Cómo perseguir la verdad (10)

Hoy continuaremos compartiendo sobre el contenido de nuestra última reunión. ¿Acerca de qué trató? (En la reunión anterior, Dios habló principalmente sobre dos temas. Primero compartió sobre la cuestión que se plantea la gente: “Si la humanidad no hubiera perseguido sus ideales y deseos, ¿se habría desarrollado el mundo como lo ha hecho hasta el presente?”. Luego, Dios habló sobre algunas de las perspectivas y puntos de vista erróneos de las personas sobre el matrimonio, y después compartió sobre el concepto y la definición correctos de este). La última vez hablé sobre un tema muy extenso: el matrimonio. Se trata de una cuestión amplia que afecta a toda la humanidad e impregna la historia del desarrollo humano. Este tema incide en la vida cotidiana de las personas y es importante para todos. La vez anterior hablamos sobre algunos contenidos relacionados con este tema, principalmente sobre el origen y la formación del matrimonio, así como acerca de las instrucciones y la ordenación de Dios para ambos cónyuges, y de las responsabilidades y obligaciones que ambas partes del matrimonio deben asumir. ¿En qué se basó principalmente este contenido? (En el registro bíblico). Esta charla se basó en las palabras y versículos recogidos en la Biblia, en los cuales, después de que Dios crease a la humanidad, ordenó el matrimonio para ella, ¿verdad? (Cierto). Gracias a nuestra última charla y a la lectura de algunos de los dichos y acciones de Dios respecto al matrimonio humano, tal y como estos aparecen en la Biblia, ¿tenéis ahora una definición precisa sobre este? Hay quien dice: “Somos jóvenes, no tenemos ningún concepto del matrimonio, ni tampoco experiencia alguna en él. Nos resulta difícil definirlo”. ¿Es difícil? (No). No lo es. Entonces, ¿cómo deberíamos definirlo? Si nos basamos en los dichos y acciones de Dios respecto al matrimonio humano, ¿no deberíais tener una definición precisa al respecto? (Sí). En lo relativo a este tema, te hayas casado o no, ahora ya has de tener un conocimiento preciso de las palabras de mi charla. Se trata de un aspecto de la verdad que deberías entender. Si hablamos desde ese punto de vista, te hayas casado o no, muestres o no algún interés en ello, y sean cuales sean los cálculos y planes que hayas hecho en el pasado respecto al matrimonio, mientras este asunto afecte a tu búsqueda de la verdad, deberías conocerlo. Además, es una cuestión que deberías tener clara, porque afecta a la verdad, a las ideas y los puntos de vista humanos, a la búsqueda de la verdad de la gente, y a tus principios y tu senda de práctica en tu camino de búsqueda de la verdad. Por lo tanto, ya hayas experimentado antes el matrimonio o no, tanto si estás interesado en él como si no, o sea cual sea tu situación conyugal, si quieres buscar la verdad y alcanzar la salvación, necesitas tener un conocimiento preciso e ideas y puntos de vista correctos respecto al matrimonio, igual que con cualquier asunto que afecte a la verdad. No deberías resistirte en el corazón, verlo a través de gafas de color de rosa ni tener nociones al respecto, tampoco tratarlo en función de tus propias experiencias y circunstancias, ni tomar decisiones al respecto. Todos esos son puntos de vista incorrectos. El matrimonio, como cualquier otro asunto, está relacionado con los puntos de vista, los planteamientos y las perspectivas de las personas. Si quieres tener ideas, puntos de vista, perspectivas y planteamientos correctos y acordes a la verdad respecto al asunto del matrimonio, debes tener un conocimiento y una definición precisos del asunto, y todo eso afecta a la verdad. Por consiguiente, en lo que respecta al matrimonio, deberías tener un conocimiento correcto y entender la verdad que Dios quiere que la gente comprenda en relación con este asunto. Solo si entiendes la verdad, podrás tener las ideas y los puntos de vista correctos para enfrentarte al matrimonio cuando te cases o surjan cosas en tu vida que afecten a dicha cuestión; solo así podrás adoptar perspectivas y planteamientos correctos al respecto, y por supuesto, dispondrás de una senda adecuada para resolver problemas relacionados con el matrimonio. Cierta gente dice: “Nunca voy a contraer matrimonio”. Y tal vez nunca lo hagas, pero es inevitable que tengas algunas ideas y puntos de vista al respecto, grandes o pequeños, correctos o incorrectos. Además, resulta también inevitable que te encuentres con personas o cosas que planteen problemas en relación con el tema del matrimonio. ¿Cómo enfocarás y resolverás esos problemas? Cuando aparezcan, ¿qué debes hacer para tener ideas, puntos de vista, planteamientos y principios de práctica precisos? ¿Cómo es necesario que actúes para cumplir con la voluntad de Dios? Es algo que necesitas entender, que debes tener en cuenta para el futuro. ¿Qué quiero decir con eso? Puede que algunos piensen que el matrimonio no tiene nada que ver con ellos, así que no ponen atención cuando escuchan. ¿Es ese el punto de vista correcto? (No). No lo es. Da igual el tema del que se hable, mientras afecte a la verdad, a la búsqueda de esta, y a la base y los criterios para examinar a las personas y las cosas y para comportarse y actuar, has de aceptarlo y escucharlo con seriedad y atención. Porque eso no es sentido común ni conocimiento, ni mucho menos es un entendimiento profesional, sino que es la verdad.

Volvamos atrás para seguir hablando sobre el tema del matrimonio. ¿Cuál debería ser la definición de este? En función de la ordenación y los arreglos de Dios respecto al matrimonio, así como de Sus requerimientos e instrucciones a ambas partes que lo conforman, tal como comenté la última vez, vuestro concepto y definición de este no deberían ser confusos, sino claros e inequívocos. El matrimonio debería tratarse de la unión de un hombre y una mujer bajo la ordenación y los arreglos de Dios. Esa es la composición del matrimonio, el cual tiene condiciones previas. Bajo la ordenación y los arreglos de Dios, la unión de un hombre y una mujer constituye un matrimonio. ¿No es así? (Sí). ¿Acaso dicha definición no es teóricamente precisa? (Sí). ¿Por qué decimos que es precisa? ¿Cómo podéis estar seguros de que lo es? Porque se basa en el registro bíblico y hay señales que así lo indican. En el registro bíblico se explican con claridad los orígenes del matrimonio. Esa es su definición. Sobre la base de esa definición clara, veamos cuáles son los deberes que asume cada parte en dicha unión. ¿Acaso no estaba recogido claramente en los pasajes bíblicos que leímos en la última reunión? (Sí). El deber más simple de todos los que asume cada miembro del matrimonio es el de acompañarse y ayudarse mutuamente. Entonces, ¿qué instrucciones dio Dios a la mujer? (Dios le dijo a la mujer: “En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos; y con todo, tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti” (Génesis 3:16)). Esa es la forma de hablar original en la Biblia. En palabras modernas, las instrucciones de Dios a la mujer eran su deber. ¿Cuál era ese deber? Tener hijos y criarlos, cuidar de su esposo y adorarlo. Esas fueron las instrucciones de Dios a la mujer. Entonces, ¿qué deber le encomendó Dios al hombre? Como líder de la casa, el hombre debe asumir la carga de la vida familiar y mantener a la familia con el sudor de su frente. También ha de soportar la carga que supone la gestión de los miembros de la familia, su mujer y su propia vida. Así dividió Dios los deberes entre mujeres y hombres. Deberíais tener claros y definidos los deberes de los hombres y las mujeres. Esa es la definición y formación del matrimonio, así como las responsabilidades que ambas partes deben asumir y las obligaciones que han de cumplir. En eso consiste el matrimonio en sí y el contenido real de este. ¿Hay algo negativo en el contenido que hemos discutido sobre el tema? (No). No existe en ello nada negativo. Todo es sumamente puro, se ajusta a la verdad y a los hechos, y coincide con los fundamentos de las palabras de Dios. Con los registros bíblicos como base, la cuestión del matrimonio queda muy clara y definida para la gente moderna; no nos hace falta establecer demasiadas condiciones previas ni excedernos en el uso de palabras para hablar de su origen. No es necesario. La definición es clara, y los deberes que ha de asumir cada uno de sus miembros, así como las obligaciones que debe cumplir, están claros y definidos. Una vez que alguien tiene claras y definidas tales cuestiones, ¿qué efecto ejerce eso en su búsqueda de la verdad? ¿Qué sentido tiene entender la definición y composición del matrimonio y los deberes de ambas partes? Es decir, ¿qué resultado produce en las personas compartir este contenido y cuáles son los efectos que causa? En términos coloquiales, ¿de qué os sirve escuchar este contenido? (Nos permite tener un punto de vista correcto y acorde con la verdad desde el cual ver las cosas cuando afrontemos o examinemos el matrimonio. No nos influirán ni engañarán las tendencias perversas ni las ideas inculcadas por Satanás). Ese es un efecto positivo. ¿Facilita la charla sobre la definición y formación del matrimonio y sobre los deberes de ambas partes que las personas tengan ideas y puntos de vista correctos respecto al matrimonio? (Sí). Si alguien alberga ideas y puntos de vista correctos, ¿le permiten los beneficios y efectos positivos de ello formarse una opinión correcta del matrimonio en su conciencia? Cuando alguien tiene una visión correcta del matrimonio, e ideas y puntos de vista acertados, ¿tiene cierta resistencia e inmunidad a las ideas y puntos de vista opuestos y negativos, que pertenecen a las tendencias perversas? (Sí). ¿A qué nos referimos con resistencia e inmunidad? A que, cuanto menos, tienes discernimiento en lo que se refiere a algunas ideas y puntos de vista perversos sobre el matrimonio que provienen del mundo y de la sociedad. Cuando tengas ese discernimiento, dejarás de ver el matrimonio a partir de las ideas y puntos de vista que surgen de las tendencias perversas del mundo, y tampoco aceptarás dichas ideas y puntos de vista. Entonces, ¿en qué te beneficia no aceptarlos? En que tales ideas y puntos de vista no controlarán tus perspectivas y acciones respecto al matrimonio, y que ya no te corromperán, así como tampoco enraizarán en ti esas ideas y puntos de vista perversos. Por consiguiente, no examinarás el matrimonio de acuerdo con las tendencias perversas del mundo, ni te dejarás arrastrar por ellas, así que podrás mantenerte firme en tu testimonio sobre esta cuestión. Entonces, en cierto sentido, ¿habrás renunciado ya a algunas de esas ideas, puntos de vista y perspectivas satánicos y mundanos con respecto al matrimonio? (Sí). Cuando la gente adquiere una definición precisa del matrimonio, es capaz de desprenderse de algunas de sus búsquedas, ideales y deseos al respecto, pero ¿basta con detenerse ahí? ¿Pueden las personas desprenderse por completo de sus búsquedas, ideales y deseos en relación con el matrimonio? En absoluto basta con eso. No tienen más que una definición y concepto precisos del matrimonio; simplemente poseen en su pensamiento un concepto y conocimiento iniciales y básicos de este. Sin embargo, las diversas ideas, puntos de vista y temas que el mundo y la sociedad difunden sobre el matrimonio seguirán influyendo en tus ideas y puntos de vista, y afectarán a tus perspectivas e incluso a tus acciones con respecto al matrimonio. Así que, hasta el momento actual, después de adquirir una definición precisa sobre el matrimonio, las personas siguen siendo incapaces de desprenderse total y completamente de sus búsquedas, ideales y deseos respecto a este. Por lo tanto, ¿no deberíamos hablar a continuación sobre las diversas búsquedas, ideales y deseos que surgen en las personas en relación con el matrimonio? (Sí, eso deberíamos hacer).

Voy a concluir esta charla sobre la definición del matrimonio. A continuación, hablaremos de cómo desprenderse de las diversas búsquedas, ideales y deseos que surgen debido a este. Primero, hablemos sobre las distintas fantasías que tienen las personas al respecto. Cuando hablo de fantasías, me refiero a las imágenes que se crean en sus cabezas. Aún no se han hecho realidad; son solo figuraciones producto de su vida diaria o de circunstancias con las que se encuentran. Tales figuraciones forman imágenes e ilusiones en la mente de las personas, llegando a convertirse incluso en sus búsquedas, ideales y deseos con respecto al matrimonio. Por lo tanto, para desprenderte de estos, primero debes hacerlo también de las diversas fantasías que tengas o tuviste arraigadas en tu mente y en lo profundo de tu corazón. Esa es la primera cosa que debéis hacer para desprenderos de vuestras búsquedas, ideales y deseos con respecto al matrimonio, es decir, de vuestras diferentes fantasías sobre este. Así pues, hablemos primero sobre qué fantasías tienen las personas acerca del matrimonio. Las distintas opiniones sobre este que tenía la gente de la antigüedad, hace cientos o miles de años, quedan demasiado lejos del presente, así que no entraremos en ello. En cambio, hablaremos sobre cuáles son las opiniones y acciones nuevas, populares, de moda y generalizadas de la gente moderna con respecto al matrimonio. Son cosas que os influyen y hacen que surjan continuamente toda clase de fantasías relativas a este asunto en lo profundo de vuestro corazón o en vuestra mente. Primero, algunas opiniones sobre el matrimonio se popularizan en la sociedad, y luego diferentes obras literarias representan las ideas y opiniones de los autores sobre el matrimonio. A medida que estas obras pasan a convertirse en programas de televisión y películas, exponen aún más vívidamente las distintas opiniones de las personas sobre el matrimonio, así como sus diversas búsquedas, ideales y deseos al respecto. En mayor o menor medida, de manera visible o invisible, tales cosas se inculcan continuamente en vosotros. Antes de que tengáis un concepto preciso del matrimonio, esas opiniones y mensajes sociales al respecto os crean preconcepciones y los aceptáis. Luego comenzáis a fantasear sobre cómo será vuestro matrimonio y vuestra otra mitad. Ya aceptes esos mensajes a través de programas de televisión, películas y novelas, o de tus círculos sociales y de las personas en tu vida, con independencia de la fuente, todos ellos provienen de los seres humanos, la sociedad y el mundo, o para ser más exactos, evolucionan y se desarrollan a partir de tendencias perversas. Por supuesto, si concretamos más si cabe, provienen de Satanás. ¿No es así? (Sí). En ese proceso, sin importar el tipo de ideas y puntos de vista sobre el matrimonio que hayáis aceptado, lo cierto es que, al haberlo hecho, fantaseáis sin parar al respecto en vuestra cabeza. Todas esas fantasías giran en torno a una única cosa. ¿Sabéis cuál es? (El amor romántico). En la sociedad actual, el mensaje más popular o generalizado se centra en el matrimonio desde el punto de vista del amor romántico. La felicidad de una unión depende de la existencia de amor romántico, y de si marido y mujer están enamorados el uno del otro. Estas opiniones de la sociedad sobre el tema, estas cosas que impregnan los pensamientos de las personas y la profundidad de su alma, se basan sobre todo en el amor romántico. Se les inculcan a la gente, quienes de este modo desarrollan todo tipo de fantasías sobre el matrimonio. Por ejemplo, fantasean sobre a quién amarán, qué tipo de persona será y cuáles son sus requisitos para una pareja conyugal. En concreto, existen complejos mensajes provenientes de la sociedad, que dicen que sin duda deben amar a esa persona y que esta a su vez también ha de amarlos, que solo eso es verdadero amor romántico, que solo este puede conducir al matrimonio, que solo el matrimonio basado en el amor romántico es bueno y feliz, y que una unión sin este es inmoral. Entonces, antes de haber encontrado a su persona amada, todos se preparan para encontrar el amor romántico, hacen planes por adelantado en relación con el matrimonio y se preparan para el día que encuentren a dicha persona a fin de perseguir temerariamente su amor y materializarlo. ¿Cierto? (Cierto). En el pasado, la gente no hablaba del amor romántico ni de la supuesta libertad en el matrimonio, así como tampoco de que el amor es inocente y supremo. En aquella época, a la gente le daba vergüenza hablar de matrimonio, amor y romance. Sobre todo cuando ello implicaba al sexo opuesto, se sentía avergonzada, se sonrojaba y se les aceleraba el corazón, o les costaba hablar. Hoy en día, las actitudes han cambiado. Cuando alguien ve a otros debatir sobre romance y matrimonio con tanta calma y confianza, también quiere hacer lo mismo, discutir sobre romance y matrimonio libre y abiertamente, sin ruborizarse ni que se le acelere el corazón. Además, desea poder confesar sin tapujos sus sentimientos cuando se topa con la persona que quiere conquistar, a la que desea entregar su corazón. Incluso fantasea con todo tipo de escenas en las que corteja o es cortejado, y también con qué tipo de persona será aquella a la que ame y conquiste. Las mujeres fantasean con encontrar a su príncipe azul de al menos uno ochenta de altura, excelente conversador, refinado, bien educado, de buena familia, y aún mejor, que tenga coche y casa, una buena posición social, cierto grado de riqueza y cosas del estilo. En cuanto a los hombres, fantasean con que su otra mitad sea una belleza de piel clara, una supermujer que pueda deslumbrar tanto en las reuniones sociales como en la cocina. Sueñan incluso con que su otra mitad sea una mujer hermosa y rica, y tanto mejor si tiene un sólido entorno familiar. Luego se dirá que la unión de ambos es como la de Romeo y Julieta, una pareja perfecta o una alianza ideal, la envidia de todo el que los ve, que nunca discuten ni se enfadan entre sí, que nunca se pelean por ninguna razón, que se aman profundamente, como las parejas de cine que juran amarse hasta que los mares se sequen y las rocas se conviertan en polvo, que envejecerán juntos, que nunca se detestarán ni se evitarán, que jamás renunciarán el uno al otro ni se abandonarán. Las mujeres fantasean con que un día entrarán en la iglesia con aquel que aman, y luego, con la bendición del párroco, intercambiarán anillos y votos, jurarán solemnes promesas de amor y se comprometerán a pasar la vida juntos y a no dejar ni renunciar al otro, ni en la enfermedad ni en la pobreza. Los hombres también fantasean con que un día entrarán en la iglesia junto a la mujer que aman, y con la bendición del párroco, intercambiarán anillos, harán sus promesas y jurarán que, por muy vieja o fea que se vuelva su nueva esposa, no la dejarán ni la abandonarán, que le darán el matrimonio más maravilloso y feliz y que la harán la mujer más dichosa de la tierra. Todos los hombres y mujeres fantasean y se afanan en lo mismo, y en su vida real asimilan continuamente todo tipo de búsquedas, ideales y deseos sobre el matrimonio. Al mismo tiempo, también repiten sin cesar esas fantasías en lo profundo de su corazón, con la esperanza de que un día se hagan realidad en sus vidas, que ya no se trate de un tipo de ideal o deseo, sino de algo real. Debido a la influencia de la vida moderna y condicionada por todo tipo de mensajes e información por parte de la sociedad, cualquier mujer espera vestirse de blanco y convertirse en la novia más hermosa y la mujer más feliz del mundo. También espera llevar su propio anillo de diamantes, que ciertamente ha de superar el quilate y ser de la mayor pureza. Este carecerá de defectos, y su tan amado hombre se lo colocará en el dedo. Estas son las fantasías matrimoniales de una mujer. Por una parte, alberga algunas relativas a la forma de casarse; por otra, también tiene todo tipo de fantasías sobre la vida conyugal, espera que el hombre al que ama no defraude sus expectativas, que la ame tan profundamente en el matrimonio como cuando se enamoraron por primera vez, que no ame a otra mujer, que le dé una vida feliz, que cumpla con su compromiso y que, hasta que los mares se sequen y las rocas se conviertan en polvo, permanezcan juntos en esta vida y en la siguiente. Por otra parte, también tiene todo tipo de fantasías y exigencias con respecto a la persona de la que se enamora. Como mínimo, debe ser un príncipe azul, a lomos, si no de un caballo blanco, de uno negro. Ciertamente ese es el nivel de calidad principesca que una mujer tiene en mente para su hombre ideal. Qué romántico y maravilloso sería, qué feliz resultaría su vida. La base de estas fantasías que desarrolla la gente con respecto al matrimonio proviene de la sociedad, de sus grupos sociales o de todo tipo de mensajes, libros, obras literarias y películas; solo tienen que incorporar en sus corazones algunos de esos elementos ligeramente burgueses acordes con sus propias preferencias para acabar fantaseando con todo tipo de personas de las que enamorarse, con toda clase de amantes, y con todo tipo de formas y vidas conyugales. En resumen, las diversas fantasías de las personas se basan en la comprensión de la sociedad sobre el matrimonio, así como en la interpretación y las diversas opiniones sobre este. Las mujeres son así, y los hombres son iguales. Las diversas búsquedas de los hombres en relación con el matrimonio no son menores que las de las mujeres. Un hombre también espera encontrar a una chica que le guste, que sea virtuosa, amable, buena y considerada, que lo trate con cariño y afecto, que dependa de él como un pajarito, que sienta auténtica devoción hacia él, que no desprecie ninguno de sus defectos o carencias, llegando incluso a aceptarlos, que cuando se sienta desanimado o frustrado, y cuando fracase, le tienda una mano para ayudarlo y apoyarlo, y luego le diga: “Cariño, no importa, estoy aquí. No hay nada que no podamos superar juntos. No tengas miedo. Siempre estaré a tu lado, en todo momento”. Las mujeres plantean todo tipo de exigencias a los hombres, y también sucede a la inversa, así que ambos buscan su propia otra mitad entre la multitud, y para ello se basan en sus diversas fantasías sobre el matrimonio. Por supuesto, un hombre fantaseará con frecuencia con ocupar un lugar asentado en la sociedad, consolidar una carrera profesional y acumular cierta cantidad de riqueza y cierto nivel de capital, después de lo cual podrá buscar una pareja que sea su igual en estatus, identidad, gustos y preferencias. Mientras a él le guste y ella se ajuste a sus demandas, estará dispuesto a hacer cualquier cosa por ella, hasta caminar sobre brasas ardientes. Naturalmente, si nos expresamos de un modo algo más realista, le regalará cosas bonitas, satisfará sus necesidades materiales, le comprará un coche, una casa, un anillo de diamantes y ropa y bolsos de marca. Si tiene los medios, también le comprará un yate y un avión privado, y llevará a su amada al mar, solos los dos, o la llevará a ver el mundo, a viajar a las montañas, tierras y lugares más famosos y pintorescos. Qué maravillosa sería una vida semejante. Las mujeres pagan cualquier precio por hacer realidad sus diversas fantasías conyugales, y de la misma manera, los hombres se esfuerzan y trabajan por materializar las suyas. Con independencia del tipo de fantasía que tengas sobre el matrimonio, siempre que provenga del mundo, de la comprensión y las opiniones que la humanidad corrupta tiene sobre este, o de la información que te inculcan el mundo y la humanidad corrupta, esas ideas y puntos de vista influirán en cierta medida y grado en tu vida y fe, así como en tu visión de la vida y en la senda que recorres a lo largo de tu existencia. Esto se debe a que el matrimonio es algo que ningún adulto puede evitar, y es además un tema ineludible. Incluso si eliges permanecer soltero toda la vida, no casarte nunca, tus fantasías sobre el matrimonio seguirán existiendo. Puede que elijas quedarte soltero, pero desde el momento en que tuviste el concepto y los pensamientos más básicos sobre el matrimonio, albergaste todo tipo de fantasías al respecto. Estas no solo ocupan tus pensamientos, sino que también inundan tu vida diaria e influyen en tus ideas, puntos de vista y elecciones a la hora de gestionar todo tipo de cosas. En pocas palabras, si una mujer tiene un estándar para la persona de la que se enamora, independientemente de la madurez o solidez de este, lo usará para sopesar la bondad y maldad de la humanidad y la personalidad de los miembros del sexo opuesto, así como para decidir si son el tipo de hombre con el que le gustaría pasar su tiempo. Este estándar es inseparable de aquel con el que elige a un compañero conyugal. Por ejemplo, digamos que el tipo de hombre que le gusta tiene facciones pronunciadas, la cara grande y cuadrada, y la piel clara; habla con elegancia, tiene un ligero aire intelectual y es bastante educado. Acorde a su visión del amor, se siente bien con ese tipo de hombre y se decanta más por él. Entonces, sin duda se sentirá bien con él en su vida, sea o no la persona de la que se enamore. Quiero decir que, cuando se encuentre con una persona así, le dará igual que su humanidad sea buena o mala y cómo sea su personalidad, ya sea una persona traicionera o malvada; todo ello será secundario, ya que esos rasgos no forman parte de su estándar para examinar a los miembros del sexo opuesto. ¿Cuál es su estándar? Es el que emplea para elegir esposo. Si su pareja se ajusta a la norma que ella tiene para elegir marido, aunque no se trate de alguien a quien ella elija como tal, seguirá siendo una persona con la que le gustaría compartir su tiempo. ¿Qué ilustra este problema? El punto de vista de una persona sobre el amor, más concretamente, su estándar para una pareja en lo referente al amor o el matrimonio, influye en gran medida en su visión de todos los miembros del sexo opuesto. Cuando encuentra a un hombre que cumple con su estándar para la elección de esposo, todo en él le resulta placentero a la vista, su voz le parece agradable y se siente cómoda con sus palabras y acciones. Aunque no se trate de aquel al que aspira a enamorarse y alcanzar, lo encuentra agradable a la vista. Es de esa sensación placentera de donde surge el problema. Eres incapaz de discernir si cualquier cosa que dice está bien o mal, todo en él te parece bueno y correcto, y crees que todo lo que hace es perfecto. A raíz de estos buenos sentimientos que tienes sobre él, comienzas poco a poco a admirarlo y adorarlo. ¿De dónde proviene esa admiración y adoración? Su origen se halla en la norma de la que te sirves para elegir una pareja en el amor y el matrimonio. En cierto grado, ese estándar te engaña sobre el modo en que ves a otras personas; para ser más precisos, difumina los criterios y las bases que usas para examinar a los miembros del sexo opuesto. Su apariencia exterior coincide con tus estándares estéticos, así que te da igual la personalidad que tenga, si sus acciones concuerdan o no con los principios, si posee o no los principios-verdad, si persigue o no la verdad, y si tiene auténtica fe y sumisión a Dios; tales cosas se tornan sumamente borrosas para ti y es probable que te sientas influenciada emocionalmente en tu forma de ver a esa persona. Dado que tienes buenos sentimientos hacia él y que a nivel emocional satisface tu estándar, todo lo que hace te parece bueno y bastante agradable; lo proteges y adoras, hasta tal punto de que, cuando hace algo malvado, no lo disciernes ni tampoco lo pones en evidencia o abandonas. ¿Qué motivo hay detrás? Tus sentimientos están en juego, te tienen el corazón atrapado. En cuanto surgen tus sentimientos, ¿te resulta fácil hacer las cosas según los principios? Tus sentimientos cuentan con ventaja, por lo que careces de principios. Por consiguiente, las consecuencias que acarrea este asunto son muy serias. Aunque él no sea la persona de la que estás enamorada ni con quien quieres casarte, se ajusta a tu estética y a tus necesidades emocionales; bajo esa condición, tus sentimientos te influyen y controlan de manera inevitable, y para ti es muy difícil examinar a esa persona, resolver los problemas que surgen en relación con ella y tratar los tuyos propios tomando como base las palabras de Dios. En cuanto los sentimientos te controlan y se convierten en la fuerza dominante en ti, es muy difícil liberarte de las cadenas emocionales que te mantienen atada para entrar en la realidad de la práctica de la verdad. Entonces, ¿qué quiero decir con esto? Todo el mundo alberga fantasías de todo tipo sobre el matrimonio. Eso es porque no vives en el vacío o en otro planeta, y por supuesto no eres menor de edad, y mucho menos deficiente mental o idiota; eres adulto y tienes ideas de adulto. Al mismo tiempo, también has aceptado involuntariamente las diversas opiniones sobre el matrimonio que provienen de la sociedad y la humanidad perversas. Después de aceptarlas, fantaseas sin querer sobre quién será tu pareja romántica. ¿Qué significa fantasear? Entretenerse en pensamientos irreales y vacíos. Basándonos en lo que ahora hemos compartido y revelado, se refiere principalmente a las diversas opiniones sobre el matrimonio que provienen de la sociedad y de la humanidad perversa. Como no tienes una visión correcta y ajustada a la verdad del matrimonio, resulta inevitable que te influyan, corroan y corrompan tales opiniones, pero lo desconoces y no eres consciente. No eres capaz de darte cuenta de que se trata de una corrosión, una corrupción. Inconscientemente, recibes esa influencia y, sin darte cuenta, empiezas a pensar que todo ello es bastante justo y razonable, y te lo tomas como algo lógico, piensas que todas esas ideas son propias de un adulto. De forma natural, convertirás todo eso en tus propios requisitos y necesidades; las ideas apropiadas que un adulto debería tener. Por lo tanto, desde que comienzas a recibir esos mensajes, tus fantasías sobre el matrimonio se incrementarán cada vez más y se volverán más profundas. Al mismo tiempo, tu sentido de la vergüenza respecto al matrimonio disminuirá sin cesar, o se podría decir que te sentirás cada vez menos inclinado a rechazar proactivamente esas fantasías sobre el tema. Dicho de otra manera: tus fantasías relativas a tu pareja amorosa o a las diversas situaciones y a todo lo relacionado con el matrimonio serán cada vez más involuntarias y atrevidas. ¿No es así? (Sí). A medida que la gente va aceptando las opiniones y la información sobre el matrimonio que surgen de la sociedad y de la humanidad perversa, mayor es su audacia y desenfreno al imaginar el suyo propio, al buscar una pareja en el amor y al conquistarla. Al mismo tiempo, esperan que su amante sea como el personaje de una novela, serie o película romántica: que les demuestre amor incondicional hasta que los mares se sequen y las rocas se conviertan en polvo, y que permanezca fiel hasta la muerte. En cuanto a sí mismos, también aman profundamente a su pareja del modo que reflejan las series o novelas. En resumen, esas fantasías difieren de las necesidades reales de la humanidad y la vida. Por supuesto, también están apartadas de la esencia de la humanidad; son completamente incompatibles con la vida real. De igual manera que sucede con cualquier cosa que la gente piensa que es buena, se trata solo de pensamientos agradables salidos de las figuraciones de las personas. Puesto que esos pensamientos no concuerdan con la definición de Dios del matrimonio ni con Sus arreglos respecto a él, las personas deberían desprenderse de esas ideas y puntos de vista que para nada se ajustan a los hechos y que para empezar no deberían siquiera haber perseguido.

¿Cómo deben desprenderse las personas de esas fantasías poco realistas sobre el matrimonio? Han de corregir sus pensamientos y opiniones en relación con el romance y el matrimonio. Primero, deberían desprenderse de esa supuesta visión sobre el amor, de cosas ilusorias y de dichos como que hay que amar a alguien hasta que los mares se sequen y las rocas se conviertan en polvo, que el amor es inquebrantable hasta la muerte y que dura toda una vida y continúa en la otra. Nadie sabe si tendrá un amor así a lo largo de su existencia, y mucho menos en vidas futuras o hasta que los mares se sequen y las rocas se conviertan en polvo. ¿Cuántos años se necesitan para eso? Si alguien pudiera vivir tanto tiempo, ¿acaso no sería una especie de monstruo? Es suficiente con vivir bien esta vida, y hacerlo con conciencia y claridad. Basta con desempeñar bien tu papel en el matrimonio, hacer lo que le corresponde a un hombre o una mujer, cumplir con las obligaciones de cada uno, así como con las responsabilidades propias y con las mutuas, apoyarse y ayudarse el uno al otro y estar juntos para toda la vida. Eso es un matrimonio perfecto y adecuado, y todo lo demás, ese supuesto amor, esas pretendidas promesas solemnes y ese amor que dura esta vida y la siguiente, no son más que cosas inútiles, no tienen nada que ver con el matrimonio que Dios ha ordenado ni con las instrucciones y exhortaciones de Dios a los hombres y las mujeres. Esto se debe a que no importa cuál sea la premisa de un matrimonio o cuáles sean las condiciones individuales del marido o la mujer, como tampoco que sean pobres o ricos, o qué talentos, estatus y antecedentes sociales puedan tener, o si son una pareja perfecta o ideal. No importa si la unión fue producto de un flechazo o un arreglo de los padres, si sucedió por casualidad o se formó tras una larga relación. No importa qué tipo de matrimonio sea, siempre y cuando ambos se casen y contraigan matrimonio. Entonces, ese matrimonio ha de volver a bajar inevitablemente a la tierra, a la vida real de las necesidades cotidianas. Nadie puede escapar de la vida real, y cada matrimonio, con o sin amor, debe acabar volviendo al día a día. Por ejemplo, hay que pagar las facturas y la esposa se queja: “Oh, las facturas han vuelto a subir. Está subiendo todo menos los salarios. ¿Cómo puede vivir la gente si las cosas no paran de encarecerse?”. Pero a pesar de sus quejas, tiene que seguir usando el agua y la electricidad, no le queda otra opción. Así que paga las facturas, y para ello tiene que recortar en comida y gastos, a fin de compensar lo que ha tenido que pagar de más por la subida. Al ver que hay verduras con descuento en el mercado, el esposo dice: “Hoy hay una oferta de frijoles. Compra más, lo suficiente para dos semanas”. La esposa pregunta: “¿Cuánto deberíamos llevarnos? Si compramos demasiado y no nos lo comemos, se echará a perder. ¡Y ni siquiera nos cabrá todo eso en el congelador!”. El esposo responde: “Si no cabe todo, ¿no podríamos simplemente comer más? Podemos tomar frijoles dos veces al día. ¡No te preocupes siempre tanto por comprar cosas caras para comer!”. El esposo recibe su salario y dice: “Este mes me han vuelto a dar una bonificación. Si recibo una grande a finales de año, podemos irnos de vacaciones. Todo el mundo está yendo a las Maldivas o a Bali. Te voy a llevar allí también de vacaciones, para que puedas pasarlo bien”. Los árboles alrededor de su casa dan mucha fruta, y la pareja conversa: “El año pasado no obtuvimos una buena cosecha. Las piezas de este año son enormes, así que podemos vender algunas y ganar algo de dinero. Y si sale bien, podríamos renovar nuestra casa, ¿no? Podríamos instalar ventanas más grandes de aleación de aluminio y poner una puerta de hierro nueva y grande”. Cuando en invierno llega el frío, la esposa dice: “Llevo siete u ocho años con esta chaqueta de algodón y cada vez está más fina. Cuando cobres, podrías gastar un poco menos y apartar dinero para comprarme una chaqueta de invierno. Una de plumas cuesta al menos trescientos o cuatrocientos yuanes, o quizás quinientos o seiscientos”. “Está bien”, dice el esposo. “Apartaré algo de dinero y te compraré una chaqueta de plumas de pato buena y abrigada”. La esposa dice: “Quieres comprarme una, pero tú tampoco tienes. Cómprate tú otra”. El esposo responde: “Si tengo suficiente dinero, me la compraré. Si no, me puedo conformar con mi chaqueta otro año más”. Otro marido le dice a su mujer: “He oído que han abierto cerca un gran restaurante donde sirven todo tipo de mariscos. ¿Vamos?”. La esposa dice, “Vale. Tenemos suficiente dinero, podemos permitírnoslo”. Van a comer marisco y vuelven a casa encantados y muy felices. La esposa piensa: “Mira lo acomodada que es ahora mi vida. Me casé con el hombre adecuado. Puedo comer marisco fresco. Nuestros vecinos no pueden permitírselo. ¡Me encanta mi vida!”. ¿Acaso no es esto la vida conyugal? (Sí). Se pasan los días calculando y discutiendo. Trabajan de la mañana a la noche, la jornada empieza a las ocho, así que tienen que levantarse a las cinco de la mañana. Cuando suena el despertador, piensan: “Oh, en realidad no quiero levantarme, pero no tengo más remedio. He de hacerlo para poder poner comida sobre la mesa y vivir”, así que hacen el esfuerzo de levantarse de la cama. “Por suerte hoy no llegué tarde, por lo que no me reducirán la bonificación”. Terminan la jornada y regresan a casa, y dicen: “Qué día tan complicado, ¡qué difícil! ¿Cuándo dejaré de trabajar?”. Tienen que seguir trabajando mucho para ganarse un salario y poner comida sobre la mesa. Han de continuar así para poder vivir bien, para mantener a dos personas en el contexto del matrimonio o para llevar una vida estable. Viven así hasta envejecer y alcanzar una edad avanzada, y la anciana esposa dice: “Ay, mira, esposo, ¡se me ha puesto el cabello gris! Tengo patas de gallo alrededor de los ojos y arrugas en la papada. ¿Estoy vieja? ¿Te desagradará mi aspecto de anciana y te buscarás a otra mujer?”. Su esposo responde: “De ninguna manera, querida vieja tonta. Me he pasado toda la vida contigo y aún no me conoces. ¿De verdad crees que soy ese tipo de hombre?”. A su esposa le preocupa constantemente que a él no le guste que ella envejezca y teme que la deje de querer. Sus quejas aumentan, su esposo habla cada vez menos, casi no se dirigen la palabra y cada uno ve sus propios programas en la televisión, sin prestarse atención entre sí. Un día, la mujer dice: “Esposo, hemos discutido mucho en nuestras vidas. Ha sido muy difícil vivir contigo todos estos años. No pasaré mi próxima vida con un hombre como tú. Nunca te ofreces a ayudarme a recoger la mesa después de comer, solo te sientas y no haces nada. Nunca has corregido ese defecto en toda tu vida. Cuando te cambias de ropa, nunca la lavas tú mismo, siempre tengo yo que hacer la colada y guardártela. Si me muriera, ¿quién te ayudaría entonces?”. Su marido dice: “Bueno, ¿acaso no podría vivir sin ti? Hay tantas mujeres jóvenes detrás de mí que no puedo quitármelas de encima”. Su esposa responde: “¡Qué fanfarrón! Mira lo desaliñado que se te ve. No podrías estar con nadie más que conmigo”. Su esposo contesta: “Enfádate si quieres, pero le gusto a muchas. Eres la única que me menosprecia y no me toma en serio”. ¿Qué tipo de matrimonio es ese? La esposa afirma: “Oh, aunque no tengo nada de lo que alegrarme ni guardo recuerdos agradables después de toda una vida contigo, ahora que soy vieja, he estado pensando que cuando no te tenga sentiré que me falta algo. Si te vas antes que yo, estaré triste y ya no tendré siquiera a quién regañar. No quiero estar sola. Tengo que irme antes que tú para que tengas que vivir solo y sin nadie que te lave la ropa o te haga la comida, nadie que te cuide a diario, y entonces será cuando recordarás mi bondad. ¿No decías que tenías muchas mujeres jóvenes detrás de ti? En cuanto me muera, puedes ir a buscarte una”. Su esposo replica: “Tranquila, me aseguraré de que te vayas antes que yo. Cuando suceda, no cabe duda de que encontraré a alguien mejor que tú para que sea mi pareja”. Pero ¿qué piensa de verdad el marido en su corazón? “Vete tú primero, y cuando eso suceda, sufriré yo la soledad. Prefiero pasar por esa dificultad y sufrir yo a que sufras tú”. Sin embargo, la anciana esposa siempre se está quejando de él, de que haga mal esto o aquello, de que tenga este o ese defecto, y aunque su esposo no corrige sus carencias, siguen viviendo igual y con el tiempo ella se acostumbra. Al final, la mujer se resigna, el hombre lo sobrelleva y así viven juntos toda la vida. En eso consiste la vida conyugal.

Existen multitud de cosas que no son del agrado de uno en el matrimonio, se producen muchas discusiones y la pareja experimenta a lo largo de la vida enfermedades, pobreza y dificultades financieras, así como acontecimientos extremadamente alegres y tristes, de todo tipo; no obstante, juntos superan toda clase de obstáculos, y su pareja es alguien a quien nunca podrían dejar, de quien jamás se desprenderían antes de cerrar los ojos por última vez. ¿Qué es una pareja? Es un cónyuge. El hombre cumple una vida de responsabilidades hacia la mujer, y la mujer hace lo propio hacia el marido. La mujer acompaña al hombre a lo largo de la vida, y el hombre corresponde con lo mismo a la mujer. Ninguno de ellos puede señalar con claridad quién acompaña más al otro, quién ha hecho más contribuciones, quién ha cometido más errores o quién tiene más defectos. Ninguno puede decir a las claras quién es el sostén primordial o el principal proveedor de su vida juntos. Ninguno puede afirmar quién es el cabeza de familia y quién el ayudante. Ninguno tiene claro cuál de los dos es incapaz de dejar al otro, si es el hombre quien no puede dejar a la mujer o la mujer quien no puede dejar al hombre. Tampoco saben quién tiene razón y quién está equivocado cuando discuten. Eso es la vida, en eso consiste la vida normal de un hombre y una mujer en el contexto del matrimonio, y es la situación vital más normal y común para los seres humanos. Así es la vida, imposible de separar de todo tipo de defectos y prejuicios de la humanidad, y más si cabe, de todas las necesidades de esta, así como, por supuesto, de todas las decisiones correctas o incorrectas, racionales o irracionales adoptadas bajo el dominio de la conciencia y la razón de uno. La vida es así, de lo más normal. No interviene lo correcto o lo incorrecto; solo es una situación vital relativamente adecuada y convencional y la realidad de la vida. Ahora bien, ¿qué les dice a las personas esa realidad de la vida y situación vital dentro del contexto del matrimonio? Que deberían desprenderse de todas sus diversas fantasías poco realistas sobre el matrimonio, de todas las ideas que no tienen nada que ver con la definición correcta de este ni con la ordenación y los arreglos de Dios. Todas esas son cosas de las que las personas deberían desprenderse, ya que no tienen nada que ver con la vida de la humanidad normal ni con las obligaciones y responsabilidades que alguien normal cumple en la vida. Por lo tanto, deberían desprenderse de esas diversas definiciones y dichos sobre el matrimonio que provienen de la sociedad y de la humanidad perversa, en especial de ese supuesto amor que no tiene absolutamente nada que ver con la auténtica vida conyugal. El matrimonio no es un compromiso de por vida ni una promesa solemne de amor para siempre, y mucho menos es el cumplimiento de unos votos eternos. Más bien, se trata de la vida real de un hombre y una mujer en esa unión, es lo que necesitan y su expresión en la vida real. Hay quien dice: “Si estás hablando sobre el tema del matrimonio y no mencionas el amor, los compromisos solemnes, ese amor que dura hasta que los mares se sequen y las rocas se conviertan en polvo, o los votos que intercambian las parejas, entonces ¿de qué estás hablando?”. Hablo de humanidad, de responsabilidad, de hacer lo que un hombre y una mujer deben hacer de acuerdo con las exhortaciones e instrucciones de Dios, de cumplir con las obligaciones y responsabilidades que les corresponden a un hombre y una mujer, y de asumirlas. De esa manera cumplirás tus obligaciones, tus responsabilidades o tu misión. En cualquier caso, ¿cuál es la forma correcta de practicar para desprenderse de las diversas fantasías sobre el matrimonio sobre la que debemos compartir? No debes basar tus pensamientos o acciones en las diversas ideas que provienen de la humanidad y las tendencias perversas, sino en las palabras de Dios. Sea cual sea el modo en el que Dios hable sobre el tema del matrimonio, has de basar tus pensamientos y acciones en Sus palabras. Este principio es correcto, ¿verdad? (Sí). ¿Hemos terminado ya de compartir sobre el tema de desprenderse de las diversas fantasías sobre el matrimonio? ¿Os queda ahora más o menos claro? (Sí, ahora sí).

Acabamos de hablar sobre cómo desprenderse de las diversas fantasías sobre el matrimonio, y algunos han dicho: “Si no quiero estar soltero y entra en mis planes tener citas y encontrar a alguien con quien casarme, ¿cómo debo practicar las palabras de Dios para poder desprenderme de mis diversas fantasías sobre el matrimonio? ¿Cómo he de practicar ese principio?”. ¿Acaso eso no está relacionado con los principios para elegir a un cónyuge, para escoger a una pareja con la que casarse? ¿Cuáles son los principios para la elección de una pareja que el mundo te ha inculcado? Un príncipe azul, una belleza de piel clara, un hombre guapo y rico, una mujer bella y rica, mejor aún si pertenece a la segunda generación de una familia adinerada. Si te casas con alguien así, te ahorrarás veinte años de dificultades en tu vida. El hombre debe poder permitirse regalarte un anillo de diamantes, un vestido de novia y una boda espectacular. Debe ser alguien con ambición profesional, que pueda ganar una fortuna o que ya tenga cierto nivel de riqueza. ¿No son esos los pensamientos y puntos de vista que el mundo te ha inculcado? (Sí). Luego están los que dicen: “Mi pareja tiene que ser alguien a quien yo ame”. Otros opinan: “Eso no es correcto. La persona a la que amas no necesariamente te ama a ti. El amor debe ser mutuo; aquel al que amas también debe amarte a ti. Si te ama, nunca elegirá abandonarte ni renunciar a ti. Si la persona a la que amas no te corresponde, algún día te abandonará sin más”. ¿Son correctos estos puntos de vista? (No). Entonces decidme, ¿qué principio deberíais seguir al elegir una pareja que esté basado en las palabras de Dios y tenga la verdad por criterio? Hablad de este tema a partir de los pensamientos y puntos de vista correctos con los que ahora contáis. (Si quisiera encontrar una pareja, esta al menos debería ser alguien que creyera en Dios, que pudiera perseguir la verdad, que tuviera las mismas aspiraciones en la vida que yo y que siguiera mi misma senda). Alguien que compartiera las mismas aspiraciones y siguiera la misma senda que tú, y que creyera en Dios. Mencionas algunos criterios específicos para la elección de una pareja. ¿Quién más quiere hablar? (También hemos de comprobar si son personas con humanidad, y si pueden cumplir con sus responsabilidades y obligaciones en una familia conyugal. Hay algo más: naturalmente, para encontrar una pareja con la que casarse no basta con quererlo. Depende del arreglo de Dios, y uno ha de someterse y esperar). Existen tanto una práctica concreta como una base específica de pensamiento y teoría. Debes someterte y esperar, confiarle ese asunto a Dios y dejar que Él lo disponga para ti, y simultáneamente aplicar principios al respecto. ¿Quién más quiere hablar? (Dios, mi punto de vista es el mismo que el de ellos, es decir, hay que encontrar a alguien que comparta las mismas aspiraciones y siga la misma senda, alguien con humanidad y que pueda asumir la responsabilidad. Las personas deben desprenderse de los puntos de vista erróneos sobre el matrimonio que Satanás les inculca, volcarse en el cumplimiento de su deber, someterse a la soberanía de Dios y esperar Sus arreglos). Si no se pudiera permitir comprarte un anillo de diamantes, ¿te casarías igualmente con él? (Si fuera un hombre con humanidad, lo aceptaría aunque no pudiera permitirse regalarme un anillo de diamantes). Digamos que tiene algo de dinero y podría permitirse comprar un anillo de diamantes de un quilate, pero en su lugar te regala un anillo de 0,3 quilates, ¿estarías dispuesta a casarte con él pese a ello? (No le exigiría tal cosa). Está bien que no se lo exijas. Al haberse ahorrado ese dinero, podrás gastarlo más adelante, y eso es tener visión a largo plazo. Antes incluso de encontrar una pareja, ya cuentas con la mentalidad de vivir bien, ¡eso es bastante realista! ¿Quién más? (Dios, creo que primero debo desprenderme de esos criterios mundanos para elegir una pareja. Es decir, no debo estar siempre fantaseando con encontrar un príncipe azul, un hombre guapo y rico, o alguien romántico. Una vez que me haya desprendido de tales cosas, debo abordar el matrimonio con la perspectiva correcta y luego someterme y esperar el momento de Dios. Aunque aparezca una persona así, debe tratarse de alguien que comparta las mismas aspiraciones y siga la misma senda que yo. No debo basarme en mis puntos de vista mundanos para exigir que el hombre sea considerado conmigo. Lo más importante es que él pueda perseguir la verdad y ser considerado con la voluntad de Dios). Si persigue la verdad, es considerado con la voluntad de Dios, sale a cumplir con su deber, de modo que nunca está en casa y has de soportar sola la carga de la vida familiar, y cuando la bombona de gas se agota tienes que subirla tú misma por las escaleras, ¿qué harás? (La subiré yo misma y ya está). Y si no puedes con ella, puedes contratar a alguien para que te ayude. (O podría pedírselo a un hermano o una hermana). Sí, todas esas son maneras con las que resolver la situación. Entonces, ¿te enfadarías si él se ausentara durante un año o dos, o tres o cinco? “¿No es eso lo mismo que vivir como una viuda? ¿Para qué me casé con él? ¿Acaso no estoy igual que antes de la boda, cuando simplemente vivía sola? Tengo que encargarme de todo por mi cuenta. ¡Qué desafortunado fue casarme con él!”. ¿No pensarías eso? (No, no debería pensar así, porque él estaría cumpliendo con su deber y trabajando por una causa justa. No tendría que enfadarme por eso). Son pensamientos excelentes, pero ¿serías capaz de superar todo eso en la vida real? Si ese hombre que encontraras fuera excepcionalmente recto, generalmente reservado en palabras y actitud, nada romántico, nunca te comprara ropa decente ni flores y sobre todo jamás te dijera “te amo” ni nada parecido, de modo que en tu corazón no tuvieras ni idea de si te ama o no, pero en cambio se tratara de un hombre realmente bueno, muy considerado contigo y que te cuidara en la vida, que simplemente no dijera tales cosas ni hiciera nada romántico, y ni siquiera intentara engatusarte o calmarte cuando estuvieras de mal humor, ¿acaso no albergarías algo de resentimiento hacia él en tu corazón? (Probablemente hubiera sentido resentimiento cuando no creía en Dios ni entendía la verdad, pero después de escuchar la enseñanza de Dios, sé que no me importaría que no me dijera tales cosas y que tuviera o no esos detalles románticos. Esos son los puntos de vista de las personas mundanas, no los que deben perseguir aquellas con humanidad normal. Debería desprenderme de esas cosas y entonces ya no me quejaría). No deberías quejarte, ¿verdad? (Cierto). En este momento no te hallas en esa situación, y no sabes lo que sentirías en esa circunstancia, o cómo reaccionarían y cambiarían tus estados de ánimo. Sin embargo, en teoría, dado que creéis en Dios, ahora mismo todos sabéis que no deberíais hacerle tales demandas irracionales a vuestra pareja, así como tampoco quejaros de esta cuando ocurran cosas que no se ajustan a vuestros deseos. Ahora tenéis esas ideas, pero ¿podéis hacerlas realidad? ¿Son fáciles de materializar? (Debemos rebelarnos contra nuestras preferencias y nuestros puntos de vista mundanos; entonces debería ser relativamente fácil desprendernos de esas cosas). Te diré cómo manejar este asunto. Tanto los hombres como las mujeres se enfrentarán a esos problemas, albergarán esos pensamientos y estados de ánimo en su vida conyugal y tendrán todas esas necesidades. Sin embargo, la cuestión más fundamental que debes entender es que, si la pareja que elegiste es el deseo de tu corazón —dejando a un lado el hecho de que Dios la dispusiera—, fuiste tú quien la eligió y estás satisfecho con todo lo que respecta a ella, y en particular, comparte las mismas aspiraciones y sigue la misma senda que tú, puede cumplir con su deber en la casa de Dios y todo lo que hace es justo, debes adoptar un enfoque racional y permitirle que haga eso, que ignore tus sentimientos e incluso tu existencia. En teoría, eso es algo que deberías lograr. Además, si surge tal necesidad o estado de ánimo en ti, inducido por una situación especial o un acontecimiento concreto, debes acudir ante Dios para orar. ¿Podrás desprenderte por completo de esas cosas después de orar? De ninguna manera. Al fin y al cabo, las personas viven dentro de los límites de su humanidad normal, poseen una mente, y a raíz de esta surgirá en ellas todo tipo de estados de ánimo. No vamos a discutir ahora si estos son correctos o incorrectos. De momento, el problema más práctico es que te resulta difícil dejar atrás esos estados de ánimo. Aun cuando te desprendas de ellos una vez, pueden aparecer de nuevo en algún tipo de situación objetiva. Entonces, ¿qué debes hacer? No hace falta que les prestes atención, porque en teoría, y desde un punto de vista formal y racional, ya has renunciado a esa búsqueda o necesidad. Lo que sucede es que, a causa de su humanidad, las personas de diferentes edades tendrán esas necesidades y experimentarán tales estados de ánimo en diferentes grados y en mayor o menor medida. Tienes claras esas situaciones reales y has orado a Dios, por esta vez dejas atrás ese estado de ánimo, o tal vez no sea tan grave y no te lo tomes demasiado en serio. Sin embargo, volverás sin duda a experimentarlo la próxima vez. Entonces, ¿cuál es tu práctica específica? Consiste en no prestarle atención ni tomártelo en serio, y en decir: “Uy, ese aspecto de mi carácter todavía no ha cambiado”. No se trata de ningún tipo de carácter; es solo un estado de ánimo temporal que no tiene nada que ver con tus actitudes. Tampoco es necesario que hagas una montaña de un grano de arena, y digas: “Oh, ¿por qué sigo siendo así? ¿Acaso no persigo la verdad? ¿Cómo es que me comporto de esta manera? ¡Es terrible!”. No hay que exagerar. Se trata solo de la expresión de un estado de ánimo que pertenece a las diversas emociones de tu humanidad normal. No le prestes atención. Es una actitud relacionada con la gestión de los estados de ánimo. Además, siempre y cuando no afecte al orden y la regularidad de tu vida normal, de la espiritual o del desempeño de tu deber, no pasa nada. Por ejemplo, como tu marido (o tu mujer) está ocupado cumpliendo con su deber, hace mucho tiempo que no os veis y no tenéis tiempo de hablar. Un día, de repente ves a una hermana charlando con su esposo, y en tu corazón surge un estado de ánimo, y piensas: “Mira, ella puede cumplir con su deber junto a su marido. Están felices y alegres. ¿Por qué el mío es tan insensible? ¿Por qué no me pregunta cómo he estado últimamente y si me va bien? ¿Por qué no se preocupa por mí? ¿Por qué no me valora ni me ama?”. Experimentas ese tipo de estado de ánimo, y después de un rato piensas: “Oh, no es bueno estar de mal humor”. Sabes que no está bien sentirse así, pero de todos modos te enfadas un poco, discutes contigo misma y dices: “No me preocuparé por él, solo esperaré a que tome la iniciativa de prestarme atención. Si no lo hace, entonces me enfadaré con él. Llevamos casados todos estos años, no nos hemos visto en todo este tiempo y sigue sin decir que me echa de menos. ¿Me echa de menos o no? Él no se preocupa por mí, así que yo tampoco me preocuparé por él”. Discutes contigo misma y vives con ese estado de ánimo. En un instante, te sobreviene un ataque de ira y de malhumor. Mientras puedas dormir y comer con normalidad, leer las palabras de Dios, asistir a reuniones, cumplir con tu deber como siempre y llevarte bien con los hermanos y hermanas, no tienes que preocuparte por tales estados de ánimo, y puedes pensar lo que quieras en tu interior. Sea lo que sea lo que pienses, siempre y cuando tu sentido de la razón sea normal y cumplas con tu deber correctamente, estará bien. No hace falta que te fuerces a reprimirlo, ni que te obligues a orar a Dios y le pidas que te discipline o te reprenda, ni que te sientas como eres una pecadora. No hay necesidad de hacer una montaña de un grano de arena, ya que ese estado de ánimo desaparecerá pronto. Si realmente echas tanto de menos a tu marido, puedes llamarle y preguntarle cómo está, los dos podéis sinceraros y hablar, ¿no se disiparán entonces esos estados de ánimo y malentendidos temporales? De hecho, no necesitas que él haga nada. A veces te sobrevendrá un sentimiento pasajero y querrás oír su voz, o puede que te sientas sola en un momento dado, disgustada durante un periodo breve o infeliz, y entonces le llames y le oigas hablar. De esa manera compruebas que él está bien, que te quiere mucho, igual que siempre, y que te tiene en sus pensamientos. Simplemente está ocupado trabajando, o es que los hombres pueden ser un poco descuidados con los detalles más sutiles y ha estado enfrascado en su deber y no le parece que haya pasado tanto tiempo, por eso no se ha puesto en contacto contigo. ¿Acaso no es bueno que esté ocupado y cumpliendo con su deber con normalidad? ¿No es justo lo que querías? Si cometiera actos malvados, causara trastornos y perturbaciones y lo echaran, ¿acaso no te preocuparías por él? Ahora la situación con él se ha normalizado, y todo ha vuelto a ser como antes, ¿no te tranquiliza eso? ¿Qué más quieres? ¿No es así como tiene que ser? (Sí). Llamar para intercambiaros unas cuantas palabras alivia la soledad en vuestro corazón y los sentimientos de añoranza, como dicen los incrédulos, ¿y acaso no se resuelve así ese problema? ¿Existe alguna dificultad? Llamar a tu esposo y mostrar interés el uno por el otro; decidme, ¿condena Dios tal cosa? (No). Vosotros sois marido y mujer según la ley, y llamaros, hablar y confesaros vuestra mutua añoranza es totalmente apropiado, es un sentimiento humano normal, y es algo que debéis hacer dentro de los límites de la humanidad. Además, está incluido en la ordenación del matrimonio por parte de Dios para la humanidad: acompañarse, consolarse y apoyarse mutuamente. Si él no cumple con esas responsabilidades, ¿no puedes tú simplemente ayudarle a hacerlo? Es un asunto muy simple y sencillo de gestionar. ¿Acaso no se resuelve el problema practicando de esta manera? ¿Es necesario que surjan todo tipo de estados de ánimo en tu corazón? No, no hace falta. Poner esto en práctica resulta sencillo.

Volvamos a la pregunta que planteé hace un momento: “¿Cómo deben las personas desprenderse de sus diversas fantasías sobre el matrimonio?”. Todos habéis expresado algunas ideas en respuesta a esta cuestión. Si desean desprenderse de sus diversas fantasías sobre el matrimonio, primero deben tener fe y someterse a los arreglos y la ordenación de Dios. No debéis tener fantasías subjetivas o irreales sobre el matrimonio, sobre quién es vuestra pareja o qué tipo de persona es; debéis tener una actitud de sumisión a Dios, someteros a Sus arreglos y ordenación, y confiar en que Él disponga a la persona más adecuada para ti. ¿No es necesario tener una actitud sumisa? (Sí). En segundo lugar, debes desprenderte de esos criterios para la elección de pareja que te han inculcado las tendencias perversas de la sociedad y, a continuación, establecer los correctos. Estos deben ser, como mínimo y desde una perspectiva general: que tu pareja crea en Dios igual que tú y que comparta tu misma senda. Además, debe ser capaz de cumplir con las responsabilidades de un hombre o una mujer en el matrimonio, las responsabilidades de una pareja. ¿Cómo se juzga este aspecto? Se debe observar la calidad de su humanidad, si tiene sentido de la responsabilidad y conciencia. ¿Y cómo se juzga si alguien tiene conciencia y humanidad? Si no te relacionas con esa persona, no tienes forma de saber cómo es su humanidad, y aunque te relaciones con ella, si es durante poco tiempo, es posible que aún no puedas descubrir cómo es dicha humanidad. Entonces, ¿cómo se juzga si alguien tiene humanidad? Has de fijarte en si asume la responsabilidad con respecto a su deber, la comisión de Dios y la obra de la casa de Dios, y en si puede salvaguardar los intereses de la casa de Dios y es fiel a su deber; esa es la mejor manera de juzgar la calidad de la humanidad de alguien. Supongamos que el carácter de esa persona es muy recto y, en lo que respecta a la obra que la casa de Dios le delega, es extremadamente dedicada, responsable, seria, formal, muy meticulosa, nada descuidada y nunca negligente, y persigue la verdad y escucha con atención y esmero todo lo que dice Dios. Una vez que le queda claro y lo entiende, lo pone en práctica de inmediato; aunque puede que su calibre no sea alto, al menos no es superficial respecto a su deber y la obra de la iglesia, y puede asumir con seriedad su responsabilidad. Si es concienzuda y responsable con su deber, sin duda compartirá incondicionalmente su vida contigo y asumirá su responsabilidad hacia ti hasta el final; la personalidad de una persona semejante es capaz de resistir a las pruebas. Incluso si enfermas, envejeces, te afeas o tienes defectos y carencias, esa persona siempre te tratará correctamente y te tolerará, y siempre hará todo lo posible por cuidarte a ti y a tu familia y por protegerte y brindarte una vida estable, de modo que puedas vivir con tranquilidad. Esa es la mayor felicidad para un hombre o una mujer en la vida de casados. No tiene por qué poder ofrecerte una vida rica, lujosa o romántica, ni tampoco nada necesariamente distinto en lo afectivo o en otros aspectos, pero al menos te aportará tranquilidad y sentirás que, con ella, tu vida está resuelta, y no existirá peligro ni sensación de inseguridad. Cuando la mires, podrás ver cómo será su vida dentro de 20 o 30 años e incluso en la vejez. Ese tipo de persona debería ser tu criterio para la elección de una pareja. Por supuesto, ese criterio es un poco elevado y no es fácil encontrar alguien así entre la humanidad moderna, ¿verdad? Para juzgar cómo es la personalidad de alguien y si podrá cumplir con sus responsabilidades en el matrimonio, por un lado, debes fijarte en su actitud con respecto a su deber. Por otro lado, debes observar si tiene un corazón temeroso de Dios. Si lo tiene, al menos no hará nada inhumano o que resulte inmoral o antiético, y por lo tanto sin duda te tratará bien. Si no tiene un corazón temeroso de Dios y es descarado, obstinado o su humanidad es despiadada, falsa y arrogante; si no tiene a Dios en su corazón y se considera superior a los demás; si gestiona el trabajo, los deberes e incluso la comisión de Dios y cualquier asunto importante de la casa de Dios de manera imprudente y según su propia voluntad, actúa caprichosamente, sin ser nunca cauteloso ni buscar los principios, y en especial cuando se encarga de gestionar ofrendas, las toma y malversa imprudentemente, sin miedo a nada, no cabe duda de que no es el tipo de persona que debes buscar. Sin un corazón temeroso de Dios, es capaz de cualquier cosa. Puede que ahora mismo un hombre semejante te esté halagando y prometiéndote amor eterno, pero cuando llegue el día en que no esté contento, cuando no puedas satisfacer sus necesidades y ya no seas su amada, dirá que no te ama y que ya no tiene sentimientos por ti, y simplemente te dejará cuando quiera. Aunque aún no estéis divorciados, buscará a otra persona; todo eso es posible. Puede abandonarte en cualquier momento y lugar, y es capaz de cualquier cosa. Esos hombres son muy peligrosos y no son merecedores de que les confíes toda tu vida. Si eliges a un hombre así como tu amante, tu amado o tu pareja, te verás en problemas. Incluso si es alto, rico, guapo, increíblemente talentoso, te cuida bien y es considerado contigo, y superficialmente hablando, cumple con los requisitos ya sea como novio o esposo, pero no tiene un corazón temeroso de Dios, esa persona no puede ser la pareja que elijas. Si te enamoras de él, empezáis a salir y luego os casáis, será una pesadilla y un desastre para ti durante toda tu vida. Dices: “No tengo miedo, yo persigo la verdad”. Has caído en manos de un diablo que odia a Dios, lo desafía y se sirve de todo tipo de artimañas para perturbar tu creencia en Él. ¿Eres capaz de superar eso? Con tu poca estatura y escasa fe no puedes soportar su tormento, y después de unos días estás tan afligida que pides misericordia y eres incapaz de continuar creyendo en Dios. Pierdes la fe y tu mente se sume en esa pelea constante. Es como si te arrojaran a una trituradora de carne y te desgarraran hasta hacerte pedazos y perder toda apariencia humana, completamente atrapada, hasta que terminas condenada al mismo destino que ese diablo con el que te has casado, y tu vida habrá concluido.

Acabamos de compartir acerca de dos criterios sobre cómo juzgar si alguien es capaz de cumplir con sus responsabilidades en el matrimonio. ¿Recordáis cuáles son? (Sí). Esos dos criterios se relacionan con la calidad de la humanidad de las personas. Uno consiste en fijarse en si cumplen su deber de manera concienzuda y responsable, y si pueden salvaguardar la obra de la iglesia y los intereses de la casa de Dios. Es posible que no puedas juzgar fácilmente a algunas personas solo con mirarlas. Puede que sean capaces de cumplir con su deber y salvaguardar la obra de la iglesia para obtener estatus o una vez que lo hayan alcanzado, pero cómo serán cuando ya no lo tengan es algo que aún no has podido ver con claridad. En ese momento no tendrás manera de emitir un juicio preciso sobre ellas. Sin embargo, cuando las veas armando un escándalo, maldiciendo a Dios y blasfemando contra Él tras perder su estatus, diciendo que Dios no es justo, será cuando alcanzarás un discernimiento sobre ellas, y pensarás: “Este tipo no tiene un corazón temeroso de Dios en absoluto. Por suerte ha mostrado su verdadero rostro a tiempo. Si no lo hubiera hecho, lo habría elegido como mi pareja conyugal”. Como ves, el otro criterio para la elección de pareja —es decir, si tiene un corazón temeroso de Dios— también es clave. Si juzgas y mides a las personas según este criterio, te ahorrarás una pesadilla de matrimonio. ¿Son importantes estos dos criterios para la elección de pareja? (Sí). ¿Los entiendes? (Sí). Mira, algunas mujeres están muy enamoradas del dinero. Cuando comienzan a salir con un hombre, se muestran muy amables y sensatas, y él piensa: “¡Esta mujer es adorable! Es como un pajarito, acurrucada conmigo todo el día y pegada a mí como un imán. Es exactamente el tipo de mujer que un hombre sueña y desea. Un hombre necesita a una mujer así, alguien que hable con dulzura, que dependa de su hombre y que de verdad lo haga sentir necesario. Con una mujer así apegada a mí y a mi lado, la vida será muy feliz”. Entonces se casan, pero luego él observa que, aunque ella cree en Dios, no se esfuerza en perseguir la verdad. Siempre que él le pide que cumpla con su deber, ella asegura que no tiene tiempo, busca siempre excusas y dice que está cansada, y no está dispuesta a sufrir en absoluto. En casa no cocina ni limpia, sino que se pasa el día viendo la televisión. Cuando ve que alguien se ha comprado un bolso de diseño o que otra familia vive en una mansión lujosa y ha adquirido un coche caro, comenta lo capaz que debe ser el hombre de esa familia. Suele gastar en exceso, y cada vez que va a tiendas de oro, joyas o artículos de lujo, siempre quiere gastar dinero y comprar cosas bonitas. Tú no lo entiendes y piensas: “Solía ser tan adorable, ¿cómo puede haberse convertido en este tipo de mujer?”. ¿Ves? Ha cambiado, ¿verdad? Cuando salíais juntos, era capaz de cumplir con su deber y sufrir un poco, pero era todo superficial. Ahora que estáis casados, ya no es así. Percibe que no puedes satisfacer sus demandas materiales y comienza a culparte. Pregunta: “¿Por qué no ganas dinero? ¿De qué sirve creer en Dios y cumplir con tu deber? ¿Pone eso comida sobre la mesa? ¿Te haces rico con eso?”. Incluso dice cosas propias de un incrédulo. ¿De veras cree en Dios esta mujer? (No). Nunca quiere desempeñar su deber, no le importa la fe en Dios, perseguir la verdad ni alcanzar la salvación, hasta que finalmente dice cosas extremadamente rebeldes y no tiene en absoluto un corazón temeroso de Dios. Entonces, ¿en qué piensa todo el tiempo? (En comida, ropa y diversión). Solo piensa en dinero y placeres físicos, eso es todo. Es una amante mundana del dinero. Si te casas con ella y pone trabas a tu fe en Dios, al tiempo que te anima a renunciar a tu deber y a buscar cosas mundanas, ¿qué harás? Aún quieres perseguir la verdad y alcanzar la salvación, pero no lo lograrás si la sigues a ella. Si no la sigues, discutirá contigo y se divorciará de ti. Y después del divorcio, vivirás solo y sin pareja, ¿podrás superarlo? Si nunca hubieras tenido pareja, no pasaría nada, pero ahora llevas muchos años con ella y te has acostumbrado a vivir acompañado. De repente te ves divorciado y sin pareja, ¿lo podrás superar? No es fácil hacerlo, ¿verdad? No importa si se trata de tus necesidades vitales, emocionales o de tu mundo espiritual interior, no puedes superarlo. Ha cambiado el modo en el que solías vivir, ahora es distinto al de antes, y el modelo, el ritmo y la forma de vida que tenías se han precipitado por completo al caos. ¿Qué tipo de matrimonio tuviste? ¿Qué te ha acarreado? ¿Felicidad o desastre? (Desastre). Te llevó al desastre. Por lo tanto, si no sabes juzgar a las personas y las mides sin basarte en los principios correctos y en las palabras de Dios, debes hacer todo lo posible para no involucrarte en relaciones esporádicas ni plantearte ideas o planes para tener citas, casarte o contraer matrimonio. El motivo es porque, hoy en día, la tentación de las tendencias perversas de este mundo es demasiado grande para las personas, y cada una afronta muchas y muy variadas tentaciones en la vida; nadie es capaz de superarlas, y aunque persigas la verdad, las seguirás encontrando difíciles de vencer. Si persigues la verdad y logras entenderla y obtenerla, podrás superarlas. Sin embargo, antes de que hayas entendido y obtenido la verdad, la tentación siempre te llamará y será un peligro para ti. Además, os encontraréis con un problema fundamental, y es que no sabéis juzgar ni ver claramente la esencia de las personas; ese es el problema más grave. ¿Qué es lo único que sabéis juzgar? Los hombres solo saben juzgar si la mujer es guapa, si ha ido a la universidad, si su familia es rica, si sabe vestir bien, si es capaz de ser romántica y si puede ser cariñosa. Entrando en detalle, los hombres pueden llegar a saber si la mujer será una buena esposa y madre, si podrá educar bien a sus hijos en el futuro y si será capaz de encargarse de la casa. Como mucho, esas son las cosas que los hombres saben juzgar. ¿Y las mujeres sobre los hombres? Se les da bien juzgar si el hombre sabe ser romántico y es capaz de serlo, si podrá llenar las arcas de la familia, si está destinado a ser rico o pobre, y si cuenta con medios para manejarse bien en el mundo. A un nivel superior, las mujeres pueden juzgar si el hombre es capaz de sufrir, si puede gestionar bien a la familia, si ella podrá comer y vestir bien si se junta con él, cuál es el trasfondo familiar de este, si su familia es acomodada, si tienen una casa, un coche y un negocio, si poseen empresas o son agricultores o trabajadores, cuáles son las circunstancias económicas actuales de su familia y si sus padres han reservado dinero para que él se case. Esas son las cosas que las mujeres pueden llegar a saber a lo sumo. En cuanto a cuál es la esencia-humanidad del posible pretendiente, o qué elección harán con respecto a la senda de creencia en Dios, ¿son cosas que podáis ver con claridad? (No). Para ser más precisos, ¿es esa persona capaz de seguir la senda de un anticristo? ¿Es malvada? A juzgar por el resumen de las efusiones y expresiones de la calidad de su humanidad, ¿es alguien que persigue la verdad o siente aversión por ella? ¿Es capaz de seguir la senda en búsqueda de la verdad? ¿Puede alcanzar la salvación? Y si te casas con él, ¿podréis ambos entrar en el reino como marido y mujer? No puedes ver esas cosas con claridad, ¿verdad? Hay quien dice: “¿Para qué nos hace falta tener claras esas cosas? Hay muchas personas casadas en el mundo. Ellas tampoco pueden ver esas cosas con claridad, pero siguen con sus vidas, ¿no?”. Mucha gente no ve el matrimonio de forma transparente. Encontrar a una buena persona que viva decentemente, con la que puedas compartir tu vida sin grandes sobresaltos o altibajos ni sufrimiento en exceso; eso puede considerarse una buena vida y un buen matrimonio. Sin embargo, hay quienes tampoco ven claramente a los demás y se centran únicamente en el aspecto y el estatus de la otra persona. Se dejan halagar, y solo después de casarse descubren que su pareja es una persona malvada, un diablo, y que cada día vivido con ese tipo de persona equivale a un año. Las mujeres derraman lágrimas a menudo, mientras que a los hombres también se les engaña y victimiza en gran medida, lo que acaba en divorcio después de unos años. Algunas parejas casadas se divorcian cuando sus hijos tienen tres o cuatro años o son adolescentes, y otras incluso tienen nietos cuando descubren que ya no pueden soportar vivir juntos, y al final se divorcian. ¿Qué acaban diciendo? “El matrimonio es una tumba” y “El matrimonio es un crematorio”. Entonces, ¿fueron las mujeres o los hombres quienes cometieron el error que provocó dicho resultado? Ambos cometieron errores, y ninguno de los dos lo hizo bien. No saben cuál es la naturaleza del matrimonio ni de la vida conyugal. La naturaleza del matrimonio es asumir la responsabilidad con respecto al otro, entrar en la vida real y apoyarse mutuamente. Esto depende de la humanidad normal[a] de ambos miembros de la pareja, para que puedan llegar felices y con estabilidad a la vejez y permanecer juntos hasta el final. ¿Y cuál es la naturaleza de la vida conyugal? También depende de la humanidad normal[b] de los dos cónyuges, y solo así pueden vivir en paz, tranquilos y felices. Ambos miembros deben asumir la responsabilidad con respecto al otro, y solo entonces podrán finalmente vivir juntos de la mano hasta la vejez. Sin embargo, eso no significa entrar en el reino; no es fácil para una pareja casada entrar juntos en él. Aunque no puedan hacerlo, para que una pareja casada viva de la mano hasta la vejez, al menos se requiere que tengan conciencia y razón, una humanidad que esté a la altura. ¿No es así? (Sí). Compartir de esta manera, ¿os hace tener más o menos fe en el matrimonio? ¿O hace que tengáis la actitud y la opinión correctas? (Hace que tengamos la actitud y la opinión correctas). Compartir de esta manera no tiene nada que ver con tener más o menos fe, ¿verdad? Mi intención al hablar sobre el hecho de desprenderse de las diversas fantasías sobre el matrimonio no es hacerte renunciar a este o rechazarlo, sino que adoptes un enfoque correcto y racional en relación con dicho asunto. Más en concreto, es que lo consideres, abordes y resuelvas según las palabras de Dios. No es para que dejes de pensar por completo en el matrimonio; no pensar no es lo mismo que desprenderse. Desprenderse de verdad implica tener opiniones y pensamientos correctos y precisos. Ahora, al compartir de esta manera, ¿no os habéis desprendido ya de algunas de vuestras diversas fantasías sobre el matrimonio? (Sí). ¿Ahora lo teméis o lo deseáis más? En realidad, ninguna de las dos cosas. No hay necesidad de temerlo ni de desearlo tanto. Si ahora eres soltero y dices: “Quiero perseguir la verdad y entregarme a Dios. En este momento no estoy pensando en el matrimonio y no me planteo casarme, así que dejaré que el matrimonio ocupe un espacio vacío en mi corazón, como una página en blanco”. ¿Es correcta esta visión? (No, Dios nos comparte esta verdad porque necesitamos proveernos de ella, entenderla y ponerla en práctica. También deberíamos actuar según lo que Dios dice, contemplar a las personas y las cosas, y comportarnos y actuar, en todo de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio. Tanto si en estos momentos nos estamos planteando el matrimonio como si no, tenemos que entender esta verdad, y solo así evitaremos cometer un error). ¿Es correcto este entendimiento? (Sí).

¿Hoy en día hay alguien que diga lo siguiente? “Somos solteros, y el mundo de los incrédulos dice que ser soltero es honorable, así que ¿acaso no podemos decir que en la casa de Dios los solteros son santos y los casados son impuros?”. ¿Hay alguien que diga cosas así? Algunas personas casadas siempre tienen un concepto equivocado en su entendimiento del matrimonio. Creen que sus pensamientos después de casarse no son tan puros, simples o limpios como antes, que se vuelven más complicados, y en particular que, como los casados mantienen relaciones con el sexo opuesto, ya no son santos. Por lo tanto, después de aceptar la obra de Dios, decididos, le dicen a su pareja: “He aceptado la obra de Dios y, a partir de este día, debo buscar la santidad. Ya no puedo acostarme contigo. Tú debes dormir solo y yo lo haré en otra habitación”. Desde entonces duermen separados y su pareja duerme sola, pero siguen viviendo juntos. ¿Qué están persiguiendo estas personas? Una especie de santidad de la carne. ¿Acaso eso no es malinterpretar el matrimonio? (Sí). ¿Es fácil de resolver este malentendido? Hay algunas personas casadas que creen que ya no son santas después de tener relaciones con el sexo opuesto. El significado subyacente aquí es que, si no tienen relaciones con el sexo opuesto, si abandonan su matrimonio y se divorcian, se volverán santos. Si así es como alguien se vuelve santo, ¿no significaría eso que los solteros son aún más santos? Ante tales entendimientos distorsionados y erróneos, las decisiones o las acciones de las personas provocan que sus parejas se sientan desconcertadas y se enfaden. Ciertos maridos o mujeres incrédulos malinterpretan y desarrollan una aversión a la fe, y hay algunos que llegan incluso a proferir blasfemias contra Dios. Decidme, ¿está bien lo que hacen esas personas en busca de la “santidad”? (No). ¿Por qué no? Para empezar, existe un problema en su pensamiento. ¿Cuál? (Malinterpretan las palabras de Dios). En primer lugar, sus opiniones sobre el matrimonio están distorsionadas; en segundo lugar, también lo están sus definiciones y entendimientos sobre la santidad y la impureza. Creen que no tener relaciones con el sexo opuesto los hace santos, entonces ¿qué es la impureza? ¿Qué es la santidad? ¿Implica la santidad no tener actitudes corruptas? Cuando alguien obtiene la verdad y transforma su carácter, deja de tener actitudes corruptas. ¿Acaso alguien que no haya tenido relaciones con el sexo opuesto carece de actitudes corruptas? ¿Estas solo surgen cuando tienen relaciones con el sexo opuesto? (No). Este entendimiento es claramente incorrecto. Una vez que te casas y mantienes relaciones con el sexo opuesto, tus actitudes corruptas no empeoran, sino que permanecen igual que antes. Si no estás casado y no has tenido relaciones con el sexo opuesto, ¿tienes actitudes corruptas? Muchas. Por lo tanto, ya sea hombre o mujer, las actitudes corruptas de una persona no se miden en función de su estado civil, de si está casada o de si ha mantenido relaciones con el sexo opuesto. ¿Por qué las personas que piensan y actúan así tienen este tipo de concepto erróneo sobre el matrimonio? ¿Por qué actúan de ese modo? ¿No es ese un problema que se debe resolver? (Sí). ¿Podéis resolverlo? Basta con que alguien tenga contacto con el sexo opuesto y mantenga relaciones con este para ser impuro y estar totalmente corrompido, ¿es así? (No). Si así fuera, sería un error que Dios ordenara la unión del hombre y la mujer. Así pues, ¿cómo podemos resolver este problema? ¿Cuál es su origen? Se puede resolver por medio del análisis y la comprensión de su origen. ¿No lo veis vosotros del mismo modo? ¿No tiene todo el mundo, tanto los casados como los solteros, esta visión sobre el matrimonio? (Sí). Sé que no podéis esquivar este problema. Entonces, ¿cuál es el origen de este punto de vista? (Nadie tiene claro qué es la santidad y qué es la impureza). ¿Y cuál es el motivo de ese desconocimiento? (La gente es incapaz de comprender por completo las palabras de Dios o de entender la verdad). ¿Qué aspecto de las palabras de Dios no entienden por completo? (El matrimonio es algo que las personas deben experimentar con normalidad en sus vidas y también lo ordena Dios, sin embargo, asocian casarse y tener relaciones con el sexo opuesto con ser santos o no, cuando en realidad, que alguien sea santo significa que carece de actitudes corruptas y nada tiene que ver con estar casado. Las monjas católicas, por ejemplo: si no aceptaran la obra de Dios de los últimos días y no entendieran la verdad, aunque pasaran toda su vida solteras, no podrían decir que son santas, ya que no se habrían resuelto sus actitudes corruptas). ¿Explica esto claramente el asunto? ¿Radica la distinción entre santidad e impureza en si alguien está casado o no? (No). No, no radica en eso, y hay pruebas sustanciales que lo demuestran. Por ejemplo, los discapacitados mentales, los cretinos, los enfermos mentales, las monjas católicas, las monjas y los monjes budistas, todos están solteros, pero ¿son santos? (No). Aquellos con discapacidad mental, que son idiotas o enfermos mentales no poseen una razón normal. No pueden casarse, ningún hombre entre ellos encuentra esposa, ninguna mujer encuentra marido, y no son santos. Las monjas católicas, las monjas y los monjes budistas, así como otros colectivos especiales, no se casan y tampoco son santos. ¿Qué significa que “no son santos”? Quiero decir que son impuros. ¿Qué significa “impuro”? (Que tienen actitudes corruptas). Así es, significa que tienen actitudes corruptas. Toda esa gente soltera tiene actitudes corruptas y ninguna es santa. Entonces, ¿qué hay de las personas casadas? ¿Existe alguna diferencia esencial entre los casados y esas personas solteras? (No). En lo esencial, no existe diferencia entre ellos. ¿Qué quiero decir con eso? (Satanás los ha corrompido y todos tienen actitudes corruptas). Cierto, eso es así. No son capaces de someterse a Dios ni a la verdad, y no pueden seguir la senda de temer a Dios y apartarse del mal. No son elogiados ni salvados por Dios, y todos ellos son impuros. Por lo tanto, que alguien sea santo o impuro no se mide según esté casado o no. Entonces, ¿por qué tiene la gente ese tipo de concepto erróneo sobre el matrimonio y creen que aquellos que se casan no son santos, que son impuros? ¿Cuál es el motivo de este malentendido? (Sus puntos de vista sobre el matrimonio están distorsionados). ¿Se debe a que sus opiniones sobre el matrimonio y la vida matrimonial están distorsionadas, o a que también lo están sus puntos de vista sobre más cosas? ¿Alguien es capaz de explicarlo con claridad? Como ya hemos comentado, cualquier matrimonio acabará regresando a la vida real. Entonces, ¿es esa vida conyugal el origen de lo que la gente considera impuro? (No). No lo es. En el pensamiento de la gente, el origen de aquello que consideran impuro les resulta realmente conocido en su cabeza y en lo más profundo de su corazón, pues se trata de su deseo sexual, y ahí radica el concepto erróneo. Definir y diferenciar a una persona como santa o impura en función de si está casada o soltera es un malentendido y un concepto erróneo, y su origen radica en la comprensión falaz e incorrecta que la gente tiene respecto a su deseo sexual de la carne. ¿Por qué digo que esa comprensión es falaz? La gente cree que, una vez que sienten deseo sexual y se casan, empiezan a tener relaciones con el sexo opuesto y que, al hacerlo, comienzan a vivir una supuesta vida de deseo sexual de la carne, y por lo tanto se convierten en impuros. ¿No es eso lo que creen? (Sí).

Discutamos pues qué es exactamente el deseo sexual. Siempre y cuando lo asimiles correctamente y tengas una comprensión y entendimiento precisos, acertados y objetivos de él, resolverás este problema y este concepto erróneo de impureza y santidad. ¿Me equivoco? Cuando la gente se casa, satisface su deseo sexual y da rienda suelta a sus deseos sexuales y físicos, por lo que piensa: “Nosotros, los casados, no somos santos, somos impuros. Esos jóvenes solteros y solteras son santos”. Este es sin duda un entendimiento distorsionado, que surge de no saber qué es exactamente el deseo sexual. Miremos ahora al primer ser humano: ¿Tenía Adán deseo sexual? La humanidad creada por Dios posee pensamiento, habla y percepción sensorial, así como libre albedrío y necesidades emocionales. ¿Qué significa “necesidades emocionales”? Significa que las personas necesitan una pareja que les haga compañía y las apoye, alguien con quien hablar, a quien cuidar, atender y apreciar; esas son necesidades emocionales. Por otro lado, las personas también tienen deseo sexual. ¿En qué nos basamos para decir eso? Después de crear a Adán, Dios dijo que necesitaba una compañera, cuyo cometido iba a ser satisfacer las necesidades vitales y emocionales del hombre. Sin embargo, Dios también mencionó otra necesidad. ¿Qué dijo Dios? Génesis, capítulo 2, versículo 24: “Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. El significado de estas palabras está muy claro, no hace falta ser muy explícito al respecto. Entendéis esas palabras, ¿verdad? Obviamente, cuando Dios creó a Adán, el antepasado de la humanidad, este tenía esa necesidad. Por supuesto, se trata de una interpretación objetiva. Más importante aún, cuando Dios lo creó, tenía ese órgano sensorial y esas condiciones y características fisiológicas. Esa era la situación real de Adán, el primer antepasado de la humanidad que creó Dios, el primer ser humano de carne. Poseía la facultad de hablar, era capaz de oír, ver y saborear, y tenía órganos sensoriales, necesidades emocionales, deseo sexual, necesidades fisiológicas y, naturalmente, como acabamos de decir, libre albedrío. La unión de estos elementos constituye un ser humano creado por Dios. ¿No es esa la situación real? (Sí). Esa es la estructura fisiológica de los hombres. ¿Y qué hay de las mujeres? Dios creó una estructura fisiológica para ellas diferente a la de los hombres, y por supuesto les adjudicó el mismo deseo sexual que a ellos. ¿En qué se basa esta afirmación? En Génesis, capítulo 3, versículo 16, Dios dijo: “En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos”. ¿De dónde provienen los hijos que se mencionan en “darás a luz los hijos”? Supongamos que hay una mujer que no posee este tipo de necesidad fisiológica, o más en concreto, no posee las necesidades propias del deseo sexual femenino; ¿podría concebir? No, y eso está muy claro. Así que, en vista de estas dos frases de Dios, los hombres y las mujeres que Él creó tienen diferentes estructuras fisiológicas, pero ambos comparten la característica fisiológica común del deseo sexual. Esto lo confirman las acciones que realizó Dios y el mensaje entre líneas de las instrucciones que les dio a los seres humanos. Como seres creados por Dios, tienen estructuras fisiológicas y poseen también las necesidades propias de dichas estructuras. Entonces, ¿cómo debemos enfocar ahora este asunto? Eso que se llama deseo sexual es parte de la carne, como un órgano humano. Por ejemplo, desayunas a las seis de la mañana, y al llegar el mediodía ya has digerido más o menos toda esa comida y tu estómago está vacío. El estómago transmite esa información al cerebro, y este te dice: “Tienes el estómago vacío, es hora de comer”. ¿Qué es esa sensación en el estómago? Te lo notas un poco vacío y molesto, y quieres comer algo. ¿Y cómo surge esa sensación de querer comer algo? Es consecuencia de la actividad y el metabolismo de todo tu sistema nervioso y de tus órganos, así de simple. El deseo sexual tiene la misma naturaleza que cualquier otro órgano corporal. Todos los órganos se relacionan con el sistema nervioso, que envía órdenes a cada uno de ellos. Por ejemplo, la nariz capta los olores, y cuando hueles un hedor fétido, este entra en tu sistema nervioso, que le dice a tu cerebro: “Este olor es fétido, no es agradable”. Te transmite esa información, y entonces te cubres la nariz de inmediato o agitas la mano delante de ella; se produce esta serie de movimientos. Como ves, este tipo de movimientos y acciones, y esta clase de sensación y conciencia responden a la orden de ciertos órganos y del sistema nervioso de tu cuerpo. Por ejemplo, escuchas un sonido increíblemente fuerte y penetrante, y después de que tus oídos hayan recibido esa información, sientes molestia o rechazo y te los cubres. En realidad, lo único que han recibido tus oídos es un sonido, una información, pero el cerebro distingue si ese sonido te beneficia o no. Si no tiene un gran efecto en ti, simplemente lo oyes y lo distingues, y luego desaparece sin que le prestes mucha atención. Si tiene un efecto negativo en tu corazón o tu cuerpo, tu cerebro lo percibirá y te dirá que te cubras los oídos o abras mucho la boca; se producirá una serie de acciones y pensamientos como estos. El deseo sexual humano es exactamente igual, con sus respectivos órganos que tienen diferentes criterios e interpretaciones sometidos al control de los nervios correspondientes. El deseo sexual humano es así de sencillo. Está al mismo nivel y es equivalente a cualquier otro órgano del cuerpo humano, pero cuenta con su propia particularidad, y por eso las personas siempre albergarán diversas ideas, puntos de vista o pensamientos al respecto. Entonces, al compartir de esta manera, ¿no deberíais tener ahora la comprensión correcta? (Sí). El deseo sexual humano no es un misterio en absoluto. Lo creó Dios y ha existido desde que aparecieron los humanos. Dado que fue ordenado y creado por Dios, no se puede convertir en algo negativo o impuro simplemente porque las personas tengan todo tipo de malentendidos y nociones al respecto. Es igual que cualquier otro órgano sensorial humano; existe como parte del cuerpo humano y, si sucede dentro de un matrimonio adecuado dispuesto y ordenado por Dios, es algo razonable. Sin embargo, si la gente se entrega a él o lo usa mal, se convierte en algo negativo. Por supuesto, el deseo sexual en sí mismo no es negativo, pero las personas que lo usan mal o esos pensamientos sí lo son. Por ejemplo, los triángulos amorosos, la promiscuidad, el incesto, la violación, la agresión sexual, etc., son cosas relacionadas con el deseo sexual que se convierten en negativas y no tienen nada que ver con aquel original de la carne humana. El deseo sexual de la carne es lo mismo que un órgano físico: Dios lo creó. Sin embargo, debido a la perversidad y corrupción de la humanidad, ocurren todo tipo de cosas perversas relacionadas con este tema que nada tienen que ver con el deseo sexual adecuado y normal; son cuestiones de dos naturalezas distintas. ¿No es así? (Sí). Los triángulos amorosos, las aventuras extramatrimoniales, así como el incesto y la agresión sexual, son cosas perversas relacionadas con el deseo sexual que ocurren entre la humanidad corrupta. Esas cosas no tienen nada que ver con el deseo sexual adecuado ni con el matrimonio; son impuras, inapropiadas y nada positivas. ¿Lo veis ahora con claridad? (Sí).

Al compartir de esta manera, ¿sois ahora capaces de comprender claramente esos entendimientos y acciones distorsionados de las personas casadas y de discernir lo que hacen bien y lo que hacen mal? (Sí). Cuando os encontréis con alguien que se esté iniciando en la fe y diga: “Hemos aceptado la obra de Dios, ¿debemos vivir separados como pareja casada?”, ¿qué le dirás? (Le diremos que no). Puedes preguntarle: “¿Por qué habrías de vivir por separado? ¿Habéis discutido? ¿Uno de los dos ronca tan fuerte que le quita el sueño al otro? Si es así, entonces ese es tu problema y puedes vivir por separado. Si es por alguna otra razón, entonces no, no hay necesidad”. Otro dice: “Oh, llevamos viviendo juntos como pareja casada desde hace casi cuarenta años. Ya somos viejos, nuestros hijos ya son mayores, ¿tenemos que dormir en camas separadas? Ya no deberíamos dormir juntos, nuestros hijos se reirán de nosotros. Debemos mantener nuestra integridad en la vejez”. ¿Tiene algún fundamento esta afirmación? (No). No lo tiene. Quieren mantener su integridad en la vejez, ¿qué es eso de la integridad? ¿Qué hacían cuando eran jóvenes? ¿No están sencillamente fingiendo? ¿Acaso no son repugnantes las personas así? (Sí). Cuando te encuentres con personas semejantes, diles: “No decimos tales cosas en nuestra creencia en Dios, ni la casa de Dios tiene esos requisitos o reglas. Lo aprenderás con el tiempo. Puedes vivir del modo que quieras; eso es asunto tuyo, y no tiene nada que ver con la fe en Dios ni con perseguir la verdad, ni tampoco con alcanzar la salvación. No hace falta que preguntes acerca de esas cosas, ni has de sacrificar nada por ellas”. ¿No queda entonces resuelto el asunto? (Sí). Así se resuelve la mayor dificultad que se ha de superar: el problema del deseo sexual humano en el matrimonio. ¿Lo tenéis todos claro después de compartir de esta manera? ¿Todavía os parece que el deseo sexual es un misterio? (No). ¿Creéis que el deseo sexual es impuro o sucio? (No). No es impuro ni sucio, es apropiado. Sin embargo, si las personas juegan con él, deja de ser apropiado y se convierte en algo completamente diferente. En cualquier caso, después de compartir de esta manera, ¿se resuelven las diversas fantasías realistas y poco realistas de las personas sobre el matrimonio? (Sí). Después de compartir sobre las definiciones y los conceptos del matrimonio, vuestras búsquedas, ideales y deseos desviados y distorsionados en relación con este básicamente se habrán desprendido de vuestras mentes hasta cierto punto. Hará falta identificar poco a poco los que quedan y continuar experimentando y aprendiendo paulatinamente mediante vuestra práctica personal en la vida real. Por supuesto, lo más importante es que las personas deben tener la comprensión y perspectiva correctas sobre el matrimonio en sí, eso tiene gran relevancia. Tanto si tienes pensado casarte en un futuro como si no, tu actitud y perspectiva respecto al matrimonio influirán en tu búsqueda de la verdad, y por eso has de leer detenidamente las palabras de Dios sobre el tema, y finalmente adquirir la perspectiva y comprensión correctas del matrimonio, que como mínimo deberían concordar con la verdad. Una vez que hayamos terminado de compartir sobre este asunto, ¿acaso no se habrá ampliado tu conocimiento? (Sí). Ya no serás tan infantil y estrecho de miras, ¿verdad? Cuando en el futuro debatas sobre este asunto con otros, se darán cuenta de que, a pesar de tu joven aspecto, tienes entendimiento al respecto, y te preguntarán: “¿Cuánto tiempo llevas casado?”. Responderás: “Todavía no me he casado”. Dirán: “Entonces, ¿cómo es que tienes un entendimiento tan maduro del matrimonio, como si tu comprensión fuera incluso más madura que la de los adultos?”. A lo que responderás: “Entiendo la verdad, y hay una base para estas verdades que entiendo. Si no me crees, sacaré mi Biblia y te mostraré la situación en la que Dios creó a Adán, y verás si lo que digo es cierto o no”. Al final, los convencerás de corazón, porque todo lo que dices proviene de tu comprensión y entendimiento puros, sin la adulteración de las figuraciones o nociones humanas ni de los puntos de vista humanos distorsionados. Todo lo que dices se ajusta a la verdad y a las palabras de Dios.

Ahora que hemos terminado de hablar sobre el problema de los entendimientos y las prácticas distorsionados de las personas casadas, hablemos sobre este otro tema: “Tu misión no es perseguir la felicidad conyugal”. El hecho de que las personas se desprendan de sus diversas fantasías sobre el matrimonio solo significa que alcanzan a tener algunas ideas y entendimientos correctos que se ajustan relativamente a la verdad en lo que se refiere al concepto y la definición de matrimonio. Sin embargo, eso no significa que puedan desprenderse del todo de sus búsquedas, ideales y deseos relacionados con el matrimonio. En el caso de aquellos que se han casado, ¿cómo mantienen su felicidad conyugal? Se puede decir que muchas personas son incapaces de adoptar una visión correcta de la felicidad conyugal o de la relación entre esta y la misión del hombre. ¿No supone eso también un problema? (Sí). Las personas casadas siempre consideran que el matrimonio es un acontecimiento importante en la vida y le otorgan gran relevancia. Por consiguiente, confían la felicidad de toda su existencia a su vida marital y a su pareja, con la creencia de que la búsqueda de la felicidad conyugal es el único objetivo que perseguir en esta vida. Por eso muchos realizan grandes esfuerzos, pagan un alto precio y hacen enormes sacrificios en aras de garantizarla. Por ejemplo, cuando alguien se casa, hace muchas cosas para atraer a su pareja y mantener “como nuevo” su matrimonio y su amor. Una mujer dice: “El camino al corazón de un hombre pasa por su estómago”, así que aprende a cocinar de su madre o de sus mayores, a elaborar buenos platos de comida y repostería. Prepara todo tipo de cosas que a su esposo le gusta comer y se esfuerza por proporcionarle manjares deliciosos y agradables. Cuando el marido tiene hambre, piensa en la exquisita comida que ella le prepara, a continuación piensa en casa, luego en su mujer, y entonces se da prisa en regresar al hogar. De esta manera, ella casi nunca se queda sola en casa, sino que suele tener a su esposo a su lado, y por tanto le parece que es muy importante aprender a hacer ciertos platos deliciosos para llegar al corazón de su hombre a través del estómago. Dado que esa es una forma de mantener la felicidad conyugal y es el precio que una mujer debe pagar y la responsabilidad que debe cumplir para lograrla, trabaja arduamente para sostener su matrimonio de esa manera. También hay algunas mujeres que se sienten inseguras acerca de su matrimonio y a menudo se sirven de diversos métodos para complacer, atraer y provocar a sus esposos. Por ejemplo, una mujer semejante le preguntará a menudo a su marido si recuerda cuándo fue su primera cita, cuándo se conocieron, cuándo es su aniversario de boda y otras fechas del estilo. Si su esposo lo recuerda, ella pensará que la ama, que la lleva en el corazón. Si no lo recuerda, se molestará y se quejará: “No eres capaz siquiera de recordar una fecha tan importante como esa. ¿Es que ya no me amas?”. Ya ves, en un intento continuo de atraer a su pareja, llamar su atención y mantener la felicidad conyugal, tanto hombres como mujeres utilizan formas mundanas para provocar a su pareja, y todos hacen cosas sin sentido e infantiles. También hay mujeres que gastarían lo que fuera en procedimientos dañinos para su propia salud. Por ejemplo, las mayores de treinta años, al ver que su piel ya no es tan bonita y clara, y que su rostro ya no es tan resplandeciente y hermoso, optan por un estiramiento facial o infiltraciones de ácido hialurónico. Para lucir más bellas, otras se someten a una cirugía de doble párpado y se tatúan las cejas, visten de manera especialmente atractiva y provocativa para atraer a sus esposos, e incluso aprenden a hacer las cosas románticas que otros hacen en aras de su propia felicidad conyugal. Por ejemplo, en un día especial, puede que una mujer así prepare una magnífica cena acompañada de velas y vino tinto. Luego apaga las luces y, cuando su esposo llega a casa, le obliga a cerrar los ojos y le pregunta: “¿Qué día es hoy?”. El marido intenta adivinar durante un buen rato, pero no se le ocurre qué día es. Ella enciende las velas y cuando su esposo abre los ojos y mira, resulta ser su propio cumpleaños, y le dice: “¡Oh, qué maravilla! ¡Te quiero tanto! Ni siquiera recordaba mi propio cumpleaños. Te has acordado. ¡Eres tan adorable!”. Entonces la mujer se siente feliz y complacida. Con solo esas pocas palabras de su marido, se siente satisfecha y a gusto. Tanto hombres como mujeres se devanan los sesos para urdir maneras de mantener su felicidad conyugal. La esposa hace grandes cambios y sacrificios, invierte mucho tiempo y esfuerzo, y el marido hace lo propio, trabaja arduamente y se gana su sueldo en el mundo, llena la cartera, trae constantemente dinero a casa y hace que su esposa disfrute de una vida cada vez mejor. A fin de mantener su felicidad conyugal, también tiene que aprender de lo que hacen los demás y compra rosas, regalos de cumpleaños, de Navidad, bombones en el Día de San Valentín y cosas del estilo. Se rompe la cabeza pensando en maneras de complacer a su esposa y se esfuerza todo lo posible por hacer ese tipo de tonterías. Y luego un día pierde su trabajo y no se atreve a decírselo a su mujer, por miedo a que ella quiera el divorcio o su matrimonio ya no sea tan feliz como antes. Así que mantiene la farsa de ir a trabajar y terminar a su hora todos los días, mientras al mismo tiempo va por todas partes solicitando empleo y buscando trabajo. ¿Qué hace cuando llega el día de cobrar y no recibe dinero? Pide prestado a todo el mundo para hacer feliz a su esposa, y le dice: “Mira, he recibido una paga extra de 2000 yuanes este mes. Cómprate algo bonito”. Su mujer no tiene idea de lo que de verdad está sucediendo y va a comprarse algunos artículos de lujo. Él tiene la cabeza llena de preocupaciones, le parece que no hay solución y su ansiedad aumenta. Tanto los hombres como las mujeres realizan muchas acciones y gastan mucho tiempo y esfuerzo para sostener su felicidad conyugal, llegando incluso a hacer cosas contrarias a su mejor criterio. A pesar de desperdiciar tanto tiempo y esfuerzo, los involucrados aún no tienen idea de cómo afrontar o manejar correctamente esas cosas, e incluso se devanan los sesos para aprender de los demás, observarlos y consultar con ellos con el fin de mantener su felicidad conyugal. Incluso hay algunos que, después de empezar a creer en Dios y de aceptar su deber y la comisión que les ha encomendado la casa de Dios, a fin de mantener la felicidad y satisfacción de su matrimonio, se quedan cortos en el desempeño de su deber. Se supone que en principio iban a ir a un lugar lejano a predicar el evangelio y que regresarían a casa una vez a la semana o muy de vez en cuando, o incluso que dejarían su hogar para realizar su deber a tiempo completo según sus diferentes calibres y condiciones. Sin embargo, temen que a su pareja le desagrade esa idea, que su matrimonio no sea feliz, o que lo pierdan por completo, así que, con el objetivo de mantener la felicidad conyugal, desperdician gran parte del tiempo que deberían invertir en el desempeño de su deber. En especial, cuando escuchan a su pareja quejarse o perciben que esta se disgusta o se lamenta de algo, se vuelven aún más cautos para conservar su matrimonio. Se empeñan todo lo posible por satisfacer a su pareja y trabajan duro para hacer que su matrimonio sea feliz, a fin de que no se desmorone. Por supuesto, aún más grave que esto es que algunas personas rechacen la llamada de la casa de Dios y se nieguen a llevar a cabo su deber para mantener su felicidad conyugal. Como les resulta insoportable la idea de separarse de su cónyuge, o debido a que sus suegros se oponen a su fe en Dios y a que abandonen su trabajo y su hogar para cumplir con su deber, cuando llega la hora de hacerlo, asumen compromisos y renuncian a su deber, y eligen en su lugar conservar la felicidad conyugal y la integridad de su matrimonio. Con este fin, y para evitar que su matrimonio se desmorone y se termine, eligen solo cumplir con sus responsabilidades y obligaciones en la vida marital y abandonar la misión de un ser creado. No te das cuenta de que, con independencia de tu rol en la familia o en la sociedad —ya sea el de esposa, esposo, hijo, padre, empleado o cualquier otro— y tanto si tu papel en la vida matrimonial es importante como si no, solo tienes una identidad ante Dios y esa es la de un ser creado. No tienes una segunda identidad ante Dios. Por lo tanto, cuando la casa de Dios te llama, debes cumplir tu misión en ese momento. Es decir, como ser creado, no es que debas cumplir tu misión solo cuando se satisfaga la condición de mantener tu felicidad conyugal y la integridad de tu matrimonio, sino que la misión que Dios te otorga y te encomienda como ser creado ha de cumplirse incondicionalmente. Al margen de las circunstancias, siempre es tu deber priorizar la misión encomendada por Dios, mientras que la misión y las responsabilidades que se te confieren por medio del matrimonio son secundarias. La misión que debes cumplir como ser creado y aquella que Dios te ha otorgado siempre debe ser tu máxima prioridad bajo cualquier condición y en cualquier circunstancia. Por consiguiente, no importa cuánto desees mantener la felicidad de tu matrimonio o cómo sea tu situación marital, o lo alto que sea el precio que pague tu pareja por estar casada contigo, nada de eso es razón para rechazar la misión que Dios te ha encomendado. Es decir, no importa lo feliz que sea tu matrimonio o lo fuerte que sea su integridad, tu identidad como ser creado no cambia y, como tal, la misión que Dios te encomienda es de obligado cumplimiento y tu máxima prioridad, y no es algo condicional. Entonces, cuando Dios te encomiende tu misión, cuando alcances a tener el deber y la misión de un ser creado, deberás desprenderte de tu búsqueda de un matrimonio feliz, abandonar tu afán por mantener una unión intacta, hacer de Dios y de la misión que te ha encomendado la casa de Dios tu principal prioridad, y no actuar como un necio. Mantener la felicidad conyugal es solo una responsabilidad que asumes como marido o mujer dentro del marco del matrimonio; no es la responsabilidad ni la misión de un ser creado ante el Creador. Por consiguiente, no debes abandonar la misión encomendada por el Creador a cambio de mantener tu felicidad conyugal, ni debes hacer tantas cosas necias, infantiles e inmaduras que no tengan nada que ver con las responsabilidades que conlleva ser marido o mujer. Lo único que has de hacer es cumplir con tus responsabilidades y obligaciones como cónyuge de acuerdo con las palabras de Dios y Sus requisitos, es decir, conforme a las primeras instrucciones de Dios. Al menos, debes cumplir con las responsabilidades de un esposo o esposa con la conciencia y razón de la humanidad normal, y eso es suficiente. En cuanto al dicho “El camino al corazón de un hombre pasa por su estómago”, o al romanticismo, a celebrar constantemente todo tipo de aniversarios, a eso de que el mundo es solo de los dos, a esa aspiración de “tomarse de la mano y envejecer juntos”, al “te amaré siempre como te amo hoy”, y a otras cosas sin sentido similares, no son las responsabilidades de un hombre y una mujer normales. Por supuesto, para ser más precisos, no se trata de las responsabilidades y obligaciones dentro del contexto del matrimonio de alguien que persigue la verdad. Esas formas de vivir y búsquedas de la vida no son las que debería adoptar alguien que persigue la verdad, y por lo tanto debes primero desprenderte de esos dichos, puntos de vista y prácticas insípidos, necios, infantiles, superficiales, nauseabundos y repugnantes presentes en las profundidades de tu mente. No permitas que tu matrimonio se deteriore ni que tu búsqueda de la felicidad conyugal te ate las manos y los pies ni limite tus pensamientos y tus pasos, que te vuelva infantil, necio, vulgar e incluso perverso. Esas búsquedas mundanas de un matrimonio feliz no son las obligaciones y responsabilidades que alguien con una razón normal debería cumplir, sino que simplemente han evolucionado a partir de este mundo perverso y de la humanidad corrupta, y generan un efecto corrosivo en la humanidad y los pensamientos de todas las personas. Provocarán que tu mente se degenere, distorsionarán tu humanidad y harán que tus pensamientos se vuelvan perversos, complejos, caóticos e incluso extremos. Por ejemplo, algunas mujeres observan que otros hombres son románticos, regalan rosas a sus esposas en su aniversario de bodas, o se las llevan de compras o las abrazan o les hacen regalos especiales cuando están enfadadas o se sienten infelices, o incluso las sorprenden para intentar que se pongan contentas y cosas del estilo. Una vez que aceptes esos dichos y prácticas en tu interior, también querrás que tu pareja haga tales cosas, querrás ese tipo de vida y semejante trato, y de ese modo tu sentido de la razón se volverá anormal y quedará perturbado y corrompido por esos dichos, ideas y prácticas. Si tu pareja no te compra rosas, no trata de hacerte feliz, o no hace nada romántico por ti, sientes rabia, resentimiento e insatisfacción; una mezcla de sentimientos de todo tipo. Cuando tu vida está llena de tales cosas, se desordenan todas las obligaciones que debes cumplir como mujer, así como el deber y las responsabilidades que has de desempeñar en la casa de Dios como un ser creado. Vivirás en un estado de insatisfacción, y tu vida normal y tu rutina se trastornarán debido a los sentimientos y pensamientos propios de ese estado. Por lo tanto, tus búsquedas influirán en el pensamiento lógico de tu humanidad y tu juicio normales y, por supuesto, en las responsabilidades y obligaciones que debes cumplir como una persona corriente. Si persigues cosas mundanas y la felicidad conyugal, inevitablemente te “secularizarás”. Si solo persigues la felicidad conyugal, sin duda siempre necesitarás que tu cónyuge diga cosas como “te amo”, y si nunca te lo dice, pensarás, “Oh, mi matrimonio es muy infeliz. Mi esposo es tan insensible como un mueble, una especie de idiota. A lo sumo, trae algo de dinero a casa, se esfuerza un poco y hace algún trabajo manual. Cuando toca comer dice ‘comamos’, y cuando toca dormir dice ‘hora de dormir, dulces sueños, buenas noches’; eso es todo. ¿Por qué nunca puede pronunciar un ‘te amo’? ¿Es que no puede decir ni eso romántico?”. ¿Puedes ser una persona normal cuando tu corazón está lleno de tales cosas? ¿No te hallas siempre en un estado anormal y emocional? (Sí). Hay quienes no tienen discernimiento sobre estas tendencias perversas del mundo, ni tampoco resistencia ni inmunidad. Una mujer así considera esta cuestión, este fenómeno de decir cosas románticas, como una señal de felicidad conyugal, y luego quiere perseguirlo, imitarlo, alcanzarlo, y se enfada cuando no es capaz de lograrlo, y a menudo le pregunta a su esposo: “Dime, ¿me amas o no?”. Ante la insistencia de la pregunta, su esposo se molesta y, ruborizado, le suelta: “Te amo, cariño”. Y ella dice: “Oh, dilo otra vez”. Su esposo se contiene tanto que se le enrojecen la cara y el cuello y, mientras se lo piensa, le dice: “Cariño, te amo”. Fíjate, este hombre decente le dice esa cosa repugnante, pero no le sale del corazón, así que se siente incómodo. Cuando su esposa se lo oye decir, se alegra mucho y afirma: “¡Me conformaré con eso!”. ¿Y qué replica su esposo? “Mírate. ¿Ya estás contenta? Solo buscas problemas”. Decidme, cuando una mujer y un hombre viven este tipo de vida de casados, ¿es eso felicidad? (No). ¿Eres feliz al oír las palabras “te amo”? ¿Se resume así la felicidad conyugal? ¿Es tan simple? (No). Cierta mujer siempre le pregunta a su esposo: “Oye, ¿crees que se me ve vieja?”. Su esposo es honesto, así que le contesta con sinceridad: “Sí, un poco. ¿Quién no envejece después de los cuarenta?”. Ella responde: “Oh, ¿no me amas? ¿Por qué no dices que se me ve joven? ¿Te disgusta que envejezca? ¿Quieres buscarte una amante?”. Su marido replica: “¡Qué fastidio! Ni siquiera puedo decirte la verdad. ¿Qué te pasa? Solo estaba siendo honesto. ¿Quién no envejece? ¿Quieres ser una especie de monstruo?”. Las mujeres así son irracionales. ¿Cómo llamamos a aquellas que persiguen este tipo de supuesta felicidad conyugal? Si nos ponemos vulgares, son unas zorras. ¿Y cómo podemos llamarlas sin resultar vulgares? Están mentalmente enfermas. ¿A qué me refiero con “mentalmente enfermas”? Quiero decir que carecen del pensamiento de la humanidad normal. A los cuarenta o cincuenta años, se acercan a la vejez y aún no pueden ver claramente qué es la vida, qué es el matrimonio, y siempre disfrutan con cosas inútiles y nauseabundas. Creen que eso es la felicidad conyugal, que se trata de su libertad y su derecho, y que se supone que eso es lo que deben perseguir y el modo en el que deben vivir y enfocar el matrimonio. ¿Acaso no supone eso actuar incorrectamente? (Sí). ¿Lo hace mucha gente? (Sí). Así son muchas personas en el mundo de los incrédulos, pero ¿hay alguna en la casa de Dios? ¿Son muchas? El romanticismo, los regalos, los abrazos, las sorpresas, los “te amo” y las demás cosas de ese tipo son señales de la felicidad conyugal que dichas personas persiguen y los objetivos de su búsqueda. Las personas que no creen en Dios son así, y resulta inevitable que haya multitud de creyentes que ahora tengan tal aspiración y esos puntos de vista. Así pues, hay muchos que llevan diez años o más creyendo en Dios, que han escuchado algunos sermones y entendido algunas verdades, pero que, por conservar su felicidad conyugal, acompañar a su cónyuge y mantener las promesas que realizaron con respecto a su matrimonio y ese objetivo de felicidad conyugal que se comprometieron a perseguir, nunca han cumplido con sus responsabilidades y deberes ante el Creador. En cambio, no pondrán un pie fuera de su hogar, no lo dejarán por mucho trabajo que haya en la casa de Dios y no abandonarán a su cónyuge para cumplir con su deber, sino que consideran la búsqueda y el mantenimiento de la felicidad conyugal un objetivo por el que luchan y hacen esfuerzos incesantes durante toda su vida. Al dedicarse a dicha búsqueda, ¿persiguen la verdad? Está claro que no. Porque en sus mentes, en lo más profundo de sus corazones, e incluso en sus acciones, no se han desprendido de la búsqueda de la felicidad conyugal ni de la idea, el punto de vista y la perspectiva de que “la misión de uno en la vida es la búsqueda de la felicidad conyugal”. Por lo tanto, son absolutamente incapaces de obtener la verdad. Aún no estáis casados ni habéis contraído matrimonio. Si seguís manteniendo ese punto de vista cuando os hayáis casado, tampoco podréis obtener la verdad. Será imposible que la obtengas una vez que hayas alcanzado la felicidad conyugal. Dado que consideras que tu misión en la vida es la búsqueda de esa felicidad, resulta inevitable que renuncies y rechaces la oportunidad de cumplir con tu misión ante el Creador. Si rechazas la oportunidad y el derecho de cumplir con la misión de un ser creado ante el Creador, estarás renunciando a la búsqueda de la verdad y, por supuesto, también a alcanzar la salvación. Esa es tu decisión.

Estamos compartiendo acerca de desprenderse de la búsqueda de la felicidad conyugal con el fin de que renuncies a esas aspiraciones relacionadas con dicha felicidad, no para que abandones la formalidad del matrimonio ni tampoco para incitarte al divorcio. Antes de nada, has de desprenderte de esos puntos de vista que te dominan en tu búsqueda de la felicidad conyugal, y luego, de la práctica de tal búsqueda, para así dedicar la mayor parte de tu tiempo y energía a cumplir con el deber de un ser creado y a perseguir la verdad. En cuanto al matrimonio, siempre que no choque ni entre en conflicto con tu búsqueda de la verdad, no cambiarán las obligaciones que debes cumplir, la misión que debes lograr y el papel que debes desempeñar en dicho contexto. Por consiguiente, pedir que te desprendas de la búsqueda de la felicidad conyugal no significa pedirte que renuncies al matrimonio o que te divorcies formalmente, sino que cumplas con tu misión como ser creado y realices de manera adecuada el deber que te corresponde, con la premisa de cumplir también con las responsabilidades propias del matrimonio. Por supuesto, si tu búsqueda de la felicidad conyugal afecta, obstaculiza o incluso arruina tu desempeño del deber de un ser creado, deberías renunciar no solo a dicha búsqueda, sino también a todo tu matrimonio. En última instancia, ¿cuál es el propósito y sentido de la charla sobre estos temas? Conseguir que la felicidad conyugal no obstaculice tus pasos, te ate las manos, te ciegue, distorsione tu visión ni perturbe y ocupe tu mente; que no invada tu senda vital ni inunde tu vida, y que puedas abordar correctamente las responsabilidades y obligaciones que debes cumplir en el matrimonio, así como tomar las decisiones correctas con respecto a estas. La mejor manera de practicar es dedicar más tiempo y energía a cumplir con tu deber, desempeñar aquel que te corresponde y llevar a cabo la misión que Dios te ha encomendado. No debes olvidar nunca que eres un ser creado, que Dios te ha conducido por la vida hasta este momento, que Él es quien te ha concedido el matrimonio, te ha dado una familia y te ha conferido las responsabilidades que debes cumplir en el marco de este, y que no fuiste tú quien eligió el matrimonio, que no es que te acabaras casando como por arte de magia o que puedas mantener tu felicidad conyugal gracias a tus propias habilidades y fortaleza. ¿Lo he explicado ahora con claridad? (Sí). ¿Entiendes lo que se supone que debes hacer? ¿Tienes clara ahora la senda? (Sí). Si no existe ningún conflicto ni contradicción entre las responsabilidades y obligaciones que debes cumplir en el matrimonio y tu deber y misión como ser creado, entonces, bajo tales circunstancias, debes cumplir con tus responsabilidades en el contexto del matrimonio como corresponda, y debes hacerlo bien, asumir aquellas que te competan y no tratar de eludirlas. Debes hacerte cargo de tu pareja, de su vida, de sus sentimientos y de todo lo relacionado con ella. Sin embargo, cuando exista conflicto entre las responsabilidades y obligaciones que asumes en el contexto del matrimonio y tu misión y deber como ser creado, de lo que debes desprenderte no es de tu deber ni de tu misión, sino de las responsabilidades en el marco del matrimonio. Eso es lo que Dios espera de ti, es la comisión que Él te encarga y, por supuesto, lo que le exige a cualquier hombre o mujer. Solo cuando seas capaz de ello estarás persiguiendo la verdad y siguiendo a Dios. Si no eres capaz y no puedes practicar de esa manera, solo eres creyente de palabra, no sigues a Dios con un corazón sincero y no persigues la verdad. Imagina que se te presentan la oportunidad y las condiciones para dejar China a fin de cumplir con tu deber. Algunos dirían: “Si me marcho de China para cumplir con mi deber, tendré que dejar a mi pareja en casa. ¿Nunca más volveremos a vernos? ¿Tendremos que vivir separados? ¿Se acabará nuestro matrimonio?”. Hay quienes piensan: “Oh, ¿cómo vivirá mi pareja sin mí? ¿No se desmoronará nuestro matrimonio si no estoy? ¿No se terminará? ¿Qué haré en el futuro?”. ¿Deberías pensar en el futuro? ¿En qué deberías pensar realmente? Si quieres ser alguien que persiga la verdad, en lo que deberías pensar es en cómo desprenderte de lo que Dios te pide que te desprendas y en cómo lograr lo que Él te pide que logres. Si en el futuro te quedas sin matrimonio y sin una pareja a tu lado, en los días venideros podrás seguir viviendo hasta la vejez y te irá bien igualmente. Sin embargo, si renuncias a esa oportunidad, será como abandonar tu deber y la misión que Dios te ha encomendado. Para Él no serás alguien que persigue la verdad, que realmente quiere a Dios o que busca la salvación. Si deseas activamente renunciar a tu oportunidad y tu derecho de alcanzar la salvación y llevar a cabo tu misión, y en lugar de eso eliges el matrimonio, escoges permanecer unidos como marido y mujer, quedarte con tu cónyuge y satisfacerlo, y mantener intacto tu matrimonio, al final ganarás algunas cosas y perderás otras. Entiendes lo que perderás, ¿verdad? El matrimonio no lo es todo para ti, ni tampoco lo es la felicidad conyugal; no pueden decidir tu suerte, tu futuro y mucho menos tu destino. Por lo tanto, son las personas quienes deciden qué elegir y si deben o no desprenderse de la búsqueda de la felicidad conyugal y de cumplir con el deber de un ser creado. ¿Hemos compartido ahora claramente sobre el tema de “tu misión no es perseguir la felicidad conyugal”? (Sí). ¿Hay algún tema que encontréis difícil y que, después de escuchar Mi enseñanza, no sepáis cómo practicar? (No). Después de escuchar esta charla, ¿pensáis que os queda más claro, que contáis con una senda precisa de práctica y que tenéis un objetivo correcto hacia el cual practicar? ¿Sabéis ya cómo debéis practicar de ahora en adelante? (Sí). Entonces terminemos aquí esta enseñanza. ¡Adiós!

14 de enero de 2023

Notas al pie:

a. El texto original no contiene la palabra “normal”.

b. El texto original no contiene la palabra “normal”.

Anterior: Cómo perseguir la verdad (9)

Siguiente: Cómo perseguir la verdad (11)

El fin de todas las cosas se está acercando, ¿quieres saber cómo el Señor recompensará el bien, castigará el mal y determinará el fin de cada uno? Bienvenido a contactarnos para descubrir la respuesta.

Ajustes

  • Texto
  • Temas

Colores lisos

Temas

Fuente

Tamaño de fuente

Interlineado

Interlineado

Ancho de página

Índice

Buscar

  • Buscar en este texto
  • Buscar en este libro

Conéctate con nosotros en Messenger