Durante la Era de la Gracia, Dios se hizo carne y sirvió como ofrenda por el pecado, de manera que redimió a la humanidad del pecado. Dios se ha hecho carne una vez más en los últimos días. Él expresa la verdad y hace la obra del juicio para purificar a la humanidad y salvarla de la influencia de Satanás completamente. ¿Por qué se tiene que hacer carne dos veces para llevar a cabo la obra de la salvación de la humanidad? ¿Cuál es el significado de estas dos encarnaciones?

1 Mar 2021

Versículos bíblicos como referencia:

“Así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente le esperan” (Hebreos 9:28).

Las palabras relevantes de Dios:

La primera encarnación fue para redimir al hombre del pecado; para redimirlo por medio de la carne de Jesús; es decir, Él salvó al hombre de la cruz, pero el carácter satánico corrupto todavía permanecía en el hombre. La segunda encarnación ya no tiene como propósito servir como ofrenda por el pecado, sino, más bien, salvar por completo a los que fueron redimidos del pecado. Esto se hace de tal forma que aquellos cuyos pecados han sido perdonados puedan ser librados de sus pecados, sean purificados completamente y logren un cambio de carácter, y así sean liberados de la influencia de la oscuridad de Satanás y regresen delante del trono de Dios. Solo así puede el hombre ser plenamente santificado. Después de que la Era de la Ley llegó a su fin, y al comenzar la Era de la Gracia, Dios inició la obra de salvación, la cual continúa hasta los últimos días, cuando, al juzgar y castigar a la raza humana por su rebeldía, Él habrá purificado totalmente a la humanidad. Solo entonces Dios concluirá Su obra de salvación y entrará en el reposo. Por tanto, en las tres etapas de la obra, Dios solo se ha hecho carne dos veces para llevar a cabo Él mismo Su obra entre los hombres. Esto se debe a que solo una de las tres etapas de la obra consiste en guiar al hombre sobre cómo debe llevar su vida, mientras que, las otras dos, consisten en la obra de salvación. Solo haciéndose carne puede Dios vivir junto al hombre, experimentar el sufrimiento del mundo, y vivir en un cuerpo normal de carne. Solo de esta forma puede proveer a los hombres de la Palabra práctica que necesitan como seres creados. El hombre recibe la salvación plena de Dios a través de la encarnación de Dios, no directamente del cielo en respuesta a sus oraciones. El hombre es de carne y hueso, no tiene forma de ver al Espíritu de Dios y, mucho menos, de acercarse a Su Espíritu, así que lo único con lo que puede entrar en contacto es con la carne encarnada de Dios. Solo a través de esto es el hombre capaz de entender toda la Palabra y todas las verdades y recibir la salvación plena. La segunda encarnación será suficiente para eliminar los pecados del hombre y purificarlo plenamente. Por tanto, con la segunda encarnación se pondrá fin a la totalidad de la obra de Dios en la carne y se completará el sentido de la encarnación de Dios. A partir de ahí, la obra de Dios en la carne habrá llegado plenamente a su fin. Después de la segunda encarnación, Él no se hará carne una tercera vez para Su obra. Ya que toda Su gestión habrá llegado a su fin, la encarnación de los últimos días habrá ganado totalmente a las personas que ha seleccionado y, en los últimos días, la especie humana habrá sido ordenada según su tipo. Él ya no hará más la obra de salvación ni regresará a la carne para llevar a cabo obra alguna.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)

En la época en la que Jesús estaba llevando a cabo Su obra, el conocimiento que el hombre tenía de Él seguía siendo vago y poco claro. El hombre siempre creyó que Él era el hijo de David y proclamó que era un gran profeta y el Señor bondadoso que redimía los pecados del hombre. Algunos, por la fuerza de su fe, fueron sanados simplemente al tocar el borde de Su manto; los ciegos pudieron ver e incluso los muertos pudieron ser devueltos a la vida. Sin embargo, el hombre fue incapaz de descubrir el carácter satánico corrupto profundamente arraigado en su interior y tampoco sabía cómo desecharlo. El hombre recibió mucha gracia, como la paz y la felicidad de la carne, bendiciones sobre toda la familia por la fe de uno solo de sus miembros, la curación de las enfermedades, etc. El resto fueron las buenas obras del hombre y su apariencia piadosa; si alguien podía vivir con base en eso, se le consideraba un buen creyente. Sólo ese tipo de creyentes podían entrar en el cielo tras su muerte, lo que significaba que eran salvos. Pero durante su vida, estas personas no entendieron en absoluto el camino de la vida. Simplemente cometían pecados y después los confesaban, en un ciclo constante sin una senda para cambiar su carácter. Esa era la condición del hombre en la Era de la Gracia. ¿Ha recibido el hombre la salvación completa? ¡No! Por tanto, después de completarse esa etapa de la obra, aún quedaba la obra de juicio y castigo. Esta etapa tiene como objetivo purificar al hombre por medio de la palabra y, así, darle una senda que seguir. Esta etapa no sería fructífera ni tendría sentido si continuase con la expulsión de demonios, porque la naturaleza pecaminosa del hombre no sería extirpada y el hombre se detendría tras el perdón de los pecados. A través de la ofrenda por el pecado, al hombre se le han perdonado sus pecados, porque la obra de la crucifixión ya ha llegado a su fin y Dios ha vencido a Satanás. Pero el carácter corrupto del hombre sigue en él y este todavía puede pecar y resistirse a Dios y Dios no ha ganado a la humanidad. Esa es la razón por la que en esta etapa de la obra Dios usa la palabra para desenmascarar el carácter corrupto del hombre y hace que este practique según la senda apropiada. La obra de esta etapa es más significativa que la anterior y también más fructífera, porque, ahora, la palabra es la que provee directamente la vida del hombre y permite que su carácter sea completamente renovado; es una etapa de obra mucho más completa. Así pues, la encarnación en los últimos días ha completado el sentido de la encarnación de Dios y ha finalizado plenamente el plan de gestión de Dios para la salvación del hombre.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)

Dios, en Su primera encarnación, no completó la obra de la encarnación, sino solo el primer paso de la obra que Dios hecho carne debía realizar. Así pues, con el fin de completar la obra de la encarnación, Dios ha regresado a la carne una vez más y vive toda la normalidad y la practicidad de la carne; es decir, hace manifiesta la Palabra de Dios en una carne de lo más normal y ordinaria, y concluye de esta forma la obra que Él aún tiene que completar en la carne. La segunda carne encarnada tiene la misma esencia que la primera, pero Él es incluso más práctico aún, incluso más normal que la primera. Como consecuencia, el sufrimiento que la segunda carne encarnada soporta es mayor que el de la primera, pero este sufrimiento es una consecuencia de Su ministerio en la carne, el cual es diferente del sufrimiento del hombre corrupto. También brota de la normalidad y de la practicidad de Su carne. Como Él realiza Su ministerio en una carne totalmente normal y práctica, esta debe soportar muchas dificultades. Cuanto más normal y práctica sea esta carne, más sufrirá Él en la realización de Su ministerio. La obra de Dios se expresa en una carne muy común, que no es en absoluto sobrenatural. Como Su carne es normal y también debe cargar con la obra de salvar al hombre, Él sufre en mayor medida de lo que lo haría una carne sobrenatural; y todo este sufrimiento brota de la practicidad y de la normalidad de Su carne. De los sufrimientos que han padecido las dos carnes encarnadas durante la realización de Sus ministerios, se puede ver la esencia de la carne encarnada. Cuanto más normal sea la carne, mayor la dificultad que debe soportar al emprender la obra; cuanto más práctica sea la carne que emprende la obra, más duras las nociones de las personas y mayores los peligros que probablemente puedan sobrevenirle. Sin embargo, cuanto más práctica sea la carne y cuanto más posea las necesidades y el sentido completo de un ser humano normal, más capaz será Él de asumir la obra de Dios en la carne. Jesús fue clavado en la cruz por medio de la carne, y Él sirvió como ofrenda por el pecado por medio de la carne, es decir, fue a través de una carne con humanidad normal que Él derrotó a Satanás y salvó totalmente al hombre desde la cruz. Y es por medio de una carne completa que la segunda encarnación lleva a cabo la obra de conquista y derrota a Satanás. Solo una carne completamente normal y práctica puede realizar la obra de conquista en su totalidad y dar un testimonio potente. Es decir, la conquista al hombre logra su efecto por medio de la practicidad y la normalidad de Dios en la carne, no a través de milagros y revelaciones sobrenaturales. El ministerio desempeñado por este Dios encarnado consiste en hablar, y es hablando como Él conquista y perfecciona al hombre; en otras palabras, la obra del Espíritu materializada en la carne es hablar y el trabajo de la carne es hablar y, de este modo, lograr el propósito de conquistar, revelar, perfeccionar y descartar por completo a la gente. Por tanto, la obra de Dios en la carne se cumplirá en su totalidad en la obra de conquista. La obra de expiar los pecados del hombre que se llevó a cabo la primera vez solo era el comienzo de la obra de la encarnación; solo la carne que realiza la obra de conquista completa toda la obra de la encarnación. En cuanto al género, uno es varón y la otra es mujer; de esta manera se ha completado la relevancia de la encarnación de Dios y se han disipado las nociones del hombre sobre Él: Dios puede convertirse tanto en varón como en mujer y, en esencia, el Dios encarnado no tiene género. Él creó tanto al hombre como a la mujer y para Él no hay división de géneros. En esta etapa de la obra, Dios no lleva a cabo señales y maravillas, de forma que la obra logrará sus resultados por medio de las palabras. Además, esto se debe a que esta vez la obra del Dios encarnado no consiste en sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios, sino en conquistar al hombre hablando; lo que quiere decir que la habilidad natural de esta carne encarnada de Dios es decir palabras y conquistar al hombre, no sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios. Su obra en una humanidad normal no es realizar milagros, ni sanar a los enfermos ni echar fuera a los demonios, sino hablar; y por eso la segunda carne encarnada les parece a las personas más normal que la primera. Las personas ven que la encarnación de Dios no es mentira; pero este Dios encarnado es diferente a Jesús encarnado y, aunque ambos son Dios encarnado, no son completamente iguales. Jesús poseía una humanidad normal y ordinaria, pero Él estuvo acompañado por muchas señales y maravillas. En este Dios encarnado, los ojos humanos no verán señales o maravillas, ni sanación de enfermos ni expulsión de demonios, ni lo verán caminar sobre el mar ni ayunar durante cuarenta días… Él no realiza la misma obra que Jesús llevó a cabo, no porque Su carne sea en esencia diferente a la de Jesús, sino porque no es Su ministerio sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios. Él no echa abajo Su propia obra ni la perturba. Como conquista al hombre a través de Sus palabras prácticas, no hay necesidad de someterlo con milagros y, por tanto, esta etapa consiste en completar la obra de la encarnación.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

El significado de la encarnación es que un hombre normal y corriente lleve a cabo la obra de Dios mismo; es decir, que Dios lleva a cabo Su obra divina con humanidad y vence de este modo a Satanás. La encarnación significa que el Espíritu de Dios se hace carne, es decir, que Dios se hace carne; la obra que la carne realiza es la obra del Espíritu, la cual se materializa en la carne y es expresada por la carne. Nadie, excepto la carne de Dios, puede cumplir con el ministerio del Dios encarnado; es decir, que solo la carne encarnada de Dios, esa humanidad normal —y nadie más— puede expresar la obra divina. Si durante Su primera venida, Dios no hubiera poseído una humanidad normal antes de los veintinueve años de edad, si al nacer, hubiera podido obrar milagros, si tan pronto como hubiera aprendido a hablar, hubiera podido hablar el lenguaje del cielo, si en el momento en el que puso Su pie sobre la tierra por primera vez, hubiera podido comprender todos los asuntos mundanos, distinguir todos los pensamientos y las intenciones de cada persona, a esa persona no se le habría podido haber llamado un hombre normal y tal carne no podría haberse llamado carne humana. Si este fuera el caso con Cristo, entonces el sentido y la esencia de la encarnación de Dios se perdería. Que posea una humanidad normal demuestra que Él es Dios encarnado en la carne; que pase por un proceso de crecimiento humano normal demuestra aún más que Él es de carne normal; además, Su obra es prueba suficiente de que Él es la Palabra de Dios, el Espíritu de Dios, hecho carne. Dios se hace carne por las necesidades de Su obra; en otras palabras, esta etapa de la obra debe hacerse en la carne, en una humanidad normal. Este es el requisito previo para que “el Verbo se haga carne”, para “la aparición de la Palabra en la carne”, y es la verdadera historia detrás de las dos encarnaciones de Dios.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

¿Por qué digo que el sentido de la encarnación no se completó en la obra de Jesús? Porque el Verbo no se hizo enteramente carne. Lo que Jesús realizó fue solo una parte de la obra de Dios en la carne; Él solo llevó a cabo la obra de redención y no la de ganar completamente al hombre. Por esta razón, Dios se ha hecho carne una vez más en los últimos días. Esta etapa de la obra también se lleva a cabo en una carne ordinaria; la realiza un ser humano completamente normal, uno cuya humanidad no es en absoluto trascendente. En otras palabras, Dios se ha hecho un ser humano completo; es una persona cuya identidad es la de Dios, un ser humano completo, una carne completa, que está llevando a cabo la obra. Los ojos humanos ven un cuerpo carnal que no es en absoluto trascendente, una persona muy ordinaria que puede hablar el lenguaje del cielo, que no muestra señales milagrosas, que no obra milagros y que mucho menos deja en evidencia la verdad oculta sobre la religión en grandes asambleas. Para las personas, la obra de la segunda carne encarnada es totalmente diferente a la de la primera, tanto es así, que ambas parecen no tener nada en común y nada de la primera obra puede verse en esta ocasión. Aunque la obra de la segunda carne encarnada es diferente de la obra de la primera, eso no prueba que Su fuente no sea la misma. Que Su fuente sea o no la misma depende de la naturaleza de la obra realizada por las carnes y no de Sus caparazones corporales. Durante las tres etapas de Su obra, Dios se ha encarnado dos veces y, en ambas ocasiones, la obra de Dios encarnado inaugura una nueva era, realiza una nueva obra. Las encarnaciones se complementan entre sí. Es imposible para el ojo humano percibir que ambas carnes provienen realmente de la misma fuente. Sobra decir que esto escapa a la capacidad del ojo humano o a la de la mente del hombre. Pero, en Su esencia, son lo mismo, porque Su obra se origina en el mismo Espíritu. Si ambas carnes encarnadas surgen o no de la misma fuente, no puede juzgarse por la era y el lugar en el que nacieron, o por otros factores similares, sino por la obra divina expresada por Ellas. La segunda carne encarnada no lleva a cabo nada de la obra que Jesús realizó, porque la obra de Dios no se ciñe a convenciones, sino que cada vez se abre una nueva senda. La segunda carne encarnada no pretende profundizar ni solidificar la impresión de la primera carne en la mente de las personas, sino complementarla y perfeccionarla, profundizar el conocimiento de Dios por parte del hombre, romper todas las reglas existentes en los corazones de las personas y barrer las imágenes falaces de Dios en sus corazones. Puede decirse que ninguna etapa individual de la obra de Dios puede darle al hombre un conocimiento completo de Él; cada una da solo una parte, no el todo. Aunque Dios ha expresado Su carácter por completo, debido a la limitada capacidad de comprensión del hombre, su conocimiento de Dios sigue siendo incompleto. Es imposible, usando un lenguaje humano, transmitir la totalidad del carácter de Dios; ¿cuánto menos puede una sola etapa de Su obra expresar plenamente lo que es Dios? Él obra en la carne bajo la cubierta de Su humanidad normal y uno solamente puede conocerlo por las expresiones de Su divinidad, no por Su caparazón corporal. Dios viene en la carne para permitir al hombre conocerlo por medio de Su obra variada, y no hay dos etapas de Su obra que sean iguales. Solo de esta forma puede el hombre tener un conocimiento pleno de la obra de Dios en la carne, no confinada a una sola faceta.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios

La etapa de la obra que realizó Jesús solo cumplió con la esencia de “el Verbo era con Dios”: la verdad de Dios era con Dios y el Espíritu de Dios era con la carne y era inseparable de la carne. Es decir, la carne de Dios encarnado estaba con el Espíritu de Dios, que es una prueba mayor de que Jesús encarnado fue la primera encarnación de Dios. Esta etapa de la obra cumple precisamente el significado interno de “la Palabra se hace carne”, le da un significado más profundo a “el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”, y te permite creer firmemente en las palabras “en el principio era el Verbo”. Lo que es igual a decir que en el momento de la creación Dios poseía palabras, Sus palabras eran con Él y eran inseparables de Él, y en la era final deja aún más claro el poder y la autoridad de Sus palabras y permite al hombre ver toda Su Palabra, oír todas Sus palabras. Tal es la obra de la era final. Debes llegar a entender estas cosas de pies a cabeza. No se trata de conocer la carne, sino de cómo entiendes la carne y la Palabra. Este es el testimonio que debes dar, que todos deben conocer. Como esta es la obra de la segunda encarnación, y la última vez que Dios se hace carne, completa el sentido de la encarnación, lleva a cabo y hace surgir por completo toda la obra de Dios en la carne, y pone fin a la era de Dios en la carne.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Práctica (4)

Durante la Era del Reino, Dios encarnado pronuncia palabras para conquistar a todos los que creen en Él. Esto es “la Palabra que aparece en la carne”. Dios ha venido durante los últimos días para llevar a cabo esta obra; es decir, ha venido a manifestar el significado práctico de la Palabra que aparece en la carne. Él sólo pronuncia palabras y rara vez se producen hechos. Esto es la esencia misma de la Palabra que aparece en la carne, y cuando Dios encarnado pronuncia Sus palabras, es la aparición de la Palabra en la carne y la Palabra que se hace carne. “En el comienzo existía el Verbo y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios, y la Palabra se hizo carne”.* Esto (la obra de la aparición de la Palabra en la carne) es la obra que Dios llevará a cabo en los últimos días, y es el capítulo final de la totalidad de Su plan de gestión; así, Dios tiene que venir a la tierra y manifestar Sus palabras en la carne. Lo que se hace hoy, lo que se hará en el futuro, lo que Dios realizará, el destino final del hombre, los que serán salvos, los que serán destruidos, etcétera, toda esta obra que debe realizarse al final se ha expuesto con claridad, y su propósito es manifestar el significado práctico de la Palabra que aparece en la carne. Los decretos administrativos y la constitución que se emitieron anteriormente, los que serán destruidos, los que entrarán en el reposo, todas esas palabras deben cumplirse. Se trata de la obra realizada por el Dios encarnado principalmente durante los últimos días. Él hace que las personas comprendan adónde pertenecen los que fueron predestinados por Dios, y adónde pertenecen los que no son predestinados por Él; cómo serán clasificados Su pueblo y Sus hijos, lo que le ocurrirá a Israel y lo que le ocurrirá a Egipto. En el futuro, cada una de estas palabras se cumplirá. El ritmo de la obra de Dios se va acelerando. Dios usa la palabra como el medio para revelarle al hombre lo que se ha de realizar en cada era, lo que el Dios encarnado ha de llevar a cabo durante los últimos días y el ministerio que Él realizará, y todas estas palabras tienen el propósito de manifestar el significado real de la Palabra que aparece en la carne.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Todo se logra por la palabra de Dios

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