159. Principios del sometimiento al plan y las disposiciones de Dios

(1) Dios es el Señor de la creación; el hombre es un ser creado. Someterse al plan y las disposiciones de Dios es una orden del cielo reconocida por la tierra. Este es el sentido común que debe tener la gente.

(2) El destino del hombre está en las manos de Dios. La gente no puede ser dueña de sí misma, pero la senda por la que opta decide su destino.

(3) Se ha de tener fe en la justicia absoluta de Dios. Todo cuanto hace por Su pueblo escogido es amor y salvación y, sea cual sea el resultado, es Su justicia.

(4) La senda que se sigue determina el bienestar o el infortunio de uno. Esto no tiene nada que ver con Dios, que es justo e imparcial con todos.

Las palabras relevantes de Dios:

Dios es el que gobierna sobre todas las cosas y las administra. Él creó todo lo que hay, lo administra, y gobierna sobre ello y provee para ello. Este es el estatus de Dios, y es Su identidad. Para todas las cosas y para todo lo que hay, la verdadera identidad de Dios es el Creador, y el Gobernador de toda la creación. Tal es la identidad que posee Dios, y Él es único entre todas las cosas. Ninguna de las criaturas de Dios —tanto si están en medio de la humanidad como en el mundo espiritual— puede usar ningún medio ni excusa para suplantar o reemplazar la identidad y el estatus de Dios, porque sólo hay Uno entre todas las cosas que posee esta identidad, poder, autoridad y la capacidad de gobernar sobre toda la creación: nuestro único Dios mismo. Él vive y se mueve entre todas las cosas; puede ascender al lugar más elevado, sobre todas ellas. Puede humillarse haciéndose humano, siendo uno entre los que son de carne y hueso, enfrentarse cara a cara con las personas y compartir penas y alegrías con ellas, mientras al mismo tiempo, Él ordena todo lo que existe, y decide el destino de todo lo que hay, y la dirección en la que se mueve. Además, guía el destino de toda la humanidad, y su dirección. Todos los seres vivientes deben adorar, obedecer y conocer a un Dios como este. Por tanto, independientemente del grupo o tipo al que pertenezcas dentro de la humanidad, creer en Dios, seguir a Dios, venerarlo, aceptar Su dominio y Sus disposiciones para tu destino es la única opción, y la necesaria para cualquier persona, para cualquier ser viviente. En la singularidad de Dios, las personas ven que Su autoridad, Su carácter justo, Su esencia y los medios por los que Él provee para todas las cosas son todos completamente únicos; esta singularidad determina la verdadera identidad de Dios mismo y Su estatus. Por tanto, entre todas las criaturas, si algún ser viviente en el mundo espiritual o en medio de la humanidad deseara estar en el lugar de Dios, sería imposible lograrlo, como también lo sería cualquier intento por suplantar a Dios. Esto es una realidad.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único X

Dios creó todas las cosas y por ende hace que toda la creación venga bajo Su dominio y se someta al mismo; Él ordenará todas las cosas para que todas estén en Sus manos. Toda la creación de Dios, incluyendo los animales, las plantas, la humanidad, las montañas, los ríos y los lagos, todo debe venir bajo Su dominio. Todas las cosas en los cielos y sobre la tierra deben venir bajo Su dominio. No pueden tener ninguna elección y deben someterse todas a Sus orquestaciones. Esto fue decretado por Dios y es Su autoridad. Dios lo gobierna todo y ordena y clasifica todas las cosas, cada una catalogada según su clase, con su propia posición asignada de acuerdo con la voluntad de Dios. Por muy grande que sea, ninguna cosa puede sobrepasar a Dios y todas las cosas sirven a la humanidad creada por Dios; nada se atreve a desobedecer a Dios o a imponerle exigencias.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine

Hay un principio fundamental en la forma del tratamiento de los seres humanos por parte del Señor de la creación, que también es el principio más alto. La forma como Él trata a los seres creados se basa completamente en Su plan de gestión y en Sus exigencias; Él no necesita consultar a ninguna persona y tampoco necesita hacer que nadie esté de acuerdo con Él. Él hace lo que tiene que hacer y trata a las personas como tiene que tratarlas y, haga lo que haga o trate como trate a las personas, todo está alineado con los principios por los cuales obra el Señor de la creación. Como un ser creado, lo único que se debe hacer es someterse; no debería haber otra opción. ¿Qué muestra esto? Demuestra que el Señor de la creación siempre será el Señor de la creación; Él tiene el poder y las aptitudes para orquestar y gobernar a cualquier ser creado como le plazca y no necesita ninguna razón para hacerlo. Esta es Su autoridad. No hay nadie entre los seres de la creación que, siempre que sean seres creados, tenga el poder o esté calificado para emitir juicio sobre cómo debería actuar el Creador o sobre si lo que Él hace está bien o mal; tampoco hay un ningún ser creado que esté calificado para elegir si debe ser gobernado, orquestado o arreglado por el Señor de la creación. De la misma manera, ni un solo ser creado cuenta con las aptitudes para elegir cómo los gobierna o los arregla el Señor de la creación. Esta es la verdad suprema. Sin importar lo que el Señor de la creación haya hecho a Sus seres creados, y sin importar tampoco cómo lo haya hecho, los humanos que Él creó solo deben hacer una cosa: buscar, someterse a, conocer y aceptar este hecho colocado ahí por el Señor de la creación. El resultado final será que el Señor de la creación habrá llevado a cabo Su plan de gestión y habrá completado Su obra, haciendo que Su plan de gestión avance sin obstrucciones; entretanto, puesto que los seres creados han aceptado el gobierno y los arreglos del Creador, y como se han sometido a Su gobierno y a Sus arreglos, ellos habrán obtenido la verdad, habrán entendido la voluntad del Creador y habrán llegado a conocer Su carácter. Además, hay otro principio que debo contaros: haga lo que haga el Creador, se manifieste como se manifieste y sea grande o pequeña la obra que lleve a cabo, continúa siendo el Creador, mientras que toda la humanidad, creada por Él, sigue estando integrada por seres creados, independientemente de lo que hayan hecho y de cuántos talentos o dones hayan recibido. En lo que respecta a la humanidad creada, por más gracia, bendiciones, misericordia, bondad o benevolencia que haya recibido del Creador, no debería creerse distinta de las masas, que puede estar en pie de igualdad con Dios y que ocupa un rango superior entre los seres creados. Con independencia de cuántos dones te haya otorgado Dios, de cuánta gracia te haya concedido, con cuánta amabilidad te haya tratado o de si te ha dado unos talentos especiales, ninguna de estas cosas son tus activos. Eres un ser creado y, por tanto, siempre lo serás. Nunca debes pensar: “Soy un pequeño tesoro en las manos de Dios. Él no me levantaría la mano. La actitud de Dios hacia mí siempre será de amor, cuidado y suaves caricias con cálidos susurros de consuelo y aliento”. Por el contrario, a ojos del Creador, eres igual a todos los demás seres creados; Dios puede utilizarte como desee y orquestarte como lo desee, así como disponer a voluntad que desempeñes cualquier función entre toda clase de personas, acontecimientos y cosas. Esto es lo que ha de saber la gente y la sensatez que debe tener.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo al buscar la verdad se pueden conocer las obras de Dios

Al afrontar los problemas de la vida real, ¿cómo deberías conocer y entender la autoridad de Dios y Su soberanía? Cuando te enfrentes a estos problemas y no sepas cómo entender, gestionar ni experimentarlos, ¿qué actitud deberías adoptar para demostrar tu intención de someterte, tu deseo de someterte y la realidad de tu sumisión a la soberanía y las disposiciones de Dios? Primero debes aprender a esperar; después, debes aprender a buscar y, después, debes aprender a someterte. “Esperar” significa esperar el tiempo de Dios, a las personas, los acontecimientos y las cosas que Él ha organizado para ti, esperar que Su voluntad se revele gradualmente para ti. “Buscar” significa observar y entender las intenciones reflexivas de Dios para ti por medio de las personas, los acontecimientos y las cosas que Él ha establecido, entender la verdad a través de ellos, entender lo que los humanos deben lograr y el camino al que deben ceñirse, entender qué resultados quiere obtener Dios en los humanos y qué logros quiere conseguir en ellos. “Someterse”, por supuesto, se refiere a aceptar a las personas, los acontecimientos y las cosas que Dios ha orquestado, aceptar Su soberanía y, por medio de ella, llegar a conocer cómo dicta el Creador el destino del hombre, cómo provee al hombre con Su vida, cómo obra la verdad dentro del hombre. Todas las cosas bajo las disposiciones y la soberanía de Dios obedecen leyes naturales y, si te decides a dejar que Dios organice y dicte todo para ti, debes aprender a esperar, a buscar y a someterte. Esta es la actitud que toda persona que quiere someterse a la autoridad de Dios debe adoptar, la cualidad básica que debe poseer toda persona que quiera aceptar la soberanía y las disposiciones de Dios. Para tener tal actitud, para poseer tal cualidad, debéis trabajar más duro. Esta es la única manera de que podáis entrar en la verdadera realidad.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III

Si crees en la soberanía de Dios, entonces tienes que creer que los sucesos cotidianos, sean buenos o malos, no suceden al azar. No es que alguien esté siendo deliberadamente duro contigo o teniéndote en la mira; todo esto fue dispuesto por Dios. ¿Por qué orquesta Dios estas cosas? No es para revelarte tal y como eres o para exponerte; exponerte no es la meta final. La meta consiste en perfeccionarte y salvarte. ¿Cómo hace Dios eso? Comienza por hacerte consciente de tu propio carácter corrupto, de tu naturaleza y esencia, de tus defectos y tus carencias. Solo si conoces estas cosas y tienes un claro entendimiento en tu corazón, puedes buscar la verdad y, gradualmente, deshacerte de tu carácter corrupto. Esto es Dios que te está brindando una oportunidad. Tienes que saber cómo aprovechar esta oportunidad y no debes confrontarte con Dios. En particular, cuando te enfrentas con las personas, los asuntos y las cosas que Dios dispone a tu alrededor, no sientas constantemente que las cosas no son como desearías que fueran, no desees escapar constantemente de ellas o culpar y malinterpretar siempre a Dios. Si estás haciendo esas cosas constantemente, entonces no estás experimentando la obra de Dios y eso hará que te resulte muy difícil entrar en la realidad-verdad. Sea lo que sea aquello que te encuentres y no puedas entender plenamente, cuando surja una dificultad debes aprender a someterte. Debes empezar por acudir delante de Dios y orar más. De esa manera, antes de que te des cuenta, ocurrirá un cambio en tu estado interno y podrás buscar la verdad para resolver tu problema. Así, podrás experimentar la obra de Dios. Mientras esto ocurre, la realidad-verdad será forjada dentro de ti y así es como avanzarás y pasarás por una transformación en el estado de tu vida. Una vez que hayas pasado por este cambio y poseas esta realidad-verdad, poseerás además estatura, y con la estatura viene la vida. Si alguien vive siempre basándose en un carácter satánico corrupto, entonces no importa cuánto entusiasmo o energía tenga, no podrá considerarse que posea estatura o vida.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Para ganar la verdad, debes aprender de las personas, los asuntos y las cosas que te rodean

La única actitud que un ser creado debe tener hacia su Creador es la obediencia, una obediencia incondicional. Esto es algo que algunas personas de hoy en día tal vez no puedan aceptar. Esto se debe a que la estatura del hombre es demasiado pequeña y no tiene la realidad de la verdad. Si esto describe tu estado, entonces estás lejos de poder obedecer a Dios. El hombre, mientras lo provee y riega la palabra de Dios, se está preparando, de hecho, para una sola cosa. Es, en última instancia, la capacidad de alcanzar la sumisión incondicional y absoluta a Dios, momento en el cual tú, esta creación, habrás llegado al nivel requerido. En ocasiones, Dios hace deliberadamente cosas contrarias a tus nociones, a lo que quieres, o incluso aparentemente contrarias a los principios o a los sentimientos, la humanidad o las opiniones del ser humano, con lo que te resulta imposible aceptarlas y entenderlas. Lo mires por donde lo mires, no parece correcto, simplemente no puedes aceptarlo y lo que ha hecho te parece sencillamente irracional. Entonces, ¿cuál es el propósito de Dios al hacer estas cosas? Probarte. No tienes que cuestionar los cómos y los porqués de lo que Dios ha hecho; únicamente has de mantener la fe en que Él es la verdad y reconocer que es tu Creador, tu Dios. Esto es superior a toda la verdad, a toda la sabiduría mundana, a la presunta moralidad, a la ética, a lo que el hombre llama conocimiento, educación, filosofía o cultura tradicional, e incluso superior al afecto, la camaradería o el supuesto amor entre las personas: superior a absolutamente todo lo demás. Si no entiendes esto, tarde o temprano, cuando te suceda algo, es probable que te rebeles contra Dios y te extravíes, para finalmente arrepentirte y reconocer lo encantador que es Dios y el sentido de la obra que lleva a cabo en ti; o, peor aún, podrías tropezar y caer por ello. No sería aterrador que Dios te juzgara ni que te maldijera o castigara; entonces, ¿qué sería aterrador? Sería aterrador que dijera: “No salvaré a una persona como tú; ¡me rindo!”. En ese caso, estarías perdido. Por lo tanto, la gente no debería buscarle tres pies al gato diciendo: “Estas palabras —juicio y castigo— están bien, pero estas otras —maldición, destrucción, condena—, ¿no supondrían mi final? ¿Qué clase de ser creado podría ser yo después? Bien, pues abandono. Y Tú, adelante, puedes dejar de ser mi Dios”. Si decides abandonar a Dios sin haberte mantenido firme en el testimonio, Él, en realidad, podría decidir que ya no te quiere. ¿Lo habéis pensado alguna vez? Sin importar el tiempo que una persona lleve creyendo en Dios, cuánto camino haya recorrido, cuánto haya trabajado y cuántos deberes haya llevado a cabo, todo este tiempo ha sido preparación para una sola cosa: para que finalmente puedas alcanzar la sumisión incondicional y absoluta a Dios. Entonces, ¿qué significa “incondicional”? Significa ignorar tus justificaciones personales, tu razonamiento objetivo, y no discutir por nada: eres un ser creado y no eres digno. Cuando discutes con Dios, estás en la posición equivocada; cuando intentas justificarte ante Dios, estás de nuevo en la posición equivocada; cuando le porfías a Dios, cuando quieres preguntarle por qué, averiguar qué está sucediendo realmente, si no eres capaz de obedecer sin antes comprender y no te vas a someter hasta no tenerlo todo claro, estás de nuevo en la posición equivocada. Cuando la posición en la que te encuentras es la equivocada, ¿tu obediencia a Dios es absoluta? ¿Tratas a Dios como es debido? ¿Lo adoras como el Señor de toda la creación? No, no lo haces, en cuyo caso Dios no te reconoce. ¿Qué cosas pueden permitirte alcanzar una obediencia absoluta e incondicional a Dios? ¿De qué forma se puede experimentar esto? Por un lado, se requiere un poco de conciencia y un sentido de la humanidad normal; por otro, a medida que cumplas con el deber has de entender todos y cada uno de los aspectos de la verdad para que puedas comprender la voluntad de Dios. En ocasiones, la aptitud del hombre no es suficiente y él no tiene fortaleza ni energía para entender todas las verdades. No obstante, sucede una cosa: independientemente del entorno, la gente, los acontecimientos y las cosas que te encuentres y Dios haya dispuesto, siempre debes tener una actitud obediente y no preguntes por qué. Si hasta esta actitud te desborda y eres capaz de llegar hasta el punto de ponerte en guardia contra Dios, especular sobre Dios, o pensar: “tengo que pensar si lo que Dios está haciendo es verdaderamente justo. Dicen que Dios es amor; bueno, a ver si hay amor en lo que hace conmigo y si esto es amor en realidad”; si siempre estás analizando si lo que Dios hace se ajusta a tus nociones, fijándote en si es lo que te gusta, o incluso en si se ajusta a lo que consideras la verdad, estás en una posición equivocada, lo que te acarreará problemas y serás propenso a ofender el carácter de Dios.

Extracto de La comunión de Dios

¿En qué te basas tú, un ser creado, para imponer exigencias a Dios? La gente no está en condiciones de imponer exigencias a Dios. No hay nada más irracional que imponer exigencias a Dios. Él hará lo que deba hacer y Su carácter es justo. La justicia no es en modo alguno justa ni razonable; no se trata de igualitarismo, de concederte lo que merezcas en función de cuánto hayas trabajado, de pagarte por el trabajo que hayas hecho ni de darte lo que merezcas a tenor de tu esfuerzo. Esto no es justicia. Supongamos que Dios hubiera descartado a Job después de que este diera testimonio de Él: Dios también habría sido justo entonces. ¿Por qué se denomina justicia a esto? Desde un punto de vista humano, si algo concuerda con las nociones de la gente, a esta le resulta muy fácil decir que Dios es justo; sin embargo, si considera que no concuerda con sus nociones —si es algo que no comprende—, le resultará difícil decir que Dios es justo. Si Dios hubiera destruido a Job en aquel entonces, la gente no habría dicho que Él era justo. En realidad, no obstante, tanto si la gente ha sido corrompida como si no, ¿tiene que justificarse Dios cuando la destruye? ¿Debe explicar a las personas en qué se basa para hacerlo? ¿Debería fundamentar Su decisión en lo siguiente: “Si son útiles, no las destruiré; si no lo son, lo haré”? No hay necesidad de ello. A ojos de Dios, puede tratar a alguien corrupto como quiera; lo que Dios haga será acertado y todo está dispuesto por Él. Si fueras desagradable a ojos de Dios, si dijera que no le resultas útil tras tu testimonio y, por consiguiente, te destruyera, ¿sería esta también Su justicia? Lo sería. Tal vez no sepas reconocerlo ahora mismo a partir de la realidad, pero debes entenderlo en teoría. ¿Qué opináis? ¿Es la destrucción de Satanás a manos de Dios una expresión de Su justicia? Por otra parte, ¿y si permitiera que Satanás perdurara? No os atrevéis a decir nada, ¿verdad? La esencia de Dios es la justicia. Aunque no es fácil comprender lo que hace, todo cuanto hace es justo, solo que la gente no lo entiende. Cuando Dios entregó a Pedro a Satanás, ¿cómo respondió Pedro? “La humanidad es incapaz de comprender lo que haces, pero todo cuanto haces tiene Tu benevolencia; en todo ello hay justicia. ¿Cómo sería posible que no alabara Tus sabias obras?”. Hoy has de entender que Dios no destruye a Satanás para enseñar a los seres humanos cómo los ha corrompido Satanás y cómo los salva Dios; al final, debido al grado en que Satanás ha corrompido a las personas, estas contemplarán el monstruoso pecado de la corrupción de Satanás en ellas y, cuando Dios destruya a Satanás, contemplará la justicia de Dios y verá que contiene Su carácter. Todo cuanto hace Dios es justo. Aunque pueda resultarte incomprensible, no debes juzgarlo a tu antojo. Si alguna cosa que haga te parece irracional o tienes nociones al respecto y por eso dices que no es justo, estás siendo completamente irracional. Tú ya ves que a Pedro le parecían incomprensibles algunas cosas, pero estaba seguro de que la sabiduría de Dios estaba presente y que esas cosas albergaban Su benevolencia. Los seres humanos no pueden comprenderlo todo; hay muchísimas cosas que no pueden entender. Por lo tanto, no es fácil conocer el carácter de Dios.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer el justo carácter de Dios

Para el hombre, Dios hace muchas cosas incomprensibles e incluso increíbles. Cuando Dios desea orquestar a alguien, con frecuencia esta orquestación está en desacuerdo con las nociones del hombre y le resulta incomprensible. Sin embargo, esta disonancia e incomprensibilidad son precisamente la prueba y el examen de Dios para el ser humano. Entretanto, Abraham pudo demostrar su obediencia a Dios, que era la condición más fundamental de su capacidad de satisfacer Su requisito. Sólo entonces, cuando Abraham pudo obedecer esta exigencia, cuando ofreció a Isaac, Dios sintió verdaderamente confianza y aprobación hacia la humanidad, hacia Abraham, a quien había escogido. Sólo entonces estuvo Dios seguro de que esta persona que había elegido era un líder indispensable que podría acometer Su promesa y Su consiguiente plan de gestión. Aunque sólo era una prueba y un examen, Dios se sintió satisfecho, percibió el amor del hombre por Él, y se sintió confortado por este como nunca antes. En el momento en que Abraham levantó su cuchillo para matar a Isaac, ¿lo detuvo Dios? Dios no permitió que Abraham sacrificase a Isaac, sencillamente porque no tenía intención de tomar su vida. Así pues, detuvo a Abraham justo a tiempo. Para Dios, la obediencia de Abraham ya había pasado la prueba; lo que hizo fue suficiente, y Él ya había visto el resultado de lo que pretendía hacer. ¿Fue este resultado satisfactorio para Dios? Puede decirse que lo fue, que fue lo que Dios quería, y lo que anhelaba ver. ¿Es esto cierto? Aunque, en diferentes contextos, Dios usa diferentes formas de probar a cada persona; en Abraham comprobó lo que quería ver: que su corazón era sincero, y su obediencia incondicional. Este “incondicional” era precisamente lo que Dios deseaba.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II

Aunque Job nunca había visto a Dios ni había oído Sus palabras con sus propios oídos, Él tenía un lugar en su corazón. ¿Cuál era la actitud de Job hacia Dios? Era, como ya mencionamos anteriormente, “bendito sea el nombre de Jehová”.* Bendecía el nombre de Dios de manera incondicional, sin reservas y sin razones. Vemos que le había entregado su corazón, permitiendo que Él lo controlara; todo lo que pensaba, lo que decidía, y lo que planeaba en su corazón estaba expuesto abiertamente para Dios y no cerrado a Él. Su corazón no se oponía a Él, y nunca le pidió que hiciera algo por él, que le concediera algo ni albergó deseos extravagantes de conseguir alguna cosa por su adoración a Dios. Job no habló de negocios con Dios, y no le pidió ni le exigió nada. Alababa Su nombre por el gran poder y autoridad de este en Su dominio de todas las cosas, y no dependía de si obtenía bendiciones o si el desastre lo golpeaba. Job creía que, independientemente de que Dios bendiga a las personas o acarree el desastre sobre ellas, Su poder y Su autoridad no cambiarán; y así, cualesquiera que sean las circunstancias de la persona, debería alabar el nombre de Dios. Que Dios bendiga al hombre se debe a Su soberanía, y también cuando el desastre cae sobre él. El poder y la autoridad divinos dominan y organizan todo lo del hombre; los caprichos de la fortuna del ser humano son la manifestación de estos, e independientemente del punto de vista que se tenga, se debería alabar el nombre de Dios. Esto es lo que Job experimentó y llegó a conocer durante los años de su vida. Todos sus pensamientos y sus actos llegaron a los oídos de Dios, y a Su presencia, y Él los consideró importantes. Dios estimaba este conocimiento de Job, y le valoraba a él por tener un corazón así, que siempre aguardaba el mandato de Dios, en todas partes, y cualesquiera que fueran el momento o el lugar aceptaba lo que le sobreviniera. Job no le ponía exigencias a Dios. Lo que se exigía a sí mismo era esperar, aceptar, afrontar, y obedecer todas las disposiciones que procedieran de Él; creía que esa era su obligación, y que era precisamente lo que Él quería. Nunca había visto a Dios ni le había oído hablar palabra alguna, emitir mandato alguno, comunicar una enseñanza o instruirlo sobre algo. En palabras actuales, que fuera capaz de poseer semejante conocimiento de Dios y una actitud así hacia Él, aun cuando Él no le había facilitado esclarecimiento, dirección ni provisión respecto a la verdad, era algo valioso; que demostrara estas cosas bastaba para Dios, que elogió y apreció su testimonio. Job nunca le había visto ni oído pronunciar personalmente ninguna enseñanza para él, pero para Dios su corazón y él mismo eran mucho más preciados que esas personas que, delante de Él, solo podían hablar de profundas teorías, jactarse, y departir sobre ofrecer sacrificios, pero nunca habían tenido un conocimiento verdadero de Dios ni le habían temido en realidad. Y es que el corazón de Job era puro, no estaba escondido de Dios, su humanidad era honesta y bondadosa, y amaba la justicia y lo que era positivo. Sólo un hombre así, con un corazón y una humanidad semejante era capaz de seguir el camino de Dios, de temerle y apartarse del mal. Este tipo de hombre podía ver la soberanía, la autoridad y el poder de Dios, a la vez que tenía la capacidad de lograr la obediencia a Su soberanía y a Sus disposiciones. Sólo un hombre así podía alabar realmente el nombre de Dios, porque no consideraba si Él lo bendecía o traía el desastre sobre él, porque sabía que Su mano lo controla todo, y la preocupación del hombre es señal de necedad, ignorancia e insensatez, de dudas hacia la realidad de la soberanía de Dios sobre todas las cosas, y de no temerle. El conocimiento de Job era precisamente lo que Dios quería.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II

Como las personas no reconocen las orquestaciones y la soberanía de Dios, siempre afrontan el destino desafiantemente, con una actitud rebelde, y siempre quieren desechar la autoridad y la soberanía de Dios y las cosas que el destino les tiene guardadas, esperando en vano cambiar sus circunstancias actuales y alterar su destino. Pero nunca pueden tener éxito y se ven frustrados a cada paso. Esta lucha, que tiene lugar en lo profundo del alma de uno, causa un dolor profundo, el tipo de dolor que se mete en los huesos, mientras uno está desperdiciando su vida todo ese tiempo. ¿Cuál es la causa de este dolor? ¿Es debido a la soberanía de Dios, o porque una persona nació sin suerte? Obviamente ninguna de las dos es cierta. En última instancia, es debido a las sendas que las personas toman, los caminos que eligen para vivir sus vidas. Algunas personas pueden no haberse dado cuenta de estas cosas. Pero cuando conoces realmente, cuando verdaderamente llegas a reconocer que Dios tiene soberanía sobre el destino humano, cuando entiendes realmente que todo lo que Dios ha planeado y decidido para ti es un gran beneficio, y es una gran protección, sientes que tu dolor empieza a aliviarse gradualmente, y todo tu ser se queda relajado, libre, liberado. A juzgar por los estados de la mayoría de las personas, objetivamente no pueden aceptar el valor y el significado prácticos de la soberanía del Creador, aunque en un nivel subjetivo no quieren seguir viviendo como antes y quieren aliviar su dolor; objetivamente, no pueden reconocer ni someterse realmente a la misma, y mucho menos saber cómo buscar y aceptar las orquestaciones y los arreglos del Creador. Así, si las personas no pueden reconocer realmente el hecho de que el Creador tiene soberanía sobre el destino humano y sobre todos los asuntos humanos, si no pueden someterse realmente a Su dominio, entonces será difícil para ellas no verse impulsadas y coartadas por la idea de que “el destino de uno está en sus propias manos”. Será difícil para ellas deshacerse del dolor de su intensa lucha contra el destino y la autoridad del Creador, y no hace falta decir que también será difícil para ellas estar verdaderamente liberadas y libres, convertirse en personas que adoran a Dios. Pero existe una forma muy simple de liberarse de este estado, que es decir adiós a la antigua forma de vida de uno, a los anteriores objetivos en la vida, resumir y analizar el estilo de la vida, visión de la vida, las búsquedas, los deseos y los ideales, y compararlos después con la voluntad y las exigencias de Dios para el hombre, y ver si todos ellos son acordes con estas, si todos ellos transmiten los valores correctos de la vida, llevan a uno a un mayor entendimiento de la verdad, y le permiten vivir con humanidad y la semejanza de un ser humano. Cuando investigas repetidamente y analizas cuidadosamente los diversos objetivos que las personas persiguen en la vida y sus miles de formas diferentes de vivir, verás que ninguno de ellos encaja con el propósito original del Creador con el que creó a la humanidad. Todos ellos apartan a las personas de Su soberanía y Su cuidado; todos son trampas que provocan que las personas se vuelvan depravadas y que las llevan al infierno. Después de que reconozcas esto, tu tarea es dejar de lado tu antigua visión de la vida, mantenerte alejado de diversas trampas, dejar a Dios que se haga cargo de tu vida y haga arreglos para ti, es intentar someterte solamente a las orquestaciones y la dirección de Dios, vivir sin tener elección personal y convertirte en una persona que lo adora a Él. Esto suena fácil, pero es difícil de hacer. Algunos pueden soportar el dolor que ello conlleva, otros no. Algunos están dispuestos a obedecer, otros no. Los que no están dispuestos carecen del deseo y la determinación para hacerlo; son claramente conscientes de la soberanía de Dios, saben perfectamente bien que es Él quien planea y organiza el destino humano, pero siguen pateando y siguen sin reconciliarse con la idea de dejar sus destinos en las manos de Dios y someterse a Su soberanía y, además, están resentidos con Sus orquestaciones y Sus disposiciones. Así, habrá siempre algunas personas que quieran ver por sí mismas de lo que son capaces; quieren cambiar sus destinos con sus propias manos, o conseguir la felicidad con sus propias fuerzas, ver si pueden sobrepasar los límites de la autoridad de Dios y subir por encima de Su soberanía. La tragedia del hombre no es que busque una vida feliz ni que persiga fama y fortuna o luche contra su propio destino a través de la niebla, sino que después de haber visto la existencia del Creador, después de haber conocido la realidad de que Él tiene soberanía sobre el destino humano, siga sin enmendar sus caminos, sin poder sacar los pies del fango, y endurezca su corazón persistiendo en sus errores. Preferiría quedarse revolcándose en el barro, compitiendo obstinadamente contra la soberanía del Creador, resistiéndose a ella hasta el amargo final, sin la más mínima pizca de remordimiento. Solo cuando yace quebrantado y sangrando decide finalmente rendirse y darse la vuelta. Esto es lo realmente triste del ser humano. Así pues, digo que aquellos que deciden someterse son sabios, y aquellos que luchan y se escapan son testarudos sin duda.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III

Alcanzar un conocimiento y un entendimiento claros y precisos de estas verdades relativas a la soberanía de Dios sobre el destino humano es una lección obligatoria para todos, es la clave para conocer la vida humana y alcanzar la verdad. Así es la vida de conocer a Dios, su curso de estudio básico, que todo el mundo debe afrontar cada día, que nadie puede evadir. Si alguien desea tomar atajos para llegar a esta meta, ¡entonces te digo ahora que eso es imposible! Si quieres escapar de la soberanía de Dios, ¡eso es aún más imposible! Dios es el único Señor del hombre, el único Amo de su destino, y por tanto es imposible para el hombre dictar su propio destino, darle la espalda. No importa lo grandes que sean las capacidades de uno, no se puede influenciar, mucho menos orquestar, organizar, controlar ni cambiar los destinos de los demás. Solo el único Dios mismo dicta todas las cosas para el hombre, porque solo Él posee la autoridad única que tiene soberanía sobre el destino humano, y por tanto, solo el Creador es el único Señor del hombre. La autoridad de Dios tiene soberanía no solo sobre la humanidad creada, sino también sobre los seres no creados que ninguna persona puede ver, sobre las estrellas, sobre el cosmos. Este es un hecho indiscutible, un hecho que existe realmente, que ningún humano ni cosa pueden cambiar. Si alguno de vosotros sigue descontento con las cosas tal como están, y cree que tiene alguna habilidad o capacidad especiales, y piensa que puede tener suerte y cambiar sus circunstancias presentes o escapar de ellas; si intentas cambiar tu propio destino por medio del esfuerzo humano, y de este modo destacas sobre tus compañeros y consigues fama y fortuna; entonces te digo, estás dificultándote las cosas, solo estás buscando problemas, ¡estás cavando tu propia tumba! Un día, tarde o temprano, descubrirás que has tomado la decisión equivocada y que tus esfuerzos se han desperdiciado. Tu ambición, tu deseo de luchar contra el destino y tu conducta indignante, te llevarán por un camino sin retorno, y pagarás por esto un precio amargo. Aunque en este momento no veas la gravedad de las consecuencias, conforme continúes experimentando y apreciando más profundamente la verdad de que Dios es el Señor del destino humano, tomarás conciencia lentamente de lo que estoy hablando hoy y sus implicaciones reales. Que tengas o no un corazón y un espíritu, que seas o no una persona que ama la verdad, depende de la clase de actitud que adoptes hacia la soberanía de Dios y la verdad. Y, naturalmente, esto determina si puedes conocer y entender verdaderamente la autoridad de Dios. Si nunca en tu vida has sentido la soberanía de Dios y Sus disposiciones, y mucho menos reconociste y aceptaste la autoridad de Dios, entonces serás totalmente inútil y serás sin duda objeto del aborrecimiento y el rechazo de Dios, gracias a la senda que has tomado y a la elección que has hecho. Pero aquellos que, en la obra de Dios, puedan aceptar Su prueba y Su soberanía, someterse a Su autoridad, y gradualmente obtener una experiencia real de Sus palabras, habrán alcanzado un conocimiento real de la autoridad de Dios, un entendimiento real de Su soberanía, y habrán pasado a estar realmente sujetos al Creador. Solo tales personas se habrán salvado verdaderamente. Debido a que han conocido la soberanía de Dios, debido a que la han aceptado, su reconocimiento de la realidad de la soberanía de Dios sobre el destino humano y su sumisión a esta son reales y precisas. Cuando afronten la muerte serán capaces, como Job, de tener una mente impertérrita con la muerte, de someterse a las orquestaciones y disposiciones de Dios en todas las cosas, sin elección individual, sin deseos individuales. Solo una persona así podrá volver al lado del Creador como un verdadero ser humano creado.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III

La cita bíblica marcada (*) ha sido traducida de AKJV.

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