De todos los actos malvados

que hizo el pueblo de Sodoma,

herir a los sirvientes de Dios

fue solo la punta del iceberg,

un mero indicio de su maldad,

solo una gota en el océano.

Por eso Dios los destruyó con el fuego.

Dios los destruyó con el fuego.

La destrucción de Sodoma detuvo el deseo de Satanás

de corromper al hombre y oponerse a Dios.

Es la deshonra de rechazar a Dios

cuando el hombre se daba al vicio.

Es una revelación real del carácter justo de Dios.

Dios no usó una inundación ni un huracán,

ni temblor ni tsunami:

eligió el fuego para destruir por completo la ciudad.

Desaparecería de la faz de la tierra,

tanto su forma y estructuras

como las almas de sus habitantes.

Todo sería erradicado, ya no existiría nada en la ciudad.

Todo lo relacionado con Sodoma sería destruido,

su pueblo no tendría otra vida ni reencarnación.

Serían separados de la humanidad de Su creación

por toda la eternidad.

La destrucción de Sodoma detuvo el deseo de Satanás

de corromper al hombre y oponerse a Dios.

Es la deshonra de rechazar a Dios

cuando el hombre se daba al vicio.

Es una revelación real del carácter justo de Dios.

El uso del fuego significó el fin del pecado allí.

Fue contenido y así dejaría de existir.

La maldad de Satanás perdió su terreno,

su cementerio donde poder vivir.

En la guerra entre Dios y Satanás,

Dios usa el fuego para marcar Su victoria,

es la marca que pone a Satanás.

La destrucción de Sodoma detuvo el deseo de Satanás

de corromper al hombre y oponerse a Dios.

Es la deshonra de rechazar a Dios

cuando el hombre se daba al vicio.

Es una revelación real del carácter justo de Dios.

de Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos