39. Principios para seguir la senda de Pedro

(1) Pedro amaba la verdad y le encantaba oír los sermones del Señor Jesús. Se centraba en poner en práctica y experimentar las palabras del Señor y era escrupulosamente práctico y realista en todo.

(2) Pedro se centraba en conocerse a sí mismo y era capaz de reflexionar acerca de sus manifestaciones de corrupción con sincero remordimiento. Detestaba la carne y sabía arrepentirse sinceramente.

(3) Pedro quería amar a Dios y veía muchas cosas dignas de amor en Jesús. Con el tiempo, Jesús le resultó más digno de amor y se volvió una persona amante de Dios.

(4) Pedro sentía veneración por Dios. Sentía el remordimiento más grande hasta por el más mínimo detalle de rebeldía y buscaba la verdad. Al final consiguió someterse hasta la muerte y amar a Dios al máximo.

(5) Pedro no consiguió amar a Dios al máximo y someterse hasta la muerte, con lo que dio rotundo testimonio, hasta que no se sometió a los centenares de pruebas de sus últimos siete años.

Las palabras relevantes de Dios:

En resumen, tomar la senda de Pedro en la propia fe significa recorrer el sendero de la búsqueda de la verdad, que es también el de conocerse verdaderamente a uno mismo y cambiar el carácter propio. Sólo al transitar por el camino de Pedro una persona estará en la senda de ser perfeccionada por Dios. Debe tener claro exactamente cómo caminar por la senda de Pedro y cómo ponerla en práctica. En primer lugar, uno debe poner a un lado sus propias intenciones, sus búsquedas inadecuadas y hasta su familia y todas las cosas de su propia carne. Tiene que dedicarse de todo corazón, es decir, entregarse por completo a la palabra de Dios, centrarse en comer y beber las palabras de Dios, concentrarse en la búsqueda de la verdad, en la búsqueda de la intención de Dios en Sus palabras e intentar comprender la voluntad de Dios en todo. Este es el método de práctica más fundamental y vital. Es lo que Pedro hizo después de ver a Jesús y sólo practicando de esta manera se logran los mejores resultados. La devoción sincera a las palabras de Dios implica, principalmente, buscar la verdad, buscar las intenciones de Dios en Sus palabras, centrarse en comprender la voluntad de Dios y entender y obtener más verdad a partir de Sus palabras. Cuando leía las palabras de Dios, Pedro no estaba centrado en entender las doctrinas y, menos aún, en obtener conocimiento teológico; más bien, se concentró en comprender la verdad y captar la voluntad de Dios y lograr un entendimiento de Su carácter y Su encanto. Pedro también intentó comprender los diversos estados corruptos del hombre a partir de las palabras de Dios, así como la naturaleza corrupta del hombre y sus verdaderas deficiencias, cumpliendo, así, con todos los aspectos de las exigencias que Dios le hace al hombre para que lo satisfaga. Pedro tuvo muchas prácticas correctas que se ciñeron a las palabras de Dios. Esto estuvo totalmente alineado con la voluntad de Dios y fue la mejor forma en la que una persona podía cooperar al tiempo que experimentaba la obra de Dios. Cuando experimentó los centenares de pruebas provenientes de Dios, Pedro se autoexaminó de un modo estricto contra cada palabra del juicio de Dios hacia el hombre, cada palabra de la revelación de Dios al hombre y cada palabra de Sus exigencias al hombre e intentó desentrañar el significado de esas palabras. Intentó reflexionar sinceramente en cada palabra que Jesús le dijo y memorizarla y tuvo muy buenos resultados. Mediante esta forma de práctica fue capaz de alcanzar un entendimiento de sí mismo a partir de las palabras de Dios, y no sólo llegó a entender los diversos estados corruptos del hombre, sino que también comprendió la esencia, la naturaleza y los diversos tipos de defectos del hombre. Esto es lo que significa verdaderamente entenderse a uno mismo. A partir de las palabras de Dios, Pedro no sólo consiguió comprenderse verdaderamente a sí mismo, sino que, a partir de las cosas expresadas en la palabra de Dios —Su carácter justo, lo que Él tiene y es, Su voluntad para Su obra, Sus exigencias hacia la humanidad—, a partir de ellas llegó a conocer a Dios completamente. Llegó a conocer Su carácter y Su esencia; llegó a conocer y entender lo que Dios tiene y es, así como Su encanto y Sus exigencias para el hombre. Aunque en ese tiempo Dios no habló tanto como lo hace hoy, en Pedro se produjeron resultados en estos aspectos. Fue algo raro y precioso. Pedro experimentó centenares de pruebas, pero no sufrió en vano. No solo llegó a entenderse a sí mismo a partir de las palabras y la obra de Dios, sino que también llegó a conocerlo. Además, se enfocó particularmente en los requisitos de Dios para la humanidad contenidos en Sus palabras. En los aspectos en los que el hombre debe satisfacer a Dios para alinearse con Su voluntad, en esos aspectos Pedro hizo un gran esfuerzo y alcanzó la claridad completa; esto fue extremadamente beneficioso en relación con su propia entrada. Independientemente de aquello de lo que Dios habló, siempre que esas palabras pudieron convertirse en la vida y son la verdad, Pedro fue capaz de grabarlas en su corazón para meditar en ellas con frecuencia y apreciarlas. Después de escuchar las palabras de Jesús, fue capaz de tomárselas en serio, y esto demuestra que estaba especialmente centrado en las palabras de Dios y, al final, alcanzó verdaderamente resultados. Es decir, que fue capaz de poner libremente las palabras de Dios en práctica, de practicar la verdad con fidelidad y de estar en sintonía con la voluntad de Dios, de actuar por completo conforme a la intención de Dios y de renunciar a sus propias opiniones e imaginaciones personales. De esta forma Pedro entró en la realidad de las palabras de Dios. El servicio de Pedro estuvo en armonía con la voluntad de Dios, principalmente porque hizo esto.

Si una persona puede satisfacer a Dios al tiempo que lleva a cabo su deber, si basa sus palabras y sus acciones en principios y puede entrar la realidad-verdad en todos los aspectos de la verdad, entonces es una persona perfeccionada por Dios. Puede decirse que la obra y las palabras de Dios han sido completamente eficaces para esta persona, que las palabras de Dios se convirtieron en su vida, que obtuvo la verdad y que pudo vivir según las palabras de Dios. Después de esto, la naturaleza de su carne —es decir, el fundamento mismo de su existencia original— se sacudirá y se derrumbará. Después de que uno tiene las palabras de Dios como su vida, se convierte en una nueva persona. Si las palabras de Dios se vuelven su vida, si la visión de la obra de Dios, Sus requisitos hacia la humanidad, Sus revelaciones a los humanos y los estándares para una vida verdadera que Dios le exige al hombre cumplir se convierten en su vida, si vive conforme a estas palabras y a estas verdades, entonces esta persona es perfeccionada por las palabras de Dios. Tal persona ha renacido y se ha convertido en alguien nuevo a través de Sus palabras. Esta es la senda por la cual Pedro buscó la verdad; fue la senda de ser perfeccionado, perfeccionado por las palabras de Dios y de ganar la vida a partir de ellas. La verdad expresada por Dios se convirtió en su vida, y solo entonces él pasó a ser una persona que obtuvo la verdad.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro

Lo que Pedro buscó fue llegar a conocerse a sí mismo, y ver lo que se había revelado en él a través del refinamiento de las palabras de Dios y dentro de las diversas pruebas que Dios le suministró. Cuando de verdad llegó a entenderse a sí mismo, Pedro se dio cuenta de lo corruptos, lo inútiles y lo indignos de servir a Dios que son los humanos, y de que no merecen vivir delante de Él. Pedro se postró entonces ante Dios. Al final, pensó: “¡Conocer a Dios es lo más preciado! Sería una lástima que muriese sin conocerlo. Siento que conocer a Dios es lo más importante y lo más valioso que hay. Si el hombre no conoce a Dios, entonces no merece vivir y no tiene vida”. Para cuando la experiencia de Pedro había alcanzado este punto, él ya había llegado a saber su propia naturaleza y obtenido un conocimiento relativamente bueno de ella. Aunque quizá no habría sido capaz de explicarlo tan claramente como las personas de hoy, Pedro había llegado a este estado. Por consiguiente, buscar la vida y alcanzar la perfección por Dios requiere conocer la propia naturaleza a partir de las declaraciones de Dios, así como comprender los aspectos de la propia naturaleza y describirla en palabras, hablar clara y llanamente. Sólo esto es conocerte verdaderamente a ti mismo, y habrás alcanzado el resultado que Dios exige. Si tu conocimiento no ha llegado a este punto todavía, pero afirmas conocerte a ti mismo y haber ganado vida, ¿no es esto entonces una simple fanfarronada? No te conoces a ti mismo ni sabes lo que eres delante de Dios, si has cumplido de verdad con los estándares de un ser humano o cuántos elementos satánicos sigues teniendo en ti. Sigues sin tener claro a quién perteneces y ni siquiera tienes autoconocimiento; entonces, ¿cómo puedes tener razón frente a Dios? Cuando Pedro buscaba la vida, se centraba en conocerse a sí mismo y en transformar su carácter a lo largo de sus pruebas. Se esforzó por conocer a Dios y, al final, pensó: “Las personas deben buscar entender a Dios en vida; conocerlo es lo más crítico. Si no conozco a Dios, no podré descansar en paz cuando muera. Una vez que lo conozca, si Dios determina que yo muera, entonces sentiré que es lo más gratificante; no me quejaré en lo más mínimo y mi vida entera se habrá colmado”. Pedro no fue capaz de obtener este nivel de entendimiento ni alcanzar este punto inmediatamente después de empezar a creer en Dios; primero tuvo que pasar por multitud de grandes pruebas. Su experiencia tuvo que llegar a un cierto hito y tuvo que entenderse a sí mismo por completo antes de poder sentir el valor de conocer a Dios. Por tanto, la senda que Pedro tomó fue la de obtener la vida y ser perfeccionado; este era el aspecto en el que se centró su práctica específica principalmente.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro

Pedro tenía buen calibre, pero sus circunstancias eran diferentes a las de Pablo: sus padres me persiguieron, eran demonios que habían sido poseídos por Satanás, como consecuencia, no le enseñaron a Pedro nada sobre Dios. Pedro era inteligente, talentoso y mimado por sus padres desde la infancia. Sin embargo, ya como adulto, se convirtió en su enemigo, porque él nunca dejó de buscar conocerme y, posteriormente, les dio la espalda. Esto sucedió porque, por encima de todo, él creía que el cielo y la tierra y todas las cosas están en las manos del Todopoderoso, y que todas las cosas positivas provienen de Dios y surgen directamente de Él sin ser procesadas por Satanás. El ejemplo contrario de los padres de Pedro le dio a este un mayor conocimiento de Mi bondad amorosa y Mi misericordia, y se intensificó, así, su deseo de buscarme. Él se enfocó no solo en comer y beber Mis palabras, sino, más aún, en captar Mi voluntad, y siempre estuvo alerta en su corazón. Como consecuencia, él siempre fue sensible en su espíritu y, por ende, fue conforme a Mi propio corazón en todo lo que hizo. Mantuvo una atención constante en los fracasos de las personas del pasado con el fin de incentivarse a sí mismo, profundamente temeroso de quedar atrapado en el fracaso. También se concentró en asimilar la fe y el amor de todos aquellos que habían amado a Dios a lo largo de las eras. De este modo —no solo en los aspectos negativos, sino, mucho más importante, en los aspectos positivos—, creció más rápido, tanto, que su conocimiento se volvió el más grande de todos en Mi presencia. Así pues, no es difícil imaginar cómo puso en Mis manos todo lo que tenía; cómo, incluso, renunció a tomar decisiones sobre la comida, la ropa y el sueño y sobre dónde vivir y, en cambio, disfrutó de Mis riquezas para satisfacerme en todas las cosas. Lo sometí a incontables pruebas —pruebas que, naturalmente, lo dejaron medio muerto—, pero, en medio de estos cientos de pruebas, jamás perdió la fe en Mí ni se sintió desilusionado de Mí. Incluso cuando dije que lo había abandonado, no se desanimó y siguió amándome de una manera práctica y de acuerdo con los principios de práctica del pasado. Le dije que Yo no lo elogiaría aunque me amara; que, al final, lo arrojaría a las manos de Satanás. Pero en medio de tales pruebas, pruebas que no vinieron sobre su carne, sino que consistían en palabras, él continuó orando a Mí y dijo: “¡Oh, Dios! Entre los cielos y la tierra y todas las cosas, ¿hay algún ser humano, alguna criatura o alguna cosa que no esté en Tus manos, las manos del Todopoderoso? Cuando eres misericordioso conmigo, mi corazón se regocija enormemente en Tu misericordia. Cuando me juzgas, aunque yo pueda ser indigno, tengo una mayor percepción de lo insondable de Tus obras, porque estás lleno de autoridad y sabiduría. Aunque mi carne sufra penurias, mi espíritu se consuela. ¿Cómo podría no alabar Tu sabiduría y Tus obras? Incluso si muriese después de conocerte, ¿cómo podría no hacerlo gustoso y feliz? ¡Todopoderoso! ¿En verdad no quieres permitir que yo te vea? ¿En verdad no soy apto para recibir Tu juicio? ¿Podría ser que haya algo en mí que no desees ver?”. Aunque Pedro no fue capaz de captar con exactitud Mi voluntad durante tales pruebas, era evidente que se sentía orgulloso y honrado de ser usado por Mí (aunque él recibió Mi juicio para que la humanidad pudiese ver Mi majestad y Mi ira) y que no se sintió angustiado por estas pruebas. Debido a su lealtad hacia Mí y a Mis bendiciones hacia él, fue un ejemplo y un modelo para el hombre durante miles de años. ¿No es esto, precisamente, lo que deberíais emular?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 6

El hombre vive en medio de la carne, lo que quiere decir que vive en un infierno humano y, sin el juicio y el castigo de Dios, el hombre es tan inmundo como Satanás. ¿Cómo puede el hombre ser santo? Pedro creía que el castigo y el juicio de Dios eran la mejor protección del hombre y la mayor gracia. Solo a través del castigo y el juicio de Dios, el hombre podía ser despertado y odiar la carne y odiar a Satanás. La disciplina estricta de Dios libera al hombre de la influencia de Satanás; lo libera de su propio y pequeño mundo y le permite vivir en la luz de la presencia de Dios. ¡No hay mejor salvación que el castigo y el juicio! Pedro oró: “¡Oh, Dios! Siempre que me castigues y me juzgues, sabré que no me has abandonado. Aunque no me des alegría y paz, y me hagas vivir en sufrimiento y me inflijas innumerables reprensiones, mientras que no me dejes, mi corazón estará tranquilo. Hoy, Tu castigo y juicio se han vuelto mi mejor protección y mi mayor bendición. La gracia que me das me protege. La gracia que me otorgas hoy es una manifestación de Tu justo carácter y es castigo y juicio; más aún, es una prueba y, más que eso, es una vida de sufrimiento”. Pedro pudo hacer a un lado los placeres de la carne y buscar un amor más profundo y una protección mayor debido a que, con el castigo y del juicio de Dios, había ganado mucha gracia. En su vida, si el hombre quiere ser limpiado y lograr cambios en su carácter, si quiere vivir una vida que tenga sentido y cumplir su deber como criatura, entonces debe aceptar el castigo y el juicio de Dios, y no debe dejar que se aparten de él la disciplina de Dios ni Sus azotes, para que se pueda liberar de la manipulación y la influencia de Satanás y pueda vivir en la luz de Dios. Sabe que el castigo y el juicio de Dios son la luz, y la luz de la salvación del hombre, y que no hay mejor bendición, gracia o protección para el hombre. El hombre vive bajo la influencia de Satanás y existe en la carne; si no es limpiado y no recibe la protección de Dios, entonces el hombre se hará cada vez más depravado. Si quiere amar a Dios, entonces debe ser limpiado y salvado. Pedro oró: “Dios, cuando me tratas benignamente me deleito y siento consuelo; cuando me castigas, siento aún más consuelo y alegría. Aunque sea débil y soporte un sufrimiento incalculable, aunque haya lágrimas y tristeza, sabes que esta tristeza se debe a mi desobediencia y a mi debilidad. Lloro porque no puedo satisfacer Tus deseos, siento pena y arrepentimiento porque soy insuficiente para Tus exigencias, pero estoy dispuesto a alcanzar este ámbito; estoy dispuesto a hacer todo lo que pueda para satisfacerte. Tu castigo me ha traído protección y me ha dado la mejor salvación; Tu juicio eclipsa Tu tolerancia y paciencia. Sin Tu castigo y juicio, no disfrutaría de Tu misericordia y piedad amorosa. Hoy veo más que nunca que Tu amor ha trascendido los cielos y ha superado a todas las demás cosas. Tu amor no solo es misericordia y piedad amorosa; es más que eso, es castigo y juicio. Tu castigo y juicio me han dado tanto. Sin Tu castigo y juicio, ni una sola persona sería limpiada y ni una sola persona podría experimentar el amor del Creador. Aunque he soportado cientos de pruebas y tribulaciones e incluso me he acercado a la muerte, eso me ha permitido conocerte realmente y obtener la salvación suprema. Si Tu castigo, juicio y disciplina se apartaran de mí, entonces viviría en la oscuridad, bajo el campo de acción de Satanás. ¿Qué beneficios tiene la carne del hombre? Si Tu castigo y juicio me dejaran, sería como si Tu Espíritu me hubiera abandonado, como si ya no estuvieras conmigo. Si eso fuera así, ¿cómo podría seguir viviendo? Si me haces caer enfermo y me quitas mi libertad, puedo seguir viviendo, pero si Tu castigo y juicio me dejaran, no tendría manera de seguir viviendo. Si estuviera sin Tu castigo y juicio, habría perdido Tu amor, un amor que es demasiado profundo para que lo exprese con palabras. Sin Tu amor viviría bajo el campo de acción de Satanás y no podría ver Tu glorioso rostro. ¿Cómo podría seguir viviendo? No podría soportar tal oscuridad, tal vida. Tenerte conmigo es como verte, así que, ¿cómo podría dejarte? Te suplico, te imploro que no me quites mi mayor consuelo, incluso si solo son unas pocas palabras de consuelo. He disfrutado Tu amor y hoy no puedo estar lejos de Ti; ¿cómo no podría amarte? He derramado lágrimas de tristeza por Tu amor, pero siempre he sentido que una vida como esta tiene más sentido, que puede enriquecerme más, más capaz de cambiarme, más capaz de permitirme alcanzar la verdad que todas las criaturas deberían poseer”.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio

Cualquier cosa en la vida de Pedro que no satisfacía el deseo de Dios hacía que se sintiera incómodo. Si no colmaba el deseo de Dios, se sentía lleno de remordimiento y buscaba una forma adecuada de esforzarse para satisfacer el corazón de Dios. Incluso en los aspectos más pequeños e irrelevantes de su vida, seguía exigiéndose satisfacer el deseo de Dios. No era menos severo cuando se trataba de su viejo carácter, siempre riguroso en sus exigencias a sí mismo para progresar más profundamente en la verdad. […] En su creencia en Dios, Pedro buscó satisfacerle en todas las cosas y obedecer todo lo que viniera de Él. Sin la más mínima queja, fue capaz de aceptar el castigo y el juicio, así como el refinamiento, la tribulación y la necesidad en su vida, nada de lo cual pudo alterar su amor a Dios. ¿No era este el máximo amor a Dios? ¿No era esto el cumplimiento del deber de una criatura de Dios? Ya sea en el castigo, el juicio o la tribulación, siempre eres capaz de lograr la obediencia hasta la muerte y esto es lo que debe conseguir una criatura de Dios; esta es la pureza del amor a Dios. Si el hombre puede conseguir tanto, es una criatura calificada de Dios y no hay nada que satisfaga más el deseo del Creador. Imagina que eres capaz de obrar para Dios, pero no lo obedeces y eres incapaz de amarlo verdaderamente. De esta forma, no solo no habrás cumplido el deber de una criatura de Dios, sino que Él también te condenará, porque eres alguien que no posee la verdad, incapaz de obedecerlo y desobediente a Dios. Solo te preocupas de obrar para Dios y no de poner en práctica la verdad ni de conocerte a ti mismo. No entiendes ni conoces al Creador y no lo obedeces ni lo amas. Eres una persona que es desobediente a Dios de manera innata, y el Creador no ama a tales personas.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine

Durante el tiempo en el que siguió a Jesús, Pedro formó muchas opiniones acerca de Él y siempre lo juzgaba desde su propia perspectiva. Aunque Pedro tenía un cierto grado de comprensión del Espíritu, su entendimiento no era muy claro, razón por la que dijo: “Debo seguir a aquel a quien el Padre celestial ha enviado. Debo reconocer al que el Espíritu Santo ha escogido”. No entendía las cosas que Jesús hizo y no tenía claridad acerca de ellas. Después de seguirlo por algún tiempo, Pedro se interesó más en lo que Él hacía y decía y en Jesús mismo. Llegó a sentir que Jesús inspiraba tanto afecto como respeto; le gustaba asociarse con Él y estar a Su lado y escuchar las palabras de Jesús le daba alimento y ayuda. Durante el tiempo en que siguió a Jesús, Pedro observó y tomó en serio todo acerca de Su vida: Sus acciones, palabras, movimientos y expresiones. Adquirió un entendimiento profundo de que Jesús no era como los hombres ordinarios. Aunque Su apariencia humana era muy normal, estaba lleno de amor, compasión y tolerancia hacia el hombre. Todo lo que hacía y decía era de mucha ayuda para los demás y Pedro vio y aprendió cosas que nunca antes había visto o tenido de Jesús. Vio que aunque Jesús no tenía una gran estatura ni una humanidad inusual, tenía un aire verdaderamente extraordinario y poco común. Aunque Pedro no podía explicarlo plenamente, podía ver que Jesús actuaba diferente a todos los demás, porque las cosas que hacía eran muy diferentes a las del hombre normal. Del tiempo que estuvo en contacto con Jesús, Pedro también vio que Su personalidad era diferente a la de un hombre común. Siempre actuaba con firmeza y nunca con prisa; nunca exageraba ni le restaba importancia a un tema y conducía Su vida de una forma que revelaba un carácter tanto normal como admirable. Al conversar, Jesús hablaba de manera simple y con gracia, comunicando siempre de forma alegre pero serena, y nunca perdía Su dignidad al llevar a cabo Su obra. Pedro vio que Jesús algunas veces era taciturno mientras que, otras, hablaba sin cesar. A veces estaba tan contento que parecía una paloma ágil y vivaz y, sin embargo, otras veces estaba tan triste que no hablaba para nada, y parecía abrumado por la aflicción como una madre cansada y avejentada. A veces estaba lleno de ira como un soldado valiente que corre para matar a un enemigo y otras veces, incluso, parecía un león rugiente. Algunas veces reía; otras veces oraba y lloraba. No importa cómo actuara Jesús, Pedro llegó a tener un amor y respeto sin límites por Él. La risa de Jesús lo llenaba de alegría, Su tristeza lo hundía en la pena y Su ira lo atemorizaba, mientras que Su misericordia, perdón y las duras exigencias que les hacía a las personas lo hicieron llegar a amar a Jesús de verdad y desarrollar verdadera veneración y verdadero anhelo por Él. Por supuesto, no fue hasta que hubo vivido junto a Jesús durante algunos años que llegó a darse cuenta de todo esto poco a poco.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cómo Pedro llegó a conocer a Jesús

¿Qué es lo que más lamentaba Pedro? Poco después de que Pedro hubiera dicho: “Tú eres el Hijo del Dios viviente”, Jesús le hizo otra pregunta a Pedro (aunque no está registrada en la Biblia de esta manera). Jesús le preguntó: “¡Pedro! ¿Alguna vez me has amado?”. Pedro entendió lo que Él quería decir y le dijo: “¡Señor! Una vez amé al Padre que está en el cielo, pero admito que nunca te he amado a Ti”. Jesús entonces le dijo: “Si la gente no ama al Padre que está en el cielo, ¿cómo puede amar al Hijo que está en la tierra? Y si la gente no ama al Hijo que envió Dios Padre, ¿cómo puede amar al Padre que está en el cielo? Si la gente verdaderamente ama al Hijo que está en la tierra, entonces en verdad ama al Padre que está en el cielo”. Cuando Pedro escuchó estas palabras se dio cuenta de su carencia. Siempre sintió remordimiento hasta el punto del llanto por sus palabras, “Una vez amé al Padre que está en el cielo, pero nunca te he amado a Ti”. Después de la resurrección y ascensión de Jesús sintió aún más remordimiento y dolor por estas palabras. Al recordar su obra pasada y su estatura presente, a menudo iba a Jesús en oración, siempre sintiendo pesar y una deuda debido a que no había satisfecho la voluntad de Dios y no había estado a la altura de los estándares de Dios. Estos problemas se convirtieron en su mayor carga. Él dijo: “Un día voy a dedicarte todo lo que tengo y todo lo que soy, te voy a dar lo que sea más valioso”. Él dijo: “¡Dios! Sólo tengo una fe y sólo tengo un amor. Mi vida no vale nada y mi cuerpo no vale nada. Sólo tengo una fe y sólo tengo un amor. En mi mente tengo fe en Ti y amor por Ti en mi corazón; sólo tengo estas dos cosas para darte y nada más”. Las palabras de Jesús alentaron mucho a Pedro, porque antes de que Jesús fuera crucificado, Él le había dicho: “No soy de este mundo y tú tampoco eres de este mundo”. Después, cuando Pedro llegó a un punto de gran dolor, Jesús le recordó: “Pedro, ¿lo has olvidado? Yo no soy del mundo y solo fue por Mi obra que me fui antes. Tú tampoco eres del mundo, ¿de verdad lo has olvidado? Te lo he dicho dos veces, ¿no lo recuerdas?”. Al escuchar esto, Pedro dijo: “¡No lo he olvidado!”. Entonces Jesús le dijo: “Una vez pasaste un tiempo feliz junto a Mí en el cielo y un periodo de tiempo a Mi lado. Me extrañas y Yo te extraño. Aunque las criaturas no son dignas de mencionarse a Mis ojos, ¿cómo puedo no amar a uno que es inocente y encantador? ¿Has olvidado Mi promesa? Debes aceptar Mi comisión en la tierra; debes cumplir la tarea que te encomendé. Un día sin duda te llevaré para que estés a Mi lado”. Después de escuchar esto, Pedro se alentó todavía más y recibió una inspiración todavía mayor, tal que cuando estaba en la cruz pudo decir: “¡Dios! ¡No te puedo amar lo suficiente! Incluso si me pidieras que muriera, todavía no te puedo amar lo suficiente. A dondequiera que envíes a mi alma, cumplas o no Tus promesas del pasado, lo que sea que hagas después, te amo y creo en Ti”. A lo que se aferró fue a su fe y a su amor verdadero.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cómo Pedro llegó a conocer a Jesús

Pedro me fue fiel por muchos años, sin nunca refunfuñar ni tener ningún tipo de queja; incluso Job nunca se le igualó y, a lo largo de los siglos, todos los santos han quedado muy por debajo de Pedro. Él no sólo buscó conocerme, sino que también llegó a conocerme durante el tiempo en que Satanás llevaba a cabo sus esquemas engañosos. Esto llevó a que Pedro me sirviera durante muchos años, siempre de acuerdo con Mi voluntad, y por esta razón nunca fue explotado por Satanás. Pedro aprendió una lección a partir de la fe de Job; sin embargo, también percibió claramente sus deficiencias. Aunque Job había sido un hombre de inmensa fe, carecía de conocimientos relacionados con el reino espiritual, y, por tanto, pronunció muchas palabras que no correspondían a la realidad; esto demuestra que el conocimiento de Job era superficial, e incapaz de ser perfecto. Por lo tanto, Pedro siempre se concentró en obtener un sentido del espíritu, y siempre prestó atención a observar la dinámica del reino espiritual. Como resultado, no sólo fue capaz de averiguar una parte de Mis deseos, sino que también logró un atisbo de los esquemas engañosos de Satanás. A causa de esto, el conocimiento que tenía de Mí fue mayor que cualquier otro a lo largo de los siglos.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 8

Durante su vida, Pedro experimentó el refinamiento cientos de veces y pasó por muchos dolorosos calvarios. Este refinamiento se convirtió en el fundamento de su amor supremo por Dios y en la experiencia más significativa de toda su vida. Que pudiera tener un amor supremo por Dios se debió, en cierto sentido, a su determinación de amar a Dios; más importante aún, sin embargo, se debió al refinamiento y al sufrimiento que experimentó. Este sufrimiento se convirtió en su guía en el camino de amar a Dios y en la cosa más memorable para él. Si las personas no experimentan el dolor del refinamiento cuando aman a Dios, entonces su amor está lleno de impurezas y de sus propias preferencias; un amor como este está lleno de las ideas de Satanás y es fundamentalmente incapaz de satisfacer la voluntad de Dios. Tener la determinación de amar a Dios no es lo mismo que amarlo de verdad. Aunque todo lo que piensen en sus corazones sea por el bien de amar y satisfacer a Dios, y aunque sus pensamientos parezcan estar dedicados completamente a Dios y carezcan de toda idea humana, si sus pensamientos son llevados delante de Dios, Él no los elogia ni los bendice. Incluso cuando las personas han comprendido plenamente todas las verdades, cuando han llegado a conocerlas todas, no se puede decir que esto sea una señal de que aman a Dios ni que estas personas realmente aman a Dios. A pesar de haber entendido muchas verdades sin experimentar el refinamiento, las personas son incapaces de ponerlas en práctica; solo durante el refinamiento pueden entender el verdadero significado de estas verdades, solo entonces pueden apreciar realmente su significado interno. En ese momento, cuando lo vuelven a intentar, pueden poner en práctica las verdades de manera correcta y de acuerdo con la voluntad de Dios; en ese momento, sus ideas humanas menguan, su corrupción humana se reduce y sus emociones humanas disminuyen; solo en ese momento su práctica es una verdadera manifestación del amor a Dios. El efecto de la verdad del amor a Dios no se logra a través del conocimiento hablado o de la buena disposición mental, ni tampoco se puede lograr solo al entender esa verdad. Se requiere que las personas paguen un precio, que experimenten mucha amargura durante el refinamiento, y solo entonces su amor se volverá puro y conforme al propio corazón de Dios. En Su exigencia de que el hombre lo ame, Dios no exige que lo haga usando la pasión o su propia voluntad; solo a través de la lealtad y el uso de la verdad para servirle puede el hombre amarlo realmente.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo experimentando el refinamiento puede el hombre poseer el verdadero amor

Todo lo que Pedro buscaba era conforme al corazón de Dios. Buscó cumplir Su deseo e, independientemente del sufrimiento y la adversidad, siguió dispuesto a cumplir el deseo de Dios. No hay búsqueda mayor para un creyente en Dios. Lo que Pablo buscaba estaba manchado por su propia carne, por sus propias nociones y por sus propios planes y argucias. No era en absoluto una criatura calificada de Dios ni era alguien que buscara cumplir el deseo de Dios. Pedro buscó someterse a las orquestaciones de Dios y, aunque la obra que realizó no fue grande, la motivación subyacente a su búsqueda y la senda por la que caminó fueron correctas; aunque no fue capaz de ganar a muchas personas, sí fue capaz de perseguir el camino de la verdad. Por esto se puede afirmar que él era una criatura calificada de Dios. Hoy, aunque no seas un obrero, debes ser capaz de cumplir con el deber de una criatura de Dios y buscar someterte a todas Sus orquestaciones. Debes ser capaz de obedecer lo que Dios dice y experimentar toda forma de tribulaciones y refinamiento; y aun siendo débil, en tu corazón debes seguir siendo capaz de amar a Dios. Las personas que asumen la responsabilidad de su propia vida están dispuestas a cumplir con el deber de una criatura de Dios y el punto de vista de esas personas respecto a la búsqueda es el correcto. Estas son las personas que Dios necesita. Si has realizado mucha obra y otras personas adquirieron tus enseñanzas, pero tú mismo no has cambiado, ni has dado testimonio alguno ni has tenido una experiencia verdadera, de tal forma que al final de tu vida nada de lo que hayas hecho da testimonio, entonces, ¿eres tú alguien que ha cambiado? ¿Eres alguien que busca la verdad? En ese momento, el Espíritu Santo te usó, pero cuando lo hizo, utilizó la parte de ti que podía ser utilizada para obrar y no usó la parte de ti que no podía ser utilizada. Si buscaras cambiar, entonces serías perfeccionado gradualmente durante el proceso de ser usado. No obstante, el Espíritu Santo no asume la responsabilidad respecto a si al final serás ganado o no; esto depende de tu forma de buscar. Si no hay cambios en tu carácter personal, se debe a que tu punto de vista sobre la búsqueda es erróneo. Si no se te ha otorgado una recompensa, eso es problema tuyo; se debe a que tú mismo no has puesto en práctica la verdad y a que eres incapaz de cumplir el deseo de Dios. Nada es, pues, más importante que tus experiencias personales, ¡y nada es más crítico que tu entrada personal! Algunas personas acabarán diciendo: “He realizado mucha obra para Ti y, aunque tal vez no haya conseguido ningún logro celebrado, de todos modos he sido diligente en mis esfuerzos. ¿No puedes sencillamente dejarme entrar al cielo para comer el fruto de la vida?”. Debes saber qué tipo de personas deseo; los impuros no tienen permitido entrar en el reino, ni mancillar el suelo santo. Aunque puedes haber realizado muchas obras y obrado durante muchos años, si al final sigues siendo deplorablemente inmundo, entonces ¡será intolerable para la ley del Cielo que desees entrar en Mi reino! Desde la fundación del mundo hasta hoy, nunca he ofrecido acceso fácil a Mi reino a cualquiera que se gana mi favor. Esta es una norma celestial ¡y nadie puede quebrantarla! Debes buscar la vida. Hoy, las personas que serán perfeccionadas son del mismo tipo que Pedro; son las que buscan cambios en su carácter y están dispuestas a dar testimonio de Dios y a cumplir con su deber como criaturas de Dios. Solo las personas así serán perfeccionadas. Si solo esperas recompensas y no buscas cambiar tu propio carácter vital, entonces todos tus esfuerzos serán en vano. ¡Y esta verdad es inalterable!

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine

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El fin de todas las cosas se está acercando, ¿quieres saber cómo el Señor recompensará el bien, castigará el mal y determinará el fin de cada uno? Bienvenido a contactarnos para descubrir la respuesta.

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