El objetivo y la trascendencia de cada una de las tres etapas de la obra de Dios

30 May 2018

(1) El objetivo y el significado de la obra de Dios en la Era de la Ley

Las palabras relevantes de Dios:

La obra que llevó a cabo Jehová en los israelitas estableció entre la humanidad el lugar de origen terrenal de Dios, que también era el lugar sagrado donde Él se encontraba presente. Limitó Su obra al pueblo de Israel. Al principio, no obró fuera de Israel, sino que escogió al pueblo que Él consideró apropiado para limitar el alcance de Su obra. Israel es el lugar donde Dios creó a Adán y Eva, y del polvo de aquel lugar Jehová hizo al hombre; este lugar se convirtió en la base de Su obra en la tierra. Los israelitas, descendientes de Noé y también de Adán, fueron el fundamento humano de la obra de Jehová en la tierra.

La importancia, el propósito y los pasos de la obra de Jehová en Israel en esta época tuvieron como propósito iniciar Su obra en la tierra entera; dicha obra tomó a Israel como su centro y paulatinamente se fue extendiendo entre las naciones gentiles. Este es el principio según el cual Él obra en todo el universo: establecer un modelo, y, posteriormente, ampliarlo hasta que toda la gente en el universo haya recibido Su evangelio. Los primeros israelitas fueron los descendientes de Noé. A estas personas se les dotó solamente con el aliento de Jehová y entendían lo suficiente como para ocuparse de las necesidades básicas de la vida, pero no sabían qué clase de Dios era Jehová ni cuál era Su voluntad para el hombre, y, mucho menos, cómo debían venerar al Señor de toda la creación. En cuanto a si había normas y leyes que debían ser obedecidas[a], o si había algún deber que los seres creados debían llevar a cabo para el Creador, los descendientes de Adán no sabían nada de tales cosas. Lo único que sabían era que el marido debía sudar y trabajar para mantener a su familia, y que la esposa debía someterse a su marido y perpetuar la raza humana que Jehová había creado. En otras palabras, este pueblo, que tenía solamente el aliento y la vida de Jehová, no sabía nada de cómo seguir las leyes de Dios o cómo satisfacer al Señor de toda la creación. Entendía muy poco. Así pues, aunque no había nada torcido ni deshonesto en su corazón y pocas veces surgían los celos o los conflictos entre ellos, carecían del conocimiento o el entendimiento de Jehová, Señor de toda la creación. Estos antepasados del hombre solo sabían comer y disfrutar las cosas de Jehová, pero no sabían venerarlo; no sabían que Jehová era el único a quien debían adorar arrodillados. ¿Cómo, entonces, podían ser llamados Sus criaturas? De ser esto así, ¿acaso las palabras: “Jehová es el Señor de toda la creación” y “Él creó al hombre para que este lo manifestara, lo glorificara y lo representara”, se han pronunciado en vano? ¿Cómo podrían las personas que no veneran a Jehová convertirse en un testimonio de Su gloria? ¿Cómo podrían convertirse en manifestaciones de Su gloria? ¿No se convertirían, entonces, las palabras de Jehová “Yo creé al hombre a Mi imagen” en un arma en las manos de Satanás, el maligno? ¿Acaso no se convertirían estas palabras en una señal de humillación para la creación que hizo Jehová del hombre? Para poder completar esa etapa de la obra, después de crear a los hombres, Jehová no los instruyó ni los guio, desde Adán hasta Noé. Más bien, no fue sino hasta que el diluvio destruyó al mundo que Él comenzó a guiar formalmente a los israelitas, quienes eran los descendientes de Noé, así como de Adán. Su obra y Sus declaraciones en Israel brindaron guía a todo el pueblo de Israel mientras vivía su vida en la tierra de Israel y, de esta manera, Jehová mostró a la humanidad que no solo podía insuflar aliento en el hombre para que recibiera vida de Él y se levantara del polvo para convertirse en un ser humano creado, sino que también podía incinerar a la humanidad, maldecirla y utilizar Su vara para gobernarla. Así, también vieron que Jehová podía guiar la vida del hombre en la tierra, y hablar y obrar entre los seres humanos conforme a las horas del día y la noche. Llevó a cabo esta obra solamente para que Sus criaturas pudieran conocer que el hombre vino del polvo, recogido por Él, y que, además, había sido hecho por Él. No solo eso, sino que primero llevó a cabo Su obra en Israel para que otros pueblos y naciones (que, de hecho, no eran independientes de Israel, sino ramas de los israelitas y que seguían siendo descendientes de Adán y Eva) pudieran recibir el evangelio de Jehová desde Israel, para que todos los seres creados en el universo pudiesen venerar a Jehová y engrandecerlo. Si Jehová no hubiera comenzado Su obra en Israel, sino que, habiendo creado a los hombres, les hubiese permitido llevar una vida despreocupada en la tierra, en ese caso, debido a la naturaleza física del hombre (“naturaleza” significa que el hombre jamás podrá conocer lo que no puede ver; es decir, que no sabría que fue Jehová quien creó a la humanidad y, aún menos, por qué lo hizo), jamás sabría que fue Jehová quien creó a la humanidad y que Él es el Señor de toda la creación. Si Jehová hubiera creado al hombre y lo hubiera colocado en la tierra, y simplemente se hubiera sacudido el polvo de las manos y se hubiese ido, en lugar de quedarse entre los hombres para darles guía durante un tiempo, entonces la humanidad entera hubiese regresado a la nada; incluso el cielo y la tierra y las innumerables cosas que Él creó, así como toda la humanidad, habrían regresado a la nada y, además, habrían sido pisoteados por Satanás. De esta manera, el deseo de Jehová de que “Sobre la tierra —es decir, en medio de Su creación— Él tuviese un lugar donde poner Sus pies, un lugar santo” habría sido destrozado. Así, después de crear a los seres humanos, Él pudo quedarse entre ellos para guiarlos en su vida y hablarles mientras estaba entre ellos, todo esto para realizar Su deseo y cumplir Su plan. La obra que Él llevó a cabo en Israel tenía únicamente como objetivo ejecutar el plan que había establecido antes de crear todas las cosas, de manera que la obra que llevó a cabo primero entre los israelitas y Su obra de creación de todas las cosas no estaban en conflicto, sino que ambas se realizaron por el bien de Su gestión, de Su obra y de Su gloria, y para profundizar el significado de Su creación de la humanidad. Él guio la vida del hombre en la tierra durante dos mil años después de Noé, tiempo durante el cual les enseñó a los hombres a entender cómo venerar a Jehová, el Señor de toda la creación, cómo llevar su vida y cómo seguir viviendo, y, ante todo, cómo actuar como testigos de Jehová, cómo obedecerlo y cómo venerarlo, incluso, alabándolo con música como hicieron David y sus sacerdotes.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra en la Era de la Ley

Durante la Era de la Ley, la obra de guiar a la humanidad se realizó bajo el nombre de Jehová, y la primera etapa de la obra se llevó a cabo en la tierra. La obra de esta etapa fue edificar el templo y el altar, y usar la ley para guiar al pueblo de Israel y obrar en medio de él. Guiando al pueblo de Israel, Él lanzó una base para Su obra en la tierra. Desde allí expandió Su obra más allá de Israel, es decir que, comenzando desde Israel la difundió hacia fuera, de forma que generaciones posteriores llegaron gradualmente a saber que Jehová era Dios, y que Él había creado los cielos, la tierra y todas las cosas, que había hecho a todas las criaturas. Él difundió Su obra por medio del pueblo de Israel hacia afuera de sí mismo, cuya tierra fue el primer lugar santo de la obra terrenal de Jehová, y la primera obra de Dios sobre la tierra se realizó por todo el territorio de Israel. Esa fue la obra de la Era de la Ley.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La visión de la obra de Dios (3)

Al principio, guiar al hombre durante la Era de la Ley del Antiguo Testamento era como guiar la vida de un niño. La humanidad más antigua nació de Jehová; fueron los israelitas, que no sabían cómo venerar a Dios o vivir en la tierra. Es decir, Jehová creó a la humanidad, esto es, creó a Adán y Eva, pero no les dio las facultades para entender cómo venerar a Jehová o seguir las leyes de Jehová sobre la tierra. Sin la guía directa de Jehová, nadie podría saber esto directamente, porque en el principio el hombre no poseía tales facultades. El hombre sólo sabía que Jehová era Dios, y no tenía idea de cómo venerarlo, qué conducta se podría considerar venerarlo, con qué mentalidad hacerlo y qué ofrecer en Su reverencia. El hombre sólo sabía cómo disfrutar de lo que podía disfrutarse entre todas las cosas creadas por Jehová, pero no tenía ni idea de qué tipo de vida sobre la tierra encajaba con la de una criatura de Dios. Sin nadie que los instruyera, sin alguien que los guiara personalmente, esa humanidad nunca podría llevar una vida apropiada, y sólo podría ser capturada furtivamente por Satanás. Jehová creó a la humanidad, es decir, creó a los ancestros de la misma: Eva y Adán. Pero no les concedió ningún intelecto ni sabiduría adicionales. Aunque ya estaban viviendo en la tierra, no entendían casi nada. Así pues, la obra de Jehová de crear a la humanidad sólo estaba a medias. No estaba en absoluto completa. Él sólo había formado un modelo de hombre a partir del barro y le había dado Su aliento, pero no le había concedido suficiente determinación para venerarlo. Al principio, el hombre no tenía mentalidad de venerarlo o temerlo. El hombre sólo sabía cómo escuchar Sus palabras, pero ignoraba el conocimiento básico para la vida sobre la tierra y las reglas normales para la vida humana. Y así, aunque Jehová creó al hombre y a la mujer y terminó el proyecto de los siete días, de ninguna manera completó la creación del hombre, porque el hombre era sólo una cáscara y le faltaba la realidad de ser un humano. El hombre sólo sabía que fue Jehová quien había creado a la humanidad, pero no tenía idea de cómo guardar Sus palabras y Sus leyes. Por ello, después de la creación de la humanidad, la obra de Jehová estaba lejos de terminarse. Él aún no había guiado por completo a la humanidad para que viniera ante Él, con el fin de que pudiesen vivir juntos en la tierra y reverenciarlo, y por consiguiente la humanidad pudiera, con Su guía, entrar en la vía correcta de una vida humana normal en la tierra. Sólo de esta forma se completó del todo la obra que se había llevado a cabo principalmente bajo el nombre de Jehová; esto es, sólo de esta forma concluyó la obra de Jehová de crear el mundo. Y así, como creó a la humanidad, tuvo que guiar su vida en la tierra durante varios miles de años, de forma que esta fuera capaz de guardar Sus decretos y leyes, así como de participar en todas las actividades de una vida humana apropiada sobre la tierra. Sólo entonces se completó del todo la obra de Jehová.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La visión de la obra de Dios (3)

Cuando Dios empezó la obra oficial de Su plan de gestión, estableció muchas regulaciones que el hombre debía seguir. El fin de estas era permitirle llevar la vida normal del ser humano sobre la tierra, una vida normal inseparable de Dios y de Su dirección. Dios le instruyó primero cómo levantar altares, cómo establecerlos. Después de esto, le señaló cómo realizar las ofrendas y estableció cómo debía vivir: a qué debía prestar atención en la vida, qué tenía que cumplir, qué debía hacer y qué no. Lo que Dios estableció para el hombre lo englobaba todo, y con estas costumbres, regulaciones y principios, Él estandarizó el comportamiento de las personas, guió sus vidas, su iniciación a las leyes de Dios, las guió hasta llegar delante del altar de Dios, a tener una vida entre todas las cosas que Él había hecho para el hombre, con orden, regularidad y moderación. En primer lugar, Dios usó estas simples normativas y estos principios para establecer límites para el hombre, de forma que este tuviera una vida normal de adoración a Dios sobre la tierra, la vida normal del hombre; ese es el contenido específico del comienzo de Su plan de gestión de seis mil años. Las regulaciones y normas cubren un contenido muy amplio; son los detalles específicos de la dirección de la humanidad por parte de Dios, durante la Era de la Ley, y tenían que ser aceptadas y obedecidas por las personas que vivieron antes de la Era de la Ley. Son un registro de la obra llevada a cabo por Dios durante esa época, y son la prueba real del liderazgo de Dios y Su dirección de toda la humanidad.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II

Antes de los dos mil años durante los cuales Jehová llevó a cabo Su obra, el hombre no sabía nada, y casi toda la humanidad había caído en la depravación, hasta que, antes de que el diluvio destruyera el mundo, llegó a un grado de promiscuidad y corrupción tal, que Jehová no estaba en su corazón y, menos aún, Su camino. Nunca comprendieron la obra que Jehová iba a realizar; carecían de razonamiento, y, aún más, de conocimiento y, como máquinas que respiraban, eran sumamente ignorantes acerca del hombre, de Dios, el mundo, la vida, y demás. Participaron en muchas seducciones en la tierra, como la serpiente, y dijeron muchas cosas ofensivas a Jehová, pero dada su ignorancia, Jehová no los castigó ni los disciplinó. Fue hasta después del diluvio, cuando Noé tenía 601 años, que Jehová se le apareció formalmente a Noé para guiarlo a él y a su familia, y guio a las aves y las bestias que sobrevivieron al diluvio junto a Noé y sus descendientes, hasta el final de la Era de la Ley, que duró 2500 años en total. Él obró en Israel —es decir, obró formalmente— durante un total de 2000 años, y obró dentro y fuera de Israel simultáneamente durante 500 años, para sumar un total de 2500 años. Durante este periodo, enseñó a los israelitas que para servir a Jehová debían construir un templo, llevar túnicas sacerdotales y entrar descalzos al templo al amanecer, no fuera que su calzado mancillara el templo y se enviara sobre ellos fuego desde el pináculo del templo y murieran quemados. Llevaban a cabo sus deberes y se sometían a los planes de Jehová. Oraban a Jehová en el templo y después de recibir Su revelación —es decir, después de que hablaba Jehová— guiaban a las multitudes y les enseñaban que debían mostrar reverencia hacia Jehová, su Dios. Y Jehová les dijo que debían construir un templo y un altar, y que, en el momento señalado por Jehová —es decir, en la Pascua—, debían preparar terneros y corderos recién nacidos y colocarlos sobre el altar como sacrificios para servir a Jehová, a fin de refrenarlos y poner en su corazón la reverencia hacia Él. La medida de su lealtad hacia Jehová se determinaba por su obediencia a esta ley. Jehová también estableció para ellos el día de reposo: el séptimo día de Su creación. Estableció el día después del día de reposo como el primer día, un día para que ellos alabaran a Jehová, le ofrecieran sacrificios y tocaran música para Él. En este día, Jehová convocaba a todos los sacerdotes para dividir los sacrificios sobre el altar para que comiese la gente, de manera que disfrutaran de los sacrificios que se encontraban en el altar de Jehová. Y Jehová dijo que ellos eran benditos, que compartieran una porción con Él y que ellos eran Su pueblo escogido (que era el pacto de Jehová con los israelitas). Por esta razón, hasta el día de hoy, el pueblo de Israel sigue diciendo que Jehová es solamente su Dios y no el Dios de los gentiles.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra en la Era de la Ley

Durante la Era de la Ley, Jehová estableció muchos mandamientos para que Moisés se los transmitiera a los israelitas que lo seguían fuera de Egipto. Estos mandamientos fueron dados por Jehová a los israelitas y no guardaban ninguna relación con los egipcios; tenían el propósito de refrenar a los israelitas y Él usó los mandamientos para plantearles exigencias. Que guardaran el día de reposo, que respetaran a sus padres, que no adoraran ídolos, etcétera, estos eran los principios por los que se les juzgaba como pecadores o como justos. Entre ellos, hubo algunos que fueron consumidos por el fuego de Jehová, otros que fueron apedreados a muerte, y otros más que recibieron la bendición de Jehová; todo esto se determinó conforme a si obedecían o no estos mandamientos. Quienes no guardasen el día de reposo serían apedreados a muerte. Los sacerdotes que no guardasen el día de reposo serían consumidos por el fuego de Jehová. Quienes no mostrasen respeto a sus padres también serían apedreados a muerte. Todo esto fue encomendado por Jehová. Él estableció Sus mandamientos y Sus leyes para que, mientras era guiado por Él durante su vida, el pueblo escuchara y obedeciera Su palabra, y no se rebelara contra Él. Empleó estas leyes para mantener bajo control a la raza humana recién nacida con el fin de sentar mejores bases para Su obra futura. Así, con base en la obra que llevó a cabo Jehová, la primera era fue llamada la Era de la Ley. Aunque Jehová hizo muchas declaraciones y llevó a cabo mucha obra, Él sólo guio al pueblo de manera positiva, y le enseñó a esta gente ignorante cómo ser humana, cómo vivir y cómo entender el camino de Jehová. En su mayor parte, la obra que Él llevó a cabo tuvo como propósito provocar que el pueblo siguiera Su camino y Sus leyes. Esta obra se llevó a cabo en personas superficialmente corrompidas; no se extendió al punto de transformar su carácter o su progreso en la vida. Su único interés era usar las leyes para restringir y controlar al pueblo. Para los israelitas de aquel tiempo, Jehová era solamente un Dios en el templo, un Dios en los cielos. Era una columna de nube, una columna de fuego. Lo único que les exigía Jehová era obedecer lo que la gente hoy en día conoce como Sus leyes y mandamientos —que incluso se podrían llamar normas— porque lo que Jehová hizo no tenía el propósito de transformar a las personas, sino darles más de lo que debía tener el hombre, e instruirlas con Su propia boca, pues después de haber sido creados, los hombres no tenían nada de lo que debían poseer. Así pues, Jehová le dio al pueblo lo que debía poseer para su vida en la tierra e hizo que este pueblo que Él había guiado sobrepasara a sus antepasados, Adán y Eva, porque lo que Jehová le dio superaba lo que Él les había dado a Adán y Eva en el principio. A pesar de eso, la obra que realizó Jehová en Israel fue solo para guiar a la humanidad y hacer que esta reconociera a su Creador. No la conquistó ni la transformó; simplemente la guio. Este es el resumen de la obra de Jehová en la Era de la Ley. Es el trasfondo, la verdadera historia, la esencia de Su obra en la tierra entera de Israel y el comienzo de Su obra de seis mil años: mantener a la humanidad bajo el control de la mano de Jehová. A partir de esto nació una mayor cantidad de obra en Su plan de gestión de seis mil años.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra en la Era de la Ley

Nota al pie:

a. El texto original no contiene la frase “ser obedecidas”.

(2) El objetivo y el significado de la obra de Dios en la Era de la Gracia

Las palabras relevantes de Dios:

Jesús representa toda la obra de la Era de la Gracia, se hizo carne, fue crucificado y también comenzó la Era de la Gracia. Fue crucificado para completar la obra de la redención, para poner fin a la Era de la Ley y para dar inicio a la Era de la Gracia y por ello fue llamado el “Comandante Supremo”, la “Ofrenda por el Pecado” y el “Redentor”. Por consiguiente, la obra de Jesús difirió en contenido de la obra de Jehová, aunque ambas tenían el mismo principio. Jehová inició la Era de la Ley, estableció las bases —el punto de origen— de la obra de Dios en la tierra y promulgó las leyes y los mandamientos. Llevó a cabo estas dos obras, que representan la Era de la Ley. La obra que Jesús hizo en la Era de la Gracia no fue promulgar leyes, sino cumplirlas, marcando así el inicio de la Era de la Gracia y dando por concluida la Era de la Ley que había durado dos mil años. Él fue el pionero que vino para iniciar la Era de la Gracia y, sin embargo, la parte principal de Su obra radica en la redención. Así, Su obra también tuvo dos funciones: iniciar una nueva era y completar la obra de la redención a través de Su crucifixión, luego de la cual Él partió. A partir de ahí concluyó la Era de la Ley y comenzó la Era de la Gracia.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La verdadera historia de la obra de la Era de la Redención

En la obra de la Era de la Gracia, Jesús fue el Dios que salvó al hombre. Lo que Él tenía y era, es decir, gracia, amor, compasión, templanza, paciencia, humildad, cuidado y tolerancia, y gran parte de la obra que Él hizo fue en aras de la redención del hombre. En cuanto a Su carácter, era de compasión y amor, y por ser compasivo y amoroso tuvo que ser clavado en la cruz por el hombre, a fin de mostrar que Dios amaba al hombre como a sí mismo, hasta el punto de sacrificarse en Su totalidad. Durante la Era de la Gracia, el nombre de Dios fue Jesús, que indica que Dios era un Dios que salvó al hombre, y que era compasivo y amoroso. Él estaba con el hombre. Su amor, Su compasión y Su salvación acompañaron a cada persona. El hombre sólo podía obtener paz y gozo, recibir Su bendición, Sus inmensas y numerosas gracias, y Su salvación si aceptaba el nombre de Jesús y Su presencia. A través de la crucifixión de Jesús, todos aquellos que lo siguieron recibieron la salvación y se les perdonaron sus pecados. Durante la Era de la Gracia, el nombre de Dios fue Jesús. En otras palabras, la obra de la Era de la Gracia se realizó principalmente bajo el nombre de Jesús. Durante la Era de la Gracia, a Dios se le llamó Jesús. Él hizo nueva obra más allá del Antiguo Testamento, y esta terminó con la crucifixión; esa fue la totalidad de Su obra.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La visión de la obra de Dios (3)

La obra de Jesús fue de acuerdo con las necesidades del hombre en esa era. Su tarea fue redimir a la humanidad, perdonar sus pecados y así, Su carácter fue completamente de humildad, paciencia, amor, piedad, indulgencia, misericordia y bondad. Él brindó a la humanidad abundante gracia y bendiciones, y todas las cosas que las personas podían disfrutar, Él se las dio para su goce: paz y felicidad, Su indulgencia y Su amor, Su misericordia y Su bondad. En esos días, la abundancia de cosas para gozar que la gente tenía ante sí —la sensación de paz y de seguridad en su corazón, la sensación de consuelo en su espíritu y su confianza en el Salvador Jesús— era consecuencia de la era en la que vivía. En la Era de la Gracia, el hombre ya había sido corrompido por Satanás; por eso, llevar a cabo la obra de redimir a toda la humanidad requería una abundancia de gracia, una indulgencia y una paciencia infinitas y, aún más que eso, una ofrenda suficiente para expiar los pecados de la humanidad para lograr tener un efecto. Lo que la humanidad vio en la Era de la Gracia fue únicamente Mi ofrenda de expiación de los pecados de la humanidad: Jesús. Todo lo que sabían era que Dios podía ser misericordioso y tolerante, y todo lo que vieron fue la misericordia y la bondad de Jesús. Esto fue exclusivamente porque nacieron en la Era de la Gracia. Y así, antes de que la humanidad pudiera ser redimida, tenía que disfrutar los muchos tipos de gracia que Jesús les concedió para beneficiarse de ellos. Así, sus pecados podrían ser perdonados a través del gozo de la gracia y también podía tener la oportunidad de ser redimida al gozar de la indulgencia y la paciencia de Jesús. Sólo por medio de la indulgencia y la paciencia de Jesús, la humanidad se ganó el derecho a recibir el perdón y a gozar la abundancia de la gracia conferida por Jesús. Como Él dijo: “Yo no he venido a redimir a los justos, sino a los pecadores para permitir que sus pecados sean perdonados”. Si cuando Jesús se encarnó hubiera traído el carácter de juicio, maldición e intolerancia hacia las ofensas del hombre, este jamás habría tenido la oportunidad de ser redimido y habría seguido siendo pecador por siempre. De haber sido así, el plan de gestión de seis mil años se habría detenido en la Era de la Ley y esta se habría prolongado por seis mil años. Los pecados del hombre sólo habrían sido más numerosos y más graves, y la creación de la humanidad habría sido en vano. Los hombres sólo habrían podido servir a Jehová bajo la ley, pero sus pecados habrían superado a los de los primeros humanos creados. Cuanto más amó Jesús a la humanidad, perdonándole sus pecados y brindándole suficiente misericordia y bondad, la humanidad más se ganó el derecho a que Él la salvara, a ser llamada los corderos perdidos que Jesús volvió a comprar a un alto precio. Satanás no podía entrometerse en esta obra porque Jesús trataba a Sus seguidores como una madre amorosa trata al niño que tiene en su seno. No se enojó con ellos ni los aborreció, sino que estaba lleno de consuelo. Él jamás se llenó de ira cuando estaba entre ellos, sino que toleró sus pecados y pasó por alto su insensatez y su ignorancia, al punto de decir: “Perdonad a otros setenta veces siete”. Así, Su corazón transformó el corazón de otros y sólo de esta forma las personas recibieron el perdón de sus pecados a través de Su indulgencia.

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Aunque Jesús, en Su encarnación, no tenía emociones, Él siempre consoló a Sus discípulos, los proveyó, los ayudó y los sostuvo. A pesar del mucho trabajo que realizó o el mucho sufrimiento que soportó, jamás exigió demasiado a las personas, sino que siempre fue paciente e indulgente con sus pecados, tanto así, que en la Era de la Gracia las personas lo llamaban afectuosamente “el adorable Salvador Jesús”. Para las personas de esa época —para todas— lo que Jesús tenía y era, era misericordia y bondad. Él nunca recordaba las transgresiones de las personas y Su trato con ellas no se basaba en sus transgresiones. Como se trataba de una era diferente, a menudo Él brindaba abundante alimento a las personas para que pudieran comer hasta saciarse. Trataba a todos Sus seguidores con gracia, sanaba a los enfermos, expulsaba a los demonios, resucitaba a los muertos. Para que las personas pudieran creer en Él y vieran que todo lo que hacía era con sinceridad y fervor, llegó incluso a resucitar a un cadáver en descomposición, mostrándoles que en Sus manos incluso los muertos podían regresar a la vida. De esta forma, soportó en silencio y llevó a cabo Su obra de redención entre ellos. Incluso antes de ser clavado en la cruz, Jesús ya había asumido los pecados de la humanidad y se había convertido en una ofrenda por el pecado de los hombres. Incluso antes de ser crucificado, Él ya había allanado el camino hacia la cruz para redimir a la humanidad. Al final, fue clavado en la cruz, sacrificándose por ella, y le concedió toda Su misericordia, Su bondad y Su santidad a la humanidad. Siempre fue tolerante con la humanidad, jamás fue vengativo y le perdonó sus pecados, exhortándola a arrepentirse y enseñándola a tener paciencia, indulgencia y amor, a seguir Sus pasos y a sacrificarse por la cruz. Su amor por los hermanos y las hermanas superaba Su amor por María. La obra que Él llevó a cabo tomó como principio sanar a los enfermos y expulsar a los demonios, todo en aras de Su redención. Sin importar a dónde fuera, trataba con gracia a todos los que lo seguían. Hizo rico al pobre, hizo caminar al lisiado, hizo ver al ciego e hizo oír al sordo. Incluso invitó a los más humildes, a los menesterosos, a los pecadores, a que se sentaran a Su mesa con Él; jamás los evitó, sino que siempre era paciente, llegando incluso a decir: “Cuando un pastor pierde a una de sus cien ovejas, dejará a las otras noventa y nueve para buscar a la oveja perdida, y cuando la encuentra, se regocija enormemente”. Él amaba a Sus seguidores como una oveja hembra ama a sus corderos. Aunque eran necios e ignorantes y pecadores a Sus ojos y, además, eran los miembros más humildes de la sociedad, Él consideraba a estos pecadores —hombres que otros despreciaban— como la luz de Sus ojos. Como los favorecía, dio Su vida por ellos, como un cordero era ofrecido en el altar. Anduvo entre ellos como si Él fuera su siervo, permitiéndoles que lo usaran y lo sacrificaran, sometiéndose a ellos incondicionalmente. Para Sus seguidores, Él era el adorable Salvador Jesús, pero a los fariseos, que sermoneaban a las personas desde un pedestal alto, no les mostró misericordia ni bondad, sino aversión y resentimiento. No hizo mucha obra entre ellos, sólo los sermoneó y reprendió ocasionalmente. No anduvo entre los fariseos haciendo la obra de la redención ni llevando a cabo prodigios y milagros. Él otorgó toda Su misericordia y Su bondad a Sus seguidores, padeció por estos pecadores hasta el final, cuando fue clavado en la cruz, y sufrió todo tipo de humillación hasta que redimió por completo a toda la humanidad. Esta fue la suma total de Su obra.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La verdadera historia de la obra de la Era de la Redención

Sin la redención de Jesús, los hombres habrían vivido por siempre en el pecado y se habrían vuelto los hijos del pecado, los descendientes de los demonios. De continuar así, toda la tierra se habría convertido en el sitio donde habita Satanás, el lugar de su morada. Sin embargo, la obra de la redención requería brindar misericordia y bondad a la humanidad. Sólo así los humanos podían recibir el perdón y, al final, ganarse el derecho a que Dios los hiciera completos y los obtuviera plenamente. Sin esta etapa de la obra, el plan de gestión de seis mil años no habría podido avanzar. Si Jesús no hubiera sido crucificado, si solamente hubiera sanado a los enfermos y exorcizado a los demonios, las personas no podrían haber sido perdonadas completamente por sus pecados. En los tres años y medio que Jesús pasó haciendo Su obra en la tierra, completó sólo la mitad de Su obra de redención. Luego, al ser clavado en la cruz y al convertirse en la semejanza de la carne pecadora, al ser entregado al malvado, Él completó la obra de la crucifixión y dominó el destino de la humanidad. Sólo después de ser entregado en las manos de Satanás, redimió a la humanidad. Durante treinta y tres años y medio sufrió en la tierra, lo ridiculizaron, lo difamaron y lo abandonaron, incluso al punto en el que no tenía un lugar donde posar Su cabeza, ningún lugar para descansar; luego fue crucificado y todo Su ser, un cuerpo inmaculado e inocente, fue clavado en la cruz y padeció todo tipo de sufrimientos. Quienes estaban en el poder se burlaron de Él y lo flagelaron e incluso los soldados escupieron en Su rostro; sin embargo, Él permaneció en silencio y soportó hasta el final, sometiéndose incondicionalmente hasta la muerte, con la cual redimió a toda la humanidad. Sólo entonces se le permitió descansar. La obra que Jesús llevó a cabo representa únicamente la Era de la Gracia, no representa la Era de la Ley ni sustituye a la obra de los últimos días. Esta es la esencia de la obra de Jesús en la Era de la Gracia, la segunda era por la que la humanidad ha pasado: la Era de la Redención.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La verdadera historia de la obra de la Era de la Redención

(3) El objetivo y el significado de la obra de Dios en la Era del Reino

Las palabras relevantes de Dios:

Cuando Jesús vino al mundo del hombre, marcó el comienzo de la Era de la Gracia y terminó la Era de la Ley. Durante los últimos días, Dios se hizo carne una vez más y, con esta encarnación, finalizó la Era de la Gracia y marcó el inicio de la Era del Reino. Todos aquellos que sean capaces de aceptar la segunda encarnación de Dios serán conducidos a la Era del Reino, y, además, serán capaces de aceptar personalmente la guía de Dios. Aunque Jesús hizo mucha obra entre los hombres, sólo completó la redención de toda la humanidad y se convirtió en la ofrenda por el pecado del hombre; no lo libró de la totalidad de su carácter corrupto. Salvar al hombre totalmente de la influencia de Satanás no sólo requirió que Jesús se convirtiera en la ofrenda por el pecado y cargara con los pecados del hombre, sino también que Dios realizara una obra incluso mayor para librar completamente al hombre de su carácter satánicamente corrompido. Y, así, ahora que el hombre ha sido perdonado de sus pecados, Dios ha vuelto a la carne para guiar al hombre a la nueva era, y comenzó la obra de castigo y juicio. Esta obra ha llevado al hombre a una esfera más elevada. Todos los que se someten bajo Su dominio disfrutarán una verdad más elevada y recibirán mayores bendiciones. Vivirán realmente en la luz, y obtendrán la verdad, el camino y la vida.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio

Antes de que el hombre fuera redimido, muchos de los venenos de Satanás ya habían sido plantados en su interior, y, después de miles de años de ser corrompido por Satanás, el hombre ya tiene dentro de sí una naturaleza establecida que se resiste a Dios. Por tanto, cuando el hombre ha sido redimido, no se trata más que de un caso de redención en el que se le ha comprado por un alto precio, pero la naturaleza venenosa que existe en su interior no se ha eliminado. El hombre que está tan contaminado debe pasar por un cambio antes de volverse digno de servir a Dios. Por medio de esta obra de juicio y castigo, el hombre llegará a conocer plenamente la esencia inmunda y corrupta de su interior, y podrá cambiar completamente y ser purificado. Sólo de esta forma puede ser el hombre digno de regresar delante del trono de Dios. Toda la obra realizada este día es con el fin de que el hombre pueda ser purificado y cambiado; por medio del juicio y el castigo por la palabra, así como del refinamiento, el hombre puede desechar su corrupción y ser purificado. En lugar de considerar que esta etapa de la obra es la de la salvación, sería más apropiado decir que es la obra de purificación. En verdad, esta etapa es la de la conquista, así como la segunda etapa en la obra de la salvación. El hombre llega a ser ganado por Dios por medio del juicio y el castigo por la palabra, y es por medio del uso de la palabra para refinar, juzgar y revelar que todas las impurezas, las nociones, los motivos y las aspiraciones individuales dentro del corazón del hombre se revelan completamente. Por todo lo que el hombre pueda haber sido redimido y perdonado de sus pecados, sólo puede considerarse que Dios no recuerda sus transgresiones y no lo trata de acuerdo con estas. Sin embargo, cuando el hombre, que vive en un cuerpo de carne, no ha sido liberado del pecado, sólo puede continuar pecando, revelando, interminablemente, su carácter satánico corrupto. Esta es la vida que el hombre lleva, un ciclo sin fin de pecado y perdón. La mayor parte de la humanidad peca durante el día y se confiesa por la noche. Así, aunque la ofrenda por el pecado siempre sea efectiva para el hombre, no podrá salvarlo del pecado. Sólo se ha completado la mitad de la obra de salvación, porque el hombre sigue teniendo un carácter corrupto. Por ejemplo, cuando las personas se enteraron de que descendían de Moab, se quejaron, dejaron de buscar la vida, y se volvieron totalmente negativas. ¿No muestra esto que la humanidad sigue siendo incapaz de someterse plenamente al dominio de Dios? ¿No es precisamente este su carácter satánico corrupto? Cuando no estabas siendo sometido al castigo, tus manos se levantaban más alto que todas las demás, incluidas las de Jesús. Y clamabas en voz alta: “¡Sé un hijo amado de Dios! ¡Sé un íntimo de Dios! ¡Mejor sería morir antes que inclinarnos ante Satanás! ¡Rebélate contra el viejo Satanás! ¡Rebélate contra el gran dragón rojo! ¡Que el gran dragón rojo caiga del poder de la forma más indigna! ¡Que Dios nos haga completos!”. Tus gritos eran más fuertes que todos los demás. Pero entonces llegó el tiempo del castigo y, una vez más, se manifestó el carácter corrupto de la humanidad. Entonces, sus gritos cesaron, y su determinación se agotó. Esta es la corrupción del hombre; es más profunda que el pecado; es algo plantado por Satanás y profundamente arraigado dentro del hombre. No resulta fácil para el hombre ser consciente de sus pecados; no tiene forma de reconocer su propia naturaleza profundamente arraigada, y debe depender del juicio por la palabra para lograr este resultado. Sólo así puede el hombre ser transformado gradualmente a partir de ese momento.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)

La obra de los últimos días consiste en pronunciar palabras. A través de las palabras se pueden llevar a cabo grandes cambios en el hombre. Los cambios efectuados ahora en estas personas al aceptar estas palabras son mucho mayores que los llevados a cabo en las personas al aceptar las señales y maravillas de la Era de la Gracia. Porque, en la Era de la Gracia, los demonios eran arrojados fuera del hombre con la imposición de manos y la oración, pero las actitudes corruptas del hombre permanecían. El hombre fue curado de su enfermedad y se le perdonaron sus pecados, pero en lo que se refiere a cómo el hombre sería despojado de las actitudes satánicas corruptas que había en su interior, esa obra todavía tenía que realizarse. El hombre sólo fue salvo y se le perdonaron sus pecados por su fe, pero su naturaleza pecaminosa no le fue quitada y permaneció en él. Los pecados del hombre fueron perdonados a través del Dios encarnado, pero eso no significó que el hombre ya no tuviera pecado en él. Los pecados del hombre podían ser perdonados por medio de la ofrenda por el pecado, pero en lo que se refiere a cómo puede lograrse que el hombre no peque más y cómo puede extirparse por completo y transformarse su naturaleza pecaminosa, él no tiene forma de resolver este problema. Los pecados del hombre fueron perdonados, y esto es gracias a la obra de crucifixión de Dios, pero el hombre siguió viviendo en su viejo carácter satánico corrupto del pasado. Así pues, el hombre debe ser completamente salvado de su carácter satánico corrupto para que su naturaleza pecadora le sea completamente extirpada y no se desarrolle más, permitiendo, así, que el carácter del hombre se transforme. Esto requeriría que el hombre entendiera la senda del crecimiento en la vida, el camino de la vida, y el camino del cambio de su carácter. También requeriría que el hombre actuara de acuerdo con esa senda, de forma que su carácter pueda ser cambiado gradualmente y él pueda vivir bajo el brillo de la luz y pueda ser conforme a la voluntad de Dios, despojarse de su carácter satánico corrupto, y liberarse de la influencia satánica de las tinieblas, emergiendo, así, totalmente del pecado. Sólo entonces recibirá el hombre la salvación completa. En la época en la que Jesús estaba llevando a cabo Su obra, el conocimiento que el hombre tenía de Él seguía siendo vago y poco claro. El hombre siempre creyó que Él era el hijo de David y proclamó que era un gran profeta y el Señor bondadoso que redimía los pecados del hombre. Algunos, por la fuerza de su fe, fueron sanados simplemente al tocar el borde de Su manto; los ciegos pudieron ver e incluso los muertos pudieron ser devueltos a la vida. Sin embargo, el hombre fue incapaz de descubrir el carácter satánico corrupto profundamente arraigado en su interior y tampoco sabía cómo desecharlo. El hombre recibió mucha gracia, como la paz y la felicidad de la carne, bendiciones sobre toda la familia por la fe de uno solo de sus miembros, la curación de las enfermedades, etc. El resto fueron las buenas obras del hombre y su apariencia piadosa; si alguien podía vivir con base en eso, se le consideraba un buen creyente. Sólo ese tipo de creyentes podían entrar en el cielo tras su muerte, lo que significaba que eran salvos. Pero durante su vida, estas personas no entendieron en absoluto el camino de la vida. Simplemente cometían pecados y después los confesaban, en un ciclo constante sin una senda para cambiar su carácter. Esa era la condición del hombre en la Era de la Gracia. ¿Ha recibido el hombre la salvación completa? ¡No! Por tanto, después de completarse esa etapa de la obra, aún quedaba la obra de juicio y castigo. Esta etapa tiene como objetivo hacer al hombre puro por medio de la palabra y, así, darle una senda que seguir. Esta etapa no sería fructífera ni tendría sentido si continuase con la expulsión de demonios, porque la naturaleza pecaminosa del hombre no sería extirpada y el hombre se detendría tras el perdón de los pecados. A través de la ofrenda por el pecado, al hombre se le han perdonado sus pecados, porque la obra de la crucifixión ya ha llegado a su fin y Dios ha vencido a Satanás. Pero el carácter corrupto del hombre sigue en él y este todavía puede pecar y resistirse a Dios y Dios no ha ganado a la humanidad. Esa es la razón por la que en esta etapa de la obra Dios usa la palabra para revelar el carácter corrupto del hombre y hace que este practique según la senda correcta. Esta etapa es más significativa que la anterior y también más fructífera, porque, ahora, la palabra es la que provee directamente la vida del hombre y permite que su carácter sea completamente renovado; es una etapa de obra mucho más concienzuda. Así pues, la encarnación en los últimos días ha completado el sentido de la encarnación de Dios y ha finalizado plenamente el plan de gestión de Dios para la salvación del hombre.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)

La obra de los últimos días es separar a todos según su especie, y concluir el plan de gestión de Dios, porque el tiempo está cerca y el día de Dios ha llegado. Dios trae a todos los que entran en Su reino, todos los que le son leales hasta el final, a la era de Dios mismo. Sin embargo, antes de la llegada de la era de Dios mismo, la obra de Dios no es la de observar las acciones del hombre ni la de indagar sobre la vida de este, sino la de juzgar la desobediencia del hombre, porque Dios purificará a todos los que vengan ante Su trono. Todos los que han seguido los pasos de Dios hasta el día de hoy son los que acuden ante el trono de Dios, y siendo esto así, cada persona que acepta la obra de Dios en su fase final es el objeto de Su purificación. En otras palabras, todo el que acepta la obra de Dios en su fase final es el objeto del juicio de Dios.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cristo hace la obra del juicio con la verdad

En los últimos días, Cristo usa una variedad de verdades para enseñar al hombre, para exponer la sustancia del hombre y para analizar minuciosamente sus palabras y acciones. Estas palabras comprenden verdades diversas tales como el deber del hombre, cómo el hombre debe obedecer a Dios, cómo debe ser leal a Dios, cómo debe vivir una humanidad normal, así como la sabiduría y el carácter de Dios, etc. Todas estas palabras están dirigidas a la sustancia del hombre y a su carácter corrupto. En particular, las palabras que exponen cómo el hombre desdeña a Dios se refieren a que el hombre es una personificación de Satanás y una fuerza enemiga contra Dios. Al emprender Su obra del juicio, Dios no aclara simplemente la naturaleza del hombre con unas pocas palabras; la expone, la trata y la poda a largo plazo. Estos métodos de exposición, de trato y poda no pueden ser sustituidos con palabras corrientes, sino con la verdad de la que el hombre carece por completo. Solo los métodos de este tipo pueden llamarse juicio; solo a través de este tipo de juicio puede el hombre ser doblegado y completamente convencido de la sumisión a Dios y, además, obtener un conocimiento verdadero de Dios. Lo que la obra de juicio propicia es el entendimiento del hombre sobre el verdadero rostro de Dios y la verdad sobre su propia rebeldía. La obra de juicio le permite al hombre obtener mucho entendimiento de la voluntad de Dios, del propósito de la obra de Dios y de los misterios que le son incomprensibles. También le permite al hombre reconocer y conocer su esencia corrupta y las raíces de su corrupción, así como descubrir su fealdad. Estos efectos son todos propiciados por la obra del juicio, porque la esencia de esta obra es, en realidad, la obra de abrir la verdad, el camino y la vida de Dios a todos aquellos que tengan fe en Él. Esta obra es la obra del juicio realizada por Dios.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cristo hace la obra del juicio con la verdad

Dios realiza la obra de juicio y castigo para que el hombre pueda conocerle, y por el bien de Su testimonio. Sin Su juicio sobre el carácter corrupto del ser humano, el hombre no podría conocer Su carácter justo que no permite ofensa, y no podría apartarse de su viejo conocimiento de Dios para adoptar el nuevo. Por el bien de Su testimonio y de Su gestión, Él hace pública Su totalidad, capacitando así al hombre para lograr el conocimiento de Dios, que su carácter sea transformado y que dé resonante testimonio de Él por medio de Su aparición pública. El cambio en el carácter del hombre se logra a través de distintos tipos de la obra de Dios; sin estos cambios en el carácter del hombre, este sería incapaz de dar testimonio de Dios y no podría ser conforme a Su corazón. El cambio en el carácter del hombre significa que se ha liberado de la atadura de Satanás y de la influencia de la oscuridad, y que se ha convertido de verdad en un modelo y una muestra de la obra de Dios, que ha llegado a ser un testigo suyo y alguien que es conforme a Su corazón. Hoy, el Dios encarnado ha venido a hacer Su obra en la tierra, y exige que el hombre logre conocerle, obedecerle, y dé testimonio de Él; que conozca Su obra práctica y normal, que obedezca todas Sus palabras y Su obra que no concuerdan con los conceptos del hombre, y dé testimonio de toda Su obra de salvación del hombre, y todos los hechos que Él hace para conquistar al hombre. Los que dan testimonio de Dios tienen que poseer un conocimiento de Él; solo este tipo de testimonio es preciso, práctico y el único que puede avergonzar a Satanás. Dios usa a aquellos que han llegado a conocerle pasando por Su juicio y Su castigo, por Su trato y Su poda, para que den testimonio de Él; Él usa a los que han sido corrompidos por Satanás para que den testimonio de Él; así también usa a aquellos cuyo carácter ha cambiado y que se han ganado, así, Sus bendiciones, para que den testimonio de Él. No necesita que el hombre lo alabe de palabra, ni necesita la alabanza y el testimonio de quienes son de la clase de Satanás, que no han sido salvados por Él. Solo aquellos que conocen a Dios son aptos para dar testimonio de Él y aquellos cuyo carácter ha sido transformado también lo son. Dios no permitirá que el hombre acarree vergüenza sobre Su nombre deliberadamente.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo aquellos que conocen a Dios pueden dar testimonio de Él

En la Era del Reino, Dios usa las palabras para iniciar la nueva era, para cambiar los medios por los cuales Él obra y para llevar a cabo la obra de la era entera. Este es el principio por el cual Dios obra en la Era de la Palabra. Él se hizo carne para hablar desde diferentes perspectivas, de modo que el hombre pudiera ver realmente a Dios —quien es la Palabra manifestada en la carne—, y para que pudiera contemplar Su sabiduría y Su maravilla. Este tipo de obra se realiza para lograr mejor los objetivos de conquistar al hombre, perfeccionarlo y descartarlo, que es el verdadero significado del uso de las palabras para obrar en la Era de la Palabra. A través de estas palabras, las personas llegan a conocer la obra de Dios, Su carácter, la sustancia del hombre y aquello en lo que el hombre debe entrar. A través de las palabras, la obra que Dios desea llevar a cabo en la Era de la Palabra fructifica en su totalidad. A través estas palabras, las personas son expuestas, descartadas y probadas. Las personas han visto las palabras de Dios, han oído estas palabras y han reconocido su existencia. Como resultado, han llegado a creer en la existencia de Dios, en Su omnipotencia y sabiduría, así como en el amor de Dios por el hombre y Su deseo de salvarlo. El término “palabras” puede ser sencillo y corriente, pero las palabras procedentes de la boca del Dios encarnado sacuden el universo, transforman el corazón de las personas, transforman sus nociones y su antiguo carácter, y la apariencia que el mundo entero solía tener. A lo largo de las eras, solo el Dios de la actualidad ha obrado de esta manera, y solo Él habla así y viene a salvar al hombre de ese modo. A partir de este momento, el hombre vive bajo la guía de las palabras de Dios, y es pastoreado y provisto por Sus palabras. La gente vive en el mundo de las palabras de Dios, entre las maldiciones y bendiciones de Sus palabras, y hay incluso más personas que han llegado a vivir bajo el juicio y el castigo de las mismas. Todas estas palabras y esta obra son en aras de la salvación del hombre, en aras del cumplimiento de la voluntad de Dios y en aras de cambiar el aspecto original del mundo de la antigua creación. Dios creó el mundo utilizando palabras, guía a las personas en todo el universo utilizando palabras, y las conquista y las salva utilizando palabras. Al final, Él utilizará palabras para llevar a la totalidad del mundo antiguo a su fin, completando, así, todo Su plan de gestión.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La Era del Reino es la Era de la Palabra

En los últimos días, Dios usa, principalmente, la palabra para perfeccionar al hombre. No usa señales ni prodigios para oprimir o convencer al hombre. Esto no puede poner de manifiesto el poder de Dios. Si Él solo mostrara señales y prodigios, sería imposible poner de manifiesto Su realidad y, por tanto, sería imposible perfeccionar al hombre. Dios no hace al hombre perfecto con señales y prodigios, sino que usa la palabra para regarlo y pastorearlo, tras lo cual se logra la completa obediencia del ser humano y su conocimiento de Dios. Este es el objetivo de la obra que Él lleva a cabo y de las palabras que pronuncia. Dios no usa el método de la demostración de señales y prodigios para perfeccionar al hombre, sino que usa palabras y muchos métodos diferentes en Su obra para tal menester. Ya sea el refinamiento, el trato, la poda o la provisión de palabras, Dios habla desde muchas perspectivas diferentes para hacer al hombre perfecto y darle un mayor conocimiento de la obra, la sabiduría y la maravilla de Dios. […] Ya he dicho antes que un grupo de vencedores será ganado de Oriente: vencedores que proceden de la gran tribulación. ¿Qué significan estas palabras? Significan que estas personas que han sido ganadas sólo obedecieron de verdad después de pasar por el juicio y el castigo, de ser tratados y podados, y tras todo tipo de refinamiento. La fe de estas personas no es vaga ni abstracta, sino práctica. No han visto señales ni prodigios ni milagros; no hablan de letras y doctrinas incomprensibles ni de percepciones profundas, sino que tienen realidad y las palabras de Dios, y un conocimiento verdadero de Su realidad. ¿Acaso un grupo así no es más capaz de poner de manifiesto el poder de Dios?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Todo se logra por la palabra de Dios

¿Por qué es la obra de conquista la última etapa? ¿No es precisamente para hacer manifiesto qué clase de final tendrá cada clase de hombre? ¿No es para permitir que todos, en el transcurso de la obra de conquista de castigo y juicio muestren su verdadera naturaleza y, posteriormente, sean clasificados según su tipo? En lugar de decir que esto es conquistar a la humanidad, podría ser mejor decir que esto está mostrando qué tipo de final tendrá cada clase de persona. Esto tiene que ver con juzgar los pecados de las personas y, luego, revelar los diversos tipos de personas, decidiendo, de esta forma, si son malvados o justos. Después de la obra de conquista llega la obra de recompensar el bien y castigar el mal. Las personas que obedecen completamente —es decir, las que son totalmente conquistadas— serán colocadas en el siguiente paso de la difusión de la obra de Dios a todo el universo; los no conquistados serán puestos en las tinieblas y se enfrentarán con calamidades. De esta manera el hombre se clasificará según su tipo, los hacedores de maldad serán agrupados con el mal, para no tener nunca más la luz del sol, y los justos serán agrupados con el bien para recibir la luz y vivir por siempre en ella. El fin está cerca para todas las cosas; el final del hombre se ha mostrado claramente a sus ojos y todas las cosas se clasificarán según su tipo. Entonces, ¿cómo pueden las personas escapar de la angustia de que cada uno sea clasificado según su tipo? Los diferentes finales de cada clase de hombre se revelarán cuando el final esté cerca para todas las cosas, y esto se hace durante la obra de conquista de todo el universo (incluyendo toda la obra de conquista, comenzando con la obra actual). La revelación del final de toda la humanidad se hace ante el trono del juicio, en el transcurso del castigo y de la obra de conquista de los últimos días. […] La etapa final de la obra de conquista tiene el propósito de salvar a las personas y, también, revelar su final. Es poner al descubierto la degeneración de ellas por medio del juicio y, de esta forma, hacer que se arrepientan, se levanten, y busquen la vida y la senda correcta de la vida humana. Es despertar el corazón de las personas adormecidas y obtusas y mostrar, a través del juicio, su rebeldía interior. Sin embargo, si las personas siguen siendo incapaces de arrepentirse, de buscar la senda correcta de la vida humana y de abandonar estas corrupciones, entonces están más allá de la salvación y serán devoradas por Satanás. Ese es el significado de la conquista de Dios: salvar a las personas y, también, mostrar sus finales. Buenos finales, malos finales; todos quedan al descubierto por la obra de conquista. Si las personas se salvarán o serán malditas, todo se revela durante la obra de conquista.

Los últimos días son cuando todas las cosas se clasificarán de acuerdo con su tipo por medio de la conquista. La conquista es la obra de los últimos días; en otras palabras, juzgar los pecados de cada persona es la obra de los últimos días. De lo contrario, ¿cómo podrían clasificarse las personas? La obra de clasificación que se hace entre vosotros es el comienzo de dicha obra en todo el universo. Después de esto, aquellos de todas las tierras y pueblos también estarán sujetos a la obra de conquista. Esto significa que cada persona de la creación será clasificada según su tipo y comparecerá ante el trono de juicio para ser juzgada. Ninguna persona y ninguna cosa puede escapar al sufrimiento de este castigo y juicio; ninguna persona y ninguna cosa puede eludir ser clasificada según su tipo; toda persona será clasificada, pues el final de todas las cosas está cerca, y todo lo que está en los cielos y sobre la tierra ha llegado a su conclusión. ¿Cómo podría el hombre escapar a los días finales de la existencia humana?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La verdadera historia de la obra de conquista (1)

La etapa de los últimos días, en la que el hombre ha de ser conquistado, es la última etapa de la batalla con Satanás, y también es la obra de la completa salvación del hombre del campo de acción de Satanás. El significado interior de la conquista del hombre es el regreso de la encarnación de Satanás —el hombre que ha sido corrompido por él— al Creador luego de ser conquistado, por medio de lo cual renegará de Satanás y volverá por completo a Dios. De este modo, el ser humano habrá sido completamente salvado. Así, la obra de conquista es la última en la batalla contra Satanás y la fase final de la gestión de Dios por el bien de la derrota de Satanás. Sin esta obra, la plena salvación del hombre sería imposible en última instancia, también sería imposible la derrota total de Satanás y la humanidad no sería nunca capaz de entrar en el maravilloso destino, o liberarse de la influencia de Satanás. Por consiguiente, la obra de salvación del hombre no puede concluir antes de que la batalla mencionada haya acabado, porque el núcleo central de la obra de gestión de Dios es por el bien de la salvación de la humanidad. La humanidad primitiva estaba en las manos de Dios, pero a causa de la tentación y la corrupción de Satanás, el hombre fue atado por Satanás y cayó en las manos del maligno. Satanás se convirtió, pues, en el objeto que debía ser derrotado en la obra de gestión de Dios. Al haber tomado posesión del hombre, y al ser este el capital que utiliza para llevar a cabo toda gestión, si el hombre debe salvarse tendrá que ser arrebatado de las manos de Satanás; esto significa que el hombre debe ser tomado de vuelta tras haber sido retenido cautivo por Satanás. Así, Satanás debe ser derrotado mediante cambios en el antiguo carácter del hombre, cambios que restauran su sentido original de razón. De este modo, el hombre, que ha sido tomado cautivo, puede ser recuperado de las manos de Satanás. Si el hombre es liberado de la influencia y la esclavitud de Satanás, entonces este será avergonzado y el ser humano será rescatado en última instancia y Satanás derrotado. Al quedar el hombre libre de la oscura influencia de Satanás, se convertirá en los despojos de toda esta batalla y Satanás será objeto de castigo una vez acabada la batalla; después de esto, toda la obra de la salvación de la humanidad habrá concluido.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso

Aquellos que puedan permanecer firmes durante la obra del juicio y el castigo de Dios durante los últimos días, es decir, durante la obra final de purificación, serán los que entrarán en el reposo final con Dios; por lo tanto, los que entran en el reposo se habrán librado de la influencia de Satanás y Dios los habrá adquirido después de que hayan pasado Su obra final de purificación. Estos humanos a los que Dios finalmente haya adquirido entrarán en el reposo final. El objetivo esencial de la obra del castigo y el juicio de Dios es purificar a la humanidad y prepararla para el día del reposo final. Sin esta purificación, nadie de la humanidad podrá ser clasificado en diferentes categorías según su especie ni entrar en el reposo. Esta obra es el único camino de la humanidad para entrar en el reposo. Solo la obra de purificación de Dios purificará a los humanos de su injusticia y solo Su obra de castigo y juicio traerá a la luz aquellos elementos rebeldes entre la humanidad, separando de ese modo a los que pueden ser salvados de los que no, y aquellos que permanecerán de los que no. Cuando esta obra termine, todas aquellas personas a las que se les permita permanecer serán purificadas y entrarán en un estado superior de humanidad en el que disfrutarán de una segunda vida humana más maravillosa sobre la tierra; en otras palabras, comenzarán su día del reposo humano y convivirán con Dios. Después de que aquellos a los que no se les permite permanecer hayan sido castigados y juzgados, su verdadera forma de ser se revelará por completo; después de esto todos serán destruidos y, al igual que Satanás, ya no se les permitirá sobrevivir sobre la tierra. La humanidad del futuro no incluirá ya a nadie de ese tipo de personas; tales personas no son aptas para entrar a la tierra del último reposo ni tampoco para participar en el día del reposo que Dios y la humanidad compartirán, porque son blanco del castigo, son malvadas y no son justas. Fueron redimidas una vez y también juzgadas y castigadas; también, una vez, le rindieron servicio a Dios. Pero, cuando el día final venga, serán eliminadas y destruidas debido a su propia maldad y debido a su propia desobediencia e incapacidad de ser redimidas; nunca volverán a existir en el mundo del futuro y tampoco vivirán entre la raza humana del futuro. Ya sean los espíritus de los muertos o personas que viven en la carne, todos los malhechores y todos los que no han sido salvados serán destruidos cuando los santos entre la humanidad entren en el reposo. En cuanto a estos espíritus y humanos malhechores y los espíritus de las personas justas y los que hagan justicia, sin importar en qué era estén, todos los que hacen el mal serán destruidos al final y todos los que son justos sobrevivirán. Que una persona o un espíritu reciba la salvación no se decide únicamente basándose en la obra de la era final, sino que se determina basándose en si ha resistido a Dios o le ha sido desobediente. Las personas de épocas anteriores, que hicieron mal y no pudieron conseguir la salvación, sin duda serán blanco del castigo, y los de la era actual que hagan el mal y no puedan ser salvados, seguramente también serán blanco del castigo. Se categoriza a los humanos basándose en el bien y el mal, no en qué era vivan. Una vez así categorizados, no serán castigados ni recompensados de inmediato; más bien, Dios solo llevará a cabo Su obra de castigar el mal y recompensar el bien después de haber finalizado Su obra de conquista en los últimos días. De hecho, Él ha estado separando a los humanos entre el bien y el mal desde que empezó a llevar a cabo Su obra entre ellos. Es simplemente que Él recompensará a los justos y castigará a los malvados solo después de que Su obra se haya completado; no es que los separará en categorías una vez se haya completado Su obra y después llevará a cabo Su tarea de castigar el mal y recompensar el bien inmediatamente. Su obra última de castigar el mal y recompensar el bien es para purificar por completo a todos los humanos para que Él pueda llevar a una humanidad completamente santa al reposo eterno. Esta etapa de Su obra es la más crucial. Es la etapa final de toda Su obra de gestión. Si Dios no destruyera a los malvados y los dejara permanecer, entonces los humanos todavía no podrían entrar en el reposo y Dios no podría llevar a toda la humanidad a un reino mejor. Esta obra no estaría completa. Cuando Él termine Su obra, toda la humanidad será completamente santa; solo de esta manera Dios podrá vivir en paz en el reposo.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo

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