El único camino posible es la lectura frecuente de las palabras de Dios y la contemplación de la verdad

Si deseas cumplir bien con tu deber, primero debes entender la verdad. Debes buscar la verdad con todo tu corazón. Lo fundamental para buscar la verdad es aprender a contemplar las palabras de Dios. El propósito de tal contemplación de las palabras de Dios es entender su verdadero significado. Mediante la búsqueda entenderás el significado de las palabras de Dios, lo que Él requiere de las personas y las intenciones de Dios que están presentes en Sus palabras. Cuando alcances esa comprensión, entenderás la verdad. Una vez has entendido la verdad, resulta fácil captar los principios que deben guiar tu práctica, y entonces podrás practicar la verdad. Cuando aprendas a practicar la verdad, empezarás a entrar en la realidad de la verdad. En ese momento, comprenderás cosas que antes no podías, percibirás las que antes no veías con claridad y resolverás problemas que te solían parecer imposibles. En muchas cosas empezarás a recibir inspiración y nuevas percepciones, se abrirán ante ti sendas de aplicación, y serás capaz de practicar constantemente la verdad. Así es como entrarás de pleno en la realidad de la verdad. Sin embargo, si no pones el corazón en tu deber, si no buscas los principios de la verdad, si estás confundido, limitándote a hacer las cosas de la manera más sencilla que te es posible, ¿qué clase de mentalidad es esa? Es la de hacer las cosas de manera superficial. Si no estás comprometido con tu deber, si no tienes sentido de la responsabilidad hacia él, ni sentido de la misión, ¿serás capaz de cumplir con tu deber adecuadamente? ¿Podrás hacerlo según un estándar aceptable? Y si no eres capaz de cumplir con tu deber según un estándar aceptable, ¿podrás entrar en la realidad de la verdad? Por supuesto que no. Si cada vez que cumples con tu deber te muestras indiferente, no haces ningún esfuerzo, y simplemente sales del paso, con la misma despreocupación que si estuvieras participando en algún juego, ¿acaso no supone eso un problema? ¿Qué puedes ganar al cumplir con tu deber de esta manera? En última instancia, la gente se dará cuenta de que, cuando cumples con tu deber, no tienes sentido de la responsabilidad, eres descuidado y superficial, y actúas por mera inercia, en cuyo caso, corres peligro de ser descartado. Dios vigila todo el proceso mientras cumples con tu deber, ¿qué dirá sobre esto? (Esta persona no es merecedora de Su comisión ni de Su confianza). Dios dirá que no eres digno de confianza y que vas a ser descartado. Y así, sin importar qué deber cumples, ya sea uno importante o uno ordinario, si no pones el corazón en el trabajo que se te ha encomendado ni estás a la altura de tu responsabilidad, y si no lo percibes como una comisión de Dios ni te lo tomas como tu propio deber y obligación, haciendo siempre las cosas de una manera superficial, entonces esto va a suponer un problema. “No eres digno de confianza”; estas palabras son definitorias de cómo llevas a cabo tu deber. Lo que quieren decir es que tu cumplimiento del deber no está a la altura y que se te ha descartado; además, Dios dice que tu talante no está a la altura. Si se te confía un asunto, y esta es la actitud que adoptas con respecto a él y así es como lo manejas, ¿se te encomendará alguna otra tarea en el futuro? ¿Se te puede confiar algo importante? En absoluto, a menos que demuestres verdadero arrepentimiento. Sin embargo, en el fondo, Dios siempre albergará hacia ti cierta desconfianza e insatisfacción. Esto será un problema, ¿verdad? Podrías perder toda oportunidad de cumplir con tu deber, y existe la posibilidad de que no te salves.

Cuando la gente cumple con el deber, en realidad hace lo que tiene que hacer. Si lo haces ante Dios, si cumples con el deber y te sometes a Dios con una actitud de honestidad y de corazón, ¿no será esta actitud mucho más correcta? Por consiguiente, ¿cómo deberías aplicar esta actitud a tu vida diaria? Debes hacer que “adorar a Dios de corazón y con honestidad” sea tu realidad. Cuando quieras holgazanear y simplemente hacer las cosas por inercia, cuando quieras actuar de manera descuidada y ser un vago, y cada vez que te distraigas o prefieras estar pasándotelo bien, debes considerar: “Si me comporto de esta manera, ¿acaso estoy siendo indigno de confianza? ¿Es esto poner el corazón en la realización de mi deber? ¿Estoy siendo desleal al hacer esto? Si hago esto, ¿estoy fracasando en estar a la altura de la comisión que me ha confiado Dios?”. Esa debe ser tu autorreflexión. Si llegas a descubrir que siempre eres descuidado y superficial en tu deber, que eres desleal, y que le has hecho daño a Dios, ¿qué deberías hacer? Deberías decir: “En ese momento percibí que algo andaba mal aquí, pero no lo consideré un problema; simplemente lo pasé por alto de manera descuidada. Hasta ahora no me he dado cuenta de que en realidad había sido descuidado y superficial, de que no había estado a la altura de mi responsabilidad. Ciertamente me falta conciencia y razón”. Has detectado el problema y has llegado a conocerte un poco a ti mismo, así que ahora debes dar un giro a tu vida. Tu actitud respecto al cumplimiento de tu deber fue equivocada. Fuiste descuidado con él, como si se tratara de un trabajo extra, y no te dedicaste a ello de corazón. Si vuelves a ser descuidado y superficial, debes orar a Dios y permitir que te discipline y te castigue. Debes tener una voluntad semejante en el cumplimiento de tu deber. Solo entonces puedes arrepentirte de verdad. Es posible que únicamente cambies cuando tu conciencia esté limpia y tu actitud hacia el cumplimiento de tu deber se transforme. Y mientras te arrepientes, también debes reflexionar a menudo sobre si realmente has dedicado o no todo tu corazón, toda tu mente y todas tus fuerzas al cumplimiento de tu deber. Entonces, utilizando las palabras de Dios como medida y aplicándolas a ti mismo, aprenderás qué problemas siguen existiendo en el cumplimiento de tu deber. Al resolver constantemente los problemas de esta manera, según la palabra de Dios, ¿acaso no estás llevando a la realidad el desempeño de tu deber con todo tu corazón, toda tu mente y todas tus fuerzas? ¿Acaso no has cumplido ya así con tu deber, con todo tu corazón, toda tu mente y todas tus fuerzas? Si ya no existe recriminación alguna en tu conciencia, si eres capaz de cumplir los requisitos y demostrar lealtad en el cumplimiento de tu deber, solo entonces habrá realmente paz y alegría en tu corazón. Cumplir con tu deber te parecerá una responsabilidad ordenada por el Cielo y reconocida por la Tierra, en lugar de una carga añadida, y nada parecido a un trabajo que se hace para otro. Al cumplir con un deber de esta manera, te sientes realizado y te parece que vives en presencia de Dios. Comportarse así aporta tranquilidad. ¿Acaso no te haría un poco más humano y menos zombi? ¿Es fácil comportarse así? En realidad, lo es, pero no para quienes no aceptan la verdad.

De hecho, ya sea una persona realmente capaz o no de cumplir con su deber, en ambos casos hay una balanza en su corazón. Si escuchan sin cesar los sermones, leen sin cesar la palabra de Dios y están en constante comunicación con los demás, aunque no tengan más que una comprensión superficial de la verdad, al menos serán capaces de entender ciertas doctrinas. A partir de ellas, podrán juzgar si cumplen con su deber y si se atienen a los principios correctos. Esta claridad está al alcance de todos los que poseen conciencia y razón. Muchas veces, cuando las personas cumplen con sus deberes, lo hacen de manera superficial y descuidada. No dedican todas sus fuerzas, ni mucho menos buscan la verdad y actúan de acuerdo con sus principios. Sean cuales sean sus deberes, hacen la vista gorda. Aunque vean un problema, no buscan una solución, sino que actúan como si no fuera asunto suyo y hacen algunos intentos superficiales para resolverlo. En el fondo, no ven la necesidad de complicarse la vida ni de ser sinceros en este asunto. Sin embargo, acomodarse de esta manera hace que su estado interno empeore de forma imperceptible. Si cumples con tu deber sin un sentido de carga, tu corazón se volverá inevitablemente superficial y descuidado. No será capaz de asumir responsabilidades, y mucho menos de ser fiel. En consecuencia, se impedirá el esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo. Siempre estarás siguiendo las normas y reglamentos establecidos, sin ninguna nueva luz o percepción, sin hacer nada más que actuar por inercia. Cumplir con tu deber de esta manera no tiene sentido, resulta inadecuado incluso cuando prestas un servicio. Si hasta el servicio que prestas es inadecuado, ¿puedes ser un hacedor de servicio fiel? En absoluto. Aquellos que prestan un servicio inadecuado solo pueden ser descartados. Algunas personas confusas no tienen la menor comprensión de la verdad. Consideran el mero cumplimiento de su deber como la práctica de la verdad. Consideran que, simplemente cumpliendo con su deber, están practicando la verdad. Si le preguntas a una persona así: “¿Puedes practicar la verdad?”, responderá: “¿No practico la verdad cumpliendo con mi deber?”. ¿Están en lo cierto? Son las palabras de una persona confusa. Para cumplir con tu deber, como mínimo, debes dedicar todo tu corazón, tu mente y tus fuerzas a practicar la verdad de un modo eficaz. Para lograr esto, debes actuar de acuerdo con los principios. Si cumples con tu deber de manera superficial, no tendrá ningún efecto real. No puedes llamar a esto practicar la verdad, no es más que prestar servicio. Está claro que solo estás prestando un servicio, lo cual es diferente de practicar la verdad. Prestar servicio es simplemente hacer las cosas que te gustan de acuerdo con tu propia voluntad, sin tener en cuenta todo lo que no te gusta hacer. Sean cuales sean las dificultades que te encuentres, nunca buscas los principios de la verdad. Desde fuera, puede parecer que estás cumpliendo con tu deber, pero solo estás prestando servicio. Cualquiera que no cumpla con su deber actuando de acuerdo con los principios de la verdad, lo único que consigue es prestar servicio. En la familia de Dios, muchas personas intentan cumplir con su deber confiando en nociones e imaginaciones humanas. Se esfuerzan durante años sin un resultado evidente, no pueden practicar la verdad ni actuar de acuerdo con los principios en el cumplimiento de su deber. Por tanto, si a menudo actúan y cumplen con sus deberes según su propia voluntad, aunque no estén haciendo el mal, tampoco se considera que estas personas estén practicando la verdad. Al final, sus años de trabajo no les sirven para comprender nada de la verdad, y no poseen experiencia ni testimonios que puedan compartir. ¿Por qué ocurre esto? Porque las intenciones que llevan a estas personas a cumplir con su deber no son correctas. La razón por la que cumplen con su deber es sin duda para recibir bendiciones, quieren hacer un trato con Dios. No cumplen con su deber simplemente para obtener la verdad. Cumplen con su deber porque no les queda otra opción. Por esta razón, siempre están confundidos y cumplen con sus deberes de manera superficial y desordenada. No buscan la verdad, por lo que todo se reduce a prestar un servicio. No importa cuántos deberes realicen, sus acciones no tienen ningún efecto real. Es distinto para aquellos que tienen el temor de Dios en sus corazones. Contemplan siempre cómo actuar de acuerdo con la voluntad de Dios y en beneficio de la familia de Dios y de Su pueblo escogido. Siempre están pensando profundamente en los principios y los resultados. Siempre se esfuerzan por practicar la verdad y demostrar obediencia a Dios. Esta es la actitud correcta del corazón. Estas son las personas que buscan la verdad y aman las cosas positivas. Dios acepta y elogia a este tipo de personas cuando cumplen con su deber. Aunque en apariencia pueda parecer que los que no aman la verdad cumplen con su deber, estos no buscan la verdad en lo más mínimo. Actúan de acuerdo con su propia voluntad y solo hacen cosas que previenen cualquier desventaja y son beneficiosas para ellos mismos. Se esfuerzan lo mínimo y evitan cualquier dificultad, pero aun así desean la aprobación del pueblo escogido de Dios y una buena reputación. Si este es el enfoque de sus corazones, ¿serán capaces de desempeñar sus deberes a un nivel aceptable? Por supuesto que no. Aunque parezca que estáis cumpliendo con vuestro deber, en realidad vuestros corazones no viven delante de Dios. Con toda vuestra atención puesta en planes y cálculos egoístas, no progresaréis en absoluto, aunque hayáis mantenido vuestra fe durante muchos años. A pesar de que a menudo os reunís, coméis y bebéis juntos las palabras de Dios, escucháis sermones y comunicáis, en cuanto cerráis la palabra de Dios y abandonáis el lugar de reunión, no queda nada de ella en vuestro corazón. En vuestro corazón no habita ni una sola de las palabras de Dios, ni una sola palabra de la verdad. A veces anotáis Sus palabras en un cuaderno, pero no las guardáis en vuestro corazón, y lo olvidáis todo en un abrir y cerrar de ojos. Además, nunca contempláis la palabra de Dios y la verdad en vuestra vida cotidiana. En el cumplimiento de vuestro deber, nunca buscáis los principios de la verdad. Sean cuales sean las dificultades que os encontráis, adoptáis una actitud superficial y descuidada. Incluso en medio de la poda y el trato, nunca oráis a Dios ni buscáis la verdad. En esto no os diferenciáis mucho de los incrédulos. Lleváis creyendo varios años en Dios, pero no tenéis en absoluto ni entrada en la vida ni en la realidad de la verdad. Vuestro cumplimiento del deber es puramente prestar servicio, y vuestra intención es intercambiar tal servicio por las bendiciones del reino de los cielos. De esto no cabe duda. Al creer en Dios de esta manera, para vosotros es difícil entrar en la realidad de la verdad, obtener la vida y la verdad. Entre vosotros hay quienes poseen buen calibre, pero aunque llevan más de una década en la fe, solo saben soltar unas pocas palabras de doctrina, y se detienen en la superficialidad de estas. Se conforman con entender un poco de doctrina y piensan que basta con seguir las normas. Les resultará difícil profundizar. Como los corazones de tales personas no han intentado comprender la verdad, la medida en que pueden entrar en la realidad de la verdad es muy limitada. Lo único que pueden hacer es seguir ciertas reglas. Si os preguntaran cómo debéis practicar la verdad en el cumplimiento de vuestro deber, tal vez diríais: “Orando más, recibiendo de buen grado el sufrimiento, no siendo perezosos ni superficiales en el cumplimiento de vuestro deber, actuando de acuerdo con los principios y obedeciendo a la familia de Dios en todo lo que requiera”. Sois capaces de discutir los aspectos externos y doctrinales del cumplimiento de vuestro deber, pero en cuestiones específicas relacionadas con los principios de la verdad, solo tenéis una pequeña comprensión. Esto demuestra que la mayoría de la gente solo entiende el significado literal de la verdad, pero no entiende la realidad de la verdad. Por tanto, no comprenden la verdad en absoluto. Las personas que no entienden la verdad pueden ofrecer algunas palabras y doctrinas sobre la verdad, pero ¿debemos considerar que han obtenido la verdad? (Por supuesto que no). Entonces, ¿en qué debéis concentraros en el futuro? Debéis llevar una vida espiritual normal, orando, reuniéndoos, comiendo y bebiendo las palabras de Dios, escuchando sermones y cantando himnos para alabar a Dios. Además de esta observación externa de las reglas, no debes postergar tu deber, sino que debes cumplirlo bien. También hay algo muy importante que debes comprender: si deseas buscar la verdad, si deseas comprenderla y obtenerla, entonces debes aprender cómo calmarte ante Dios, cómo reflexionar sobre la verdad y sobre las palabras de Dios. ¿Existen formalidades que deban tenerse en cuenta al reflexionar sobre la verdad? ¿Hay reglas? ¿Hay limitaciones de tiempo? ¿Hay que hacerlo en un lugar determinado? No, puedes meditar sobre las palabras de Dios en cualquier momento y en cualquier lugar. Dedica el tiempo que sueles emplear al ocio o a soñar despierto a contemplar las palabras de Dios y la verdad, para así no malgastar el día. ¿Cómo malgasta la gente el tiempo? Pasan el día en charlas ociosas, haciendo cosas que les interesan o dedicándose a cosas frívolas que no tienen nada que ver con la verdad, y cuando no tienen otra cosa que hacer, piensan en cosas sin sentido o que ya han sucedido. Imaginan lo que les puede deparar el destino, dónde estará el reino futuro y dónde el infierno, cosas así. ¿Son frívolas tales cosas? Si dedicas ese tiempo a cosas positivas, si te calmas ante Dios, pasas más tiempo meditando sobre Sus palabras y comunicando con la verdad, entonces reflexiona sobre cada una de tus acciones, y constátalas ante Dios para Su escrutinio. Si luego reflexionas sobre qué cuestiones siguen sin resolverse en ti y qué dificultades quedan por abordar en el cumplimiento de tu deber, y sobre si las actitudes corruptas que surgen con frecuencia en ti (en especial las que son más rebeldes contra Dios y las más mortíferas) se han resuelto mediante la búsqueda de la verdad en las palabras de Dios. Si todas estas cuestiones pueden resolverse en un periodo determinado, entonces estarás entrando paulatinamente en la realidad de la verdad.

¿Cómo se debe practicar la contemplación de las palabras de Dios? Primero, piensa y comunica con frecuencia sobre los términos y expresiones espirituales que usas habitualmente. Pregúntate a ti mismo: “Puede que sepa que significan estas cosas literal y teóricamente, pero ¿qué significan en términos prácticos? ¿Qué es lo que abarcan de un modo práctico? ¿Cómo puedo poseer la realidad implícita en esas expresiones espirituales? ¿Dónde debo empezar a practicarlas y a entrar en ellas?”. Así es como debes contemplar. Aquí es donde comienza la contemplación de la palabra de Dios. Es difícil comprender la verdad y ponerla en práctica si uno cree en Dios pero no ha aprendido a contemplar Sus palabras. Si uno es incapaz de comprender la verdad, ¿puede entrar en la realidad de la verdad? (No). Sin entrar en la realidad de la verdad, ¿se puede obtener la verdad? (No). Sin obtener la verdad, ¿puede uno satisfacer la voluntad de Dios? (No). No se puede, eso está claro. Como la gente no comprende la verdad, vive solo según su carácter corrupto y se resiste a Dios. ¿Cómo podrían estas personas satisfacer la voluntad de Dios? Es absolutamente imposible. Entonces, ¿cómo se pueden contemplar las palabras de Dios? Por ejemplo, cuando se considera la frase tan repetida de “temer a Dios y evitar el mal”, esto es lo que se debe reflexionar: ¿Qué es temer a Dios? ¿Decir algo erróneo equivale a no temer a Dios? ¿Hablar así es malvado? ¿Lo considera Dios pecado? ¿Qué acciones son malvadas? Mis pensamientos, intenciones, ideas y opiniones, los motivos y la fuente de mis discursos y acciones, y las diversas actitudes que se revelan en mí, ¿están todos de acuerdo con la verdad? ¿Cuáles de ellos alaba Dios y cuáles aborrece? ¿Cuáles condena? ¿En qué asuntos tienden las personas a cometer grandes errores? Merece la pena reflexionar sobre todo esto. ¿Es propio de vosotros reflexionar sobre la verdad? (No reflexionamos mucho sobre la verdad; la mayor parte del tiempo tenemos el cerebro en piloto automático). Pensad en todo el tiempo que habéis malgastado a lo largo de los años. ¿Con qué frecuencia habéis reflexionado sobre asuntos relacionados con la verdad, con creer en Dios, con entrar en la vida, con temer a Dios y evitar el mal? ¿Habéis pensado seriamente en estos asuntos? Cuando hayáis contemplado las palabras de Dios hasta el punto de comprender la verdad y practicarla de acuerdo con los principios, entonces empezaréis a ver el fruto y entraréis en la vida. Aún no sabéis contemplar las palabras de Dios, ni habéis llegado a comprender la verdad. Aún no habéis entrado en la vida. Debéis esforzaros por conseguirlo y no malgastar vuestro tiempo. Del mismo modo que cuando una persona, tenga la edad que tenga, empieza a pensar en cómo aprender un oficio, cómo ganarse la vida y mantener a su familia, cómo vivir una buena vida, cómo tratar a los demás, cómo será su futuro, etc., esto significa que la mente de esta persona ha madurado y está empezando a vivir una vida independiente. Alguien que no piensa en tales cosas y nunca lo ha hecho no tiene pensamientos ni opiniones independientes. No pueden entender estas cosas de la vida, así que tienen que depender de sus padres para todo. Dependen de ellos para tener dinero en el bolsillo, comer y vestirse. Si sus padres no se ocuparan de ellos, serían indigentes, pasarían hambre y frío. ¿Puede una persona así vivir de forma independiente? ¿Es una persona madura? (Por supuesto que no). ¿En qué etapa os encontráis ahora? ¿Habéis alcanzado la etapa de madurez en vuestra fe? Ahora mismo, si nadie os regara, si lo Alto no os predicara, si nadie os guiara y en su lugar os dejara comer y beber las palabras de Dios y escuchar los himnos por vosotros mismos, ¿seríais capaces de entrar en la vida? ¿Seríais capaces de practicar la verdad, cumplir bien con vuestro deber y actuar según los principios? (No). Aquí radica el problema. Esto significa que seguís siendo demasiado pequeños de estatura. Ni siquiera podéis cumplir bien con tu deber y aún no habéis alcanzado la edad adulta. En las circunstancias actuales, si alguien os guía y os pastorea, podréis creer en Dios y cumplir con vuestro deber. Tenéis la semejanza de una persona de fe. Sin embargo, si en el futuro no hay nadie que os guíe, ¿no se revelaría si podéis manteneros firmes y cumplir con vuestro deber como es debido, y cuánta realidad de la verdad habéis adquirido? Si no os dais cuenta de que no tenéis nada de la realidad de la verdad hasta que llegue ese momento, ¿acaso no es eso preocupante? Es algo muy peligroso. Cuando te enfrentes a las pruebas, no sabrás cómo mantenerte firme en tu testimonio ni cómo satisfacer la voluntad de Dios. No tendrás senda ni dirección en tu corazón, y ninguna verdad se arraigará en ti. ¿Cómo podrás mantenerte firme? Si no posees la realidad de la verdad, es probable que tropieces cuando te topes con tentaciones. Cuando te encuentres con falsos líderes o anticristos que hacen el mal y tratan de frustrar la obra de la iglesia, no serás capaz de reconocerlos por lo que son y no te soltarás de su agarre. Si aún puedes seguir a tales falsos líderes y anticristos, estarás en problemas. Estas dos preguntas te habrán dejado en evidencia y correrás el peligro de ser descartado. Por tanto, la fe en Dios requiere que contemples constantemente la palabra de Dios y reflexiones sobre la verdad. De esta manera, puedes entrar en la realidad de la verdad y obtenerla.

En la actualidad, ¿existen muchas tentaciones para las personas que viven en esta sociedad? Las tentaciones os rodean por todas partes, todo tipo de corrientes malignas, todo tipo de discursos, de pensamientos y puntos de vista, de seducciones y tentaciones por parte de personas de cualquier condición, de rostros diabólicos portados por personas de toda índole. Todas estas son tentaciones a las que te enfrentas. Por ejemplo, la gente puede hacerte favores, hacerte rico, hacerse amiga tuya, tener citas contigo, darte dinero, proporcionarte un trabajo, invitarte a bailar, mostrarte cortesía o darte regalos. Todas estas cosas son posibles tentaciones. Si las cosas no van bien, caerás en la trampa. Si no estás equipado internamente con algo de verdad y careces de estatura real, no serás capaz de ver estas cosas como lo que son, y todas serán trampas y tentaciones para ti. En cierto sentido, si no posees la verdad, no serás capaz de detectar los trucos de Satanás, y no podrás ver los rostros satánicos de los distintos tipos de personas. No serás capaz de vencer a Satanás, abandonar la carne y llegar a obedecer a Dios. En otro aspecto, al carecer de la realidad de la verdad, serás incapaz de combatir todas las corrientes y puntos de vista malvados y los pensamientos y dichos absurdos. Cuando te enfrentes a ellos, será como una repentina ola de frío. Puede que tan solo cojas un resfriado leve, o puede que algo más serio, incluso puede que sufras una pulmonía potencialmente mortal[a]. Tal vez pierdas la fe por completo. Si estás falto de la verdad, unas pocas palabras de Satanás y los demonios del mundo de los incrédulos te dejarán confundido y desconcertado. Te cuestionarás si debes o no creer en Dios y si tal fe es correcta. Puede ser que, al reunirte hoy, te halles en un buen estado, pero entonces mañana vas a casa y ves dos episodios de una serie de televisión. Te has dejado llevar. Por la noche, te olvidas de orar antes de dormir, y tu mente está completamente ocupada con la trama de la serie de televisión. Si sigues viendo la televisión durante dos días, ya tienes el corazón alejado de Dios. Ya no deseas leer la palabra de Dios ni comunicar acerca de la verdad. Ni siquiera quieres orar a Dios. En tu corazón, siempre estás diciendo: “¿Cuándo podré hacer algo? ¿Cuándo podré empezar alguna causa importante? Mi vida no tiene que ser en vano”. ¿Es ese un cambio de actitud? Al principio, querías entender más sobre la verdad para poder difundir el evangelio y dar testimonio de Dios. ¿Por qué has cambiado ahora? Con solo ver películas y series de televisión, permites que Satanás se apodere de tu corazón. Tu estatura es muy pequeña. ¿Crees que posees la estatura necesaria para resistir estas mareas malvadas? Ahora Dios te muestra Su gracia y te lleva a Su casa para que cumplas con tu deber. No olvides tu estatura. Actualmente, eres una flor en un invernadero, incapaz de resistir el viento y la lluvia del exterior. Si la gente no puede reconocer y resistir estas tentaciones, Satanás puede tomarlos cautivos en cualquier momento, en cualquier lugar. Tal es la pequeña estatura y el lamentable estado del hombre. Como no posees la realidad de la verdad y careces de comprensión de esta, todas las palabras de Satanás son como veneno para ti. Si las oyes, quedarán atrapadas en tu corazón. En tu corazón dices: “Me taparé los oídos y sellaré mis ojos”, pero no puedes escapar de la tentación de Satanás. No vives en el vacío. Si oyes las palabras de Satanás, no podrás resistirte. Caerás en la trampa. De nada servirán tus oraciones y maldiciones. No te puedes resistir. Estas cosas pueden influir en tus pensamientos y en tus acciones. Pueden bloquear la senda de tu búsqueda de la verdad. Pueden incluso controlarte, impedir que te gastes por Dios, volverte pasivo y débil, y alejarte de Dios. Al final, no tendrás ningún valor y perderás toda esperanza.

Ahora crees que eres devoto de Dios. Tienes la ambición, la determinación y el ideal de satisfacer a Dios. Pero ¿cómo te las arreglarás cuando te encuentres con las pruebas de Dios? Dices que serás obediente, pero cuando Él te pone delante una dificultad que no se ajusta a tus nociones y tus gustos, ¿qué vas a hacer si eres incapaz de obedecerle? Cuando Dios recompensa a la gente, se adapta a sus necesidades psicológicas y se ajusta a sus nociones y gustos, de modo que la gente puede obedecerle. Sin embargo, cuando Dios te quite cosas, ¿cómo responderás? ¿Podrás mantenerte firme en tu testimonio en mitad de las pruebas de Dios y en el entorno que Él ha creado para ti? ¿Supondrá esto un problema? Cuando dices: “Sin duda me mantendré firme en mi testimonio”, tus palabras son ostentación, necedad, ignorancia y estupidez. ¿Sabes lo que Dios quiere hacer contigo? ¿Sabes por qué Dios quiere ponerte a prueba? ¿Qué quiere exponer en ti? Dices: “Tengo la voluntad de recibir el sufrimiento, estoy preparado, no tengo miedo de ninguna prueba que Dios pueda ponerme”, pero de repente ocurre algo que no esperabas, para lo que no te habías preparado. ¿De qué sirve entonces tu preparación? De nada. Digamos que tu salud siempre ha sido buena. Has cumplido con tu deber durante muchos años y Dios te ha protegido de todas las enfermedades. Tu senda ha sido tranquila. De repente, un día vas a hacerte un chequeo y los médicos te detectan una extraña enfermedad, que más adelante diagnostican como terminal. En tu corazón, es como si una fuerza hubiera redirigido unas poderosas corrientes y volteado un gran océano. “Ninguno de los hermanos y hermanas de la iglesia tiene esta enfermedad”, dices. “Yo llevo más tiempo creyendo en Dios, he sido el más activo en el cumplimiento de mi deber y el que más ha sufrido. ¿Cómo puede ser que yo tenga esta enfermedad?”. Después de reflexionar sobre el asunto, te das cuenta de que esto debe ser una prueba de Dios y debes someterte. En este momento, todavía tienes fe para orar a Dios. Sin embargo, después de orar durante un tiempo y seguir sin curarte, llegas a una conclusión: “Esto es Dios que me deja morir. Dios quiere quitarme la vida”. ¿Te someterás a Dios ahora? (Es poco probable). Gritarás: “¡Dios mío! No quiero morir. No he vivido lo suficiente. Aún soy joven. Solo he recorrido la mitad de mi vida. Dame unos años más. Aún puedo hacer mucho”. Es inútil orar para que Dios te cure. Por muchos exámenes a los que te sometas, todos demostrarán que tu enfermedad es terminal. Si recibes tratamiento, morirás. Sin tratamiento, también morirás. ¿Qué vas a hacer entonces? Muchas veces, cuando Dios pone a prueba a las personas, empiezan pensando que las acciones de Dios son correctas y buenas, pero cuando la conclusión se hace evidente, piensan: “Tal vez la voluntad de Dios sea que muera. Si Dios quiere que muera, ¡dejadme morir!”. Así que se limitan a aguardar la muerte de forma pasiva e irremediable. ¿Qué clase de actitud es esta de aguardar la muerte? ¿Reside en ella algún elemento de obediencia? (No, es la simple aceptación del destino). ¿Realmente están dispuestas a morir? (No lo están). Entonces, ¿por qué aguardan la muerte? Cuando llega la muerte, no tienen más remedio que morir. Si no tienen elección, lo único que pueden hacer es aceptarla. Esta “aceptación” es una actitud de oposición pasiva, no un acto de testimonio. Algunas personas dicen: “Dios me ha dejado morir, así que ¿qué testimonio me queda por dar?”. Aunque Él te deje morir, ¿acaso no eres una creación de Dios? ¿Abandonarías tu deber? ¿Has completado tu deber? ¿Has cumplido bien con él? ¿Qué clase de corazón debes tener para mantenerte firme en el testimonio que se le supone a una cosa creada? (Permitidme relatar mi experiencia. Hace unos días, sufrí un dolor de muelas tan fuerte que no pude dormir durante tres días. Aun así, tuve que cumplir con mi deber a diario. El punzante dolor en mi cabeza era realmente más de lo que podía soportar. Me quejé un poco en mi fuero interno. Me parecía que había cumplido muy bien con mi deber, ¿por qué me ocurría esto? En aquel momento, sentía que no podía comprender la voluntad de Dios. Algunos hermanos y hermanas me instaron a escudriñar mi propio corazón y conocerme a mí mismo, así que seguí orando y buscando a Dios. No descubrí que hubiera desobedecido a Dios en nada. Más tarde, pensé en las palabras de Job a su esposa durante su periodo de pruebas: “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?” (Job 2:10). Job pudo dar testimonio de Dios durante sus pruebas. Yo me tomé en consideración a mí mismo y me daba cuenta de que podía alabar a Dios cuando las cosas me iban bien, pero me volvía negativo y me rebelaba contra Dios en momentos de adversidad. Me pareció que este no era el camino de una pobre criatura creada por Dios. Esto acabó por remorderme la conciencia. Reuní la voluntad para renunciar a la carne y satisfacer a Dios. Pensé que, aunque estuviera enfermo, debía someterme a Él. El dolor no importa, debo insistir voluntariosamente en cumplir con mi deber. Esta fue mi experiencia propia). Sean cuales sean las pruebas a las que te enfrentes, debes presentarte ante Dios, es lo correcto. Debes hacer introspección sin demorar por ello el cumplimiento del deber. No te limites a hacer introspección sin cumplir nunca con el deber, descuidando lo importante para concentrarte en lo insignificante; ese es el camino de la necedad. Sea cual sea la prueba que te sobrevenga, debes considerarla una carga que te da Dios. Digamos que algunas personas padecen graves enfermedades y un sufrimiento insoportable; algunas incluso se enfrentan a la muerte. ¿Cómo deberían plantearse esta situación? En muchos casos, las pruebas de Dios son cargas que les da a las personas. Por muy grande que sea la carga que Dios te haya dado, ese es el peso que debes asumir, pues Dios te comprende y sabe que podrás soportarlo. La carga que Dios te ha dado no superará tu estatura ni los límites de tu resistencia, por lo que no hay duda de que podrás soportarla. Sea cual sea el tipo de carga, la clase de prueba, que Dios te dé, recuerda: tanto si comprendes la voluntad de Dios como si no, recibas o no esclarecimiento e iluminación del Espíritu Santo después de orar, tanto si esta prueba es que Dios te está disciplinando como si te está advirtiendo, da igual que no lo entiendas. Mientras no te demores en cumplir con tu deber y seas capaz de atenerte fielmente a él, Dios estará satisfecho y te mantendrás firme en el testimonio. En vista de que padecen una enfermedad grave y van a morir, algunos piensan para sí: “Empecé a creer en Dios para evitar la muerte, pero resulta que, incluso después de cumplir con el deber todos estos años, Él va a permitir que muera. Debería seguir adelante con mis asuntos, hacer las cosas que siempre he querido hacer y disfrutar de las cosas de las que no he disfrutado en esta vida. No puedo postergar mi deber”. ¿Qué actitud es esta? Has cumplido con el deber todos estos años, has escuchado todos estos sermones y, pese a ello, no has comprendido la verdad. Una prueba te derriba, te pone de rodillas y te deja al descubierto. ¿Son esas personas dignas del cuidado de Dios? (No son dignas) No tienen lealtad alguna. Entonces, ¿cómo se conoce el deber que han llevado a cabo todos estos años? Se conoce como “prestación de servicio” y no han hecho sino esforzarse. Si, en tu fe en Dios y tu búsqueda de la verdad, eres capaz de decir: “Ante cualquier enfermedad o acontecimiento desagradable que Dios permita que me suceda, haga Dios lo que haga, debo obedecer y mantenerme en mi sitio como un ser creado. Ante todo, he de poner en práctica este aspecto de la verdad, la obediencia, debo aplicarlo y vivir la realidad de la obediencia a Dios. Además, no debo dejar de lado la comisión de Dios para mí ni el deber que he de llevar a cabo. Debo cumplir con el deber hasta mi último aliento”, ¿esto no es dar testimonio? Con esta determinación y este estado, ¿puedes quejarte igualmente de Dios? No. En ese momento vas a pensar para tus adentros: “Dios me da este aliento, me ha provisto y protegido todos estos años, me ha quitado mucho dolor, me ha otorgado abundante gracia y muchas verdades. He comprendido verdades y misterios que la gente de varias generaciones no ha comprendido. ¡He recibido tanto de Dios que debo corresponderlo! Antes tenía muy poca estatura, no entendía nada y todo lo que hacía hería a Dios. Puede que más adelante no tenga otra oportunidad de corresponder a Dios. Me quede el tiempo de vida que me quede, debo ofrecer a Dios la poca fuerza que tengo y hacer lo que pueda por Él para que vea que todos estos años en que me ha provisto no han sido en vano, sino que han dado fruto. Quiero reconfortar a Dios y no herirlo ni decepcionarlo más”. ¿Qué te parece pensar así? No pienses en cómo salvarte o escapar, en plan: “¿Cuándo se curará esta enfermedad? Cuando se cure, haré todo lo posible por cumplir con el deber y ser devoto. ¿Cómo puedo ser devoto estando enfermo? ¿Cómo puedo cumplir con el deber de un ser creado?”. Mientras te quede aliento, ¿no puedes cumplir con el deber? Mientras te quede aliento, ¿eres capaz de no avergonzar a Dios? Mientras te quede aliento, mientras tengas la mente lúcida, ¿eres capaz de no quejarte de Dios? (Sí). Es fácil decir “sí” ahora, pero no será tan fácil cuando te suceda realmente. Por eso debéis buscar la verdad, esforzaros con ella a menudo y pasar más tiempo reflexionando: “¿Cómo puedo satisfacer la voluntad de Dios? ¿Cómo puedo corresponder Su amor? ¿Cómo puedo cumplir con el deber de un ser creado?”. ¿Qué es un ser creado? ¿Es escuchar las palabras de Dios la única responsabilidad de un ser creado? No; lo es vivir las palabras de Dios. Dios te ha otorgado gran parte de la verdad, del camino y de la vida para que puedas vivir estas cosas y dar testimonio de Él. Eso ha de hacer un ser creado, y es tu responsabilidad y obligación. Debes meditar estas cosas con frecuencia; si las meditas siempre, ahondarás en todos los aspectos de la verdad.

Si las personas no toman la senda de la búsqueda de la verdad y no trabajan duro para obtenerla, tarde o temprano tropezarán y caerán. Les resultará difícil recuperar la verticalidad porque los problemas que se encuentren no se pueden resolver confiando en el pequeño conocimiento y doctrina que poseen. No importa lo bien que hables sobre doctrinas, no podrás resolver estas dificultades. Debes contemplar de un modo constante las diversas verdades para alcanzar una penetrante claridad. Solo entonces puedes usar la verdad para resolver los problemas que te encuentres. Aquellos que de verdad entienden la verdad no hablan sobre palabras y doctrinas. Pueden discernir todas las cosas y verlas claramente, y actúan con confianza en todo lo que hacen. Si no sabes cómo buscar la verdad en las situaciones que te encuentras y siempre obras siguiendo tu propia voluntad, no hay forma de que entiendas la verdad. Para entender la verdad, debes reflexionar de manera constante sobre cómo usarla para resolver los problemas en el cumplimiento del deber. Si no lo contemplas de esa manera, ¿puedes alcanzar tales verdades? Si no contemplas las palabras de Dios, da igual cuántos sermones oigas ni cuántas doctrinas comprendas, siempre te quedarás en el nivel de las palabras y las doctrinas. Si sabes cómo hablar de estas palabras y doctrinas, a menudo esto puede llevarte al engaño de pensar que tu fe en Dios ya ha dado fruto y que tu estatura es elevada, ya que en este momento eres apasionado y vigoroso. Pero al enfrentarte a los hechos, es decir, al afrontar los juicios y tribulaciones, llegas a darte cuenta de la escasa protección que te brindan esas palabras y doctrinas. No pueden protegerte siquiera de una sola prueba, ni mucho menos te aseguran pasar con facilidad por cada prueba que Dios le pone al hombre. En cambio, te parecerá que esas palabras y doctrinas te han conducido a la ruina. En esos momentos, te darás cuenta de lo poco que entiendes de la verdad y de que aún no has entrado en la realidad de la verdad. A menudo, cuando se enfrentan a las pruebas y no pueden ver un camino a seguir, por fin sienten su impotencia sin la verdad y perciben lo inútil que era toda su palabrería de doctrinas. Solo entonces se dan cuenta de lo mucho que les falta y lo lamentables que son. Cuando todo es seguro y no hay problemas, siempre te parece que lo entiendes todo. Sientes que tu fe no es en vano y que has ganado mucho con ella. Sientes que, pase lo que pase, no tienes nada de qué preocuparte. En realidad, te limitas a entender algunas palabras y doctrinas, lo cual no sirve para nada. Ante el desastre y la calamidad, estarás perdido, sin saber cómo afrontar la situación. Cuando ores a Dios, no sabrás qué decir ni qué pedir. No encontrarás la senda. Esto demuestra lo lamentable que es el hombre. Tu corazón está vacío de palabras de Dios y careces de la obra del Espíritu Santo. Ya te encuentras en la oscuridad. Tu fe en Dios no te ha aportado nada, y ahora estás tan desamparado como un mendigo. Solo entonces podrás sentir que tu fe en Dios durante todos esos años estaba completamente desprovista de la realidad de la verdad. Ahora has quedado completamente en evidencia. Si muchos años de fe en Dios te dejan en tal estado, tu destino es ser descartado.

12 de febrero de 2017

Nota al pie:

a. Pulmonía, un término usado en la medicina tradicional china que se refiere a un resfriado interno grave, potencialmente mortal, causado por elementos externos.

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