Cómo perseguir la verdad (2)

En nuestra reunión anterior, comunicamos sobre un tema importante: cómo buscar la verdad. Cómo buscar la verdad, ¿cómo comunicamos sobre este tema? (Dios enseñó sobre dos aspectos. El primero fue “desprenderse”, el segundo “comprometerse”. En cuanto a “desprenderse”, Dios habló sobre las emociones negativas que existen en el hombre. En particular, Dios comunicó sobre los efectos y consecuencias concretos que las emociones negativas de inferioridad, ira y odio tienen en nuestro deber. La comunicación de Dios nos aportó una comprensión diferente sobre cómo buscar la verdad. Vimos que a menudo pasábamos por alto las emociones negativas que revelamos a diario, y que con frecuencia no las discernimos ni entendemos. Emitimos el juicio unilateral de que simplemente se trata de la clase de persona que somos. Llevamos estas emociones negativas a nuestro deber, y esto causa un impacto directo en los resultados de ese deber. Además, tiene influencia en cómo vemos a las personas y las cosas y cómo nos ocupamos de los problemas en nuestras vidas. Esto nos hace extremadamente difícil caminar por la senda de buscar la verdad). En nuestra última reunión, comuniqué sobre cómo buscar la verdad. En lo relativo a la práctica, hay dos sendas principales, la de desprenderse y la de comprometerse. La vez anterior, resumimos los problemas principales asociados con el primer aspecto de la primera senda, “desprenderse”. Es decir, uno debe desprenderse de varias clases de emoción. Se trata de emociones principalmente negativas: las que son anormales, irracionales y que no concuerdan con la conciencia y razón. De estas, nuestra comunicación se centró en las emociones negativas de inferioridad, ira y odio, además de en algunos comportamientos que aparecen al vivir con estas emociones negativas; diversas emociones negativas que se producen como resultado de algunas circunstancias particulares o de antecedentes de desarrollo; y emociones negativas que reflejan un talante anormal. ¿Por qué hay que desprenderse de estas emociones negativas? El motivo es que estas emociones, objetivamente hablando, hacen surgir mentalidades y puntos de vista negativos en la gente, con lo que influencian la posición que adoptan al enfrentarse a personas, acontecimientos o cosas. Así, el primer aspecto de este modo de práctica, desprenderse, exige a las personas que se desprendan de toda clase de emociones negativas. En la ocasión anterior compartimos algo de comunicación sobre estas emociones negativas. Sin embargo, aparte de la inferioridad, la ira y el odio, sobre los que ya hemos comunicado, por supuesto existe una variedad de emociones que puede causar impacto en los puntos de vista sobre la humanidad normal. Interfieren con la conciencia, razón, pensamiento y juicio de la humanidad normal, y pueden afectar a los resultados en la búsqueda de la verdad por parte del hombre. Esto significa que estas emociones negativas son las primeras cosas de las que la humanidad debe desprenderse en su búsqueda de la verdad. Nuestra comunicación de hoy continuará con el tema en cuestión: cómo desprenderse de varias emociones negativas. Primero vamos a comunicar sobre las diversas manifestaciones de las emociones negativas y, mediante Mi comunicación sobre estas, el hombre podrá obtener conocimiento sobre dichas emociones, compararlas consigo mismo y luego empezar a resolverlas una a una en su vida diaria. Mediante la búsqueda y la comprensión de la verdad, y a través del conocimiento y análisis de los pensamientos y opiniones negativos, además de las perspectivas y posiciones anormales que las emociones negativas hacen surgir en las personas, estas serán capaces de empezar a resolver esas emociones negativas.

La vez anterior hablamos sobre la emoción negativa de “depresión”. En primer lugar, ¿tiene la mayoría de la gente esta emoción de depresión? ¿Sois capaces de tener una idea de la clase de sentimiento y estado de ánimo que es la depresión, y cuáles son sus manifestaciones? (Sí). Esto es fácil de entender. No hablaremos sobre “depresión” extensamente, solo describiremos las manifestaciones que hace surgir la emoción de la depresión en aquellos que creen y siguen a Dios. ¿Qué significa “depresión”? Es sentirse abatido, no sentirse bien, que no te interese nada de lo que haces, estar sin impulso, sin motivación, tener una actitud bastante negativa y pasiva respecto a las cosas que haces, y carecer de la determinación de ir a por todas. Entonces, ¿cuál es la causa fundamental de estas manifestaciones? Esta es la cuestión principal que se debe analizar. Una vez que hayas entendido las diversas manifestaciones de la depresión, además de los distintos estados mentales, pensamientos y actitudes al hacer las cosas que surgen por esta emoción negativa, debes entender cuáles son las causas que dan lugar a estas emociones negativas, es decir, cuáles son las causas fundamentales que hay detrás de estas emociones negativas, las que hacen que surjan en las personas. ¿Por qué se deprime la gente? ¿Por qué no sienten motivación para hacer cosas? ¿Por qué se muestran siempre tan negativos, pasivos y carentes de determinación a la hora de hacer cosas? Existe una clara razón para esto. Por ejemplo, ves a alguien que está siempre deprimido y pasivo cuando hace cosas, incapaz de hacer acopio de energía alguna, sus emociones y su actitud no son muy positivas u optimistas, y siempre expresa esa actitud negativa, culposa y desesperada. Le das consejos pero nunca los escucha, aunque admite que el camino que le has indicado es el correcto y tu razonamiento es maravilloso. Sin embargo, al hacer cosas no puede reunir ninguna energía y sigue siendo negativo y pasivo. En los casos graves, ya en sus movimientos corporales, su figura, su modo de caminar, su tono al hablar y las palabras que dice, puedes ver que las emociones de esta persona son particularmente depresivas, que le falta energía en todo lo que hace y es como una fruta aplastada, y quien pase mucho tiempo con ella se verá afectado por tales emociones. ¿De qué va todo esto? Los diversos comportamientos, expresiones faciales, tonos al hablar e incluso los pensamientos y puntos de vista expresados por las personas que viven con depresión tienen cualidades negativas. Entonces, ¿qué razón hay detrás de estos fenómenos negativos? ¿Cuál es su origen? Por supuesto, la causa fundamental para el surgimiento de la emoción negativa de la depresión es diferente en cada uno. La emoción de depresión de cierta persona puede surgir de su constante creencia en su propio terrible destino. ¿No es esta una causa? (Sí). Cuando era joven, vivía en el campo o en una región pobre, su familia no era próspera y, aparte del simple mobiliario, no poseían nada de mucho valor. Tal vez tenían una muda o dos de ropa que debían llevar a pesar de tener agujeros, y por lo general no podían consumir comida de buena calidad, sino que en vez de eso tenían que esperar a Año Nuevo o días festivos para comer carne. A veces pasaban hambre, les faltaba ropa de abrigo y tener un gran plato lleno de carne que llevarse a la boca era un sueño, e incluso una pieza de fruta era difícil de conseguir. Al vivir en ese entorno se sentía diferente a otras personas que residían en la gran ciudad, aquellos cuyos padres eran acomodados, que podían comer cualquier cosa que les apeteciera y ponerse cualquier prenda de ropa, que tenían al momento lo que quisieran y poseían conocimiento sobre todo. Pensaba: “Su destino es tan bueno. ¿Por qué el mío es tan malo?”. Siempre quiere destacar entre la multitud y cambiar su destino. Sin embargo, no es tan fácil cambiar el propio destino. Cuando uno nace en esa situación, aunque lo intente, ¿cuánto puede cambiar y mejorar su destino? Después de convertirse en adulto, se ve frenado por obstáculos allá donde va en la sociedad, lo acosan dondequiera que va, así que se siente lleno de infortunio. Piensa: “¿Por qué soy tan desafortunado? ¿Por qué siempre conozco a personas malas? Tuve una vida dura de niño, y así eran las cosas. Ahora que soy grande, sigue siendo muy mala. Siempre quiero mostrar lo que puedo hacer, pero nunca tengo oportunidad. Si nunca la tengo, que así sea. Solo quiero trabajar duro y ganar suficiente dinero para tener una buena vida. ¿Por qué ni siquiera puedo hacer eso? ¿Por qué es tan difícil tener una buena vida? No hace falta tener una vida superior a la de los demás. Al menos quiero vivir la vida de alguien de ciudad, que nadie me menosprecie, no ser un ciudadano de segunda o tercera clase. Como poco, que cuando la gente me llame no me grite: ‘¡Eh, tú, ven aquí!’. Por lo menos que me llamen por mi nombre y se dirijan a mí con respeto. Sin embargo, no puedo disfrutar siquiera de que se dirijan a mí con respeto. ¿Por qué es tan cruel mi destino? ¿Cuándo terminará?”. Cuando una persona así no cree en Dios, considera cruel su destino. Tras empezar a creer en Dios y darse cuenta de que este es el camino verdadero, piensa: “Todo ese sufrimiento merecía la pena. Todo lo orquestó y lo hizo Dios, y lo hizo bien. Si no hubiera sufrido así, no habría llegado a creer en Dios. Ahora que creo en Él, si puedo aceptar la verdad, mi destino debería cambiar a mejor. Ahora puedo llevar una vida en igualdad de condiciones en la iglesia con mis hermanos y hermanas, y la gente me llama ‘hermano’ o ‘hermana’, y se dirigen a mí con respeto. Ahora disfruto de la sensación de contar con el respeto de los demás”. Parece como si su destino hubiera cambiado, y como si ya no sufrieran ni tuvieran un mal destino. Una vez que han empezado a creer en Dios, se proponen cumplir bien con su deber en la casa de Dios, se vuelven capaces de soportar adversidades y trabajar duro, capaces de aguantar más que nadie en cualquier asunto, y se esfuerzan por ganarse la aprobación y la estima de la mayoría de la gente. Les parece que incluso pueden llegar a ser elegidos líderes de la iglesia, alguien responsable o un líder de equipo, y ¿no estarán entonces honrando a sus antepasados y a su familia? ¿No habrán cambiado su destino? Sin embargo, la realidad no está a la altura de sus deseos y se sienten abatidos y piensan: “Llevo años creyendo en Dios y me relaciono muy bien con mis hermanos y hermanas, pero ¿cómo es posible que cada vez que llega el momento de elegir a un líder, a un responsable o a un líder de equipo nunca me toca a mí? ¿Será porque mi aspecto es muy sencillo o porque no he rendido lo suficiente y nadie se ha fijado en mí? Cada vez que hay una votación, tengo una ligera esperanza, e incluso me alegraría que me eligiesen líder de equipo. Me entusiasma mucho retribuirle a Dios, pero acabo decepcionado cada vez que hay una votación y me dejan fuera de todo. ¿Qué es lo que pasa? ¿Será que en realidad solo soy capaz de ser una persona mediocre, corriente, alguien anodino toda mi vida? Cuando recuerdo mi infancia, mi juventud y mis años de mediana edad, esta senda que he recorrido siempre ha sido muy mediocre y no he hecho nada digno de mención. No es que no posea ninguna ambición o mi calibre sea demasiado escaso, y no es que no me esfuerce lo suficiente o que no pueda soportar las adversidades. Tengo aspiraciones y metas, e incluso puede decirse que también ambición. Entonces, ¿por qué nunca puedo destacar entre la multitud? A fin de cuentas, simplemente tengo un mal destino y estoy condenado a sufrir, y así es como Dios ha dispuesto las cosas para mí”. Cuanto más piensan en ello, peor creen que es su destino. En el desempeño ordinario de sus funciones, si hacen algunas sugerencias o expresan algunos puntos de vista y siempre acaban refutados, si nadie los escucha ni los toma en serio, se deprimen aún más, y piensan: “¡Oh, qué malo es mi destino! En todos los grupos en los que estoy siempre hay alguna persona mala que me impide avanzar y me oprime. Nadie me toma en serio y nunca puedo destacar. Al fin y al cabo, todo se reduce a esto: simplemente tengo un mal destino”. Da igual lo que les ocurra, siempre lo atribuyen a que tienen un mal destino; le dedican un esfuerzo constante a esta idea de tener un mal destino, se esfuerzan por tener una comprensión y una apreciación más profundas de ella y, a medida que le dan vueltas en su mente, sus emociones se vuelven más depresivas. Cuando cometen un pequeño error en el cumplimiento de su deber, piensan: “Oh, ¿cómo voy a cumplir bien con mi deber si tengo un destino tan malo?”. En las reuniones, sus hermanos y hermanas comunican mientras ellos meditan las cosas una y otra vez, pero no entienden, y piensan: “Oh, ¿cómo voy a entender las cosas si tengo un destino tan malo?”. Cuando ven a alguien que habla mejor que ellos, que debate sobre su comprensión de una manera más clara e iluminada, se sienten aún más deprimidos. Cuando ven a alguien que puede soportar penurias y pagar el precio, que muestra resultados en el cumplimiento de su deber, que recibe la aprobación de sus hermanos y hermanas y consigue ascensos, sienten infelicidad en su corazón. Cuando ven a alguien convertirse en líder u obrero, se sienten aún más deprimidos, e incluso al ver que alguien canta y baila mejor que ellos, se sienten inferiores a esa persona y se deprimen. No importa con qué personas, acontecimientos o cosas se encuentren, o cualquier situación con la que se topen, siempre responden a ellos con esta emoción de depresión. Incluso cuando ven a alguien que lleva ropa un poco más bonita que la suya o cuyo peinado es un poco mejor, siempre se sienten tristes, y los celos y la envidia surgen en su corazón hasta que, finalmente, regresan a esa emoción depresiva. ¿Qué razones se les ocurren? Piensan: “Oh, ¿no será porque mi destino es malo? Si fuera un poco más apuesto, si fuera tan digno como ellos, si fuera alto y tuviera una bonita figura, con buena ropa y mucho dinero, con buenos padres, ¿no serían las cosas diferentes a como son ahora? ¿Acaso la gente no me tendría en alta estima, me envidiaría y sentiría celos de mí? Al fin y al cabo, mi destino es malo y no puedo culpar a nadie de ello. Con un destino tan malo, nada me sale bien, y no puedo caminar a ningún lado sin caerme encima de algo. Es solo mi mal destino, y no puedo hacer nada al respecto”. Igualmente, cuando se les poda y trata o cuando los hermanos y hermanas les reprochan o critican, o les hacen sugerencias, responden a ello con su emoción de depresión. En cualquier caso, ya sea por algo que les ocurre o por todo lo que les rodea, siempre responden con varios pensamientos, puntos de vista, actitudes y planteamientos negativos que surgen de su emoción de depresión.

Las personas así, que siempre piensan que tienen un mal destino, albergan la constante sensación de que una roca gigante les está aplastando el corazón. Dado que siempre creen que todo lo que les sucede es a causa de su mal destino, sienten que no pueden cambiar nada de ello, pase lo que pase. Entonces, ¿qué hacen? Simplemente se sienten negativos, holgazanean y se resignan a sus desgracias. ¿Qué quiero decir cuando digo que se resignan a sus desgracias? Piensan: “Vaya, tendré que salir así del paso por la vida”. Cuando se poda y se trata a otras personas, estas pueden reflexionar sobre sí mismas y decir: “¿Por qué me han podado y tratado a mí? ¿Qué he hecho en contra de los principios verdad? ¿Qué actitudes corruptas he revelado? ¿Es mi comprensión lo bastante profunda y concreta? ¿Cómo debo entender y resolver estas cuestiones?”. Dicen cosas semejantes, y esas son personas que buscan la verdad. Sin embargo, cuando esa persona con supuesto mal destino es podada y tratada, siente que los demás la miran por encima del hombro, que su destino es malo, y por eso nadie la quiere, y que cualquiera que desee tratarla puede hacerlo. Cuando nadie la trata, su depresión se alivia un poco, pero en cuanto alguien lo hace, su depresión empeora. Cuando tratan a otras personas, puede que estas se sientan negativas durante varios días. Leen las palabras de Dios y, con la ayuda y el apoyo de sus hermanos y hermanas, llegan a aceptar la verdad y, poco a poco, dan un giro y dejan atrás ese estado negativo. Sin embargo, los que piensan que tienen un mal destino no solo no dejan atrás esa emoción negativa, sino que, por el contrario, están aún más seguros de que realmente tienen un mal destino. ¿Por qué? Llegan a la casa de Dios sintiendo que sus habilidades nunca se aprovechan del todo, que siempre los tratan y los utilizan como chivo expiatorio. Piensan: “¿Ves? Los demás hacen esto y no se les trata, ¿por qué se me trata a mí cuando lo hago? Esto sin duda demuestra que mi destino es malo”. Y por eso se deprimen tanto y caen en la desesperación. Por mucho que otras personas intenten comunicar la verdad con ellos, no la asimilan, y dicen: “A vosotros solo os tratan durante un momento, pero conmigo es diferente. No sé hacer nada bien y nací para sufrir que me trataran. No puedo culpar a nadie, es que mi destino es malo”. Como siempre creen que su destino es malo y que siempre serán así mientras vivan, por mucho que en la casa de Dios se les diga cómo buscar la verdad, cómo cumplir con el deber de un ser creado y hacerlo conforme al nivel requerido, nada de eso cala en ellos. Como siempre están seguros de que su destino es malo, les parece que esta cosa maravillosa de buscar la verdad y alcanzar la salvación no tiene nada que ver con ellos, y por eso no cumplen con su deber muy a conciencia. Por dentro están seguros de que “las personas con un destino malo no pueden cumplir bien con su deber; solo pueden hacerlo las que tienen un buen destino. Cuando alguien tiene un buen destino, le cae bien a todo el mundo dondequiera que vaya, y todo le sale bien. Tengo un mal destino y siempre me cruzo con gente mala, nunca me siento bien cumpliendo con mis deberes: me suceden estas desgracias una tras otra”. Como creen que tienen un mal destino, siempre se sienten abatidos y deprimidos. Siempre creen que buscar la verdad es algo de lo que se habla y de lo que alguien como ellos, con un mal destino, jamás podrá sacar nada bueno. Les parece que, aunque busquen la verdad, al final no ganarán nada, y siempre piensan: “¿Cómo pueden entrar en el reino personas con un mal destino? ¿Cómo pueden alcanzar la salvación personas con un mal destino?”. No se atreven a creerlo, y por eso se delimitan constantemente, pensando: “Ya que mi destino es malo y nací para sufrir, no será tan malo sobrevivir y al final convertirme en un hacedor de servicio. Eso significaría que las buenas acciones de mis antepasados darían fruto en mí y me bendecirían con buena suerte. Como mi destino es malo, solo soy apto para hacer algunas tareas poco destacables, como cocinar, limpiar, cuidar de los hijos de los hermanos y hermanas, ciertos trabajos esporádicos y cosas del estilo. En cuanto a esos trabajos que te permiten brillar en la casa de Dios, probablemente no tendré nada que ver con ellos mientras viva. Mira, llegué a la casa de Dios lleno de entusiasmo, ¿y cómo he acabado? Simplemente cocinando y haciendo trabajos manuales. Nadie se da cuenta de lo agotado que estoy o de lo duro que es, nadie lo percibe y a nadie le importa. Si esto no es difícil, entonces no sé qué lo es. Otras personas son actores principales o extras, ruedan una película tras otra, un vídeo tras otro; eso es genial. Yo nunca he brillado, ni una sola vez. Qué duro es esto. Mi destino es muy malo. ¿Quién tiene la culpa de mi mal destino? ¿Acaso no es culpa mía? Me limitaré a seguir adelante hasta que llegue el momento de morir”. Se hunden cada vez más en esta emoción negativa. No solo son incapaces de reflexionar sobre sus propias emociones negativas o de conocerlas, o de saber por qué han surgido o si nada de esto tiene algo que ver con tener un buen o un mal destino, ni tampoco buscan la verdad para entender estas cosas, sino que se aferran ciegamente a la idea de que todos sus problemas se deben a su mal destino. El resultado de esto es que se hunden cada vez más en estas emociones negativas y son incapaces de liberarse. Al final, al creerse siempre con un mal destino, caen en la desolación, viven sin un propósito real y solo comen y duermen, esperando la muerte. De este modo, pierden cada vez más interés en la búsqueda de la verdad, en cumplir bien con su deber, en alcanzar la salvación y en otros requerimientos similares de Dios, e incluso repelen y rechazan cada vez más estas cosas. Toman su mal destino como su razón y fundamento para no buscar la verdad, y el no poder alcanzar la salvación como algo natural. No analizan sus propias actitudes corruptas o emociones negativas en las situaciones con las que se encuentran, para de ese modo llegar a conocer y resolver sus actitudes corruptas, sino que utilizan su punto de vista de que tienen un mal destino como modo de responder a toda persona, acontecimiento y cosa con los que se encuentran y que experimentan, con lo cual caen aún más profundamente en su emoción de depresión. ¿No es así? (Sí). Entonces, ¿es correcta o no esta emoción depresiva según la cual la gente cree que tiene un mal destino? (No). ¿Por qué no es correcta? (Creo que esta emoción es bastante radical. Llevan su mal destino a la forma en que explican y delimitan todo lo que les sucede. Cuando les pasan cosas, no reflexionan ni llegan a una conclusión sobre por qué surgen estos problemas, ni tampoco buscan o contemplan. Se trata de una forma totalmente radical y excluyente de enfocar las cosas). ¿Cómo surge esta forma radical y absurda de enfocar las cosas? ¿Cuál es la causa fundamental de esta emoción de depresión? (Creo que la causa fundamental de esta emoción es que están siguiendo la senda equivocada, y el punto de partida de su búsqueda es erróneo. Tienen algunos deseos alocados, siempre están compitiendo y comparándose con los demás, y cuando no pueden satisfacer sus deseos alocados, esta emoción negativa que llevan dentro asoma la cabeza). No habéis comprendido claramente la esencia de esta cuestión: se trata sobre todo de que su punto de vista sobre la cuestión del “destino” es inexacto. Siempre buscan un buen destino o quieren que este sea tal que todo les resulte fácil y sencillo. Siempre se fijan en el destino de la gente, y cuando empiezan a buscar algo así, ¿qué les ocurre? Observan a las personas que viven en todos los entornos, lo que comen, lo que visten, lo que disfrutan, y luego lo comparan con su propia situación y sienten que están peor en todos los aspectos, que todos los demás son mejores que ellos, y por eso creen que tienen un mal destino. En realidad, no son necesariamente los que peor están, pero siempre están haciendo comparaciones y midiéndose con los demás, siempre se esfuerzan por reflexionar y observar esta cuestión del “destino” y profundizar en su estudio. Utilizan la perspectiva y el punto de vista sobre si el destino es bueno o malo para medirlo todo, no paran de medir, hasta que se ven arrinconados y se quedan sin salida, y finalmente se hunden en la negatividad. Utilizan constantemente el punto de vista sobre si el destino es bueno o malo para medir la apariencia externa de todo lo que sucede, en lugar de fijarse en la esencia de las cosas. ¿Qué error cometen al hacer esto? Sus pensamientos y puntos de vista son erróneos y absurdos, y sus ideas sobre el destino son inexactas. El destino del hombre es un asunto muy profundo que nadie puede comprender con claridad. La fecha u hora exacta de nacimiento de una persona no es lo único que indica si el destino de esta será bueno o malo: eso es un misterio.

El arreglo de Dios sobre cuál va a ser el destino de una persona, ya sea bueno o malo, no es algo que se deba contemplar o medir con los ojos de un hombre o de un adivino, ni tampoco que se deba medir en función de cuánta riqueza y gloria esa persona disfruta en su tiempo de vida, del sufrimiento que experimenta o el éxito que tenga en su búsqueda de perspectivas, fama y fortuna. Sin embargo, este es precisamente el grave error que cometen quienes dicen tener un mal destino, así como una forma de medir el propio destino que usa la mayoría de la gente. ¿Cómo mide la mayoría de la gente su propio destino? ¿Cómo mide la gente mundana si el destino de una persona es bueno o malo? Principalmente, se basan en si a esa persona le va bien en la vida o no, si puede disfrutar o no de la riqueza y la gloria, en si puede vivir con un estilo de vida superior al de los demás, cuánto sufre y cuánto disfruta durante su vida, cuánto vive, qué carrera tiene, si se trata de una vida esforzada o si es cómoda y fácil. Estas y otras cosas son las que usan para medir si el destino de una persona es bueno o malo. ¿No lo medís vosotros así también? (Sí). Entonces, cuando la mayoría de vosotros os topáis con algo que no es de vuestro gusto, cuando los tiempos son duros o no sois capaces de disfrutar de un estilo de vida superior, pensaréis que también tenéis un mal destino y os hundiréis en la depresión. Aquellos que dicen tener un mal destino no necesariamente sufren un auténtico mal destino, ni tampoco aquellos que dicen tener un buen destino disfrutan necesariamente de uno tal. ¿Cómo se mide exactamente si el destino es bueno o malo? Tu destino es bueno si crees en Dios, y no lo es si no crees en Él; ¿es acertado decir eso? (No necesariamente). Decís “no necesariamente” refiriéndoos a que hay algunos que creen en Dios que tienen un auténtico mal destino y otros que tienen uno bueno. Si esto es así, entonces algunas personas que no creen en Dios tienen también un buen destino y otras uno malo, ¿se puede decir esto? (No, eso es un error). Contadme vuestras razones para decir esto. ¿Por qué es un error? (No creo que el destino de una persona tenga nada que ver con si cree en Dios). Es cierto, nada tiene que ver el buen o mal destino de alguien con su fe en Dios. Entonces, ¿con qué tiene que ver? ¿Tiene algo que ver con la senda por la que las personas caminan o con su búsqueda? ¿Es que alguien tiene un buen destino si busca la verdad, pero muy mala fortuna si no? Decidme, ¿tiene una viuda un buen destino? Para la gente del mundo, las viudas tienen un mal destino. Si se quedan viudas con treinta y tantos o cuarenta y tantos, sin duda tienen un mal destino, es muy duro para ellas. Pero si una viuda sufre mucho porque ha perdido a su esposo y llega a creer en Dios, ¿es entonces algo malo? (No). Porque aquellos que no han enviudado viven una vida feliz, todo les va bien, tienen mucho apoyo, comida y ropa, una familia llena de hijos y nietos, viven una vida cómoda, sin adversidades y sin sentir ninguna necesidad espiritual. No creen en Dios y no creerán en Él por mucho que intentes difundirles el evangelio. Entonces, ¿quién tiene el buen destino? (La viuda tiene el buen destino porque ha alcanzado la fe en Dios). Mira, como la gente del mundo considera que la viuda tiene un mal destino y sufre tanto, ella cambia de rumbo, empieza a tomar una senda diferente y cree en Dios y lo sigue, ¿no significa esto que ahora tiene un buen destino y vive feliz? (Sí). Su mal destino se ha transformado en uno bueno. Si dices que tiene un mal destino, entonces su destino en la vida debería ser siempre malo y no puede cambiarlo; entonces, ¿cómo puede cambiarse? ¿Cambió su destino cuando empezó a creer en Dios? (No, es porque su forma de ver las cosas ha cambiado). Su manera de considerar las cosas ha cambiado. ¿Ha cambiado el hecho objetivo de su propio destino? (No). Antes de que la viuda creyera en Dios, envidiaba a las mujeres que no habían enviudado, pensando: “Mírala, qué buen destino tiene. Tiene un marido, un hogar, vive feliz y contenta. No sufre este dolor de ser viuda”. Sin embargo, después de creer en Dios, piensa: “Ahora creo en Dios y Él me ha elegido para seguirle, y puedo cumplir con mi deber y obtener la verdad. En el futuro podré alcanzar la salvación y entrar en el reino. Qué buen destino este. Ella no ha enviudado, pero ¿cuál es su destino? Siempre quiere disfrutar de la vida, busca fama, fortuna y estatus, desea que le vaya bien en su carrera y disfrutar de prosperidad y riqueza, pero después, cuando muera, de todos modos irá al infierno. Tiene un mal destino. Mi destino es mejor que el suyo”. Sus opiniones han cambiado, pero los hechos objetivos no. El que no cree en Dios sigue pensando: “¡Uf! Mi destino es mejor que el tuyo. Tú eres viuda, yo no. Mi vida es mejor que la tuya. Tengo un buen destino”. Sin embargo, a ojos de la mujer que ha llegado a creer en Dios, no tiene un buen destino. ¿Cómo se ha producido este cambio? ¿Ha cambiado el entorno objetivo de la viuda? (No). Entonces, ¿cómo ha cambiado su punto de vista? (Sus criterios para medir si las cosas son buenas o malas han cambiado). Sí, sus puntos de vista sobre cómo medir las cosas y considerar los asuntos han cambiado. Ha pasado de pensar que la mujer que no ha enviudado tiene un buen destino a pensar que es malo, y de pensar que ella misma tiene un mal destino a pensar que ahora es bueno. Estos dos puntos de vista son totalmente diferentes a los previos, se han invertido por completo. ¿Qué ocurre aquí? Los hechos objetivos y el entorno no han cambiado, así que ¿cómo ha acabado cambiando su visión de las cosas? (Después de haber aceptado la verdad y las cosas positivas, ahora aplica los criterios correctos en su punto de vista para medir las cosas como buenas o malas). Su visión de las cosas ha cambiado, pero ¿han cambiado los hechos reales? (No). La viuda sigue viuda, y la mujer que vive feliz sigue viviendo feliz; no se ha producido ningún cambio en los hechos reales. Entonces, al final, ¿quién tiene el buen destino y quién el malo? ¿Puedes explicarlo? La viuda solía pensar que tenía un mal destino, siendo una de las razones su situación vital objetiva, y otra razón los pensamientos y puntos de vista surgidos de su entorno objetivo. Después de llegar a creer en Dios, al leer Sus palabras y comprender algunas verdades, sus pensamientos asimismo cambian y su perspectiva sobre las cosas es diferente. Así, después de llegar a creer en Dios, ya no se considera a sí misma como alguien con un mal destino, sino todo lo contrario, ya que ha tenido la oportunidad de aceptar la obra de Dios, y puede comprender la verdad y alcanzar la salvación; esto es algo predestinado por Dios, y ella está muy bendecida. Una vez que cree en Dios, se centra únicamente en la búsqueda de la verdad, que difiere de los objetivos que buscaba antes. Aunque sus condiciones, su entorno y su calidad de vida son los mismos que antes y no han cambiado, su visión de las cosas sí lo ha hecho. En realidad, ¿ha llegado a tener un buen destino porque cree en Dios? No necesariamente. Es solo que ahora cree en Dios, tiene esperanza, siente cierta satisfacción en su corazón, los objetivos que busca han cambiado, sus puntos de vista son diferentes y, por tanto, su entorno de vida actual la hace sentirse feliz, satisfecha, alegre y en paz. Le parece que su destino ahora es muy bueno, mucho mejor que el destino de la mujer que no ha enviudado. Es ahora cuando se da cuenta de que la opinión que tenía antes, al creer malo su destino, era equivocada. ¿Qué podéis deducir de esto? ¿Existe algo así como un “buen destino” y un “mal destino”? (No). No, no existe.

Hace mucho que Dios predestinó los destinos de las personas, y son inmutables. Este “buen destino” y este “mal destino” difieren de una persona a otra, y dependen del entorno, de cómo se sienten las personas y de lo que buscan. Por eso el destino no es ni bueno ni malo. Puede que vivas una vida muy dura, pero tal vez pienses: “No busco vivir una vida de lujo. Me basta con tener suficiente para comer y vestirme. Todo el mundo sufre a lo largo de su vida. La gente mundana dice: ‘No puedes ver un arcoíris a menos que esté lloviendo’, así que el sufrimiento tiene su valor. Esto no es tan malo, y mi destino no es malo. El cielo me ha dado algo de dolor, algunas pruebas y tribulaciones. Eso es porque Él me tiene en alta estima. Este es un buen destino”. Algunas personas piensan que el sufrimiento es algo malo, que implica que tienen un mal destino, y que solo una vida sin sufrimiento, con comodidad y tranquilidad, significa que tienen un buen destino. Los incrédulos llaman a esto “una cuestión de opinión”. ¿Cómo consideran los creyentes en Dios esta cuestión del “destino”? ¿Hablamos de tener un “buen destino” o un “mal destino”? (No). No decimos cosas así. Digamos que tienes un buen destino porque crees en Dios, entonces si no sigues la senda correcta en tu fe, si eres castigado, puesto en evidencia y descartado, ¿significa eso que tienes un buen o un mal destino? Si no crees en Dios, no puedes ser puesto en evidencia o descartado. Los incrédulos y la gente religiosa no hablan de poner en evidencia o discernir a la gente, y tampoco de expulsarla o descartarla. Debería significar que las personas tienen un buen destino cuando son capaces de creer en Dios, pero si al final son castigadas, ¿significa entonces que tienen un mal destino? Su destino es bueno en un momento y malo al siguiente, así que ¿cuál de los dos es? Si alguien tiene un buen destino o no, no es algo que se pueda juzgar, la gente no puede juzgar este asunto. Todo lo hace Dios y todo lo que Él dispone es bueno. Lo único que ocurre es que la trayectoria del destino de cada individuo, o su entorno, y las personas, los acontecimientos y las cosas con las que se encuentra, y la senda vital que experimenta a lo largo de su vida son todos diferentes; estas cosas difieren de una persona a otra. El entorno vital y en el que crece cada persona, ambos dispuestos para ella por Dios, son todos diferentes. Las cosas que cada individuo experimenta durante su vida son todas diferentes. No existe un supuesto destino bueno o destino malo: Dios lo arregla y lo hace todo. Si consideramos el asunto desde la perspectiva de que todo lo hace Dios, todo es bueno y correcto. Lo que ocurre es que, desde la perspectiva de las predilecciones, los sentimientos y las elecciones de las personas, algunas eligen vivir una vida cómoda, tener fama y fortuna, una buena reputación, tener prosperidad en el mundo y llegar a lo más alto. Creen que eso significa que tienen un buen destino, y que una vida de mediocridad y de no tener éxito, viviendo siempre en lo más bajo de la sociedad, es un mal destino. Así es como se ven las cosas desde la perspectiva de los incrédulos y de la gente mundana que busca cosas mundanas y vivir en el mundo, y así es como surge la idea del buen destino y del mal destino. Esta idea solo surge de la estrecha comprensión de los seres humanos y de su percepción superficial del destino y, entre otras cosas, de los juicios de la gente sobre cuánto sufrimiento físico soportan, cuánto disfrute, fama y fortuna obtienen. De hecho, si lo miramos desde la perspectiva de los arreglos y la soberanía de Dios sobre el destino del hombre, no existen tales interpretaciones de buen o mal destino. ¿Acaso esto no es exacto? (Sí). Si consideras el destino del hombre desde la perspectiva de la soberanía de Dios, entonces todo lo que Él hace es bueno, y es lo que cada individuo necesita. Esto se debe a que la causa y el efecto desempeñan un papel en las vidas pasadas y presentes, están predestinados por Dios, Él tiene soberanía sobre ellos y los planifica y arregla: la humanidad no tiene elección. Si lo consideramos desde este planteamiento, la gente no debería juzgar su propio destino como bueno o malo, ¿verdad? Si la gente emite juicios casuales sobre este asunto, ¿no está cometiendo un terrible error? ¿Acaso no están cometiendo el error de juzgar los planes, los arreglos y la soberanía de Dios? (Así es). ¿Y no es grave ese error? ¿Acaso no afectará a la senda por la que caminan en la vida? (Sí). Entonces ese error los llevará a la destrucción.

¿Qué debe hacer la gente en respuesta a los arreglos y la soberanía de Dios sobre sus destinos? (Someterse a las instrumentaciones y arreglos de Dios). Primero, debes buscar entender por qué el Creador ha dispuesto para ti esta clase de destino y entorno de vida, por qué te hace encontrar y experimentar ciertas cosas, y por qué tu destino es como es. A partir de ahí, debes entender lo que anhela tu corazón y qué necesita, además de la soberanía y los arreglos de Dios. Después de que entiendas y sepas estas cosas, no debes resistirte, tomar tus propias decisiones, rechazar, contradecir o evitar tu destino. Por supuesto, además, tampoco deberías tratar de regatearle a Dios. En vez de eso, has de someterte. ¿Por qué debes someterte? Dado que eres un ser creado, no puedes orquestar tu destino y no tienes soberanía sobre él. Tu destino lo determina Dios. En lo relativo a tu destino, eres pasivo y no tienes elección. Lo único que debes hacer es someterte. No debes realizar tus propias elecciones respecto a tu destino ni evitarlo, no debes regatearle a Dios y no debes oponerte a tu destino ni quejarte. Por supuesto, sobre todo no debes decir cosas como: “El destino que Dios ha dispuesto para mí es malo. Es terrible y peor que el destino de los demás”, o “Mi destino es malo y no me toca disfrutar nada de felicidad o prosperidad. Dios ha dispuesto mal las cosas para mí”. Estas palabras son juicios y, al decirlas, te extralimitas en tu puesto. No son palabras que deba decir un objeto de la creación y no son puntos de vista o actitudes que debas tener como tal. En su lugar, has de deshacerte de estos falsos entendimientos, definiciones, puntos de vista y comprensiones del destino. Al mismo tiempo, debes ser capaz de adoptar una actitud y una postura correctas para poder someterte a todas las cosas que ocurrirán como parte del destino que Dios ha dispuesto para ti. No debes resistirte, y desde luego no debes deprimirte y quejarte de que el Cielo no es justo, que Dios ha dispuesto mal las cosas para ti y no te ha proporcionado lo mejor. Los objetos de la creación no tienen derecho a elegir su destino. Dios no te concedió esa clase de obligación y no te otorgó ese derecho. Por tanto, no deberías realizar elecciones, razonar con Dios o hacerle peticiones adicionales. Debes adaptarte y enfrentarte a los arreglos de Dios, sean cuales sean. Debes afrontar y tratar de experimentar y apreciar lo que sea que ha dispuesto Dios para ti. Debes someterte por completo a todo lo que debes experimentar por medio de los arreglos de Dios. Debes acatar el destino que Dios ha dispuesto para ti. Aunque algo no te guste, o si sufres por ello, incluso si amenaza y reprime tu orgullo y dignidad, siempre que sea algo que debas experimentar, algo que Dios ha orquestado y dispuesto para ti, debes someterte a ello y no puedes hacer nada al respecto. Dado que Dios arregla los destinos de las personas y tiene soberanía sobre ellos, no se pueden negociar con Él. Por lo tanto, si las personas son sensatas y poseen la razón de la humanidad normal, no deben quejarse de que su destino es malo o de que esto o aquello no es bueno para ellos. No deberían afrontar su deber, su vida, el camino que siguen en su fe, las situaciones que Dios ha dispuesto o Sus exigencias hacia ellos con una actitud abatida simplemente porque les parece que su destino es malo. Esta clase de depresión no es una rebeldía simple o momentánea, ni tampoco es la efusión temporal de un carácter corrupto, mucho menos la efusión de un estado corrupto. Más bien, es una resistencia silenciosa a Dios, y una insatisfecha resistencia silenciosa al destino que Dios ha arreglado para ellos. Aunque puede tratarse de una simple emoción negativa, las consecuencias que acarrea a las personas son más graves que las que conlleva un carácter corrupto. No solo te impide adoptar una actitud positiva y correcta ante el deber que debes cumplir, y ante tu propia vida cotidiana y trayectoria vital, sino que, lo que es más grave, también puede hacerte perecer de depresión. Por tanto, las personas inteligentes deberían apresurarse a revertir sus puntos de vista erróneos, reflexionar y llegar a conocerse a sí mismas a la luz de las palabras de Dios, y ver qué es lo que les está haciendo creer que tienen un mal destino. Deberían fijarse en qué formas se ha dañado su dignidad o se ha herido su corazón, lo que ha dado lugar a pensamientos negativos tales como sentir que tienen un mal destino, lo que las ha llevado a caer en la emoción negativa de la depresión, de la que nunca se han recuperado, ni siquiera a día de hoy. Esta es una cuestión sobre la que deberías reflexionar y examinar. Puede que algún asunto haya quedado profundamente grabado en tu corazón, o que alguien te haya dicho algo vil que hirió tu sentido del amor propio, y esto te hizo sentir que tenías un mal destino, y por eso caíste en la depresión. O quizás, a lo largo de tu vida o en tu juventud, surgió algún pensamiento o visión de Satanás o del mundo que te llevó a tener esta comprensión incorrecta del destino y a volverte increíblemente sensible respecto a si tienes un buen o un mal destino. O tal vez, después de experimentar algo perturbador en algún momento, te volviste particularmente serio y sensible en relación con tu destino, y entonces te apasionaste en exceso por cambiarlo y te dedicaste a ello. Todas estas son cosas que deberías examinar. Sin embargo, con independencia de cómo lo hagas, la comprensión que debes tener al final es la siguiente: no debes utilizar tus pensamientos y opiniones sobre si el destino es bueno o malo para medir el tuyo propio. El destino de la vida de una persona está en manos de Dios y Él lo arregló hace mucho tiempo, no es algo que la gente pueda cambiar. Sin embargo, el tipo de senda que una persona recorre durante su vida y si puede vivir una vida valiosa son elecciones que puede hacer por su cuenta. Puedes elegir vivir una vida valiosa, vivir tu vida para las cosas valiosas, vivir para los planes y la gestión del Creador, y para la causa justa de la humanidad. Por supuesto, también puedes optar por no vivir para las cosas positivas, sino vivir para la búsqueda de fama y fortuna, una profesión pública, riquezas y tendencias mundanas. Puedes elegir vivir una vida sin valor alguno y ser como un muerto viviente. Todas estas son elecciones que puedes realizar.

Tras comunicarlo de esta manera, ¿habéis comprendido si son acertados o equivocados los pensamientos y puntos de vista de las personas que siempre aseguran tener un mal destino? (Son equivocados). Claramente, estas personas experimentan la emoción de la depresión al verse sumidas en el extremismo. Al tener esta emoción extrema de la depresión debido a que albergan pensamientos y puntos de vista extremos, son incapaces de afrontar correctamente las cosas que les ocurren en la vida, no pueden ejercer con normalidad las funciones propias de las personas ni cumplir con los deberes, responsabilidades u obligaciones de un ser creado. Por tanto, son iguales que las diversas clases de personas que se sumen en emociones negativas que ya discutimos en nuestra última comunicación. Aunque estas personas que piensan que tienen un mal destino creen en Dios, son capaces de renunciar a cosas, se gastan por Él y lo siguen, no obstante son igualmente incapaces de cumplir con su deber en la casa de Dios de un modo libre, liberado y relajado. ¿Por qué no pueden hacerlo? Porque en su interior albergan una serie de pensamientos y puntos de vista extremos y anormales que hacen que surjan en ellos emociones extremas. Estas son la causa de que su manera de juzgar las cosas, su manera de pensar y sus puntos de vista sobre las cosas provengan de un planteamiento extremo, incorrecto y falaz. Consideran los asuntos y a las personas desde este planteamiento extremo e incorrecto, así que viven, perciben a las personas y las cosas, y se comportan y actúan una y otra vez bajo el efecto y la influencia de esta emoción negativa. Al final, no importa cómo vivan, parecen tan cansados que no son capaces de reunir ningún entusiasmo por su fe en Dios y la búsqueda de la verdad. Con independencia de cómo elijan vivir su vida, no pueden cumplir positiva o activamente con su deber, y a pesar de llevar muchos años creyendo en Dios, nunca se concentran en entregarse al deber en cuerpo y alma o hacerlo satisfactoriamente y, por supuesto, ni mucho menos buscan la verdad o practican de acuerdo con los principios verdad. ¿A qué es debido? En última instancia, a que siempre piensan que tienen un mal destino, y esto los lleva a tener una emoción profundamente depresiva. Acaban totalmente desanimados, impotentes, como un cadáver andante, sin ninguna vitalidad, sin mostrar ningún comportamiento positivo u optimista, y mucho menos ninguna determinación o resistencia para dedicar la lealtad que deberían a su deber, a sus responsabilidades y a sus obligaciones. Más bien, luchan a regañadientes día a día con una actitud descuidada, sin rumbo y con la cabeza confundida, e incluso los días se les pasan sin que se den cuenta. No tienen ni idea de cuánto tiempo van a seguir así. Al final, no les queda más remedio que reprenderse a sí mismos y decirse: “Oh, seguiré saliendo del paso mientras pueda. Si un día no puedo más y la iglesia quiere expulsarme y descartarme, que me descarte y ya está. Es que tengo un mal destino”. Ya ves, incluso lo que dicen es muy derrotista. Esta emoción de la depresión no es un simple estado de ánimo, sino que, lo más importante, causa un impacto devastador en los pensamientos, en el corazón y en la búsqueda de las personas. Si no puedes dar un giro a tu emoción de depresión a tiempo y con rapidez, no solo afectará a toda tu vida, sino que también la destruirá y te conducirá a la muerte. Aunque creas en Dios, no podrás obtener la verdad y alcanzar la salvación y, al final, perecerás. Por eso, los que creen que su destino es malo deberían despertar ya; estar siempre investigando si su destino es bueno o malo, andar siempre detrás de algún tipo de destino, preocuparse siempre por este… eso no es bueno. Al tomarte siempre muy en serio tu destino, cuando te encuentras con una pequeña perturbación o decepción, o cuando te sobrevienen fracasos, reveses o situaciones embarazosas, llegas rápidamente a creer que se debe a tu propio mal destino y mala suerte. Así, te recuerdas repetidamente a ti mismo que eres alguien con un mal destino, que tu destino no es bueno como el de otras personas, y te sumerges una y otra vez en la depresión, rodeado, atado y atrapado por la emoción negativa de esta, incapaz de escapar de ella. Que pase esto es algo muy aterrador y peligroso. Aunque esta emoción de la depresión no provoque que te vuelvas más arrogante o taimado, o que reveles perversidad o intransigencia, u otras actitudes corruptas; aunque no se llegue al punto en el que reveles un carácter corrupto y desafíes a Dios, o reveles un carácter corrupto y vulneres los principios verdad, o causes interrupciones y perturbaciones, o realices actos malvados, sin embargo, en términos de esencia, esta emoción de la depresión es una manifestación gravísima de la insatisfacción de la gente con la realidad. En esencia, esta manifestación de descontento con la realidad es también una muestra de insatisfacción hacia la soberanía y los arreglos de Dios. ¿Y cuáles son las consecuencias de estar insatisfecho con la soberanía y los arreglos de Dios? Sin duda, son muy graves y, como mínimo, harán que te rebeles y desafíes a Dios, y te llevarán a ser incapaz de aceptar Sus declaraciones y Su provisión, a que seas incapaz de entender y no estés dispuesto a escuchar las enseñanzas, exhortaciones, recordatorios y advertencias de Dios. Debido a que rebosas de la emoción de la depresión, eres incapaz de aceptar las declaraciones actuales de Dios, y no tienes manera de aceptar Su obra realista ni el esclarecimiento, la guía, la ayuda, el apoyo y la provisión del Espíritu Santo para ti. Aunque Dios está obrando, eres incapaz de sentirlo; aunque tanto Él como el Espíritu Santo están obrando, eres incapaz de aceptarlo. No puedes aceptar estas cosas positivas, estos requerimientos y esta provisión de Dios, lo único que llena y ocupa tu corazón es esta emoción de la depresión, y nada de lo que hace Dios tiene efecto en ti. Al final, te perderás cada paso de la obra de Dios, cada fase de Sus declaraciones, e incluso cada fase de la obra de Dios y Su provisión para ti. Cuando las declaraciones de Dios y los pasos de Su obra se hayan completado, seguirás siendo incapaz de resolver tu emoción de depresión, serás incapaz de dejarla atrás, seguirás rodeado y rebosando de la emoción de la depresión, y entonces habrás perdido por completo la obra de Dios. Una vez que hayas perdido por completo Su obra, te enfrentarás al juicio abierto de Dios y a Su condena de la humanidad, y ese será el momento en que Él anunciará el fin de esta. Solo entonces te darás cuenta: “Oh, debería reflexionar sobre mí mismo, debería dejar atrás esta emoción de depresión, leer más las palabras de Dios, presentarme ante Él para buscar Su ayuda y apoyo, buscar Su provisión, buscar cómo aceptar Su castigo y juicio y ser purificado, de modo que sea capaz de someterme a Su soberanía y arreglos”. Demasiado tarde. Todo eso quedará atrás. Será demasiado tarde para despertar, y ¿qué es lo que te espera? Te golpearás el pecho, te lamentarás y te llenarás de pesar. Aunque la depresión no es más que un tipo de emoción, como su naturaleza y las consecuencias que acarrea son tan graves, debes examinarte con detenimiento y no dejar que esta emoción de depresión te domine o controle tus pensamientos y los objetivos que buscas. Tienes que resolverla y no dejar que se convierta en un obstáculo en tu senda de búsqueda de la verdad o en un muro que te impida presentarte ante Dios. Si puedes darte cuenta claramente de ello, o si descubres esta grave emoción de la depresión a través del autoexamen, entonces debes cambiar de rumbo inmediatamente, desprenderte de esta emoción y dejar atrás la emoción de depresión. No te aferres con terquedad a tu rumbo, pensando con obstinación: “No importa lo que Dios diga o haga, sé que mi destino es malo. Con un destino malo, debería sentirme deprimido. Con un destino malo, debería aceptarlo y abandonar toda esperanza”. Enfrentarse a todo lo que sucede con esa actitud negativa es ser firmemente obstinado. Cuando te des cuenta de que tienes esta emoción de depresión, debes dar un giro y resolverla lo antes posible. No esperes a que se haya apoderado de ti por completo, ya que entonces será demasiado tarde para despertar.

Decidme, ¿es creer en el destino una expresión de buscar la verdad? (No lo es). Entonces, ¿cuál es la actitud correcta que han de tener las personas al abordar la cuestión del destino? (Deben creer en las instrumentaciones y los arreglos de Dios y someterse a ellos). Correcto. Si alguien siempre se centra en si su destino es bueno o malo, ¿qué problema puede resolver eso? ¿Es o no correcto el punto de vista de reconocer que su destino es malo, pero creer que lo ha orquestado y arreglado Dios y estar dispuesto a someterse a Su soberanía y arreglos? (No, es equivocado) ¿Por qué? (Porque ese punto de vista sigue defendiendo la interpretación de que su destino es bueno o malo). ¿Es esto una regla? ¿Qué verdad debe comprender aquí la gente? (No se puede decir que el destino es bueno o malo. Todo lo que Dios predestina es bueno, y las personas deben someterse a todas las instrumentaciones de Dios). Deben creer que Dios ha orquestado y arreglado el destino, y dado que es así, no pueden hablar de que sea bueno o malo. Si es bueno o malo se juzga con base en la perspectiva, opiniones, predilecciones y sentimientos de la gente, y este juicio se basa en sus fantasías y puntos de vista y no concuerda con la verdad. Alguna gente dice: “Tengo un maravilloso destino, nací en una familia de creyentes. Nunca me ha influenciado el entorno del mundo secular y nunca me han influido, seducido o engañado las tendencias de los incrédulos. Aunque también tengo actitudes corruptas, crecí en la iglesia y nunca me he descarriado. Mi destino es muy bueno”. ¿Esto que dicen es correcto? (No). ¿Por qué no? (El haber nacido en una familia de creyentes lo predestinó Dios, fueron la soberanía y los arreglos de Dios. No tiene nada que ver con que su destino sea bueno o malo). Correcto, has dado en el clavo. Fueron la soberanía y los arreglos de Dios. Se trata de una de las formas en que Dios arregla y ejerce Su soberanía sobre el destino del hombre, y una de las que puede tomar el destino; la gente no debe valerse de si su destino es bueno o malo para juzgar este asunto. Algunas personas dicen que su destino es bueno porque nacieron en una familia cristiana, así que ¿cómo refutas esto? Podrías decir: “Naciste en una familia cristiana y dices que tienes un buen destino, así que cualquiera que no haya nacido en una familia cristiana debe tener un mal destino. ¿Estás diciendo que el destino que Dios ha arreglado para todas esas personas es malo?”. ¿Es correcto refutarlos de esta manera? (Sí). Es correcto, sí. Al refutarlos de esta manera, estás demostrando que lo que dicen acerca de que las personas que nacen en familias cristianas tienen un buen destino es insostenible y no concuerda con la verdad. Ahora, ¿es vuestra opinión sobre los destinos buenos y malos un poco más precisa? (Sí). ¿Qué opinión sobre la cuestión de creer en el destino debe tener la gente para que sea la más correcta, la más apropiada y la que concuerde con la verdad? En primer lugar, no se puede juzgar el destino como bueno o malo desde la perspectiva de la gente mundana. Además, debes creer que el destino de cada miembro de la raza humana lo arregló la mano de Dios. Algunas personas preguntan: “¿El hecho de que el destino lo arregle la mano de Dios significa que Él mismo lo dispone?”. No, no es así. Hay innumerables maneras, medios y canales por los que Dios arregla los destinos del hombre, y se dan detalles complicados referentes a esto en el reino espiritual de los que no hablaré aquí. Es un asunto muy complicado, pero hablando en general, el Creador lo arregla todo. Algunos de estos arreglos los hace Dios mismo para varios tipos de personas, mientras que otros implican categorizar a los diversos tipos y grupos de personas de acuerdo con las regulaciones, los decretos administrativos, principios y sistemas establecidos por Dios. De acuerdo con su categoría y la trayectoria de su destino que Él establece, los destinos de las personas se arreglan y formulan en el reino espiritual, y entonces es cuando nacen. Se trata de un asunto muy minucioso, pero, en términos generales, Dios lo arregla todo y ejerce Su soberanía sobre ello. La soberanía y los arreglos de Dios involucran a los principios, leyes y reglas de Su soberanía y arreglos. Aquí no hay bueno o malo, todo es una cuestión natural para Dios que implica causa y efecto. En cuanto a cómo se siente la gente respecto al destino, es posible que alberguen buenos y malos sentimientos, puede haber destinos en los que todo va bien, otros llenos de obstáculos, unos difíciles y otros infelices; no existen destinos buenos ni malos. ¿Qué actitud debe tener la gente hacia el destino? Debes cumplir con los arreglos del Creador, buscar activa y enérgicamente el propósito y la intención del Creador en Su arreglo de todas estas cosas y lograr la comprensión de la verdad, desempeñar las mayores funciones en esta vida que Dios ha arreglado para ti, cumplir con los deberes, responsabilidades y obligaciones de un ser creado, y volver tu vida más significativa y de mayor valor, hasta que finalmente el Creador esté complacido contigo y te recuerde. Por supuesto, lo que sería aún mejor sería alcanzar la salvación a través de tu búsqueda y denodado esfuerzo; ese sería el mejor resultado. En cualquier caso, con respecto al destino, la actitud más apropiada que debería tener la humanidad creada no es la de juzgar y definir sin sentido, ni la de utilizar métodos extremos para enfrentarse a dicho destino. Por supuesto, mucho menos deberían las personas intentar resistirse, elegir o cambiar su destino, sino que deberían usar su corazón para apreciarlo, buscarlo, explorarlo y cumplirlo, antes de afrontarlo positivamente. Por último, en el entorno vital y en el periplo que Dios te ha marcado en la vida, debes buscar la forma de conducta que Él te enseña, buscar la senda que Dios te exige que sigas, y experimentar el destino que Dios ha dispuesto para ti de esta forma, y al final, serás bendecido. Cuando experimentas el destino que el Creador ha dispuesto para ti de esta manera, lo que llegas a apreciar no es solo pena, tristeza, lágrimas, dolor, frustración y fracaso, sino, lo que es más importante, experimentarás alegría, paz y consuelo, así como el esclarecimiento y la iluminación de la verdad que Dios te otorga. Es más, cuando te pierdas en la senda de la vida, cuando te enfrentes a la frustración y al fracaso, y tengas que tomar una decisión, experimentarás la guía del Creador, y al final alcanzarás la comprensión, la experiencia y la apreciación de cómo vivir la vida con mayor sentido. Entonces ya no volverás a perderte en la vida, ya no volverás a estar en un constante estado de ansiedad y, por supuesto, jamás volverás a quejarte sobre tener un mal destino, y mucho menos caerás en la emoción de depresión porque sientas que tu destino es malo. Si tienes esta actitud y usas este método para afrontar el destino que el Creador ha arreglado para ti, no solo tu humanidad se volverá más normal, tendrás una humanidad normal y el pensamiento, los puntos de vista y principios sobre cómo ver las cosas de la humanidad normal, sino que, por supuesto, también llegarás a poseer los puntos de vista y la comprensión respecto al significado de la vida que los incrédulos nunca tendrán. Los incrédulos siempre dicen: “¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? ¿Por qué estamos vivos?”. Siempre hay alguien que se hace estas preguntas, ¿y qué respuestas obtienen al final? Acaban con signos de interrogación, no con respuestas. ¿Por qué no encuentran respuestas a estas preguntas? Aunque algunas personas inteligentes creen en el destino, no tienen ni idea de cómo abordar la cuestión respecto a este ni de cómo enfrentarse a las múltiples dificultades, frustraciones, fracasos e infelicidad que surgen en el suyo; tampoco saben cómo enfrentarse a las cosas que ocurren en su destino y que les hacen sentirse alegres y felices; no saben cómo gestionarlas. En un momento dicen que tienen un buen destino y al siguiente que tienen uno malo; en un momento dicen que tienen una vida feliz y al siguiente que se trata de una desafortunada; dicen ambas cosas con la misma boca. Dicen una cosa cuando son felices y otra cuando son infelices; dicen una cosa cuando las cosas les van bien y otra cuando no; son ellos los que aseguran que tienen mala suerte y que su destino es bueno. Está claro que viven sin claridad ni comprensión. Siempre andan a tientas en la niebla, viviendo en la confusión, sin salida. Por tanto, la gente debe tener una comprensión y una senda claras respecto a cómo debe tratar correctamente al destino, qué debe hacer y cómo debe enfrentarse a esta importante cuestión de la vida. Una vez resuelta esta cuestión, las actitudes y opiniones de la gente hacia el destino deben ser relativamente correctas y acordes con los principios verdad, y de esta manera nunca llegarán a extremos en este asunto.

¿Concuerdan con la verdad los dichos sobre el destino sobre los que acabo de comunicar? (Sí). ¿Conocéis las características de los dichos que concuerdan con la verdad? (Cuando la gente los oye, sienten mayor claridad y tranquilidad). (Son bastante prácticos y contienen sendas de práctica). Cierto, son bastante prácticos, esa es una forma más precisa de decirlo. Existen otras maneras incluso más precisas de describirlo. ¿Quién es el siguiente en hablar? (Pueden resolver los problemas actuales de las personas). Ese es el efecto de su practicidad. Pueden resolver problemas porque son prácticos. Las personas creen en el destino, pero sus mentes siempre están enredadas en la idea de los buenos y los malos destinos, así que decidme, ¿están liberadas y son libres en lo profundo de su corazón, o están atadas? (Están atadas). Si no entiendes la verdad, estarás atado una y otra vez a esta idea. Una vez que has entendido la verdad, aparte de sentir que es práctica y que tienes un camino a seguir, ¿qué más sentirás? (Liberación). Es cierto, te sentirás libre y liberado. Cuando tienes una senda de práctica y ya no estás atrapado, ¿no se libera y queda libre tu espíritu? Esos puntos de vista deformados y absurdos no te podrán atar los pensamientos ni las manos y los pies; tendrás una senda a seguir, y ya no estarás controlado por esos puntos de vista. En cuanto hayas escuchado la comunicación de Dios sobre los destinos del hombre, te sentirás libre y liberado, y dirás: “Oh, entonces es así. Vaya, antes mi entendimiento sobre el destino era muy retorcido y extremo. Ahora lo entiendo, ya no me preocupa la idea incorrecta de que los destinos sean buenos o malos. Ya no me supone un problema. Si no lo hubiera entendido, siempre estaría pensando que mi destino es bueno en un momento y de repente malo al siguiente, y preguntándome si es bueno o malo. Me preocuparía constantemente”. Una vez que hayas comprendido esta verdad, tendrás una senda que seguir, una opinión precisa sobre el asunto y una senda precisa de práctica, lo que significa que eres libre y estás liberado. Así pues, para discernir si las palabras de alguien están de acuerdo con los principios verdad, y si son la verdad, debes escuchar si estas palabras son prácticas o no; al mismo tiempo, debes observar si tus dificultades y problemas se resuelven una vez que has escuchado estas palabras; si es así, entonces te sentirás libre y liberado, como si te hubieras quitado un gran peso de encima. Por tanto, cada vez que llegues a comprender un principio verdad, podrás resolver algunos problemas relacionados y poner en práctica algunas verdades, y esto hará que te sientas liberado y seas libre. ¿Acaso no será este el resultado? (Sí). ¿Comprendes ahora qué efecto tiene exactamente la verdad? (Sí). ¿Qué efecto puede tener la verdad? (Puede hacer que los espíritus de las personas se sientan libres y liberados). ¿La verdad solo tiene este efecto? ¿Solo causa este sentimiento? (Fundamentalmente, resuelve los puntos de vista incorrectos y radicales que las personas albergan sobre las cosas. En cuanto las perciban de una manera pura y que concuerde con la verdad, se sentirán liberadas y serán libres de espíritu, y ya no estarán atadas o perturbadas por las cosas negativas que vienen de Satanás). Además de sentirte libre y liberado de espíritu, lo primordial es que puede permitirte entrar en una determinada realidad verdad, de modo que dejas de estar atado o influenciado por pensamientos y puntos de vista erróneos y deformados. Los principios de práctica de la verdad ocupan el lugar de estos, y entonces ya puedes entrar en esa realidad verdad. Terminaré aquí Mi comunicación sobre las manifestaciones de las personas que se sienten deprimidas porque creen que tienen un mal destino.

Otra razón que empuja a algunas personas a deprimirse es que, aunque no crean que sus destinos sean tan malos, les parece que siempre tienen mala suerte y que nada bueno les sucede jamás, tal como dicen los incrédulos: “El Dios de la Suerte siempre me pasa de largo”. Aunque no les parece que sus circunstancias sean tan malas, y son altos y bien parecidos, educados y talentosos, trabajadores capaces, se preguntan por qué el Dios de la Suerte nunca los favorece. Esto les hace sentir siempre insatisfechos, y siempre piensan que no tienen suerte. Empezando por el año en el que hacen sus exámenes de acceso a la universidad, con el corazón rebosante de esperanza por ser admitidos en ella, pero cuando llega el día del examen, les entra gripe y están con fiebre. Esto afecta a su desempeño en los exámenes y se les escapa por dos o tres puntos la posibilidad de entrar en la universidad. Piensan para sí: “¿Cómo he podido tener tan mala suerte? Soy bueno en los estudios y suelo trabajar duro. ¿Por qué me tuvo que dar fiebre el día del examen de acceso a la universidad, con la de días que hay? Vaya. El primer acontecimiento importante de mi vida y he sufrido un revés. ¿Qué debería hacer ahora? Espero que mi suerte mejore en el futuro”. Sin embargo, más adelante en sus vidas, se topan con toda clase de dificultades y problemas. Por ejemplo, cierta empresa está contratando a nuevos empleados y se están preparando para postularse, justo cuando se dan cuenta de que todos los puestos ya han sido ocupados y la empresa ya no necesita a nadie más. Se preguntan: “¿Cómo he tenido esta mala suerte? Cada vez que aparece algo bueno, ¿por qué a mí me pasa de largo? Es muy mala suerte”. Y el primer día que empiezan a trabajar en un lugar, otros acaban de ser ascendidos a gerentes, subgerentes o jefes de departamento. Da igual lo duro que trabajen, no sirve de nada; han de esperar a la próxima vez para ser ascendidos. Como desempeñan bien su labor y los superiores los tienen en buena consideración, creen que la próxima vez lograrán el ascenso, pero al final sus superiores traen a un gerente de otro lugar y ellos vuelven a perder. Piensan para sí: “Vaya. Parece que de verdad tengo muy mala suerte. Nunca me sonríe la buena suerte, el Dios de la Suerte jamás me favorece”. Más tarde, acaban creyendo en Dios y, como les gusta escribir, esperan poder cumplir con un deber relacionado con los textos, pero al final la prueba no les sale demasiado bien y la suspenden. Piensan: “Suelo escribir muy bien, ¿por qué no lo he hecho bien en la prueba? Dios no me esclareció ni me guio. Pensaba que, si cumplía con un deber relacionado con los textos, podría comer y beber más de las palabras de Dios y entender mejor la verdad. Es una pena que no tuviera suerte. Aunque el plan era bueno, no ha salido bien”. Al final, escogen entre muchos otros deberes, y dicen: “Iré a difundir el evangelio en un equipo evangélico”. Al principio las cosas van muy bien en el equipo evangélico y les parece que esta vez han encontrado su lugar, que pueden darle un buen uso a sus habilidades. Se creen inteligentes, capaces en su trabajo, y están dispuestos a hacer trabajo práctico. Con esfuerzo, se las arreglan para lograr algunos resultados, y se convierten en supervisores. Sin embargo, hacen algo mal y su líder se entera. Se les dice que lo que han hecho va en contra de los principios y que ha impactado al trabajo de la iglesia. Después de tratar y podar a su equipo, alguien les dice: “Nos iba muy bien hasta que llegaste tú. Entonces apareciste y nos han tratado por primera vez”. Se preguntan: “¿Acaso no es esto mala suerte?”. Un tiempo después, se traslada a alguna gente debido a cambios en la obra evangélica y pasan de ser supervisores a meros miembros de equipo, y se les manda a una zona nueva a difundir el evangelio. Piensan: “Oh, no, estoy descendiendo en vez de ascender. Antes de que yo llegara, no habían trasladado a nadie, ¿cómo es que esta gran reestructuración tiene lugar ahora que llego yo? Ahora que me han mandado aquí, no tengo esperanza alguna de que me asciendan”. Hay pocas iglesias y pocos miembros de esta en la zona nueva. Experimentan dificultades para empezar a trabajar y no tienen ninguna experiencia. Durante un tiempo, se las tienen que apañar, y además cuentan con dificultades lingüísticas, así que ¿qué pueden hacer? Quieren bajar los brazos y marcharse, pero no se atreven; quieren realizar bien sus deberes, pero resulta muy difícil y agotador, y piensan: “Oh, esto es porque tengo muy mala suerte. ¿Cómo puedo cambiar mi suerte?”. Se topan con un muro en cualquier dirección que miren, les parece siempre que tienen mala suerte, que algo les bloquea todos sus movimientos, y cada paso que dan es harto complicado. Les supuso un gran esfuerzo lograr algunos resultados y notar algo de esperanza, y entonces sus circunstancias cambiaron y la esperanza desapareció, y no les queda otra opción que volver a empezar. Se deprimen cada vez más, pensando: “¿Por qué me resulta tan difícil lograr unos pocos resultados y la aprobación de la gente? ¿Por qué es tan difícil asentarse en un grupo de personas? ¿Por qué es tan difícil ser alguien al que la gente aprueba y aprecia? ¿Por qué es tan difícil que todo vaya bien y sin problemas? ¿Por qué hay tantas cosas que van mal en mi vida? ¿Por qué hay tantos obstáculos? ¿Por qué siempre me topo con un muro en todo lo que hago?”. En particular, algunas personas nunca desempeñan bien sus deberes, vayan donde vayan, y siempre acaban sustituidas y descartadas. Se deprimen mucho y siempre creen que no tienen suerte, piensan: “Soy como un caballo veloz que nunca se hace notar. Como dice el dicho: ‘Hay muchos caballos veloces, pero pocos que sepan reconocerlos’. Soy como un caballo veloz que no ha sido descubierto. Al final, tengo mala suerte y no consigo nada ni me va bien en ningún ámbito, vaya donde vaya. Nunca puedo poner en práctica mis puntos fuertes, ni alardear ni conseguir lo que quiero. Qué mala suerte tengo. ¿Qué está pasando aquí?”. Siempre les parece que tienen mala suerte y se pasan todos los días en una nube de ansiedad, pensando: “¡Oh, no! Por favor, que no me reasignen a otro servicio”, “¡Oh, no! Por favor, que no ocurra nada malo”, “¡Oh, no! Por favor, que no cambie nada”, “¡Oh, no! Por favor, que no surjan más problemas graves”. No solo se deprimen, sino que también se sienten increíblemente intranquilos, inquietos, irritables y ansiosos. Creen siempre que su suerte es mala, así que se sienten increíblemente deprimidos, y esta depresión surge de su sentimiento subjetivo de tener mala suerte. Siempre se sienten desafortunados, nunca consiguen ascensos, nunca pueden ser jefes de equipo o supervisores, y nunca tienen la oportunidad de destacar entre el resto. Jamás les ocurren estas cosas buenas y no entienden por qué rayos eso es así. Piensan: “No tengo carencias de ningún tipo, así que ¿por qué no caigo bien a nadie allá donde voy? No he ofendido ni he pretendido hacérselo pasar mal a nadie, así que ¿por qué tengo tan mala suerte?”. Como siempre se aferran a esos sentimientos, esta emoción de la depresión se los recuerda constantemente, diciéndoles: “No tienes suerte, así que no seas complaciente, no presumas y no quieras destacar siempre. No tienes suerte, así que ni se te ocurra convertirte en líder. No tienes suerte, así que debes tener más cuidado al cumplir con tu deber y contenerte un poco, por si acaso un día te descubren y te sustituyen, o por si alguien te denuncia a tus espaldas y saca provecho de algo para arruinarte, o si resulta que siempre tomas la iniciativa y cometes un error y acabas siendo tratado. Incluso si te conviertes en líder, debes ser cuidadoso y cauteloso todo el tiempo, como si estuvieras caminando por el filo de una navaja. No seas arrogante, debes ser humilde”. Esta emoción negativa les recuerda todo el tiempo que deben ser humildes, escabullirse con el rabo entre las piernas y no comportarse con dignidad nunca más. La idea, el pensamiento, la perspectiva o la conciencia de que su suerte es mala les recuerda todo el tiempo que no han de ser positivos ni activos, que no se impongan y que no asomen la cabeza. En lugar de eso, deben seguir deprimidos, sin atreverse a vivir ante los demás. Incluso si todos están en la misma casa, tienen que procurarse un sitio discreto donde sentarse para no hacerse notar mucho. No deben parecer demasiado arrogantes, porque en el momento en que empiecen a mostrar cualquier arrogancia, su mala suerte los encontrará. Debido a que la emoción de la depresión los envuelve constantemente y siempre les está advirtiendo de estas cosas en lo más íntimo de su corazón, son tímidos y cautelosos en todo lo que hacen. Siempre se sienten intranquilos por dentro, jamás consiguen encontrar el lugar que les corresponde y nunca pueden volcar todo su corazón, su mente y sus fuerzas en el cumplimiento de sus responsabilidades y obligaciones. Es como si se protegieran de algo y esperaran a que algo ocurriera. Se protegen contra la llegada de la mala suerte, contra las cosas malas y las situaciones embarazosas que su mala suerte les acarreará. Por tanto, aparte de las luchas en lo más profundo de su corazón, es más la emoción de la depresión la que domina las formas y los métodos según los que ven a las personas y las cosas y se comportan y actúan. Siempre utilizan la buena y la mala suerte para evaluar su propio comportamiento, y para calibrar si las formas en que ven a las personas y las cosas y se comportan y actúan son correctas, razón por la cual se hunden repetidamente en esta emoción de depresión y no pueden salir de ella, y por la que son incapaces de utilizar el pensamiento y los puntos de vista correctos para hacer frente a las supuestas cosas “desafortunadas”, o para manejar y resolver lo que ellos consideran su pésima suerte. En un círculo vicioso como este, se ven constantemente controlados e influenciados por esta emoción de la depresión. Con mucho esfuerzo, consiguen abrir su corazón y compartir su estado o sus ideas con los demás, pero entonces, en las reuniones, las palabras que dicen los hermanos y hermanas en comunión, ya sea intencionadamente o no, se refieren a su estado y al quid de su problema, lo que les hace sentir que se ha herido su orgullo y su dignidad. Siguen creyendo que se trata de una manifestación de su propia mala suerte, y piensan: “¿Ves? Me costó mucho hablar de lo que tenía en el corazón y, en cuanto lo hago, alguien se aprovecha e intenta hundirme. Qué mala suerte tengo”. Creen que interviene su mala suerte y que cuando una persona tiene mala suerte todo le viene absolutamente en contra.

¿Qué problema hay con las personas que siempre piensan que no tienen suerte? Siempre usan el estándar de la suerte para medir si sus acciones son acertadas o equivocadas, y para sopesar qué senda deben tomar, las cosas que han de experimentar y cualquier problema que afronten. ¿Es eso acertado o equivocado? (Equivocado). Describen las cosas malas como mala suerte y las buenas como buena suerte o beneficiosas. ¿Es acertada o equivocada esta perspectiva? (Equivocada). Medir las cosas desde ese tipo de perspectiva es una equivocación. Se trata de un método y estándar extremo e incorrecto para evaluar las cosas. Esta clase de método conduce a menudo a las personas a sumirse en la depresión, y suele volverlas intranquilas, como si nada les fuera bien y nunca consiguieran lo que quieren, lo cual las lleva a sentirse siempre ansiosas, irritables e intranquilas. Cuando estas emociones negativas no se resuelven, tales personas se hunden en una constante depresión y sienten que Dios no las favorece. Consideran que Dios trata a los demás con gracia, mientras que a ellos no, y que cuida de los demás, pero no de ellos. “¿Por qué siempre me siento intranquilo y ansioso? ¿Por qué siempre me pasan cosas malas? ¿Por qué nunca me llegan cosas buenas? ¡Al menos una vez, solo pido eso!”. Cuando percibes las cosas con este tipo de pensamiento y perspectiva equivocados, caerás en la trampa de la buena y la mala suerte. Al caer continuamente en esta trampa, te sentirás siempre deprimido. En mitad de esta depresión, serás especialmente sensible a si las cosas que te ocurren se deben a la buena o la mala suerte. Cuando esto ocurre, se demuestra que esta perspectiva y esta idea de la buena y la mala suerte se han apoderado de ti. Cuando estás controlado por este tipo de perspectiva, tus puntos de vista y tu actitud hacia las personas, los acontecimientos y las cosas ya no entran dentro del rango de la conciencia y la razón de la humanidad normal, sino que se han precipitado hacia una especie de extremo. Cuando caes en este extremo, no sales de la depresión. Seguirás deprimiéndote una y otra vez, y aunque normalmente no te sientas deprimido, en cuanto algo vaya mal, en cuanto sientas que ha ocurrido algo desafortunado, te sumirás inmediatamente en la depresión. Esta depresión afectará a tu juicio y toma de decisiones normales, e incluso a tu felicidad, ira, tristeza y alegría. Cuando afecte a tu felicidad, ira, tristeza y alegría, perturbará y destruirá el cumplimiento de tu deber, así como tu voluntad y deseo de seguir a Dios. Si se destruyen estas cosas positivas, las pocas verdades que has llegado a comprender se desvanecerán en el aire y no te servirán absolutamente de nada. Por eso, cuando caigas en este círculo vicioso, te será difícil poner en práctica los pocos principios verdad que entiendes. Solo cuando sientas que la suerte está de tu lado, cuando no estés reprimido por la depresión, podrás pagar un poco de precio a regañadientes, sufrir algunas adversidades y mostrar una pizca de sinceridad mientras haces las cosas que estás dispuesto a hacer. En cuanto sientes que la suerte te ha abandonado y que vuelven a ocurrirte cosas desafortunadas, la depresión vuelve a apoderarse de ti y la sinceridad, la lealtad y la voluntad de soportar las adversidades te abandonan de inmediato. Por tanto, las personas que piensan que tienen mala suerte o que se toman muy en serio la suerte se asemejan a las que piensan que su destino es malo. Suelen tener emociones muy extremas; en concreto, suelen caer en emociones negativas como la depresión. Son especialmente negativos y débiles, e incluso son propensos a los cambios de humor. Cuando se sienten afortunados, están llenos de alegría, repletos de energía, y pueden soportar adversidades y pagar un precio; pueden dormir menos por la noche y comer menos durante el día, están dispuestos a sufrir cualquier adversidad y, si se entusiasman por un instante, están encantados de ofrecer su vida. Sin embargo, en el momento en que sienten que no han tenido suerte últimamente, cuando nada parece irles bien en absoluto, la emoción de la depresión se apodera enseguida de su corazón. Los votos y los propósitos que habían hecho antes quedan anulados; de repente son como un balón desinflado, incapaces de reunir ninguna energía, o como un amasijo de papilla, sin ganas de hacer ni decir nada en absoluto. Piensan: “Los principios verdad, buscar la verdad, alcanzar la salvación, obedecer a Dios… nada de eso tiene que ver conmigo. Tengo mala suerte y es inútil, por muchas verdades que practique o por mucho precio que pague, nunca alcanzaré la salvación. Estoy acabado. Soy como un amuleto de la mala suerte, un individuo desafortunado. Bueno, que así sea, tengo mala suerte en cualquier caso”. Mira, en un momento están como un balón tan lleno de aire que parece a punto de estallar, y al rato están desinflados. ¿Acaso eso no es problemático? ¿Cómo surge este problema? ¿Cuál es la causa fundamental? Siempre están pendientes de su propia suerte, como si estuvieran atentos a la bolsa, de si sube o baja, de si es un mercado al alza o a la baja. Siempre están neuróticos, increíblemente sensibles al asunto de su suerte, y son increíblemente testarudos. Este tipo de personas extremas suelen sumirse en la emoción de la depresión porque se preocupan demasiado por su propia suerte y viven en función de sus estados de ánimo. Si están de mal humor cuando se levantan por la mañana, piensan: “¡Oh, no! Seguro que hoy no va a ser un día de suerte. Hace días que me tiembla el párpado izquierdo, tengo la lengua rígida y el cerebro aletargado. Me mordí la lengua al comer y anoche tuve un mal sueño al dormir”. O piensan: “Las primeras palabras que he oído decir a alguien hoy parecen un mal presagio”. Están siempre paranoicos, dándole vueltas una y otra vez a este cuento, y haciendo un estudio de tales cosas. Están increíblemente preocupados por su propia suerte, rumbo y estado de ánimo todos los días y en todo momento. También observan las miradas, la actitud e incluso el tono de voz que utilizan hacia ellos todos sus hermanos y hermanas en la iglesia. Tienen el corazón ocupado en estas cosas, lo que provoca que se depriman constantemente. Saben que no están en un buen estado y, sin embargo, no le oran a Dios ni buscan la verdad para resolverlo, y por muchas actitudes corruptas que revelen, no les prestan atención ni se las toman en serio. ¿Acaso no supone esto un problema? (Sí).

Estas personas que siempre están preocupadas por si tienen buena o mala suerte, ¿es correcta su forma de ver las cosas? ¿Existe la buena o la mala suerte? (No). ¿Qué base hay para decir que no existe? (Las personas que conocemos y las cosas que nos pasan todos los días vienen determinadas por la soberanía y los arreglos de Dios. No hay nada semejante a la buena o la mala suerte, todo ocurre por necesidad y tiene un significado detrás). ¿Es eso cierto? (Sí). Ese punto de vista es correcto, y es la base teórica para asegurar que la suerte no existe. Te ocurra lo que te ocurra, sea bueno o malo, todo es normal, igual que lo es el tiempo a lo largo de las cuatro estaciones: no todos los días pueden ser soleados. No puedes decir que los días soleados los ha dispuesto Dios, mientras que los días nublados, la lluvia, el viento y las tormentas no. Todo está determinado por la soberanía y los arreglos de Dios, y lo genera el entorno natural. Este entorno natural surge según las leyes y reglas que Dios dispuso y estableció. Todo esto es necesario e imperativo, de modo que sea cual sea el tiempo que haga, se genera y se produce conforme a las leyes naturales. No hay nada bueno ni malo en ello: solo los sentimientos de la gente al respecto son buenos o malos. La gente no se siente bien cuando llueve, hace viento, está nublado o cae una granizada. En particular, a la gente no le gusta cuando llueve y hay humedad; les duelen las articulaciones y se sienten débiles. Puede que te sientas mal los días de lluvia, pero ¿puedes decir que los días de lluvia dan mala suerte? Se trata tan solo de un sentimiento que el tiempo despierta en las personas; la suerte no tiene nada que ver con el hecho de que llueva. Se podría decir que los días soleados son buenos. Si hace sol durante tres meses, sin una gota de lluvia, la gente se siente bien. Pueden ver el sol todos los días, y hace un tiempo seco y cálido, acompañado de una ligera brisa ocasional, y pueden salir al aire libre siempre que quieran. Sin embargo, las plantas no lo toleran y los cultivos mueren debido a la sequía, por lo que ese año no hay cosecha. Entonces, ¿que te sientas bien significa que de verdad es bueno? Cuando llegue el otoño y no tengas nada que comer, dirás: “Vaya, tampoco es bueno tener demasiados días de sol. Si no llueve, los cultivos sufren, no hay comida que recolectar y la gente pasa hambre”. Llegados a este punto, te das cuenta de que los interminables días de sol tampoco son buenos. El hecho es que el que una persona se sienta bien o mal por algo se basa en sus propios motivos, deseos e intereses egoístas, más que en la esencia de la cosa en sí. Por tanto, la base sobre la que la gente evalúa si algo es bueno o malo es inexacta. Como la base es inexacta, las conclusiones a las que llegan también lo son. Volviendo al tema de la buena y la mala suerte, ahora todo el mundo sabe que este dicho de la suerte no se sostiene, y que no es ni buena ni mala. Las personas, los acontecimientos y las cosas con las que te encuentres, ya sean buenos o malos, vienen todos determinados por la soberanía y los arreglos de Dios, así que debes afrontarlos como es debido. Acepta de Dios lo bueno, y acepta de Él también lo malo. No digas que tienes suerte cuando suceden cosas buenas, y que tienes mala suerte cuando suceden cosas malas. Solo se puede decir que hay lecciones que la gente debe aprender dentro de todas esas cosas, y no deben rechazarlas ni evitarlas. Agradece a Dios las cosas buenas, pero también agradécele las cosas malas, porque todas son arreglos Suyos. Las personas, los acontecimientos, las cosas y los entornos buenos proporcionan lecciones de las que se debe aprender, pero hay aún más que aprender de las personas, los acontecimientos, las cosas y los entornos malos. Todas estas experiencias y episodios deberían formar parte de nuestra vida. La gente no debería utilizar la idea de suerte para evaluarlos. Entonces, ¿cuáles son los pensamientos y las perspectivas de las personas que utilizan la suerte para valorar si las cosas son buenas o malas? ¿Cuál es la esencia de esas personas? ¿Por qué prestan tanta atención a la buena y a la mala suerte? Las personas que se centran mucho en la suerte, ¿esperan que esta sea buena o que sea mala? (Esperan que sea buena). Así es. De hecho, buscan la buena suerte y que les ocurran cosas buenas, y simplemente se aprovechan de ellas y se benefician. No les importa cuánto sufran los demás, ni cuántas adversidades o dificultades otros tengan que soportar. No quieren que les ocurra nada que perciban como desafortunado. En otras palabras, no quieren que les ocurra nada malo: ni contratiempos, ni fracasos, ni situaciones embarazosas, ni ser tratados o podados, ni perder nada, ni salir perdiendo, ni ser engañados. Si algo de eso ocurre, lo consideran mala suerte. No importa quién lo haya dispuesto, si ocurren cosas malas, se trata de mala suerte. Esperan que todas las cosas buenas les ocurran a ellos, desde ser ascendidos, destacar entre el resto y beneficiarse a costa de los demás, hasta obtener ganancias de algo, ganar mucho dinero o convertirse en un funcionario de alto rango, y piensan que en eso consiste la buena suerte. Siempre valoran a las personas, los acontecimientos y las cosas con los que se encuentran en función de la suerte. Buscan la buena suerte, no la mala. En cuanto lo más mínimo sale mal, se enfadan, se disgustan y se quedan insatisfechos. Dicho sin rodeos, este tipo de personas son egoístas. Buscan beneficiarse a costa de los demás, obtener ganancias para sí mismos, llegar a la cima y destacar entre el resto. Se darían por satisfechos si todo lo bueno les ocurriera solo a ellos. Esta es su esencia naturaleza; es su verdadero rostro.

Todo el mundo tiene que pasar por muchos reveses y fracasos en la vida. ¿Quién tiene una vida que solo está llena de satisfacción? ¿Quién no experimenta nunca fracasos o reveses? Cuando a veces las cosas no te van bien, o te encuentras con reveses y fracasos, eso no es mala suerte, es lo que debes experimentar. Es igual que la comida, tienes que comer tanto lo agrio, como lo dulce, lo amargo y lo picante. Las personas no pueden pasar sin sal y han de comer comidas saladas, pero si consumes demasiada sal, te dañarás los riñones. Has de comer algunas comidas agrias en ciertas estaciones, pero no conviene comer demasiadas, ya que no es bueno para los dientes o el estómago. Todo se debe consumir con moderación. Tomas comidas agrias, saladas y dulces, y también tienes que comer cosas amargas. Las comidas amargas son buenas para algunos órganos internos, así que se deben consumir un poco. La vida de una persona es lo mismo. La mayoría de las personas, acontecimientos y cosas con los que te cruzas en cualquier etapa de tu vida no serán de tu agrado. ¿Por qué es esto? Porque las personas buscan cosas diferentes. Si buscas fama y fortuna, estatus y riqueza, ser superior a los demás y lograr un gran éxito, cosas de ese tipo, el 99 por ciento de ellas no será de tu agrado. Es como dice la gente: todo es mala suerte e infortunio. Sin embargo, si renuncias a la idea de la suerte que tienes o que no tienes, y tratas las cosas con calma y corrección, te darás cuenta de que la mayoría de las cosas no son tan desfavorables o difíciles de afrontar. Cuando te desprendes de tus ambiciones y deseos, cuando paras de rechazar o evitar cualquier infortunio que recae sobre ti, y dejas de evaluar tales cosas según la suerte que tengas o que te falte, muchas de las cosas que solías percibir como desafortunadas y malas, ahora pensarás que son buenas; las cosas malas se tornarán en buenas. Tu mentalidad y la manera que tienes de ver las cosas cambiarán, lo cual te permitirá tener una sensación distinta sobre tus experiencias de vida, y al mismo tiempo cosechar recompensas diferentes. Esta es una experiencia extraordinaria, que te acarreará recompensas inimaginables. Es algo bueno, no es malo. Por ejemplo, algunos individuos siempre logran el reconocimiento, los ascensos, siempre reciben elogios y ánimos, a menudo se ganan la aprobación de sus hermanos y hermanas y todos los miran con envidia. ¿Es eso algo bueno? La mayoría de la gente cree que estas cosas ocurren porque tales individuos tienen la suerte de su lado. Dicen: “Mira, ese tipo tiene buen calibre, nació con suerte y le ha ido bien en la vida; consigue las buenas oportunidades y se gana los ascensos. Es que tiene mucha suerte”. Son increíblemente envidiosos. Y sin embargo, al final, ese individuo acaba destituido a los pocos años y se convierte en un creyente corriente. Llora a causa de ello e intenta ahorcarse, y al cabo de unos pocos días acaba expulsado. ¿Es eso buena suerte? Si lo miras de ese modo, es tremendamente desafortunado. Pero ¿se trata en realidad de un caso de mala suerte? (No). De hecho, no es que tuviera mala suerte, es que no siguió la senda correcta. Como no siguió la senda correcta, cuando le sucedieron cosas que la gente percibe como “suerte”, se convirtieron en una tentación, una trampa y un catalizador que aceleró su destrucción. ¿Es eso algo bueno? Siempre aspiraba al ascenso, a ser superior a los demás, a ser el centro de atención, y que todo saliera bien y como él quería, pero ¿qué pasó al final? ¿Acaso no fue descartado? Ese es el resultado de que la gente no siga la senda correcta. Buscar la buena suerte no es en sí mismo la senda correcta. Las personas que buscan la suerte ciertamente rechazan y evitan todas las cosas malas, todas las cosas que tienden a considerar como indeseables, las que no se conforman a sus estados de ánimo e intereses de la carne. Temen, evitan y rechazan que ocurran estas cosas. Cuando suceden, las califican de “mala suerte”. ¿Pueden buscar la verdad cuando piensan que tienen mala suerte? (No). ¿Crees que las personas que no pueden buscar la verdad y que siempre piensan que tienen mala suerte pueden seguir la senda correcta? (No). Desde luego que no. Por tanto, las personas que siempre buscan la suerte, que siempre se centran solo en ella y la contemplan, son las que no siguen la senda correcta. Tales personas no se ocupan de los deberes que les corresponden ni siguen la senda correcta, por lo que no paran de hundirse en la depresión. Es culpa suya y se lo merecen. Es por seguir la senda equivocada. Merecen sumirse en la depresión. ¿Es fácil salir de ella? En realidad, es fácil. Basta con desprenderse de las perspectivas erróneas, no esperar que todo vaya bien, exactamente como uno quiere o sin problemas. No temas, no te resistas ni rechaces las cosas que salen mal. Al contrario, despréndete de tu resistencia, cálmate y preséntate ante Dios con una actitud de obediencia, y acepta todo lo que Dios disponga. No busques lo que se llama “buena suerte”, y no rechaces la denominada “mala suerte”. Entrega tu corazón y todo tu ser a Dios, deja que Él actúe y orqueste, y sométete a Sus instrumentaciones y arreglos. Dios te dará lo que necesites y cuando lo necesites en su justa medida. Él orquestará los entornos, las personas, los acontecimientos y las cosas que requieras, de acuerdo con tus necesidades y carencias, para que puedas aprender las lecciones que debes de las personas, los acontecimientos y las cosas con los que te cruces. Por supuesto, la condición previa para todo esto es que tengas una mentalidad de obediencia hacia las instrumentaciones y arreglos de Dios. Por tanto, no busques la perfección; no rechaces ni tengas miedo de que ocurran cosas no deseadas, embarazosas o desfavorables; y no utilices tu depresión para resistirte en tu interior a que ocurran cosas malas. Por ejemplo, si a un cantante le duele un día la garganta y no actúa bien, piensa: “¡Qué mala suerte tengo! ¿Por qué Dios no me cuida la voz? Suelo cantar muy bien cuando estoy solo, pero hoy me ha dado vergüenza cantar delante de todo el mundo. No he conseguido afinar y no he podido captar el tempo. He hecho el ridículo”. Ponerte en ridículo es bueno. Te ayuda a ver tus propias deficiencias y tu amor por la vanidad. Te ayuda a ver dónde están tus problemas y a comprender claramente que no eres una persona perfecta. No hay personas perfectas, y hacer el ridículo es muy normal. Todas las personas pasan por momentos en los que hacen el ridículo o se sienten avergonzadas. Todo el mundo fracasa, sufre reveses y tiene debilidades. Hacer el ridículo no es malo. Si haces el ridículo pero no te sientes avergonzado ni deprimido en lo profundo de tu ser, eso no significa que seas insensible; quiere decir que no te importa que hacer el ridículo afecte a tu reputación y que tu vanidad ha dejado de ocupar tus pensamientos. Significa que has madurado en tu humanidad. Esto es maravilloso. ¿Acaso no es bueno? Lo es. No creas que has actuado mal o que tienes mala suerte, y no le busques causas objetivas. Es normal. Es posible que hagas el ridículo, que los demás hagan el ridículo, que todo el mundo lo haga… al final descubres que todo el mundo es igual, que todos son personas corrientes, que todos son mortales, que nadie es más ni mejor que nadie. Todo el mundo hace el ridículo alguna vez, así que nadie debería reírse de los demás. Una vez que hayas experimentado numerosos fracasos, tu humanidad madurará poco a poco, de modo que cuando vuelvas a encontrarte con estas cosas, ya no te verás limitado y no afectarán al cumplimiento normal de tu deber. Tu humanidad será normal, y cuando tu humanidad sea normal, tu razón también lo será.

Estas personas que disfrutan de buscar la suerte son las que buscan la buena fortuna en esta vida, que llevan las cosas hasta los extremos. Lo que estas personas buscan es equivocado y deberían desprenderse de ello. Acabamos de comunicar sobre cómo manejar y adoptar el enfoque adecuado hacia estas cosas indeseables, ¿lo entendéis ahora? ¿Cómo hemos comunicado sobre esto? (Las personas deben someterse a todo lo que Dios orqueste. No deben buscar convertirse en perfectas, ni deben temer nada que las haga sentir avergonzadas ni temer que les pase nada desfavorable, y no deben usar su emoción de depresión para resistirse a estas cosas cuando ocurren). Tranquiliza tu mente y afróntalo todo con la mentalidad adecuada. Cuando te ocurran cosas malas, debes seguir la senda correcta para abordarlas y resolverlas, y aunque no las manejes bien, no debes hundirte en la depresión. Si fracasas, puedes volver a intentarlo; en el peor de los casos, el fracaso es una lección, e incluso si fracasas, sigue siendo mejor que sentirse reacio, resistirse, rechazar y huir. Así que, pase lo que pase o lo que debas afrontar en el futuro, nunca debes rechazarlo ni tratar de escapar de ello, y mucho menos medirlo desde la perspectiva de que tu suerte sea buena o mala. Puesto que afirmas que todo está orquestado por la mano de Dios, no deberías evaluar todas estas cosas desde el punto de vista y la mentalidad de que tu suerte sea buena o mala, y mucho menos rechazar las cosas malas que suceden. Por supuesto, tampoco deberías abordar estas cosas con la emoción de la depresión. Más bien, deberías adoptar una actitud proactiva y un estado de ánimo positivo para afrontar y abordar estas cosas, y ver qué lecciones hay que aprender y qué comprensión deberías extraer de ellas; esto es lo que deberías hacer. ¿No serán entonces correctos tus pensamientos y puntos de vista? (Sí). Y cuando te enfrentes de nuevo a que ocurran cosas malas o desafortunadas, podrás abordarlas de acuerdo con las palabras de Dios, tendrás los pensamientos y puntos de vista correctos y, de este modo, tu humanidad y tu razón se normalizarán. Cuando lo consideras así, ¿acaso no es muy importante tener el punto de vista correcto? ¿No es de vital importancia comprender claramente la cuestión del destino según las palabras de Dios? (Sí). Ahora que casi hemos terminado de comunicar sobre este dicho de que la suerte es buena o mala, ¿lo entendéis ahora? (Sí). Si podéis entender claramente la esencia de este tipo de problema, entonces tendréis el punto de vista correcto sobre la cuestión del destino.

También existe otra causa para que la gente se hunda en la emoción de la depresión, que es que a la gente le ocurren algunas cosas concretas antes de llegar a la mayoría de edad o después de convertirse en adultos, es decir, cometen algunas transgresiones o hacen algunas cosas idiotas, necias e ignorantes. Se hunden en la depresión debido a estas transgresiones, debido a estas cosas idiotas e ignorantes que han hecho. Este tipo de depresión es una condena a uno mismo, y también es una especie de determinación del tipo de persona que son. Sin duda, este tipo de transgresión no es simplemente insultar o hablar un poco mal de alguien a sus espaldas, o cualquier cosa así de insignificante, sino que es algo que concierne a la vergüenza, a la propia personalidad y dignidad, e incluso a la ley. Al recordar continuamente el suceso, la emoción de la depresión se va acumulando poco a poco en lo más profundo de su corazón, hasta llegar al presente. ¿Cuáles son esas transgresiones? Como acabo de decir, se trata de cosas ignorantes, idiotas y necias que la gente ha hecho de niños o de adultos. ¿Sabéis qué se incluye en estas cosas? Las cosas idiotas, necias e ignorantes que perjudican a los demás, pero os benefician a vosotros, cosas de las que es difícil hablar y cosas de las que os avergonzáis. Puede tratarse de algo sucio, despreciable, obsceno o indecente, lo cual os hace hundiros en esta emoción de la depresión. Esta depresión no es un simple tipo de reproche a uno mismo, sino más bien una condena. ¿Se os ocurre qué podría incluirse en este ámbito que he descrito? Dadme un ejemplo. (La promiscuidad). La promiscuidad sirve, sí. Por ejemplo, algunas personas han traicionado a su marido o a su mujer de pensamiento o de obra; han cometido adulterio y se han dedicado a la promiscuidad, pero siguen sin renunciar a ella y siempre están pensando con quién quieren cometer adulterio. Algunas personas han estafado dinero a otras, quizá incluso grandes sumas; otras han robado cosas que no les pertenecían; y algunas han inculpado o se han vengado de otras. Varias de estas cosas rozan la ilegalidad, mientras que otras incumplen la ley; otras pueden bordear los límites morales, mientras que otras pueden ir en contra de la ética de la humanidad normal. Estas cosas están enterradas en lo más profundo de la memoria de las personas y les vienen a la mente de vez en cuando. Cuando te encuentras solo, cuando no puedes dormir en plena noche, te resulta imposible evitar pensar en estas cosas. Pasan ante tus ojos como una película, escena tras escena, y no puedes borrarlas ni sacudírtelas de encima. Cada vez que piensas en ellas, te deprimes, te arde la cara, se te estremece el corazón, te sientes avergonzado y tu espíritu se llena de inquietud. Aunque crees en Dios, sigues sintiendo como si esas cosas que has hecho hubieran sucedido ayer mismo. No puedes huir ni esconderte de ellas y no tienes ni idea de cómo dejarlas atrás. Aunque solo unos pocos sepan lo que has hecho, o tal vez no lo sepa nadie, sientes una ligera sensación de inquietud en el corazón. De esta inquietud surge la depresión, y esta te hace sentir incriminado mientras sigues a Dios y cumples con tu deber. No puedes estar seguro de si este sentimiento de incriminación proviene de tu propia conciencia, de la ley o de tu sentido de la moral y la ética. En cualquier caso, las personas que han hecho estas cosas a menudo se sienten incómodas sin darse cuenta, cuando ocurre algo en particular o en algunos entornos y contextos determinados. Este sentimiento de malestar les hace caer, sin saberlo, en una profunda depresión, y quedan atados y restringidos por ella. Cada vez que escuchan un sermón o una comunicación sobre la verdad, esta depresión se cuela lentamente en su mente y en lo más profundo de su corazón, y se reprenden a sí mismos, preguntándose: “¿Puedo hacerlo? ¿Soy capaz de buscar la verdad? ¿Soy capaz de alcanzar la salvación? ¿Qué clase de persona soy? Antes hacía eso, antes era esa clase de persona. ¿Ya no hay salvación posible para mí? ¿Me salvará Dios?”. A veces, algunas personas pueden desprenderse de su emoción de depresión y dejarla atrás. Toman su sinceridad y toda la energía que pueden reunir y las aplican al cumplimiento de su deber, sus obligaciones y sus responsabilidades, e incluso pueden dedicar todo su corazón y su mente a buscar la verdad y contemplar las palabras de Dios, y a volcar sus esfuerzos en ellas. Sin embargo, en el momento en que se presenta alguna situación o circunstancia especial, la emoción de la depresión se apodera de ellos una vez más y les hace sentirse incriminados de nuevo en lo profundo de su corazón. Piensan para sus adentros: “Ya hiciste eso antes, y eras de esa clase de persona. ¿Puedes alcanzar la salvación? ¿Tiene sentido practicar la verdad? ¿Qué piensa Dios de lo que has hecho? ¿Te perdonará por haberlo hecho? ¿Pagar el precio ahora de esta manera puede compensar esa transgresión?”. A menudo se reprochan a sí mismos y se sienten incriminados en lo más profundo de su ser, y siempre están dudando, siempre acribillándose a preguntas. Nunca pueden dejar atrás esta emoción de depresión ni desprenderse de ella, y tienen una perpetua sensación de malestar por esa cosa vergonzosa que hicieron. Así que, a pesar de haber creído en Dios durante tantos años, es como si nunca hubieran escuchado nada de lo que Dios ha dicho ni lo hubieran entendido. Es como si no supieran si alcanzar la salvación tiene algo que ver con ellos, si pueden ser absueltos y redimidos, o si están cualificados para recibir el juicio y el castigo de Dios y Su salvación. No tienen ni idea de todas estas cosas. Como no reciben ninguna respuesta, y tampoco ningún veredicto exacto, se sienten constantemente deprimidos en lo más profundo de su ser. En el fondo de su corazón, recuerdan una y otra vez lo que hicieron, lo repiten en su mente sin cesar, rememorando cómo empezó todo y cómo terminó, reviviéndolo todo de principio a fin. Con independencia de cómo lo recuerden, siempre se sienten pecadores, y por eso se encuentran constantemente deprimidos por este asunto a lo largo de los años. Incluso cuando cumplen con su deber, aunque se estén encargando de un determinado trabajo, les sigue pareciendo que no tienen esperanzas de salvarse. Por tanto, nunca afrontan de lleno la cuestión de buscar la verdad y considerarla algo muy correcto e importante. Creen que el error que han cometido o lo que han hecho en el pasado está mal visto por la mayoría de la gente, o que es posible que los condenen y desprecien, o incluso que Dios los condene. No importa en qué etapa se encuentre la obra de Dios o cuántas declaraciones Él haya hecho, nunca afrontan el asunto de buscar la verdad de la manera correcta. ¿A qué se debe esto? No tienen el coraje de dejar atrás su depresión. Esta es la conclusión que este tipo de personas saca de haber experimentado este tipo de cosas, y debido a que no se trata de la conclusión correcta, son incapaces de dejar atrás su depresión.

Con toda seguridad, hay muchas personas que han cometido alguna que otra transgresión, ya sea grande o pequeña, pero lo más probable es que sean muy pocas las que hayan cometido transgresiones graves, del tipo que traspasa los límites morales. No vamos a hablar aquí de aquellos que han cometido varias otras transgresiones, solo hablaremos de lo que deben hacer aquellos que han cometido transgresiones graves y del tipo que traspasa los límites morales y éticos. En cuanto a los que han cometido graves transgresiones, y con eso me refiero a las que traspasan los límites morales, esto no implica ofender el carácter de Dios y vulnerar Sus decretos administrativos. ¿Lo entendéis? No hablo sobre transgresiones que ofenden el carácter de Dios, Su esencia o Su identidad y estatus, y tampoco me refiero a transgresiones que blasfeman contra Él. A lo que me refiero es a transgresiones que traspasan los límites morales. Hay también algo que decir sobre cómo estas personas que han cometido transgresiones semejantes pueden resolver su emoción de depresión. Hay dos sendas que pueden tomar, y es una cuestión simple. Primero, si en tu corazón sientes que puedes desprenderte de eso que hiciste, o tienes la oportunidad de disculparte ante la otra persona y compensarla, entonces acude a compensarla y disculparte, y a tu espíritu regresarán sentimientos de paz y tranquilidad. Si no cuentas con la oportunidad de hacer eso, si no es posible, si de verdad llegas a conocer tu propio problema en el fondo de tu corazón, si te das cuenta de lo grave que es esto que has hecho y sientes verdaderos remordimientos, entonces debes acudir ante Dios para confesarte y arrepentirte. Cuando piensas en lo que has hecho y te sientes incriminado, ese es el momento preciso en el que debes acudir ante Dios para confesarte y arrepentirte, y debes manifestar tu sinceridad y verdaderos sentimientos para recibir la absolución y el perdón de Dios. ¿Y cómo puede Él absolverte y perdonarte? Eso depende de tu corazón. Si tu confesión es sincera, reconoces realmente tu error y tu problema, y ya sea una transgresión o un pecado lo que hayas cometido, adoptas una actitud de sincera confesión, sientes un odio sincero hacia lo que has hecho, y de verdad te transformas, de modo que ya no volverás a realizar nunca ese mal, entonces, un día, recibirás la absolución y el perdón de Dios. Es decir, Él ya no determinará tu fin con base en las cosas ignorantes, necias e impuras que hayas hecho antes. Cuando alcances este nivel, Dios se olvidará por completo del asunto; serás igual que las demás personas normales, sin la menor diferencia. Sin embargo, la premisa para esto es que debes ser sincero y tener una sincera actitud de arrepentimiento, como David. ¿Cuántas lágrimas lloró David por la transgresión que había cometido? Innumerables. ¿Cuántas veces lloró? Incontables. Las lágrimas que lloró pueden describirse con estas palabras: “Todas las noches inundo de llanto mi lecho”. No sé lo grave que es tu transgresión. Si es realmente grave, es posible que tengas que llorar hasta que tu cama flote en el agua de tus lágrimas; es posible que tengas que confesarte y arrepentirte hasta ese nivel para poder recibir el perdón de Dios. Si no lo haces, me temo que tu transgresión se convertirá en un pecado a ojos de Dios, y no serás absuelto de ella. Entonces te hallarías en problemas y carecería de sentido decir nada más sobre esto. Por tanto, el primer paso para recibir la absolución y el perdón de Dios es que seas sincero y tomes medidas prácticas para confesarte y arrepentirte de verdad. Hay quienes preguntan: “¿Tengo que contárselo a todo el mundo?”. No es necesario; simplemente ve a orarle a Dios por tu cuenta. Siempre que te sientas inquieto e incriminado en tu corazón, debes presentarte inmediatamente ante Dios para orar y recibir Su perdón. Algunos se preguntan: “¿Cuánto tengo que orar para saber que Dios me ha perdonado?”. Cuando ya no te sientas incriminado por este asunto, cuando ya no caigas en la depresión a causa de ello, entonces habrás obtenido resultados, y eso demostrará que Dios te ha absuelto. Cuando nadie, ningún poder, ninguna fuerza exterior pueda perturbarte, y cuando no estés bajo la influencia de ninguna persona, acontecimiento o cosa, entonces habrás logrado resultados. Este es el primer paso que debes dar. El segundo paso es que, a la vez que le suplicas a Dios sin cesar que te absuelva, debes buscar activamente los principios que debes seguir al cumplir con tu deber: solo así serás capaz de desempeñarlo adecuadamente. Por supuesto, esta es también una acción práctica, una expresión y una actitud prácticas que compensan tu transgresión, y que demuestran que estás arrepentido y que has cambiado; esto es algo que debes hacer. ¿Hasta qué punto cumples con tu deber, con la comisión que Dios te ha encargado? ¿Lo afrontas con una actitud depresiva, o con los principios que Dios te exige que sigas? ¿Ofreces tu lealtad? ¿En qué se basa Dios para absolverte? ¿Has expresado algún arrepentimiento? ¿Qué le estás demostrando a Dios? Si deseas recibir la absolución de Dios, primero has de ser sincero: por un lado, debes tener una sincera actitud de confesión y, por otro, debes ser sincero y cumplir bien con tu deber; de lo contrario, no hay nada de qué hablar. Si puedes hacer estas dos cosas, si puedes conmover a Dios con tu sinceridad y buena fe, y hacer que Él te absuelva de tus pecados, entonces serás como los demás. Dios te contemplará de la misma manera que a las demás personas, te tratará igual que al resto, y te juzgará y castigará, te probará y refinará igual que a los demás; no te tratará de manera diferente. De este modo, no solo tendrás la determinación y el deseo de buscar la verdad, sino que Dios también te esclarecerá, te guiará y te proveerá de la misma manera en tu búsqueda de la verdad. Por supuesto, ya que ahora tienes un deseo sincero y auténtico y una actitud honesta, Dios no te tratará de manera diferente a los demás y, al igual que el resto, tendrás la oportunidad de alcanzar la salvación. Lo entiendes, ¿verdad? (Sí). Haber cometido una transgresión grave es un caso especial. No podemos decir que no da miedo; es un problema muy serio. No es lo mismo que un carácter corrupto ordinario o que alguien que tiene algunos pensamientos y puntos de vista incorrectos. Es algo que ha sucedido realmente, que se ha convertido en un hecho, y que acarrea graves consecuencias. Por eso debe tratarse de manera especial. Sin embargo, tanto si se trata de una manera especial como de una normal, siempre hay un camino a seguir y una forma de resolverlo, y esto depende de si puedes practicar de acuerdo con las formas y métodos que te digo y hacia los que te guío. Si realmente practicas de esta manera, tus esperanzas de alcanzar la salvación acabarán siendo las mismas que las de otras personas. Por supuesto, todo esto no se resuelve solo para que la gente pueda dejar atrás su emoción de depresión. El objetivo final es que, al resolver su emoción de depresión, puedan adoptar el enfoque correcto ante todas estas cosas dentro del ámbito de la conciencia y la razón de la humanidad normal cuando se encuentren con personas, acontecimientos y cosas. No deben irse a los extremos ni ser obstinados; deben profundizar en la búsqueda de la voluntad de Dios y la búsqueda de la verdad, cumplir con las responsabilidades y deberes que se supone que debe cumplir un ser creado, hasta que finalmente puedan contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar en todo de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio. Una vez que las personas hayan entrado en esta realidad, se irán acercando poco a poco a la senda de la salvación y, de este modo, tendrán la esperanza de alcanzarla. ¿Te ha quedado clara la senda para resolver la emoción de la depresión que surge de las transgresiones graves? (Sí).

¿Es la emoción de la depresión un problema difícil de resolver? Creo que es muy difícil, ya que está relacionado con cosas importantes de la vida, con la senda que la gente toma en su fe en Dios, si pueden lograr la salvación en el futuro o si toda su fe será en vano; se trata de un tema importante. En apariencia, lo que se revela es una emoción, cuando de hecho existen razones para el surgimiento de dicha emoción. Hoy he comunicado con claridad sobre estas razones. Ahora he aportado un camino a seguir para resolver el problema de estas causas, entonces, ¿acaso no puede resolverse ahora fácilmente la emoción de la depresión? (Sí). En teoría se ha resuelto. Al tener un entendimiento doctrinal, comparando luego esta doctrina con lo que has hecho en el pasado, usándola como base para resolver poco a poco tus dificultades en la vida, en tu pensamiento, y siguiendo esta senda de un modo consistente, puedes emprender gradualmente la senda en busca de la verdad. ¿Qué te parece esta forma de resolver el problema? (Es buena). La gente debe resolverlo así. Si no lo hacen, entonces se verán fuertemente atados por los complejos problemas que albergan en su interior: los problemas en su pensamiento, en su corazón, sus problemas mentales, así como sus actitudes corruptas. Acaban atados y atrapados de esta manera, sufren y se sienten agotados todo el tiempo, no saben si reír o llorar, y nunca encuentran una salida. Cuando hayas terminado de escuchar la comunicación de hoy, puedes reflexionar sobre ella detenidamente y llegar a tener una comprensión doctrinal de esta. Luego, mediante tus experiencias prácticas y personales en tu vida diaria, podrás resurgir poco a poco de estas emociones negativas y de los diversos estados de tus actitudes corruptas. Una vez que las hayas dejado atrás, no solo estarás verdaderamente liberado y serás libre, y no solo habrás entrado en la realidad verdad, sino que, lo que es más importante, habrás comprendido y obtenido la verdad, y podrás vivir la realidad verdad. Entonces serás de gran utilidad y vivirás una vida valiosa. ¿Deseáis vivir así? (Sí). La mayoría de las personas desean comprender la verdad y entrar en la realidad verdad, y no quieren pasar sus vidas en las emociones negativas de la carne, en los deseos lujuriosos de esta, en las tendencias mundanas y las actitudes corruptas; esa clase de vida es demasiado dura y agotadora. ¿Tendrá vuestra vida un buen desenlace si vivís según estas actitudes corruptas y emociones negativas? Vivir en estas emociones negativas es vivir bajo el poder de Satanás. Es como vivir en una picadora de carne; tarde o temprano acabaréis triturados, y resulta difícil encontrar una salida. Sin embargo, si puedes aceptar la verdad, entonces te quedan esperanzas de dejar atrás la confusión y el dolor, y serás capaz de escapar del sufrimiento que proviene de estar enredado y confundido por las emociones negativas.

Mi plan original era comunicar hoy sobre más de un tema, pero he acabado comunicando sobre la depresión durante bastante tiempo. Hay mucho que decir sobre cualquier asunto, nada se puede explicar claramente en unas pocas palabras. Hable de lo que hable, no puedo solo explicar la doctrina de un asunto y darlo por terminado. Cualquier cuestión implica muchos aspectos de la verdad y la realidad; involucra los pensamientos y puntos de vista de las personas, las maneras y medios en que se comportan, la senda que caminan, y todo ello está relacionado con vuestra consecución de la salvación. No puedo ser descuidado cuando comunico sobre una verdad o un tema, y por eso trato de todas las maneras que puedo, como una vieja abuela regañona, de deciros estas cosas una y otra vez. No os quejéis de que sea engorroso o demasiado extenso. Puede que ya haya hablado de un tema antes, así que ¿por qué volver a hacerlo? Si vuelvo a hablar de ello, puedes volver a escucharlo y considerarlo un repaso. Eso está bien, ¿verdad? (Sí). En resumen, debes abordar a conciencia los asuntos relacionados con la verdad y la senda que recorren las personas, y no debes descuidarte. Cuanto más me explaye y más específico sea, más detallada y clara será vuestra comprensión de la relación entre las diversas verdades, así como de las diferencias y conexiones en los detalles entre ellas, además de otros aspectos. Si hablara en términos generales y me limitara a comentar ciertas cosas en conjunto, entonces os resultaría difícil comprenderlas y entrar en ellas, y sería agotador para vosotros tratar de contemplarlas y averiguarlas por vuestra cuenta, ¿verdad? (Sí). Por ejemplo, respecto a nuestro tema de hoy sobre el destino, la suerte y las emociones negativas que surgen de las transgresiones especiales que la gente ha cometido en el pasado, no es algo que pudierais pensar por vuestra cuenta, y aunque lo hicieras, no te sería posible escapar de ellas. Como no comprendes la verdad de estas cosas, nunca serás capaz de encontrar la respuesta correcta a la cuestión de haber cometido transgresiones especiales en el pasado, y siempre seguirá siendo un misterio para ti, siempre te molestará y te enredará, robando a lo más profundo de tu corazón la paz, la alegría, la libertad y la liberación. O tal vez porque no gestionaste el asunto correctamente y no seguiste la senda correcta, eso tuvo un impacto en la obtención de tu salvación. Al final, se descartó y abandonó a algunas personas. ¿Por qué sucedió esto? Porque hicieron algunas cosas indecibles en el pasado y no las gestionaron bien ni recibieron la absolución por ellas. Su corazón estaba perpetuamente enredado en estas cosas; no tenían ganas de buscar la verdad, cumplían con su deber de una manera descuidada, no entraban en la realidad verdad, y les parecía inútil buscar la verdad. Llevaron este punto de vista negativo hasta el final, nunca hablaron del testimonio vivencial y no obtuvieron la verdad. Solo entonces empezaron a arrepentirse, pero ya era demasiado tarde. Por tanto, ¿están todos estos asuntos relacionados con la verdad y con alcanzar la salvación? (Sí). No creas que no existen porque no te hayan sucedido a ti, o no le hayan sucedido a otra persona o a la gente que te rodea. Permíteme que te diga que es posible que hayas hecho antes cosas reprobables que todavía no han tenido ninguna consecuencia terrible, o es posible que anteriormente te hayas sumido en este tipo de emoción negativa o que lo estés ahora, solo que no te habías dado cuenta y no eras consciente de ello, y entonces un día ocurre algo real y esta emoción tiene un impacto grave en ti y provoca consecuencias serias. Solo cuando te examinas profundamente descubres que has estado sumido en esta emoción negativa durante muchos años o incluso más tiempo, sin ser consciente de ello. Por eso la gente necesita contemplar, reflexionar, comprender, apreciar y experimentar continuamente estas cosas para ir descubriéndolas poco a poco. Por supuesto, acabar descubriéndolas es una fantástica noticia para ti y una gran oportunidad para alcanzar la salvación. Cuando las descubras, tendrás la oportunidad o la esperanza de dejarlas atrás, y lo que he dicho hoy no habrá sido en vano. Ninguna verdad, ningún tema y ninguna palabra se pueden comprender por completo y experimentar en un día o dos. Dado que se trata de la verdad, se trata de la humanidad, de las actitudes corruptas de la gente, de la senda por la que caminan y de su obtención de la salvación. Por tanto, no puedes pasar por alto ninguna verdad, sino que debes acercarte a conciencia a todas ellas. Incluso si aún no comprendes demasiado bien estas verdades y no sabes cómo examinarte a ti mismo para observar qué problemas tienes según ellas, tal vez después de haberlas experimentado durante unos años estas verdades te salvarán de las garras de tus actitudes corruptas, y se convertirán en las preciosas verdades que te salvarán. Cuando eso suceda, estas verdades te guiarán por la senda correcta de la vida, y quizás dentro de unos diez años, estas palabras y estas verdades habrán transformado por completo tus pensamientos y puntos de vista y habrán cambiado del todo tus metas y tu rumbo en la vida.

Aquí acaba por hoy nuestra comunicación. ¡Adiós!

1 de octubre de 2022

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