Las bendiciones de Dios

29 Jul 2018

Génesis 17:4-6 En cuanto a mí, he aquí, mi pacto es contigo, y serás padre de multitud de naciones. Y no serás llamado más Abram; sino que tu nombre será Abraham; porque yo te haré padre de multitud de naciones. Te haré fecundo en gran manera, y de ti haré naciones, y de ti saldrán reyes.

Génesis 18:18-19 Abraham por seguro se convertiría en una nación grande y poderosa, y que todas las naciones de la tierra serán benditas en él. Porque lo conozco, él ordenará a sus hijos y a su casa después de él, y ellos seguirán en el camino de Jehová, para que hagan justicia y juzguen; y para que Jehová dé a Abraham lo que Él ha dicho de él.*

Génesis 22:16-18 Juro por Mí mismo —dijo Jehová— que porque has hecho esto, y no has retenido a tu hijo, tu único hijo, te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tu simiente tendrá las puertas de sus enemigos; y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque has obedecido Mi voz.*

Job 42:12 Entonces Jehová bendijo la situación actual de Job más que al comienzo, ya que él tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil burras.*

La manera única y las características de las declaraciones del Creador son un símbolo de Su identidad y autoridad únicas

Muchos desean buscar y obtener las bendiciones de Dios, pero no todos las consiguen, porque Él tiene Sus propios principios y bendice al hombre a Su manera. Las promesas que Dios le hace al hombre, y la cantidad de gracia que le concede, se asignan en base a sus pensamientos y sus acciones. Entonces ¿qué muestran las bendiciones de Dios? ¿Qué pueden ver las personas en su interior? En este punto, dejemos de lado el debate respecto a qué tipos de personas bendice Dios, y los principios de la bendición de Dios al hombre. En su lugar, consideremos que Dios bendice al hombre con el objetivo de que este conozca Su autoridad y desde esa perspectiva.

Los cuatro pasajes anteriores de las Escrituras son registros de la bendición de Dios sobre el hombre. Proporcionan una descripción detallada de los destinatarios de las bendiciones divinas como Abraham y Job, así como de las razones por las que Dios las concedió, y cuál era su contenido. El tono y la manera de las declaraciones de Dios, así como la perspectiva y la posición desde las cuales Él habló, permiten a la gente apreciar que Aquel que otorga las bendiciones y el receptor de estas bendiciones tienen una identidad, un estatus y una esencia distintivamente diferentes. El tono y la manera de estas afirmaciones, y la posición desde los que fueron habladas, son exclusivos de Dios, quien posee la identidad del Creador. Tiene autoridad y poder, así como el honor del Creador y la majestad que no tolera la duda de ningún hombre.

Primero veamos Génesis 17:4-6: “En cuanto a mí, he aquí, mi pacto es contigo, y serás padre de multitud de naciones. Y no serás llamado más Abram; sino que tu nombre será Abraham; porque yo te haré padre de multitud de naciones. Te haré fecundo en gran manera, y de ti haré naciones, y de ti saldrán reyes”. Estas palabras fueron el pacto que Dios estableció con Abraham, así como Su bendición sobre él: Dios convertiría a Abraham en padre de naciones, lo haría extremadamente fructífero, y de él saldrían naciones y reyes. ¿Ves la autoridad de Dios en estas palabras? ¿Y cómo la ves? ¿Qué aspecto de la esencia de Su autoridad ves? A partir de una lectura detenida de estas palabras no resulta difícil descubrir que la autoridad y la identidad de Dios se revelan con claridad en el lenguaje de Sus afirmaciones. Por ejemplo, cuando Él declara: “mi pacto es contigo, y serás […] yo te haré […] Te haré […]”, frases como “tú serás” y “Yo haré”, cuyo lenguaje conlleva la afirmación de la identidad y la autoridad de Dios, son, en un aspecto, un indicador de la fidelidad del Creador y en otro, palabras especiales usadas por Dios, quien posee la identidad del Creador, y que a la vez forman parte del vocabulario convencional. Si alguien dice que espera que otra persona sea sumamente fructífera, que de ella se formen naciones y salgan reyes, es sin duda un tipo de deseo, no una promesa o una bendición. Por ello, las personas no se atreven a decir “yo te haré esto y aquello, tú harás esto y aquello…”, porque saben que no poseen tal poder; es algo que no está en sus manos, y aunque expresaran tales cosas, sus palabras serían vacías y sin sentido, y estarían impulsadas por su deseo y su ambición. ¿Se atreve alguien a hablar en semejante tono grandioso si siente que no puede cumplir sus deseos? Todo el mundo desea el bien de sus descendientes, y espera que se destaquen y disfruten de grandes éxitos. “¡Qué gran fortuna sería que uno de ellos llegase a ser emperador! ¡Si uno fuera gobernador, tampoco estaría mal, mientras sea alguien importante!”. Todos estos son deseos de la gente, pero las personas solo pueden desear bendiciones sobre sus descendientes, y no pueden cumplir ninguna de sus promesas ni hacer que se hagan realidad. En su corazón todos saben claramente que no poseen el poder para lograr tales cosas, porque todo acerca de ellas escapa a su control; ¿cómo podrían, pues, ordenar el destino de otros? La razón por la que Dios sí puede pronunciar estas palabras es que posee esa autoridad, y es capaz de cumplir y realizar todas las promesas que le hace al hombre, y de materializar todas las bendiciones que le concede. El ser humano fue creado por Dios, y para Él sería un juego de niños hacer que alguien sea sumamente fructífero; hacer que prosperen los descendientes de alguien solo requeriría una palabra suya. Él nunca tendría que apurarse para lograr algo así, ni romperse la cabeza o enredarse; este es el poder mismo de Dios, Su autoridad misma.

Después de leer que “Abraham por seguro se convertiría en una nación grande y poderosa, y que todas las naciones de la tierra serán benditas en él”* en Génesis 18:18, ¿podéis sentir la autoridad de Dios? ¿Podéis sentir lo extraordinario del Creador? ¿Podéis sentir Su supremacía? Las palabras de Dios son ciertas. Él no habla así por confiar en Su éxito ni en representación de este, sino que Sus palabras son la prueba de la autoridad de Sus declaraciones y un mandamiento que las cumple. Aquí, deberíais prestar atención a dos expresiones. Cuando Dios dice “Abraham por seguro se convertiría en una nación grande y poderosa, y que todas las naciones de la tierra serán benditas en él”,* ¿existe algún elemento de ambigüedad en estas palabras? ¿Algún elemento de preocupación? ¿De miedo? Debido a las palabras “ciertamente” y “serán” en las afirmaciones de Dios, estos elementos particulares en el hombre y a menudo exhibidos por él, nunca han tenido relación alguna con el Creador. Nadie se atrevería a usar tales palabras al desear el bien de otros ni osaría bendecir a alguien con tanta seguridad como para darle una nación grande y poderosa, ni prometerle que todas las naciones de la tierra serán benditas en él. Cuanto más ciertas son las palabras de Dios, más demuestran algo; ¿y qué es ese algo? Demuestran que Dios posee esa autoridad, que Su autoridad puede lograr estas cosas, y que su cumplimiento es inevitable. Dios estaba seguro en Su corazón, sin la más mínima duda, de todo aquello con lo que bendijo a Abraham. Además, todo aquello se cumpliría según Sus palabras; no habría fuerza capaz de alterar, obstruir, perjudicar o perturbar su cumplimiento. Independientemente de lo que ocurriese, nada podría revocar ni influenciar el cumplimiento y la realización de las palabras divinas. ¡Este es el verdadero poder de las palabras que salen de la boca del Creador, y Su autoridad que no admite la negativa del hombre! Una vez leídas estas palabras, ¿sigues teniendo dudas? La boca de Dios pronunció estas palabras, y en ellas hay poder, majestad y autoridad. Este poder y esta autoridad, así como la inevitabilidad del cumplimiento del hecho, son inalcanzables e insuperables para cualquier ser creado o no creado. Solo el Creador puede conversar con la humanidad usando semejante tono y entonación, y los hechos han demostrado que Sus promesas no son palabras vacías ni alardes inútiles, sino la expresión de la autoridad única e insuperable por cualquier persona, cosa, u objeto.

¿Cuál es la diferencia entre las palabras habladas por Dios y las pronunciadas por el hombre? Cuando lees estas declaraciones de Dios, sientes el poder de Sus palabras y Su autoridad. ¿Cómo te sientes cuando oyes a las personas decir estas palabras? ¿Piensas que son extremadamente arrogantes y jactanciosos, que alardean de sí mismas? Porque no tienen este poder ni poseen esa autoridad y, por tanto, son completamente incapaces de lograr tales cosas. Que estén tan seguros de sus promesas solo muestra la negligencia de sus observaciones. Si alguien pronuncia semejantes palabras, sin duda es arrogante y excesivamente confiado, y se revelaría como un ejemplo clásico del carácter del arcángel. Estas palabras salieron de la boca de Dios; ¿percibes algún elemento de arrogancia aquí? ¿Sientes que las palabras de Dios son solo una broma? Sus palabras son autoridad, Sus palabras son realidad, y antes de que Su boca las profiera, es decir, cuando Él toma la decisión de hacer algo, eso ya se ha realizado. Puede decirse que todo lo que Dios le dijo a Abraham fue un pacto que Él estableció con Abraham, y una promesa que le hizo. Esta promesa era una realidad establecida, un hecho consumado, y todo se cumplió gradualmente en los pensamientos de Dios de acuerdo con Su plan. Por tanto, que Dios profiriera tales palabras no significa que tenga un carácter arrogante, porque Él es capaz de lograr esas cosas. Él tiene ese poder y autoridad, y es totalmente capaz de realizar esos actos, y su materialización está por completo dentro del ámbito de Su capacidad. Cuando palabras como estas salen de la boca de Dios, son una revelación y una expresión de Su verdadero carácter; una revelación y una manifestación perfectas de la esencia y la autoridad de Dios, y no hay nada más apropiado y adecuado como prueba de la identidad del Creador. La forma, el tono y el lenguaje de tales afirmaciones son precisamente la marca de Su identidad, y se corresponden perfectamente con la expresión de la propia identidad de Dios; en ellas no hay fingimiento ni impureza; son, completa y totalmente, la demostración perfecta de la esencia y la autoridad del Creador. En cuanto a las criaturas, no poseen esta autoridad ni esta esencia, y mucho menos el poder que Dios da. Si el hombre traiciona semejante comportamiento, sería con total seguridad la fulminación de su carácter corrupto, y en la raíz de esto estaría el impacto de la interferencia de la arrogancia del hombre y su ambición salvaje, así como la revelación de las intenciones malignas nada más y nada menos que del diablo, Satanás, quien desea engañar a las personas y seducirlas para que traicionen a Dios. ¿Cómo considera Dios lo que revela un lenguaje así? Él diría que deseas usurpar Su lugar, suplantarlo y reemplazarlo. Cuando tú imitas el tono de las afirmaciones de Dios, tu intención es sustituirlo en el corazón de las personas, apropiarte de la humanidad que le pertenece por derecho a Dios. Eso es Satanás, lisa y llanamente; ¡son las acciones de los descendientes del arcángel, intolerables para el cielo! ¿Hay entre vosotros alguien que haya imitado alguna vez a Dios de algún modo, hablando unas pocas palabras con intención de confundir y engañar a alguien, haciéndole sentir que sus palabras y sus acciones encierran la autoridad y el poder de Dios, como si la esencia y la identidad de esta persona fuesen únicas, e incluso como si el tono de sus palabras fuese similar al de Dios? ¿Habéis hecho algo así en alguna ocasión? ¿Habéis imitado alguna vez el tono de Dios en vuestro discurso, con gestos que representan supuestamente Su carácter, con lo que suponéis que es poder y autoridad? ¿Actuáis así la mayoría de vosotros, con frecuencia o planeáis hacerlo? Ahora, cuando veis, percibís y conocéis verdaderamente la autoridad del Creador, y miráis en retrospectiva a lo que solíais hacer y revelar de vosotros mismos, ¿os sentís asqueados? ¿Reconocéis vuestra bajeza y desvergüenza? Habiendo diseccionado el carácter y la esencia de tales personas, ¿podría decirse que son la descendencia maldita del infierno? ¿Podría afirmarse que todos los que actúan así están acarreando humillación sobre sí mismos? ¿Reconocéis la gravedad de su naturaleza? ¿Os dais cuenta de lo grave que es? El propósito de las personas que actúan de este modo es imitar a Dios. Quieren ser Dios, y hacen que las personas los adoren como tal. Quieren abolir el lugar de Dios en el corazón de las personas, y librarse del Dios que obra en medio del hombre, y lo hacen para conseguir el objetivo de controlar a las personas, devorarlas y tomar posesión de ellas. Todos tienen deseos y ambiciones subconscientes como este; todos viven en este tipo de esencia satánica y corrupta y en una naturaleza satánica en la que están en enemistad con Dios, lo traicionan, y desean convertirse en Él. Después de Mi enseñanza sobre el tema de la autoridad de Dios, ¿seguís deseando o aspirando a suplantarle o imitarle? ¿Seguís deseando ser Dios? ¿Seguís deseando volveros Dios? El hombre no puede imitar Su autoridad ni puede suplantar Su identidad y Su estatus. Aunque seas capaz de imitar el tono con el que Dios habla, no puedes imitar Su esencia. Aunque seas capaz de ponerte en el lugar de Dios y suplantarlo, jamás serás capaz de hacer lo que Él pretende hacer y nunca serás capaz de gobernar y ordenar todas las cosas. A los ojos de Dios, siempre serás una pequeña criatura, e independientemente de lo grandes que sean tus habilidades y capacidades, de los dones que tengas, estás totalmente bajo el dominio del Creador. Aunque seas capaz de pronunciar palabras atrevidas, con ello no demostrarás jamás tener la esencia del Creador ni esto supondrá que poseas Su autoridad. La autoridad y el poder de Dios son la esencia de Dios mismo. No fueron aprendidas ni añadidas externamente, sino que son la esencia inherente a Él mismo. Por tanto, la relación entre el Creador y las criaturas nunca puede alterarse. Como una de las criaturas, el hombre debe mantener su propia posición y comportarse concienzudamente. Debes guardar con sumisión aquello que el Creador te ha confiado. No debéis actuar de forma inaceptable ni hacer cosas más allá de vuestra capacidad, ni las que son aborrecibles para Dios. No tratéis de ser grandioso, ni de convertirte en un superhombre ni de estar por encima de los demás, ni de buscar volverte Dios. Así es como las personas no deberían desear ser. Buscar ser grandioso o un superhombre es absurdo. Procurar convertirse en Dios es incluso más vergonzoso; es repugnante y despreciable. Lo que es elogiable, y a lo que las criaturas deberían aferrarse más que a cualquier otra cosa, es a convertirse en una verdadera criatura; este es el único objetivo que todas las personas deberían perseguir.

La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I

Las citas bíblicas marcadas (*) han sido traducidas de AKJV.

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