La verdadera historia de la obra de conquista (3)

El efecto deseado de la obra de conquista es, por encima de todo, que la carne del hombre deje de rebelarse; es decir, que la mente del hombre obtenga un nuevo conocimiento de Dios, que su corazón obedezca totalmente a Dios y que aspire a ser para Él. Que las personas cambien su temperamento o su carne no cuenta como que han sido conquistadas. Cuando el pensamiento, la conciencia y la razón del hombre cambien —es decir, cuando toda tu actitud mental cambie—, ese será el momento en el que Dios te habrá conquistado. Cuando has decidido obedecer y has adoptado una nueva mentalidad; cuando ya no traes ninguna de tus nociones o intenciones a las palabras y a la obra de Dios, y cuando tu cerebro puede pensar con normalidad —es decir, cuando puedes esforzarte por Dios de todo corazón— en ese momento eres el tipo de persona plenamente conquistada. En el ámbito de la religión, muchas personas sufren bastante a lo largo de toda su vida: someten su cuerpo y cargan su cruz, e, incluso, ¡siguen sufriendo y soportando incluso al borde de la muerte! Algunos siguen ayunando en la mañana de su muerte. Durante toda su vida se niegan a sí mismos buena comida y ropa, enfocándose sólo en sufrir. Son capaces de someter su cuerpo y abandonar su carne. Su espíritu para soportar el padecimiento es elogiable. Pero su pensamiento, sus nociones, su actitud mental y, de hecho, su vieja naturaleza, ninguno de estos ha sido en absoluto objeto de tratamiento. Carecen del verdadero conocimiento de sí mismos. Su imagen mental de Dios es la tradicional de un Dios vago. Su determinación de sufrir por Él procede de su celo y el buen temperamento de su humanidad. Aunque creen en Él, no lo conocen ni saben Su voluntad. Simplemente trabajan y sufren ciegamente por Dios. No le dan ningún valor al discernimiento, se preocupan poco por cómo asegurarse de que su servicio cumpla realmente la voluntad de Dios, y menos aún, son conscientes de cómo lograr conocer a Dios. El Dios al que sirven no es Dios en Su imagen inherente, sino un Dios que han imaginado, un Dios del que han oído hablar, o del que solamente han leído en leyendas escritas. Luego usan su fértil imaginación y su devoción para sufrir por Dios y emprender la obra de Dios que Él quiere llevar a cabo. Su servicio es demasiado impreciso, tanto que prácticamente ninguno de ellos es realmente capaz de servir conforme a la voluntad de Dios. Independientemente de con cuánto gusto sufran, su perspectiva original sobre el servicio y la imagen mental que tienen de Dios siguen inalteradas, porque no han pasado por el juicio, el castigo, el refinamiento y el perfeccionamiento de Dios ni nadie los ha guiado haciendo uso de la verdad. Aun si creen en Jesús el Salvador, ninguno de ellos ha visto jamás al Salvador. Sólo lo conocen a través de leyendas y habladurías. En consecuencia, su servicio sólo equivale a servir aleatoriamente con los ojos cerrados, como un ciego que sirve a su padre. Al final, ¿qué puede lograrse con ese servicio? ¿Y quién lo aprobaría? De principio a fin, su servicio sigue siendo el mismo; sólo reciben lecciones creadas por el hombre y basan su servicio únicamente en su naturalidad y sus preferencias. ¿Qué recompensa podría traer esto? Ni siquiera Pedro, quien vio a Jesús, sabía cómo servir conforme a la voluntad de Dios; sólo llegó a saberlo al final, en su vejez. ¿Qué dice esto acerca de esos ciegos que no han experimentado el más mínimo trato o poda y que no han tenido a nadie que los guíe? ¿No es el servicio de muchos entre vosotros hoy como el de estas personas ciegas? Todos los que no han recibido juicio, poda o trato, y que no han cambiado, ¿acaso no han sido conquistados de forma incompleta? ¿De qué sirven tales personas? Si tu pensamiento, tu conocimiento de la vida y tu conocimiento de Dios no muestran un cambio nuevo y en verdad no obtienes nada, ¡entonces nunca conseguirás nada destacado en tu servicio! Sin una visión y un nuevo conocimiento de la obra de Dios, no eres conquistado. Tu forma de seguir a Dios será entonces como la de aquellos que sufren y ayunan: ¡será de poco valor! ¡Precisamente porque hay poco testimonio en lo que hacen digo que su servicio es fútil! Durante toda la vida esas personas sufren y pasan tiempo en prisión; siempre están soportando, amando, y siempre cargan con la cruz; son ridiculizados y el mundo los rechaza; experimentan todo tipo de dificultades y, aunque son obedientes hasta el final, siguen sin ser conquistados y no pueden ofrecer testimonio de su conquista. Han sufrido mucho pero, en su interior, no conocen en absoluto a Dios. No se ha tratado ninguno sus viejos pensamientos, sus viejas nociones, sus prácticas religiosas, su conocimiento producido por el hombre ni sus ideas humanas. No hay ni una pizca de nuevo conocimiento en ellos. Ni un poco del conocimiento que tienen de Dios es verdadero o preciso. Han malinterpretado Su voluntad. ¿Le sirve esto a Dios? Fuera cual fuera tu conocimiento de Dios en el pasado, si sigue siendo el mismo hoy y sigues basando tu conocimiento de Dios en tus propias nociones e ideas sin importar lo que Él haga, es decir, que si no posees un entendimiento nuevo y verdadero de Dios y si no logras conocer la verdadera imagen y el verdadero carácter de Dios, y si tu conocimiento de Dios sigue siendo guiado por un pensamiento feudal supersticioso y sigue naciendo de la imaginación y nociones humanas, entonces no has sido conquistado. Las muchas palabras que ahora te digo tienen el fin de hacerte saber, de dejar que este conocimiento te lleve a un conocimiento nuevo y preciso. También tienen el fin de erradicar las viejas nociones y conocimiento que albergas, para que puedas adquirir nuevo conocimiento. Si verdaderamente comes y bebes Mis palabras, tu conocimiento cambiará considerablemente. Siempre que comas y bebas las palabras de Dios con un corazón obediente, tu perspectiva cambiará por completo. Siempre que seas capaz de aceptar los repetidos castigos, tu vieja mentalidad cambiará poco a poco. Si tu vieja mentalidad se sustituye totalmente con la nueva, tu práctica también cambiará en consecuencia. De esta manera, tu servicio estará cada vez más enfocado y podrá cumplir cada vez más la voluntad de Dios. Si puedes cambiar tu vida, tu conocimiento de la vida humana y tus muchas nociones sobre Dios, tu naturalidad disminuirá gradualmente. Esto, y nada menos que esto, es el efecto que se logra cuando Dios conquista a las personas; es el cambio que ocurre en las personas. Si, al creer en Dios, lo único que sabes es someter a tu cuerpo, y soportar y sufrir, y no sabes si eso es correcto o incorrecto, y, mucho menos, en beneficio de quién lo haces, ¿cómo puede esta práctica llevar a un cambio?

Comprended que lo que os pido no es que sometáis vuestra carne a la esclavitud o que evitéis que vuestro cerebro tenga pensamientos arbitrarios. Este no es ni el objetivo de la obra ni la obra que debe hacerse ahora. En este momento, necesitáis tener conocimiento a partir del aspecto positivo, de forma que podáis cambiaros a vosotros mismos. La acción que más se necesita es que os equipéis con las palabras de Dios; es decir, que os equipéis totalmente con la verdad y la visión del presente, y, después, vayáis y las pongáis en práctica. Esta es vuestra responsabilidad. No os estoy pidiendo que busquéis y obtengáis una iluminación aún mayor. En este momento, simplemente no tenéis estatura para eso. Lo que se requiere de vosotros es que hagáis todo lo que podáis para comer y beber las palabras de Dios. Debéis entender la obra de Dios y conocer vuestra naturaleza, vuestra esencia y vuestra antigua vida. En particular, necesitáis conocer esas prácticas pasadas erróneas y absurdas y los actos humanos en los que participasteis. Para cambiar, debéis empezar cambiando vuestro pensamiento. Primero, sustituid el viejo por el nuevo, y dejad que este gobierne vuestras palabras, acciones y vida. Esto es lo que se os pide a cada uno de vosotros ahora. No practiquéis ni sigáis ciegamente. Deberíais tener una base y un objetivo. No os engañéis a vosotros mismos. Deberíais saber para qué es exactamente vuestra fe en Dios, qué obtener de ella, y en qué deberíais entrar ahora. Es imperativo que sepas todo esto.

En estos momentos, en lo que deberíais entrar es en la elevación de vuestra vida y el mejoramiento de vuestro calibre. Además, necesitáis cambiar esas viejas perspectivas de vuestro pasado, cambiar vuestro pensamiento y vuestras nociones. Toda vuestra vida necesita renovación. Cuando tu conocimiento de los actos de Dios cambie, cuando tengas un nuevo conocimiento de la verdad de todo lo que Dios dice, y cuando el conocimiento que tienes en tu interior se eleve, entonces tu vida dará un giro para bien. Todas las cosas que las personas hacen y dicen ahora son prácticas. Estas no son doctrinas, sino, más bien, las cosas que las personas necesitan para su vida y lo que deben poseer. Este es el cambio que ocurre en las personas durante la obra de conquista, el cambio que las personas deben experimentar, y es el efecto que se logra tras ser conquistadas. Cuando hayas cambiado tu pensamiento, adoptado una nueva actitud mental, revocado tus nociones y propósitos, así como tus razonamientos lógicos pasados, descartado aquellas cosas profundamente arraigadas en tu interior, y obtenido un nuevo conocimiento de la fe en Dios, los testimonios que das se elevarán y todo tu ser habrá cambiado realmente. Todas estas cosas son las más prácticas, realistas, y fundamentales, cosas que las personas no pudieron captar en el pasado y con las que no podían conectar. Son la verdadera obra del Espíritu. ¿Cómo entendías exactamente la Biblia en el pasado? Compara esto hoy y lo sabrás. En el pasado, elevaste mentalmente a Moisés, a Pedro y a Pablo, o a todas esas afirmaciones y perspectivas bíblicas y las pusiste en un pedestal. Ahora, si se te pidiera que pusieras la Biblia en un pedestal, ¿lo harías? Verías que la misma contiene demasiados registros escritos por el hombre y que sólo es el relato del hombre de dos etapas de la obra de Dios. Es un libro de historia. ¿No significa esto que tu conocimiento de ella ha cambiado? Si vieras ahora la genealogía de Jesús que se muestra en el Evangelio de Mateo, dirías: “¿La genealogía de Jesús? ¡Es absurdo! Esta es la genealogía de José, no de Jesús. No existe relación entre Jesús y José”. Cuando miras la Biblia ahora, tu conocimiento de ella es diferente, lo que significa que tu perspectiva ha cambiado, y tienes un nivel más alto de conocimiento de ella que los expertos de la religión. Si alguien dijera que hay algo en esta genealogía, tú responderías: “¿Qué hay en ella? Prosigue y explica. Jesús y José no están relacionados. ¿No sabes eso? ¿Puede tener Jesús una genealogía? ¿Cómo puede tener antepasados? ¿Cómo puede ser Él el descendiente del hombre? Su carne nació de María; Su Espíritu es el Espíritu de Dios, no el de un hombre. Jesús es el Hijo amado de Dios, ¿puede tener genealogía? Mientas estuvo en la tierra no fue un miembro de la humanidad, ¿cómo puede tener genealogía?”. Cuando analices la genealogía y expliques claramente la verdad interior, y compartas lo que has entendido, esa persona quedará sin habla. Algunas personas harán referencia a la Biblia y te preguntarán: “Jesús tenía una genealogía. ¿Tiene tu Dios de hoy una?”. Entonces les hablarás de tu conocimiento, que es el más real de todos, y, de esta forma, tu conocimiento habrá logrado tener un efecto. Ciertamente, Jesús no tenía relación con José, y, mucho menos, con Abraham; Él Simplemente nació en Israel. Dios, sin embargo, no es israelita o descendiente de israelitas. Haber nacido en Israel no significa necesariamente que Dios solo sea el Dios de los israelitas. Fue únicamente en aras de Su obra que Él llevó a cabo la obra de la encarnación. Dios es el Dios de toda la creación en todo el universo. Él simplemente llevó a cabo primero una etapa de la obra en Israel, tras lo cual comenzó a obrar entre las naciones gentiles. Sin embargo, las personas consideraron que Jesús era el Dios de los israelitas y, además, lo colocaron entre estos y entre los descendientes de David. La Biblia dice que, al final de los días, el nombre de Jehová será grande entre las naciones gentiles, lo cual significa que Dios obrará entre ellas durante los últimos días. Que Dios encarnara en Judea no indica que Dios ame sólo a los judíos. Esto ocurrió solo porque la obra lo requería; no es que Dios solo hubiera podido encarnarse en Israel (porque los israelitas eran Su pueblo escogido). ¿Acaso el pueblo escogido de Dios no se encuentra también entre las naciones gentiles? La obra de Jesús se extendió a estas después de que Él terminara de obrar en Judea. (Los israelitas definían a todas las naciones que no fueran Israel como “las naciones gentiles”). En realidad, también había parte del pueblo escogido de Dios en aquellas naciones gentiles; simplemente no se estaba haciendo ninguna obra aún allí en ese tiempo. Las personas hacen tanto hincapié en Israel porque las dos primeras etapas de la obra tuvieron lugar allí mientras no se estaba realizando ninguna obra en las naciones gentiles. La obra entre las naciones gentiles apenas está empezando hoy, razón por la cual a las personas les resulta difícil aceptarla. Si puedes entender todo esto con claridad, si puedes asimilar y considerar correctamente todos estos asuntos, tendrás un conocimiento preciso del Dios de hoy y del pasado, y este nuevo conocimiento será mayor que el conocimiento de Dios que tuvieron todos los santos a lo largo de la historia. Si experimentas la obra de hoy y oyes la declaración personal de Dios hoy, pero no tienes conocimiento de la totalidad de Dios y tu búsqueda se mantiene como siempre fue y no se sustituye por nada nuevo, especialmente si experimentas tanta obra de conquista, pero en definitiva no puede verse en ti ningún cambio en absoluto, ¿no es tu fe como la de los que sólo buscan pan para saciar su hambre? En ese caso, la obra de conquista no habrá tenido ningún efecto en ti. Entonces, ¿no te convertirás en una de esas personas que habrán de ser descartadas?

Es imperativo que, cuando la totalidad de la obra de conquista concluya, todos vosotros entendáis que Dios no es sólo el Dios de los israelitas, sino de toda la creación. Él creó a toda la humanidad, no sólo a los israelitas. Si dices que Él es el Dios de los israelitas solamente o que es imposible que Él se encarne en cualquier nación fuera de Israel, entonces todavía tienes que adquirir conocimiento en el transcurso de la obra de conquista y no reconoces en lo más mínimo que Dios es tu Dios; simplemente reconoces que Dios se mudó de Israel a China y está siendo forzado a ser tu Dios. Si sigues viendo así las cosas, entonces Mi obra no ha sido fructífera en ti y no has entendido nada de lo que he dicho. Si, al final, escribes otra genealogía para Mí como lo hizo Mateo, que ubicó a un ancestro apropiado para Mí y encontró a mi progenitor correcto —de tal forma que Dios tiene dos genealogías para Sus dos encarnaciones— ¿no sería esa la mayor broma del mundo? ¿No te habrías convertido tú, esta “persona bienintencionada” que me encontró una genealogía, en alguien que dividió a Dios? ¿Eres capaz de asumir la carga de este pecado? Después de tanta obra de conquista, si sigues sin creer que Dios es el Dios de toda la creación, si sigues pensando que Él sólo es el Dios de los israelitas, ¿no eres alguien que se resiste abiertamente a Dios? El propósito de conquistarte hoy es que reconozcas que Dios es tu Dios, y, también, el Dios de los demás, y, lo más importante, Él es el Dios de todos los que lo aman, y el Dios de toda la creación. Él es el Dios de los israelitas y del pueblo de Egipto. Él es el Dios de los británicos y de los americanos. No lo es sólo de Adán y Eva, sino también de todos sus descendientes. Él es el Dios de todo lo que hay en los cielos y en la tierra. Todas las familias, sean israelitas o gentiles, están en las manos de un solo Dios. Él no sólo hizo la obra en Israel durante varios miles de años y nació un día en Judea, sino que hoy desciende en China, este lugar en el que yace enrollado el gran dragón rojo. Si haber nacido en Judea lo convierte en el Rey de los judíos, entonces ¿que no descienda entre todos vosotros hoy lo convierte en el Dios de todos vosotros? Él guio a los israelitas y nació en Judea y también ha nacido en una tierra gentil. ¿Acaso toda Su obra no se lleva a cabo para toda la humanidad que Él creó? ¿Ama a los israelitas cien veces más y aborrece a los gentiles mil veces más? ¿No es esa vuestra noción? Sois vosotros quienes no reconocéis a Dios en absoluto; no es que Dios nunca fue vuestro Dios. No es que Él no fuera nunca vuestro Dios; más bien, es sólo que vosotros no lo reconocéis. No es que Dios no esté dispuesto a ser vuestro Dios; más bien, es sólo que vosotros lo rechazáis. ¿Quién entre los creados no está en las manos del Todopoderoso? Al conquistaros hoy, ¿no es el objetivo que reconozcáis que Dios no es otro que vuestro Dios? Si seguís sosteniendo que Él sólo es el Dios de los israelitas, que la casa de David en Israel es el origen de Su nacimiento, que ninguna otra nación aparte de Israel está calificada para “producir” a Dios, y, mucho menos, que cualquier familia gentil sea capaz de recibir personalmente la obra de Jehová, si sigues pensando así, ¿no te convierte esto en un opositor obstinado? No te fijes siempre en Israel. Dios está justo aquí, entre vosotros, hoy. Tampoco debes seguir mirando al cielo. ¡Deja de anhelar a tu Dios del cielo! Él ha venido en medio de vosotros, ¿cómo podría, pues, estar en el cielo? No has creído en Dios durante mucho tiempo, pero tienes muchas nociones acerca de Él, hasta el punto de que no te atreves a pensar ni por un segundo que el Dios de los israelitas se dignaría a honraros con Su presencia. Menos aún os atrevéis a pensar sobre cómo podríais ver a Dios haciendo una aparición personal, dado lo insoportablemente inmundos que sois. Tampoco habéis pensado nunca en cómo Dios pudo haber descendido personalmente en una tierra gentil. Él debería hacerlo en el monte Sinaí o en el de los Olivos y aparecerse a los israelitas. ¿No son todos los gentiles (esto es, las personas de fuera de Israel) objeto de Su aborrecimiento? ¿Cómo podría Él obrar personalmente entre ellos? Todas estas son las nociones profundamente arraigadas que habéis desarrollado a lo largo de muchos años. El propósito de conquistaros hoy es hacer añicos tus nociones. Así pues, habéis contemplado la aparición personal de Dios entre vosotros, no en el monte Sinaí ni en el Monte de los Olivos, sino entre las personas a las que nunca ha guiado anteriormente. Después de que Dios llevó a cabo Sus dos etapas de la obra en Israel, los israelitas y todos los gentiles por igual llegaron a albergar la noción de que, aunque es verdad que Dios creó todas las cosas, Él sólo está dispuesto a ser el Dios de los israelitas, no el Dios de los gentiles. Los israelitas creen lo siguiente: Dios sólo puede ser nuestro Dios, no el de vosotros, los gentiles, y como vosotros no veneráis a Jehová, Él —nuestro Dios— os aborrece. Esos judíos también creen lo siguiente: el Señor Jesús adoptó nuestra imagen de pueblo judío y es un Dios que lleva la marca de este pueblo. Él obra entre nosotros. Su imagen y la nuestra son parecidas; nuestra imagen es cercana a la de Dios. El Señor Jesús es nuestro Rey, el Rey de los judíos; los gentiles no están cualificados para recibir esa gran salvación. El Señor Jesús es la ofrenda por el pecado para nosotros, los judíos. Los israelitas y el pueblo judío se formaron estas muchas nociones basándose, simplemente, en esas dos etapas de la obra. Reclaman de forma autoritaria a Dios para sí mismos, no permitiendo que Él sea también el Dios de los gentiles. De esta forma, Dios se convirtió en una laguna en el corazón de los gentiles. Esto se debe a que todos llegaron a creer que Él no quiere ser el Dios de los gentiles y que sólo le gustan los israelitas —Su pueblo escogido— y el pueblo judío, especialmente los discípulos que lo siguieron. ¿No sabes que la obra que Jehová y Jesús hicieron es para la supervivencia de toda la humanidad? ¿Reconoces ahora que Dios es el Dios de todos vosotros, los nacidos fuera de Israel? ¿No está Dios justo aquí en medio de vosotros hoy? Esto no puede ser un sueño, ¿verdad? ¿No aceptáis esta realidad? No os atrevéis a creerlo o pensar en ello. Independientemente de cómo lo veáis, ¿no está Dios justo aquí en medio de vosotros? ¿Seguís teniendo miedo de creer estas palabras? ¿Acaso no, a partir de hoy, todas las personas conquistadas y todos los que quieren ser seguidores de Dios, son Su pueblo escogido? ¿No sois todos vosotros, que sois seguidores hoy, el pueblo escogido fuera de Israel? ¿No es vuestro estatus el mismo que el de los israelitas? ¿No deberíais reconocer todo esto? ¿No es esta la meta de la obra de conquistaros? Ya que podéis ver a Dios, entonces Él será vuestro Dios para siempre, desde el principio y hasta el futuro. Él no os abandonará, siempre y cuando todos vosotros estéis dispuestos a seguirle y ser Sus criaturas leales y obedientes.

Independientemente de cuánto aspiren las personas a amar a Dios, en general, han sido obedientes al seguirlo hasta hoy. No será sino hasta el final, cuando concluya esta etapa de la obra, que se arrepentirán por completo. Ahí es cuando las personas serán verdaderamente conquistadas. En este momento, sólo están en el proceso de ser conquistadas. En el momento en el que la obra concluya, habrán sido completamente conquistadas, ¡pero ese no es el caso en este momento! Aunque todos estén convencidos, eso no significa que hayan sido totalmente conquistados. Esto es porque, en este momento, las personas sólo han visto palabras y no eventos objetivos, y siguen sintiéndose inseguras, sin importar cuán profundamente crean. Esta es la razón por la que sólo con ese último acontecimiento factual, que las palabras se hagan realidad, esas personas serán totalmente conquistadas. Justo ahora, estas personas están siendo conquistadas porque escuchan muchos misterios de los que nunca oyeron antes. Pero dentro de todas y cada una de ellas, siguen aguardando y esperando algunos acontecimientos objetivos que les permitan ver cada palabra de Dios materializada. Sólo entonces estarán completamente convencidas. Sólo cuando, al final, todas hayan visto estas realidades objetivas materializadas, y estas realidades hayan provocado que se sientan seguras, mostrarán convicción en su corazón, en su habla, y en sus ojos, y estarán totalmente convencidas desde el fondo de su corazón. Así es la naturaleza del hombre: necesitáis ver que todas las palabras se hagan realidad, que se produzcan algunos acontecimientos factuales y que el desastre sobrevenga a algunas personas, y entonces estaréis completamente convencidos en lo profundo de vuestro interior. Como a los judíos, os preocupa ver señales y milagros. Sin embargo, continuamente seguís sin ver que existen señales y milagros y que están ocurriendo realidades cuyo propósito es que vuestros ojos se abran por completo. Ya sea que alguien descienda del cielo, o que una columna de nubes os hable, o que Yo lleve a cabo un exorcismo sobre uno de vosotros, o que Mi voz resuene como un trueno entre vosotros, siempre habéis querido y siempre querréis ver esta clase de acontecimiento. Uno puede decir que al creer en Dios, vuestro mayor deseo es ver a Dios venir y mostraros personalmente una señal. Entonces estaréis satisfechos. Para conquistaros a vosotros, las personas, tengo que llevar a cabo una obra parecida a la creación de los cielos y la tierra y, luego, además, mostraros algún tipo de señal. Entonces, vuestro corazón será completamente conquistado.

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