Qué significa perseguir la verdad (6)

¿Recordáis el contenido de nuestra última reunión? (Dios enseñó primero las diferencias entre lo que la gente considera buenas conductas en comparación con la vida de una humanidad normal como Él la exige, y luego habló de la conducta moral del hombre en la cultura tradicional y recapituló veintiuna afirmaciones de conducta moral del hombre). En la última reunión hablé de dos temas. En primer lugar, hablé algo más de la buena conducta, y después di una pequeña enseñanza introductoria y sencilla sobre la condición, conducta y virtud del hombre, sin entrar en grandes detalles. Ya hemos hablado varias veces sobre el tema de lo que significa buscar la verdad, y ya he terminado de enseñar todas las buenas conductas relacionadas con la búsqueda de la verdad que tenía que exponer y analizar. La última vez también enseñé un poco algunos temas fundamentales relativos a la conducta moral del hombre. Pese a no ofrecer una revelación ni un análisis pormenorizado de estos enunciados de conducta moral del hombre, sí enumeramos bastantes ejemplos de diferentes afirmaciones acerca de ellos; veintiuno, para ser exactos. Estos veintiún ejemplos son, en esencia, los diversos enunciados que la cultura tradicional china le inculca al pueblo, dominados por las ideas de benevolencia, rectitud, decoro, sabiduría y fiabilidad. Por ejemplo, aludimos a varios dichos de conducta moral del hombre relativos a la lealtad, la rectitud, el decoro y la confianza, y también a cómo deben actuar hombres, mujeres, autoridades, niños, etc. Independientemente de si estos veintiún dichos son exhaustivos o globales, en todo caso pueden representar, fundamentalmente, la esencia de las diversas exigencias de la cultura tradicional china en relación con la conducta moral del hombre, desde una perspectiva tanto ideológica como sustancial. Tras enumerar estos ejemplos, ¿los meditasteis y hablasteis de ellos? (Hablamos un poco de ellos en nuestras reuniones y descubrimos que es fácil confundir algunos de estos enunciados con la verdad. Por ejemplo, entre otros, “es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas”, “daría la vida por un amigo” y “esmérate en manejar con lealtad aquello que te hayan confiado”). Hay más dichos, como: “la amabilidad de una gota de agua debe ser recompensada con un manantial”, “la palabra de un caballero es sagrada”, “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”, “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás” y “al beber agua de un pozo, nunca hay que olvidar quién lo cavó”, etc. Si observas minuciosamente, comprobarás que la mayoría de las personas, en esencia, basan su comportamiento y las evaluaciones de su propia conducta moral y de la de los demás en estos enunciados de conducta moral. Estas cosas están presentes en el interior de cada persona hasta cierto punto. Uno de los motivos principales es el entorno social en que viven las personas y la educación que reciben del gobierno; otro es la educación que reciben de su familia y las tradiciones que les transmiten sus antepasados. Algunas familias enseñan a sus hijos a no quedarse nunca el dinero que se encuentran y otras les enseñan que deben ser patriotas y que “todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”, pues toda familia es dependiente de su país. Algunas familias enseñan a sus hijos “que nunca te corrompa la riqueza, te cambie la pobreza ni te doblegue ninguna fuerza” y que jamás deben olvidar sus raíces. Hay padres que utilizan enunciados claros para enseñar a sus hijos conductas morales, mientras que otros no saben expresar claramente sus ideas de conducta moral, pero sirven de modelo para sus hijos y les enseñan con el ejemplo, con lo que influyen en la siguiente generación y la educan con sus palabras y acciones. Entre dichas palabras y acciones pueden encontrarse las siguientes: “la amabilidad de una gota de agua debe ser recompensada con un manantial”, “disfruta ayudando a otros”, “de bien nacidos es ser agradecidos” y enunciados más altisonantes, como “ten principios y no seas corrupto” y demás. Los temas y la esencia de lo que los padres enseñan a sus hijos suelen encontrarse dentro del ámbito de la conducta moral exigida por la cultura tradicional china. Lo primero que los maestros les dicen a los alumnos cuando llegan a la escuela es que deben ser amables con los demás y disfrutar ayudándolos, que no deben quedarse el dinero que se encuentren y que deben honrar a sus maestros y venerar sus enseñanzas. Cuando los alumnos estudian la antigua prosa china o las biografías de héroes de la Antigüedad, se les enseña que “hay que dar la vida por un amigo”, “no se puede servir a dos señores, como tampoco una buena mujer puede tener dos maridos”, “muere con las botas puestas”, “todas las personas tienen parte de responsabilidad en el destino de su país”, “no hay que quedarse los objetos perdidos que te encuentres por la calle”, etc. Todas estas cosas derivan de la cultura tradicional. Las naciones también defienden y propagan estas ideas. En realidad, la educación nacional promueve más o menos las mismas cosas que la educación familiar: todas giran en torno a estas ideas de la cultura tradicional. Las ideas derivadas de la cultura tradicional impregnan prácticamente todas las exigencias relacionadas con la condición humana, la virtud, la conducta, etc. En cierto sentido, exigen que las personas aparenten etiqueta y modales, que actúen y se comporten de una forma que reciba el visto bueno de los demás y que exhiban buenas conductas y acciones para que todos las vean, mientras ocultan los aspectos oscuros del fondo de su corazón. Por otra parte, elevan al nivel de conducta moral las actitudes, conductas y acciones relacionadas con la manera de comportarse, de acercarse a la gente y de abordar los asuntos; las relacionadas con el trato a familiares y amigos y las relacionadas con la forma de abordar a diversos tipos de personas y cosas, con lo que se logra el elogio y respeto de los demás. Las exigencias que la cultura tradicional impone a las personas giran, básicamente, en torno a estos aspectos. Tanto si se trata de las ideas que la gente defiende a gran escala en la sociedad como, a menor escala, las ideas de conducta moral que la gente promueve y defiende en el seno familiar, así como las exigencias que se le presentan a la gente con respecto a su conducta, todo ello entra, fundamentalmente, dentro de este ámbito. Así pues, entre la gente, ya sea en la cultura tradicional china o en las culturas tradicionales de otros países, incluidas las culturas occidentales, todas estas ideas de conducta moral consisten en cosas que la gente puede lograr e ingeniar, cosas que la gente puede llevar a cabo sobre la base de su conciencia y razón. Al menos hay personas capaces de cumplir con parte de la conducta moral que se les exige. Estas exigencias se limitan únicamente al ámbito de la moralidad, el temperamento y las preferencias de las personas. Si no me crees, te animo a que mires detenidamente a ver cuáles de estas exigencias de conducta moral de las personas abordan su carácter corrupto. ¿Cuáles abordan el hecho de que la gente está harta de la verdad, de que esta le desagrada y de que se resiste a Dios en su misma esencia? ¿Cuáles de estas exigencias guardan alguna relación con la verdad? ¿Cuáles de estas exigencias puede llegar al nivel de la verdad? (Ninguna). Se miren como se miren estas exigencias, ninguna puede llegar al nivel de la verdad. Ninguna de ellas tiene nada que ver con la verdad, ninguna tiene la más mínima relación con ella. Hasta ahora, aquellos que hace mucho que creen en Dios, que tienen cierta experiencia y que comprenden un poco la verdad tendrán solamente una pizca de auténtica comprensión de este asunto; sin embargo, la mayoría de la gente todavía comprende meras doctrinas y está de acuerdo con esta idea en teoría, al tiempo que no alcanza el nivel de auténtica comprensión de la verdad. ¿Por qué? Porque la mayoría solo llega a comprender que estos aspectos de la cultura tradicional no concuerdan con la verdad ni guardan relación con ella a base de comparar estas normas de la cultura tradicional con las palabras y exigencias de Dios. Puede que, de manera verbal, reconozca totalmente que estas cosas no tienen nada que ver con la verdad, pero, en el fondo del corazón, aquello a lo que aspira, que ve con buenos ojos, que prefiere y que acepta fácilmente es, en esencia, estas ideas surgidas de la cultura tradicional de la humanidad, algunas de las cuales son cosas que su país defiende y promueve. La gente las considera positivas o las trata como la verdad, ¿no es así? (Sí). Como ves, estos aspectos de la cultura tradicional han arraigado profundamente en el corazón del hombre y no pueden erradicarse y desarraigarse en poco tiempo.

Aunque las veintiuna exigencias de conducta moral del hombre que hemos enumerado no son sino una parte de la cultura tradicional china, hasta cierto punto pueden ser representativas de todas las exigencias de la cultura tradicional china sobre la conducta moral del hombre. Cada una de estas veintiuna afirmaciones es considerada por el hombre como algo positivo, noble y correcto, y la gente cree que estas afirmaciones le permiten vivir con dignidad y que son una variedad de conducta moral digna de admiración y estima. Dejaremos de lado por ahora dichos relativamente superficiales como el de no quedarte el dinero que te encuentres o el de disfrutar ayudando a otros, y hablaremos, en cambio, de la conducta moral que el hombre admira especialmente y cree noble. Por ejemplo, tomemos el dicho “que nunca te corrompa la riqueza, te cambie la pobreza ni te doblegue ninguna fuerza”; la forma más sencilla de resumir el significado de este enunciado es que uno no debe olvidar sus raíces. Si una persona tiene esta conducta moral, todo el mundo cree que tiene una personalidad muy noble y que realmente “tiene principios y no es corrupto”. La gente aprecia mucho esto. Que la gente lo aprecie mucho significa que realmente da su visto bueno a este tipo de enunciados y está de acuerdo con ellos. Y, por supuesto, también admira enormemente a quienes son capaces de llevar a cabo esta conducta moral. Hay muchas personas que creen en Dios, pero aun así les parecen realmente bien estas cosas promovidas por la cultura tradicional y desean poner en práctica esas buenas conductas. Estas personas no comprenden la verdad: para ellas, creer en Dios implica ser buena persona, ayudar a los demás, disfrutar ayudándolos, no engañar ni perjudicar nunca a otras personas, no afanarse por las cosas mundanas y no codiciar riquezas ni placeres. En el fondo, todas ellas están de acuerdo en que el enunciado “que nunca te corrompa la riqueza, te cambie la pobreza ni te doblegue ninguna fuerza” es correcto. Algunos señalan: “Si, antes de creer en Dios, alguien ya se rige por conductas morales como la de ‘que nunca te corrompa la riqueza, te cambie la pobreza ni te doblegue ninguna fuerza’, si es una persona buena y amable que no olvida sus raíces, luego, tras sumarse a la fe, enseguida podrá obtener el gozo de Dios. A la gente así le resulta fácil entrar en el reino de Dios: puede recibir Sus bendiciones”. Cuando muchas personas evalúan y contemplan a los demás, no observan su esencia según las palabras de Dios y la verdad, sino que los evalúan y contemplan según las exigencias de la cultura tradicional sobre la conducta moral de las personas. Desde esta perspectiva, ¿no es probable que aquellos que no comprenden la verdad confundan con ella cosas que el hombre cree buenas y correctas? ¿No es probable que consideren que las personas que el hombre cree buenas son las que Dios cree buenas? La gente siempre quiere imponerle sus ideas a Dios; al hacerlo, ¿no comete un error de principios? ¿No ofende esto el carácter de Dios? (Sí). Es un problema gravísimo. Si la gente verdaderamente posee razonamiento, debe buscar la verdad en las materias que no sea capaz de captar, llegar a comprender la voluntad de Dios y no soltar imprudentemente un montón de tonterías. En los criterios y principios de Dios para evaluar al hombre, ¿hay algún renglón que diga: “Aquellos que no olvidan sus raíces son buenas personas y tienen las características de una buena persona”? ¿Alguna vez ha afirmado Dios algo así? (No). En las exigencias concretas que Dios ha planteado al hombre, ¿ha dicho alguna vez: “Si eres pobre, no debes robar. Si eres rico, no debes ser promiscuo. Ante intimidaciones o amenazas, nunca debes someterte”? ¿Contienen las palabras de Dios semejantes exigencias? (No). En efecto, no es así. Es bastante evidente que el enunciado “que nunca te corrompa la riqueza, te cambie la pobreza ni te doblegue ninguna fuerza” es palabra del hombre: no se ajusta a las exigencias de Dios al hombre, es incompatible con la verdad y, en el fondo, no es lo mismo que la verdad. Dios nunca ha exigido que los seres creados no olviden sus raíces. ¿Qué significa no olvidar tus raíces? Te pongo un ejemplo: si tus antepasados eran agricultores, debes conservar siempre su memoria. Si tus antepasados se dedicaban a un oficio, has de mantener la práctica de ese oficio y transmitirlo de generación en generación. No puedes olvidar estas cosas ni siquiera cuando empieces a creer en Dios: no puedes olvidar las enseñanzas, los oficios ni nada que te hayan transmitido tus antepasados. Si tus antepasados eran mendigos, debes conservar los palos con los que golpeaban a los perros. Si los antepasados tuvieron que sobrevivir a base de paja y plantas silvestres, sus descendientes también deben procurar comer paja y plantas silvestres; eso es rememorar las penas del pasado para saborear las alegrías del presente, no olvidar las raíces. Hicieran lo que hicieran tus antepasados, debes mantenerlo. No puedes olvidarte de tus antepasados solo porque tengas formación y estatus. Los chinos son muy exigentes con estas cosas. En su fuero interno, parece que aquellos que no olvidan sus raíces son los únicos con conciencia y razón, las únicas personas capaces de comportarse con rectitud y de vivir con dignidad. ¿Es correcto este criterio? ¿Hay alguna cosa similar en las palabras de Dios? (No). Dios nunca ha dicho nada parecido. Este ejemplo evidencia que, aunque el hombre admire y aspire a un reino de la virtud; aunque esto parezca algo positivo, algo que puede regular la conducta moral del hombre y evitar que la gente siga la senda del mal y se vuelva depravada, y aunque se propague entre la gente y sea aceptado por toda ella como algo positivo, si lo comparas con las palabras de Dios y la verdad, verás que estas afirmaciones e ideas de la cultura tradicional son completamente absurdas. Verás que, sencillamente, no vale la pena mencionarlas, que no tienen ni la más mínima relación con la verdad y que están incluso más lejos de ser las exigencias y la voluntad de Dios. Al defender estas ideas y opiniones y esgrimir diversos enunciados de conducta moral del hombre, la gente no hace más que utilizar ciertas cosas, más allá del ámbito del pensamiento del hombre, para aparentar que es original y novedosa, para hacer alarde de su grandeza y corrección y para que la idolatren. Tanto en Oriente como en Occidente, la gente piensa básicamente lo mismo. Las ideas y los puntos de partida de las exigencias que las personas defienden y esgrimen en relación con la conducta moral del hombre, y los objetivos que desean alcanzar con dichas exigencias, son fundamentalmente los mismos. Aunque los occidentales no tienen ideas y opiniones concretas como “devuelve el bien por mal” y “la amabilidad de una gota de agua debe ser recompensada con un manantial”, en las que hacen hincapié los orientales, y aunque no tienen dichos explícitos como los de la cultura tradicional china, su cultura tradicional está plagada exclusivamente de estas ideas. Aunque las cosas que hemos estado enseñando y compartiendo pertenecen a la cultura tradicional china, hasta cierto punto, y en esencia, estas afirmaciones y exigencias de conducta moral representan las ideas dominantes de toda la humanidad corrupta.

Hoy hemos hablado, principalmente, del tipo de influencia negativa de la cultura tradicional sobre las personas a través de sus afirmaciones y exigencias relativas a la conducta moral del hombre. Entendido esto, el siguiente concepto más importante que la gente debe comprender es, de hecho, qué requiere Dios, Señor de la creación, respecto a la conducta moral de la humanidad, qué ha dicho en concreto y qué exigencias ha planteado. Esto es lo que la humanidad debe llegar a comprender. Ya hemos visto claramente que la cultura tradicional no da el menor testimonio de cuáles son las exigencias de Dios al hombre ni de las palabras que ha pronunciado, y que la gente no ha buscado la verdad en esta materia. Por ello, la cultura tradicional fue lo que primero que aprendió la gente y lo que la ha dominado, lo que ha penetrado en su interior y ha guiado la forma en que la humanidad ha vivido durante milenios. Esta es la principal manera en que Satanás ha corrompido a la humanidad. Una vez reconocido claramente este hecho, lo más importante que la gente debe comprender ahora es qué exigencias tiene el Señor de la creación para con los seres humanos creados respecto a su humanidad y moralidad; o sea, qué criterios hay en cuanto a este aspecto de la verdad. Al mismo tiempo, la gente debe llegar a comprender cuál de estos elementos es la verdad: o las exigencias planteadas por la cultura tradicional, o lo que Dios exige a la humanidad. Debe comprender cuál puede purificar a las personas, salvarlas y guiarlas por la senda correcta en la vida, y cuál es una falacia que puede engañar y perjudicar a las personas y que las lleva por la senda equivocada hacia una vida de pecado. Una vez que la gente discierne esto, puede reconocer que las exigencias del Señor de la creación a la humanidad están dispuestas por el cielo y aceptadas en la tierra y que son los principios de la verdad que deben practicar las personas. En cuanto a las afirmaciones de conducta moral y los criterios de evaluación de la cultura tradicional que influyen en la búsqueda de la verdad por parte de la gente, en sus opiniones sobre las personas y cosas y en sus conductas y actos, si la gente es capaz de discernir un poco dichas afirmaciones, entenderlas, reconocer que son esencialmente absurdas y renunciar a ellas de corazón, entonces se pueden resolver algunas confusiones o problemas de la gente en relación con la conducta moral. ¿No reduciría la resolución de estas cosas un buen número de los obstáculos y dificultades a los que se enfrenta la gente en la senda búsqueda de la verdad? (Sí los reduciría). Cuando la gente no comprende la verdad, puede confundir las ideas generalmente aceptadas sobre la conducta moral con la verdad, seguirlas y atenerse a ellas como si fueran la verdad. Esto afecta en gran medida a la capacidad de las personas para comprender y practicar la verdad, así como a los resultados que logran cuando buscan la verdad para alcanzar la transformación del carácter. Esto es algo que no os gustaría a ninguno de vosotros; naturalmente, es algo que tampoco quiere Dios. Por tanto, con respecto a estos enunciados, ideas y puntos de vista supuestamente positivos sobre la conducta moral que defiende el hombre, la gente debe primero conocerlos y discernirlos claramente sobre la base de las palabras de Dios y la verdad y entender su misma esencia, con lo que se formará una evaluación y una posición precisas sobre estas cosas en lo más hondo del corazón, tras lo cual podrá desenterrarlos poco a poco, erradicarlos y dejarlos atrás. En lo sucesivo, cada vez que la gente vea que esos enunciados supuestamente positivos están reñidos con la verdad, debe elegir primero la verdad, no los enunciados que se consideran positivos dentro de las nociones del hombre, pues dichos enunciados supuestamente positivos son meras opiniones del hombre y realmente no concuerdan con la verdad. Sea cual sea la perspectiva desde la que hablemos, nuestro principal objetivo al enseñar hoy estos temas es eliminar diversos obstáculos que se presentan durante la búsqueda de la verdad por parte de la gente, especialmente las incertidumbres que surgen en la mente de las personas con respecto a las palabras de Dios y los criterios de la verdad. Dichas incertidumbres implican que, cuando vas a aceptar y practicar la verdad, no sabes qué cosas son enunciados de conducta moral defendidos por la humanidad, cuáles son exigencias de Dios a la humanidad y cuáles son verdaderos principios y criterios. La gente no tiene claras estas cosas. ¿Por qué? (Porque no comprende la verdad). Por un lado, porque no comprende la verdad. Por otro, porque carece de discernimiento sobre las afirmaciones de conducta moral creadas por la cultura tradicional de la humanidad y todavía no entiende la esencia de estas afirmaciones. Al final, en un estado de confusión mental, determinarás que aquellas cosas que aprendiste primero, y que están arraigadas en tu mente, son correctas; determinarás que aquellas cosas que todo el mundo reconoce generalmente como buenas son correctas. Y entonces elegirás estas cosas que te agradan, que puedes lograr y que concuerdan con tus gustos y nociones, y te aproximarás, aferrarás y adherirás a estas cosas como si fueran la verdad. Y, en consecuencia, el comportamiento y la conducta de la gente, así como aquello que persiga, lo que elija y a lo que se aferre, estarán completamente desvinculados de la verdad: formarán parte de conductas y demostraciones humanas de moralidad alejadas del ámbito de la verdad. Las personas se aproximan y aferran a estos aspectos de la cultura tradicional como si fueran la verdad, mientras hacen a un lado e ignoran las verdades de las exigencias de Dios con respecto a la conducta del hombre. Sin importar cuántas de las conductas que el hombre percibe como buenas tenga una persona, esta nunca alcanzará el visto bueno de Dios. En estos casos, la gente malgasta mucho esfuerzo en cosas alejadas del ámbito de la verdad. Además, al considerar verdad estas cosas derivadas del hombre que no concuerdan con la verdad, la gente ya se ha descarriado. La gente aprendió en primer lugar estos aspectos de la cultura tradicional y, por ende, está dominada por ellos; estas cosas suscitan todo tipo de opiniones falaces en su interior y le provocan grandes dificultades y perturbaciones cuando intenta comprender y practicar la verdad. Toda persona cree que, si tiene unos comportamientos virtuosos, Dios le dará Su visto bueno, y que será apta para recibir Sus bendiciones y Su promesa, pero ¿puede aceptar el juicio y castigo de Dios con este punto de vista y esta mentalidad? ¿Cuán grande es el obstáculo que dicha mentalidad representa para la purificación y salvación de las personas? ¿No llevarán estas fantasías y nociones a la gente a malinterpretar a Dios, rebelarse contra Él y resistirse a Él? ¿No serán estas las consecuencias? (Sí, lo serán). Ya he expresado grosso modo la trascendencia de hablar de este tema; esta es la idea general.

A continuación examinaremos y analizaremos uno por uno los diversos dichos de la cultura tradicional china sobre la conducta moral, y luego llegaremos a una conclusión sobre ellos. Así todo el mundo obtendrá una ratificación y una respuesta básicas al respecto y tendrá, como mínimo, una comprensión y una visión relativamente precisas de estos dichos. Empecemos por el primero: “No te quedes el dinero que te encuentres”. ¿Cuál sería una explicación precisa de este proverbio? (Que, si te encuentras algo, no debes tomarlo y reclamarlo como tuyo. Hace referencia a una variedad de buena moral y a una costumbre social). ¿Es fácil de conseguir? (Relativamente fácil). Para la mayoría es fácil de conseguir: si te encuentras algo, sea lo que sea, no debes quedártelo, pues pertenece a otra persona. No mereces tenerlo y debes devolvérselo a su legítimo propietario. Si no puedes encontrar a su legítimo propietario, debes entregárselo a las autoridades, en ningún caso quedártelo; todo ello con el ánimo de no codiciar los bienes ajenos y de no aprovecharse de los demás. Es una exigencia de conducta moral del hombre. ¿Cuál es el objetivo de imponer este tipo de exigencia sobre la conducta moral de las personas? Cuando la gente tiene esta clase de conducta moral, esta tiene una repercusión buena y positiva sobre el clima social. El objetivo de inculcarle dichas ideas a la gente es impedir que se aproveche de los demás, con lo que conservará su buena conducta moral. Si toda persona tiene esta clase de buena conducta moral, el clima social mejorará y llegará un momento en que nadie se quedará los objetos perdidos que se encuentre por la calle y no será preciso que nadie cierre la puerta con llave por la noche. Con esta clase de clima social, el orden público mejorará y la gente podrá vivir más tranquila. Habrá menos robos y hurtos, menos peleas y menos asesinatos por venganza; las personas que vivan en este tipo de sociedad sentirán seguridad y tendrán mayor bienestar general. “No te quedes el dinero que te encuentres” es una exigencia de conducta moral hacia las personas en su entorno social y vital. El objetivo de esta exigencia es preservar el clima social y el entorno vital de las personas. ¿Es fácil conseguirlo? Pueda conseguirlo o no la gente, quienes propusieron esta idea y exigencia de conducta moral del hombre pretendían hacer realidad el entorno social y vital ideal anhelado por la gente. “No te quedes el dinero que te encuentres” no guarda relación alguna con los criterios de conducta del hombre; es una mera exigencia de conducta moral hacia las personas cuando se encuentren algo. Guarda poca relación con la esencia del hombre. La humanidad lleva milenios exigiendo esta conducta moral del hombre. Naturalmente, cuando la gente se atiene a esta exigencia, un país o una sociedad puede pasar por un período en que haya menos delincuencia, e incluso puede llegar al punto de que no haga falta que la gente cierre la puerta con llave por la noche, nadie se quede los objetos perdidos que se encuentre por la calle y la mayoría no se quede el dinero que se encuentre. En esos momentos, el clima social, el orden público y el entorno vital serán relativamente estables y armoniosos, pero este clima y este entorno social solo pueden mantenerse temporalmente, durante cierto plazo o por un tiempo determinado. Es decir, las personas solamente pueden alcanzar o mantener este tipo de conducta moral en determinados entornos sociales. En cuanto cambie su entorno vital y se altere el antiguo clima social, es probable que la moral de “no quedarse el dinero que se encuentre” cambie, a la par que se producirán transformaciones del entorno, del clima y de las tendencias sociales. Observa que, tras llegar al poder, el gran dragón rojo engatusó al pueblo promoviendo todo tipo de dichos para garantizar la estabilidad social. En los años 8o llegó a haber una canción popular que decía: “A un lado de la carretera, recogí un céntimo del suelo y se lo di a un policía. El agente agarró el céntimo y me hizo un guiño. Le dije alegremente: ‘¡Hasta luego, señor!’”. Por lo visto, hasta el pequeño detalle de entregar un céntimo era digno de mención y de cantarlo; ¡qué moral social y qué conducta más “nobles”! ¿En serio era así? La gente es capaz de entregarle a un policía un céntimo que se encuentre, pero ¿entregaría cien o mil yuanes? Es difícil saberlo. Si una persona viera oro, plata u objetos preciosos, o incluso algo más valioso, no podría controlar su codicia, se desataría su monstruo interior y sería capaz de herir y lastimar a alguien, de incriminar y tender trampas a otros; sería capaz de robarle a una persona su dinero de manera activa, y hasta de matar a alguien. En ese momento, ¿qué quedaría de la maravilla de cultura y moral tradicionales del hombre? ¿Dónde quedaría el criterio moral de que “no te quedes el dinero que te encuentres”? ¿Qué indica esto? Que, independientemente de que la gente tenga este espíritu y esta conducta moral, esta exigencia y este dicho no son más que algo que la gente imagina, desea y quiere poder cumplir y alcanzar. En contextos sociales específicos, y en entornos adecuados, las personas con cierto grado de conciencia y razón pueden practicar lo de no quedarse el dinero que se encuentren, pero esta solo es una buena conducta pasajera, no puede llegar a ser el criterio de su conducta ni de su vida. En cuanto cambien el entorno social y el contexto en que viven esas personas, ese dogma y conducta moral ideal, según las nociones del hombre, quedará muy alejado de la gente. No podrá satisfacer sus deseos y ambiciones y, por supuesto, menos aún podrá limitar sus malas acciones. No es más que una buena conducta pasajera y una cualidad moral relativamente noble según los ideales del hombre. Cuando choca con la realidad y el interés propio, cuando entra en conflicto con los ideales de la gente, este tipo de moral no puede frenar su comportamiento ni guiar su conducta y sus pensamientos. En última instancia, la gente decidirá oponerse a ella, incumplirá esta noción tradicional de moral y optará por sus propios intereses. Así pues, cuando se trata de la moral de “no te quedes el dinero que te encuentres”, la gente puede entregar a la policía un céntimo que se haya encontrado. Sin embargo, si se encuentra mil o diez mil yuanes o una moneda de oro, ¿se lo dará igualmente a un policía? No será capaz. Cuando el beneficio de tomar ese dinero exceda el alcance de la moralidad del hombre, no será capaz de entregárselo a la policía. No podrá cumplir la moral del dicho “no te quedes el dinero que te encuentres”. Entonces, ¿representa “no te quedes el dinero que te encuentres” la esencia de la humanidad de una persona? No puede representar en absoluto la esencia de su humanidad. Es bastante evidente que esta exigencia de conducta moral del hombre no puede aplicarse como fundamento para evaluar si alguien tiene humanidad ni puede servir como criterio de conducta del hombre.

Observar primero si una persona se queda el dinero que se encuentra, ¿sería una forma precisa de evaluar su moral y su condición? (No). ¿Por qué no? (Porque la gente no puede cumplir realmente esa exigencia. Si se encuentra una pequeña cantidad de dinero o algo de poco valor, es capaz de entregarlo, pero si se trata de algo valioso, es menos probable que lo haga. Si se trata de un objeto muy valioso, es aún menos probable que lo entregue; hasta puede que se lo quede a toda costa). Quieres decir que “no te quedes el dinero que te encuentres” no puede servir como criterio para evaluar la humanidad de las personas porque estas son incapaces de cumplirlo. Y si la gente fuera capaz de cumplir esta exigencia, ¿se consideraría un criterio por el que evaluar su humanidad? (No). ¿Por qué no se consideraría un criterio para evaluar la humanidad de las personas aunque fueran capaces de cumplirlo? (Porque la capacidad o no de alguien para cumplir lo de que “no te quedes el dinero que te encuentres” no refleja realmente la calidad de su humanidad. No tiene nada que ver con lo buena o mala que sea su humanidad y no es criterio para evaluar la humanidad de la gente). Esta es una manera de entender la cuestión. Existe poca relación entre que una persona no se quede el dinero que se encuentre y la calidad de su humanidad. Por ello, si os topáis con alguien realmente capaz de no quedarse el dinero que se encuentre, ¿cómo lo contemplaréis? ¿Podéis considerarlo una persona con humanidad, una persona honesta que se somete a Dios? ¿Podéis considerar que el hecho de no quedarse el dinero que se encuentre uno es un criterio de humanidad? Debemos hablar de esta cuestión. ¿Quién va a hablar de ella? (La capacidad de alguien de no quedarse el dinero que se encuentra es irrelevante para definir la esencia de la humanidad de esa persona. Su esencia se evalúa según la verdad). ¿Qué más? (Algunas personas son capaces de no quedarse el dinero que se encuentran incluso cuando es una gran suma de dinero, o hacen muchas otras buenas acciones, pero tienen objetivos e intenciones propios. Quieren ser recompensadas por sus actos meritorios y adquirir buena reputación, por lo que sus buenas conductas externas no pueden determinar la calidad de su humanidad). ¿Algo más? (Supongamos que alguien es capaz de no quedarse el dinero que se encuentra, pero aborda la verdad con una actitud reacia, una actitud harta de la verdad. Si lo evaluamos según las palabras de Dios, no tiene humanidad. Por tanto, este criterio no tiene precisión para juzgar si alguien tiene o no humanidad). Algunos ya os habéis dado cuenta de que aplicar lo de que “no te quedes el dinero que te encuentres” para evaluar si alguien tiene humanidad es un error: no estáis de acuerdo con que se aplique como criterio para evaluar si alguien tiene humanidad. Este punto de vista es correcto. Independientemente de si alguien es capaz de no quedarse el dinero que se encuentra, esto tiene poco que ver con los principios de su conducta y la senda por la que opta. ¿Por qué lo digo? En primer lugar, cuando una persona no se queda el dinero que se encuentra, esto únicamente representa una conducta momentánea. Es difícil saber si lo hizo porque lo que se encontró no tenía valor o porque había gente mirándolo y quería ganarse sus elogios y su estima. Aunque su actuación no estuviera viciada, no es más que una buena conducta y tiene poca relevancia para su búsqueda y su comportamiento. Como mucho, solo puede decirse que esta persona tiene cierta buena conducta y un temperamento noble. Aunque dicha conducta no se pueda calificar de negativa, tampoco se puede calificar de positiva y, desde luego, no se puede juzgar a una persona como positiva solo porque no se queda el dinero que se encuentra. Esto se debe a que eso no guarda relación con la verdad ni con las exigencias de Dios al hombre. Algunos preguntan: “¿Cómo no va a ser algo positivo? ¿Cómo es posible que una conducta tan noble no se considere positiva? Si alguien fuera inmoral y carente de humanidad, ¿sería capaz de no quedarse el dinero que se encontrara?”. Esa no es necesariamente una forma acertada de expresarlo. El diablo puede hacer un par de cosas buenas; ¿dirías por ello que no se trata del diablo? Algunos reyes de los demonios hacen un par de buenas acciones para distinguirse y consolidar su lugar en la historia; ¿los calificarías de buenas personas? No se puede determinar si alguien tiene humanidad o no, ni si su condición es buena o mala, únicamente en función de una cosa buena o mala que haya hecho. Para que una evaluación sea precisa, debe basarse en su conducta en general y en si tiene o no las ideas y opiniones correctas. Si alguien es capaz de devolver a su legítimo propietario un objeto muy valioso que se ha encontrado, eso simplemente demuestra que no es avaricioso y que no codicia los bienes ajenos. Tiene esta vertiente de lo que es la buena conducta moral, pero ¿tiene esto algo que ver con su conducta y su actitud hacia las cosas positivas? (No). Es probable que algunas personas no estén de acuerdo con esto, que consideren esta aseveración un poco subjetiva e inexacta. Sin embargo, desde otra perspectiva, si alguien pierde algo útil, ¿no estará muy preocupado por ello? Por eso, en cuanto a la persona que encuentre el objeto —sea el que sea—, no es suyo, así que no debe quedárselo. Sea un objeto material o dinero, valioso o no, no le pertenece; por tanto, ¿no es su deber devolvérselo a su legítimo propietario? ¿No es esto lo que debería hacer la gente? ¿Qué valor tiene promover esto? ¿No se está haciendo un problema de la nada? ¿No es exagerado considerar el hecho de no quedarse el dinero que uno se encuentre como una especie de noble cualidad moral y elevarlo a una esfera sublime y espiritual? ¿Es siquiera reseñable esta única buena conducta entre las buenas personas? Hay muchísimas conductas mejores y más sublimes que esta, así que no es reseñable lo de no quedarse con el dinero que uno se encuentre. Ahora bien, si se difundiera y promoviera activamente esta buena conducta entre mendigos y ladrones, sería oportuno y podría tener alguna utilidad. Si un país promueve activamente que “no te quedes el dinero que te encuentres”, eso demuestra que el pueblo ya es muy malvado, que el país está plagado de ladrones y rateros y que no sabe protegerse de ellos. Por eso su único recurso es promover y difundir este tipo de conducta para resolver el problema. A decir verdad, dicha conducta siempre ha sido un deber del pueblo. Por ejemplo, si alguien se encuentra cincuenta yuanes en la calle y se los devuelve fácilmente a su legítimo propietario, ¿eso no es tan insignificante que ni siquiera es reseñable? ¿En serio hace falta elogiarlo? ¿Es necesario darle tanta importancia, hablar maravillas de esta persona, y hasta elogiarla por su noble y honorable conducta moral, solo porque devolvió el dinero al que lo perdió? Devolver el dinero perdido a su legítimo propietario, ¿no es lo normal y natural? ¿No es algo que debería hacer toda persona con una razón normal? Si hasta un niño pequeño, que no entiende de moral social, podría hacerlo, ¿es realmente necesario darle tanta importancia? ¿Es esta conducta verdaderamente digna de ser elevada al nivel de la moral del hombre? En Mi opinión, no puede elevarse a ese nivel y no es digna de elogio. No es más que una buena conducta pasajera y no tiene nada que ver con ser verdaderamente buena persona a nivel básico. No quedarse el dinero que uno se encuentra es algo muy insignificante. Es algo que cualquier persona normal, y cualquiera revestido de piel humana o que hable un lenguaje humano, debería ser capaz de hacer. Es algo que la gente puede hacer si se esfuerza; no necesita que un pedagogo o un pensador le enseñe a hacerlo. Un niño de tres años es capaz de hacerlo, pero los pensadores y pedagogos lo han considerado una exigencia crucial para la conducta moral del hombre y, con ello, han hecho una montaña de un grano de arena. Aunque “no te quedes el dinero que te encuentres” es un enunciado que evalúa la conducta moral del hombre, básicamente no llega a medir si alguien tiene humanidad o una moral noble. Por consiguiente, es inexacto e inadecuado aplicar lo de que “no te quedes el dinero que te encuentres” para evaluar la calidad de la humanidad de alguien.

“No te quedes el dinero que te encuentres” es la más superficial de las exigencias de la cultura tradicional sobre conducta moral. Aunque todas las sociedades humanas han promovido y enseñado este tipo de idea, dado que la gente tiene un carácter corrupto, y por la prevalencia de las tendencias malvadas de la humanidad, aunque la gente sea capaz de practicar lo de que “no te quedes el dinero que te encuentres” o de tener esta buena conducta moral durante un tiempo, esto no cambia el hecho de que las actitudes corruptas de la gente dominan constantemente sus pensamientos y conductas, al tiempo que dominan y controlan sus comportamientos y afanes. Los casos transitorios de buena conducta moral no influyen en la búsqueda de una persona y, desde luego, no pueden cambiar el servilismo, la admiración y la obediencia de una persona hacia las tendencias mundanas, ¿no es así? (Sí). Por eso la canción que la gente cantaba en el pasado, “a un lado de la carretera, recogí un céntimo del suelo”, ya no es más que una canción infantil. Se ha quedado en un recuerdo. La gente ni siquiera es capaz de cumplir con la buena conducta elemental de no quedarse el dinero que se encuentra. La gente desea cambiar los afanes y actitudes corruptas de la humanidad promoviendo una buena conducta moral, e intenta detener la degradación de la humanidad y la degeneración diaria de la sociedad, pero en el fondo no ha logrado estos objetivos. La moralidad de “no te quedes el dinero que te encuentres” solo puede existir en el mundo ideal del hombre. La gente considera esta moralidad una especie de ideal, una aspiración a un mundo mejor. Esta moralidad está presente en el mundo espiritual del hombre. Es una especie de esperanza que el hombre deposita en el mundo del futuro, pero es incompatible con la realidad de la vida humana y con la humanidad real de las personas. Está reñida con los principios de conducta del hombre y con las sendas que recorre la gente, así como con aquello por lo que esta se afana y aquello que debe tener y conseguir. Es incompatible con las manifestaciones y efusiones de la humanidad normal y con los principios de las relaciones interpersonales y de la forma de abordar los asuntos. Por tanto, este criterio para juzgar la conducta moral de la humanidad siempre ha sido inviable, desde la Antigüedad hasta nuestros días. Esta idea y este punto de vista de que “no te quedes el dinero que te encuentres”, que el hombre promueve, carece particularmente de sentido, y la mayoría de la gente lo ignora porque no puede cambiar la orientación de su conducta ni sus afanes y, ciertamente, no puede cambiar su depravación, su egoísmo, su interés ni su creciente tendencia a precipitarse hacia el mal. Esta exigencia tan superficial de que “no te quedes el dinero que te encuentres” se ha convertido en un chiste divertido y satírico. Ya ni siquiera los niños quieren cantar “a un lado de la carretera, recogí un céntimo del suelo”; ni de lejos tiene sentido. En un mundo lleno de políticos corruptos, esta canción se ha vuelto muy irónica. La realidad, de la que la gente es muy consciente, es que una persona puede entregar un céntimo perdido a la policía, pero si se encuentra un millón de yuanes, o diez millones, irán directamente a su bolsillo. Este fenómeno evidencia que han fracasado los intentos de la gente por promover esta exigencia de conducta moral entre la humanidad. Esto implica que la gente es incapaz de poner en práctica incluso las buenas conductas elementales. ¿Qué significa ser incapaz de poner en práctica incluso las buenas conductas elementales? Que la gente es incapaz de poner en práctica incluso las cosas básicas que debería hacer, como no tomar algo que se encuentre si pertenece a otra persona. Es más, cuando la gente hace algo mal, no dice ni una palabra sincera al respecto; prefiere morir antes que admitir su fechoría. Ni siquiera es capaz de cumplir algo tan básico como no mentir, por lo que, sin duda, no es apta para hablar de moralidad. Si ni siquiera desea tener conciencia y razón, ¿cómo puede hablar de moralidad? Los funcionarios y autoridades se devanan los sesos pensando en como exprimir y arrancar más beneficios a otras personas y en cómo apoderarse de cosas que no son suyas. Ni la ley puede frenarlos; ¿por qué? ¿Cómo ha llegado el hombre a este punto? Todo es fruto del carácter satánico y corrupto de la gente, y del control y dominio que su naturaleza satánica tiene sobre ella, lo que da lugar a todo tipo de conductas taimadas y perjudiciales. Estos hipócritas hacen muchas cosas despreciables y desvergonzadas so pretexto de “servir al pueblo”. ¿No han perdido todo sentido de la vergüenza? Hoy día hay muchísimos hipócritas. En un mundo en que los malvados campan a sus anchas y la gente buena está oprimida, una doctrina como “no te quedes el dinero que te encuentres” es, sencillamente, incapaz de contener el carácter corrupto de la gente, y simplemente no puede transformar su naturaleza y esencia ni la senda por la que va.

¿Habéis comprendido lo que os he enseñado sobre que “no te quedes el dinero que te encuentres”? ¿Qué significa este dicho para los seres humanos corruptos? ¿Cómo habría que entender este dogma moral? (Que “no te quedes el dinero que te encuentres” no guarda relación con la conducta de las personas ni con la senda que recorren. No puede alterar la senda que recorre el hombre). Exacto. No es conveniente que la gente evalúe la humanidad de alguien en función del dicho “no te quedes el dinero que te encuentres”. Este dicho no puede aplicarse para evaluar la humanidad de una persona, y también es un error aplicarlo para evaluar la moral de alguien. No es más que una conducta pasajera del hombre. Sencillamente, no puede aplicarse para evaluar la esencia de una persona. Los que propusieron el enunciado de conducta moral “no te quedes el dinero que te encuentres”, esos supuestos pensadores y pedagogos, son idealistas. No comprenden la humanidad ni la esencia del hombre ni hasta qué punto este se ha depravado y corrompido. Por tanto, este dicho de conducta moral que proponen es muy vacío, sencillamente impracticable, y no se ajusta a las circunstancias reales del hombre. Este dicho de conducta moral no guarda la más mínima relación con la esencia del hombre, con las distintas actitudes corruptas que dejan brotar las personas ni con las nociones, opiniones y conductas que pueden suscitar las personas dominadas por las actitudes corruptas. Esto por un lado. Por otro, no quedarse el dinero que uno se encuentra no es más que algo que debe hacer toda persona normal. Por ejemplo, tus padres te dieron a luz y te criaron, pero, cuando aún eras ignorante e inmaduro, no hacías más que pedirles comida y ropa. Ahora bien, una vez que maduraste y comprendiste mejor las cosas, aprendiste de forma natural a querer profundamente a tus padres, a evitar preocuparlos o enojarlos, a intentar no darles más trabajo ni sufrimientos y a hacer todo lo que pudieras hacer por ti mismo. Llegaste a comprender estas cosas de forma natural y no te hizo falta que te las enseñara nadie. Eres una persona, tienes conciencia y razón, así que puedes y debes hacer estas cosas; nada de esto es siquiera reseñable. Al elevar lo de que “no te quedes el dinero que te encuentres” al nivel de consideración moral noble, la gente está exagerando y llevando las cosas demasiado lejos; esta conducta no debería definirse de esa manera, ¿verdad que no? (No). ¿Qué se puede aprender de esto? Que hacer lo que uno debe y puede dentro del ámbito de la humanidad normal es señal de que una persona tiene una humanidad normal. Esto significa que si una persona tiene una razón normal, puede hacer aquellas cosas que la gente con una humanidad normal pensaría y entendería que debería hacer; ¿no es este un fenómeno muy normal? Si haces algo que puede hacer cualquier persona con una humanidad normal, ¿en serio puede calificarse eso de buena conducta moral? ¿Hace falta fomentarla? (No). ¿Esto se considera realmente una humanidad noble? ¿Se considera que por eso se tiene humanidad? (No). Exhibir dichos comportamientos no eleva a nadie al nivel en que se tiene humanidad. Si afirmas que una persona tiene humanidad, eso significa que la perspectiva y la postura desde las que contempla los problemas es relativamente positiva y activa, al igual que sus formas y métodos de abordarlos. ¿Qué es señal de positividad y actividad? Que esa persona tiene conciencia y sentido de la vergüenza. Otra señal de positividad y actividad es el sentido de la rectitud. Puede que esta persona tenga malos hábitos como trasnochar y levantarse tarde, ser quisquillosa con la comida o preferir alimentos de sabor fuerte, pero, aparte de estos malos hábitos, tendrá determinadas buenas cualidades. Tendrá unos principios y límites en cuanto a sus conductas y actos, tendrá sentido de la vergüenza y de la rectitud, y tendrá más rasgos positivos y menos negativos. Si pudiera aceptar y practicar la verdad, eso estaría todavía mejor y le resultaría fácil emprender la senda de búsqueda de la verdad. Por el contrario, si una persona ama el mal, busca la fama, el beneficio y el estatus, adora el dinero, le gusta vivir con lujos y disfruta perdiendo el tiempo en pos del placer, entonces la perspectiva desde la que contempla a las personas y las cosas, su visión de la vida y su sistema de valores son negativos y oscuros, y carece de sentido de la vergüenza y de la rectitud. Este tipo de persona no tiene humanidad y, desde luego, no le resulta fácil aceptar la verdad ni alcanzar la salvación de Dios. Este es un principio sencillo para evaluar a las personas. La evaluación de la conducta moral de una persona no es un criterio con el que valorar si tiene humanidad. Para evaluar si una persona es buena o mala, debes juzgarla por su humanidad, no por su conducta moral. La conducta moral tiende a ser superficial y está influida por el clima social, el contexto y el entorno de uno. Algunos enfoques y manifestaciones cambian constantemente, por lo que es difícil determinar la calidad de la humanidad de una persona en función, exclusivamente, de su conducta moral. Por ejemplo, tal vez una persona sea muy respetuosa de la moral social y obedezca las reglas allá donde vaya. Puede que muestre moderación en todo lo que haga, cumpla las leyes gubernamentales y no arme jaleo en público ni atente contra los intereses de los demás. También puede que sea respetuosa, servicial y cariñosa con pequeños y mayores. Que esta persona tenga tantas buenas cualidades, ¿implica que vive una humanidad normal y es buena persona? (No). Puede que una persona practique muy bien aquello de que “no te quedes el dinero que te encuentres”, que cumpla sistemáticamente con esta moral que la humanidad promueve y defiende, pero ¿cómo es su humanidad? El hecho de que no se quede el dinero que se encuentre no dice nada de su humanidad: esta conducta moral no puede aplicarse para evaluar si su humanidad es buena o mala. Ahora bien, ¿cómo debe evaluarse su humanidad? Hay que quitarle el envoltorio de esta conducta moral, y sustraerle los comportamientos y conductas morales que el hombre considera buenos y que son lo mínimo que cualquier persona con una humanidad normal es capaz de alcanzar. Luego observa sus manifestaciones más importantes, como su principios de conducta y las líneas que no cruza en su comportamiento, así como su actitud hacia la verdad y hacia Dios. Es el único modo de descubrir la esencia de su humanidad y su naturaleza interior. Contemplar a las personas de esta manera es relativamente objetivo y preciso. Eso es todo en nuestro debate sobre el dicho moral “no te quedes el dinero que te encuentres”. ¿Habéis entendido todos esta enseñanza? (Sí). A menudo me preocupa que no hayáis entendido realmente lo que he dicho, que solamente comprendáis algo de doctrina al respecto, pero todavía no los elementos relativos a su esencia. Por ello, lo único que puedo hacer es extenderme un poco más sobre la idea. No estaré tranquilo hasta que no tenga la sensación de que lo habéis entendido. ¿Cómo saber si lo habéis entendido? Cuando vea un gesto de alegría en vuestras caras, probablemente habréis comprendido lo que digo. Si lo consigo, vale la pena seguir hablando un poco más de este tema.

Ya casi he concluido mi enseñanza acerca del dicho “no te quedes el dinero que te encuentres”. Aunque no os he contado directamente de qué manera este dogma moral está reñido con la verdad, por qué no puede ser elevado al nivel de la verdad ni qué exige Dios del comportamiento y la conducta moral de la gente, ¿no he tratado todas estas cosas? (Sí). ¿Promueve la casa de Dios dichos morales como “no te quedes el dinero que te encuentres”? (No). Entonces, ¿cómo contempla este dicho la casa de Dios? Podéis compartir vuestra interpretación. (“No te quedes el dinero que te encuentres” es algo que cualquier persona con una humanidad normal debería cumplir y hacer, así que no es necesario promoverlo. Además, “no te quedes el dinero que te encuentres” es una mera manifestación de moralidad del hombre no relacionada con los principios de la conducta de las personas, con las opiniones que tienen sobre sus afanes, con las sendas que recorre ni con la calidad de su humanidad). ¿Es la conducta moral señal de humanidad? (No es señal de humanidad. Algunos aspectos de la conducta moral son simples cosas que las personas con una humanidad normal deben tener). Cuando la casa de Dios habla de humanidad y de discernir cómo son las personas, lo hace en el contexto fundamental de la búsqueda de la verdad. En general, la casa de Dios no evalúa cómo es la conducta moral de una persona; al menos, la casa de Dios no evalúa si una persona puede cumplir el dicho “no te quedes el dinero que te encuentres”. La casa de Dios no analiza esto. Por el contrario, la casa de Dios analiza la calidad de la humanidad de esa persona, si ama las cosas positivas y la verdad y qué clase de actitud tiene hacia la verdad y hacia Dios. Puede que una persona no se quede el dinero que se encuentre en la sociedad laica, pero si no protege en absoluto los intereses de la casa de Dios tras hacerse creyente —si es capaz de robar, despilfarrar o incluso vender las ofrendas cuando se le da la ocasión de administrarlas—, si es capaz de hacer todo tipo de cosas malas, ¿qué es? (Una persona malvada). Nunca toma partido para proteger los intereses de la casa de Dios cuando surgen problemas. ¿No hay gente así? (Sí). Entonces, ¿sería adecuado aplicar el dicho “no te quedes el dinero que te encuentres” para evaluar su humanidad? No. Algunos dicen: “Antes era buena persona. Tenía una moralidad noble y todo el mundo lo miraba con buenos ojos. Entonces, ¿por qué cambió al llegar a la casa de Dios?”. ¿Cambió realmente? La verdad es que no. Tenía cierta conducta moral y buen comportamiento, pero, aparte de eso, esta fue siempre la esencia de su humanidad: eso no ha cambiado nada. Vaya donde vaya, siempre se comporta así. Lo que ocurre es que antes la gente lo evaluaba mediante el criterio de conducta moral, en lugar de aplicar la verdad para juzgar su humanidad. La gente piensa que experimentó algún cambio, pero en realidad no fue así. Algunos señalan: “Antes no era así”. No era así antes porque antes no se enfrentaba a estas situaciones ni se hallaba en esta clase de entorno. Además, la gente no comprendía la verdad y no sabía discernir cómo era. ¿Cuál es la consecuencia última de que la gente contemple y juzgue a los demás en función de una buena conducta, y no en función de la esencia de su humanidad? La gente no solo será incapaz de ver nítidamente cómo son los demás, sino que también se dejará cegar y engañar por su buena conducta moral externa. Cuando la gente no ve nítidamente cómo son los demás, deposita su confianza en las personas equivocadas, las promueve y asigna, y se deja engañar y estafar por ellas. Algunos líderes y obreros cometen con frecuencia este error al elegir y asignar a gente. Se dejan cegar por personas que aparentan tener algunos buenos comportamientos y una buena conducta moral y disponen que se encarguen de trabajos importantes o que guarden cosas importantes. En consecuencia, algo sale mal y provoca perjuicios a la casa de Dios. ¿Por qué salió mal una cosa? Porque los lideres y obreros no descubrieron la naturaleza y esencia de estas personas. ¿Por qué no descubrieron su naturaleza y esencia? Porque estos lideres y obreros no comprenden la verdad y no saben evaluar y discernir cómo son las personas. No son capaces de descubrir la naturaleza y esencia de las personas y no saben que clase de actitud tienen aquellas hacia Dios, hacia la verdad y hacia los intereses de la casa de Dios. ¿Por qué? Porque estos lideres y obreros contemplan a las personas y las cosas desde una perspectiva equivocada. Solo contemplan a las personas en función de nociones y fantasías humanas; no contemplan su esencia según las palabras de Dios y los principios de la verdad, sino que contemplan a las personas según su conducta moral y sus conductas y manifestaciones externas. Esto sucede porque sus puntos de vista sobre las personas carecen de principios, depositaron su confianza en las personas equivocadas y asignaron a las personas equivocadas; en consecuencia, se dejaron cegar, engañar y utilizar por esas personas y, en última instancia, se resintieron los intereses de la casa de Dios. Son las consecuencias de no ser capaz de percibir ni de descubrir cómo son las personas. Por tanto, cuando alguien quiere buscar la verdad, lo primero que debe aprender es a discernir y contemplar a las personas; se tarda mucho en aprender esta lección, una de las más fundamentales que debe aprender la gente. Si quieres ver nítidamente cómo es una persona y aprender a reconocerla, antes debes entender con qué criterios evalúa Dios a las personas, qué pensamientos y opiniones distorsionados controlan y dominan la forma en que las personas contemplan y evalúan a otras, si están reñidos con los criterios de Dios para evaluar a las personas y de qué manera lo están. Los métodos y criterios con que evalúas a las personas, ¿están fundamentados en las exigencias de Dios? ¿Están fundamentados en las palabras de Dios? ¿Están fundamentados en la verdad? Si no es así y te apoyas exclusivamente en tus experiencias y fantasías para evaluar a los demás, o incluso llegas a basar tus evaluaciones en la moral social que se promueve en la sociedad o en lo que observas con tus propios ojos, entonces seguirás sin ver nítidamente cómo es la persona a la que tratas de discernir. No descubrirás cómo es. Si confías en ella y le asignas un deber, estarás asumiendo cierto nivel de riesgo y será inevitable la posibilidad de que esto cause perjuicios a las ofrendas a Dios, al trabajo de la iglesia y a la entrada en la vida de los escogidos de Dios. Discernir cómo son las personas es la primera lección que debes aprender si quieres buscar la verdad. Por supuesto, también es uno de los aspectos más elementales de la verdad que debe tener la gente. Aprender a discernir cómo son las personas es indisociable del tema del que hablamos hoy. Debes saber discernir la buena conducta moral y las cualidades del hombre de las cosas que debe tener una persona de humanidad normal. Es muy importante saber discernir estas dos cosas. Entonces podrás reconocer y percibir con precisión la esencia de una persona y, en última instancia, determinar quién tiene humanidad y quién no. ¿De qué debe dotarse uno en primer lugar para discernir estas cosas? Uno ha de comprender las palabras de Dios, así como este aspecto de la verdad, y llegar al punto en que contemple a las personas según las palabras de Dios, con la verdad por criterio. ¿No es este un principio de la verdad que se debe practicar y tener mientras se busca la verdad? (Sí). Así pues, es imperioso que hablemos de estos temas.

Acabo de hablar del primer dicho, “no te quedes el dinero que te encuentres”, que es, obviamente, una conducta moral humana. Es una consideración moral y una conducta pasajera que deja una buena impresión en la gente, pero que por desgracia no sirve como criterio para evaluar si alguien tiene humanidad o no. El segundo dicho, “disfruta ayudando a otros”, es lo mismo. Por el texto de la frase, está claro que también es algo que a la gente le agrada y que considera una buena conducta. Aquellos que exhiben esta buena conducta son muy admirados como personas de buena conducta moral y temperamento noble; en resumen, se les considera personas que disfrutan ayudando a otros y tienen una moralidad excelente. “Disfruta ayudando a otros” tiene algunas similitudes con “no te quedes el dinero que te encuentres”. También es una buena conducta que surge en las personas en determinados climas sociales. El significado literal de “disfruta ayudando a otros” es el de sentir placer por ayudar a otras personas. No significa que uno tenga el deber de ayudar a los demás —no se dice “tienes la responsabilidad de ayudar a otros”—, sino que disfrute ayudando a otros. Así podemos ver qué motiva a la gente a ayudar a los demás. No lo hace por otras personas, sino por sí misma. Agobiada por la preocupación y el dolor, la gente busca a otra gente, necesitada de ayuda, y le da limosna y auxilio; echa una mano y hace cualquier cosa buena que pueda hacer para sentirse feliz, contenta, en paz y alegre, y para que su vida tenga sentido, con el fin de no sentirse tan vacía y angustiada; mejora su conducta moral para lograr su objetivo de purificar y elevar su corazón y su mente. ¿Qué tipo de conducta es esta? Si contemplas a quienes disfrutan ayudando a otros desde la perspectiva de esta explicación, no son buenas personas. Como mínimo, no están motivados por su moralidad, conciencia o humanidad para hacer lo que deben ni para cumplir con sus responsabilidades sociales y familiares, sino que ayudan a la gente para obtener placer, consuelo espiritual y bienestar emocional y para vivir felices. ¿Qué se ha de opinar de esta clase de conducta moral? Si te fijas en su naturaleza, es incluso peor que “no te quedes el dinero que te encuentres”. Al menos, “no te quedes el dinero que te encuentres” no tiene una vertiente egoísta. ¿Y “disfruta ayudando a otros”? El término “disfrutar” implica que esta conducta contiene elementos de egoísmo y unas intenciones ruines. No se trata de ayudar a la gente por su bien ni por un ofrecimiento desinteresado, sino por el propio placer. Sencillamente, esto no es digno de fomentarse. Por ejemplo, supón que ves a una persona mayor caerse en la calzada, y piensas para tus adentros: “Estos días me siento mal. La caída de esta persona es una gran oportunidad; ¡voy a disfrutar ayudando a otros!”. Te acercas y ayudas a la persona a levantarse y, cuando se pone en pie, te elogia diciendo: “Eres muy buena persona, muchacho. Que estés bien, seas feliz ¡y llegues a viejo!”. Te colma de estas agradables palabras y, tras oírlas, desaparecen todas tus preocupaciones y te sientes satisfecho. Piensas que es bueno ayudar a la gente y te propones pasear por la calle en tu tiempo libre y ayudar a levantarse a cualquiera que se caiga. La gente exhibe algunas buenas conductas influida por este tipo de pensamiento, y la sociedad humana lo ha calificado de generosa tradición de disfrutar ayudando a otros y de condición moral noble que transmite esta maravillosa tradición. El contexto que subyace al hecho de disfrutar ayudando a otros es que los que ayudan suelen considerarse el culmen de la moralidad. Se presentan como grandes filántropos y, cuanto más los alaba la gente, más quieren ayudar, dar limosna y hacer cosas por los demás. Esto satisface su deseo de ser héroes y salvadores de la humanidad, así como de obtener cierta gratificación por sentirse necesitados por los demás. ¿No quieren sentirse necesitados todos los seres humanos? Cuando la gente se siente necesitada por los demás, piensa que es especialmente útil y que su vida tiene sentido. ¿No es una forma de llamar la atención? Llamar la atención es lo único que le proporciona placer a la gente, es su modo de vida. De hecho, independientemente de la perspectiva desde la que contemplemos la cuestión de disfrutar ayudando a otros, este no es un criterio por el que evaluar la moral del hombre. A menudo, el hecho de disfrutar ayudando a otros solo requiere el mínimo esfuerzo en realidad. Si estás dispuesto a hacerlo, habrás cumplido con tu responsabilidad social; si no estás dispuesto, nadie te exigirá responsabilidades y no te convertirás en objeto de condena pública. En cuanto a las buenas conductas elogiadas por el hombre, uno puede optar por practicarlas o no, cualquiera de las dos opciones está bien. No es necesario cohibir a la gente con este dicho ni obligarla a aprender a disfrutar ayudando a otros, porque eso, de por sí, es una mera buena conducta pasajera. Sin importar si alguien está motivado por el deseo de cumplir con su responsabilidad social o si practica esta buena conducta por sentido del civismo, ¿cuál será el resultado a la larga? Que únicamente satisfará su deseo de ser buena persona y de encarnar el espíritu de Lei Feng en este caso concreto; obtendrá placer y bienestar con ello y elevará su pensamiento a un nivel superior. Eso es todo. Esta es la esencia de lo que hace. Así pues, antes de esta enseñanza, ¿cómo entendíais la frase “disfruta ayudando a otros”? (Antes no reconocía las intenciones egoístas y despreciables que ocultaba). Imaginemos una situación en que tienes el deber de hacer algo, una responsabilidad que no debes eludir, algo bastante difícil, y que debes soportar un pequeño sufrimiento, renunciar a cosas y pagar un precio para cumplirlo, pero tú eres capaz de cumplir con esta responsabilidad de todos modos. No te sentirás muy satisfecho mientras lo haces y, tras pagar un precio y cumplir con esta responsabilidad, los resultados de tu trabajo no te proporcionarán placer ni bienestar, pero, como era tu responsabilidad y tu deber, lo hiciste igualmente. Si comparamos esto con el hecho de disfrutar ayudando a otros, ¿qué demuestra más humanidad? (Los que cumplen con sus responsabilidades y deberes tienen más humanidad). El disfrute de ayudar a otros no está en cumplir con una responsabilidad. No es más que una exigencia de conducta moral y de responsabilidad social de las personas dentro de ciertos contextos sociales; proviene de la opinión pública, la moral social o incluso las leyes de un país, y sirve para evaluar si una persona tiene moral y la calidad de su humanidad. En pocas palabras, “disfruta ayudando a otros” no es más que un dicho que limita la conducta de las personas postulado por la sociedad humana para elevar el pensamiento del hombre. Este tipo de enunciado solamente se emplea para que la gente practique ciertas buenas conductas, y los criterios para evaluar esas buenas conductas son la moral social, la opinión pública o incluso la ley. Por ejemplo, si ves a alguien que necesita ayuda en un espacio público y eres la primera persona que debería ir a ayudarlo, pero no lo haces, ¿qué opinarán de ti? Te reprenderán por tu ausencia de modales; ¿no es eso lo que entendemos por opinión pública? (Sí). ¿Y qué es la moral social? Son cosas y hábitos positivos y optimistas que la sociedad promueve y fomenta. Naturalmente, entre ellos hay muchas exigencias concretas, como ayudar a las personas vulnerables, echar una mano cuando otros pasan dificultades y no quedarse de brazos cruzados. La gente debe practicar este tipo de conducta moral, eso es lo que implica tener moral social. Si ves a alguien sufrir y haces la vista gorda, lo ignoras y no haces nada, careces de moral social. ¿Y qué exigencias impone la ley a la conducta moral del hombre? China es un caso especial en este sentido: la legislación china no estipula expresamente nada acerca de la responsabilidad y la moral social. La gente conoce un poco estas cosas a través de la educación familiar y escolar y de lo que oye y observa en la sociedad. En cambio, en los países occidentales, estas cosas están consagradas por ley. Por ejemplo, si ves que alguien se ha caído en la calle, como mínimo debes acercarte a preguntarle: “¿Está bien? ¿Necesita ayuda?”. Si la persona responde “estoy bien, gracias”, no es necesario que la ayudes, no estás obligado a cumplir con esa responsabilidad. Si la persona responde “necesito ayuda, por favor”, tienes que ayudarla. Si no lo haces, serás jurídicamente responsable. Se trata de una exigencia especial de ciertos países en relación con la conducta moral de las personas; le imponen esta exigencia al pueblo mediante estipulaciones expresas en la legislación. Estas exigencias impuestas sobre la conducta moral de las personas por parte de la opinión pública, la moral social, e incluso la ley, se limitan únicamente a la conducta de las personas, y estos criterios básicos de conducta son las normas por las que se evalúa la conducta moral de una persona. A primera vista, estos criterios morales parecen evaluar la conducta de las personas —o sea, si han cumplido o no con sus responsabilidades sociales—, pero en el fondo evalúan su calidad interior. Ya sea la opinión pública, la moral social o la ley, estas cosas solo evalúan o exigen las actuaciones de la gente, y dichas evaluaciones y exigencias se limitan a la conducta de las personas. Juzgan la calidad y conducta moral de una persona por su conducta, ese es el alcance de su evaluación. Esa es la naturaleza del enunciado “disfruta ayudando a otros”. A la hora de disfrutar ayudando a otros, los países occidentales imponen exigencias a la gente por medio de lo estipulado en la legislación, mientras que en China se utiliza la cultura tradicional para educar y condicionar al pueblo con estas ideas. Pese a esta diferencia entre Oriente y Occidente, su naturaleza es la misma: en ambas regiones se aplican dichos para limitar y regular la conducta y moralidad de las personas. Sin embargo, ya se trate de las leyes de los países occidentales o de la cultura tradicional de Oriente, todas ellas no son más que exigencias y regulaciones impuestas sobre el comportamiento y la conducta moral del hombre, y estos criterios regulan exclusivamente el comportamiento y la conducta moral de las personas, pero ¿alguno de ellos aborda la humanidad del hombre? ¿Pueden aplicarse como criterios de evaluación de la humanidad de una persona regulaciones que solamente estipulan qué conductas debe practicar? (No). Si observamos el dicho “disfruta ayudando a otros”, hay gente malvada capaz de disfrutar ayudando a otros, pero está motivada por sus propias intenciones y objetivos. Cuando los diablos hacen alguna pequeña buena acción, es aún más probable que tengan unas intenciones y unos objetivos para ello. ¿Creéis que todos aquellos que disfrutan ayudando a otros aman la verdad con rectitud? Por ejemplo, quienes supuestamente disfrutan ayudando a otros en China, como los personajes caballerosos, los que roban a los ricos para dárselo a los pobres, los que suelen ayudar a grupos vulnerables y discapacitados, etc., ¿tienen todos ellos humanidad? ¿Aman todos ellos las cosas positivas y tienen sentido de la rectitud? (No). A lo sumo son personas con un temperamento relativamente mejor. Como se rigen por este ánimo de disfrutar ayudando a otros, hacen muchas buenas acciones que les brindan placer y bienestar y les permiten disfrutar plenamente de una sensación de felicidad, pero la práctica de dichas conductas no implica que tengan humanidad, ya que no están claros ni su fe ni lo que buscan a nivel espiritual, son variables desconocidas. Entonces, ¿se les puede considerar personas con humanidad y conciencia por esta buena conducta moral? (No). Algunas instituciones, como fundaciones y organismos encargados del bienestar, que supuestamente disfrutan ayudando a otros, que auxilian a grupos vulnerables y discapacitados, cumplen, como mucho, algo de su responsabilidad social. Hacen estas cosas para mejorar su imagen ante la opinión pública, aumentar su visibilidad y responder a la mentalidad de disfrutar ayudando a otros; en modo alguno implica esto que “tengan humanidad”. Además, ¿realmente necesitan ayuda las personas a las que disfrutan ayudando? ¿Es de por sí recto disfrutar ayudando a otros? No necesariamente. Si examinas el tiempo suficiente todos los acontecimientos importantes y secundarios que ocurren en la sociedad, verás que en algunos hay gente que disfruta ayudando a otros, mientras que, en muchos otros casos, la gente disfruta ayudando a otros a raíz de los secretos más inconfesables y los aspectos más oscuros de la sociedad. En cualquier caso, el hecho de disfrutar ayudando a otros oculta unas intenciones y unos objetivos, ya sea hacerse famoso y sobresalir, respetar la moral social y no infringir la ley o recibir una valoración más positiva de la sociedad en general. Se mire como se mire, disfrutar ayudando a otros no es más que una conducta externa del hombre y, como mucho, se considera una buena conducta moral. No tiene nada que ver con la humanidad normal que exige Dios. Quienes son capaces de disfrutar ayudando a otros pueden ser personas normales sin ambiciones reales o figuras importantes de la sociedad; pueden ser personas relativamente bondadosas, pero también pueden ser malignas en el fondo. Pueden ser cualquier tipo de persona y todo el mundo es capaz de practicar esta conducta en un momento dado. Por tanto, el enunciado de conducta moral “disfruta ayudando a otros” no puede considerarse, ciertamente, un criterio para evaluar la humanidad de las personas.

“Disfruta ayudando a otros”. Este dicho de conducta moral no representa, a decir verdad, la esencia de la humanidad de las personas y guarda poca relación con su naturaleza y esencia. Por consiguiente, no procede aplicarlo para evaluar la calidad de la humanidad de alguien. ¿Y qué forma adecuada hay de evaluar la humanidad de alguien? Como mínimo, una persona con humanidad no debe decidir si ayudar a alguien o cumplir con sus responsabilidades basándose en si eso le hará feliz o no; por el contrario, su decisión debe basarse en su conciencia y razón y no debe pensar en lo que puede ganar, ni en las consecuencias que le acarreará ayudar a esa persona ni en la repercusión que podría tener sobre ella en un futuro. No debe pensar en ninguna de estas cosas y debe cumplir con sus responsabilidades, ayudar a los demás y evitarles sufrimientos. Debe ayudar a la gente de una manera pura, sin ningún objetivo egoísta; eso haría una persona que realmente tuviera humanidad. Si el objetivo de una persona al ayudar a los demás es complacerse a sí misma o labrarse una buena reputación, entonces hay un rasgo egoísta y vil en ello; quienes verdaderamente tienen conciencia y razón no actuarían así. Quienes aman sinceramente a los demás no actúan únicamente para satisfacer su deseo de sentirse de determinada manera, sino para cumplir con sus responsabilidades y hacer todo lo que esté en su mano por ayudar a los demás. No ayudan a los demás para recibir una recompensa ni tienen otras intenciones o motivaciones. Aunque sea difícil actuar de esta forma, y aunque puedan ser juzgados por los demás o incluso enfrentarse a cierto peligro, reconocen que es un deber que la gente debe cumplir, una responsabilidad de la gente, y que, si no actúan así, no habrán cumplido con lo que les deben a los demás y a Dios y les quedarán remordimientos de por vida. Por eso proceden sin vacilar, hacen todo lo posible, obedecen la voluntad del cielo y cumplen con su responsabilidad. Sin importar cómo los juzguen los demás ni si les muestran gratitud y estima, mientras puedan ayudar a esa persona en lo que le haga falta y puedan hacerlo de todo corazón, se sienten satisfechos. Quienes son capaces de actuar así tienen conciencia y razón, manifestaciones de humanidad, y no un tipo de comportamiento limitado al ámbito de la condición y la conducta moral. Disfrutar ayudando a otros es un mero tipo de conducta, y a veces no es sino una conducta que surge en determinados contextos específicos; la persona decide llevar a cabo esta clase de conducta transitoria en función de su estado de ánimo, de sus emociones, de su entorno social, así como del contexto inmediato y de las ventajas o inconvenientes que puedan derivarse de actuar de esa manera. Quienes tienen humanidad no tienen en cuenta estas cosas cuando ayudan a la gente: toman la decisión en función de un criterio de juicio más positivo y acorde con la conciencia y razón de la humanidad normal. En ocasiones hasta son capaces de empeñarse en ayudar a la gente cuando hacerlo contradice y está reñido con los criterios de moralidad. Los criterios, ideas y puntos de vista de la moral solo pueden frenar las conductas pasajeras de las personas. Y que dichas conductas sean buenas o malas varía en función del estado de ánimo de la persona, de sus emociones, del bien y del mal que albergue y de sus buenas o malas intenciones pasajeras; naturalmente, el clima y el ambiente social también repercuten en esto. Hay muchas impurezas en estas conductas; todas ellas son conductas superficiales y la gente no puede juzgar por medio de ellas si alguien tiene humanidad o no. Por el contrario, es mucho más preciso y práctico juzgar si alguien tiene humanidad o no en función de la esencia de su humanidad, de lo que busca, de su visión de la vida y su sistema de valores, de la senda que recorre y del fundamento de sus conductas y actos. Dime, ¿qué concuerda con la verdad: los fundamentos para evaluar la humanidad o los fundamentos para evaluar la conducta moral? ¿Concuerdan con la verdad los criterios de evaluación de la conducta moral, o los criterios para evaluar si alguien tiene humanidad? ¿Cuáles de estos criterios concuerdan con la verdad? En realidad, concuerdan con la verdad los criterios para evaluar si alguien tiene humanidad. Es incuestionable. Los factores que se aplican para evaluar la conducta moral de las personas no sirven como criterio porque son variables. Están plagados de numerosas impurezas, como las transacciones, los intereses, las preferencias, los afanes, las emociones, los malos pensamientos, las actitudes corruptas, etc., de las personas. Albergan demasiados errores e impurezas, no son claros. Por tanto, no sirven como criterio para juzgar a las personas. Están plagados de todo tipo de cosas que Satanás le inculca al hombre y de otras condiciones que surgen a raíz del corrupto carácter satánico del hombre, así que no son la verdad. En resumen, sin importar si la gente considera estos criterios de conducta moral fáciles o difíciles de cumplir ni si estima que tienen un valor alto, bajo o medio, en cualquier caso, todos ellos son meros dichos que limitan y regulan la conducta de la gente. Solamente llegan al nivel de la calidad moral del hombre; no guardan la menor relación con la exigencia de Dios de que se aplique la verdad para juzgar la humanidad de una persona. Ni siquiera incluyen las normas más elementales que deben tener y cumplir quienes tienen humanidad; están lejos de todas esas cosas. Al contemplar a los demás, la gente solamente se centra en evaluar sus demostraciones de conducta moral; contempla y evalúa a otras personas exclusivamente de acuerdo con las exigencias de la cultura tradicional. Dios no contempla a las personas únicamente en función de su conducta moral, sino que se centra en la esencia de su humanidad. ¿Qué abarca la esencia de la humanidad de una persona? Sus preferencias, sus puntos de vista sobre las cosas, su visión de la vida y su sistema de valores, sus afanes, si tiene sentido de la justicia, si ama la verdad y las cosas positivas, su capacidad de aceptar la verdad y someterse a ella, la senda que elige, etc. Es preciso juzgar la esencia de la humanidad de una persona de acuerdo con estas cosas. Aquí, más o menos, concluye Mi enseñanza sobre lo que es disfrutar ayudando a otros. Tras esta enseñanza sobre estas dos exigencias de conducta moral, ¿ya comprendes los principios básicos del discernimiento con respecto tanto a cómo evaluar la conducta moral, como a la diferencia entre los criterios de Dios para evaluar a las personas y la conducta moral del hombre? (Sí).

Acabo de hablar de dos de las exigencias de la cultura tradicional a la conducta moral del hombre: “no te quedes el dinero que te encuentres” y “disfruta ayudando a otros”. ¿Qué habéis aprendido de Mi enseñanza acerca de estos dos dichos? (Yo aprendí que la conducta moral de las personas no está relacionada con la esencia de su humanidad. A lo sumo, las personas que exhiben este tipo de conducta moral tienen algunas buenas conductas y manifestaciones en cuanto a la calidad de su moralidad. Sin embargo, esto no significa que tengan humanidad ni que vivan a semejanza de un ser humano. Entiendo esta cuestión de forma un poco más clara). Las personas que exhiben una buena conducta moral no tienen necesariamente humanidad; todo el mundo puede reconocerlo y, de hecho, así son las cosas. Toda persona sigue las malvadas tendencias de la sociedad y todas ellas han ido perdiendo la conciencia y la razón; pocas son capaces de vivir a semejanza de un ser humano. ¿Se han vuelto buenas personas todas aquellas que una vez entregaron a la policía un céntimo que se encontraron en la acera? No necesariamente. ¿Qué resultado obtuvieron después los antaño elogiados como héroes? En el fondo, todo el mundo conoce la respuesta a estas preguntas. ¿Qué fue de aquellos dechados de moralidad social y grandes filántropos que a menudo disfrutaban ayudando a otros, que eran engalanados con flores rojas y aclamados por el hombre? La mayoría resultaron no ser buenas personas. Hicieron algunas buenas acciones a propósito para hacerse famosos. En realidad, la mayor parte de sus conductas, sus vidas y sus temperamentos reales no son tan buenos. Lo único que se les da muy bien es la adulación y el servilismo. Cuando se quitan las flores rojas y ese barniz superficial de ser dechados de moralidad social, ni siquiera saben cómo comportarse ni cómo llevar su vida. ¿Cuál es el problema? ¿No se han dejado atrapar por la corona de “dechado de moral” que les otorgó la sociedad? Realmente no saben lo que son: han sido halagados tan en exceso que han empezado a creerse demasiado grandes y ya no pueden ser personas normales. Al final ni siquiera saben cómo vivir, su existencia cotidiana se vuelve un caos total y algunos incluso acaban abusando del alcohol, deprimiéndose y suicidándose. Sin duda hay gente que entra dentro de esta categoría. Siempre van en pos de una sensación, deseando ser héroes y ejemplares, hacerse famosos o ser el culmen de la excelencia moral. No pueden regresar jamás al mundo real; las necesidades cotidianas de la vida real son para ellos una fuente constante de vejación y sufrimiento. No saben cómo librarse de este dolor ni cómo elegir la senda correcta en la vida. En busca de emociones, algunos recurren a las drogas, mientras que otros optan por poner fin a su vida para escapar de la sensación de vacío. Algunos de los que no se suicidan suelen acabar muriendo de depresión. ¿No hay numerosos ejemplos de esto? (Sí). Este es el tipo de daño que la cultura tradicional le inflige a la gente. No solo no permite que adquiera una comprensión precisa de la humanidad ni la guía por la senda que debe seguir; eso no es todo, sino que, de hecho, la lleva por el mal camino hacia una esfera de delirio y fantasía. Esto perjudica a las personas de una forma bastante profunda. Puede que alguno alegue: “¡No es cierto en todos los casos! Nosotros lo estamos haciendo bien, ¿no?”. Que ahora vosotros lo estéis haciendo bien, ¿no es fruto de la protección de Dios? Solo porque Dios os escogió y tenéis Su protección tuvisteis la suerte de aceptar Su obra y podéis leer Sus palabras, asistir a reuniones, compartir en comunión y cumplir con vuestro deber aquí; únicamente por Su protección podéis llevar la vida de un ser humano normal y tener la razón normal para hacer frente a todos los aspectos de vuestra vida cotidiana. No obstante, es innegable que en las profundidades de vuestra mente aún hay ideas y puntos de vista como “no te quedes el dinero que te encuentres” y “disfruta ayudando a otros”. Al mismo tiempo, seguís siendo prisioneros de estos criterios ideológicos y morales que provienen de la humanidad. ¿Por qué afirmo que sois prisioneros de estas cosas? Porque la senda que elegís en la vida, los principios y la orientación de vuestros actos y conductas, y los principios, métodos y criterios por los que contempláis a las personas y las cosas, etc., todavía están influenciados, incluso limitados y controlados, por estos criterios ideológicos y morales en distinta medida. Entretanto, las palabras de Dios y la verdad aún no han llegado a ser el fundamento y criterio de vuestros puntos de vista sobre las personas y cosas y de vuestras conductas y acciones. Por ahora solamente habéis elegido el rumbo correcto en la vida, y tenéis la voluntad, la aspiración y la esperanza de emprender la senda de búsqueda de la verdad. Sin embargo, en realidad, la mayoría no os habéis abierto paso en esta senda en absoluto; es decir, que no habéis llegado a la senda correcta que Dios le ha preparado al hombre. Algunos preguntarán: “Si no hemos llegado a la senda correcta, ¿por qué, pese a ello, somos capaces de cumplir con nuestro deber?”. Esto es fruto de la decisión, la cooperación, la conciencia y la voluntad del hombre. En este momento estás cooperando con las exigencias de Dios y empleándote a fondo para mejorar, pero que trates de mejorar no significa que ya hayas llegado a la senda de búsqueda de la verdad. Uno de los motivos es que todavía estáis influenciados por las ideas que la cultura tradicional os ha inculcado. Por ejemplo, tal vez comprendáis correctamente la esencia de los enunciados “no te quedes el dinero que te encuentres” y “disfruta ayudando a otros” tras Mi enseñanza y exposición al respecto, pero puede que dentro de unos días cambiéis de idea. Quizá penséis: “¿Qué tiene de malo lo de que ‘no te quedes el dinero que te encuentres’? Resulta que me cae bien la gente que no se queda el dinero que se encuentra. Al menos no es avariciosa. ¿Qué tiene de malo lo de ‘disfrutar ayudando a otros’? Por lo menos, cuando estás necesitado, puedes contar con que alguien te eche una mano. ¡Es algo bueno y que todo el mundo necesita! Además, se mire como se mire, es bueno y positivo que la gente disfrute ayudando a otros. Es nuestro deber, ¡y no hay que criticarlo!”. Ya ves, solo unos días después de despertar, bastará con una noche de sueño para cambiarte; eso te enviará de vuelta a donde estabas antes y te devolverá una vez más a la cárcel de la cultura tradicional. Dicho de otro modo, estas cosas alojadas en las profundidades de tu mente influyen en tus pensamientos y puntos de vista de vez en cuando, así como en las sendas que eliges. E, inevitablemente, a la par que te influyen, también te frenan e impiden constantemente cumplir tu deseo de llegar a la senda correcta en la vida, de emprender la senda de búsqueda de la verdad y de tomar en la vida aquella senda en que las palabras de Dios son tu fundamento y la verdad tu criterio. Aunque estés muy dispuesto a recorrer dicha senda, aunque lo anheles, te sientas nervioso por ello y te pases el día pensando y planeando, tomando decisiones y orando al respecto, las cosas seguirán sin ir como tú deseas. El motivo es que estos aspectos de la cultura tradicional están excesivamente arraigados en lo más profundo de tu corazón. Puede que alguno exclame: “¡No tienes razón! Afirmas que la cultura tradicional está excesivamente arraigada en el corazón de la gente, pero no creo que sea cierto. Si soy un simple veinteañero, no tengo 70 ni 80 años, ¿cómo es posible que estas cosas ya hayan arraigado profundamente en mi corazón?”. ¿Por qué digo que estas ideas ya están profundamente arraigadas en tu corazón? Piénsalo: desde tus primeros recuerdos, ¿no has aspirado siempre a ser una persona noble aunque tus padres no te inculcaran esas ideas? Por ejemplo, a la mayoría de la gente le gusta mirar películas y leer novelas de héroes y simpatiza profundamente con las víctimas de esas historias, mientras desprecia a los malos y a los personajes crueles que hacen daño a otras personas. Cuando creces en este tipo de ambiente, admites inconscientemente las cosas que la sociedad en general ha acordado de manera colectiva. ¿Y por qué admites esas cosas? Porque la gente no nace en posesión de la verdad y no tiene la capacidad innata de discernir las cosas. Tú no tienes este instinto; el instinto de los seres humanos es una tendencia intrínseca a que les gusten algunas cosas buenas, positivas y activas. Estas cosas activas y positivas te hacen aspirar a mejorar, a llegar a ser una persona buena, heroica y excelente. Estas cosas comienzan a tomar forma en tu interior poco a poco cuando entras en contacto con enunciados derivados de la opinión pública y la moral social. Una vez que los enunciados provenientes de la moral de la cultura tradicional calan en ti y entran en tu mundo interior, arraigan en tu corazón y empiezan a dominar tu vida. Cuando esto ocurre, no disciernes estas cosas, ni te resistes a ellas ni las rechazas, sino que sientes profundamente que las necesitas. Tu primer paso consiste en seguirles el juego a estos dichos. ¿Por qué? Porque estos dichos se adaptan muy bien a los gustos y nociones de la gente, se adecúan a las necesidades de su mundo espiritual. En consecuencia, admites estos enunciados automáticamente y sin ninguna cautela. Progresivamente, con la educación familiar y escolar y el condicionamiento y adoctrinamiento de la sociedad, junto con tus propias fantasías, acabas convenciéndote completamente de que estos dichos son cosas positivas. Con el paso del tiempo, y a medida que te vas haciendo mayor, te esfuerzas por obedecer estos dichos en todo tipo de contextos y situaciones, y obedeces estas cosas que los seres humanos prefieren y creen buenas de forma innata. Cada vez cuajan más en tu interior y arraigan más y más en él. Al mismo tiempo, estas cosas dominan tu visión de la vida y los objetivos que persigues, y se convierten en los criterios por los que juzgas a las personas y las cosas. Toda vez que estos dichos de la cultura tradicional cuajan en la gente, entran en funcionamiento todas las condiciones básicas que la llevan a resistirse a Dios y a la verdad; es como si la gente descubriera unos motivos y fundamentos para ello. Por eso, cuando Dios expone el carácter y la esencia corruptos de las personas y hace caer sobre ellas Su castigo y juicio, la gente se forma todo tipo de nociones sobre Él. Piensa: “Suele decirse que ‘si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos’ y ‘es inútil decapitar a un hombre muerto; sé indulgente siempre que puedas’; entonces, ¿cómo es posible que Dios hablara así? ¿Era realmente Dios? Dios no hablaría de ese modo: debería actuar de la forma más correcta y hablar a la gente en tono suave, el tono de Buda, que libra a todos los seres humanos del sufrimiento, el tono de un bodhisattva. Así es Dios, una figura sumamente gentil y espléndida”. Esta serie de ideas, puntos de vista y nociones te siguen brotando del corazón en cantidades cada vez mayores y, finalmente, no lo soportas más y te rebelas contra Dios y te resistes a Él muy a tu pesar. Así te desgracian tus nociones y fantasías. Esto evidencia que, tengas la edad que tengas, siempre que hayas recibido la educación de la cultura tradicional y tengas la capacidad mental de un adulto, tu corazón se verá embargado por estos aspectos de la moralidad de la cultura tradicional, los cuales, poco a poco, arraigarán en ti. Ya te han dominado y ya has vivido muchos años de acuerdo con ellos. Estos aspectos de la moral de la cultura tradicional llevan mucho tiempo instalados en tu vida y tu naturaleza. Por ejemplo, desde los cinco o seis años aprendiste a disfrutar ayudando a otros y a no quedarte el dinero que te encontraras. Estas cosas te influyeron y dictaban totalmente tu manera de comportarte. Ahora que eres una persona de mediana edad, ya has vivido muchos años de acuerdo con estas cosas; esto significa que estás muy alejado de las normas que Dios exige del hombre. Desde que aceptaste esos dichos de conducta moral que promueve la cultura tradicional, te has apartado cada vez más de las exigencias de Dios. La brecha entre tus normas de humanidad y las normas de humanidad que exige Dios se ha hecho cada vez mayor. En consecuencia, te has apartado cada vez más de Dios, ¿no es así? Tomaos un tiempo para meditar estas palabras.

Hablemos ahora del siguiente dicho sobre conducta moral: “Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”. ¿Qué significa este dicho? Significa que debes ser estricto contigo mismo e indulgente con los demás, para que vean lo generoso y magnánimo que eres. ¿Por qué hay que hacer esto, entonces? ¿Qué se pretende conseguir? ¿Es factible? ¿Es de verdad una expresión natural de la humanidad de las personas? Debes comprometerte mucho para poder asumirlo. Debes liberarte de deseos y exigencias, los cuales te obligan a sentir menos alegría, a sufrir un poco más, pagar un mayor precio y trabajar más para que los demás no tengan que desgastarse. Y si los demás se quejan, se lamentan o trabajan mal, no debes exigirles demasiado: con un “más o menos” es suficiente. La gente cree que esto es una señal de noble moralidad, pero ¿por qué a Mí me suena falso? ¿Acaso no es falso? (Lo es). En circunstancias normales, la expresión natural de la humanidad de una persona corriente es ser tolerante consigo misma y estricta con los demás. Es un hecho. La gente puede percibir los problemas de los demás: “¡Esta persona es arrogante! ¡Esa persona es mala! ¡Esta es egoísta! ¡Aquel es descuidado y superficial en el cumplimiento de su deber! ¡Esta persona es tan perezosa!”, mientras que para sí mismo piensa: “Si soy un poco perezoso, está bien. Soy de buen calibre. Aunque soy perezoso, hago mejor mi trabajo que los demás”. Encuentran defectos en los demás y les gusta ser quisquillosos, pero con ellos mismos son tolerantes y complacientes en la medida de lo posible. ¿No es esta una expresión natural de su humanidad? (Lo es). Si se espera que la gente viva según la idea de ser “estricto con uno mismo y tolerante con los demás”, ¿qué agonía deben soportar? ¿Serán realmente capaces de soportarla? ¿Cuántos lo conseguirían? (Ninguno). ¿Y por qué? (Las personas son egoístas por naturaleza. Actúan según el principio de “cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”). De hecho, el hombre nace egoísta, es una criatura egoísta, y está profundamente comprometido con esa filosofía satánica: “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”. La gente cree que para ellos sería catastrófico y poco natural no ser egoístas y preocuparse por sí mismos cuando les suceden cosas. Esto es lo que la gente cree y así es como actúa. Si se espera de la gente que no sea egoísta, que se exija estrictamente a sí misma y que salga perdiendo voluntariamente en lugar de aprovecharse de los demás, ¿es eso una expectativa realista? Si se espera que cuando alguien se aprovecha de uno, la persona diga alegremente: “Te estás aprovechando, pero no voy a montar un escándalo al respecto. Soy una persona tolerante, no hablaré mal o intentaré vengarme de ti, y si aún no te has aprovechado lo suficiente, siéntete libre de continuar”; ¿es esa una expectativa realista? ¿Cuántas personas podrían conseguirlo? ¿Es así como se comporta normalmente la humanidad corrupta? Obviamente, es anómalo que esto ocurra. ¿Por qué? Porque la gente con actitudes corruptas, especialmente las personas egoístas y mezquinas, luchan por sus propios intereses, y pensar en los demás no les hace sentirse satisfechos en absoluto. Por lo tanto, este fenómeno, cuando se produce, es una anomalía. “Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”: esta afirmación sobre la conducta moral es claramente una exigencia que no concuerda ni con los hechos ni con la humanidad, que es impuesta al hombre por moralistas sociales que no comprenden la humanidad. Es como decirle a un ratón que no se le permite hacer agujeros o a un gato que se le prohíbe cazar ratones. ¿Es correcto exigir algo así? (No. Desafía las leyes de la humanidad). Esta exigencia claramente no se ajusta a la realidad, y es muy vacía. Los que exigen esto, ¿son capaces de cumplirlo? (No). Esperan que los demás cumplan una exigencia que ellos no pueden cumplir; ¿cuál es la cuestión aquí? ¿No es esto un poco irresponsable? Como mínimo se puede afirmar que son irresponsables y dicen disparates. Yendo un paso más allá, ¿cuál es la naturaleza de esta cuestión? (La hipocresía). Correcto, es un ejemplo de hipocresía. Está claro que ellos no son capaces de cumplir esta exigencia, pese a lo cual afirman ser muy tolerantes, generosos y de gran nivel moral; ¿esto no es hipocresía? Sin importar cómo se formule, es un dicho vacío que conlleva cierta falsedad, así que lo calificaremos de dicho hipócrita. Es similar al tipo de dichos que promovían los fariseos; tiene una motivación oculta: obviamente, la de presumir, definirse a uno mismo como persona de conducta moral noble y ser elogiado como ejemplo y modelo de conducta moral noble. ¿Y qué clase de personas son capaces de ser estrictas consigo mismas y tolerantes con los demás? ¿Son capaces de cumplir este dicho los maestros y médicos? (No). Los supuestos personajes famosos y grandes, y sabios como Confucio, Mencio y Laozi, ¿fueron capaces de cumplir este dicho? (No). En resumen, por muy ridículo que sea este dicho postulado por el hombre, o sea esta exigencia defendible o no, en última instancia es una mera exigencia impuesta sobre la condición y conducta moral de las personas. Como mínimo, la gente no está dispuesta a acatar esta exigencia, y no le resulta fácil practicarla porque va contra las normas que la humanidad normal del hombre es capaz de cumplir. No obstante, en cualquier caso, sigue siendo una norma y una exigencia de conducta moral del hombre promovida por la cultura tradicional. Aunque “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás” es una frase hueca que pocos pueden cumplir, lo mismo que “no te quedes el dinero que te encuentres” y “disfruta ayudando a otros” —sin importar las motivaciones o intenciones de las personas que las practican ni si alguien siquiera logra practicarlas—, en todo caso, por el mero hecho de que quienes promueven esta exigencia se califican a sí mismos de culmen de la moralidad, ¿no les convierte esto en arrogantes y santurrones, poseedores de una razón un tanto anormal? Si les preguntaras si son capaces de cumplir el dicho “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”, responderían: “¡Por supuesto!”. Sin embargo, cuando en realidad se vean obligados a cumplirlo, no podrán. ¿Por qué no podrán? Porque tienen un carácter satánico arrogante. Pídeles que cumplan este dogma moral cuando hay otros compitiendo con ellos por el estatus, el poder, el prestigio y el beneficio, y mira si pueden. Sencillamente, no podrán, y hasta se volverán hostiles hacia ti. Si les preguntas “¿Por qué continúas promoviendo este dicho cuando ni siquiera tú eres capaz de cumplirlo? ¿Por qué continúas exigiendo a los demás que lo cumplan? ¿No es hipócrita de tu parte?”, ¿lo admitirán? Si los dejas en evidencia, no lo admitirán; por más que los dejes en evidencia, no lo admitirán ni admitirán su culpa, lo que demuestra que no son buenas personas. Que finjan un tono moral elevado a pesar de ser incapaces de ajustarse a sus propias exigencias solo demuestra que se les califica, con razón, de grandes farsantes e hipócritas petulantes.

“Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”, al igual que los dichos “no te quedes el dinero que te encuentres” y “disfruta ayudando a otros”, es una de esas exigencias que la cultura tradicional hace respecto a la conducta moral de las personas. Del mismo modo, independientemente de si alguien puede alcanzar o ejercer esa conducta moral, sigue sin ser el criterio o la norma con que evaluar su humanidad. Puede que seas realmente capaz de ser estricto contigo mismo y tolerante con los demás y que te exijas un nivel de exigencia especialmente alto. Puede que seas muy puro y siempre pienses en los demás y muestres consideración hacia ellos sin ser egoísta ni buscar tus propios intereses. Puedes parecer especialmente magnánimo y desinteresado, y tener un gran sentido de la responsabilidad y la moral social. Tus allegados y las personas con las que te relacionas puede que perciban tus cualidades y tu noble personalidad. Es posible que tu comportamiento nunca dé a los demás motivos para culparte o criticarte, sino que suscite elogios profusos e incluso admiración. Es posible que la gente te considere alguien realmente estricto consigo mismo y tolerante con los demás. Sin embargo, estos no son más que comportamientos externos. ¿Son coherentes los pensamientos y deseos que habitan en lo más profundo de tu corazón con tales comportamientos externos, con estas acciones que vives externamente? La respuesta es que no, no lo son. La razón por la que puedes actuar así es que haya una motivación detrás. ¿Cuál es esa motivación exactamente? ¿Soportarías el hecho de que esa motivación viera la luz? Desde luego que no. Esto prueba que esta motivación es algo innombrable, algo oscuro y maligno. Ahora bien, ¿por qué esta motivación es incalificable y malvada? Porque la humanidad de las personas se rige y guía por su carácter corrupto. Es innegable que todos los pensamientos de la humanidad, tanto si la gente los expresa con palabras como si los manifiesta, están dominados, controlados y manipulados por su carácter corrupto. En consecuencia, todas las motivaciones e intenciones de las personas son siniestras y malvadas. Independientemente de que la gente sea capaz de ser estricta consigo misma y tolerante con los demás, o de que exteriorice esta moral a la perfección, es inevitable que esta moral no tenga control ni influencia sobre su humanidad. Entonces, ¿qué controla la humanidad de las personas? Su carácter corrupto, la esencia de su humanidad, que subyace oculta al dogma moral “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”; esa es su auténtica naturaleza. La auténtica naturaleza de una persona es la esencia de su humanidad. ¿Y qué constituye la esencia de su humanidad? Principalmente, sus preferencias, sus afanes, su visión de la vida y su sistema de valores, así como su actitud hacia la verdad y hacia Dios, etc. Estas cosas son las únicas que representan verdaderamente la esencia de la humanidad de las personas. Se puede decir con certeza que la mayoría de las personas que se exigen cumplir la norma moral de ser estricto con uno mismo y tolerante con los demás están obsesionados con el estatus. Impulsadas por sus actitudes corruptas, no pueden evitar buscar prestigio entre los hombres, relevancia social y estatus a ojos de los demás. Todas estas cosas están relacionadas con su deseo de estatus y las buscan al amparo de su conducta moral. ¿Y cómo surgen estas búsquedas suyas? Provienen y son impulsadas enteramente por sus actitudes corruptas. Así pues, pase lo que pase, que alguien cumpla o no la moral de ser estricto consigo mismo y tolerante con los demás, y que lo haga o no a la perfección, eso no puede cambiar la esencia de su humanidad. Esto implica que no puede cambiar en modo alguno su punto de vista sobre la vida o su sistema de valores, ni guiar sus actitudes y perspectivas sobre todo tipo de personas, acontecimientos y cosas. ¿No es así? (Así es). Cuanto más capaz es una persona de ser estricta consigo misma y tolerante con los demás, mejor sabe actuar, disfrazarse y engañar a los demás con un buen comportamiento y palabras agradables, y más taimada y malvada es por naturaleza. Cuanto más es de este tipo de personas, más profundo se vuelve su amor y su búsqueda de estatus y poder. Por muy maravillosa, gloriosa y correcta que parezca ser su conducta moral externa, y por muy agradable que sea para las personas contemplarla, la búsqueda tácita que reside en lo más profundo de su corazón, además de su naturaleza y esencia, e incluso sus ambiciones, pueden aflorar de ellos en cualquier momento. Por tanto, por muy buena que sea su conducta moral, no puede ocultar la esencia intrínseca de su humanidad ni sus ambiciones y deseos. No puede ocultar su horrible naturaleza y esencia, que no ama las cosas positivas y que está harta de la verdad y la odia. Como demuestran estos hechos, el dicho “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás” es cuanto menos absurdo: pone en evidencia a esas personas ambiciosas que tratan de utilizar tales dichos y comportamientos para encubrir sus innombrables ambiciones y deseos. Podéis comparar esto con algunos de los anticristos y malvados de la iglesia. A fin de consolidar su estatus y poder en la iglesia, y para adquirir mayor reputación entre los demás miembros, son capaces de sufrir y pagar un precio en el deber, e incluso puede que renuncien a sus empleos y familias y vendan todo lo que tienen para esforzarse por Dios. En algunos casos, el precio que pagan y el sufrimiento que padecen al esforzarse por Dios superan lo que puede soportar una persona normal; son capaces de representar un ánimo de abnegación extrema por mantener el estatus. Sin embargo, por mucho que sufran o paguen, ninguno de ellos protege el testimonio de Dios ni los intereses de la casa de Dios, ni practica según las palabras de Dios. Su objetivo es únicamente obtener estatus, poder y recompensas de parte de Dios. Nada de lo que hacen guarda la menor relación con la verdad. Independientemente de lo estrictos que sean consigo mismos y de lo tolerantes que sean con los demás, ¿cuál será su resultado final? ¿Qué pensará Dios de ellos? ¿Decidirá su resultado en función de las buenas conductas externas que tienen? Desde luego que no. La gente contempla y juzga a los demás en función de estas conductas y manifestaciones y, como no puede descubrir la esencia de otras personas, acaba engañada por ellas. A Dios, no obstante, nunca le engaña el hombre. Dios no elogiará ni recordará en modo alguno la conducta moral de las personas porque fueran capaces de ser estrictas consigo mismas y tolerantes con los demás. Por el contrario, las condenará por sus ambiciones y por las sendas que hayan tomado en pos del estatus. Por tanto, quienes busquen la verdad deben discernir este criterio para evaluar a las personas. Deben negar y abandonar por completo este absurdo criterio y discernir cómo son las personas según las palabras de Dios y los principios de la verdad. Deben fijarse, principalmente, en si una persona ama las cosas positivas, en si es capaz de aceptar la verdad y en si lo es de someterse a la soberanía y las disposiciones de Dios, así como en la senda que elige y recorre, y clasificar qué clase de persona es y qué tipo de humanidad tiene a tenor de estas cosas. Es muy fácil que aparezcan imperfecciones y errores cuando la gente juzga a los demás según el criterio de “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”. Si disciernes cómo es una persona y la contemplas de forma incorrecta en función de principios y dichos provenientes del hombre, estarás vulnerando la verdad y resistiéndote a Dios en ese asunto. ¿Por qué? Porque el fundamento de tu opinión sobre la gente estará equivocado y será incompatible con las palabras de Dios y la verdad; puede que hasta se oponga y sea contrario a ellas. Dios no evalúa la humanidad de nadie según el enunciado de conducta moral “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”, por lo que, si sigues empeñado en juzgar la moralidad de las personas y en determinar qué clase de personas son según este criterio, habrás vulnerado por completo los principios de la verdad y serás proclive a equivocarte y a provocar errores y divergencias, ¿no es así? (Sí). Una vez que la gente comprenda estas cosas, comprenderá al menos hasta cierto punto el fundamento, los principios y los criterios por los que Dios contempla a las personas y las cosas; tú, al menos, comprenderás y reconocerás el planteamiento de Dios respecto a estas cosas. ¿Y tu perspectiva? Como mínimo deberías saber cuál es el fundamento correcto para contemplar a una persona y qué criterio para contemplarla se ajusta a la verdad y a los hechos reales, lo cual no acarreará errores ni divergencias de ninguna clase. Si realmente te quedan claros estos asuntos, discernirás estos aspectos de la cultura tradicional, así como los diversos enunciados, teorías y formas de contemplar a otras personas que tiene el hombre, y podrás renunciar completamente a estos aspectos de la cultura tradicional y a los distintos dichos y puntos de vista procedentes del hombre. Así contemplarás a las personas y discernirás cómo son según los principios de la verdad y, hasta cierto punto, serás compatible con Dios y no te rebelarás contra Él, ni te resistirás a Él ni te opondrás a Él. A medida que alcances poco a poco la compatibilidad con Dios, desarrollarás una idea cada vez más clara de la esencia de las personas y las cosas y buscarás la confirmación a esto en las palabras de Dios. Comprobarás que los diversos enunciados de Dios que desenmascaran a la humanidad, así como Sus descripciones y definiciones de aquella, son correctos y que todos ellos son verdad. Por supuesto, conforme halles la confirmación a esto, cada vez adquirirás más fe y conocimiento de Dios y de Sus palabras, y estarás cada vez más seguro de que las palabras de Dios son la verdad y la realidad que el hombre debe vivir. ¿No consiste en esto el proceso de aceptar y alcanzar la verdad? (Sí). Este es el proceso para aceptar y alcanzar la verdad.

El objetivo de buscar la verdad es aceptarla como la propia vida. Cuando la gente es capaz de aceptar la verdad, su humanidad interior y su vida comienzan a transformarse poco a poco y, al final, esta transformación es su premio. Antes contemplabas a las personas y las cosas según la cultura tradicional, pero ya te has dado cuenta de que era un error y ya no vas a contemplar las cosas desde esa perspectiva ni a nadie según lo dictado por la cultura tradicional. ¿Y en qué te basarás ahora para contemplar a las personas y las cosas? Si no lo sabes, eso indica que aún no has aceptado la verdad. Si ya sabes cuáles son los principios de la verdad según los cuales debes contemplar a las personas y las cosas, si sabes exponer con precisión y claridad tu fundamento, tu senda, tus criterios y tus principios, y si también sabes discernir y aproximarte a las personas según estos principios de la verdad, entonces la verdad ya ha empezado a surtir efecto en ti, guía tus pensamientos y domina la perspectiva desde la que contemplas a las personas y las cosas. Esto demuestra que la verdad ya ha arraigado en ti y se ha convertido en tu vida. Y, a la larga, ¿de qué forma te ayudará el efecto que la verdad surte en ti? ¿No influirá esta en tu conducta, en la senda que elijas y en tu rumbo en la vida? (Sí). Si puede influir en tu conducta y en la senda que sigues, ¿no influirá entonces en tu relación con Dios? (Sí, influirá). ¿Qué resultado tendrá la influencia de la verdad en tu relación con Dios? ¿Te acercarás o te distanciarás? (Me acercaré a Dios). Seguro que te acercarás a Él. Cuando te acerques a Dios, ¿estarás más dispuesto a seguirlo y a humillarte ante Él, o creerás a regañadientes en Su existencia, afectado por dudas y malentendidos? (Estaré dispuesto a seguir a Dios y a humillarme ante Él). Seguro que sí. Ahora bien, ¿cómo alcanzarás esta voluntad? Buscarás la confirmación de las palabras de Dios en tu vida real; la verdad comenzará a surtir efecto en ti y lograrás confirmarla. A lo largo de la evolución de todas las cosas, el origen oculto de todas ellas se confirmará dentro de ti y comprobarás que es plenamente coherente con las palabras de Dios. Verificarás que las palabras de Dios son toda la verdad, y esto aumentará tu fe en Dios. Cuanta más fe tengas en Dios, más normal será tu relación con Él, estarás cada vez más dispuesto a comportarte como un ser creado, querrás aceptar a Dios como Soberano tuyo y cada vez habrá más elementos de ti que se someterán a Dios. ¿Qué te parece esta mejora de vuestra relación? Estupenda, ¿no? Es fruto de un proceos de desarrollo bueno y positivo. ¿Y cuáles serán las consecuencias de un proceso de desarrollo malo y maligno? (Que tu fe en la existencia de Dios se debilitará cada vez más y tendrás malentendidos y dudas acerca de Dios). Estas serán las consecuencias mínimas. No recibirás confirmación en ningún asunto y no solo no alcanzarás la verdad en tu fe, sino que, además, te formarás todo tipo de nociones: malinterpretarás a Dios, le harás reproches y te guardarás de Él y, finalmente, renegarás de Él. Si reniegas de Dios en tu interior, ¿podrás seguirlo igualmente? (No). Ya no desearás seguirlo. ¿Qué ocurrirá después? Que perderás el interés por lo que Dios haga y diga. Cuando Dios diga “el fin de la humanidad está a la vista”, tú responderás: “¡Yo no veo nada!”. No le creerás. Cuando Dios diga “te ganarás un buen destino tras buscar la verdad”, tú responderás: “¿Dónde está ese buen destino del que hablas? Yo no lo veo”. Perderás el interés. Cuando Dios diga “debes actuar como un auténtico ser creado”, tú responderás: “¿Tiene alguna ventaja actuar como un auténtico ser creado? ¿Cuántas bendiciones puedo alcanzar con ello? ¿En serio puedo alcanzar bendiciones haciendo eso? ¿Tiene algo que ver con el hecho de alcanzar bendiciones?”. Cuando Dios diga “¡debes aceptar y someterte a Mi soberanía!”, tú responderás: “¿Qué soberanía? ¿Por qué no percibo la soberanía de Dios? Si realmente Dios es soberano, ¿por qué ha permitido que viva en la pobreza? ¿Por qué ha permitido que enferme? Si Dios es soberano, ¿por qué me resultan siempre tan difíciles las cosas?”. Las quejas embargarán tu corazón y no creerás nada de lo que Dios diga. Esto demostrará tu falta de auténtica fe en Dios. Por eso, ante diversos problemas, no harás más que quejarte sin la menor obediencia. Así llegarás a este resultado maligno. Algunas personas dicen: “Puesto que Dios es soberano, debería ayudarme a recuperarme de mi enfermedad inmediatamente. Debería ayudarme a conseguir todo lo que deseo. ¿Por qué ahora está mi vida plagada de molestias y sufrimientos?”. Han perdido la fe en Dios y se han quedado sin el menor poso de la ambigua fe que una vez tuvieron: ha desaparecido por completo. Esta es la consecuencia maligna y el fruto malvado de todo esto. ¿Queréis llegar a este punto? (No). ¿Cómo podéis evitar rebajaros a este nivel? Debéis esforzaros con respecto a la verdad: la clave y la vía hacia todo esto están en la verdad y las palabras de Dios. Si te esfuerzas en lo que se refiere a las palabras de Dios y la verdad, sin darte cuenta empezarás a tener más clara la senda que Dios te ha enseñado, por la que te ha guiado, y descubrirás la esencia de las personas, circunstancias y cosas orquestadas por Dios. A cada paso de esta experiencia descubrirás poco a poco los principios y el fundamento para contemplar a las personas y las cosas, comportarte y actuar según las palabras de Dios. Al aceptar y comprender la verdad, descubrirás los principios y sendas de práctica en las personas, circunstancias y cosas con que te encuentres. Si practicas de acuerdo con estas sendas, las palabras de Dios entrarán en ti y se convertirán en tu vida, y sin darte cuenta comenzarás a vivir bajo la soberanía y las instrumentaciones de Dios. Cuando vivas bajo la soberanía y las instrumentaciones de Dios, aprenderás inconscientemente a contemplar a las personas y las cosas según las palabras de Dios y verás las cosas desde la postura, la perspectiva y el punto de vista adecuados; los resultados de tus puntos de vista sobre las cosas estarán en consonancia con las palabras de Dios y la verdad y te permitirán acercarte cada vez más a Dios y tener una creciente sed de la verdad. Sin embargo, si no buscas la verdad, si no te esfuerzas con respecto a ella y no te interesa, a saber a qué punto acabarás llegando. En última instancia, el peor resultado posible es que la gente no contemple los actos de Dios ni perciba Su soberanía por más que intente creer en Él; cuando no percibe la omnipotencia y sabiduría de Dios por más cosas que experimente. En tales casos, la gente solo reconocerá que las palabras que Dios expresa son la verdad, pero no tendrá esperanza de salvarse, ni mucho menos verá que el carácter de Dios es justo y santo, y siempre tendrá la sensación que su fe en Dios es confusa. Esto demuestra que no alcanzó la verdad ni la salvación de Dios y que no aprendió nada de nada tras creer en Dios durante años. Con esto concluye Mi enseñanza sobre el tercer dicho, “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”.

¿Cuál es el cuarto enunciado de conducta moral? (Devolver el bien por mal). ¿Alberga la gente determinadas intenciones cuando devuelve el bien por mal? ¿Eso no supone dar un paso atrás para que le resulten más fáciles las cosas? ¿No es una forma conciliadora de afrontarlas? La gente no quiere quedarse atrapada en un ciclo interminable de venganza, desea suavizar las cosas para poder vivir un poco más tranquila. La vida de una persona no es especialmente larga y, tanto si vive cien años como si vive varios cientos, la vida le parece corta. Se pasa el día pensando en vengarse y matar, su mundo interior está plagado de agitación y vive sin ser feliz. Por eso intenta encontrar la manera de vivir más feliz y alegre y de tratarse bien a sí misma, lo cual implica devolver el bien por mal. Es inevitable que las personas se ofendan mutuamente y sean víctimas de las maquinaciones de los demás a lo largo de la vida; como siempre están atormentadas por emociones vengativas y amargas y tienen una existencia bastante precaria, en aras del clima social y de la estabilidad y unidad de la sociedad, con esa motivación, los moralistas promueven este criterio moral en el mundo. Advierten a la gente que no devuelva el mal por mal y que renuncie a odiar y matar, mientras le insta a, por el contrario, devolver el bien por mal. Dicen que aunque alguien te hiciera daño en el pasado, no debes vengarte de él, sino ayudarlo, olvidar sus agravios anteriores, relacionarte con él con normalidad y enmendarlo poco a poco, con lo que se apaciguará la animadversión entre vosotros y lograréis tener una relación armoniosa. ¿No conducirá esto a la armonía de la sociedad en general? Dicen que, independientemente de quién te haya ofendido, sea un familiar, un amigo, un vecino o un colaborador, debes devolverle el bien por mal y renunciar al rencor. Afirman que si todo el mundo es capaz de hacer esto, ocurrirá lo que dice la gente: “Si todos damos un poco de amor, el mundo será un lugar maravilloso”. ¿No se basan estas afirmaciones en fantasías? ¿Un lugar maravilloso? ¡Sí, hombre! Fíjate en quién dirige este mundo y quién corrompe a la humanidad. ¿Qué cambio puede lograr realmente el enunciado de conducta moral sobre “devolver el bien por mal”? No puede cambiar nada. Al igual que el resto, este enunciado impone ciertas exigencias sobre la calidad moral de las personas, o les impone a estas unas regulaciones determinadas. Les exige que no recurran a odiar y matar frente a otras personas que odian y matan, que traten a quienes les hacen daño con calma, con temperamento equilibrado, que con su conducta moral apacigüen esa animadversión y esa tendencia a matar y que minimicen el derramamiento de sangre. Este dicho de conducta moral es, claro está, eficaz sobre la gente en cierta medida; puede sofocar la animadversión y el resentimiento y reducir los asesinatos por venganza hasta cierto punto; y puede tener determinado efecto positivo sobre el clima social, el orden público y la armonía social, pero ¿cuáles son las condiciones indispensables para que este dicho surta tal efecto? Hay unas condiciones indispensables importantes en cuanto al entorno social. Una es la razón y el juicio normales de la gente. La gente piensa: “¿Es esta persona de la que quiero vengarme más o menos poderosa que yo? Si me vengo de ella, ¿podré lograr mi objetivo? Si me vengo y la mato, ¿estaré firmando mi propia sentencia de muerte?”. Primero sopesa las consecuencias. Tras pensarlo, la mayoría se da cuenta: “Está bien relacionada, tiene mucha influencia social y es ruin y cruel, por lo que, aunque me haya hecho daño, no puedo vengarme. Debo tragarme la ofensa en silencio. No obstante, si alguna vez tengo ocasión de vengarme en esta vida, la aprovecharé”. Según el refranero popular, “quien no se venga no es hombre” y “la venganza siempre se sirve en plato frío”. La gente sigue albergando este tipo de filosofías de vida. La filosofía de vida de devolver el bien por mal la mantiene la gente, por un lado, porque guarda relación directa con el entorno social y la profunda corrupción del hombre: surgió de las nociones de la gente y de los juicios de su razón. Cuando la mayoría se encuentra en este tipo de situaciones, lo único que puede hacer es tragarse las ofensas en silencio y aparentar que devuelve el bien por mal dejando de lado el odio y la venganza. Otro motivo por el que la que la gente se aferra a esta filosofía de vida es que en algunos casos hay un gran desequilibrio de poder entre las dos partes implicadas, con lo que la parte agraviada no se atreve a vengarse y se ve obligada a devolver el bien por mal porque no puede hacer otra cosa. Si se vengara, podría poner en peligro la vida de toda su familia, y las consecuencias de eso son inimaginables. En esos casos, la gente considera preferible continuar viviendo tragándose la ofensa. Ahora bien, con ello, ¿ha superado el resentimiento? ¿Hay alguien capaz de olvidar el rencor? (No). Especialmente en casos de rencor muy grave —por ejemplo, cuando alguien ha matado a tus parientes cercanos, desgraciado a tu familia y deshonrado tu nombre, lo que ha hecho que desarrolles una profunda animadversión hacia él—, nadie puede olvidar un rencor así. Esto forma parte de la humanidad y es algo que la humanidad no puede superar. La gente desarrolla instintivamente sentimientos de odio en esas situaciones, cosa bastante normal. Surjan por impetuosidad, instinto o conciencia, en cualquier caso es una respuesta normal. Hasta los perros se acercan a quienes los tratan bien y les dan de comer o los atienden habitualmente, y comienzan a confiar en ellos, mientras aborrecen a quienes los maltratan y pegan; y eso no es todo: aborrecen incluso a las personas que huelen o suenan igual que sus maltratadores. Como ves, hasta los perros tienen ese instinto, ¡así que no digamos la gente! Dado que las personas tienen una mente mucho más compleja que los animales, es perfectamente normal que sientan animadversión ante un asesinato por venganza o un trato injusto. Sin embargo, por diversas razones y por circunstancias particulares, a menudo la gente se ve obligada a transigir, a tragarse ofensas y a aguantar cosas por el momento, pero esto no significa que desee o sea capaz de devolver el bien por mal. Lo que acabo de decir está basado en la perspectiva de la humanidad y en las reacciones instintivas del hombre. Si lo analizamos ahora desde la perspectiva de los hechos objetivos de la sociedad —si alguien no devolviera el bien por mal, sino que se vengara y cometiera un asesinato—, ¿cuáles serían las consecuencias? Se le imputaría responsabilidad jurídica, podría ser detenido, condenado a pena de cárcel e incluso, posiblemente, a pena de muerte. A tenor de esto podemos concluir que, ya sea desde el punto de vista de la humanidad o del poder restrictivo de la sociedad y la ley, cuando las personas reciben un trato injusto y cometen un asesinato por venganza, ni una de ellas puede eliminar el odio de su mente o de lo más hondo del corazón. Incluso cuando son víctimas de daños leves, como agresiones verbales, ridiculización o burla, siguen siendo incapaces de devolver el bien por mal. ¿Es la capacidad de devolver el bien por mal una manifestación normal de humanidad? (No). Así pues, cuando una persona sufre acoso o daño, ¿qué necesita y exige su humanidad como mínimo? ¿Alguna persona diría, alegre y feliz: “¡Adelante, acósame! Eres poderoso y malvado, puedes acosarme como quieras, y yo te devolveré el bien por mal. Percibirás claramente mi noble carácter y mi moralidad y, desde luego, no me vengaré de ti ni tendré opinión alguna sobre ti. No me enojaré contigo, me lo tomaré todo a broma. Por mucho que las cosas que digas ofendan mi condición, me hieran en mi orgullo o perjudiquen mis intereses, bien, no dudes en decir lo que quieras”? ¿Hay gente así? (No). Absolutamente nadie es realmente capaz de dejar atrás el rencor: bastante es que pueda pasar un tiempo sin matar a su enemigo por venganza. Por tanto, nadie es verdaderamente capaz de devolver el bien por mal, e, incluso cuando la gente practica esta conducta moral, es porque se vio obligada a actuar de ese modo por los condicionantes de las circunstancias concretas del momento o porque todo fue en realidad inventado y ficticio. En circunstancias normales, cuando la gente es víctima de persecución o maltrato grave, se vuelve rencorosa y vengativa. La única circunstancia en que alguien podría no ser consciente de su odio o no responder a él sería si ese odio fuera excesivo y la persona sufriera una conmoción tan grave que acabara perdiendo la memoria o la cordura. No obstante, nadie con una humanidad y una razón normales querría ser tratado con insultos, discriminación, menosprecio, sorna, mofa, burla, daño, etc., ni que alguien llegara al extremo de pisotear y quebrantar su condición y dignidad; a nadie le haría gracia corresponder hipócritamente con una conducta moral a quienes previamente lo ofendieron o perjudicaron; nadie es capaz de eso. Por consiguiente, a la humanidad corrompida, esta afirmación de conducta moral de devolver el bien por mal le parece muy floja, raquítica, hueca y carente de sentido.

Si observamos esto desde la perspectiva de la conciencia y razón de la humanidad normal, por muy corrupta que sea una persona, e independientemente de si es malvada o tiene una humanidad relativamente buena, toda persona espera que la traten bien y con un nivel elemental de respeto. Si alguien se pusiera a halagarte y adularte sin motivo, ¿te haría gracia? ¿Te gustaría? (No). ¿Por qué no te gustaría? ¿Te sentirías como si te estuviera engañando? Pensarías: “¿Te parezco un niño de tres años? ¿Por qué no entiendo tu necesidad de decirme estas cosas? ¿Soy tan bueno como dices? ¿He hecho alguna de esas cosas? ¿A qué viene toda esta estúpida adulación? ¿Cómo es que no estás asqueado de ti mismo?”. A la gente no le gusta oír palabras aduladoras y se las toma como una especie de insulto. Aparte del respeto elemental, ¿de qué otra forma desea la gente que la traten? (Con sinceridad). Sería imposible pedirle a la gente que tratara a los demás con sinceridad: basta con que no los acose. Pedirle a la gente que no se acose mutuamente es una exigencia relativamente objetiva. La gente espera que la respeten, que no la acosen y, sobre todo, que la traten con justicia. Espera que no la acosen cuando es vulnerable, que no la marginen cuando se descubran sus defectos y que no la halaguen y adulen constantemente. A la gente le repugnan este tipo de conductas y solo desea un trato justo, ¿no es así? Tratar a los demás de forma justa es un ideal relativamente positivo en el mundo del hombre y en la esfera de pensamiento del hombre. ¿Por qué lo digo? Piénsalo: ¿Por qué a todo el mundo le cae bien Bao Zheng? A la gente le encantan los retratos en que Bao Zheng aparece decidiendo casos aunque estos sean ficticios y totalmente inventados. ¿Por qué sigue disfrutándolos la gente? ¿Por qué sigue mirándolos? Porque, en su mundo ideal, en su esfera de pensamiento y en lo más profundo de su corazón, toda ella desea un mundo positivo y ligeramente mejor. Desea que el hombre pueda vivir en un entorno social relativamente justo y equitativo, en un mundo en que se garantice esto para todos. De ese modo, al menos, cuando fueras acosado por fuerzas malignas, habría un lugar donde se haría justicia, donde podrías denunciar tus reivindicaciones, donde tendrías derecho a quejarte y, en última instancia, donde se esclarecerían las injusticias que hubieras padecido. En dicha sociedad y dicha humanidad habría un lugar donde podrías limpiar tu nombre y protegerte de toda humillación y agravio. ¿No es esta la sociedad ideal del hombre? ¿No es lo que toda persona desea vehementemente? (Sí). Es el sueño de todo el mundo. La gente espera un trato justo: no desea ser objeto de trato injusto ni no tener dónde quejarse si es tratada injustamente, y eso le resulta muy angustioso. Cabe afirmar que la norma y exigencia de “devolver el bien por mal”, impuestas sobre la conducta moral del hombre, están muy alejadas de la realidad de la corrupción de la humanidad en la vida real. Por ello, esta exigencia impuesta sobre la conducta moral del hombre no se aproxima a la voluntad de aquel y está muy alejada de los hechos objetivos y de la vida real. Es un enunciado propuesto por idealistas que no comprenden el mundo interior de los desfavorecidos injustamente tratados y humillados; estos idealistas no tienen ni idea de hasta qué punto se ha tratado injustamente a estas personas, hasta qué punto han sido ofendidas en su dignidad y condición ni hasta qué punto se ha visto amenazada su seguridad personal. No comprenden esas realidades, pese a lo cual exigen igualmente que esas víctimas se reconcilien con sus agresores y no se venguen de ellos, diciendo cosas como: “Naciste para ser maltratado y debes aceptar tu destino. Naciste en la clase más baja de la sociedad y eres de estirpe esclava. Naciste para ser dominado por otros; no debes vengarte de los que te han hecho daño, sino devolver el bien por mal. Debes poner de tu parte por el bien del clima y la armonía social, y contribuir a la sociedad con tu energía positiva y tu mejor conducta moral”. Todo esto se dice claramente para excusar la explotación de las clases bajas por las altas esferas de la sociedad y las clases dirigentes, para darles esta facilidad a aquellas y para acallar en su favor el corazón y las emociones de los desfavorecidos. ¿No es este el objetivo cuando se dicen cosas así? (Sí). Si el ordenamiento jurídico y social de cada país, así como los sistemas y normas de cada raza y clan, fueran justos y se hicieran cumplir estrictamente, ¿seguiría siendo necesario promover este dicho tan poco objetivo, que va contra las leyes de la humanidad? No lo sería. Está claro que el dicho “devolver el bien por mal” solamente se ha promovido como una vía y una facilidad para que las clases dirigentes y las personas malvadas con autoridad y poder exploten y pisoteen a los desfavorecidos. Al mismo tiempo, para aplacar a las clases desfavorecidas y evitar que busquen venganza o se vuelvan hostiles hacia los ricos, las élites y la clase dirigente, estos supuestos pensadores y pedagogos se califican de culmen de la supremacía moral al promover este dicho so pretexto de exigir que todo el mundo practique una buena conducta moral. ¿Esto no genera todavía más contradicciones en la sociedad? Cuanto más reprimes a la gente, más injusta resulta ser la sociedad. Si la sociedad fuera realmente justa y equitativa, ¿seguiría siendo necesario juzgar y exigir una conducta moral a la gente por medio de este enunciado? Es obvio que esto es resultado de que no hay justicia ni en la sociedad ni en la humanidad. Si los malhechores pudieran ser castigados por ley, o si los que tienen dinero y poder también tuvieran que responder ante ella, el enunciado “devolver el bien por mal” no sería válido y no existiría. ¿Cuánta gente del pueblo llano podría perjudicar a una autoridad pública? ¿Cuántos pobres podrían perjudicar a los ricos? Les resultaría difícil conseguirlo. Por tanto, es evidente que el dicho “devolver el bien por mal” está dirigido al pueblo llano, a los pobres y a las clases bajas; es un dicho inmoral e injusto. Por ejemplo, si tú le exigieras a una autoridad que devolviera el bien por mal, te contestaría: “¿Qué bien he de devolver? ¿Quién se atrevería a meterse conmigo? ¿Quién se atrevería a ofenderme? ¿Quién se atrevería a decirme ‘no’? Mataré a todo aquel que me diga que no: ¡exterminaré a toda su familia y a todos sus parientes!”. Ya ves, no hay ningún bien que tengan que devolver las autoridades, así que el enunciado “devolver el bien por mal” ni siquiera existe para ellas. Si les dices “debes practicar esta conducta moral de devolver el bien por mal, debes tener esa conducta moral”, responderán: “Claro que lo puedo hacer”. Es una mentira insidiosa de tomo y lomo. En cualquier caso, “devolver el bien por mal” es, en esencia, un simple dicho promovido por los moralistas sociales como vía para aplacar a las clases bajas y, más aún, un dicho que se promueve a fin de esclavizarlas. Se promueve para asentar todavía más la autoridad de la clase dirigente, ganarse su apoyo y perpetuar la esclavitud de las clases bajas, de modo que no se quejen aunque estén esclavizadas durante generaciones. Esto evidencia que, en este tipo de sociedades, las leyes y los sistemas son claramente injustos; este tipo de sociedad no se rige por la verdad ni está gobernada por la verdad, la justicia o la rectitud. Por el contrario, se rige por la maldad y el poder del hombre, independientemente de quiénes sean las autoridades. Si los del pueblo llano fueran autoridades, la situación sería exactamente la misma. Esta es la esencia de este sistema social. Lo de “devolver el bien por mal” desenmascara esta realidad. Es obvio que la frase tiene un rasgo político determinado: es una exigencia impuesta sobre la conducta moral del hombre para reforzar la dominación y esclavitud de las clases dirigentes sobre las clases bajas.

La exigencia de que la gente devuelva el bien por mal no solo no está en consonancia con las necesidades o exigencias normales de la humanidad ni con su condición y dignidad, naturalmente, sino que ni mucho menos es un criterio adecuado para evaluar la calidad de la humanidad de una persona. Esta exigencia está muy alejada de la humanidad real; no solo es inalcanzable, sino que, para empezar, nunca debería haberse promovido. No es más que un dicho y una estrategia utilizados por la clase dirigente para fortalecer su dominio y control sobre las masas. Naturalmente, Dios nunca ha promovido este tipo de dichos, ni en la Era de la Ley, ni en la Era de la Gracia ni en la actual Era del Reino, y jamás ha aplicado esta clase de métodos, dichos o exigencias como fundamento para evaluar la calidad de la humanidad de las personas. Esto se debe a que, sin importar si alguien es moral o inmoral ni lo buena o mala que pueda ser su conducta moral, Dios solamente tiene en cuenta su esencia; estos dichos de conducta moral no están presentes en la esfera de Dios. Por consiguiente, el dicho de conducta moral “devolver el bien por mal” no es válido en la casa de Dios y no merece análisis. Tanto si devuelves el bien por mal como si te vengas, ¿cómo deben contemplar los creyentes en Dios la cuestión de responder al mal? ¿Con qué actitud y desde qué punto de vista deben contemplarla y abordarla? Si alguien comete un acto de maldad en la iglesia, la casa de Dios tiene unos decretos administrativos y unos principios para ocuparse de esa persona; no hace falta que nadie se vengue en nombre de la víctima ni que la defienda de la injusticia. Eso no es necesario en la casa de Dios, y la iglesia, por supuesto, abordará el problema según los principios. Esta es una realidad que la gente puede observar y plantearse. Dicho de manera clara y precisa: la iglesia tiene unos principios con los que ocuparse de las personas y la casa de Dios tiene unos decretos administrativos. ¿Y Dios? Con respecto a Dios, toda persona que haga el mal será castigada en consecuencia y Dios dictará cuándo y cómo será castigada. Los principios de castigo de Dios son absolutamente consustanciales a Su carácter y esencia. Dios tiene un carácter justo e inofendible, majestad e ira, y todos aquellos que cometan el mal serán castigados por Él en consecuencia. Esto es mucho más grande que las leyes del hombre, va más allá de la humanidad y de todas las leyes seculares. No solo es justo, razonable y acorde con los deseos de la humanidad, sino que, además, no requiere el aplauso y consentimiento de todo el mundo. No requiere que juzgues los asuntos desde el culmen de la supremacía moral. Cuando Dios hace estas cosas, tiene unos principios y unos tiempos. Se debe dejar que Dios actúe como quiera, y la gente debe evitar inmiscuirse, pues esto no tiene nada que ver con ella. ¿Qué le pide Dios a la gente con respecto a la cuestión de responder al mal? Que no actúe ni se vengue de otras personas con impetuosidad. ¿Qué debes hacer tú si alguien te ofende, te acosa, o incluso desea hacerte daño? ¿Hay principios para abordar semejantes situaciones? (Sí). Hay soluciones y principios para estas cosas, así como un fundamento en las palabras de Dios y la verdad. Independientemente de todo lo demás, el dicho de conducta moral, “devolver el bien por mal” tampoco es un criterio por el que juzgar la calidad de la humanidad de las personas. Como mucho, si alguien es capaz de devolver el bien por mal, puede afirmarse que es relativamente tolerante, sencillo, bondadoso y generoso, que no es mezquino y que tiene una conducta moral pasable. Ahora bien, ¿se puede evaluar y juzgar la calidad de la humanidad de esta persona basándose en este único dicho? No, en absoluto. También hay que tener en cuenta lo que busca, la senda que recorre, su actitud hacia la verdad y hacia las cosas positivas, etc. Es el único modo de juzgar de forma precisa si tiene humanidad o no.

Aquí concluye nuestra enseñanza de hoy.

26 de marzo de 2022

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