenido de los dos pasajes anteriores es distinto. Veamos el primero de ellos: el juicio de los fariseos sobre Jesús.

En la Biblia, la valoración que los fariseos hicieron del propio Jesús y de las cosas que hizo fue: “[…] decían: Está fuera de sí. […] Tiene a Beelzebú; y: Expulsa los demonios por el príncipe de los demonios” (Marcos 3:21-22). El juicio del Señor Jesús de parte de escribas y fariseos no fue una mera copia de lo dicho por otras personas ni una conjetura infundada; fue la conclusión a la que llegaron a partir de lo que vieron y oyeron sobre Sus acciones. Aunque su conclusión fue ostensiblemente hecha en nombre de la justicia y a las personas les pareció bien fundamentada, la arrogancia con la que juzgaron al Señor Jesús fue difícil de refrenar, incluso para ellos. La frenética energía de su odio por el Señor Jesús puso de manifiesto sus propias ambiciones disparatadas y sus satánicos rostros malvados, así como la malévola naturaleza con la que se resistían a Dios. Las cosas que dijeron en su juicio del Señor Jesús fueron impulsadas por sus ambiciones disparatadas, su envidia y la naturaleza horrible y malévola de su hostilidad hacia Dios y hacia la verdad. No investigaron el origen de las acciones del Señor Jesús ni la esencia de lo que dijo o hizo. En cambio, atacaron y desacreditaron ciegamente lo que Él había hecho, en un estado de agitación enloquecida y con malicia deliberada. Llegaron incluso al punto de desacreditar intencionadamente a Su Espíritu, esto es, el Espíritu Santo, que es el Espíritu de Dios. Esto es lo que quisieron decir con las palabras “Está fuera de sí”, “Beelzebú” y “el príncipe de los demonios”. Es decir, dijeron que el Espíritu de Dios era Beelzebú y el príncipe de los demonios. Definieron como locura la obra del Espíritu de Dios encarnado, que se había vestido de la carne. No solo blasfemaron tachándolo de Beelzebú y príncipe de los demonios, sino que también condenaron la obra de Dios y condenaron y blasfemaron al Señor Jesucristo. La esencia de su resistencia y su blasfemia de Dios fue exactamente la misma que la esencia de la resistencia y blasfemia de Dios por parte de Satanás y los demonios. No solo representaban a seres humanos corruptos, sino que más bien eran la representación de Satanás. Eran un canal para Satanás en medio de la humanidad y eran sus cómplices y lacayos. La esencia de su blasfemia y su denigración del Señor Jesucristo fue su lucha contra Dios por el estatus, su competencia con Él y la eterna puesta a prueba de Dios. La esencia de su resistencia a Dios y su actitud de hostilidad hacia Él, así como sus palabras y sus pensamientos, fue directamente una blasfemia y algo que hizo enfadar al Espíritu de Dios. Así pues, Dios determinó un juicio razonable basado en lo que dijeron e hicieron y determinó que sus hechos constituían un pecado de blasfemia contra el Espíritu Santo. Este pecado es imperdonable tanto en este mundo como en el venidero, tal como dice el siguiente pasaje de las Escrituras: “la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada”, y “al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero”. Hoy, hablemos sobre el verdadero significado de estas palabras de Dios: “no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero”. Es decir, desmitifiquemos cómo cumple Dios las palabras: “no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero”.

Todo aquello de lo que hemos hablado tiene relación con el carácter de Dios y Su actitud hacia las personas, los acontecimientos y las cosas. Naturalmente, los dos pasajes anteriores no son una excepción. ¿Habéis notado algo en estos dos pasajes de las Escrituras? Algunas personas dicen ver en ellos el enojo de Dios. Algunos dicen que ven el lado del carácter de Dios que no tolera la ofensa de la humanidad, y que si las personas lo blasfeman, no obtendrán Su perdón. A pesar de que en estos dos pasajes las personas vean y perciban la ira y la intolerancia de Dios por la ofensa a la humanidad, siguen sin entender realmente Su actitud. En estos dos pasajes se encuentran implícitas ciertas referencias ocultas de la verdadera actitud de Dios y Su enfoque hacia aquellos que blasfeman y lo hacen enfadar. Su actitud y Su enfoque demuestran el verdadero sentido del siguiente pasaje: “al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero”. Cuando las personas blasfeman a Dios y cuando lo hacen enfadar, Él emite un veredicto, y este veredicto es un desenlace dado por Él. Se lo describe de la siguiente forma en la Biblia: “Por eso os digo: todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada” (Mateo 12:31), y “Pero, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!” (Mateo 23:13). Sin embargo, ¿está registrado en la Biblia cuál fue el desenlace con estos escribas y fariseos, así como con aquellos que, después de que el Señor Jesús dijera estas cosas, afirmaran que Él estaba loco? ¿Está registrado si sufrieron algún castigo? Desde luego que no. Este “no” no quiere decir que no se registró, sino que no hubo un desenlace visible al ojo humano. Decir que “no se registró” esclarece el asunto de la actitud y los principios de Dios para gestionar ciertas cosas. Dios no hace la vista gorda ni hace oídos sordos a la blasfemia y la resistencia de las personas, ni a la difamación —cuando lo atacan, difaman y maldicen intencionalmente—, sino que tiene una actitud clara. Él desprecia a las personas que hacen esto y en Su corazón las condena. Incluso manifiesta abiertamente su desenlace para que sepan que Él tiene una actitud clara hacia aquellos que lo blasfeman, y para que sepan cómo Él determinará su desenlace. Sin embargo, después de que Dios dijese estas cosas, las personas raramente podían ver la verdad sobre cómo Dios lidiaría con esas personas y no podían entender los principios detrás del desenlace y el veredicto dictado por Dios para ellas. Es decir, las personas no pueden ver el enfoque y los métodos particulares que Dios tiene para lidiar con ellas. Esto tiene que ver con los principios en los que Dios se basa para hacer cosas. Dios usa el acontecer de los hechos para ocuparse de la conducta malvada de algunas personas. Esto es, no anuncia su pecado ni determina su desenlace, sino que usa directamente el acontecer de los hechos para aplicar el castigo y la justa retribución. Cuando estos hechos ocurren, es la carne de las personas la que sufre el castigo, lo que significa que el castigo es algo que puede verse con ojos humanos. Al lidiar con la conducta malvada de algunas personas, Dios simplemente las maldice con palabras y también Su enojo recae sobre ellas, pero el castigo que reciben puede que sea algo que las personas no pueden ver. Y este tipo de desenlace puede ser incluso más grave que los desenlaces que sí se pueden ver, como ser castigado o matado. Esto se debe a que, bajo las circunstancias en las que Dios ha determinado no salvar a este tipo de personas, no mostrarles más misericordia ni tolerancia ni darles más oportunidades, la actitud que adopta con ellas es dejarlas de lado. ¿Cuál es el significado de “dejar de lado”? El significado básico de este término es poner algo a un lado, ignorarlo y no prestarle más atención. Pero aquí, cuando Dios deja a alguien de lado, hay dos explicaciones diferentes de su significado: la primera es que Él ha entregado la vida y todo lo relativo a esa persona a Satanás, para que se ocupe de ella. Dios deja de ser responsable y no lidia más con esa persona. Si la persona estuviera loca, fuera estúpida, si estuviera viva o muerta o si hubiera descendido al infierno para su castigo, nada de eso le incumbiría a Dios. Lo cual significa que tal criatura no tiene relación con el Creador. La segunda explicación es que Dios ha determinado que Él mismo quiere hacer algo con esta persona, con Sus propias manos. Es posible que utilice el servicio de la persona o que la utilice como contraste. Es posible que tenga una forma especial de ocuparse de ella, una forma especial de tratarla, como con Pablo, por ejemplo. Este es el principio y la actitud en el corazón de Dios según los cuales ha decidido ocuparse de este tipo de persona. Entonces, cuando los seres humanos se resisten a Dios y lo difaman y lo blasfeman, si exasperan Su carácter o si lo empujan más allá de los límites de Su tolerancia, las consecuencias son impensadas. La más grave es que Dios entrega a Satanás, de una vez y para siempre, la vida de esta persona y todo lo relativo a ella. Esta persona no será perdonada en toda la eternidad. Esto significa que ha pasado a ser comida en la boca de Satanás, un juguete en su mano y, de ahí en más, Dios no tiene nada más que ver con ella. ¿Podéis imaginar qué desgracia fue cuando Satanás tentó a Job? Incluso bajo la condición de que Satanás no tenía permitido dañar la vida de Job, aun así, este sufrió enormemente. ¿Y no es incluso más difícil imaginar los destrozos de Satanás a los que estaría sometida una persona que le hubiera sido entregada por completo, que estuviera completamente presa de sus garras, que hubiera perdido totalmente el cuidado y la misericordia de Dios, que ya no estuviera bajo el dominio del Creador, que hubiera sido despojada del derecho a adorarle y el derecho de ser una criatura bajo Su dominio y cuya relación con el Señor de la creación hubiera sido totalmente cortada? La persecución de Job por parte de Satanás fue algo visible ante los ojos humanos, pero si Dios le entrega a Satanás la vida de una persona, las consecuencias exceden la imaginación humana. Por ejemplo, algunos podrían renacer bajo el aspecto de una vaca o un asno, mientras que otros podrían ser ocupados y poseídos por espíritus inmundos, malignos, etc. Tal el desenlace de algunas personas que Dios ha entregado a Satanás. Desde fuera, parece que esas personas que ridiculizaron, difamaron, condenaron y blasfemaron al Señor Jesús no sufrieron ninguna consecuencia. Sin embargo, la verdad es que Dios tiene un enfoque en particular para ocuparse de todo. Puede que no use un lenguaje claro para comunicar el desenlace que tiene preparado para cada tipo de persona. En ocasiones no habla directamente, sino que actúa directamente. Que no hable al respecto no quiere decir que no haya un desenlace; de hecho, en ese caso, es posible que sea uno incluso más grave. Por fuera, puede parecer que hubiera personas a las que Dios no les revela explícitamente Su actitud; en realidad, son personas a las que no ha querido prestarles atención durante mucho tiempo. No quiere verlas más. Por las cosas que han hecho y por su conducta, por su naturaleza y esencia, Dios solo quiere que desaparezcan de Su vista, quiere entregarlas directamente a Satanás, entregarle espíritu, alma y cuerpo para que Satanás pueda hacer lo que quiera con ellas. Queda claro hasta qué punto Dios las aborrece, hasta qué punto está asqueado de ellas; si una persona hace enfadar a Dios hasta el punto de que Él ya ni siquiera quiere volver a verla y está preparado para abandonarla por completo, hasta el punto de no querer ocuparse de ella personalmente; si se llega al punto de que Él la entregue a Satanás para que este haga lo que desee, permitiéndole controlarla, consumirla y tratarla de cualquier manera que desee, esa persona está completamente acabada. Su derecho de ser humana se ha revocado por completo y su derecho como criatura de la creación divina ha llegado a su fin. ¿No es este el castigo más serio?

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 79

Las palabras de Jesús a Sus discípulos después de Su resurrección (Pasajes seleccionados)

Juan 20:26-29  Ocho días después, sus discípulos estaban otra vez dentro, y Tomás con ellos. Y estando las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Acerca aquí tu dedo, y mira mis manos; extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que no vieron, y sin embargo creyeron.

Juan 21:16-17  Y volvió a decirle por segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció porque la tercera vez le dijo: ¿Me quieres? Y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.

Estos pasajes narran ciertas cosas que el Señor Jesús hizo y les dijo a Sus discípulos después de Su resurrección. En primer lugar, echemos un vistazo a las posibles diferencias que podrían existir en el Señor Jesús antes y después de resucitar. ¿Seguía siendo el mismo que en el pasado? Las Escrituras contienen el siguiente versículo que le describe después de aquel acontecimiento: “Y estando las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y dijo: Paz a vosotros”. Es evidente que, en aquel tiempo, el Señor Jesús ya no habitaba un cuerpo de carne, sino uno espiritual. Esto se debía a que Él había trascendido los límites físicos; aunque la puerta estuviera cerrada, Él aún pudo estar entre los hombres y permitirles que lo vieran. Esta es la mayor diferencia entre el Señor Jesús posterior a la resurrección y el que vivió en la carne antes de ella. Aunque no había diferencia entre el aspecto del cuerpo espiritual de aquel momento y cómo era Él antes, ahora era un extraño para las personas, porque se había convertido en un cuerpo espiritual después de resucitar de entre los muertos; comparado con Su cuerpo anterior de carne, este cuerpo espiritual era más desconcertante y confuso para las personas. Y creaba más distancia entre el Señor Jesús y las personas, que sentían en su corazón que se había vuelto más misterioso. Esta noción y sensación, de repente, devolvió a las personas a la era en la que se creía en un Dios que no podía verse ni tocarse. Por tanto, lo primero que Él hizo tras Su resurrección fue permitir que todos lo vieran, confirmar Su existencia y el hecho de Su resurrección. Además, este acto restableció la relación con las personas y todo volvió a ser como cuando Él obraba en la carne y era el Cristo que podían ver y tocar. Uno de los resultados de esto fue que nadie tuvo ninguna duda de que Él hubiera resucitado de la muerte después de haber sido clavado en la cruz y que no se dudara de la obra del Señor Jesús para redimir a la humanidad. Otro resultado fue que, al aparecerse tras la resurrección y permitir que lo vieran y lo tocaran aferraba a la humanidad a la Era de la Gracia, asegurando que, de allí en más, no regresarían a la era precedente, la Era de la Ley, sobre la presunta base de que el Señor Jesús había “desaparecido” o que se había “marchado sin decir una palabra”. De esta manera, Él se aseguró de que seguirían avanzando, siguiendo las enseñanzas del Señor Jesús y la obra que Él había realizado. Una nueva fase se había abierto, pues, formalmente en la obra de la Era de la Gracia y, a partir de ese momento, quienes habían estado viviendo bajo la ley dejaron formalmente de hacerlo y entraron a una nueva era, un nuevo comienzo. Estos son los multifacéticos significados de la aparición del Señor Jesús ante la humanidad, después de Su resurrección.

Ya que el Señor Jesús habitaba ahora un cuerpo espiritual, ¿cómo podían tocarlo o verlo? Esto está relacionado con la relevancia de la aparición del Señor Jesús ante la humanidad. ¿Habéis notado algo en los pasajes que acabamos de leer en las Escrituras? Por lo general, los cuerpos espirituales no pueden verse ni tocarse; además, la obra que el Señor Jesús había asumido después de resucitar ya había llegado a su fin. Por tanto, en teoría ya no tenía necesidad alguna de regresar entre las personas en Su imagen original para encontrarse con ellas, pero que se apareciera en Su cuerpo espiritual a seres humanos como Tomás hizo que la relevancia de Su aparición fuera más concreta y que se instalara más profundo en el corazón de las personas. Cuando el Señor Jesús se le acercó, dejó que el escéptico Tomás tocara Su mano y le indicó: “extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Estas palabras y estos actos no eran cosas que el Señor Jesús quisiera decir o hacer enseguida después de haber resucitado; de hecho, eran cosas que quería decir y hacer antes de ser clavado en la cruz, porque las dudas de Tomás no habían comenzado recién entonces, sino que las había tenido durante todo el tiempo que había seguido al Señor Jesús. Es evidente que antes de la crucifixión el Señor Jesús ya sabía que existían personas como Tomás. ¿Qué podemos ver en esto? Él seguía siendo el mismo después de resucitar. Su esencia no había cambiado. Sin embargo, aquí estaba Él, resucitado de entre los muertos y de regreso del mundo espiritual, con Su imagen y Su carácter originales y con la comprensión de la humanidad que tenía en Su época en la carne. De modo que, primero fue en busca de Tomás y le permitió que tocara Su costado, para que no solo viera Su cuerpo espiritual después de la resurrección, sino para que pudiera tocar y sentir la existencia de Su cuerpo espiritual y despejara todas sus dudas. Antes de que el Señor Jesús fuera crucificado, Tomás siempre dudó de que Él fuera Cristo y era incapaz de creer. Su fe en Dios solo se cimentaba en aquello que podía ver con sus propios ojos, en lo que podía tocar con sus propias manos. El Señor Jesús entendía muy bien cómo era la fe de este tipo de personas. Solo creían en el Dios del cielo y no creían en absoluto en el enviado por Dios ni en el Cristo encarnado y no lo aceptaban. Con el fin de que Tomás reconociera y creyera en la existencia del Señor Jesús, y de que creyera que de verdad era Dios encarnado, Él permitió que Tomás le tocara el costado. ¿Acaso cambió la duda de Tomás antes y después de la resurrección del Señor Jesús? Siempre estaba dudando y, excepto por el cuerpo espiritual del Señor Jesús que se le apareció personalmente y le permitió a Tomás tocar las marcas de los clavos en Su cuerpo, nadie pudo resolver sus dudas ni consiguió que se deshiciera de ellas. Por tanto, desde el momento en que el Señor Jesús le permitió tocar Su costado y le dejó palpar la existencia de las marcas de los clavos, las dudas de Tomás desaparecieron y supo realmente que el Señor Jesús había resucitado y reconoció y creyó que Él era el verdadero Cristo y Dios encarnado. Si bien Tomás dejó de dudar en ese preciso momento, ya había perdido para siempre la oportunidad de encontrarse con Cristo, de estar con Él, de seguirle, de conocerle; había perdido la oportunidad de que Cristo lo perfeccionara. La aparición del Señor Jesús y Sus palabras brindaron una conclusión y un veredicto sobre la fe de quienes estaban repletos de dudas. El Señor Jesús usó Sus palabras y Sus actos prácticos para decirles a los que dudaban, a los que solo creían en el Dios del cielo y no en Cristo: Dios no elogió que creyeran ni que le siguieran llenos de dudas. El día en que creyeron por completo en Dios y en Cristo solo sería el día en el que Dios completara Su gran obra. Por supuesto, también sería el día en el que su duda recibiría un veredicto. Su actitud hacia Cristo determinó su destino, y su obstinada duda fue muestra de que su fe no había producido resultados, y su rigidez fue muestra de que sus esperanzas eran en vano. Como su creencia en el Dios del cielo se alimentaba de ilusiones y su duda en relación a Cristo era, en realidad, su verdadera actitud en relación a Dios, aunque tocaran las marcas de los clavos en el cuerpo del Señor Jesús, su fe seguía siendo inútil y su resultado solo podía describirse como coger agua con una cesta de bambú: todo en vano. Lo que el Señor Jesús le dijo a Tomás fue también Su manera de indicarles claramente a cada persona: el Señor Jesús resucitado es el Señor Jesús que pasó obrando con anterioridad treinta y tres años y medio entre los hombres. Aunque había sido clavado en la cruz y había experimentado el valle de sombra de la muerte y aunque había experimentado la resurrección, nada en su aspecto había sufrido cambio alguno. Aunque ahora tenía marcas de clavos en Su cuerpo y había resucitado y salido de la tumba, Su carácter, Su comprensión de la humanidad y Sus intenciones hacia esta no se habían modificado en lo más mínimo. Asimismo, les estaba diciendo a todos que Él había bajado de la cruz, que había triunfado sobre el pecado, superado las dificultades y triunfado sobre la muerte. Las marcas de los clavos precisamente eran la prueba de Su victoria sobre Satanás, eran la prueba de haber sido la ofrenda por el pecado que había logrado redimir a toda la humanidad. Les estaba diciendo a todos que ya había cargado con los pecados de la humanidad y que había completado Su obra de redención. Cuando regresó para ver a Sus discípulos, les transmitió este mensaje por medio de Su aparición: “Sigo vivo, sigo existiendo; hoy estoy verdaderamente ante vosotros para que podáis verme y tocarme. Siempre estaré con vosotros”. El Señor Jesús también quiso usar el ejemplo de Tomás como advertencia para los que vinieran en el futuro: Aunque no puedas ver ni tocar al Señor Jesús en tu fe en Él, estás bendecido por tu fe verdadera y puedes ver al Señor Jesús gracias a tu fe verdadera y una persona así es una persona bendecida.

Estas palabras, registradas en la Biblia, que el Señor Jesús habló cuando se le apareció a Tomás son de gran ayuda para todas las personas de la Era de la Gracia. Su aparición ante Tomás y las palabras que le dijo han tenido un profundo impacto en las generaciones siguientes; tienen una relevancia eterna. Tomás representa un tipo de persona que cree en Dios, pero duda de Él. Este tipo de persona tiene una naturaleza sospechosa, un corazón siniestro, son traicioneros y no creen en las cosas que Dios puede lograr. No creen en la omnipotencia divina ni en Su soberanía, ni tampoco en Dios encarnado. Sin embargo, la resurrección del Señor Jesús fue un golpe en su cara y les también les brindó la oportunidad de descubrir y reconocer su propia duda, de aceptar su propia traición, llegando así a creer de veras en la existencia y resurrección del Señor Jesús. Lo que ocurrió con Tomás fue una advertencia y un aviso para las generaciones posteriores, para que más personas evitaran dudar como Tomás y para que supieran que, en el caso de estar llenos de ellas, se hundirían en la oscuridad. Si sigues a Dios, pero solo como Tomás, siempre queriendo tocar Su costado para sentir las marcas de los clavos y confirmar, verificar y especular si Dios existe o no, Dios te abandonará. Por tanto, el Señor Jesús requiere que las personas no sean como Tomás, que solo cree lo que ve con sus propios ojos, sino que sean puros, honestos y que no alberguen dudas en relación a Dios, sino que solo crean en Él y le sigan. Este tipo de persona es bendecida. Este es un requisito muy pequeño que el Señor Jesús tiene para las personas y es una advertencia para Sus seguidores.

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Palabras diarias de Dios  Fragmento 80

Las palabras de Jesús a Sus discípulos después de Su resurrección (Pasajes seleccionados)

Juan 21:16-17  Y volvió a decirle por segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció porque la tercera vez le dijo: ¿Me quieres? Y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.

En esta conversación, el Señor Jesús le hizo una y otra vez la misma pregunta a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Este es un nivel superior que Él les exigía a las personas como Pedro después de Su resurrección, personas que creían de verdad en Cristo, pero a las que les cuesta amar al Señor. Esta pregunta era una especie de investigación e interrogación, más aún, era un requisito y lo que se esperaba de las personas como Pedro. El Señor Jesús usó este método de interrogatorio para que las personas pudieran reflexionar sobre sí mismos y pudieran mirar en su interior y preguntarse: ¿Cuáles son los requisitos del Señor Jesús para las personas? ¿Amo al Señor? ¿Soy una persona que ama a Dios? ¿Cómo debería amar a Dios? Aunque el Señor Jesús solo formulara esta pregunta a Pedro, la verdad es que en Su corazón, al hacer estas preguntas a Pedro, quería aprovechar la oportunidad para extender ese tipo de interrogante a más personas que buscan amar a Dios. Pedro fue bendecido para ser ejemplo de ese tipo de persona y recibió las preguntas de la propia boca del Señor Jesús.

Comparada con las siguientes palabras que el Señor Jesús dirigió a Tomás después de Su resurrección: “Extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”, la pregunta formulada a Pedro tres veces: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”, permite que las personas perciban mejor la severidad de la actitud del Señor Jesús y la urgencia que Él sintió durante Su interrogatorio. En cuanto al escéptico Tomás, con su naturaleza astuta, el Señor Jesús le permitió que extendiera la mano y le tocara las marcas de los clavos del cuerpo, y esto le hizo creer que Él era el Hijo del hombre resucitado y reconocer la identidad del Señor Jesús como Cristo. Y aunque el Señor Jesús no reprendió con severidad a Tomás ni expresó verbalmente ningún juicio claro sobre él, sí utilizó actos prácticos mediante los cuales le hizo saber que le entendía, a la vez que manifestó Su actitud y Su determinación hacia ese tipo de personas. Los requisitos y expectativas que el Señor Jesús imponía a estas personas no se pueden ver a partir de lo que Él decía, porque las personas como Tomás sencillamente no tenían ni una pizca de fe verdadera. Lo que el Señor Jesús les requería solo llegaba hasta allí, pero la actitud que Él reveló hacia los que eran como Pedro fue totalmente diferente. Él no le pidió a Pedro que extendiera la mano y le tocara las marcas de los clavos ni tampoco le dijo: “no seas incrédulo, sino creyente”. En cambio, le formuló varias veces la misma pregunta. Era una pregunta que invitaba a la reflexión y que estaba llena de significado, una pregunta que a cualquier seguidor de Cristo le hacía sentir remordimiento y temor y también les hacía sentir el ánimo del Señor Jesús, angustiado y triste. Y cuando están soportando gran dolor y sufrimiento, podían entender la preocupación del Señor Jesucristo y Su cuidado; descubren Su enseñanza sincera y Su estricto requisito de personas puras y honestas. La pregunta del Señor Jesús permite que las personas sientan que las expectativas que Él tiene respecto a las personas, reveladas en estas simples palabras, no son meramente para que crean en Él y lo sigan, sino para lograr sentir amor, para que ames a tu Señor y a tu Dios. Este tipo de amor es atención y obediencia. Es el hombre viviendo para Dios, muriendo por Él, dedicándole todo a Él y entregándose y dando todo por Él. Este tipo de amor también consiste en darle consuelo a Dios, permitirle disfrutar del testimonio y que descanse. Es una retribución que la humanidad le hace a Dios, es la responsabilidad, obligación y deber del hombre, y es el camino que las personas deben seguir durante toda su vida. Estas tres preguntas fueron un requisito y una exhortación que el Señor Jesús le hizo a Pedro y a todos aquellos que serían perfeccionados. Y fueron estas las que guiaron a Pedro y lo motivaron a seguir su camino en la vida hasta el final; fueron las preguntas que hizo el Señor Jesús justo antes de partir las que llevaron a Pedro a emprender la senda de ser perfeccionado; fueron las que hicieron que, por su amor al Señor, Pedro cuidara el corazón del Señor, obedeciera al Señor, ofreciera consuelo al Señor y le ofreciera toda su vida y todo su ser, a causa de este amor.

Durante la Era de la Gracia, la obra de Dios fue principalmente para dos tipos de personas. El primer tipo eran los que creían en Él y le seguían, los que podían cumplir Sus mandamientos y cargar la cruz, y que podían aferrarse al camino de la Era de la Gracia. Este tipo de persona lograría la bendición de Dios y disfrutaría de Su gracia. El segundo tipo de persona era como Pedro, alguien que podía ser perfeccionado. Por tanto, después de que el Señor Jesús resucitara, lo primero que hizo fueron estas dos cosas, tan llenas de significado. Una fue hecha con Tomás y la otra con Pedro. ¿Qué representan estas dos cosas? ¿Acaso representan las verdaderas intenciones de Dios de salvar a la humanidad? ¿Representan la sinceridad de Dios hacia la humanidad? La obra que realizó con Tomás fue advertirles a las personas que no dudaran y que simplemente creyeran. En el caso de Pedro, la obra fue fortalecer la fe de personas como Pedro y dejar en claro Sus requisitos para este tipo de personas, para mostrarles qué objetivos deberían perseguir.

Después de que el Señor Jesús resucitara, se apareció a aquellos que a Él le pareció necesario, habló con ellos y les presentó Sus requisitos, dejando atrás Sus intenciones y Sus expectativas respecto a ellos. Es decir, como Dios encarnado, Su preocupación por la humanidad y Sus requisitos jamás cambiaron; fueron los mismos que cuando estuvo en la carne y cuando estuvo en Su cuerpo espiritual después de haber sido crucificado y tras resucitar. A Él, estos discípulos le preocupaban antes de estar en la cruz y, en Su corazón, tenía muy claro el estado de cada persona y entendía la deficiencia de cada uno y, por supuesto, después de morir, de resucitar y de convertirse en cuerpo espiritual, las comprendió igual que cuando estaba en la carne. Él sabía que las personas no estaban del todo seguras de Su identidad como Cristo, pero durante Su tiempo en la carne no tuvo exigencias estrictas. Sin embargo, después de resucitar, se les apareció y los convenció absolutamente de que el Señor Jesús había venido de Dios y de que Él era Dios encarnado, y utilizó Su aparición y Su resurrección como la mayor visión y motivación para la perpetua búsqueda de la humanidad. Su resurrección de entre los muertos no solo fortaleció a todos aquellos que lo seguían, sino que también implementó plenamente Su obra de la Era de la Gracia entre la humanidad y, por tanto, el evangelio de la salvación del Señor Jesús en dicha era se difundió, poco a poco, a todos los rincones de la humanidad. ¿Dirías que la aparición del Señor Jesús después de Su resurrección tuvo alguna relevancia? Si hubieras sido Tomás o Pedro en ese tiempo y te hubieras encontrado con algo tan significativo en tu vida, ¿cómo te habría impactado? ¿Lo habrías considerado la mejor y más extraordinaria visión de creencia en Dios de tu vida? ¿Lo habrías interpretado como una fuerza impulsora en tu seguimiento de Dios, en tu esfuerzo por satisfacerle y tu intento de amar a Dios toda la vida? ¿Habrías dedicado el esfuerzo de toda una vida a difundir esta visión, que es la mayor de todas? ¿Habrías aceptado convertir la salvación del Señor Jesús en un encargo de Dios? Aunque no hayáis experimentado esto, los dos ejemplos de Tomás y Pedro ya son suficientes para que las personas de hoy tengan un claro entendimiento de Dios y de Su voluntad. Se puede decir que, después de que Dios se hiciera carne, después de que Él experimentara personalmente la vida en medio de los hombres y experimentara personalmente la vida humana, y después de ver la depravación y la situación de la humanidad en ese momento, Dios en carne sintió más profundamente cuán impotente, lamentable y digna de lástima es la humanidad. La empatía de Dios por la condición humana aumentó gracias a la humanidad que tuvo mientras vivió en la carne, debido a Sus instintos carnales. Esto le llevó a sentir mayor preocupación por Sus seguidores. Es probable que no podáis entender estas cosas, pero puedo describir esta preocupación y el interés de Dios en la carne hacia cada uno de Sus seguidores con tan solo dos palabras: “preocupación intensa”. Aunque este término procede del lenguaje humano y es muy propio de los seres humanos, expresa y describe de verdad los sentimientos de Dios por Sus seguidores. En cuanto a la intensa preocupación de Dios por los seres humanos, en el transcurso de vuestras experiencias, sentirán esto poco a poco y lo probarán. Sin embargo, esto solo se puede conseguir mediante el entendimiento gradual del carácter de Dios basado en buscar un cambio en vuestro propio carácter. La aparición del Señor Jesús hizo que la intensa preocupación por Sus seguidores en la humanidad se materializara y pasara a Su cuerpo espiritual o, se podría decir, a Su divinidad. Su aparición permitió que las personas, una vez más, experimentaran y sintieran la preocupación y el cuidado de Dios, corroborando contundentemente a su vez que Dios es Aquel que da inicio a una era, que despliega una era y también El que pone fin a una era. A través de Su aparición fortaleció la fe de todos y demostró al mundo el hecho de que Él es Dios mismo. Esto les brindó a Sus seguidores confirmación eterna y con su aparición también dio inicio a una fase de Su obra en la nueva era.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III

Palabras diarias de Dios  Fragmento 81

Jesús come pan y explica las Escrituras después de Su resurrección

Lucas 24:30-32  Y sucedió que al sentarse a la mesa con ellos, tomó pan, y lo bendijo; y partiéndolo, les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos y le reconocieron; pero Él desapareció de la presencia de ellos. Y se dijeron el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras?

Los discípulos le dan un pescado asado a Jesús para que coma

Lucas 24:36-43  Mientras ellos relataban estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Pero ellos, aterrorizados y asustados, pensaron que veían un espíritu. Y Él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies, que soy yo mismo; palpadme y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo. Y cuando dijo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos todavía no lo creían a causa de la alegría y que estaban asombrados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces ellos le presentaron parte de un pescado asado. Y Él lo tomó y comió delante de ellos.

A continuación, echaremos un vistazo a los pasajes anteriores de las Escrituras. El primero es un relato del Señor Jesús comiendo pan y explicando las escrituras después de Su resurrección, y el segundo es un relato de Él mismo comiendo un pescado asado. ¿Cómo os ayudan estos dos pasajes para conocer el carácter de Dios? ¿Podéis imaginar el tipo de imagen que obtendréis a partir de estas descripciones del Señor Jesús comiendo pan y después pescado asado? ¿Podéis imaginarlo de pie delante de vosotros, comiendo pan? ¿Cómo os sentiríais? O, si estuviera comiendo con vosotros en la misma mesa, o comiendo pescado y pan con las personas, ¿qué tipo de sentimiento tendríais en ese momento? Si sientes que estarías muy cerca del Señor, que Él es muy íntimo contigo, este sentimiento es correcto. Es exactamente el resultado que el Señor Jesús quiso al comer pan y pescado delante de la gente reunida tras Su resurrección. Si, tras su resurrección, solo hubiera hablado con las personas, si estas no hubieran podido sentir Su carne y Sus huesos y, en cambio, hubieran creído que se trataba de un Espíritu inalcanzable, ¿cómo se habrían sentido? ¿No se habrían sentido decepcionadas? Y al sentirse así, ¿no se habrían sentido abandonadas? ¿No habrían sentido una distancia con el Señor Jesucristo? ¿Qué tipo de impacto negativo habría creado esta distancia en la relación de las personas con Dios? Sin duda se habrían sentido asustadas, sin atreverse a acercarse a Él, demostrando por ende querer mantenerlo a una distancia respetable. De ahí en más, habrían roto su trato íntimo con el Señor Jesucristo y habrían regresado al trato que tenía la humanidad con el Dios de arriba, en el cielo, tal como era antes de la Era de la Gracia. El cuerpo espiritual que las personas no podían tocar ni sentir habría resultado en la erradicación de su intimidad con Dios y también habría hecho que ese trato íntimo —establecido durante el tiempo del Señor Jesucristo en la carne, sin distancia entre Él y los seres humanos— dejara de existir. Lo único que el cuerpo espiritual generó en las personas fue miedo, evasión y miradas silenciosas. No se habrían atrevido a acercarse a Él ni a mantener un diálogo con Él, menos aún seguirle, confiar en Él o admirarle. Dios no deseaba ver este tipo de sentimiento que los humanos tenían por Él. No quería ver que las personas lo evitaran o se apartaran de Él; solo quería que lo entendieran, que se le acercaran y que fueran Su familia. Si tu propia familia o tus hijos te vieran, pero no te reconocieran ni se atrevieran a acercarse a ti y siempre te evitaran y si no lograras que entendieran todo lo que hiciste por ellos, ¿cómo te sentirías? ¿No sería doloroso? ¿No te rompería el corazón? Esto es precisamente lo que Dios siente cuando las personas lo evitan. Así, después de Su resurrección, el Señor Jesús siguió apareciéndose a las personas bajo Su forma de carne y hueso y continuó comiendo y bebiendo con ellos. Dios ve a las personas como Su familia y también quiere ser El más querido para la humanidad; solo de esta manera puede Él ganar de verdad a las personas, y solo así las personas pueden amarlo y adorarlo verdaderamente. ¿Podéis entender ahora Mi propósito al extraer estos dos pasajes bíblicos en los que el Señor Jesús come pan y explica las Escrituras después de Su resurrección, y en los cuales los discípulos le dan pescado asado para que coma?

Puede decirse que la serie de cosas que el Señor Jesús dijo e hizo después de Su resurrección fue reflexionada muy seriamente. Estas cosas estaban llenas de la bondad y del afecto que Dios tenía por la humanidad y estaban además llenas del aprecio y del cuidado meticuloso que Él tenía por el trato íntimo que había establecido con la humanidad durante Su tiempo en la carne. Aún más, estaban llenas de la nostalgia y el anhelo que sentía por Su vida de comer y vivir junto con Sus seguidores durante Su tiempo en la carne. Por eso, Dios no quería que las personas sintieran que había una distancia entre ellos, ni quería que la humanidad se alejase de Él. Más aún, no quería que el hombre sintiera que, después de Su resurrección, el Señor Jesús ya no era el Señor que había tenido tan íntimo trato con las personas, que Él ya no estaba más junto a la humanidad porque había regresado al mundo espiritual, al Padre que las personas nunca podrían ver ni alcanzar. No quería que las personas sintieran que había surgido alguna diferencia de estatus entre Él y la humanidad. Cuando Dios ve a aquellos que quieren seguirle pero lo mantienen a una distancia respetable, Su corazón se aflige porque eso significa que su corazón está muy lejos de Él y que le será muy difícil ganarlo. Por tanto, si se les hubiera aparecido a las personas en un cuerpo espiritual que no pudieran ver ni tocar, esto habría vuelto a distanciar al hombre de Dios, y habría hecho que la humanidad tuviera un concepto erróneo de Cristo tras Su resurrección, como si se hubiera vuelto elevado, de una clase diferente que los humanos, alguien que ya no compartiría una mesa ni comería con los hombres porque los humanos son pecadores, inmundos e incapaces de estar cerca de Dios. Con el fin de disipar las malinterpretaciones de la humanidad, el Señor Jesús hizo numerosas cosas que solía hacer en la carne, tal como se registra en la Biblia: “tomó pan, y lo bendijo; y partiéndolo, les dio”. Él también les explicó las Escrituras, tal como solía hacerlo antes. Todo esto que el Señor Jesús llevó a cabo hizo que cada persona que lo vio sintiera que el Señor no había cambiado, que seguía siendo el mismo Señor Jesús. Aunque había sido clavado en la cruz y había experimentado la muerte, Él había resucitado y no había abandonado a la humanidad. Había vuelto para estar entre los humanos y nada en Él había cambiado. El Hijo del hombre que estaba de pie delante de esas personas seguía siendo el mismo Señor Jesús. ¡Su comportamiento y Su forma de conversar con las personas era tan familiar! Seguía lleno de bondad, gracia y tolerancia; seguía siendo el mismo Señor Jesús que amaba a los demás como a sí mismo, que podía perdonar a la humanidad setenta veces siete. Como siempre lo había hecho, comió con las personas, les explicó las Escrituras y, lo más importante, como antes, era de carne y hueso y se le podía tocar y ver. El Hijo del hombre que Él era permitió que sintieran su trato íntimo, que se sintieran a gusto y que disfrutaran haber recuperado algo que había sido perdido. Con gran facilidad, valentía y confianza, empezaron a admirar y a confiar en este Hijo del hombre que podía perdonarle los pecados a la humanidad. También empezaron a orar en el nombre del Señor Jesús, sin vacilaciones, comenzaron a orar para obtener Su gracia, Su bendición y a recibir de Él Su paz y Su júbilo, Su cuidado y Su protección, y comenzaron a sanar a los enfermos y expulsar demonios en el nombre del Señor Jesús.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III

Palabras diarias de Dios  Fragmento 82

Durante el tiempo en el que el Señor Jesús obró en la carne, la mayoría de Sus seguidores no pudieron comprobar por completo Su identidad y las cosas que decía. Cuando se iba acercando a la cruz, la actitud de ellos fue de observación. Entonces, a partir del momento que fue clavado en la cruz y hasta que fue sepultado, las personas se sintieron decepcionadas En ese entonces, en su corazón, las personas ya habían comenzado a pasar de dudar acerca de lo que el Señor Jesús había dicho cuando estuvo en la carne a negarlas por completo. Entonces, cuando Él salió de la tumba y se fue apareciendo una por una a las personas, la mayoría de los que le vieron con sus propios ojos o que oyeron las noticias de Su resurrección fueron pasando poco a poco de la negación al escepticismo. Recién cuando el Señor Jesús hizo que Tomás le pusiera la mano en Su costado y cuando partió el pan y comió delante de ellos después de Su resurrección, y después de que procediera a comer pescado asado delante de ellos, aceptaron realmente que el Señor Jesús era Cristo hecho carne. Se podría decir que fue como si ese cuerpo espiritual de carne y hueso, frente a aquellos hombres, los estuviera despertando a todos de un sueño: el Hijo del hombre que estaba allí, frente a ellos, era aquel que había existido desde tiempos inmemoriales. Tenía una forma, era de carne y hueso, y ya había vivido y comido junto a la humanidad durante un largo tiempo… En ese momento, ¡sintieron que Su existencia era muy real y maravillosa! Al mismo tiempo, ¡estaban llenos de júbilo y felices y llenos de emoción! Su reaparición permitió que vieran de verdad Su humildad, que sintieran Su cercanía y su cariño por la humanidad, y que sintieran cuánto pensaba en ellos. Esta breve reunión hizo que las personas que vieron al Señor Jesús sintieran como si hubiera transcurrido toda una vida. Sus corazones perdidos, confusos, asustados, angustiados, anhelantes y entumecidos hallaron consuelo. Ya no dudaban ni se sentían decepcionados, porque sentían que ahora había esperanza y algo en lo que confiar. El Hijo del hombre de frente a ellos sería para siempre su retaguardia; sería su torre fuerte, su refugio por toda la eternidad.

Aunque el Señor Jesús hubiera resucitado, Su corazón y Su obra no habían abandonado a la humanidad. Con Su aparición les dijo a las personas que independientemente de la forma en la que Él existiera, los acompañaría, caminaría con ellos y estaría con ellos en todo momento, en todo lugar. Y les dijo que en todo momento y en todo lugar proveería para la humanidad y la pastorearía; permitiría que le vieran y le tocasen, y se aseguraría de que nunca más se sintieran indefensos. El Señor Jesús también quería que las personas supieran que no vivían solas en este mundo. La humanidad cuenta con el cuidado de Dios; Él está con ellos. Pueden apoyarse siempre en Dios y cada uno de Sus seguidores es Su familia. Al poder apoyarse en Dios, la humanidad ya no estará sola ni indefensa, y aquellos que le aceptaran como ofrenda por el pecado dejarían de estar presos del pecado. A los ojos humanos, esta porción de la obra que el Señor Jesús llevó a cabo después de Su resurrección fueron cosas muy pequeñas, pero, en Mi opinión, cada mínima cosa fue muy significativa, valiosa, importante y cargada de gran significado.

Aunque el tiempo en que el Señor Jesús obró en la carne estuvo lleno de dificultades y sufrimiento, Él terminó perfecta y completamente la obra mientras estuvo en la carne y redimió a la humanidad apareciéndose en Su cuerpo espiritual de carne y hueso. Comenzó Su ministerio haciéndose carne y acabó Su ministerio apareciéndose a la humanidad en Su forma carnal. Anunció la Era de la Gracia y la comenzó con Su identidad como Cristo. Con esta identidad llevó a cabo Su obra y fortaleció y guio a todos Sus seguidores en la Era de la Gracia. De la obra de Dios se puede decir que Él de veras acaba lo que empieza. Su obra cuenta con pasos y con un plan y está repleta de la sabiduría de Dios, de Su omnipotencia y de Sus maravillosos hechos, de Su amor y de Su misericordia. Por supuesto, el hilo principal que atraviesa toda la obra de Dios es Su preocupación por la humanidad; Su obra está impregnada de la preocupación que nunca puede dejar de lado. En estos versículos de la Biblia, en todo lo que el Señor Jesús hizo después de Su resurrección, lo que se reveló fuer la esperanza y la preocupación inmutables de Dios por la humanidad, así como Su meticuloso cuidado y Su estima por los hombres. Hasta el día de hoy, nada de esto ha cambiado jamás, ¿podéis verlo? Cuando lo veis, ¿no se acerca vuestro corazón de forma inconsciente a Dios? Si vivierais en aquella época y el Señor Jesús se os apareciera después de Su resurrección, en una forma tangible para que pudierais verle, y si se sentara frente a vosotros, comiera pan y pescado y os explicara las Escrituras y os hablara, ¿cómo os sentiríais? ¿Estaríais felices? ¿U os sentiríais culpables? Los malentendidos previos y el evitar a Dios previamente, los conflictos previos con Dios y las dudas previas sobre Dios, ¿no desaparecerían todos por completo? ¿No se volvería más normal y adecuada la relación entre Dios y el hombre?

A través de la interpretación de estos capítulos limitados de la Biblia, ¿encontráis defectos en el carácter de Dios? ¿Alguna adulteración en Su amor? ¿Veis alguna astucia o maldad en la omnipotencia o la sabiduría de Dios? ¡Desde luego que no! ¿Podéis decir ahora con seguridad que Dios es santo? ¿Podéis decir con certeza que cada una de las emociones de Dios es una revelación de Su esencia y de Su carácter? Espero que después de leer estas palabras, lo que entendáis de ellas os ayude y os brinde beneficios en la búsqueda de un cambio de carácter y en el temor de Dios, y que estas palabras den fruto en vosotros y que crezca día a día, para que en el proceso de esta búsqueda os acerquéis cada vez más a Dios y al estándar que Él requiere. Espero que la búsqueda de la verdad ya no os aburra y dejen de sentir que esa búsqueda y el cambio de carácter son cosas difíciles y superfluas. Más bien que, motivados por la expresión del verdadero carácter de Dios y Su santa esencia, anheléis la luz, la justicia y aspiréis a buscar la verdad, a procurar satisfacer la voluntad de Dios y os convirtáis en personas ganadas por Dios, os convirtáis en personas reales.

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