Cómo me quité de encima la deuda de gratitud que tuve durante la mitad de mi vida

3 Sep 2025

Por Pat, España

Desde que tengo uso de razón, solía oír a mis padres contar que mi madre ya tenía 33 años cuando me dio a luz y que tuvo una fuerte hemorragia durante el parto. El hospital incluso envió una notificación de enfermedad crítica en la que decía que no podían garantizar la vida de mi madre ni la mía. Tardaron tres días y tres noches en salvarnos a las dos. Después, mi madre solía decir que muchos de sus problemas de salud crónicos se debían a mi parto. Cada vez que pensaba en el sufrimiento que había pasado mi madre para darme a luz, sentía que estaba demasiado en deuda con ella. Cuando estaba en la escuela secundaria, mis padres se jubilaron de forma anticipada de sus trabajos en el sector público y planearon montar su propio negocio para ganar más dinero. Al final, mi padre abrió una fábrica, pero lo estafaron y se quedó con muchas deudas. Cuando volvía del colegio, solía encontrarme con cobradores de deudas en casa. En ese momento, tomé la decisión de estudiar mucho, entrar en la universidad, conseguir un buen trabajo y ganar mucho dinero para que mis padres no tuvieran que seguir viviendo bajo el acoso de los acreedores. Más adelante, logré entrar a una universidad para estudiar una licenciatura. Mi padre pidió dinero prestado y ahorró como pudo para pagarme el primer año de la matrícula. Después, mis padres se mudaron a la ciudad donde estaba mi universidad y trabajaron cargando briquetas de carbón para pagarme los estudios. Cuando veía lo mucho que trabajaban mis padres, se me partía el corazón. Durante los cuatro años que fui a la universidad, solo tenía un objetivo: terminar la carrera sin demora y ganar dinero para pagar las deudas de mis padres y devolverles su bondad. Habían sufrido muchísimo por mí y, cada vez que pensaba en su sufrimiento, sentía un peso insoportable en el corazón, como si una enorme roca me lo estuviera aplastando. En 2006, me gradué de la universidad y conseguí un trabajo bien remunerado y con buenos beneficios en un periódico. Me llevó dos años pagar todo lo que mis padres debían, incluyendo el principal y los intereses. Aunque fue duro y agotador, finalmente pude ver las sonrisas en el rostro de mis padres y pudieron volver a caminar con la cabeza alta. Eso me dio algo de felicidad y satisfacción. Después, prácticamente reservaba todo mi salario mensual para comprar ropa y suplementos nutricionales para mis padres. Cada vez que volvía a casa con las bolsas llenas de cosas y veía la sonrisa feliz de mis padres, sentía que todos mis esfuerzos habían valido la pena y que era una buena hija que sabía devolver la bondad de sus padres. Después de casarme, solía dar a mis padres la mayor parte de mi salario y mis primas. Mis padres eran lo más importante para mí. Sin embargo, después de ayudarlos a saldar sus deudas, siempre sentía un vacío por dentro, como si algo me hubiera vaciado y hubiera perdido mi base de apoyo. Sentía que no tenía rumbo ni propósito en la vida y solía preguntarme: “¿Cuál es el propósito de la vida? ¿Acaso solo se trata de casarse, tener hijos, ganar dinero, gastarlo, envejecer y morir?”.

En 2008, mis suegros me predicaron el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días. Leí las palabras de Dios: “Eres un ser creado, debes por supuesto adorar a Dios y buscar una vida con significado. Si no adoras a Dios, sino que vives en tu carne inmunda, ¿no eres solo una bestia, vestida de humano? Como eres un ser humano, ¡te debes gastar para Dios y soportar todo el sufrimiento! El pequeño sufrimiento que estás experimentando ahora, lo debes aceptar con alegría y con confianza y vivir una vida significativa como Job y Pedro(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Práctica (2)). Cuando leí el término “ser creado”, me pareció algo totalmente novedoso. Nunca había oído ese término antes. Llegué a darme cuenta de que soy un ser creado y que mi vida viene de parte de Dios; debo vivir para adorar a Dios y cumplir mi deber. Durante muchísimos años, solo sabía que mis padres me habían traído al mundo y me habían criado, pero ahora sabía que mi vida venía de parte de Dios y que no solo mis padres cuidaban de mí en esta vida, sino que Dios también me protegía. Me sentí muy emocionada y por fin sentí que tenía una base de apoyo, un lugar al que pertenecía y una sensación de seguridad. Para ser sincera, durante todos esos años, mi objetivo en la vida había sido ganar dinero para saldar las deudas de mis padres y devolverles su bondad. Cuando se saldaron las deudas, sentí como si me hubieran vaciado el corazón y, de repente, sentí que mi vida no tenía rumbo ni propósito. Ahora, las palabras de Dios Todopoderoso me daban la respuesta. Debo vivir para cumplir bien con mi deber como ser creado y perseguir la verdad; esa es la intención de Dios y lo que Él exige. Poco después, empecé a regar a los nuevos fieles en la iglesia. También les prediqué a mis padres el evangelio de Dios de los últimos días y ellos lo aceptaron con alegría. En invierno de 2009, me eligieron líder de la iglesia. Sin embargo, en ese momento, rechacé el deber de inmediato, sin siquiera pensarlo, porque aún estaba trabajando. Podía tomarme algún descanso de vez en cuando para asistir a reuniones o predicar el evangelio, pero estar ocupada con las responsabilidades de un líder afectaría mi trabajo y significaría que no podría ganar más dinero para dárselo a mis padres. Sus vidas eran un poco mejores que antes, pero aún no había alcanzado mi objetivo. Tenía que ahorrar aún más dinero para el futuro de mis padres. Después, los líderes hablaron conmigo varias veces sobre la importancia de cumplir el deber de uno, pero siempre lo rechazaba y ponía excusas. No fue hasta principios de 2010 que experimenté algo que me hizo empezar a despertar. Había gastado casi todos mis ahorros de más de medio año en comprar un seguro de jubilación para mi padre, pero me habían estafado. De la noche a la mañana, mis ahorros de casi todo el año habían desaparecido. En ese momento, me sentí muy arrepentida. Llevaba más de seis meses rechazando el deber de líder de forma reiterada solo para hacer dinero para mis padres, pero, al final, todo había sido en vano. Me sentí bastante perdida en ese momento y pensé: “Si hubiera sabido que esto pasaría, no lo habría estado haciendo durante los últimos seis meses. Si hubiera aceptado el deber de líder desde el principio, ¡cuántas verdades más habría obtenido y cuántas buenas obras más habría preparado!”. A partir de entonces, quise encontrar una oportunidad adecuada para cumplir mi deber lo antes posible.

Poco después, mi padre se cayó de cabeza desde el segundo piso de la casa que tenían alquilada. Mi padre tenía más de 60 años y, aunque se cayó desde semejante altura y aterrizó de cabeza en el suelo, solo sufrió un pequeño rasguño en la cabeza y pudo mantener la conciencia. El lugar donde cayó estaba solo a unos centímetros de unas barras de acero verticales. Solo el sitio exacto donde dio con la cabeza tenía tierra blanda; justo al lado había un suelo de cemento. Si hubiera caído un poco más hacia un lado, su cabeza habría sido atravesada por una barra de acero o habría sufrido una fuerte conmoción cerebral. ¡Reamente se debía a la maravillosa protección de Dios! A los pocos días, mi padre ya podía volver a caminar con normalidad. El accidente de mi padre me dejó una gran impresión. Siempre había querido proteger a mis padres, evitar que sufrieran desgracias y protegerlos de que hubiera mala gente que los acosara. Sin embargo, sencillamente, no había podido evitar que mi padre tuviera un accidente repentino. Quería protegerlos, pero no tenía la capacidad para hacerlo. Además, cuando mi padre tuvo el accidente, no pude volver deprisa y a tiempo a casa, y fueron nuestros hermanos y hermanas quienes fueron de aquí para allá para cuidarlo. Me conmoví hasta las lágrimas cuando me enteré. Pensé en las palabras de Dios: “¿Por qué no las encomiendas a Mis manos? ¿No confías en Mí? ¿O es que tienes miedo de que Yo haga disposiciones inapropiadas para ti? ¿Por qué siempre te preocupas por la familia de tu carne y extrañas a tus seres queridos?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 59). Mis padres y yo somos seres creados en manos de Dios, las cuales orquestan y disponen nuestros destinos. Sin embargo, yo quería protegerlos constantemente confiando en mis propias capacidades y pensaba con arrogancia que me bastarían para cuidar de ellos. Sin embargo, simplemente no era así. Después de entenderlo, estuve dispuesta a encomendar a mis padres a Dios. Renuncié a mi trabajo en mayo de 2010 y empecé a cumplir mi deber de líder en la iglesia.

En 2012, el PCCh intensificó su persecución contra los creyentes en Dios y mis padres tenían tanto miedo de que los arrestaran que ya no se atrevieron a creer más en Dios. Más tarde, debido a los arrestos y la persecución del PCCh, hui al extranjero, donde era libre para creer en Dios y cumplir mi deber. A principios de 2015, llamé a mis padres. Escuché cómo mi madre lloraba y decía: “Eres nuestra única hija. Ambos hemos sufrido toda la vida. Ahora ya somos mayores y ambos estamos enfermos. Es hora de que cuides de nosotros. ¡No puedes tener tan poca conciencia y ser tan egoísta! Si no regresas, no podrás vernos una última vez antes de que muramos. ¡Nuestros familiares te denigrarán a tus espaldas y te arrepentirás de ello durante el resto de tu vida!”. Después de colgar el teléfono, volví a casa con fuertes sentimientos encontrados. Durante muchos días seguidos, estuve dándole vueltas a lo que me dijo mi madre: “¡No puedes tener tan poca conciencia y ser tan egoísta! No podrás vernos una última vez antes de que muramos. ¡Nuestros familiares te denigrarán a tus espaldas y te arrepentirás de ello durante el resto de tu vida!”. Esas palabras resonaban en mis oídos y sentía que estaba a punto de colapsar. Durante esa época, no quería hablar y hasta guardaba silencio durante las reuniones. Veía que había mucho trabajo en la iglesia, pero simplemente no era capaz de ponerle el corazón. Aunque cumplía mi deber cada día, no lo hacía con el corazón, sino que simplemente lo hacía por inercia. Como consecuencia, el trabajo evangélico que tenía a cargo no avanzó. Como el PCCh vigila las llamadas telefónicas, no me atrevía a llamar a mis padres desde esa vez. Pasaron nueve años en un abrir y cerrar de ojos y, durante esos nueve años, viví con un sentimiento de culpa y preocupación constantes por mis padres. Oraba por ellos todo el tiempo y pedía a Dios que los protegiera y cuidara para que pudieran gozar de buena salud y no padecieran enfermedades ni desgracias. Sabía que esa era una petición irracional a Dios, pero seguía orando de esa manera por el bien de mis padres. A veces, quería romper a llorar cuando me imaginaba a mis padres sufriendo. En especial, las últimas palabras que mi madre me dijo por teléfono se me quedaron grabadas en la mente durante muchos años. Siempre sentía que estaba muy en deuda con ellos. Ahora, mis padres ya tienen más de setenta años y no sé cómo han estado de salud en los últimos años. Soy su única hija y debería haber estado a su lado cuidando de ellos. Sin embargo, por la amenaza de que el PCCh me arrestara, no me atrevía a regresar a casa y ni siquiera a llamarlos. Me sentía muy culpable. Mis padres habían depositado todas sus esperanzas en mí, pero hacía años que no contactaba con ellos. ¿Habría quedado traumatizada mi madre? Mi padre tiene mucho sobrepeso, así que ¿tendría el azúcar o la tensión alta? La gente suele decir que “Las hijas son como chaquetas calentitas para los padres”, pero, cuando mis padres estaban viejos y enfermos, yo no pude estar con ellos al pie de la cama. ¡Cómo se reirían de ellos nuestros familiares! Aunque también sabía que creer en Dios y cumplir mi deber es transitar por la senda correcta, y que la vocación que me dio el cielo era cumplir bien con el deber de un ser creado, siempre tenía un nudo en el corazón y sentía que carecía de conciencia por no poder ser buena hija, y que también era una persona ingrata. Hasta me arrepentí de haber venido al extranjero, ya que quizás habría tenido oportunidades para cuidar de ellos si me hubiera quedado en China. El nudo en mi corazón solo empezó a aflojarse de a poco cuando leí un pasaje de las palabras de Dios.

Dios Todopoderoso dice: “Para empezar, la mayoría de la gente elige irse de casa para cumplir con su deber, en parte por las circunstancias objetivas generales que les obligan a dejar a sus padres. No pueden permanecer a su lado para cuidarlos y hacerles compañía. No es que elijan dejarlos voluntariamente; esa es la razón objetiva. Por otra parte, en términos subjetivos, no sales a cumplir con tu deber para evadir tu responsabilidad hacia tus padres, sino por la llamada de Dios. Para cooperar con la obra de Dios, aceptar Su llamada y cumplir los deberes de un ser creado, no tuviste más remedio que dejar a tus padres; no podías quedarte a su lado para acompañarlos y cuidarlos. No los abandonaste con la intención de eludir tu responsabilidad, ¿verdad? Una cosa es eso y otra haberlo hecho para responder a la llamada de Dios y cumplir con tu deber; ¿acaso la naturaleza de ambas cosas no es diferente? (Sí). En tu corazón guardas apego emocional y piensas en tus padres; tus sentimientos no son vacíos. Si las circunstancias objetivas lo permiten y puedes permanecer a su lado mientras cumples con tu deber, entonces estarías dispuesto a hacerlo, a cuidar de manera regular de ellos y cumplir con tus responsabilidades. Pero esas circunstancias no se dan y debes abandonarlos, no puedes seguir a su lado. No es que no quieras desempeñar tus responsabilidades como hijo, es que no puedes. ¿No es diferente la naturaleza de esto? (Sí). Si dejaste tu hogar para eludir el deber filial y tus responsabilidades, es que no eres buen hijo y careces de humanidad. Tus padres te educaron, pero tú estás deseando levantar el vuelo y marcharte rápido y por tu cuenta. No quieres verlos y, si te enteras de que se hallan en dificultades, no prestas atención alguna. Aunque tengas los medios para ayudarlos, no lo haces, finges no haber oído nada y dejas que los demás digan lo que quieran sobre ti. Simplemente no quieres desempeñar tus responsabilidades. Esto es no ser buen hijo. ¿Pero estamos hablando ahora de lo mismo? (No). Mucha gente ha dejado sus condados, ciudades, provincias o incluso sus países para cumplir con el deber; ya se encuentran lejos de donde se criaron. Por si fuera poco, no resulta conveniente que contacten con sus familias por diversas razones. A veces preguntan por la situación de sus padres a gente que viene de la misma ciudad y se sienten aliviados al oír que gozan de buena salud y les va bien. De hecho, no es que no seas buen hijo. No es que hayas llegado al punto de carecer de humanidad, en el que ni siquiera te importan tus padres ni desempeñas tus responsabilidades hacia ellos. No puedes cumplir con tu responsabilidad por varias razones objetivas, así que no es que no seas buen hijo(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (16)). Las palabras de Dios me permitieron entender que comportarse realmente como mala hija es no querer ayudar a los padres, independientemente de las dificultades que tengan, no querer cumplir con las responsabilidades que correspondan y no prestar atención a los padres, aun cuando las circunstancias le permitan a uno estar a su lado para cuidar de ellos. Eso es ser mala hija. Si uno desea, de corazón, cuidar de sus padres, pero no puede regresar a casa debido al entorno, eso no es ser mala hija. Mucho menos lo es no poder estar con los padres para cuidar de ellos porque uno debe cumplir su deber como ser creado. Eso es someterse a las palabras de Dios y practicar la verdad; no es ser un ingrato miserable. Hice memoria de cómo era cuando estaba en casa. Cuando cobraba el sueldo, les compraba suplementos nutricionales y ropa a mis padres, y volvía a casa para ayudarlos con su trabajo y charlar con ellos. No soy una persona sin conciencia ni tampoco una persona fría e insensible. Las palabras de Dios desataron el nudo en mi corazón y dejé de vivir sumida en el remordimiento.

Más adelante, leí un pasaje de las palabras de Dios que citaba un vídeo de un testimonio vivencial, el cual me conmovió profundamente y me permitió desprenderme de parte de la culpa que sentía que tenía con mis padres. Dios Todopoderoso dice: “Analicemos el asunto de que tus padres te trajeran al mundo. ¿Quién eligió que te trajeran al mundo, tú o tus padres? Si lo analizas desde la perspectiva de Dios, no es algo que elijan los humanos. Tú no elegiste que tus padres te trajeran al mundo y ellos tampoco. Si te fijas en la raíz de esta cuestión, esto lo dispuso Dios. Dejaremos este tema de lado por ahora, ya que es algo fácil de entender. Desde tu punto de vista, naciste pasivamente de tus padres, sin tener otra opción al respecto. Desde la perspectiva de tus padres, fue su voluntad subjetiva tener hijos y criarlos. En otras palabras, dejando de lado la disposición de Dios, en lo relativo a tener y criar hijos, fueron tus padres quienes detentaron todo el poder. Eligieron traerte al mundo. Tú naciste de ellos pasivamente. No tuviste elección alguna al respecto. Así pues, dado que tus padres tuvieron todo el poder y te trajeron al mundo, tienen la obligación y la responsabilidad de criarte hasta la vida adulta. Ya sea al proveerte de educación o suministrarte alimento y vestimenta, esta es su responsabilidad y obligación, y es lo que les corresponde hacer. En tanto que tu postura fue siempre pasiva durante el tiempo que te criaron, no tuviste derecho a elegir: la única opción era que te criaran ellos. Como eras pequeño, no tenías la capacidad de cuidarte solo, no te quedó más alternativa que recibir pasivamente la crianza de tus padres. Fuera como fuera que te criaran tus padres, eso no dependía de ti. Si te daban buena comida y bebida, eso era lo que tenías. Si te ofrecían un entorno vital en el que sobrevivías alimentándote de forma precaria y de plantas silvestres, así es como sobrevivías. En cualquier caso, durante tu crianza, tú eras pasivo y tus padres cumplían con su responsabilidad. […] En cualquier caso, al criarte, tus padres cumplen con una responsabilidad y una obligación. Criarte hasta la vida adulta es su obligación y responsabilidad, y eso no se puede considerar amabilidad. Ya que no se puede considerar amabilidad, ¿acaso no se puede decir que esto es algo que deberías disfrutar? (Sí). Es una especie de derecho del que deberías gozar. Te deben criar tus padres porque, hasta alcanzar la vida adulta, el papel que desempeñas es el de un niño que está siendo criado. Por lo tanto, ellos no hacen más que cumplir con una clase de responsabilidad contigo y tú solo la recibes, pero sin duda no recibes favores ni amabilidad de su parte. Para cualquier criatura viviente, tener hijos y cuidarlos, reproducirse y criar a la siguiente generación es un tipo de responsabilidad. Por ejemplo, las aves, las vacas, las ovejas e incluso los tigres tienen que cuidar de sus crías tras reproducirse. No hay criaturas vivientes que no críen a sus cachorros. Tal vez existan ciertas excepciones, pero nos siguen resultando desconocidas. Es un fenómeno natural de la existencia de las criaturas vivientes, es su instinto, y no se puede atribuir a la amabilidad. Lo único que hacen es respetar una ley que el Creador dispuso para los animales y para la humanidad. En consecuencia, que tus padres te críen no es una especie de amabilidad. En función de esto, puede afirmarse que tus padres no son tus acreedores. Cumplen con su responsabilidad frente a ti. Independientemente de cuánta sangre del corazón y cuánto dinero te dediquen, no deben pedirte que los recompenses, porque esa es su responsabilidad como padres. Dado que es una responsabilidad y una obligación, debe ser libre y no deben pedir una retribución. Al criarte, tus padres solo cumplían con su responsabilidad y obligación, y no corresponde remunerarla, no debe ser una transacción. Así pues, no es necesario que abordes a tus padres ni que manejes tu relación con ellos con la idea de recompensarlos(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (17)). Las palabras de Dios son muy claras. Mis padres eligieron darme a luz y criarme. Todo el esfuerzo que dedicaron durante ese proceso formaba parte de su responsabilidad y obligación de criar a su hija. Como decidieron traerme al mundo, tenían que hacerse cargo de mí. Al igual que los animales que se reproducen y crían a sus crías, eso es solo un instinto y no puede considerarse un acto de bondad. Es como tener un gato o un perro como mascota. Si uno elige tener mascotas, no puede dejar que pasen hambre ni puede maltratarlas; eso es su responsabilidad y su obligación. Recordé cómo mi madre había estado a punto de morir al darme a luz y, cuando iba a la escuela secundaria, a mi padre lo estafaron por mucho dinero cuando abrió una fábrica. Más tarde, mis padres se mudaron a la ciudad donde yo iba a la universidad y trabajaron como mano de obra cargando briquetas de carbón para pagarme los estudios. Los miraban por encima del hombro y se enfermaron de agotamiento. Sentía que todo eso representaba una deuda que yo les debía a mis padres. No solo les debía dinero, sino también una deuda de gratitud que nunca podría saldar; cuanto más habían sufrido en su vida, más sentía que les debía. Al comparar esto con las palabras de Dios, finalmente entendí que esa opinión que tenía era errónea. Mis padres eligieron darme a luz, así que, durante la época en la que me criaron, todo el trabajo que hicieron, todas las dificultades que enfrentaron y todo lo que les faltó en la vida eran cosas que tenían que experimentar para sobrevivir y que se debieron a la soberanía y la predestinación de Dios. Los altibajos, las dificultades y los sufrimientos que experimentaron en la vida no son algo que yo deba cargar conmigo ni son una deuda que yo les deba. Dios dice: “La cantidad de sufrimiento que una persona debe soportar y la distancia que debe recorrer en su senda están ordenadas por Dios, y, en realidad, nadie puede ayudar a alguien más(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La senda… (6)). Dios predestinó todo lo que mis padres experimentaron en sus vidas, lo que no tenía nada que ver conmigo. ¡Mis opiniones anteriores eran tan absurdas!

Seguí buscando: durante tantos años, había estado viviendo en un estado en el que me sentía en deuda con mis padres. ¿Cómo podía resolver este problema? Leí un pasaje de las palabras de Dios y encontré la raíz del problema. Dios Todopoderoso dice: “Debido al condicionamiento de la cultura tradicional china, según sus nociones tradicionales, el pueblo chino cree que se debe observar una devoción filial hacia los padres. Aquel que no cumple con la devoción filial es mal hijo. Al pueblo le han inculcado estas ideas desde la infancia y se enseñan en prácticamente todos los hogares, así como en todas las escuelas y en la sociedad en general. Cuando a una persona le han llenado la cabeza de esas cosas, piensa: ‘La devoción filial es más importante que nada. Si no cumpliera con ella, no sería buena persona; sería mal hijo y la sociedad me criticaría. Sería una persona carente de conciencia’. ¿Es correcto este punto de vista? La gente ha visto muchas verdades expresadas por Dios; ¿acaso Él ha exigido que uno demuestre devoción filial hacia sus padres? ¿Es esta una de las verdades que los creyentes en Dios deben comprender? No, no lo es. Dios solo ha hablado sobre ciertos principios. […] Satanás usa ese tipo de cultura tradicional y esas nociones de moralidad para atar tus pensamientos, tu mente y tu corazón, lo que te vuelve incapaz de aceptar las palabras de Dios; tales cosas de Satanás te han poseído y te han hecho incapaz de aceptar Sus palabras. Cuando quieres practicar las palabras de Dios, estas cosas te perturban en tu interior, hacen que te opongas a la verdad y a Sus requisitos, y te vuelven impotente para librarte del yugo de la cultura tradicional. Tras luchar durante un tiempo, cedes: prefieres creer que las nociones tradicionales de moralidad son correctas y conformes a la verdad, así que rechazas o abandonas las palabras de Dios. No aceptas Sus palabras como la verdad y no piensas en absoluto en ser salvado, pues sientes que aún vives en este mundo, y solo puedes sobrevivir apoyándote en estas cosas. Incapaz de soportar la condena social, preferirías renunciar a la verdad y a las palabras de Dios, abandonarte a las nociones tradicionales de moralidad y a la influencia de Satanás, y optarías por ofender a Dios en lugar de practicar la verdad. Decidme, ¿acaso no es el hombre digno de pena? ¿No tiene necesidad de la salvación de Dios? Algunos han creído en Dios durante muchos años, pero aún no comprenden el tema de la devoción filial. Realmente no entienden la verdad. Nunca logran romper esta barrera de las relaciones mundanas; no tienen la valentía, ni la fe, ni mucho menos la determinación, de modo que no pueden amar y obedecer a Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). Lo que Dios expuso era exactamente mi estado. Desde pequeña, me habían inculcado los pensamientos e ideas tradicionales, como “La devoción filial es la principal virtud” y “La devoción filial está por encima del cielo”. Creía que eran un criterio para medir la calidad humana de una persona y si tenía conciencia. Además, creía que los que eran malos hijos eran unas bestias, y que todo el mundo debía desdeñarlos. También siempre menospreciaba y hasta despreciaba a quienes no eran buenos hijos con sus padres. Influenciada por este pensamiento tradicional, para no aumentar la carga que tenían mis padres, cuando estaba en el último año de la escuela secundaria, solo comí verduras al escabeche y bollos al vapor durante dos meses seguidos y solía tener dolores de estómago, pero no se lo decía a mis padres para que no se preocuparan. Cuando fui a la universidad, para reducir la carga que tenían mis padres, prefería sufrir más y trabajar para ganar dinero antes que permitir que ellos trabajaran más. Además, casi nunca les contaba las dificultades que encontraba y las soportaba completamente por mi cuenta. Cuando los veía heridos o enfermos, me sentía impotente y asustada, y hasta quería estar con ellos todo el tiempo. Más adelante, la policía me persiguió por mi fe en Dios y tuve que irme de casa para cumplir mi deber, así que no podía estar con mis padres para cuidar de ellos. Como consecuencia, vivía sumida en un estado de reproches y culpa profundos. En particular, cuando escuché a mi madre decir que no tenía conciencia y que me arrepentiría durante el resto de mi vida si no los veía una última vez antes de que murieran, también llegué a creer que era una mala hija y que no tenía conciencia ni humanidad. Vivir sumida en este estado me impedía poner mi corazón en mi deber, por lo que el trabajo de la iglesia se vio afectado. Aunque sabía que perseguir la verdad y cumplir mi deber como ser creado era mi obligación y mi responsabilidad, en mi corazón, seguía sin poder librarme de los grilletes de las nociones tradicionales, como “La devoción filial está por encima del cielo” y “Debes ser buena hija”. Eran como cadenas de hierro que me sujetaban firmemente del cuello y me hacían rechazar mi deber, una y otra vez, para ser buena hija, y hasta me hacían arrepentirme de haberme ido al extranjero. Dios me protegió mientras huía del país del gran dragón rojo y llegaba a un país democrático y libre para poder creer en Él, cumplir mi deber y disfrutar de mejores condiciones para perseguir la verdad. Esto era el amor de Dios, pero yo no sabía valorar lo que me convenía, era ingrata con Dios y hasta me arrepentía de haberme ido del país. ¡Realmente no tenía conciencia alguna! Solo entonces me di cuenta de que estos pensamientos e ideas tradicionales son medios despreciables de Satanás para dañar a las personas y arruinar su posibilidad de obtener la salvación. Son cosas negativas que se oponen a Dios. Vivir según estas ideas solo me alejaría cada vez más de Dios y haría que me le resistiera aún más. Pensé en cómo Pedro tomó la firme decisión de abandonar a sus padres para seguir al Señor. Aunque, por aquel entonces, no había oído demasiadas verdades, fue capaz de seguir a Dios con todo su corazón. En cambio, yo he oído muchísimas verdades que ha expresado Dios Todopoderoso, pero nunca le he encomendado mi corazón. Por fuera, cumplía mi deber, pero, por dentro, seguía pensando en mis padres. Si Dios no hubiera expuesto la esencia de las ideas y los pensamientos tradicionales sobre “ser buena hija”, creo que habría vivido toda mi vida según esa frase satánica: “La devoción filial está por encima del cielo”. Cuando lo pensé, de repente, sentí que mi vida era muy lamentable. Tengo 41 años y, durante casi 30 años, desde los 13, había vivido para devolver a mis padres la bondad que me habían mostrado. ¡Qué vida tan lamentable había llevado! Estos pensamientos e ideas tradicionales que Satanás me había inculcado me hacían sentir desdichada y reprimida. Vivía con sentimientos de deuda y culpa hacia mis padres durante todo el año y no podía dedicar más de mi corazón a perseguir la verdad y cumplir mi deber. Realmente me arrepentía de no haber buscado la verdad ni de haber resuelto mucho antes estos pensamientos e ideas tradicionales tan arraigados que me habían hecho perderme muchas oportunidades de ganar la verdad. Desde ese momento, ya no quise vivir según la opinión de que “La devoción filial está por encima del cielo”. Quería valorar el tiempo que me quedaba y entregar todo mi ser y mi corazón a mi deber para retribuir el amor que Dios me dio.

Más adelante, leí más de las palabras de Dios: “¿Acaso es la verdad mostrar devoción filial hacia los padres? (No). Ser buen hijo es algo correcto y positivo, pero ¿por qué decimos que no es la verdad? (Porque la gente no tiene principios al mostrar devoción filial hacia sus padres ni es capaz de discernir qué tipo de personas son verdaderamente ellos). La manera en que se debería tratar a los padres está relacionada con la verdad. Si tus padres creen en Dios y te tratan bien, ¿deberías ser un buen hijo con ellos? (Sí). ¿De qué modo les eres buen hijo? No los tratas de la misma forma que a tus hermanos y hermanas. Haces todo lo que te dicen y, si son mayores, debes quedarte a su lado para cuidarlos, lo que te impide salir a cumplir con tu deber. ¿Está bien esto? (No). ¿Qué deberías hacer en tales ocasiones? Depende de las circunstancias. Si puedes atenderlos igualmente mientras cumples con el deber en un lugar cercano a tu hogar y tus padres no se oponen a tu fe en Dios, deberías cumplir con tu responsabilidad filial y realizar algunas tareas para ayudarlos. Si están enfermos, atiéndelos; si algo les preocupa, consuélalos; si tus circunstancias económicas lo permiten, cómprales suplementos nutritivos según tu presupuesto. Sin embargo, ¿qué debes optar por hacer si estás ocupado con el deber, no hay nadie que atienda a tus padres y también ellos creen en Dios? ¿Qué verdad debes practicar? Dado que ser filial a los padres no es la verdad, sino simplemente una responsabilidad y una obligación humanas, ¿qué deberías hacer si esta obligación entra en conflicto con tu deber? (Priorizar mi deber; anteponerlo). Una obligación no es necesariamente un deber. Decantarse por el cumplimiento del deber propio es practicar la verdad, mientras que cumplir con una obligación no lo es. Si se dan las condiciones, puedes cumplir esa responsabilidad u obligación, pero si las circunstancias actuales no te lo permiten, ¿qué deberías hacer? Deberías decir: ‘Debo cumplir con mi deber, eso es practicar la verdad. Ser filial a mis padres es vivir según mi conciencia y no llega a ser practicar la verdad’. Por tanto, debes dar prioridad a tu deber y defenderlo. Si actualmente no tienes ningún deber, no trabajas lejos de casa y vives cerca de tus padres, busca la forma de cuidar de ellos. Haz todo lo posible para ayudarles a vivir un poco mejor y a aliviar su sufrimiento. Pero esto también depende del tipo de personas que sean tus padres. ¿Qué debes hacer si tus padres tienen poca humanidad, si te impiden constantemente creer en Dios y si continúan alejándote de creer en Dios y de cumplir con tu deber? ¿Qué verdad deberías practicar? (El rechazo). En ese momento, debes rechazarlos. Has cumplido con tu obligación. Tus padres no creen en Dios, así que no tienes la obligación de mostrarles respeto filial. Si creen en Dios, entonces tus padres son familia. Si no lo hacen, entonces camináis por sendas diferentes: Creen en Satanás y adoran al rey diablo, y caminan por su senda; son personas que recorren sendas distintas que quienes creen en Dios. Ya no sois una familia. Consideran adversarios y enemigos a los creyentes en Dios. Por tanto, eso te exime de la obligación de cuidarlos y debes cortar los lazos con ellos por completo. ¿Cuál es la verdad: ser filial a los padres o cumplir con el deber propio? Por supuesto, la verdad es cumplir con el deber propio. Cumplir con el deber propio en la casa de Dios no se limita a cumplir con la obligación propia y a hacer lo que supuestamente uno debe hacer. Se trata de cumplir con el deber de un ser creado. Aquí está la comisión de Dios; es tu obligación, tu responsabilidad. Se trata de una verdadera responsabilidad, consistente en cumplir con tu responsabilidad y tu obligación ante el Creador. Este es el requerimiento del Creador a las personas, y la gran cuestión de la vida. Pero mostrar respeto filial hacia los padres simplemente es la responsabilidad y la obligación de un hijo o una hija. En realidad, no es una comisión de Dios, y mucho menos se ajusta a Su requerimiento. Por lo tanto, entre mostrar respeto filial hacia los padres y cumplir con el deber propio, sin duda hay que cumplir con el deber de uno, y solo eso es practicar la verdad. Cumplir con el deber propio como ser creado es la verdad, y es un deber imperioso. Mostrar respeto filial hacia los padres significa ser filial a las personas. No significa que uno esté cumpliendo con su deber, ni que esté practicando la verdad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es la realidad-verdad?). Las palabras de Dios son muy claras. Ser buena hija es algo positivo y es lo que deben hacer quienes tienen una humanidad normal. Si nuestros padres tienen buena humanidad, creen en Dios o apoyan nuestra fe en Dios, como hijos, debemos ayudarlos con las tareas domésticas lo mejor que podamos, cuidar de ellos y hacerles compañía. Si tenemos medios económicos, podemos comprarles algunos suplementos nutricionales para mejorar un poco su vida, pero, si estamos muy ocupados con nuestro deber y el entorno no nos lo permite, debemos optar por cumplir nuestro deber. Esto es practicar la verdad. Ser buena hija es meramente cumplir nuestras responsabilidades y obligaciones; no alcanza a ser como la práctica de la verdad. Mis padres solían creer en Dios, pero dejaron de hacerlo por cobardía y miedo a que el PCCh los arrestara. Sin embargo, no se oponían a que yo creyera en Dios y, si estuviera con ellos, todo lo que tendría que hacer sería cumplir mis obligaciones como hija. Pensé en la época antes de que me fuera a cumplir mi deber. Cada semana, me iba a casa a ayudar a mis padres con el lavado de la ropa y las tareas domésticas, les compraba algo rico y los llevaba al médico cuando no se sentían bien. Había cumplido con mis obligaciones como hija. Ahora no puedo regresar. Lo único que puedo hacer es encomendarlos en las manos de Dios y tener fe en que Él dispondrá lo adecuado para ellos. Ahora, las catástrofes son cada vez más grandes y surgen guerras y plagas por todas partes. Llevar a más personas ante Dios para que acepten el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días y reciban Su salvación es la intención urgente de Dios y el deber que debo cumplir. Debo hacer todo lo posible por cumplir mi deber; esto es practicar la verdad. Doy gracias a Dios por Sus palabras, que me guiaron y orientaron paso a paso hasta que finalmente me libraron de la pesada carga que llevé durante tanto tiempo en el corazón. Ahora ya no siento que todo el sufrimiento que mis padres soportaron cuando me criaron sea una deuda que deba saldar y finalmente puedo desprenderme de mis cargas y cumplir mi deber con todo el corazón. ¡Gracias a Dios!

Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.

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