Solo amar a Dios es realmente creer en Él

Hoy, cuando buscáis amar y conocer a Dios, en un aspecto debéis soportar dificultad y refinamiento, y en otro, debéis pagar un precio. Ninguna lección es más profunda que la de amar a Dios, y puede decirse que la lección que las personas aprenden de una vida de creencia es cómo amarlo. Es decir, si crees en Dios debes amarlo. Si solo crees en Él pero no lo amas, no has alcanzado el conocimiento de Él y nunca lo has amado con un amor verdadero que proviene de tu corazón, entonces tu creencia en Él es fútil; si, en tu creencia en Dios, no lo amas, vives en vano, y tu vida entera es la más inferior de todas. Si, a lo largo de toda tu vida, nunca has amado o satisfecho a Dios, ¿cuál es, pues, el sentido de que vivas? ¿Y cuál es el sentido de tu creencia en Dios? ¿No es esto un esfuerzo desperdiciado? Es decir, si las personas van a creer y a amar a Dios, deben pagar un precio. En lugar de actuar de una determinada manera externamente, deberían buscar la verdadera percepción en lo profundo de sus corazones. Si te entusiasma cantar y bailar, pero eres incapaz de poner en práctica la verdad, ¿podría decirse de ti que amas a Dios? Amar a Dios requiere buscar Su voluntad en todas las cosas, que explores en lo profundo de tu ser cuando te ocurra algo y que trates de comprender la voluntad de Dios, que procures ver qué voluntad de Dios está en juego, qué pide Él que consigas y cómo debes ser consciente de Su voluntad. Por ejemplo: ocurre algo que requiere que soportes dificultades, momento en el cual debes entender cuál es la voluntad de Dios y cómo debes ser consciente de ella. No debes satisfacerte a ti mismo: primero ponte a un lado. Nada es más abyecto que la carne. Debes buscar satisfacer a Dios y cumplir con tu deber. Con tales pensamientos, Dios te traerá un esclarecimiento especial en relación al asunto, y tu corazón también encontrará alivio. Sea pequeño o grande, cuando te ocurre algo debes ponerte primero a un lado y considerar la carne como la más inferior de todas las cosas. Mientras más la satisfaces, más libertades se toma; si la satisfaces esta vez, la próxima pedirá más. Cuando esto tiene lugar, las personas llegan a amarla aún más. La carne siempre tiene deseos extravagantes, siempre pide que la satisfagas, y que la gratifiques en su interior, ya sea con lo que comes, con lo que vistes, perdiendo los estribos o complaciendo tu propia debilidad y pereza… Mientras más satisfaces la carne, mayores se vuelven sus deseos, y más disoluta se vuelve ella, hasta llegar al punto de albergar incluso las nociones más profundas, desobedecer a Dios, exaltarse y dudar de Su obra. Mientras más satisfaces la carne, mayores son sus debilidades; sentirás continuamente que nadie se compadece de tus debilidades, creerás que Dios ha ido demasiado lejos y dirás: “¿Cómo podría Dios ser tan duro? ¿Por qué no les da un respiro a las personas?”. Cuando los seres humanos satisfacen la carne y la valoran demasiado, acaban por arruinarse. Si amas realmente a Dios y no satisfaces la carne, verás que todo lo que Él hace es correcto y muy bueno, y que Su maldición de tu rebeldía y el juicio de tu impiedad son justificados. Habrá momentos en los que Dios te reprenda y discipline y produzca un entorno para templarte, obligándote a venir delante de Él. Siempre sentirás que lo que Dios está haciendo es maravilloso. Por tanto, te parecerá que no hay tanto dolor y que Dios es maravilloso. Si complaces las debilidades de la carne y dices que Dios va demasiado lejos, siempre sentirás dolor, estarás deprimido, confundido respecto a toda Su obra, y parecerá que Él no se compadece en absoluto de las debilidades del hombre ni es consciente de sus dificultades. Por tanto, te sentirás siempre miserable y solo, como si hubieras sufrido una gran injusticia, y esta vez comenzarás a quejarte. Cuanto más complaces las debilidades de la carne de esta forma, más sentirás que Dios va demasiado lejos, hasta que las cosas empeorarán tanto que negarás Su obra, comenzarás a oponerte a Él y te llenarás de desobediencia. Así pues, debes rebelarte contra la carne y no complacerla: “Mi esposo (esposa), mis hijos, mis perspectivas, mi matrimonio, mi familia, ¡nada de eso importa! En mi corazón solo existe Dios y debo esforzarme lo más posible por satisfacer a Dios y no satisfacer la carne”. Debes tener esta determinación. Si siempre posees tal determinación, cuando pongas en práctica la verdad y te apartes a un lado, serás capaz de hacerlo con muy poco esfuerzo. Se dice que una vez hubo un campesino que vio una serpiente congelada en la carretera. La recogió y la sostuvo contra su pecho, y después de revivir esta lo mordió mortalmente. La carne del hombre es como la serpiente: su esencia es hacer daño a su vida y cuando consigue completamente lo que quiere, la vida se pierde. La carne pertenece a Satanás. Dentro de ella hay deseos extravagantes, la carne solo piensa en sí misma, quiere disfrutar de comodidades, deleitarse en el ocio y regodearse en la pereza y la holgazanería. Una vez que la hayas satisfecho hasta un determinado punto, te terminará comiendo. Es decir, si la satisfaces una vez, la siguiente vez vendrá pidiendo más. La carne siempre tiene deseos extravagantes y nuevas exigencias y se aprovecha de que la complazcas para hacer que la valores aún más y vivas entre sus comodidades, y si no la vences, con el tiempo, acaba por arruinarte. Que puedas o no lograr vida ante Dios y cuál sea tu final definitivo, depende de cómo lleves a cabo tu rebelión contra la carne. Dios te ha salvado, escogido y predestinado, pero si hoy no estás dispuesto a satisfacerle, a poner en práctica la verdad, a rebelarte contra tu propia carne con un corazón que ame a Dios de verdad, te terminarás destruyendo, y sufrirás un dolor extremo. Si siempre complaces la carne, Satanás te devorará gradualmente y te dejará sin vida y sin el toque del Espíritu, hasta que llegue el día en que te encuentres totalmente en tinieblas en tu interior. Cuando vivas en la oscuridad, Satanás te habrá llevado cautivo; ya no tendrás más a Dios en tu corazón y en ese momento negarás Su existencia y lo abandonarás. Por tanto, si las personas desean amar a Dios, deben pagar el precio del dolor y soportar las dificultades. No hay necesidad de fervor y dificultades externos, ni de leer y correr más; más bien deberían poner de lado las cosas que hay dentro de ellas: los pensamientos extravagantes, los intereses personales y sus propias consideraciones, nociones e intenciones. Esa es la voluntad de Dios.

El tratamiento del carácter externo de las personas por parte de Dios es también una parte de Su obra; ocuparse de la humanidad externa, anormal, por ejemplo, o de sus estilos de vida y hábitos, sus maneras y costumbres, así como de sus prácticas externas y su fervor. Pero cuando Él pide que las personas pongan en práctica la verdad y cambien su carácter, se refiere, primordialmente, a las intenciones y las nociones en su interior. Tratar solamente con tu carácter externo no es difícil; es como pedirte que no comas las cosas que te gustan, lo cual es fácil. Sin embargo, no es fácil dejar lo que concierne a los conceptos en tu interior. Requiere que las personas se rebelen contra la carne, que paguen un precio y que sufran ante Dios. Esto es particularmente así en relación a las intenciones de las personas. Desde que las personas empezaron a creen en Dios, han albergado muchas intenciones incorrectas. Cuando no estás poniendo en práctica la verdad, sientes que todas tus intenciones son correctas, pero, cuando te ocurre algo, verás que hay muchas incorrectas dentro de ti. Así pues, cuando Dios hace perfectas a las personas, los hace que se den cuenta de que muchos conceptos que hay en ellas que están obstruyendo su conocimiento de Dios. Cuando reconoces que tus intenciones son erróneas, si eres capaz de dejar de practicar de acuerdo a tus conceptos e intenciones, de dar testimonio de Dios y de mantenerte firme en tu posición en todo lo que te acontece, esto demuestra que te has rebelado contra la carne. Cuando lo has hecho, se produce inevitablemente una batalla en tu interior. Satanás intentará y hará que las personas lo sigan, que sigan las nociones de la carne y defiendan los intereses de la carne, pero las palabras de Dios esclarecerán e iluminarán a las personas en su interior, y en ese momento está en ti seguir a Dios o a Satanás. Dios pide a las personas que pongan en práctica la verdad principalmente para ocuparse de las cosas de su interior, de sus pensamientos y sus nociones que no son según Su corazón. El Espíritu Santo toca a las personas en su corazón y las esclarece e ilumina. Por tanto, existe una batalla detrás de todo lo que acontece: cada vez que las personas ponen en práctica la verdad o el amor a Dios, se desencadena una gran batalla, y aunque todo pueda parecer estar bien con su carne, en lo profundo de sus corazones se estará desarrollando de hecho una batalla a vida o muerte. Solo después de esta intensa lucha, después de una gran cantidad de reflexión, puede decidirse la victoria o la derrota. Uno no sabe si reír o llorar. Como muchas de las intenciones internas de las personas son erróneas o como gran parte de la obra de Dios entra en conflicto con sus nociones, cuando las personas ponen en práctica la verdad, se libra una gran batalla entre bambalinas. Una vez puesta en práctica esta verdad, las personas derramarán detrás del escenario innumerables lágrimas de tristeza antes de decidirse por fin a satisfacer a Dios. Es gracias a esta batalla que las personas soportan el sufrimiento y el refinamiento; esto es sufrimiento real. Cuando la batalla llegue a ti, si eres capaz de ponerte verdaderamente en el lado de Dios, podrás satisfacerle. Mientras se practica la verdad, es inevitable sufrir por dentro; si, cuando pusieran en práctica la verdad, todo estuviese bien en su interior, no necesitarían que Dios los perfeccionase ni habría batalla alguna y no sufrirían. Es debido a que, en las personas, hay una gran cantidad de cosas no adecuadas para el uso de Dios y hay mucho del carácter rebelde de la carne que los seres humanos deben aprender de un modo más profundo la lección de rebelarse contra la carne. Esto es lo que Dios llama el sufrimiento que le pidió al hombre que pasara junto con Él. Cuando encuentres dificultades, date prisa y ora a Dios: “¡Oh, Dios! Deseo satisfacerte, deseo soportar la dificultad final para satisfacer Tu corazón e independientemente de lo grandes que sean los reveses que sufra, seguiré satisfaciéndote. Aunque tenga que entregar toda mi vida, ¡seguiré satisfaciéndote!”. Con esta determinación, cuando ores así, serás capaz de mantenerte firme en tu testimonio. Cada vez que ponen en práctica la verdad, cada vez que pasan por refinamientos, cada vez que son probadas y cada vez que la obra de Dios viene sobre ellas, las personas tienen que soportar un dolor extremo. Todo esto es una prueba para las personas y, por tanto, dentro de todas ellas hay una batalla. Este es el precio real que pagan. Leer más de las palabras de Dios y correr más de un lado a otro es una parte del precio. Es lo que las personas deberían hacer, es su deber y la responsabilidad que deberían cumplir, pero tienen que dejar de lado lo que es necesario dejar de lado dentro de ellas. Si no lo haces, por muy grande que sea tu sufrimiento externo y por mucho que corretees, ¡todo será en vano! Es decir, solo los cambios en tu interior pueden determinar si tus dificultades externas tienen valor. Cuando tu carácter interno ha cambiado y has puesto en práctica la verdad, todo tu sufrimiento externo obtendrá la aprobación de Dios; si no ha habido un cambio en tu carácter interno, no importa cuánto sufrimiento soportes o cuánto corretees en el exterior, no habrá aprobación de Dios y las dificultades no confirmadas por Dios son en vano. Por consiguiente, si el precio que pagaste es aprobado por Dios, depende de si se ha producido un cambio en ti o no, y si pones o no la verdad en práctica y te rebelas contra tus propias intenciones y nociones para alcanzar la satisfacción de la voluntad de Dios, el conocimiento de Dios y la lealtad a Dios. No importa cuánto corras de un lado a otro, si nunca has sabido rebelarte contra tus propias intenciones, si solo buscas acciones y fervor externos y nunca prestas atención a tu vida, tus dificultades habrán sido en vano. Si, en un entorno determinado, tienes algo que quieres decir, pero por dentro sientes que decirlo no es correcto, que decirlo no beneficia a tus hermanos y hermanas, sino que puede herirlos, entonces no lo dirás y preferirás quedarte internamente adolorido, porque estas palabras son incapaces de cumplir la voluntad de Dios. En ese momento, habrá una batalla en tu interior, pero estarás dispuesto a padecer dolor y entregar lo que amas y soportar esta dificultad para satisfacer a Dios; y aunque tendrás dolor por dentro, no complacerás a la carne, y el corazón de Dios habrá sido satisfecho; por tanto, tú también te sentirás consolado por dentro. Esto es realmente pagar un precio, y es el que Dios desea. Si practicas de esta manera, Él sin duda te bendecirá; si no puedes lograrlo, no importa cuánto entiendas ni lo bien que puedas hablar, ¡no servirá para nada! Si, en el camino hacia el amor a Dios, eres capaz de ponerte de Su lado cuando lucha con Satanás y no vuelves a éste, habrás conseguido el amor a Dios y te habrás mantenido firme en tu testimonio.

En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como nacidas de disposiciones humanas o de la interferencia humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la interferencia de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla. Por ejemplo, si tienes prejuicios hacia los hermanos y hermanas, tendrás palabras que querrás decir —palabras que sientes que pueden ser desagradables para Dios—, pero que, si no las dices, te producirán una incomodidad interna y, en ese momento, una batalla se desatará dentro de ti: “¿Hablo o no hablo?”. Esa es la batalla. Por tanto, en todo aquello con lo que te encuentres hay una batalla, y cuando se produce una en tu interior, gracias a tu cooperación y tus sufrimientos reales, Dios obra en ti. En última instancia, eres capaz de poner el asunto a un lado dentro de ti y el enojo se extingue de forma natural. Ese es el efecto de tu cooperación con Dios. Todo lo que las personas hacen exige un determinado precio en sus esfuerzos. Sin dificultades reales no pueden satisfacer a Dios; ni siquiera se acercan a ello, ¡y solo están repitiendo eslóganes vacíos! ¿Pueden estos eslóganes vacíos satisfacer a Dios? Cuando Él y Satanás luchan en el ámbito espiritual, ¿cómo deberías satisfacer a Dios? Y ¿cómo deberías mantenerte firme en el testimonio de Él? Deberías saber que todo lo que te ocurre es una gran prueba y es el momento en que Dios necesita que des testimonio. Aunque parezcan no ser importantes desde fuera, cuando estas cosas ocurren muestran si amas o no a Dios. Si lo haces, serás capaz de mantenerte firme en tu testimonio de Él y, si no has puesto en práctica el amor a Dios, esto muestra que no eres alguien que pone en práctica la verdad, que no tienes la verdad ni tienes la vida, ¡que eres cascarilla! Todo lo que acontece a las personas tiene lugar cuando Dios necesita que se mantengan firmes en el testimonio que dan de Él. Aunque, de momento, no te está ocurriendo nada importante y no estás dando un gran testimonio, cada detalle de tu vida diaria tiene relación con el testimonio de Dios. Si puedes obtener la admiración de los hermanos y hermanas, tus familiares y todos a tu alrededor; si un día llegan los incrédulos y admiran todo lo que haces y ven que todo lo que Dios hace es maravilloso, habrás dado testimonio. Aunque no tienes percepción y tu calibre es pobre, por medio de tu perfeccionamiento por parte de Dios puedes satisfacerlo y ser consciente de Su voluntad, lo cual muestra a otros la gran obra que Él ha hecho en personas del calibre más pobre. Cuando las personas llegan a conocer a Dios y se vuelven vencedores delante de Satanás y leales a Dios en gran medida, nadie tiene más agallas que este grupo de personas, y este es el más grande testimonio. Aunque eres incapaz de hacer una gran obra, puedes satisfacer a Dios. Otros no pueden poner a un lado sus nociones, pero tú sí; otros no pueden dar testimonio de Dios durante sus experiencias reales, pero tú puedes usar tu estatura y tus acciones reales para retribuirle por Su amor y dar un testimonio rotundo de Él. Sólo esto puede considerarse amar realmente a Dios. Si eres incapaz de esto, no darás testimonio entre tus familiares, entre los hermanos y hermanas ni ante las personas del mundo. Si no puedes dar testimonio ante Satanás, este se reirá de ti, se burlará de ti, te tratará como un juguete, te pondrá frecuentemente en ridículo, y te volverá loco. En el futuro, pueden sobrevenirte grandes pruebas; pero hoy, si amas a Dios con un corazón sincero e independientemente de cuán grandes sean las pruebas por delante, de lo que te acontezca, puedes mantenerte firme en tu testimonio, puedes satisfacer a Dios y después tu corazón será consolado y no tendrás miedo por muy grandes que sean las pruebas que te encuentres en el futuro. No podéis ver qué pasará en el futuro; solo podéis satisfacer a Dios durante las circunstancias presentes. Sois incapaces de hacer cualquier gran obra y deberíais centraros en satisfacer a Dios experimentando Sus palabras en la vida práctica y dando un testimonio sólido y rotundo que avergüence a Satanás. Aunque tu carne permanece insatisfecha y habrá sufrido, habrás satisfecho a Dios y avergonzado a Satanás. Si siempre practicas de esta forma, Dios abrirá una senda delante de ti. Cuando, un día, venga una gran prueba, otros caerán, pero seguirás siendo capaz de mantenerte firme: debido al precio que has pagado, Dios te protegerá de forma que puedas mantenerte firme y no caer. Si, por lo general, eres capaz de poner en práctica la verdad y satisfacer a Dios con un corazón que lo ama de verdad, Dios te protegerá sin duda durante las pruebas futuras. Aunque eres necio, de una estatura pequeña y un pobre calibre, Dios no te discriminará. Dependerá de que tus intenciones sean correctas. Hoy eres capaz de satisfacer a Dios y por ello estás atento al detalle más pequeño, satisfaces a Dios en todas las cosas, tienes un corazón que lo ama sinceramente, le entregas tu corazón sincero y, aunque existen algunas cosas que no puedes entender, puedes venir ante Él para rectificar tus intenciones y buscar Su voluntad; haces todo lo necesario para satisfacerle. Quizá los hermanos y hermanas te abandonarán, pero tu corazón será satisfactorio para Dios y no codiciarás los placeres de la carne. Si siempre practicas de esta forma, estarás protegido cuando vengan sobre ti las grandes pruebas.

¿A qué estado interno de las personas van dirigidas las pruebas? Apuntan al carácter rebelde del ser humano que es incapaz de satisfacer a Dios. Hay mucha impureza y mucha hipocresía dentro de las personas; por tanto, Dios las somete a pruebas con el fin de purificarlas. Pero si hoy eres capaz de satisfacer a Dios, las pruebas del futuro serán un perfeccionamiento para ti. Si hoy eres incapaz de satisfacer a Dios, las pruebas del futuro te tentarán y caerás inconscientemente; en ese momento serás incapaz de ayudarte, porque no puedes estar a la altura de la obra de Dios ni posees una estatura auténtica. Así pues, si deseas ser capaz de mantenerte firme en el futuro, satisfacer mejor a Dios y seguirle hasta el final, hoy debes edificar un fundamento sólido. Debes satisfacer a Dios poniendo en práctica la verdad en todas las cosas y debes ser consciente de Su voluntad. Si practicas siempre de esta forma, habrá un fundamento en ti, y Dios inspirará en ti un corazón que le ame y te dará fe. Un día, cuando una prueba te sobrevenga realmente, es posible que puedas sufrir algo de dolor y que te sientas agraviado hasta cierto punto y que sufras una pena devastadora, como si hubieras muerto; sin embargo, tu amor por Dios no cambiará y pasará a ser incluso más profundo. Esas son las bendiciones de Dios. Si hoy eres capaz de aceptar todo lo que Él dice y hace, con un corazón obediente, Él te bendecirá sin duda, y por tanto serás alguien bendecido por Dios, que recibe Su promesa. Si hoy no practicas, cuando un día te sobrevengan las pruebas, no tendrás fe ni un corazón amoroso y, en ese momento, la prueba se convertirá en tentación; te sumergirás en la tentación de Satanás y no tendrás forma de escapar. Hoy puedes ser capaz de mantenerte firme de frente a una pequeña prueba, pero no podrás hacerlo necesariamente cuando, algún día, estés frente a una prueba mayor. Algunas personas son engreídas y se creen ya casi perfectas. Si no profundizas más en esos momentos y permaneces complaciente, estarás en peligro. Hoy, Dios no hace la obra de las pruebas mayores; y se diría que todo parece ir bien, pero cuando Él te pruebe, descubrirás que eres demasiado deficiente, porque tu estatura es demasiado pequeña y eres incapaz de soportar grandes pruebas. Si sigues siendo como eres y te encuentras en un estado de inercia, entonces, cuando lleguen las pruebas, caerás. Deberíais considerar a menudo cuán pequeña es vuestra estatura; solo así progresaréis. Si solo ves que tu estatura es demasiado pequeña durante las pruebas, que tu fuerza de voluntad es muy débil, que hay muy poca realidad dentro de ti y que no eres adecuado para la voluntad de Dios; si solo eres consciente de estas cosas en ese momento, será demasiado tarde.

Si no conoces el carácter de Dios, caerás inevitablemente durante las pruebas, porque no sabes cómo perfecciona Él a las personas ni por qué medios lo hace; y cuando Sus pruebas te sobrevengan y no concuerden con tus nociones, serás incapaz de mantenerte firme. El amor verdadero de Dios es todo Su carácter, y cuando todo Su carácter se muestra a las personas, ¿qué le proporciona esto a tu carne? Cuando el carácter justo de Dios es mostrado a las personas, su carne sufrirá inevitablemente mucho dolor. Si no lo padeces, Dios no puede perfeccionarte ni serás capaz de dedicarle amor sincero. Si Dios te perfecciona, te mostrará sin duda todo Su carácter. Desde el momento de la creación hasta hoy, Él nunca ha mostrado todo Su carácter al hombre; sin embargo, durante los últimos días se lo revelará a este grupo de personas a las que ha predestinado y seleccionado. Perfeccionando a las personas deja al descubierto Su carácter, por medio de esto completa a un grupo de personas. Ese es el amor verdadero de Dios por las personas. Experimentar el verdadero amor de Dios requiere que los seres humanos soporten un dolor extremo y paguen un alto precio. Solo después de esto Dios las ganará y serán capaces de devolverle su amor sincero; solo entonces quedará satisfecho el corazón de Dios. Si las personas desean que Dios las perfeccione, desean hacer Su voluntad y darle todo su amor sincero, deben experimentar mucho sufrimiento y muchos tormentos a partir de sus circunstancias, deben sufrir un dolor peor que la muerte y, en última instancia, se verán obligados a devolverle a Dios su corazón sincero. Durante las dificultades y el refinamiento, se revela si alguien ama a Dios con sinceridad o no. Dios purifica el amor de las personas, y esto también se logra en medio de los sufrimientos y el refinamiento.

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