El protagonista se lanza a trabajar para Dios al recibir la fe, y cuando tiene algo de éxito en el trabajo empieza a creer que realmente destaca entre sus colaboradores. Está rebosante de confianza en el momento de la elección de líderes, pues cree que él lo tiene seguro. Se escandaliza cuando no lo eligen. Ante estos resultados, se siente agraviado y descontento y se pierde en la negatividad porque no se ha satisfecho su deseo de estatus. Va saliendo del paso en el deber, sintiéndose deprimido y desafiante, y al final lo destituyen de él. En ese momento, finalmente hace introspección y comprende, por medio del juicio y castigo de las palabras de Dios, que desde el principio solamente había ido en pos de la reputación y el estatus en el deber y que seguía la senda de un anticristo, contraria a Dios. Siente un enorme arrepentimiento. Cuando vuelve a asumir un deber, se centra en practicar la verdad y en renunciar al deseo de estatus, con lo que se siente libre y en paz.