IV. Palabras sobre revelar los misterios de la encarnación

187. La primera encarnación fue para redimir al hombre del pecado; para redimirlo por medio de la carne de Jesús; es decir, Él salvó al hombre de la cruz, pero el carácter satánico corrupto todavía permanecía en el hombre. La segunda encarnación ya no tiene como propósito servir como ofrenda por el pecado, sino, más bien, salvar por completo a los que fueron redimidos del pecado. Esto se hace de tal forma que aquellos cuyos pecados han sido perdonados puedan ser librados de sus pecados, sean purificados completamente y logren un cambio de carácter, y así sean liberados de la influencia de la oscuridad de Satanás y regresen delante del trono de Dios. Solo así puede el hombre ser plenamente santificado. Después de que la Era de la Ley llegó a su fin, y al comenzar la Era de la Gracia, Dios inició la obra de salvación, la cual continúa hasta los últimos días, cuando, al juzgar y castigar a la raza humana por su rebeldía, Él habrá purificado totalmente a la humanidad. Solo entonces Dios concluirá Su obra de salvación y entrará en el reposo. Por tanto, en las tres etapas de la obra, Dios solo se ha hecho carne dos veces para llevar a cabo Él mismo Su obra entre los hombres. Esto se debe a que solo una de las tres etapas de la obra consiste en guiar al hombre sobre cómo debe llevar su vida, mientras que, las otras dos, consisten en la obra de salvación. Solo haciéndose carne puede Dios vivir junto al hombre, experimentar el sufrimiento del mundo, y vivir en un cuerpo normal de carne. Solo de esta forma puede proveer a los hombres de la Palabra práctica que necesitan como seres creados. El hombre recibe la salvación plena de Dios a través de la encarnación de Dios, no directamente del cielo en respuesta a sus oraciones. El hombre es de carne y hueso, no tiene forma de ver al Espíritu de Dios y, mucho menos, de acercarse a Su Espíritu, así que lo único con lo que puede entrar en contacto es con la carne encarnada de Dios. Solo a través de esto es el hombre capaz de entender toda la Palabra y todas las verdades y recibir la salvación plena. La segunda encarnación será suficiente para eliminar los pecados del hombre y purificarlo plenamente. Por tanto, con la segunda encarnación se pondrá fin a la totalidad de la obra de Dios en la carne y se completará el sentido de la encarnación de Dios. A partir de ahí, la obra de Dios en la carne habrá llegado plenamente a su fin. Después de la segunda encarnación, Él no se hará carne una tercera vez para Su obra. Ya que toda Su gestión habrá llegado a su fin, la encarnación de los últimos días habrá ganado totalmente a las personas que ha seleccionado y, en los últimos días, la especie humana habrá sido ordenada según su tipo. Él ya no hará más la obra de salvación ni regresará a la carne para llevar a cabo obra alguna.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)

188. Después de la obra de Jehová, Jesús se encarnó para llevar a cabo Su obra entre los hombres. Su obra no se llevó a cabo de forma aislada, sino que fue construida sobre la de Jehová. Era una obra para una nueva era que Dios realizó después de que pusiera fin a la Era de la Ley. De forma similar, después de que terminara la obra de Jesús, Dios continuó Su obra para la siguiente era, porque toda Su gestión siempre avanza. Cuando pase la era antigua, será sustituida por una nueva, y una vez que la antigua obra se haya completado, habrá una nueva obra que continuará la gestión de Dios. Esta encarnación es la segunda encarnación de Dios, la cual sigue a la obra de Jesús. Por supuesto, esta encarnación no ocurre de forma independiente; es la tercera etapa de la obra después de la Era de la Ley y la Era de la Gracia. Cada vez que Dios inicia una nueva etapa de la obra, siempre debe haber un nuevo comienzo y siempre debe traer una nueva era. Así pues, también hay cambios correspondientes en el carácter de Dios, en Su forma de obrar, en el lugar de Su obra y en Su nombre. No es de extrañar, por tanto, que al hombre le resulte difícil aceptar la obra de Dios en la nueva era. Pero independientemente de cómo se le oponga el hombre, Dios siempre está realizando Su obra, y guiando a toda la humanidad hacia adelante. Cuando Jesús vino al mundo del hombre inició la Era de la Gracia y terminó la Era de la Ley. Durante los últimos días, Dios se hizo carne una vez más y, con esta encarnación, finalizó la Era de la Gracia e inauguró la Era del Reino. Todos aquellos que sean capaces de aceptar la segunda encarnación de Dios serán conducidos a la Era del Reino, y, además, serán capaces de aceptar personalmente la guía de Dios. Aunque Jesús vino entre los hombres e hizo mucha obra, solo completó la obra de redimir a toda la humanidad y sirvió como ofrenda por el pecado del hombre; no lo libró de la totalidad de su carácter corrupto. Salvar al hombre totalmente de la influencia de Satanás no solo requirió que Jesús se convirtiera en la ofrenda por el pecado y cargara con los pecados del hombre, sino también que Dios realizara una obra incluso mayor para librar completamente al hombre de su carácter corrompido por Satanás. Y así, una vez que el hombre fue perdonado por sus pecados, Dios volvió a la carne para guiar a este a la nueva era, y comenzó la obra de castigo y juicio. Esta obra ha llevado al hombre a un reino más elevado. Todos los que se someten a Su dominio disfrutarán una verdad superior y recibirán mayores bendiciones. Vivirán realmente en la luz y obtendrán la verdad, el camino y la vida.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio

189. La “encarnación” es la aparición de Dios en la carne; Él obra en medio de la especie humana creada bajo una forma carnal. Por tanto, dado que es la encarnación de Dios, primero debe ser carne, una carne con una humanidad normal; esto, como mínimo, es el requisito previo más básico. De hecho, la implicación de la encarnación de Dios es que Él vive y obra en la carne; Dios se hace carne en Su misma esencia, se hace hombre.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

190. La encarnación significa que el Espíritu de Dios se hace carne, es decir, que Dios se hace carne; la obra que la carne realiza es la obra del Espíritu, la cual se materializa en la carne y es expresada por la carne. Nadie, excepto la carne de Dios, puede cumplir con el ministerio del Dios encarnado; es decir, que solo la carne encarnada de Dios, esa humanidad normal —y nadie más— puede expresar la obra divina. Si durante Su primera venida, Dios no hubiera poseído una humanidad normal antes de los veintinueve años de edad, si al nacer, hubiera podido obrar milagros, si tan pronto como hubiera aprendido a hablar, hubiera podido hablar el lenguaje del cielo, si en el momento en el que puso Su pie sobre la tierra por primera vez, hubiera podido comprender todos los asuntos mundanos, distinguir todos los pensamientos y las intenciones de cada persona, a esa persona no se le habría podido haber llamado un hombre normal y tal carne no podría haberse llamado carne humana. Si este fuera el caso con Cristo, entonces el sentido y la esencia de la encarnación de Dios se perdería. Que posea una humanidad normal demuestra que Él es Dios encarnado en la carne; que pase por un proceso de crecimiento humano normal demuestra aún más que Él es de carne normal; además, Su obra es prueba suficiente de que Él es la Palabra de Dios, el Espíritu de Dios, hecho carne.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

191. El Dios encarnado se llama Cristo y Cristo es la carne vestida con el Espíritu de Dios. Esta carne es diferente de cualquier hombre que es de la carne. La diferencia es porque Cristo es la encarnación del Espíritu, en lugar de ser carne. Tiene tanto una humanidad normal como una divinidad completa. Su divinidad no la posee ningún hombre. Su humanidad normal sustenta todas Sus actividades normales en la carne, mientras que Su divinidad lleva a cabo la obra de Dios mismo. Sea Su humanidad o Su divinidad, ambas se someten a la voluntad del Padre celestial. La esencia de Cristo es el Espíritu, es decir, la divinidad. Por lo tanto, Su esencia es la de Dios mismo; esta esencia no trastornará Su propia obra y Él no podría hacer nada que destruyera Su propia obra ni tampoco pronunciaría ninguna palabra que fuera en contra de Su propia voluntad. Por lo tanto, el Dios encarnado nunca haría ninguna obra que trastornara Su propia gestión. Esto es lo que todas las personas deben entender. La esencia de la obra del Espíritu Santo es salvar al hombre y es por el bien de la propia gestión de Dios. De manera similar, la obra de Cristo también es para salvar a los hombres, y lo es por causa de la voluntad de Dios. Dado que Dios se hace carne, Él hace realidad Su esencia dentro de Su carne de tal manera que Su carne es suficiente para asumir Su obra. Por lo tanto, toda la obra del Espíritu de Dios la reemplaza la obra de Cristo durante el tiempo de la encarnación, y la obra de Cristo está en el corazón de toda la obra, a través del tiempo de la encarnación. No se puede mezclar con la obra de ninguna otra era. Y ya que Dios se hace carne, obra en la identidad de Su carne; ya que viene en la carne, entonces termina en la carne la obra que debe hacer. Ya sea el Espíritu de Dios o Cristo, ambos son Dios mismo y Él hace la obra que debe hacer y desempeña el ministerio que debe desempeñar.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de Cristo es la sumisión a la voluntad del Padre celestial

192. Aquel que es Dios encarnado poseerá la esencia de Dios, y Aquel que es Dios encarnado tendrá la expresión de Dios. Puesto que Dios se hace carne, Él traerá la obra que pretende llevar a cabo y puesto que se hace carne expresará lo que Él es; será, asimismo, capaz de traer la verdad al hombre, de concederle la vida y de señalarle el camino. La carne que no contiene la esencia de Dios definitivamente no es el Dios encarnado; de esto no hay duda. Si el hombre pretende investigar si es la carne encarnada de Dios, entonces debe corroborarlo a partir del carácter que Él expresa y de las palabras que Él habla. Es decir, para corroborar si es o no la carne encarnada de Dios y si es o no el camino verdadero, la persona debe discernir basándose en Su esencia. Y, así, a la hora de determinar si se trata de la carne de Dios encarnado, la clave yace en Su esencia (Su obra, Sus declaraciones, Su carácter y muchos otros aspectos), en lugar de fijarse en Su apariencia externa. Si el hombre solo analiza Su apariencia externa, y como consecuencia pasa por alto Su esencia, esto muestra que el hombre es inculto e ignorante.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio

193. La implicación de la encarnación de Dios es que Él vive y obra en la carne; Dios se hace carne en Su misma esencia, se hace hombre. Su vida y Su obra encarnadas pueden dividirse en dos etapas. Primero es la vida que vive antes de desempeñar Su ministerio. Dios vive en una familia humana ordinaria, en una humanidad totalmente normal, obedeciendo la moral y las leyes normales de la vida humana, con necesidades humanas normales (comida, vestido, descanso, refugio), debilidades humanas normales y emociones humanas normales. En otras palabras, durante esta primera etapa Él vive en una humanidad no divina y completamente normal, y se involucra en todas las actividades humanas normales. La segunda etapa es la vida que vive después de empezar a desarrollar Su ministerio. Sigue morando en la humanidad ordinaria con un caparazón humano normal, sin mostrar señal externa alguna de lo sobrenatural. No obstante, vive puramente por el bien de Su ministerio y durante este tiempo Su humanidad normal existe enteramente para sostener la obra normal de Su divinidad; y es que, para entonces, Su humanidad normal ha madurado hasta el punto de ser capaz de desempeñar Su ministerio. Por tanto, la segunda etapa de Su vida consiste en llevar a cabo Su ministerio en Su humanidad normal, cuando es una vida tanto de humanidad normal como de divinidad completa. La razón por la que durante la primera etapa de Su vida Él vive en una humanidad completamente ordinaria es que Su humanidad no puede mantener aún a la totalidad de la obra divina, todavía no está madura; solo después de que Su humanidad madura y es capaz de cargar con Su ministerio, Él puede ponerse a realizar el ministerio que debe llevar a cabo. Como Él es carne, necesita crecer y madurar. Por tanto, la primera etapa de Su vida es la de una humanidad normal, mientras que, en la segunda, Su humanidad es capaz de acometer Su obra y llevar a cabo Su ministerio, y por tanto la vida que el Dios encarnado vive durante ese periodo es tanto de humanidad como de divinidad completa. Si el Dios encarnado hubiera comenzado formalmente Su ministerio desde el momento de Su nacimiento, realizando señales sobrenaturales y maravillas, entonces no tendría una esencia corpórea. Por tanto, Su humanidad existe por el bien de Su esencia corpórea; no puede haber carne sin humanidad y una persona sin humanidad no es un ser humano. De esta forma, la humanidad de la carne de Dios es una propiedad intrínseca de la carne encarnada de Dios. Decir que “cuando Dios se hace carne Él solo tiene divinidad y no humanidad”, es una blasfemia, pues esta afirmación simplemente no existe y viola el principio de la encarnación. Incluso después de empezar a llevar a cabo Su ministerio, cuando realiza Su obra, sigue viviendo Su divinidad con un caparazón externo humano; solo que en ese momento, Su humanidad tiene el único propósito de permitirle a Su divinidad desempeñar la obra en la carne normal. Así pues, el agente de la obra es la divinidad habitando en Su humanidad. Es Su divinidad, no Su humanidad, la que obra, pero esta divinidad está escondida dentro de Su humanidad; en esencia, Su divinidad completa, no Su humanidad, es la que lleva a cabo Su obra. Pero el que hace la obra es Su carne. Se podría decir que Él es hombre, pero también es Dios, porque Dios se convierte en un Dios que vive en la carne; tiene un caparazón y una esencia humanos, y más aún, tiene la esencia de Dios. Al ser un hombre con la esencia de Dios, Él está por encima de todos los humanos creados y de cualquier hombre que pueda desarrollar la obra de Dios. Por tanto, entre todos los que tienen un caparazón humano como el suyo, entre todos los que poseen humanidad, solo Él es el Dios mismo encarnado, todos los demás son humanos creados. Aunque todos poseen humanidad, los humanos creados no tienen más que humanidad, mientras que Dios encarnado es diferente. En Su carne, no solo tiene humanidad sino que, lo que es más importante, también tiene divinidad. Su humanidad puede verse en la apariencia externa de Su carne y en Su vida cotidiana, pero Su divinidad es difícil de percibir. Como Su divinidad se expresa únicamente cuando Él tiene humanidad y no es tan sobrenatural como las personas lo imaginan, verla es extremadamente difícil para las personas. Incluso hoy es extremadamente difícil que la gente pueda comprender la verdadera esencia del Dios encarnado. Incluso después de haber hablado tanto sobre ello, supongo que sigue siendo un misterio para la mayoría de vosotros. De hecho, este asunto es muy simple: como Dios se hace carne, Su esencia es una combinación de humanidad y divinidad. Esta combinación se llama Dios mismo, Dios mismo en la tierra.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

194. La humanidad de Dios encarnado existe para mantener la obra normal divina en la carne; Su pensamiento humano normal sustenta Su humanidad normal y todas Sus actividades corporales normales. Se podría decir que Su pensamiento humano normal existe con el fin de sustentar toda la obra de Dios en la carne. Si esta carne no poseyera una mente humana normal, entonces Dios no podría obrar en la carne y lo que Él debe hacer en la carne no se cumpliría jamás. Aunque el Dios encarnado posee una mente humana normal, Su obra no está adulterada por el pensamiento humano; Él emprende la obra en la humanidad con una mente normal, bajo la condición previa de que Él posee la humanidad con una mente propia, no por el ejercicio del pensamiento humano normal. No importa cuán elevados sean los pensamientos de Su carne, Su obra no está manchada con la lógica o el pensamiento. En otras palabras, Su obra no es concebida por la mente de Su carne, sino que es una expresión directa de la obra divina en Su humanidad. Toda Su obra es el ministerio que debe cumplir y nada de ella es concebida por Su cerebro. Por ejemplo, sanar a los enfermos, echar fuera a los demonios y la crucifixión no fueron productos de Su mente humana y ningún hombre con una mente humana podría haber logrado estas cosas. De igual forma, la obra de conquista actual es un ministerio que debe llevar a cabo el Dios encarnado, pero no es la obra de una voluntad humana, es la obra que Su divinidad debe llevar a cabo y que ningún humano carnal es capaz de realizar. Así pues, el Dios encarnado debe poseer una mente humana normal, debe poseer una humanidad normal, porque Él debe desempeñar Su obra en la humanidad con una mente normal. Esta es la esencia de la obra del Dios encarnado, la propia esencia del Dios encarnado.

Antes de que Jesús llevara a cabo la obra, simplemente vivió en Su humanidad normal. Nadie podía darse cuenta de que Él fuera Dios, nadie descubrió que Él era el Dios encarnado; las personas solo lo conocían como un hombre totalmente corriente. Su humanidad normal, totalmente común, era una prueba de que Él era Dios encarnado en la carne y de que la Era de la Gracia fue la era de la obra del Dios encarnado y no la de la obra del Espíritu. Fue una prueba de que el Espíritu de Dios se materializó completamente en la carne, de que en la era de la encarnación de Dios Su carne llevaría a cabo toda la obra del Espíritu. El Cristo con humanidad normal es una carne en la que el Espíritu se materializa y posee una humanidad normal, un sentido normal y un pensamiento humano. “Materializarse” significa que Dios se hace hombre, que el Espíritu se hace carne; dicho de manera más clara, es cuando Dios mismo habita en la carne con una humanidad normal y expresa Su obra divina a través de ella. Esto es lo que significa materializarse o encarnarse.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

195. La humanidad de Cristo está gobernada por Su divinidad. Aunque Él está en la carne, Su humanidad no es del todo parecida a la de un hombre de la carne. Él tiene Su propio carácter único y a este también lo gobierna Su divinidad. Su divinidad no tiene debilidades; la debilidad de Cristo se refiere a la debilidad de Su humanidad. Hasta cierto punto, esta debilidad constriñe Su divinidad, pero esos límites están dentro de un cierto ámbito y tiempo y no son ilimitados. Cuando llega el tiempo de ejecutar la obra de Su divinidad, se hace independientemente de Su humanidad. La humanidad de Cristo está completamente dirigida por Su divinidad. Además de la vida normal de Su humanidad, Su divinidad influye en todas las demás acciones de Su humanidad, las afecta y las dirige. Aunque Cristo tiene una humanidad, no perturba la obra de Su divinidad y esto es precisamente porque la humanidad de Cristo está dirigida por Su divinidad; aunque Su humanidad no es madura en Su conducta ante los demás, esto no afecta la obra normal de Su divinidad. Cuando digo que Su humanidad no se ha corrompido quiero decir que la humanidad de Cristo puede estar directamente comandada por Su divinidad, y que Él posee un sentido más elevado que el del hombre común. Su humanidad es la más adecuada para ser dirigida por la divinidad en Su obra; Su humanidad es la más capaz de expresar la obra de la divinidad y es la más capaz de someterse a tal obra. Mientras Dios obra en la carne, nunca pierde de vista el deber que el hombre en la carne debe desempeñar; Él es capaz de adorar al Dios celestial con un corazón sincero. Tiene la esencia de Dios y Su identidad es la de Dios mismo. Es solo que ha venido a la tierra y se ha vuelto un ser creado, con el caparazón exterior de un ser creado y que ahora posee una humanidad que antes no tenía; es capaz de adorar al Dios celestial. Este es el ser de Dios mismo y que el hombre no puede imitar. Su identidad es Dios mismo. Es desde la perspectiva de la carne que Él adora a Dios; por lo tanto, las palabras “Cristo adora al Dios celestial” no son incorrectas. Lo que Él pide del hombre es precisamente Su propio ser; ya ha logrado todo lo que pide del hombre antes de que se lo demande. Nunca exigiría cosas a los demás mientras Él está libre de exigencias, porque todo esto constituye Su ser. Independientemente de cómo lleve a cabo Su obra, no actuaría de una manera en la que se rebelara contra Dios. No importa qué pida Él del hombre, ninguna exigencia excede lo que el hombre puede lograr. Todo lo que Él hace es seguir la voluntad de Dios y es en aras de Su gestión. La divinidad de Cristo está por encima de todos los hombres; por lo tanto, Él es la autoridad suprema de todos los seres creados. Esta autoridad es Su divinidad, es decir, el carácter y el ser de Dios mismo, los cuales determinan Su identidad. Por lo tanto, no importa qué tan normal sea Su humanidad, es innegable que tiene la identidad de Dios mismo; no importa desde qué punto de vista hable y la manera en la que Él se someta a la voluntad de Dios, no puede decirse que no sea Dios mismo.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de Cristo es la sumisión a la voluntad del Padre celestial

196. El Hijo del hombre encarnado expresaba la divinidad de Dios a través de Su humanidad y transmitía Sus intenciones a la humanidad. A través de Su expresión de las intenciones y del carácter de Dios, también les reveló a las personas el Dios que no puede verse ni tocarse, que habita en el reino espiritual. Lo que las personas vieron fue Dios mismo, tangible y de carne y hueso. Así, el Hijo del hombre encarnado hizo concretas y humanas cosas como la identidad de Dios mismo, el estatus, la imagen, el carácter de Dios y lo que Él tiene y es. Aunque Su aspecto externo tenía algunas limitaciones respecto a la imagen de Dios, Su esencia y lo que Él tiene y es eran totalmente capaces de representar la propia identidad y el estatus de Dios mismo; sencillamente existían algunas diferencias en la forma de expresión. No podemos negar que el Hijo del hombre representaba la identidad y el estatus de Dios mismo, tanto en la forma de Su humanidad y en Su divinidad. Sin embargo, durante este tiempo, Dios obró a través de la carne, habló desde esa perspectiva y se presentó ante la humanidad con la identidad y el estatus del Hijo del hombre, y esto les proporcionó a las personas la oportunidad de encontrar y experimentar las palabras y la obra prácticas de Dios en medio de la humanidad. También les permitió tener una percepción de Su divinidad y de Su grandeza en medio de la humildad, así como lograr un entendimiento y una definición preliminares de la autenticidad y la practicidad de Dios. Aunque la obra realizada por el Señor Jesús, Sus formas de obrar y la perspectiva desde la que habló diferían de la persona real de Dios en la esfera espiritual, todo lo relativo a Él representaba realmente al Dios mismo que la humanidad nunca había visto antes; ¡es innegable! Es decir, no importa en qué forma aparezca Dios ni desde qué perspectiva hable, o en qué imagen se presente ante la humanidad, Dios no representa nada que no sea Él mismo. No puede representar a ningún ser humano ni a parte alguna de la humanidad corrupta. Dios es Dios mismo, y esto no se puede negar.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III

197. El Dios mismo práctico del que se habla hoy obra tanto desde lo humano como desde lo divino. Mediante Su aparición se logran Su obra y Su vida humanas normales, así como Su obra completamente divina. Su humanidad y Su divinidad se combinan en una sola, y la obra de ambas se logra por medio de las palabras; tanto desde lo humano como desde lo divino, Él hace declaraciones. Cuando Dios obra desde lo humano, habla el lenguaje de la humanidad, de forma que las personas puedan tener contacto con Él y entenderlo. Habla claramente y Sus palabras son fáciles de entender, de forma que pueden proveerse a todas las personas; independientemente de si estas poseen ciertos conocimientos o tienen una educación deficiente, todas pueden recibir las palabras de Dios. La obra de Dios desde lo divino también se lleva a cabo por medio de palabras, pero está llena de provisión, de vida, no está contaminada por ideas humanas, no implica preferencias humanas, no tiene límites humanos, está fuera de los límites de cualquier humanidad normal; se lleva a cabo en la carne, pero es la expresión directa del Espíritu. Si las personas sólo aceptan la obra de Dios desde lo humano, se confinarán dentro de cierto ámbito, y necesitarán una poda y una disciplina permanentes a fin de que se produzca un mínimo cambio en ellas. Sin la obra o la presencia del Espíritu Santo, sin embargo, siempre volverán a sus viejas costumbres; sólo a través de la obra de la divinidad pueden rectificarse estos males y deficiencias y solo entonces pueden las personas ser completadas. En lugar de una poda sostenida, lo que se requiere es una provisión positiva, usando palabras para compensar todas las carencias, para revelar cada estado de las personas, para dirigir sus vidas, todos sus dichos, todos sus actos, y dejar al descubierto sus propósitos y motivaciones. Esta es la obra práctica del Dios práctico. Así, en tu actitud hacia Él, deberías someterte de inmediato a Su humanidad, admitiéndolo y reconociéndolo a la vez y, además, aceptar y someterte a Su obra y palabras divinas. La aparición de Dios en la carne significa que toda la obra y las palabras del Espíritu de Dios se llevan a cabo a través de Su humanidad normal y de Su carne encarnada. En otras palabras, el Espíritu de Dios dirige Su obra humana y lleva a cabo la obra de la divinidad en la carne a la vez, y en Dios encarnado puedes ver Su obra desde lo humano y Su obra completamente divina. Este es el significado real de la práctica aparición de Dios en la carne. Si puedes ver esto claramente, serás capaz de conectar todas las diferentes partes de Dios; dejarás de dar importancia indebida a Su obra desde lo divino, y de dejarás de ver Su obra desde lo humano con indiferencia indebida; no te irás a los extremos, ni tomarás ningún desvío. En general, el sentido del Dios práctico es que la obra de Su humanidad y Su divinidad, dirigida por el Espíritu, se expresa por medio de Su carne, de forma que las personas puedan ver que Él está vivo y es natural, verdadero y real.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Deberías saber que el Dios práctico es Dios mismo

198. El Espíritu de Dios es la autoridad sobre toda la creación. La carne, con la esencia de Dios, también posee autoridad, pero Dios en la carne puede hacer toda la obra que se somete a la voluntad del Padre celestial. Esto no lo puede alcanzar ni concebir una persona sola. Dios mismo es la autoridad, pero Su carne puede someterse a Su autoridad. Esto es lo que implican las siguientes palabras: “Cristo se somete a la voluntad de Dios Padre”. Dios es un Espíritu y puede hacer la obra de salvación, de la misma manera que lo puede hacer Dios hecho hombre. De cualquier manera, Dios mismo hace Su propia obra; Él no trastorna ni perturba, ni, mucho menos, lleva a cabo una obra que se contradiga a sí misma, porque la esencia de la obra que hace el Espíritu y la carne es igual. Sea el Espíritu o la carne, ambos obran para cumplir una voluntad y para gestionar la misma obra. Aunque el Espíritu y la carne tienen dos cualidades dispares, sus esencias son las mismas; ambas poseen la esencia de Dios mismo y la identidad de Dios mismo. Dios mismo no tiene elementos de rebeldía; Su esencia es buena. Él es la expresión de toda la belleza y bondad, así como de todo el amor. Incluso en la carne, Dios no hace nada que se rebele contra Dios Padre. Incluso a costa de sacrificar Su vida, estaría dispuesto de todo corazón a hacerlo y no elegiría otra cosa. Dios no posee elementos de sentenciosidad ni prepotencia, arrogancia o vanidad; no posee elementos de tortuosidad. Todo lo que se rebela contra Dios proviene de Satanás; Satanás es el origen de toda maldad y fealdad. La razón por la que el hombre tiene cualidades similares a las de Satanás es porque Satanás ha corrompido al hombre y ha trabajado en él. Satanás no ha corrompido a Cristo; por lo tanto, Él solo posee las características de Dios y ninguna de las de Satanás. No importa qué tan ardua sea la obra o débil la carne, Dios, mientras vive en la carne, nunca hará nada que trastorne la obra de Dios mismo, y, mucho menos, abandonará la voluntad de Dios Padre en rebeldía. Él preferiría sufrir dolores en la carne que ir en contra de la voluntad de Dios Padre; así como Jesús lo dijo en la oración: “Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras”. La gente toma sus propias decisiones, pero Cristo no. Aunque tiene la identidad de Dios mismo, aún así busca la voluntad de Dios Padre y cumple lo que Dios Padre le confió, desde la perspectiva de la carne. Esto es algo inalcanzable para el hombre. Lo que proviene de Satanás no puede tener la esencia de Dios, solo puede tener una que se rebela y se resiste contra Dios. No puede someterse por completo a Dios, mucho menos someterse de buen grado a la voluntad de Dios. Todos los hombres excepto Cristo pueden hacer lo que resiste a Dios y ni uno solo puede llevar a cabo directamente la obra que Dios le confió; ninguno es capaz de ver la gestión de Dios como un propio deber que debe desempeñar. Someterse a la voluntad de Dios Padre es la esencia de Cristo; la rebeldía contra Dios es la característica de Satanás. Estas dos cualidades son incompatibles y cualquiera que tenga las cualidades de Satanás no se puede llamar Cristo. La razón por la cual el hombre no puede hacer la obra de Dios en Su lugar es porque el hombre no tiene nada de la esencia de Dios. El hombre obra para Dios por el bien de sus intereses personales y perspectivas futuras, pero Cristo obra para seguir la voluntad de Dios Padre.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de Cristo es la sumisión a la voluntad del Padre celestial

199. Aunque el aspecto exterior de Dios encarnado fuera exactamente igual al de un ser humano, y aunque Él aprendiera el conocimiento humano, aunque hablara el lenguaje humano y, en ocasiones, hasta expresara Sus ideas a través de métodos humanos o citando dichos humanos, Su modo de ver a los seres humanos y la esencia de las cosas es absolutamente distinto a como las personas corruptas los ven. Su perspectiva y la altura en la que se halla son algo inalcanzable para cualquier persona corrupta. Esto se debe a que Dios es la verdad, porque la carne que lleva también posee la esencia de Dios y Sus pensamientos y lo que expresa Su humanidad también son la verdad. Para las personas corruptas, lo que Él expresa en la carne son provisiones de la verdad y de la vida. Estas provisiones no son solo para una persona, sino para toda la humanidad. En el corazón de cualquier persona corrupta solo hay lugar para esas pocas personas relacionadas con ella. Solo le importan y siente apego por ese manojo de personas. Cuando se asoma algún desastre, piensa primero en sus propios hijos, en su cónyuge o en sus padres. Como mucho, alguien más compasivo dedicaría algún pensamiento a algún familiar o un buen amigo; pero ¿pueden extenderse más que eso los pensamientos de una persona incluso así de compasiva? ¡Jamás! Los seres humanos son, después de todo, humanos, y solo pueden ver las cosas desde la perspectiva y la elevación de un ser humano. Sin embargo, Dios encarnado es totalmente diferente de un ser humano corrupto. Independientemente de lo corriente, normal y humilde que sea la carne del Dios encarnado, o incluso cuánto lo menosprecie la gente, Sus pensamientos y Su actitud hacia la humanidad son cosas que ningún hombre podría poseer o imitar. Él siempre observará a la humanidad desde la perspectiva de la divinidad, desde la elevación de Su posición como Creador. Siempre contemplará a la humanidad a través de la esencia y de la mentalidad de Dios. No la verá en absoluto desde la altura de una persona corriente ni desde la perspectiva de una persona corrupta. Cuando el hombre mira a la humanidad, lo hace con una visión humana y usa cosas como el conocimiento, las normas y las teorías humanas como medida. Esto está dentro del alcance de lo que las personas pueden ver con los ojos, dentro del alcance de lo que puede lograr una persona corrupta. Cuando Dios mira a la humanidad, lo hace con visión divina; usa como medida Su esencia y lo que Él tiene y es. Esto incluye cosas que las personas no pueden ver, y en esto es en lo que Dios encarnado y los humanos corruptos son totalmente diferentes. Esta divergencia viene determinada por las esencias diferentes de los seres humanos y de Dios; y son estas esencias diferentes las que determinan las identidades y las posiciones, así como la perspectiva y la elevación desde la que ven las cosas.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III

200. El que tengas o no experiencias de sociedad, y cómo realmente vivas en tu familia y experimentes en ella, se puede ver en lo que expresas; mientras que no puedes ver en la obra de Dios encarnado si Él tiene experiencias sociales o no. Él es muy consciente de la sustancia del hombre; puede poner al descubierto todas las clases de prácticas que corresponden a todas las clases de personas. Se le da incluso mejor desenmascarar el carácter corrupto y el comportamiento rebelde de los humanos. No vive entre las personas mundanas, pero es consciente de la naturaleza de los mortales y de todas las corrupciones de las personas mundanas. Este es Su ser. Aunque no trata con el mundo, conoce las reglas para tratar con el mundo porque entiende completamente la naturaleza humana. Conoce acerca de la obra del Espíritu que los ojos del hombre no pueden ver y los oídos del hombre no pueden escuchar, tanto del presente como del pasado. Esto incluye una sabiduría que no es una filosofía para los asuntos mundanos y prodigios que son difíciles de comprender por parte del hombre. Eso es Su ser, abierto a las personas pero también escondido de las personas. Lo que Él expresa no es el ser de una persona extraordinaria, sino los atributos y el ser inherentes del Espíritu. No viaja por el mundo pero sabe todo del mismo. Él se pone en contacto con los “antropoides” que no tienen ningún conocimiento o discernimiento, pero expresa palabras que son más elevadas que el conocimiento y que están por encima de las de los grandes hombres. Vive entre un grupo de personas obtusas e insensibles que no tienen humanidad y que no entienden las convenciones y las vidas de la humanidad, pero le puede pedir a la especie humana que viva una humanidad normal al mismo tiempo que pone al descubierto la humanidad vil y baja del ser humano. Todo esto es Su ser, más elevado que el ser de cualquier persona de carne y hueso. Para Él no es necesario experimentar una vida social complicada, engorrosa y sórdida para hacer la obra que tiene que hacer y revelar a fondo la sustancia de la humanidad corrupta. Una vida social sórdida no edifica Su carne. Su obra y palabras solo revelan la rebeldía del hombre y no le proporcionan al hombre la experiencia y las lecciones para tratar con el mundo. No necesita investigar la sociedad o la familia del hombre cuando le da al hombre la vida. Desenmascarar y juzgar al hombre no es una expresión de las experiencias de Su carne; es Su desenmascaramiento de la injusticia del hombre después de conocer por mucho tiempo la rebeldía del hombre y aborrecer la corrupción de la humanidad. Toda la obra que Él hace es para revelar Su carácter al hombre y expresar Su ser. Solo Él puede hacer esta obra; no es algo que una persona de carne y hueso pueda lograr.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra de Dios y la obra del hombre

201. La obra y la expresión de Cristo determinan Su esencia. Es capaz de completar con un corazón sincero lo que se le ha encargado. Es capaz de adorar al Dios celestial con un corazón sincero y con un corazón sincero buscar la voluntad de Dios Padre. Todo esto lo determina Su esencia. Y también Su esencia determina Su revelación natural; la razón por la que la llamo Su “revelación natural” es porque Su expresión no es una imitación o el resultado de la educación impartida por el hombre o el resultado de muchos años de cultivo en manos del hombre. Él no la aprendió ni se adornó con ella; más bien, es inherente a Él. El hombre puede negar Su obra, Su expresión, Su humanidad y toda la vida de Su humanidad normal, pero nadie puede negar que Él adora al Dios celestial con un corazón sincero; nadie puede negar que ha venido a cumplir la voluntad del Padre celestial y nadie puede negar la sinceridad con la que busca a Dios Padre. Aunque Su imagen no sea agradable a los sentidos, Su discurso no posea un aire extraordinario y Su obra no impacte la tierra ni estremezca el cielo como el hombre lo imagina, Él es, en realidad, Cristo, Aquel que cumple la voluntad del Padre celestial con un corazón sincero, que se somete por completo al Padre celestial y que es sumiso hasta la muerte. Esto se debe a que Su esencia es la esencia de Cristo. Esta verdad es difícil de creer para el hombre, pero es un hecho. Cuando el ministerio de Cristo se haya cumplido por completo, el hombre podrá ver a partir de Su obra que Su carácter y Su ser representan el carácter y el ser del Dios del cielo. En ese momento, la suma de toda Su obra podrá afirmar que Él es en realidad el Verbo que se hizo carne, y no la carne semejante a la de un hombre de carne y hueso.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de Cristo es la sumisión a la voluntad del Padre celestial

202. El Dios que se hizo carne se llama Cristo, y así el Cristo que les puede dar a las personas la verdad se llama Dios. No hay nada excesivo en esto, porque Él posee la esencia de Dios, posee el carácter de Dios y la sabiduría de Su obra, carácter y sabiduría que el hombre no puede alcanzar. Los que a sí mismos se llaman cristo, pero que no pueden hacer la obra de Dios, son fraudes. Cristo no es solo la manifestación de Dios en la tierra, sino que también es la carne particular asumida por Dios a medida que lleva a cabo Su obra y completa Su obra entre los hombres. Esta carne no puede ser suplantada por cualquier hombre, sino que es una carne que tiene bastante capacidad para asumir la obra de Dios en la tierra, expresar el carácter de Dios y representarlo a Él bien, y proveer la vida al hombre. Tarde o temprano, aquellos que suplantan a Cristo caerán porque, aunque afirman ser cristo, no poseen nada de Su esencia. Y así digo que la autenticidad de Cristo, el hombre no la puede definir, sino que Dios mismo la contesta y la decide.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo el Cristo de los últimos días le puede dar al hombre el camino de la vida eterna

203. La carne vestida por el Espíritu de Dios es la propia carne de Dios. El Espíritu de Dios es supremo; Él es todopoderoso, santo y justo. De igual forma, Su carne también es suprema, todopoderosa, santa y justa. Carne como esa solo puede hacer lo que es justo y beneficioso para la humanidad; lo que es santo, glorioso y poderoso. Es incapaz de hacer cualquier cosa que viole la verdad, la moralidad y la justicia; mucho menos, cualquier cosa que traicione al Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios es santo y, por lo tanto, Su carne no es susceptible de corrupción por Satanás; Su carne es de una esencia diferente a la carne del hombre. Porque es el hombre, no Dios, el que es corrompido por Satanás, y Satanás no podría corromper la carne de Dios mismo. Así pues, a pesar del hecho de que el hombre y Cristo moran dentro del mismo espacio, Satanás solo puede poseer y usar al hombre, así como hacerle daño con sus artimañas. Por el contrario, Cristo es eternamente inmune a la corrupción de Satanás porque Satanás nunca será capaz de ascender al lugar más alto y nunca será capaz de acercarse a Dios. Hoy, todos vosotros debéis entender que sólo la humanidad, que ha sido corrompida por Satanás, es la que me traiciona. La traición jamás será un asunto que involucre a Cristo en lo más mínimo.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Un problema muy serio: la traición (2)

204. Dios se hizo carne porque el objeto de Su obra no es el espíritu de Satanás o alguna cosa incorpórea, sino el hombre que es de la carne y a quien Satanás ha corrompido. Precisamente porque la carne del hombre ha sido corrompida es que Dios ha hecho al hombre carnal el objeto de Su obra; además, ya que el hombre es objeto de la corrupción, Dios lo ha hecho el único objeto de Su obra a través de todas las etapas de Su obra de salvación. El hombre es un ser mortal, es de carne y hueso, y Dios es el Único que puede salvar al hombre. De esta manera, Dios debe convertirse en una carne que posea los mismos atributos que el hombre con el fin de hacer Su obra, para que esta pueda lograr mejores efectos. Dios debe hacerse carne para hacer Su obra justamente porque el hombre es de la carne y es incapaz de vencer el pecado o de despojarse de la carne. Aunque la esencia y la identidad de Dios encarnado difieren grandemente de la esencia e identidad del hombre, con todo, Su apariencia es idéntica a la del hombre; tiene la apariencia de una persona normal y lleva la vida de una persona normal, y los que lo ven no pueden discernir ninguna diferencia con una persona normal. Esta apariencia y humanidad normales son suficientes para que haga Su obra divina en la humanidad normal. Su carne le permite realizar Su obra en la humanidad normal y le ayuda a hacerla entre los hombres, y Su humanidad normal, además, le ayuda a llevar a cabo la obra de salvación entre los hombres. Aunque Su humanidad normal ha causado mucho alboroto entre los hombres, tal alboroto no ha impactado los efectos normales de Su obra. En resumen, la obra de Su carne normal es de un beneficio supremo para el hombre. Aunque la mayoría de la gente no acepta Su humanidad normal, Su obra aún puede surtir efectos y estos se logran gracias a Su humanidad normal. De esto no hay duda. Por Su obra en la carne, el hombre gana diez veces o docenas de veces más cosas que las nociones que existen entre los hombres acerca de Su humanidad normal y, al final, todas esas nociones se las tragará Su obra, y el efecto que esta ha logrado, es decir, el conocimiento que el hombre tiene de Él, supera por mucho a las nociones que el hombre tiene de Él. No hay manera de imaginar o medir la obra que hace en la carne, porque Su carne es diferente a la de cualquier ser humano carnal; aunque el caparazón externo es idéntico, la esencia no es la misma. Su carne engendra entre los hombres muchas nociones acerca de Dios, sin embargo, Su carne también le puede permitir al hombre adquirir mucho conocimiento y puede, incluso, conquistar a cualquier persona que posea un caparazón externo similar. Porque no es solamente humano, sino que es Dios con el caparazón externo de un ser humano y nadie puede desentrañarlo o entenderlo por completo.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

205. Satanás ha corrompido al hombre y este es la más elevada de todas las criaturas de Dios, así que el hombre necesita la salvación de Dios. El objeto de la salvación de Dios es el hombre, no Satanás, y lo que será salvado es la carne y el alma del hombre, no los diablos. Satanás es el objeto de la aniquilación de Dios, el hombre es el objeto de Su salvación, y Satanás ha corrompido la carne del hombre por lo que esta es lo primero que debe ser salvado. La carne del hombre ha sido profundamente corrompida y se ha convertido en algo que se opone a Dios, tanto que incluso se opone y niega abiertamente Su existencia. Esta carne corrupta es simplemente demasiado obstinada y no hay nada más difícil de podar o cambiar que el carácter corrupto de la carne. Satanás viene a la carne del hombre para provocar perturbaciones y la usa para perturbar la obra de Dios y perjudicar Su plan, de tal manera que el hombre se ha convertido en Satanás y en enemigo de Dios. Para que el hombre sea salvado primero debe ser conquistado. Por eso Dios acepta el reto y viene a la carne para hacer la obra que pretende y librar la batalla contra Satanás. Su meta es la salvación del hombre, que se ha corrompido, y la derrota y aniquilación de Satanás, que se rebela contra Él. Derrota a Satanás por medio de Su obra de conquistar al hombre, mientras que al mismo tiempo salva a la humanidad corrupta. Así, es una obra que consigue dos objetivos a la vez. Obra y habla en la carne y emprende toda la obra en la carne con el fin de tener un mejor contacto con el hombre y conquistarlo de mejor manera. La última vez que Dios se haga carne, concluirá en la carne Su obra de los últimos días. Va a clasificar a todos los hombres de acuerdo a su clase, concluirá toda Su gestión y también toda Su obra en la carne. Después de que toda Su obra en la tierra llegue a su fin, resultará completamente victorioso. Al obrar en la carne, Dios habrá conquistado y ganado por completo a la humanidad. ¿No quiere decir esto que toda Su gestión habrá llegado a un fin? Cuando Dios concluya Su obra en la carne, cuando haya derrotado por completo a Satanás y haya salido victorioso, Satanás ya no tendrá oportunidad de corromper al hombre. La obra de la primera encarnación de Dios fue la redención y el perdón de los pecados del hombre. Ahora es la obra de conquistar y ganar por completo a la humanidad para que Satanás ya no tenga manera de hacer su obra, haya perdido completamente y Dios haya salido del todo victorioso. Esta es la obra de la carne y es la obra que Dios mismo hace.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

206. Satanás ha corrompido la carne del hombre, la ha cegado profundamente y la ha dañado de forma terrible. La razón más fundamental por la que Dios obra personalmente en la carne es porque el objeto de Su salvación es el hombre, que es de la carne, y porque Satanás también usa la carne del hombre para perturbar la obra de Dios. La batalla contra Satanás es en realidad la obra de conquistar al hombre y, al mismo tiempo, el hombre también es el objeto de la salvación de Dios. De esta manera, que Dios se haga carne para hacer Su obra es sumamente necesaria. Satanás corrompió la carne del hombre y el hombre se convirtió en la personificación de Satanás y se volvió el objeto que Dios debe derrotar. Así, la obra de librar la batalla contra Satanás y salvar a la humanidad ocurre en la tierra y Dios se debe hacer humano con el fin de librar la batalla contra Satanás. Esta es una obra de lo más práctica. Cuando Dios está obrando en la carne, en realidad está librando la batalla contra Satanás en la carne. Cuando obra en la carne, está haciendo Su obra en el reino espiritual y hace que toda Su obra en el reino espiritual se materialice en la tierra. El que es conquistado es el hombre, que es rebelde contra Él, el que es derrotado es la personificación de Satanás (por supuesto, este también es el hombre), que está en enemistad con Él, y el que es salvado a fin de cuentas también es el hombre. De esta manera, es hasta más necesario que Dios se convierta en un humano que tenga el caparazón externo de un ser creado, para que mantenga un batalla real con Satanás y conquiste al hombre, que es rebelde contra Él y posee el mismo caparazón externo que Él, y salvar al hombre, que es del mismo caparazón externo que Él y a quien Satanás ha dañado. El hombre, al que creó, es Su enemigo, el objeto de Su conquista y el objeto de Su salvación. Así que debe volverse humano y, de esta manera, Su obra se hace mucho más fácil; es capaz de derrotar a Satanás, de conquistar a la especie humana e incluso más capaz de salvarla.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

207. La salvación del hombre por parte de Dios no se lleva a cabo directamente utilizando el método del Espíritu y la identidad del Espíritu, porque el hombre no puede ni tocar ni ver Su Espíritu, ni tampoco acercarse a Él. Si Él tratara de salvar al hombre directamente utilizando la perspectiva del Espíritu, el hombre sería incapaz de recibir Su salvación. Si Dios no se hubiera vestido con la forma exterior de un hombre creado, no habría forma de que el hombre recibiera esta salvación, pues el hombre de ninguna manera tiene forma de acercarse a Él, igual que nadie podía acercarse a la nube de Jehová. Solo volviéndose un ser humano creado, es decir, solo poniendo Su Palabra en la carne en el que está a punto de convertirse, puede Él obrar personalmente la Palabra en todos los que lo siguen. Solo entonces puede el hombre oír y ver personalmente Su Palabra e incluso ganar Su Palabra y, por estos medios, llegar a ser totalmente salvo. Si Dios no se hubiera hecho carne, nadie de carne y hueso podría recibir una salvación tan grande ni se salvaría una sola persona. Si el Espíritu de Dios obrara directamente en medio de la humanidad, la humanidad entera sería derribada o, sin una forma de entrar en contacto con Dios, Satanás la tomaría totalmente cautiva.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)

208. La única razón por la que el Dios encarnado ha venido a la carne es por causa de las necesidades del hombre corrupto. Es por causa de las necesidades del hombre, no por las de Dios, y todos Sus sacrificios y sufrimientos son por el bien de la humanidad y no por el bien de Dios mismo. No hay pros y contras o recompensas para Dios; Él no va a segar una cosecha futura sino solo lo que desde el principio se le debía. Todo lo que hace y sacrifica por la humanidad no es para que pueda ganar grandes recompensas sino solo por el bien de la humanidad. Aunque la obra de Dios en la carne implica muchas dificultades inimaginables, los resultados que esta logra al final exceden por mucho los de la obra hecha directamente por el Espíritu. La obra de la carne conlleva muchas dificultades y la carne no puede poseer la misma identidad grandiosa que el Espíritu, no puede llevar a cabo los mismos hechos sobrenaturales que el Espíritu, mucho menos puede poseer la misma autoridad que Este. Aun así, la esencia de la obra hecha por esta carne común y corriente es muy superior a la de la obra hecha directamente por el Espíritu, y esta misma carne es la respuesta a las necesidades de toda la humanidad. Para los que van a ser salvados, el valor de utilización del Espíritu es muy inferior al de la carne: la obra del Espíritu es capaz de cubrir todo el universo, a través de todas las montañas, ríos, lagos y océanos; sin embargo, la obra de la carne se relaciona de un modo más efectivo con cada persona con quien tiene contacto. Es más, el hombre puede entender mejor y confiar más en la carne de Dios que tiene una forma tangible, Su carne puede profundizar más el conocimiento que el hombre tiene de Dios y puede dejar en él una impresión más profunda de los hechos prácticos de Dios. La obra del Espíritu está envuelta en misterio; es difícil de predecir para los seres mortales y aún más difícil que la vean, y por eso solo pueden confiar en imaginaciones infundadas. La obra de la carne, sin embargo, es normal y práctica, y posee una rica sabiduría y es un hecho que los ojos del hombre mortal pueden ver personalmente; el hombre puede apreciar de forma personal la sabiduría de la obra de Dios y no tiene necesidad de emplear su profusa imaginación. Esta es la exactitud y el valor práctico de la obra de Dios en la carne. El Espíritu solo puede hacer cosas que son invisibles para el hombre y difíciles de imaginar para este, por ejemplo, lo que el Espíritu esclarece, conmueve y guía, pero para el hombre que es capaz de pensar, estas no pueden aportar ningún significado claro. Solo pueden conmoverlo o proporcionarle un significado apenas similar, pero no le pueden dar una instrucción con palabras. La obra de Dios en la carne, sin embargo, es muy diferente: implica la orientación exacta de las palabras, y tiene intenciones claras y objetivos claros requeridos al respecto. Y así el hombre no tiene que dar palos de ciego o emplear su imaginación, mucho menos hacer conjeturas. Esta es la claridad de la obra en la carne y su gran diferencia con la obra del Espíritu. La obra del Espíritu solo es adecuada para una esfera limitada y no puede reemplazar la obra de la carne. Las metas precisas requeridas del hombre a través de la obra de la carne, y el valor práctico del conocimiento que el hombre obtiene a partir de dicha obra, superan por mucho la precisión y el valor práctico de la obra del Espíritu. Para las personas corruptas, solo la obra que proporciona palabras exactas y metas claras que perseguir, y que es visible y tangible, es la clase de obra más valiosa. Solo la obra realista y la guía oportuna son idóneas para los gustos del hombre y solo la obra práctica puede salvar al hombre de su carácter corrupto y depravado. Esto solo lo puede lograr el Dios encarnado; solo el Dios encarnado puede salvar al hombre de su viejo carácter corrupto y depravado. Aunque el Espíritu es la esencia inherente de Dios, una obra como esta solo la puede hacer Su carne. Si el Espíritu obrara completamente solo, no sería posible que Su obra fuera efectiva, esta es la pura verdad. Aunque la mayoría de las personas se han vuelto enemigas de Dios por causa de esta carne, cuando esta concluya Su obra, los que están en Su contra no solo dejarán de ser Sus enemigos sino que, por el contrario, se convertirán en Sus testigos. Se convertirán en testigos a los que ha conquistado, los testigos que son compatibles con Él e inseparables de Él. Hará que el hombre sepa de la importancia que tiene para él Su obra en la carne, y el hombre sabrá la importancia de esta carne para el significado de su existencia, conocerá Su valor práctico en lo concerniente al crecimiento de su vida y, además, sabrá que esta carne se convertirá en una fuente viva de vida de la que no soportará apartarse.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

209. Aunque la carne encarnada de Dios está lejos de ser igual a la identidad y posición de Dios, y al hombre le parece que es incompatible con Su estatus real, esta carne, que no posee la imagen o identidad inherentes de Dios, puede hacer la obra que el Espíritu de Dios no puede hacer directamente. Tal es el significado y valor inherentes de la encarnación de Dios y es este significado y valor lo que el hombre no puede apreciar y reconocer. Aunque toda la humanidad eleva la mirada al Espíritu de Dios y la baja a la carne de Dios, más allá de cómo vea o piense, el significado y el valor prácticos de la carne superan con creces a los del Espíritu. Por supuesto, esto solo se refiere a la humanidad corrupta. Para cualquiera que busca la verdad y anhela la aparición de Dios, la obra del Espíritu puede solo proporcionar una emoción o una inspiración, y una sensación de asombro por ser dicha obra maravillosa, incomprensible e inimaginable, una sensación de que es grandiosa, trascendente y admirable aunque también inasequible e inalcanzable para todos. El hombre y el Espíritu de Dios solo se pueden ver el uno al otro desde lejos, como si hubiera una gran distancia entre ellos, y nunca pueden ser iguales, como si el hombre y Dios estuvieran separados por una división invisible. De hecho, esta es una ilusión que el Espíritu le da al hombre, porque el Espíritu y el hombre no son de la misma especie, y nunca van a coexistir en el mismo mundo, y porque el Espíritu no posee nada del hombre. Así que el hombre no necesita al Espíritu, ya que Este no puede hacer directamente la obra que el hombre más necesita. La obra de la carne le ofrece al hombre objetivos prácticos que buscar, palabras claras y una sensación de que Él es práctico y normal, humilde y corriente. Aunque el hombre pueda tenerle miedo, a la mayoría de la gente le es bastante fácil entrar en contacto con Él: el hombre puede contemplar Su rostro y oír Su voz y no tiene que contemplarlo desde lejos. Esta carne se siente accesible para el hombre, no resulta distante o insondable, sino visible y accesible, porque esta carne está en el mismo mundo que el hombre.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

210. Ahora el hombre ve que la obra de Dios encarnado es, ciertamente, extraordinaria, y que hay mucho en ella que el hombre no puede lograr, y que son misterios y maravillas. Por tanto, muchos se han sometido. Algunos nunca se han sometido a ningún hombre desde el día de su nacimiento, pero cuando ven las palabras de Dios hoy, se someten totalmente sin darse cuenta de que lo han hecho y no se atreven a examinar o a decir nada más. La humanidad ha caído bajo la palabra y yace postrada bajo el juicio de la misma. Si el Espíritu de Dios le hablara directamente al hombre, la humanidad entera se sometería a la voz, cayendo sin palabras de revelación, como cuando Pablo cayó al piso en medio de la luz de camino a Damasco. Si Dios continuara obrando de esta forma, el hombre nunca sería capaz de llegar a conocer su propia corrupción a través del juicio de la palabra y, así, alcanzar la salvación. Solo haciéndose carne puede Dios transmitir personalmente Sus palabras a los oídos de todos los seres humanos de forma que todos los que tengan oídos puedan oír Sus palabras y recibir Su obra de juicio por la palabra. Solo así se consigue el resultado mediante Su palabra, no es que el Espíritu se manifieste con el fin de atemorizar al hombre para que se someta. Solo a través de esta obra práctica, pero extraordinaria, puede el antiguo carácter del hombre, escondido profundamente en su interior durante muchos años, ser revelado plenamente de forma que el hombre pueda reconocerlo y su carácter cambie. Todas estas cosas constituyen la obra práctica de Dios encarnado, en la cual, al hablar y ejecutar el juicio de una manera práctica, Él consigue los resultados del juicio sobre el hombre por la palabra. Esta es la autoridad de Dios encarnado y el sentido de Su encarnación. Se lleva a cabo para dar a conocer la autoridad de Dios encarnado, los resultados obtenidos por la obra de la palabra y que el Espíritu ha venido en la carne; además, demuestra Su autoridad a través de juzgar al hombre por medio de la palabra. Aunque Su carne es la forma externa de una humanidad común y normal, los resultados conseguidos por Sus palabras muestran al hombre que Él está lleno de autoridad, que es Dios mismo y que Sus palabras son la expresión de Dios mismo. Por medio de esto, se muestra a toda la humanidad que Él es Dios mismo, que es Dios mismo hecho carne, que nadie puede ofenderlo y que nadie puede superar Su juicio por medio de la palabra, y que ninguna fuerza de oscuridad puede prevalecer sobre Su autoridad. La sumisión del hombre a Él se debe por entero a que Él es la Palabra hecha carne, todo se debe a Su autoridad y a Su juicio por medio de la palabra. La obra traída por Su carne encarnada es la autoridad que Él posee. La razón por la que Él se hace carne es porque la carne también puede poseer autoridad, y Él es capaz de llevar a cabo la obra entre los hombres de una manera práctica, de modo que sea visible y tangible para el hombre. Esta obra es mucho más práctica que la realizada directamente por el Espíritu de Dios, quien posee toda la autoridad, y sus resultados también son evidentes. Esto se debe a que la carne encarnada de Dios puede hablar y obrar de una forma práctica. La forma externa de Su carne no tiene autoridad y los hombres pueden acercarse a ella, mientras que Su esencia conlleva autoridad, pero esta no es visible para nadie. Cuando Él habla y obra, el hombre es incapaz de detectar la existencia de Su autoridad; esto le facilita llevar a cabo Su obra práctica. Toda esta obra práctica puede producir resultados. Aunque ningún hombre es consciente de que Él tiene autoridad ni ve que no se le puede ofender ni ve Su ira, Él alcanza los resultados deseados de Sus palabras a través de Su autoridad velada, de Su ira oculta y de las palabras que Él pronuncia abiertamente. Dicho de otra forma, el hombre se convence plenamente por medio de Su tono de voz, de la severidad de Su discurso y de toda la sabiduría de Sus palabras. De esta forma, el hombre se somete a la palabra de Dios encarnado, quien, aparentemente, no tiene autoridad, cumpliendo, de esta forma, el objetivo de Dios de salvar al hombre. Este es otro aspecto del sentido de Su encarnación: para hablar de forma más práctica y permitir que la realidad de Sus palabras tenga un efecto sobre el hombre, de forma que este pueda presenciar el poder de la palabra de Dios. Así pues, si esta obra no se hubiera hecho por medio de la encarnación, no habría obtenido los más mínimos resultados y no sería capaz de salvar por completo a las personas pecadoras. Si Dios no se hiciera carne, se quedaría como el Espíritu invisible e intangible para el hombre. El hombre es una criatura de carne, y él y Dios pertenecen a dos mundos diferentes y poseen distinta naturaleza. El Espíritu de Dios es incompatible con el hombre, quien es de carne, y sencillamente no hay forma de establecer relaciones entre ellos, sin mencionar que el hombre es incapaz de volverse espíritu. Así pues, el Espíritu de Dios debe convertirse en un ser creado para llevar a cabo Su obra original. Dios puede tanto ascender al lugar más elevado como humillarse para convertirse en una criatura humana, obrando y viviendo entre la humanidad, pero el hombre no puede ascender hasta el lugar más elevado y volverse un espíritu, y, mucho menos, descender hasta el lugar más bajo. Por esta razón Dios debe hacerse carne para llevar a cabo Su obra. Del mismo modo, durante la primera encarnación solo la carne de Dios encarnado podía redimir al hombre a través de Su crucifixión, mientras que no habría habido forma de que el Espíritu de Dios fuera crucificado como una ofrenda por el pecado para el hombre. Dios podía hacerse carne directamente para servir como una ofrenda por el pecado para el hombre, pero este no podía ascender directamente al cielo para tomar la ofrenda por el pecado que Dios había preparado para él. Así pues, lo único posible sería pedirle a Dios que fuera y viniera unas cuantas veces entre el cielo y la tierra, y no hacer que el hombre ascienda al cielo para tomar esta salvación, porque el hombre había caído y, además, simplemente no podía ascender al cielo, y, mucho menos, obtener la ofrenda por el pecado. Por tanto, era necesario que Jesús viniera entre la humanidad y realizara personalmente la obra que el hombre simplemente no podía llevar a cabo. Cada vez que Dios se hace carne, es por absoluta necesidad. Si el Espíritu de Dios hubiera podido llevar a cabo directamente cualquiera de las etapas, no se habría sometido a la indignidad de estar encarnado.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)

211. Nadie es más adecuado y está más calificado que Dios en la carne para hacer la obra de juzgar la corrupción de la carne del hombre. Si el juicio lo llevara a cabo directamente el Espíritu de Dios, entonces no lo abarcaría todo y, además, sería difícil que el hombre aceptara esto, porque el Espíritu no puede enfrentarse cara a cara con el hombre. A la luz de este punto, los efectos no serían inmediatos, y mucho menos el hombre sería capaz de contemplar con mayor claridad el carácter de Dios que no se puede ofender. Satanás solo puede ser completamente derrotado si Dios en la carne juzga la corrupción de la especie humana. Dios en la carne es también una persona con humanidad normal y Él puede juzgar directamente la injusticia del hombre; esta es la marca de Su santidad innata y Su singularidad. Solo Dios está calificado y se halla en posición de juzgar al hombre, y es capaz de hacerlo porque posee la verdad y la justicia. Los que no tienen la verdad y la justicia no son aptos para juzgar a los demás. Si esta obra la hiciera el Espíritu de Dios, entonces no significaría una victoria sobre Satanás. Por naturaleza, el Espíritu es más exaltado que los seres mortales y, por naturaleza, el Espíritu de Dios es santo y victorioso sobre la carne. Si el Espíritu hiciera esta obra directamente, no sería capaz de juzgar toda la rebeldía del hombre y no podría revelar toda su injusticia. Porque la obra de juicio también se lleva a cabo por medio de las nociones que el hombre tiene de Dios y el hombre nunca ha tenido ninguna noción del Espíritu, y por eso el Espíritu es incapaz de revelar mejor la injusticia del hombre, mucho menos de exponer minuciosamente tal injusticia. El Dios encarnado es el enemigo de todos aquellos que no lo conocen. Por medio de juzgar las nociones del hombre y su oposición a Él, expone toda la rebeldía de la humanidad. Los efectos de Su obra en la carne son más aparentes que los de la obra del Espíritu. Y así, el juicio de toda la humanidad no lo lleva a cabo directamente el Espíritu sino que es la obra del Dios encarnado. El hombre puede ver y tocar al Dios en la carne y el Dios en la carne puede conquistar por completo al hombre. El hombre avanza de la oposición a Dios a la sumisión a Él, de la persecución a la aceptación de Dios, de tener nociones sobre Él a conocerlo, así como de rechazarlo a amarlo. Estos son los efectos de la obra del Dios encarnado. El hombre solo es salvo a través de la aceptación de Su juicio, solo llega a conocerlo poco a poco a través de las palabras de Su boca, es conquistado por Él durante su oposición a Él, y recibe la provisión de Su vida durante la aceptación de Su castigo. Toda esta obra es la obra de Dios en la carne y no la obra de Dios en Su identidad como el Espíritu.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

212. Cuando Dios no se había hecho carne aún, las personas no entendían mucho lo que Él decía, porque Su palabra procedía de la divinidad total. La perspectiva y el contexto de lo que decía eran invisibles e inalcanzables para el hombre; se expresaban desde un reino espiritual que las personas no podían ver. Y es que quienes vivían en la carne no podían pasar por el reino espiritual. Pero después de que Dios se hizo carne, hablaba al hombre desde la perspectiva de la humanidad y Él salió y superó el alcance del reino espiritual. Él podía expresar Su carácter, Sus intenciones y Su actitud divinos por medio de cosas que los humanos podían imaginar, que veían y encontraban en su vida; usando métodos que las personas podían aceptar, en un lenguaje que podían entender y un conocimiento que podían comprender, para permitirle así a la humanidad conocer y entender a Dios, comprender Sus deseos y los estándares que requiere dentro del alcance de su capacidad y en la medida en que fuera capaz. Este era el método y el principio de la obra de Dios en la humanidad. Aunque Sus formas y Sus principios de obrar en la carne se consiguieron en su mayoría por medio de la humanidad o a través de ella, obtuvo resultados que realmente no se habrían conseguido obrando directamente en la divinidad. La obra de Dios en humanidad fue más concreta, auténtica y enfocada, los métodos fueron mucho más flexibles y, en la forma, superó la obra realizada durante la Era de la Ley.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III

213. La llegada de Dios en la carne tiene el objetivo principal de permitir a las personas ver Sus hechos prácticos, materializar al Espíritu sin forma en la carne, y permitir que las personas lo vean y lo toquen. Así, aquellos a los que Él ya ha hecho completos lo vivirán a Él; Él los ganará y serán conformes a Sus intenciones. Si Dios solo hablara en el cielo y no hubiese venido realmente a la tierra, las personas seguirían siendo incapaces de conocerle; solo podrían predicar Sus hechos usando teoría vacía y no tendrían Sus palabras como una realidad. Dios ha venido a la tierra principalmente para actuar como un ejemplo y un modelo para aquellos a quienes Él debe ganar; solo así pueden las personas conocer realmente a Dios, tocarlo y verlo, y solo entonces pueden ser ganadas por Dios de verdad.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Deberías saber que el Dios práctico es Dios mismo

214. Solo cuando Dios se humilla hasta cierto punto, es decir, solo cuando Dios se hace carne, puede el hombre ser Su íntimo y confidente. Dios es del Espíritu: ¿Cómo puede la gente estar calificada para ser íntima con este Espíritu, que es tan elevado e insondable? Solo cuando el Espíritu de Dios desciende en la carne y se convierte en un ser creado con la misma apariencia externa del hombre, la gente puede entender Sus intenciones y ser ganada por Él de manera práctica. Él habla y obra en la carne, comparte las alegrías, penurias y tribulaciones de la humanidad, vive en el mismo mundo que la humanidad, protege a la humanidad y la guía, y a través de esto purifica a la gente, y le permite obtener Su salvación y Su bendición. La gente solo puede ser íntima de Dios cuando ha obtenido estas cosas y en verdad ha comprendido Sus intenciones. Solo esto es práctico. Si Dios fuera invisible e intangible para la gente, ¿cómo podría entonces ser Su íntima? ¿No es esto acaso doctrina vacía?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Sólo los que conocen a Dios y Su obra pueden satisfacer a Dios

215. Para todos aquellos que viven en la carne, buscar un cambio de carácter requiere metas que perseguir y buscar conocimiento de Dios exige ser testigos de los hechos prácticos y del rostro real de Dios. Ambas cosas solo las puede lograr la carne encarnada de Dios, la carne normal y tangible. Por esta razón, la encarnación es necesaria; toda la humanidad corrupta la necesita. Ya que a las personas se les pide que conozcan a Dios, las imágenes de dioses ambiguos y sobrenaturales deben ser disipadas de sus corazones, y ya que se les pide que desechen su carácter corrupto, primero deben conocerlo. Si solo el hombre realiza la obra para disipar las imágenes de los dioses vagos de los corazones de las personas, entonces fracasará en conseguir el efecto deseado. Las imágenes de los dioses vagos que están en los corazones de las personas no se pueden exponer, desechar o expulsar por completo solo con palabras. Al hacerlo así, a la larga no será posible disipar estas cosas que están profundamente arraigadas en las personas. Solo al sustituir estas cosas vagas y sobrenaturales por el Dios práctico y la verdadera imagen de Dios y hacer que las personas las conozcan poco a poco, se puede lograr el efecto debido. El hombre reconoce que el Dios al que buscó en tiempos pasados es vago y sobrenatural. Lo que puede lograr este efecto no es la guía directa del Espíritu, mucho menos las enseñanzas de un cierto individuo, sino el Dios encarnado. Las nociones del hombre se ponen al descubierto cuando el Dios encarnado hace de manera oficial Su obra, porque la normalidad y la practicidad del Dios encarnado es la antítesis del dios vago y sobrenatural que hay en la imaginación del hombre. Las nociones originales del hombre solo se pueden revelar cuando se contrastan con el Dios encarnado. Sin la comparación con el Dios encarnado, no se podrían revelar las nociones del hombre; en otras palabras, sin la practicidad como contraste, las cosas vagas no se podrían revelar. Nadie es capaz de usar palabras para hacer esta obra y nadie es capaz de articular plenamente esta obra usando palabras. Dios mismo puede hacer Su propia obra y nadie más puede hacerla en Su lugar. No importa lo rico que sea el lenguaje del hombre, es incapaz de articular plenamente la practicidad y la normalidad de Dios. El hombre solo puede conocer a Dios de una manera más práctica y solo lo puede ver con mayor claridad si Dios personalmente obra entre los hombres y muestra por completo Su imagen y Su ser. Este efecto no lo puede lograr ningún ser humano de la carne. Por supuesto, el Espíritu de Dios también es incapaz de lograr este efecto. Dios puede salvar a los hombres corruptos de la influencia de Satanás, pero esta obra no la puede conseguir directamente el Espíritu de Dios; más bien, solo la puede hacer la carne que se pone el Espíritu de Dios, la carne encarnada de Dios. Esta carne es hombre y también es Dios, es un hombre que posee una humanidad normal y también es Dios que posee una divinidad completa. Y entonces, aunque esta carne no es el Espíritu de Dios, y difiere grandemente del Espíritu, todavía es el mismo Dios encarnado que salva a los hombres, que es el Espíritu y también la carne. No importa cómo se le llame, en última instancia sigue siendo Dios mismo el que salva a la humanidad. Porque el Espíritu de Dios es indivisible de la carne y la obra de la carne también es la obra del Espíritu de Dios; es solo que esta obra no se hace usando la identidad del Espíritu sino la identidad de la carne. La obra que el Espíritu ha de hacer de manera directa no necesita encarnación, y la obra que la carne tiene que hacer no la puede hacer directamente el Espíritu y solo la puede hacer el Dios encarnado. Esto es lo que se necesita para esta obra y lo que necesita la humanidad corrupta. En las tres etapas de la obra de Dios, solo una etapa fue llevada a cabo directamente por el Espíritu, y las dos etapas restantes son llevadas a cabo por el Dios encarnado y no directamente por el Espíritu. La obra de la Era de la ley que el Espíritu hizo no implicó cambiar el carácter corrupto del hombre y tampoco tuvo relación con el conocimiento que el hombre tenía de Dios. La obra de la carne de Dios en la Era de la Gracia y la Era del Reino, sin embargo, involucra al carácter corrupto del hombre y su conocimiento de Dios y es una parte importante y crucial de la obra de salvación. Por lo tanto, la humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado y de Su obra directa. La humanidad necesita al Dios encarnado para que la pastoree, la apoye, la riegue, la alimente, la juzgue y la castigue, y necesita más gracia y una mayor redención del Dios encarnado. Solo Dios en la carne puede ser el confidente, el pastor y el pronto auxilio del hombre, y todo ello es la necesidad de la encarnación tanto hoy como en tiempos pasados.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

216. Dios ha venido a la tierra para llevar a cabo Su obra en medio del hombre, aparecerse de forma personal a este y permitir que le contemple; ¿es este un asunto menor? ¡No es nada simple! Dios no ha venido, como el hombre imagina, para que los seres humanos puedan mirarle, entender que Dios es práctico y no vago ni vano, y que Dios es noble pero también humilde. ¿Podría ser tan sencillo? Precisamente porque Satanás ha corrompido la carne del hombre y al ser este a quien Dios pretende salvar, Él tiene que adoptar forma de carne para librar batalla contra Satanás y pastorear personalmente al ser humano. Solo esto es beneficioso para Su obra. Las dos formas encarnadas de Dios han existido con el fin de derrotar a Satanás, y también para salvar mejor al hombre. Esto se debe a que quien le libra batalla a Satanás solo puede ser Dios, ya sea Su Espíritu o la carne de Dios encarnado. En resumen, los ángeles no pueden ser quienes luchen contra Satanás y mucho menos el hombre, que ha sido corrompido por Satanás. Los ángeles son incapaces de librar esta batalla y el hombre tiene incluso menos esperanza de involucrarse. Por ello, si Dios quiere obrar la vida del hombre, si quiere venir personalmente a la tierra para salvar al hombre, entonces Él mismo debe encarnarse, es decir, debe adoptar personalmente la carne y, con Su identidad inherente y la obra que debe hacer, venir en medio del hombre y salvarlo de forma personal. De no ser así, si fuera el Espíritu de Dios o el hombre quien llevara a cabo esta obra, no se obtendría nunca nada de esta batalla y jamás terminaría. Solo cuando Dios se hace carne y va Él mismo a librar batalla contra Satanás, en medio de los hombres, el ser humano tiene una posibilidad de salvación. Además, solo entonces se avergüenza Satanás y queda sin oportunidades que explotar o tramas que llevar a cabo. La obra realizada por el Dios encarnado es inalcanzable para el Espíritu de Dios, y sería aún más imposible que cualquier hombre de carne y hueso la llevara a cabo en Su lugar, porque la obra que Él hace es toda en beneficio de la vida del hombre y para cambiar el carácter corrupto del hombre. Si el hombre participara en esta batalla, solo soltaría sus armas y huiría en total desgracia y en desbandada; simplemente sería incapaz de cambiar su carácter corrupto. Sería incapaz de salvar al hombre de la cruz o de conquistar a toda la humanidad rebelde; solo podría realizar un poco de la vieja obra que no va más allá de los principios o una obra que no está relacionada con la derrota de Satanás. ¿Para qué molestarse, pues? No sería capaz de ganar al hombre y mucho menos podría cumplir la obra de derrotar a Satanás, ¿qué sentido tendría entonces? Y así, la batalla contra este solo puede ser llevada a cabo por Dios mismo, y sería sencillamente imposible que el hombre la hiciese. El deber del hombre consiste en someterse y seguir, porque no es por completo capaz de realizar obra semejante a crear los cielos y la tierra y menos aún puede hacer la obra de pelear contra Satanás. El hombre solo puede satisfacer al Creador bajo el liderazgo de Dios mismo, por medio del cual es derrotado Satanás; esto es lo único que el hombre puede hacer. Por eso, cada vez que empieza una nueva batalla, es decir, cada vez que empieza la obra de una nueva era, es Dios mismo quien la realiza personalmente; a través de ella, dirige toda la era y abre un nuevo camino para toda la humanidad. El alba de cada nueva era es un nuevo inicio en la batalla con Satanás, por medio de la cual el hombre entra a un ámbito más nuevo y más hermoso y en una nueva era que Dios dirige personalmente.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso

217. ¿Por qué digo que el sentido de la encarnación no se completó en la obra de Jesús? Porque el Verbo no se hizo enteramente carne. Lo que Jesús realizó fue solo una parte de la obra de Dios en la carne; Él solo llevó a cabo la obra de redención y no la de ganar completamente al hombre. Por esta razón, Dios se ha hecho carne una vez más en los últimos días. Esta etapa de la obra también se lleva a cabo en una carne ordinaria; la realiza un ser humano completamente normal, uno cuya humanidad no es en absoluto trascendente. En otras palabras, Dios se ha hecho un ser humano completo; es una persona cuya identidad es la de Dios, un ser humano completo, una carne completa, que está llevando a cabo la obra. Los ojos humanos ven un cuerpo carnal que no es en absoluto trascendente, una persona muy ordinaria que puede hablar el lenguaje del cielo, que no muestra señales milagrosas, que no obra milagros y que mucho menos deja en evidencia la verdad oculta sobre la religión en grandes asambleas. Para las personas, la obra de la segunda carne encarnada es totalmente diferente a la de la primera, tanto es así, que ambas parecen no tener nada en común y nada de la primera obra puede verse en esta ocasión. Aunque la obra de la segunda carne encarnada es diferente de la obra de la primera, eso no prueba que Su fuente no sea la misma. Que Su fuente sea o no la misma depende de la naturaleza de la obra realizada por las carnes y no de Sus caparazones corporales. Durante las tres etapas de Su obra, Dios se ha encarnado dos veces y, en ambas ocasiones, la obra de Dios encarnado inaugura una nueva era, realiza una nueva obra. Las encarnaciones se complementan entre sí. Es imposible para el ojo humano percibir que ambas carnes provienen realmente de la misma fuente. Sobra decir que esto escapa a la capacidad del ojo humano o a la de la mente del hombre. Pero, en Su esencia, son lo mismo, porque Su obra se origina en el mismo Espíritu. Si ambas carnes encarnadas surgen o no de la misma fuente, no puede juzgarse por la era y el lugar en el que nacieron, o por otros factores similares, sino por la obra divina expresada por Ellas. La segunda carne encarnada no lleva a cabo nada de la obra que Jesús realizó, porque la obra de Dios no se ciñe a convenciones, sino que cada vez se abre una nueva senda. La segunda carne encarnada no pretende profundizar ni solidificar la impresión de la primera carne en la mente de las personas, sino complementarla y perfeccionarla, profundizar el conocimiento de Dios por parte del hombre, romper todas las reglas existentes en los corazones de las personas y barrer las imágenes falaces de Dios en sus corazones. Puede decirse que ninguna etapa individual de la obra de Dios puede darle al hombre un conocimiento completo de Él; cada una da solo una parte, no el todo. Aunque Dios ha expresado Su carácter por completo, debido a la limitada capacidad de comprensión del hombre, su conocimiento de Dios sigue siendo incompleto. Es imposible, usando un lenguaje humano, transmitir la totalidad del carácter de Dios; ¿cuánto menos puede una sola etapa de Su obra expresar plenamente lo que es Dios? Él obra en la carne bajo la cubierta de Su humanidad normal y uno solamente puede conocerlo por las expresiones de Su divinidad, no por Su caparazón corporal. Dios viene en la carne para permitir al hombre conocerlo por medio de Su obra variada, y no hay dos etapas de Su obra que sean iguales. Solo de esta forma puede el hombre tener un conocimiento pleno de la obra de Dios en la carne, no confinada a una sola faceta. Aunque la obra de las dos carnes encarnadas es diferente, la esencia de las mismas y la fuente de Su obra son idénticas; ellas solo existen para llevar a cabo dos etapas diferentes de la obra y surgen en dos eras distintas. Sea como sea, las carnes encarnadas de Dios comparten la misma esencia y el mismo origen; este es un hecho que nadie puede negar.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

218. Dios, en Su primera encarnación, no completó la obra de la encarnación, sino solo el primer paso de la obra que Dios hecho carne debía realizar. Así pues, con el fin de completar la obra de la encarnación, Dios ha regresado a la carne una vez más y vive toda la normalidad y la practicidad de la carne; es decir, hace manifiesta la Palabra de Dios en una carne de lo más normal y ordinaria, y concluye de esta forma la obra que Él aún tiene que completar en la carne. La segunda carne encarnada tiene la misma esencia que la primera, pero Él es incluso más práctico aún, incluso más normal que la primera. Como consecuencia, el sufrimiento que la segunda carne encarnada soporta es mayor que el de la primera, pero este sufrimiento es una consecuencia de Su ministerio en la carne, el cual es diferente del sufrimiento del hombre corrupto. También brota de la normalidad y de la practicidad de Su carne. Como Él realiza Su ministerio en una carne totalmente normal y práctica, esta debe soportar muchas dificultades. Cuanto más normal y práctica sea esta carne, más sufrirá Él en la realización de Su ministerio. La obra de Dios se expresa en una carne muy común, que no es en absoluto sobrenatural. Como Su carne es normal y también debe cargar con la obra de salvar al hombre, Él sufre en mayor medida de lo que lo haría una carne sobrenatural; y todo este sufrimiento brota de la practicidad y de la normalidad de Su carne. De los sufrimientos que han padecido las dos carnes encarnadas durante la realización de Sus ministerios, se puede ver la esencia de la carne encarnada. Cuanto más normal sea la carne, mayor la dificultad que debe soportar al emprender la obra; cuanto más práctica sea la carne que emprende la obra, más duras las nociones de las personas y mayores los peligros que probablemente puedan sobrevenirle. Sin embargo, cuanto más práctica sea la carne y cuanto más posea las necesidades y el sentido completo de un ser humano normal, más capaz será Él de asumir la obra de Dios en la carne. Jesús fue clavado en la cruz por medio de la carne, y Él sirvió como ofrenda por el pecado por medio de la carne, es decir, fue a través de una carne con humanidad normal que Él derrotó a Satanás y salvó totalmente al hombre desde la cruz. Y es por medio de una carne completa que la segunda encarnación lleva a cabo la obra de conquista y derrota a Satanás. Solo una carne completamente normal y práctica puede realizar la obra de conquista en su totalidad y dar un testimonio potente. Es decir, la conquista al hombre logra su efecto por medio de la practicidad y la normalidad de Dios en la carne, no a través de milagros y revelaciones sobrenaturales. El ministerio desempeñado por este Dios encarnado consiste en hablar, y es hablando como Él conquista y perfecciona al hombre; en otras palabras, la obra del Espíritu materializada en la carne es hablar y el trabajo de la carne es hablar y, de este modo, lograr el propósito de conquistar, revelar, perfeccionar y descartar por completo a la gente. Por tanto, la obra de Dios en la carne se cumplirá en su totalidad en la obra de conquista. La obra de expiar los pecados del hombre que se llevó a cabo la primera vez solo era el comienzo de la obra de la encarnación; solo la carne que realiza la obra de conquista completa toda la obra de la encarnación. En cuanto al género, uno es varón y la otra es mujer; de esta manera se ha completado la relevancia de la encarnación de Dios y se han disipado las nociones del hombre sobre Él: Dios puede convertirse tanto en varón como en mujer y, en esencia, el Dios encarnado no tiene género. Él creó tanto al hombre como a la mujer y para Él no hay división de géneros. En esta etapa de la obra, Dios no lleva a cabo señales y maravillas, de forma que la obra logrará sus resultados por medio de las palabras. Además, esto se debe a que esta vez la obra del Dios encarnado no consiste en sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios, sino en conquistar al hombre hablando; lo que quiere decir que la habilidad natural de esta carne encarnada de Dios es decir palabras y conquistar al hombre, no sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios. Su obra en una humanidad normal no es realizar milagros, ni sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios, sino hablar; y por eso la segunda carne encarnada les parece a las personas más normal que la primera. Las personas ven que la encarnación de Dios no es mentira; pero este Dios encarnado es diferente a Jesús encarnado y, aunque ambos son Dios encarnado, no son completamente iguales. Jesús poseía una humanidad normal y ordinaria, pero Él estuvo acompañado por muchas señales y maravillas. En este Dios encarnado, los ojos humanos no verán señales o maravillas, ni sanación de enfermos ni expulsión de demonios, ni lo verán caminar sobre el mar ni ayunar durante cuarenta días… Él no realiza la misma obra que Jesús llevó a cabo, no porque Su carne sea en esencia diferente a la de Jesús, sino porque no es Su ministerio sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios. Él no echa abajo Su propia obra ni la perturba. Como conquista al hombre a través de Sus palabras prácticas, no hay necesidad de someterlo con milagros y, por tanto, esta etapa consiste en completar la obra de la encarnación.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

219. Cada etapa de la obra realizada por Dios tiene su propio sentido práctico. En aquel entonces, cuando Jesús vino, lo hizo en forma de varón, y cuando Dios viene esta vez, toma la forma de mujer. A partir de esto se puede ver que la creación por parte de Dios tanto del varón como de la mujer puede ser útil para Su obra, y que con Él no hay distinción de género. Cuando Su Espíritu viene, Él puede adoptar cualquier carne que desee y esa carne puede representarlo. Sea varón o mujer, puede representar a Dios mientras sea Su carne encarnada. Si Jesús hubiera aparecido como mujer cuando vino —en otras palabras, si el Espíritu Santo hubiera concebido una niña y no un niño— esa etapa de la obra se habría completado de todas formas. Si eso hubiera ocurrido, la etapa actual de la obra la habría tenido que completar un varón, pero de todas maneras la obra se habría completado. La obra que se lleva a cabo en cada etapa tiene su significado; ninguna de sus dos etapas se repite ni entra en conflicto con la otra. En aquel momento, cuando Jesús llevaba a cabo Su obra, se le llamó el Hijo unigénito, e “Hijo” indica el género masculino. ¿Por qué no se menciona al Hijo unigénito en la etapa actual? Porque los requisitos de la obra han necesitado un género diferente al de Jesús. Con Dios no hay distinción de géneros. Él realiza Su obra como lo desea y, al llevarla a cabo, no está sujeto a ninguna restricción, sino que es particularmente libre. Sin embargo, cada etapa de la obra tiene su propio sentido práctico.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las dos encarnaciones completan el sentido de la encarnación

220. La etapa de la obra que realizó Jesús solo cumplió con la esencia de “el Verbo era con Dios”: la verdad de Dios era con Dios y el Espíritu de Dios era con la carne y era inseparable de la carne. Es decir, la carne de Dios encarnado estaba con el Espíritu de Dios, que es una prueba mayor de que Jesús encarnado fue la primera encarnación de Dios. Esta etapa de la obra cumple precisamente el significado interno de “la Palabra se hace carne”, le da un significado más profundo a “el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”, y te permite creer firmemente en las palabras “en el principio era el Verbo”. Lo que es igual a decir que en el momento de la creación Dios poseía palabras, Sus palabras eran con Él y eran inseparables de Él, y en la era final deja aún más claro el poder y la autoridad de Sus palabras y permite al hombre ver toda Su Palabra, oír todas Sus palabras. Tal es la obra de la era final. Debes llegar a entender estas cosas de pies a cabeza. No se trata de conocer la carne, sino de cómo entiendes la carne y la Palabra. Este es el testimonio que debes dar, que todos deben conocer. Como esta es la obra de la segunda encarnación, y la última vez que Dios se hace carne, completa el sentido de la encarnación, lleva a cabo y hace surgir por completo toda la obra de Dios en la carne, y pone fin a la era de Dios en la carne.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Práctica (4)

221. Dios ha venido a la tierra principalmente para cumplir el hecho de que “la Palabra se hizo carne”, es decir, Él ha venido para que Sus palabras puedan ser emitidas desde la carne (no como en el tiempo de Moisés en el Antiguo Testamento, cuando la voz de Dios habló directamente desde el cielo). Después de eso, cada una de Sus palabras se cumplirá durante la Era del Reino Milenario, se volverá hechos visibles ante los ojos del hombre, y las personas los contemplarán con sus propios ojos sin la menor disparidad. Este es el significado supremo de la encarnación de Dios. Es decir, la obra del Espíritu se cumple a través de la carne y por medio de las palabras. Este es el verdadero significado de “la Palabra se hizo carne” y “la aparición de la Palabra en la carne”. Solo Dios puede hablar sobre las intenciones del Espíritu y solo Dios en la carne puede hablar en nombre del Espíritu; las palabras de Dios se hacen claras en Dios encarnado y guían a todos los demás. Nadie está exento, todos existen dentro de este ámbito. Solo por estas declaraciones las personas pueden llegar a ser conscientes; los que no ganan de esta manera están soñando despiertos si piensan que pueden ganar las declaraciones del cielo. Tal es la autoridad demostrada en la carne encarnada de Dios y hace que todos crean en ella con total convicción. Ni siquiera los más venerables expertos y pastores religiosos pueden hablar estas palabras. Todos deben rendirse ante ellas y nadie podrá hacer otro comienzo. Dios usará palabras para conquistar el universo. Él hará esto, no por medio de Su carne encarnada, sino por medio de las declaraciones de boca de Dios hecho carne para conquistar a todas las personas en todo el universo; solo esto es el Verbo hecho carne y solo esto es la aparición de la Palabra en la carne. Tal vez, los humanos tengan la impresión de que Dios no ha realizado mucha obra, pero Dios solo tiene que declarar Sus palabras y ellos estarán completamente convencidos y asombrados. Sin hechos, las personas gritan y chillan; con las palabras de Dios, se quedan calladas. Con toda seguridad Dios logrará este hecho, porque este es el plan de Dios establecido hace mucho tiempo: cumplir el hecho de la llegada de la Palabra a la tierra.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El Reino Milenario ha llegado

222. Dios hecho carne únicamente se manifiesta a una parte de las personas que lo siguen durante este período en el que Él lleva a cabo Su obra personalmente y no a todos los seres creados. Se hizo carne solo para completar una fase de Su obra y no con el fin de mostrar Su imagen al hombre. Sin embargo, Su obra debe llevarla a cabo Él mismo, por lo tanto es necesario que lo haga en la carne. Cuando esta obra concluya, partirá del mundo humano; no puede permanecer a largo plazo entre la humanidad para no interferir en la obra futura. Lo que le muestra a la miríada de personas es únicamente Su justo carácter y todas Sus acciones, y no las imágenes de Sus dos encarnaciones, pues la imagen de Dios únicamente se puede revelar a través de Su carácter y no se puede reemplazar con Su imagen hecha carne. La imagen de Su carne únicamente se muestra a una cantidad limitada de personas, únicamente a quienes lo siguen mientras obra en la carne. Por esta razón, la obra actual se realiza en secreto. De la misma manera, Jesús se mostró únicamente a los judíos cuando hizo Su obra y no se mostró públicamente a ninguna otra nación. Por lo tanto, una vez hubo completado Su obra, rápidamente partió del mundo humano y no se quedó; más adelante no fue Él, esta imagen humana, quien se mostró a las personas, sino el Espíritu Santo quien llevó a cabo la obra directamente. Una vez que la obra de Dios hecho carne se finaliza por completo, partirá del mundo mortal y nunca más volverá a hacer ninguna obra similar a como lo hizo cuando estaba en la carne. Después de esto, la obra la hace toda directamente el Espíritu Santo. Durante este período, el hombre apenas puede ver la imagen de Su cuerpo carnal; Él no se muestra en absoluto al hombre, sino que permanece oculto para siempre. El tiempo de la obra de Dios hecho carne es limitado. Se lleva a cabo en una era, un período, una nación específicos y entre personas concretas. Esta obra representa únicamente la obra del período de la encarnación de Dios; representa una era y la obra del Espíritu de Dios en una era específica y no la totalidad de Su obra. Por lo tanto, la imagen de Dios hecho carne no se mostrará a todos los pueblos. Lo que se muestra a la multitud es la justicia de Dios y Su carácter en su totalidad, en vez de Su imagen de las dos veces que se hizo carne. No se muestra a las personas una imagen única ni las dos imágenes combinadas. Por lo tanto, es imperativo que la carne encarnada de Dios parta de la tierra tras completar la obra que necesita hacer, pues viene únicamente a hacer el trabajo que ha de hacer y no a mostrar Su imagen a las personas. Aunque Dios ya cumplió la relevancia de la encarnación al convertirse en carne dos veces, todavía no se manifestará abiertamente a ninguna nación que no lo haya visto antes. Jesús nunca más se mostrará a los judíos como el Sol de la justicia ni se levantará sobre el monte de los Olivos para aparecer ante todos los pueblos; lo único que vieron los judíos fue la imagen de Jesús durante Su tiempo en Judea. Esto es porque la obra de Jesús en Su encarnación finalizó hace dos mil años; no regresará a Judea con la imagen de un judío, y menos aún se mostrará Él con esa imagen a ninguna de las naciones gentiles, ya que la imagen de Jesús hecho carne es apenas la imagen de un judío y no la del Hijo del hombre que vio Juan. Aunque Jesús les prometió a Sus seguidores que regresaría, no se mostrará simplemente con la imagen de un judío a todos los que están en naciones gentiles. Habéis de saber que la obra de Dios hecho carne consiste en inaugurar una era. Esta obra está limitada a unos pocos años y Él no puede completar toda la obra del Espíritu de Dios, de la misma manera en que la imagen de Jesús como judío podía representar únicamente la imagen de Dios según obró en Judea, y únicamente pudo hacer la obra de la crucifixión. Durante el período en que Jesús estuvo en la carne, no pudo realizar la obra de finalizar la era o destruir a la humanidad. Por lo tanto, cuando hubo terminado la crucifixión y concluido Su obra, ascendió a lo más alto y para siempre se ocultó del hombre. Desde entonces, los creyentes fieles de las naciones gentiles no pudieron ver la manifestación del Señor Jesús, sino únicamente una imagen de Él que tenían en la pared. Esta imagen es apenas un dibujo del hombre y no la imagen de Dios cuando se muestra a Sí mismo al hombre. Dios no se mostrará abiertamente a la miríada de personas en las imágenes de Sus dos encarnaciones. La obra que realiza entre los seres humanos es permitirles entender Su carácter. Todo esto se revela al hombre mediante la obra de las diferentes eras; se consigue mediante el carácter que Él ha dado a conocer y la obra que Él ha realizado, y no a través de la manifestación de Jesús. Es decir, la imagen de Dios se da a conocer al hombre no mediante la imagen encarnada, sino mediante la obra realizada por el Dios encarnado que tiene tanto imagen como forma y, a través de Su obra, Su imagen se revela y Su carácter se da a conocer. Este es el significado de la obra que Él desea realizar en la carne.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (2)

223. Dios es lo más grande en todo el universo y en el reino de lo alto; ¿podría explicarse plenamente a sí mismo usando la imagen de la carne? Dios se reviste de ella con el fin de llevar a cabo una etapa de Su obra. No hay significado en la imagen de la carne, y no guarda relación con el paso de las eras; tampoco tiene nada que ver con el carácter de Dios. ¿Por qué no permitió Jesús que Su imagen permaneciera? ¿Por qué no consintió que el hombre pintara Su imagen, y que esta pudiera transmitirse a generaciones posteriores? ¿Por qué no permitió que las personas reconocieran que Su imagen era la de Dios? Aunque la imagen del hombre fue creada a semejanza de la de Dios, ¿cómo podría el aspecto del ser humano representar Su imagen elevada? Cuando Dios se hizo carne, descendió meramente desde el cielo a una carne particular. Su Espíritu desciende a la carne, a través de la cual realiza la obra del Espíritu. Este se expresa en la carne y hace Su obra en ella. La obra realizada en la carne representa por completo al Espíritu, y la carne es por el bien de la obra, pero esto no hace de la imagen de la carne una sustituta de la verdadera imagen de Dios mismo; este no es el propósito ni el significado de Dios hecho carne. Él sólo se encarna para que el Espíritu pueda tener algún lugar adecuado donde residir cuando lleva a cabo Su obra, para que pueda lograr mejor Su obra en la carne; para que las personas puedan ver Sus acciones, entender Su carácter, oír Sus palabras y conocer el prodigio de Su obra. Su nombre representa Su carácter, Su obra representa Su identidad, pero Él nunca ha dicho que Su aspecto en la carne representara Su imagen. Esto es una mera noción del hombre. Por tanto, los puntos clave de la encarnación de Dios son Su nombre, Su obra, Su carácter y Su género. Él usa estas cosas para representar Su gestión en esta era. Su aspecto en la carne no tiene consecuencias en Su gestión, y es meramente por el bien de Su obra en aquel tiempo. A pesar de todo, es imposible que el Dios encarnado no tenga un aspecto particular y, por ello, escoge la familia adecuada que determine Su apariencia. Si el aspecto de Dios tuviera un significado representativo, todos los que poseen rasgos faciales similares a los de Él también representarían a Dios. ¿No sería este un enorme error? El retrato de Jesús fue pintado por el hombre para que este pudiera adorarle. En aquel tiempo, el Espíritu Santo no proporcionó instrucciones especiales, de modo que el hombre transmitió el retrato hasta el día de hoy. En realidad, según la intención original de Dios, el hombre no debería haber hecho esto. El celo del hombre es el causante de que el retrato de Jesús permanezca hasta hoy. Dios es Espíritu, y el ser humano nunca será capaz de abarcar con exactitud cuál es Su imagen. Esta sólo puede ser representada por Su carácter.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La visión de la obra de Dios (3)

224. Dios se hace carne, no con la intención de permitir que el hombre conozca Su carne o para permitir que el hombre distinga las diferencias entre la carne de Dios encarnado y la del hombre; tampoco se hace carne para entrenar el poder de discernimiento del hombre y, menos aún, lo hace con la intención de permitir que el hombre adore la carne encarnada de Dios y, así, obtener gran gloria. Ninguna de estas cosas es la intención de Dios al hacerse carne. Tampoco Dios se hace carne con el fin de condenar al hombre ni para exponerlo deliberadamente ni para hacerle las cosas difíciles. Ninguna de estas cosas es la intención de Dios. Cada vez que Dios se hace carne, es una forma de obra que resulta inevitable. Es por el bien de Su obra más importante y de Su gestión más importante que Él actúa como lo hace y no por las razones que el hombre imagina. Dios viene a la tierra sólo según lo requiere Su obra y sólo cuando es necesario. Él no viene a la tierra simplemente con la intención de echar un vistazo, sino para llevar a cabo la obra que debe realizar. ¿Por qué más asumiría una carga tan pesada y correría riesgos tan grandes para llevar a cabo esta obra? Dios se hace carne sólo cuando tiene que hacerlo y siempre con un sentido único. Si sólo fuera en aras de permitir que la gente lo viera y para ampliar los horizontes de las personas, entonces Él, con absoluta certeza, nunca vendría tan a la ligera entre las personas. Él viene a la tierra por el bien de Su gestión y de Su obra más importante, y con el fin de obtener más seres humanos. Él viene a representar la era, a derrotar a Satanás y, con el fin de derrotarlo, Él mismo se reviste de carne. Aún más, Él viene para guiar a toda la raza humana sobre cómo vivir su vida. Todo esto concierne a Su gestión y a la obra de todo el universo. Si Dios se hiciera carne simplemente para permitir que el hombre llegue a conocer Su carne y para abrir los ojos de las personas, entonces ¿por qué no habría de viajar a todas las naciones? ¿No sería esto un asunto excesivamente fácil? Pero Él no lo hizo así; más bien eligió un lugar adecuado en el cual establecerse y comenzar la obra que debía realizar. Sólo esta carne es de importancia considerable. Él representa toda una era y también lleva a cabo la obra de toda una era; Él lleva la era anterior a su fin y marca el comienzo de la nueva. Todo esto es un asunto importante que concierne a la gestión de Dios y es la importancia de una etapa de la obra que Dios viene a la tierra a llevar a cabo.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (3)

225. Aunque Cristo en la tierra es capaz de obrar en nombre de Dios mismo, no viene con la intención de mostrarles a todos los hombres Su imagen en la carne. No viene para que todos los hombres lo vean; viene para permitirle al hombre que Su mano lo guíe y así el hombre entra en una nueva era. La función de la carne de Cristo es para la obra de Dios mismo; es decir, para la obra de Dios en la carne y no para permitirle al hombre entender por completo la esencia de Su carne. No importa cómo Él obre, nada de lo que hace excede lo que puede alcanzar la carne. No importa cómo obre, lo hace así en la carne con una humanidad normal y no le revela por completo al hombre el verdadero rostro de Dios. Además, Su obra en la carne nunca es tan sobrenatural o inestimable como la concibe el hombre. Aunque Cristo representa a Dios mismo en la carne y ejecuta en persona la obra que Dios mismo debe hacer, no niega la existencia del Dios del cielo y tampoco proclama febrilmente Sus propias acciones. Más bien, humildemente permanece escondido dentro de Su carne. Excepto por Cristo, los que falsamente afirman ser Cristo no poseen Sus cualidades. Cuando se yuxtapone al carácter arrogante y de autoexaltación de esos falsos cristos, se hace evidente qué clase de carne es verdaderamente Cristo. Cuanto más falsos son esos falsos cristos, más alardean y más capaces son de obrar señales y maravillas para desorientar a los hombres. Los falsos cristos no tienen las cualidades de Dios; Cristo no está contaminado con ningún elemento que pertenezca a los falsos cristos. Dios se hace carne solo para completar la obra de la carne y no simplemente para permitirles a los hombres verlo. Más bien, deja que Su obra afirme Su identidad y permite que lo que Él revela dé testimonio de Su esencia. Su esencia no es infundada; Su identidad no ha sido tomada por Su mano; Su identidad está determinada por Su obra y Su esencia.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de Cristo es la sumisión a la voluntad del Padre celestial

226. La mayor fortaleza de Su obra en la carne es que Él puede dejar palabras y exhortaciones exactas y Sus intenciones precisas para la humanidad para los que lo siguen, para que después Sus seguidores puedan, de una manera más exacta y en términos más prácticos, transmitir toda Su obra en la carne y Sus intenciones respecto de toda la humanidad para los que aceptan este camino. Solo Dios en la carne obrando entre los hombres verdaderamente hace realidad que Dios esté y viva junto con el hombre y cumple el deseo del hombre de contemplar el rostro de Dios, de presenciar Su obra, y de escuchar la palabra personal de Dios. El Dios encarnado da fin a la era cuando solo la espalda de Jehová se aparecía a la humanidad y también concluye la era en que la humanidad tenía la creencia en el dios vago. En particular, la obra de la última encarnación de Dios trae a toda la especie humana a una era más realista, más práctica y bella. Esta obra no solo concluye la era de la ley y los preceptos, sino que, lo que es más importante, revela a la humanidad al Dios que es práctico y normal, que es justo y santo, que abre la obra del plan de gestión y demuestra los misterios y el destino de la humanidad, que creó a la humanidad y da fin a la obra de gestión y que ha permanecido oculto por miles de años. Esta obra da fin por completo a la era de vaguedad, concluye la era en la que toda la humanidad deseaba buscar el rostro de Dios pero no era capaz de hacerlo, termina la era en la que toda la humanidad servía a Satanás y guía a toda la humanidad hasta llegar a entrar en una era completamente nueva. Todo esto es el resultado de la obra de Dios en la carne en vez de la del Espíritu de Dios. Solo cuando Dios obra en Su carne, los que lo siguen ya no buscan ni andan a tientas por esas cosas que parecen existir y no existir a la vez, y dejan de tratar de adivinar las intenciones del dios vago. Cuando Dios difunde Su obra en la carne, los que lo siguen transmitirán la obra que ha hecho en la carne a todas las religiones y denominaciones, y van a comunicar todas Sus palabras a oídos de toda la humanidad. Todo lo que escuchen los que reciban Su evangelio va a ser los hechos de Su obra, va a ser las cosas que el hombre personalmente haya visto y escuchado, y va a ser hechos y no rumores. Estos hechos son la evidencia con los cuales Él difunde la obra y también son las herramientas que usa para difundir la obra. Sin la existencia de los hechos, Su evangelio no se difundiría a todos los países y a todos los lugares; sin los hechos, solo con las imaginaciones del hombre, Él nunca podría hacer la obra de conquistar a todo el universo. El Espíritu no es palpable para el hombre, le es invisible y la obra del Espíritu es incapaz de dejarle al hombre más pruebas o algunos más de los hechos de la obra de Dios. El hombre nunca contemplará el verdadero rostro de Dios, siempre creerá en un dios vago que no existe. El hombre nunca contemplará el rostro de Dios ni nunca escuchará las palabras pronunciadas por Dios personalmente. Las imaginaciones del hombre son huecas, después de todo, y no pueden reemplazar el verdadero rostro de Dios; el hombre no puede imitar el carácter inherente de Dios y la obra de Dios mismo. El Dios invisible en el cielo y Su obra solo pueden ser traídos a la tierra por el Dios que se hace carne y viene junto al hombre para hacer en persona Su obra. Esta es la manera más ideal para que Dios se aparezca al hombre, en la que el hombre ve a Dios y llega a conocer Su verdadero rostro, y esto no lo puede lograr un Dios no encarnado. Habiendo Dios llevado a cabo Su obra hasta esta etapa, Su obra ya ha logrado el efecto óptimo y ha sido un éxito total. La obra personal de Dios en la carne ya ha completado el noventa por ciento de toda Su gestión. La carne ha provisto un mejor comienzo a toda Su obra y un resumen para ella, y la ha promulgado y ha hecho la última reposición a fondo de toda esta obra. De ahora en adelante, no habrá otro Dios encarnado para hacer la cuarta etapa de la obra de Dios y ya no habrá ninguna maravillosa obra de una tercera encarnación de Dios.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

227. Aunque esta carne es normal y práctica, Él no es una carne común: Él no es carne que es solo humana sino carne que es tanto humana como divina. Esta es la diferencia con Él y el hombre y es la marca de la identidad de Dios. Solo carne como esta puede hacer la obra que Él tiene la intención de hacer, y cumplir el ministerio de Dios en la carne y terminar por completo Su obra entre los hombres. Si no fuera así, Su obra entre los hombres siempre estaría vacía y sería imperfecta. Aunque Dios puede librar la batalla contra el espíritu de Satanás y salir victorioso, la antigua naturaleza del hombre corrupto nunca se puede resolver y los que son rebeldes contra Dios y se le oponen nunca pueden verdaderamente estar sujetos a Su dominio, es decir, Él nunca puede conquistar a la humanidad ni ganarla al completo. Si Su obra en la tierra no se puede resolver, entonces Su gestión nunca llegará a un fin y toda la humanidad no podrá entrar en el reposo. Si Dios no puede entrar en el reposo con todos Sus seres creados, entonces nunca habrá un resultado de esa obra de gestión y la gloria de Dios por consiguiente desaparecerá. Aunque Su carne no tiene autoridad, la obra que Él hace habrá logrado su efecto. Esta es la dirección inevitable de Su obra. Independientemente de si Su carne posee o no autoridad, siempre y cuando Él sea capaz de hacer la obra de Dios mismo, entonces es Dios mismo. Independientemente de cómo de normal y de corriente sea esta carne, Él puede hacer la obra que debe hacer porque esta carne es Dios y no solo un humano. La razón por la que esta carne puede hacer la obra que el hombre no puede es porque Su esencia interna es diferente a la de cualquier humano, y la razón por la que Él puede salvar al hombre es porque Su identidad es diferente a la de cualquier humano. Esta carne es tan importante para la humanidad porque es hombre y, más aún, Dios, porque puede hacer la obra que ningún hombre de carne común y corriente puede hacer, y porque puede salvar al hombre corrupto que vive junto con Él en la tierra. Aunque también es humano, el Dios encarnado es más importante para la humanidad que cualquier persona de valor porque puede hacer la obra que el Espíritu de Dios no puede, y es más capaz que el Espíritu de Dios para dar testimonio de Dios mismo, y es más capaz que el Espíritu de Dios para ganar por completo a la humanidad. Como resultado, aunque esta carne es normal y corriente, en cuanto a Su contribución a la especie humana y Su significado para la existencia de esta, son sumamente preciosos y el valor y el significado reales de esta carne son inmensurables para cualquier humano. Aunque esta carne no puede destruir directamente a Satanás, puede usar Su obra para conquistar a la humanidad, derrotarlo y hacer que Satanás se doblegue por completo a Su dominio. Debido a que Dios es encarnado, puede derrotar a Satanás y es capaz de salvar a la humanidad. No destruye directamente a Satanás sino que se hace carne para hacer la obra de conquistar a la humanidad, a quien Satanás ha corrompido. De esta manera, está en mejores condiciones para dar testimonio de Él mismo entre Sus seres creados y mejor capacitado para salvar al hombre corrompido. Que el Dios encarnado derrote a Satanás da un mayor testimonio y es más convincente que si el Espíritu de Dios destruyera directamente a Satanás. Dios en la carne es más beneficioso para que el hombre conozca al Creador y está en mejores condiciones de dar testimonio de Él mismo entre Sus seres creados.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

228. Esta vez, Dios viene a hacer la obra, no en un cuerpo espiritual, sino en uno muy corriente. Además, es el cuerpo de la segunda encarnación de Dios y también el cuerpo a través del cual Él regresa a la carne. Es una carne muy corriente. Al observarlo, no puedes ver nada en Él que lo haga resaltar entre los demás, pero puedes recibir de Él verdades que nunca antes se han oído. Tan solo esta carne insignificante es la personificación de todas las palabras de la verdad de Dios, la portadora de Su obra en los últimos días y la expresión por la cual el hombre entiende todo el carácter de Dios. ¿No deseas enormemente ver al Dios en el cielo? ¿No deseas enormemente entender al Dios en el cielo? ¿No deseas enormemente ver el destino de la especie humana? Él te contará todos estos secretos, secretos que ningún hombre ha sido nunca capaz de contarte, y Él te hablará también de las verdades que no entiendes. Él es tu puerta al reino y tu guía a la nueva era. Esta carne corriente contiene muchos misterios que son insondables para el hombre. Sus hechos son inescrutables para ti, pero la totalidad del objetivo de la obra que Él realiza es bastante para que puedas ver que Él no es simple carne como la gente cree, porque Él representa las intenciones de Dios en los últimos días, así como el cuidado de Dios hacia la especie humana en los últimos días. Aunque no puedes oír Sus palabras, que parecen sacudir los cielos y la tierra, aunque no puedes ver Sus ojos como llamas de fuego y aunque no puedes recibir la disciplina de Su vara de hierro, sí puedes oír en Sus palabras que Dios está siendo iracundo y saber que Dios está mostrando misericordia hacia la especie humana, así como ver Su carácter justo y Su sabiduría y, lo que es más, apreciar la preocupación que Él tiene por toda la especie humana. La obra de Dios en los últimos días consiste en permitir al hombre ver en la tierra al Dios del cielo vivir entre los hombres, y permitirle que lo conozca, se someta a Él, le tema y le ame. Por esta razón, Él ha regresado a la carne por segunda vez. Aunque lo que el hombre ve hoy es un Dios igual a él, un Dios con una nariz y dos ojos, un Dios para nada especial, al final Él os mostrará que, sin la existencia de esta persona, el cielo y la tierra pasarían por un cambio tremendo; sin la existencia de esta persona, el cielo se volvería sombrío, la tierra se convertiría en caos y toda la humanidad viviría entre hambruna y plagas. Él os mostrará que, si Dios encarnado de los últimos días no hubiera venido a salvaros, entonces Dios habría destruido a toda la humanidad hace mucho tiempo en el infierno; sin la existencia de esta carne, seríais para siempre archipecadores, seríais cadáveres eternamente. Deberíais saber que, sin la existencia de esta carne, sería imposible para toda la especie humana escapar de una gran calamidad, y sería imposible que escapase del castigo más severo que Dios le impone en los últimos días. Sin el nacimiento de esta carne corriente, todos vosotros estaríais en un estado en el que rogaríais por la vida sin poder vivir y rogaríais por la muerte sin poder morir; sin la existencia de esta carne no podríais recibir hoy la verdad y venir ante el trono de Dios. Más bien, Él os castigaría por vuestros graves pecados. ¿Sabéis que si no hubiera sido por el retorno de Dios a la carne, nadie tendría oportunidad de salvarse, y que si no fuera por la venida de esta carne, Dios habría acabado hace mucho la era antigua? Así las cosas, ¿rechazaréis todavía la segunda encarnación de Dios? Ya que os podéis beneficiar tanto de esta persona corriente, ¿por qué no la aceptáis con alegría?

La obra de Dios es algo que no puedes comprender. Si no puedes comprender del todo si tu decisión es correcta ni saber si la obra de Dios puede tener éxito, entonces por qué no probar tu suerte y ver si este hombre corriente puede ser de gran ayuda para ti, y si Dios ha llevado a cabo una gran obra. Sin embargo, debo decirte que en la época de Noé, los hombres habían estado comiendo y bebiendo, casándose y dándose en matrimonio hasta un punto que a Dios le resultó insoportable de presenciar, por lo que envió un gran diluvio para destruir a la humanidad y solo salvó a la familia de ocho miembros de Noé y a toda especie de aves y bestias. En los últimos días, sin embargo, aquellos a los que Dios salva son todos los que le han sido leales hasta el final. Aunque ambas fueron épocas de gran corrupción, insoportable de presenciar para Dios, y la humanidad fue tan corrupta en ambas eras y negó a Dios como el Señor, Dios solamente destruyó a todos los hombres del tiempo de Noé. En ambas épocas, la humanidad ha afligido a Dios en gran manera, pero Él ha seguido siendo paciente con los hombres en los últimos días hasta ahora. ¿Por qué? ¿Nunca habéis pensado en ello? Si de verdad no lo sabéis, permitidme decíroslo. La razón por la que Dios puede tratar a los hombres con gracia en los últimos días no es porque sean menos corruptos que los de la época de Noé ni porque hayan mostrado arrepentimiento a Dios, mucho menos se debe a que Él no pueda destruir a los hombres en los últimos días porque la tecnología haya avanzado tanto. Más bien, la razón es que a Dios le queda obra por realizar en un grupo de personas en los últimos días y que Dios la realizará Él mismo en Su encarnación. Además, Dios escogerá a una parte de este grupo como Sus objetos de salvación, el fruto de Su plan de gestión y llevará a esos hombres a la siguiente era. Por tanto, pase lo que pase, este precio pagado por Dios ha sido totalmente una preparación para la obra de Su encarnación en los últimos días. El hecho de que hayáis llegado hasta hoy es gracias a esta carne. Tenéis la oportunidad de sobrevivir porque Dios vive en la carne. Todas estas bendiciones se han obtenido gracias a este hombre corriente. Y no solo esto, sino que, al final, toda nación adorará a este hombre corriente, y dará gracias y se someterá a este hombre insignificante, porque es la verdad, la vida y el camino que Él trajo lo que ha salvado a toda la humanidad, lo que ha mitigado el conflicto entre el hombre y Dios, lo que ha acortado la distancia entre ellos y lo que ha abierto una conexión entre los pensamientos de Dios y los del hombre. Él es también quien ha obtenido una gloria aún mayor para Dios. ¿Acaso no es tal hombre corriente digno de tu confianza y adoración? ¿No es apta esa carne común y corriente para ser llamada Cristo? ¿No puede ser ese hombre corriente la expresión de Dios entre los hombres? ¿No es ese hombre, que ha librado a la especie humana del desastre, digno de vuestro amor y de vuestro deseo de aferraros a Él? Si rechazáis las verdades pronunciadas por Su boca y detestáis Su existencia entre vosotros, ¿qué os sucederá al final?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Sabías que Dios ha hecho algo grande entre los hombres?

229. Toda la obra de Dios en los últimos días se lleva a cabo a través de esta persona corriente. Él te lo concederá todo y, además, podrá decidirlo todo sobre ti. ¿Puede una persona así ser como vosotros creéis: una persona tan simple como para no ser digna de mención? ¿No es suficiente Su verdad para convenceros totalmente? ¿Acaso ver Sus hechos con vuestros propios ojos no os convence? ¿O es que la senda que marca no es digna de que la sigáis? Después de todo, ¿qué es lo que os provoca que sintáis antipatía hacia Él y que lo rechacéis y lo eludáis? Es esta persona quien expresa la verdad, es ella quien la provee y os da una senda a seguir. ¿Podría ser que vosotros aún no podéis encontrar las huellas de la obra de Dios en estas verdades? Sin la obra de Jesús, la humanidad no podría haber bajado de la cruz, pero sin la encarnación de hoy, aquellos que bajan de la cruz no podrían nunca recibir la aprobación de Dios ni entrar en la nueva era. Sin la venida de esta persona corriente, nunca tendríais la oportunidad ni seríais aptos para ver el rostro verdadero de Dios, porque todos vosotros sois objetos que deberían haber sido destruidos hace mucho tiempo. Debido a la venida de la segunda encarnación de Dios, Él os ha perdonado y os ha mostrado misericordia. Independientemente de ello, las palabras con las que os debo dejar al final siguen siendo estas: esta persona corriente, que es Dios encarnado, es de una importancia vital para vosotros. Esta es la gran cosa que Dios ya ha llevado a cabo entre los hombres.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Sabías que Dios ha hecho algo grande entre los hombres?

230. Los que quieren obtener la vida sin confiar en la verdad de la que Cristo habló son las personas más absurdas de la tierra, y los que no aceptan el camino de la vida que Cristo trajo están perdidos en la fantasía. Y así digo que Dios detestará para siempre a aquellos que no aceptan al Cristo de los últimos días. Cristo es la puerta para que el hombre entre al reino en los últimos días y no hay nadie que pueda eludirlo. Nadie puede ser perfeccionado por Dios excepto por medio de Cristo. Tú crees en Dios y por tanto debes aceptar Sus palabras y someterte a Su Palabra. No pienses simplemente en obtener bendiciones sin ser capaz de aceptar la verdad y la provisión de vida. Cristo viene en los últimos días para poder proveer de vida a todos los que creen sinceramente en Él. Esta obra existe en aras de concluir la era antigua y entrar en la nueva, y esta obra es el camino que deben tomar todos los que entrarán en la nueva era. Si no reconoces a Cristo y encima lo condenas, blasfemas o lo persigues, entonces estás destinado a arder por toda la eternidad y nunca entrarás en el reino de Dios. El motivo de ello es que este Cristo es Él mismo la expresión del Espíritu Santo, la expresión de Dios, Aquel a quien Dios le ha encomendado hacer Su obra en la tierra, y por eso digo que, si no puedes aceptar todo lo que el Cristo de los últimos días hace, entonces blasfemas contra el Espíritu Santo. La debida retribución para los que blasfeman contra el Espíritu Santo es obvia para todos. También te digo esto: si te resistes al Cristo de los últimos días y si lo rechazas, entonces nadie podrá soportar las consecuencias de esto en tu lugar. Es más, de ese punto en adelante, no tendrás otra oportunidad para obtener la aprobación de Dios; incluso si deseas redimirte, no serás capaz de volver a contemplar el rostro de Dios. La razón de ello es que al que tú te estás resistiendo no es un ser humano, al que tú estás rechazando no es cualquier persona insignificante, sino Cristo. ¿Sabes cuáles son las consecuencias de esto? No estás cometiendo un pequeño error, sino un pecado atroz. Y así les aconsejo a todas las personas que no saquen sus dientes ni sus garras ni hagan críticas arbitrarias ante la verdad, porque solo la verdad te puede dar la vida, y nada excepto la verdad te puede permitir volver a nacer y volver a contemplar el rostro de Dios.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo el Cristo de los últimos días le puede dar al hombre el camino de la vida eterna

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