Cuáles son las diferencias entre hacer el propio deber y hacer un servicio

23 Sep 2019

Las palabras relevantes de Dios:

Que el hombre lleve a cabo su deber es, de hecho, el cumplimiento de todo lo que es inherente a él; es decir, lo que es posible para él. Es entonces cuando su deber se cumple. Los defectos del hombre durante su servicio se reducen gradualmente a través de la experiencia progresiva y del proceso de pasar por el juicio; no obstaculizan ni afectan el deber del hombre. Los que dejan de servir o ceden y retroceden por temor a que puedan existir inconvenientes en su servicio son los más cobardes de todos. Si las personas no pueden expresar lo que deben expresar durante el servicio ni lograr lo que por naturaleza es posible para ellas y, en cambio, pierden el tiempo y actúan mecánicamente, han perdido la función que un ser creado debe tener. A esta clase de personas se les conoce como “mediocres”; son desechos inútiles. ¿Cómo pueden esas personas ser llamadas apropiadamente seres creados? ¿Acaso no son seres corruptos que brillan por fuera, pero que están podridos por dentro?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia entre el ministerio de Dios encarnado y el deber del hombre

¿Cuál es la diferencia entre hacer servicio y cumplir con el deber de uno? Hacer servicio significa hacer lo que quieras, por lo menos siempre y cuando no ofenda el carácter de Dios. Mientras nadie investigue tus acciones y lo que hagas sea pasable, con eso es suficiente. No te preocupas por los cambios de carácter, por hacer las cosas según los principios-verdad, por satisfacer la voluntad de Dios, y menos aún por cómo someterte a las orquestaciones y arreglos de Dios o hacer bien tu deber y rendir cuentas de este a Dios. No prestas atención a ninguna de esas cosas, y esto es lo que se llama hacer servicio; es dedicar todo tu esfuerzo y trabajar como un esclavo, de la mañana a la noche. Si le preguntas a una persona así: “Todos estos años de duro y amargo trabajo en los que te has implicado, ¿de qué han servido?”, entonces te responderá: “Pues para poder ganar bendiciones”. Si se les pregunta si su carácter ha tenido algún cambio como resultado de todos los años que han creído en Dios, si han llegado a estar seguros de la existencia de Dios, si tienen algún grado de comprensión o experiencia verdadera de las orquestaciones y arreglos del Creador, la respuesta a todo esto será un “no” categórico, y no serán capaces de hablar de ninguna de estas cosas. Cuando no ha habido mejora o avance en ninguno de los indicadores relacionados con los cambios de carácter, tal persona simplemente hace servicio constantemente. Supongamos que una persona presta servicio durante muchos años y, sin darse cuenta, llega a comprender que posee un carácter corrupto, se rebela a menudo contra Dios, se queja, es incapaz de obedecerle, está profundamente corrompida, no importa cómo Dios le pida que se someta a Él, es incapaz de hacerlo. Intenta contenerse, pero no funciona, ni tampoco funciona maldecirse a sí misma o hacer juramentos. Al final, descubre que: “El hombre tiene en realidad un carácter corrupto, y por eso es capaz de rebelarse contra Dios. Cuando algo sucede, la gente siempre alberga sus propios deseos e investiga las orquestaciones y arreglos de Dios. Aunque están dispuestos a esforzarse, en el momento en que algo involucra a su carácter y sus salvajes ambiciones y anhelos, sus intenciones y deseos, son incapaces de renunciar a ellos o dejarlos ir. Siempre quieren hacer las cosas de manera que les satisfagan. ¡Así soy yo, y soy muy complicado de manejar! ¿Qué se le va a hacer?”. Si han comenzado a reflexionar sobre estas cosas, entonces ya tienen una pequeña comprensión de los modos humanos. Si en algún momento las personas que se dedican a hacer servicio son capaces de asumir la verdadera obra, son capaces de centrar sus mentes en los cambios de carácter, comprender que en realidad también tienen un carácter corrupto, que también son arrogantes e incapaces de someterse a Dios, y que de nada les servirá continuar de esa manera; cuando llegue el momento en que sean capaces de pensar en tales cosas, entonces habrán empezado a virar y quedan esperanzas de que su carácter pueda cambiar y lleguen a alcanzar la salvación. Imaginemos que alguien nunca piensa tales cosas y lo único que sabe hacer es trabajar, pensando que basta con terminar la tarea que tenga entre manos para completar la comisión de Dios, y que una vez que haya terminado de esforzarse habrá cumplido adecuadamente su deber, sin pensar nunca en los requisitos de Dios, en cuál es la verdad, o en si puede ser considerado como alguien que obedece a Dios, nunca reflexionan sobre estas cosas. ¿Puede alguien que aborda el deber de tal manera alcanzar la salvación? La respuesta es no. No han puesto el pie en el camino de la salvación ni en el camino correcto de la creencia en Dios, ni han establecido relaciones normales con Dios, y aun así se esfuerzan y se comprometen a servir en la casa de Dios. Esta clase de persona hace servicio en la casa de Dios, y Él los cuida y protege, pero no planea salvarlos ni tratarlos, así como tampoco los poda, los juzga ni los castiga o los somete a pruebas o refinamiento; solo les permite obtener ciertas bendiciones en esta vida, y nada más. Si llega un momento en que estas personas saben reflexionar sobre estas cosas y entender los sermones que oyen, se darán cuenta: “Así que, esto es lo que significa creer en Dios. Entonces, debo buscar la salvación. Si no lo hago, y en su lugar me conformo con prestar servicio, entonces eso no tendrá nada que ver con creer en Dios”. Luego reflexionan: “¿Qué aspectos poseo de un carácter corrupto? ¿Qué es exactamente ese carácter corrupto? ¡Pase lo que pase, primero debo someterme a Dios!”. Tales cosas tienen relación con la verdad y con los cambios de carácter, y existe esperanza para ellos.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si buscas los principios-verdad puedes desempeñar bien tu deber

Sin importar el deber que cumplas, siempre debes buscar comprender la voluntad de Dios y entender cuáles son Sus requisitos relacionados con tu deber; sólo entonces podrás manejar los asuntos con base en los principios. Al desempeñar tu deber, definitivamente no puedes guiarte por tus preferencias personales y hacer únicamente lo que te gustaría hacer, aquello con lo que te sentirías feliz y cómodo haciendo o cualquier cosa que te haría ver bien. Si impones a Dios tus preferencias personales por la fuerza o si las practicas como si fueran la verdad, acatándolas como si fueran los principios-verdad, entonces eso no es cumplir con tu deber y cumplir con tu deber de esta forma no será recordado por Dios. Algunas personas no entienden la verdad y no saben lo que significa cumplir bien con su deber. Sienten que, como han puesto su corazón y su esfuerzo en ello, han renunciado a su carne y sufrido, entonces el cumplimiento de sus deberes debería estar a la altura de las normas, pero ¿por qué entonces Dios siempre está insatisfecho? ¿En dónde se han equivocado estas personas? Su error fue no buscar los requisitos de Dios y, en lugar de ello, actuar de acuerdo con sus propias ideas; trataron sus propios deseos, preferencias y motivos egoístas como la verdad y los trataron como si fueran lo que Dios amaba, como si fueran Sus estándares y requisitos. Veían como la verdad lo que creían que era correcto, bueno y hermoso; esto está mal. De hecho, aunque las personas puedan pensar a veces que algo es correcto y que va acorde con la verdad, eso no significa necesariamente que esté de acuerdo con la voluntad de Dios. Mientras más personas piensen que algo es correcto, más cautas deben ser y más deben buscar la verdad para ver si lo que están pensando cumple con los requisitos de Dios. Si resulta que eso va en contra de Sus requisitos y Sus palabras, entonces estás equivocado al pensar que es correcto, no es más que un pensamiento humano y no necesariamente estará de acuerdo con la verdad, no importa lo correcto que pienses que sea. Tu determinación del bien y el mal debe basarse únicamente en las palabras de Dios, y no importa cuán correcto creas que es algo, a menos que haya una base para las palabras de Dios, debes descartarlo. ¿Qué es el deber? Es un encargo que Dios les ha hecho a las personas. Así pues, ¿cómo debes cumplir con tu deber? Actuando de acuerdo con los requisitos y estándares de Dios y basando tu conducta en los principios-verdad y no en los deseos humanos subjetivos. De esta manera, el cumplimiento de tus deberes estará a la altura de los estándares.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si buscas los principios-verdad puedes desempeñar bien tu deber

Sean cuales sean los talentos, dones o capacidades de una persona, si únicamente actúa y se esfuerza por cumplir con el deber y en todo lo que hace se apoya en sus fantasías, nociones o instintos a medida que se esfuerza, nunca busca la voluntad de Dios, no tiene ningún concepto ni necesidad interior que diga “Debo poner en práctica la verdad. Voy a cumplir con el deber”, y su único incentivo es hacer bien su trabajo y terminar sus tareas, entonces, ¿esa persona no vive totalmente de sus dones, talentos, habilidades y capacidades? ¿Hay muchas personas así? En su fe solo piensan en esforzarse y en pregonar su trabajo y sus capacidades. En concreto, cuando la casa de Dios le asigna a la gente trabajos generales, la mayoría adopta ese enfoque a la hora de llevarlos a cabo. Lo único que hacen es esforzarse. A veces usan la boca para decir algo; otras veces utilizan las manos y la fuerza física; en otras ocasiones, las piernas para correr de aquí para allá. ¿Por qué se dice que vivir en dependencia de estas cosas supone emplear la propia fuerza en vez de poner en práctica la verdad? Cuando alguien ha aceptado una tarea que le ha encomendado la casa de Dios, no piensa más que en cómo terminarla lo antes posible para poder dar cuenta a sus líderes y recibir su elogio. Tal vez trace un plan paso a paso y parezca bastante serio, pero se centra exclusivamente en terminar la tarea para que los demás lo vean o, mientras la está haciendo, establece sus propios criterios de evaluación del desempeño, basados en cómo puede actuar para alcanzar la felicidad, la satisfacción y el nivel de perfección al que aspira. Independientemente de los criterios que establezca para sí mismo, si es ajeno a la verdad y no la busca o, en lugar de entender y confirmar lo que Dios le pide antes de actuar, actúa a ciegas, desconcertado, entonces lo que está haciendo es un mero esfuerzo. Está actuando según sus deseos, en virtud de su mente o de sus dones, o en función de la fortaleza de sus habilidades o capacidades. ¿Qué consecuencia tiene actuar así? Puede que hayas terminado la tarea, nadie le haya puesto reparos y te sientas muy satisfecho, pero, al llevarla a cabo, primero no comprendiste la voluntad de Dios, y luego no actuaste con todo tu corazón, con toda tu mente y con todas tus fuerzas; no pusiste todo tu corazón en ella. Si hubieras buscado los principios-verdad y la voluntad de Dios, habrías cumplido con el 90 % de la tarea y, además, habrías podido entrar en la realidad-verdad y entendido correctamente que lo que estabas haciendo concordaba con la voluntad de Dios. Ahora bien, si actuaste descuidadamente y a tontas y a locas, pese a que terminaste la tarea no sabrías para tus adentros lo bien que la hiciste. No tendrías un punto de referencia ni sabrías si estaba de acuerdo con la voluntad de Dios o con la verdad. Por tanto, bastan tres palabras para describir el desempeño del deber en semejante estado: tu propio esfuerzo.

Todos los que creen en Dios deben entender Su voluntad. Solo aquellos que desempañan sus deberes apropiadamente pueden satisfacer a Dios, y el desempeño del deber será satisfactorio solo si se completan las tareas que Él les encomienda. Existen estándares para el cumplimiento de la comisión de Dios. El Señor Jesús dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza”. Amar a Dios es un aspecto de lo que Él requiere de las personas. En realidad, siempre que Dios les haya dado una comisión a las personas, estas crean en Él y cumplan con el deber, estos son los criterios que les exige: que actúen con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente y con todas sus fuerzas. Si tú estás presente, pero tu corazón no —si la memoria y los pensamientos de tu mente están presentes, pero tu corazón no— y si logras las cosas gracias a tus habilidades, ¿estás cumpliendo con la comisión de Dios? Entonces, ¿qué criterio hay que satisfacer para cumplir con la comisión de Dios y llevar a cabo el deber leal y correctamente? Eso es llevar a cabo tu deber con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Si tratas de cumplir correctamente con el deber sin amar a Dios de corazón, no te saldrá bien. Si tu amor por Dios se vuelve cada vez más fuerte y más auténtico, entonces de forma natural podrás llevar a cabo tu deber con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Aquello concreto en lo que las personas han confiado para vivir

La mayoría cumple con el deber con esta mentalidad: “Si alguien me guía, yo lo sigo. Lo seguiré allá donde me lleve y haré lo que me pida”. Responsabilizarse, preocuparse o prestar especial atención, por otro lado, son cosas inalcanzables para ellos y precios que no están dispuestos a pagar. Participan del esfuerzo físico, pero no de la responsabilidad. Esto no es cumplir realmente con el deber. Se debe aprender a volcarse de corazón en el deber; si se tiene corazón, hay que saber utilizarlo. Si una persona no utiliza nunca el corazón, demuestra que no tiene, ¡y las personas sin corazón no pueden alcanzar la verdad! ¿Por qué no pueden alcanzar la verdad? No saben cómo presentarse ante Dios; no saben volcarse de corazón para percibir el esclarecimiento y la guía de Dios, ni cómo volcarse de corazón en la contemplación, en buscar la verdad ni en buscar, entender y mostrar consideración por la voluntad de Dios. ¿Experimentáis esos estados en los que podéis sosegaros a menudo ante Dios e, independientemente de lo que surja y de vuestro deber, sois capaces de presentaros con frecuencia ante Él, reflexionar de corazón sobre Sus palabras y volcaros de corazón tanto en buscar la verdad como en reflexionar sobre cómo debéis llevar a cabo el deber? ¿Os sucede muchas veces? Para volcaros de corazón en el deber y ser capaces de asumir la responsabilidad hay que sufrir y pagar un precio; no basta simplemente con hablar de ello. Si no os volcáis de corazón en el deber, sino que siempre queréis hacer esfuerzos físicos, es indudable que no cumpliréis correctamente con él. Actuaréis por simple inercia y nada más, y no sabréis lo bien que habéis cumplido con el deber. Si te vuelcas de corazón en él, poco a poco llegarás a entender la verdad; si no lo haces, no será así. Cuando te vuelcas de corazón en el cumplimiento del deber y la búsqueda de la verdad, poco a poco puedes entender la voluntad de Dios, descubrir tu corrupción y tus defectos y dominar tus diversos estados. Si no te analizas de corazón y solo te centras en hacer esfuerzos externos, no podrás descubrir los distintos estados que surgen en tu corazón y todas tus reacciones a los diferentes ambientes externos; si no te analizas de corazón, te será difícil resolver los problemas de tu corazón. Por lo tanto, debes alabar y adorar a Dios con tu corazón y tu honestidad. Para adorar a Dios con tu corazón y tu honestidad, debes tener un corazón tranquilo y sincero; en lo más profundo de él debes saber buscar la voluntad de Dios y la verdad, y reflexionar acerca de cómo cumplir correctamente con el deber, qué partes de este no entiendes todavía y cómo llevarlo a cabo mejor. Solo si piensas a menudo en estas cosas dentro de tu corazón podrás ganar la verdad. Si estas cosas no son aquellas sobre las que sueles reflexionar dentro de tu corazón y este, en cambio, está lleno de cosas de la mente o externas, ocupado con cosas que no tienen nada que ver con adorar a Dios con tu corazón y tu honestidad, absolutamente nada que ver, ¿puedes ganar la verdad? ¿Tienes relación con Dios?

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se es honesto se puede vivir con auténtica semejanza humana

Vuestra actitud hacia vuestro deber es “veré lo poco que puedo hacer, de lo que puedo librarme”; arrastráis los pies sin que os preocupe qué larga sea la demora que causáis. Sin embargo, si os tomarais las cosas en serio, lograríais hacerlas en muy poco tiempo. Hay algunas cosas que no sabéis hacer, así que yo os doy instrucciones precisas. No tenéis que pensar; simplemente tenéis que escuchar y poneros a hacerlas; sin embargo, hasta eso fuera de vuestro alcance. ¿Dónde está vuestra lealtad? ¡No se ve por ningún lado! Solo habláis y no tenéis corazón. Aun cuando vuestro corazón comprende, no hacéis nada. ¡Una persona así no ama la verdad! Si podéis verlo con vuestros ojos y sentirlo en vuestro corazón, pero, aun así, no hacéis nada, entonces ¿para qué tenéis corazón? Vuestra pizca de conciencia no gobierna vuestras acciones, no dirige vuestros pensamientos; así pues, ¿de qué sirve? No cuenta para nada; es un simple adorno. ¡La fe del hombre es verdaderamente patética! ¿Y qué tiene de patética? Aun cuando el hombre comprende la verdad, no la pone en práctica. Aun cuando comprende perfectamente el problema, no asume responsabilidad al respecto; él sabe que es su responsabilidad, pero no se vuelca en ello. Si no asumes las responsabilidades que están a tu alcance, ¿qué valor tienen esas pequeñas responsabilidades que asumes? ¿Qué efecto tienen? Simplemente estáis haciendo un esfuerzo simbólico, hablando por hablar. No os volcáis en ello y, mucho menos, toda vuestra energía. Esto no es llevar a cabo vuestro deber con un estándar aceptable; no hay lealtad involucrada; simplemente estáis viviendo por el sudor de vuestra frente, arreglándooslas como seguidor de Dios. ¿Tiene alguna importancia una fe como esta? Tal fe es muy insignificante: ¿qué valor tiene? Cuando lleváis a cabo vuestro deber, debéis pagar un precio. Debéis tomarlo en serio. ¿Qué significa tomarlo en serio? No quiere decir poner un poco de esfuerzo o sufrir algún tormento físico. La clave es que Dios está en vuestro corazón y lleváis una carga en él. Debéis sopesar en vuestro corazón la importancia de vuestro deber y, luego, llevar esta carga y esta responsabilidad en todo lo que hacéis y volcaros en ello. Debes hacerte digno de la misión que Dios te ha encomendado, así como de todo lo que Dios ha hecho por ti y de las esperanzas que Él tiene para ti. Solo si lo haces de este modo estás siendo serio. No tiene caso que hagas las cosas mecánicamente; puedes engañar a las personas, pero no puedes engañar a Dios. Si no hay un precio real y no hay lealtad cuando lleváis a cabo vuestro deber, entonces no está a la altura. Si no os tomáis vuestra fe en Dios y el desempeño de vuestro deber en serio, si siempre hacéis las cosas mecánicamente y sois superficiales en vuestras acciones, como un no creyente que trabaja para su jefe; si solo hacéis un esfuerzo simbólico y salís del paso cada día según se presenten las cosas; si ignoráis el desorden cuando lo veis, si veis algo derramado y no lo limpiáis y si desestimáis indiscriminadamente todo lo que no es para vuestro beneficio, entonces, ¿no es esto un problema? ¿Cómo podría alguien así ser miembro de la casa de Dios? Tales personas son ajenas; no son de la casa de Dios. En tu corazón tienes claro si estás siendo leal, si estás siendo serio cuando llevas a cabo tu deber, y Dios también lleva la cuenta. Así pues, ¿alguna vez habéis tomado en serio el desempeño de vuestro deber? ¿Alguna vez os lo habéis tomado a pecho? ¿Lo habéis tratado como vuestra responsabilidad, como vuestra obligación? ¿Os habéis responsabilizado de ello? ¿Alguna vez os habéis manifestado al descubrir un problema a la hora de realizar vuestro deber? Si jamás os habéis manifestado después de descubrir un problema y tampoco habéis pensado en hacerlo; si sois reacios a preocuparos por tales cosas y pensáis que entre menos problemas tengáis, mejor; si ese es el principio que adoptáis frente a ellos, entonces no estáis realizando vuestro deber; estáis viviendo por el sudor de vuestra frente, estáis haciendo servicio. Los hacedores de servicio no pertenecen a la casa de Dios. Son empleados; después de terminar su trabajo toman su dinero y se van, y cada uno se va por su lado y se convierte en un extraño para el otro. Esa es su relación con la casa de Dios. Los miembros de la casa de Dios son diferentes: son muy diligentes en todo en la casa de Dios, asumen la responsabilidad, sus ojos ven lo que necesita hacerse en la casa de Dios y tienen en su mente esas tareas, recuerdan todo lo que piensan y ven, sienten que llevan una carga, tienen un sentido de responsabilidad; estos son los miembros de la casa de Dios. ¿Habéis llegado a este punto? (No). Entonces, todavía tenéis un largo camino por recorrer, ¡así que debéis seguir buscando! Si no te consideras a ti mismo como un miembro de la casa de Dios y te descartas a ti mismo, entonces ¿cómo te ve Dios? Dios no te trata como una persona ajena; eres tú quien se coloca lejos de Su puerta. Así pues, hablando objetivamente, ¿qué tipo de persona eras exactamente? No estás en Su casa. ¿Tiene esto algo que ver con lo que Dios dice o determina? Eres tú quien ha colocado tu propósito y tu posición fuera de la casa de Dios. ¿A quién más hay que culpar?

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Realizar bien el deber requiere, por lo menos, conciencia

Visto desde fuera, algunas personas no parecen tener problemas graves. No causan interrupciones o alteraciones ni hacen cosas propias de los malvados, y tampoco caminan por la senda de los anticristos. En el cumplimiento de su deber, no ha aparecido ningún error o problema de principio, sin embargo, sin darse cuenta, están expuestos. ¿Por qué es así? La gente no es capaz de detectar un problema, pero Dios escudriña en lo profundo de sus corazones, y Él sí lo ve. A medida que pasa el tiempo y siguen sin arrepentirse, han de ser expuestos. ¿Qué significa no arrepentirse? Significa que actúan siempre con una actitud equivocada, de despreocupación y superficialidad, que tienen una actitud casual, nunca son conscientes y mucho menos devotos. Puede que se esfuercen un poco, pero se limitan a actuar por inercia. No lo dan todo, y sus transgresiones son interminables. Dios, desde Su posición, nunca los ha visto arrepentirse o cambiar su actitud descuidada y superficial; es decir, no renuncian a la maldad que tienen entre manos ni se arrepienten ante Él. Dios no ve en ellos una actitud de arrepentimiento ni un cambio en su actitud. Persisten en considerar su deber y la comisión de Dios con la misma actitud y método. En todo momento, no hay ningún cambio en este carácter obstinado e intransigente y, es más, nunca se han sentido en deuda con Dios, nunca les ha parecido que su descuido y superficialidad sea una transgresión, una maldad. En sus corazones no hay deuda, no hay culpa, no hay autorreproche y mucho menos se acusan a sí mismos. Y, a medida que pasa el tiempo, Dios ve que esta persona no tiene remedio. No importa lo que diga Dios ni cuántos sermones escuchen o cuánta verdad entiendan, su corazón no se conmueve y no alteran o cambian su actitud. Dios dice: “No hay esperanza para esta persona. Nada de lo que digo toca su corazón ni le hace cambiar. No hay manera de cambiarla. Esta persona no es apta para cumplir con su deber ni para prestar servicio en Mi casa”. ¿Y por qué es así? Porque cuando cumplen con su deber y trabajan, da igual cuánta tolerancia y paciencia se les conceda, esto no tiene efecto y no puede hacerlos cambiar. No les hace mejorar, no puede permitirles emprender la senda de buscar realmente la verdad. Esta persona no tiene remedio. Cuando Dios determina que una persona ya no tiene remedio, ¿seguirá manteniendo un férreo control sobre ella? No. Dios la dejará ir. Algunas personas siempre ruegan: “Dios, no seas duro conmigo, no me hagas sufrir, no me disciplines. ¡Dame un poco de libertad! ¡Permíteme hacer las cosas con un poco de descuido y superficialidad! Déjame ser un poco disoluto”. No quieren ser refrenados. Dios dice: “Ya que no quieres caminar por la senda correcta, entonces te dejaré ir. Te daré rienda suelta. Vete y haz lo que quieras. No te salvaré porque no tienes remedio”. ¿Los que no tienen remedio tienen algún sentido de la conciencia? ¿Tienen algún sentido de la deuda? ¿Tienen algún sentido de la acusación? ¿Son capaces de sentir el reproche, la disciplina, el castigo y el juicio de Dios? No pueden. No son conscientes de ninguna de estas cosas; en su corazón son imperceptibles, o incluso están ausentes. Cuando una persona ha llegado a esta etapa, sin Dios en su corazón, ¿puede aún alcanzar la salvación? Es difícil de decir. Cuando la fe de uno ha llegado a tal punto, se halla en problemas. ¿Sabéis cómo deben buscar, cómo deben practicar, y qué senda deben elegir para evitar esta consecuencia y asegurar que tal estado no se produzca? Lo más importante es, en primer lugar, elegir la senda correcta y, a continuación, centrarse en realizar bien el deber que debes cumplir en ese momento. Esto es lo más importante. Lo que más directa y perceptiblemente refleja el vínculo que te une a Dios es cómo tratas los asuntos que Él te confía y las tareas que te asigna, así como qué actitud tienes. Este asunto es lo que se observa más directamente. Cuando hayas captado este punto crucial y cumplido la comisión que Dios te ha dado, tu relación con Dios será normal. Si cuando Dios te confía una tarea o te dice que cumplas con una determinada obligación, tu actitud es superficial y apática, y no lo ves como una prioridad, ¿no es eso precisamente lo contrario de dedicar todo tu corazón y tus fuerzas? Por tanto, tu actitud a la hora de cumplir con tu deber es de vital importancia, del mismo modo que lo son el método y la senda que escojas. ¿Cuál es la consecuencia de cumplir con el deber de forma descuidada y superficial, tratándolo a la ligera? El desempeño deficiente en el deber, aunque sepas hacerlo bien: tu desempeño no estará a la altura y Dios no estará satisfecho con tu actitud hacia el deber. Si en un principio hubieras buscado y cooperado con normalidad, si le hubieras dedicado todos tus pensamientos; si te hubieras volcado y puesto todo tu empeño en ello y le hubieras dedicado parte de tu trabajo, tu esfuerzo y tus pensamientos o hubieras dedicado tiempo a consultar el material y te hubieras comprometido en cuerpo y alma con ello; si hubieras sido capaz de una colaboración así, entonces Dios estaría por delante guiándote. No hace falta que ejerzas mucha fuerza; si no escatimas esfuerzos en cooperar, Dios ya lo habrá dispuesto todo para ti. Si eres ladino y traicionero y a mitad del trabajo cambias de actitud y te descarrías, Dios no mostrará interés por ti; habrás perdido esta oportunidad, y Dios dirá: “No eres lo suficientemente bueno; eres un inútil. Apártate. Te gusta ser perezoso, ¿no? Te gusta ser mentiroso y astuto, ¿no? ¿Te gusta descansar? Pues descansa”. Dios concederá esta gracia y esta oportunidad a la siguiente persona. ¿Qué opináis? ¿Esto es una pérdida o una ganancia? ¡Una enorme pérdida!

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo resolver el problema de ser descuidado y superficial a la hora de realizar tu deber

Algunas personas, sin importar el problema al que se puedan enfrentar cuando llevan a cabo sus deberes, no buscan la verdad y siempre actúan de acuerdo con sus propios pensamientos, nociones, imaginaciones y deseos. Están satisfaciendo constantemente sus propios deseos egoístas y su carácter corrupto siempre controla sus acciones. Aunque pueden llevar a cabo el deber que les ha sido asignado, no obtienen ninguna verdad. Así pues, ¿en qué confían estas personas en la realización de sus deberes? No confían ni en la verdad ni en Dios. El trozo de verdad que entienden no ha tomado la soberanía en su corazón: confían en sus propios dones y capacidades, en el conocimiento que han adquirido y en sus talentos, así como en su propia fuerza de voluntad o en sus buenas intenciones, para llevar a cabo estos deberes. ¿Está cumpliendo bien con su deber? ¿Está cumpliendo con su deber satisfactoriamente? Aunque puedas a veces apoyarte en tu naturalidad, tus imaginaciones, tus nociones, tu conocimiento y tu aprendizaje para cumplir con tu deber, en las cosas que haces no se presentan problemas de principios. A simple vista, parece como si no hubieras tomado la senda equivocada, pero hay algo que no puedes pasar por alto: a lo largo del proceso de realizar tu deber, si tus nociones, imaginaciones y deseos personales nunca cambian y nunca son reemplazados con la verdad; y si tus acciones y tus actos nunca se realizan con los principios-verdad, entonces ¿cuál será el resultado final? Te convertirás en un hacedor de servicio. Esto es precisamente lo que estaba escrito en la Biblia: “Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’. Y entonces les declararé: ‘Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’” (Mateo 7:22-23). ¿Por qué llama Dios a estas personas que realizan esfuerzo y rinden servicio “los que practicáis la iniquidad”? Hay un aspecto del que podemos estar seguros, y es que, independientemente de los deberes o la obra que hagan estas personas, sus motivaciones, ímpetus, intenciones y pensamientos surgen enteramente de sus deseos egoístas, se basan completamente en sus propias ideas e intereses personales, y estas consideraciones y planes giran totalmente en torno a su reputación, estatus, vanidad y sus perspectivas de futuro. En el fondo no poseen la verdad ni actúan de acuerdo con los principios-verdad. Así, ¿qué es crucial para que ahora busquéis? (Deberíamos buscar la verdad y cumplir con nuestros deberes de acuerdo con la voluntad y los requerimientos de Dios). ¿Qué deberíais hacer en concreto al cumplir con vuestros deberes según los requerimientos de Dios? Con respecto a las intenciones e ideas que tienes cuando haces algo, debes aprender cómo discernir si están de acuerdo con la verdad o no, así como si tus intenciones e ideas están orientadas hacia cumplir vuestros propios deseos egoístas o hacia los intereses de la casa de Dios. Si tus intenciones ideas están de acuerdo con la verdad, entonces puedes hacer tu deber en línea con tu pensamiento; sin embargo, si no están de acuerdo con la verdad, entonces debes darte la vuelta rápidamente y abandonar ese camino. Ese camino no es correcto y no puedes practicar de esa manera; si continúas caminando por esa senda, entonces acabarás cometiendo maldad.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo experimentar las palabras de Dios en los propios deberes

Pedro fue perfeccionado por medio de la experiencia del trato y del refinamiento. Él dijo: “Debo satisfacer el deseo de Dios en todo momento. En todo lo que hago sólo busco satisfacer el deseo de Dios y, aunque sea castigado o juzgado, sigo sintiéndome feliz de hacerlo”. Pedro entregó su todo a Dios, y su obra, sus palabras y toda su vida fueron para amar a Dios. Él era una persona que buscaba la santidad y, cuanto más experimentaba, mayor era su amor por Dios en lo profundo de su corazón. Mientras que Pablo sólo llevó a cabo una obra externa y, aunque trabajó duro, sus esfuerzos eran en aras de realizar su obra adecuadamente y obtener así una recompensa. De haber sabido que no recibiría recompensa, habría abandonado su obra. Pedro se preocupaba por el amor verdadero en su corazón, por lo que era práctico y podía lograrse. No le preocupaba recibir una recompensa, sino si su carácter podía cambiar. Pablo se preocupaba de trabajar siempre más duro, por el trabajo exterior y por la devoción, y por las doctrinas que las personas normales no experimentaban. No le importaban los cambios en su interior ni el amor verdadero por Dios. Las experiencias de Pedro fueron con el fin de lograr amor y conocimiento verdaderos de Dios. Sus experiencias tenían la finalidad de lograr una relación más estrecha con Dios y tener un vivir práctico. La obra de Pablo se realizó por lo que Jesús le confió y con el fin de obtener aquello que anhelaba, pero esto no guardaba relación con el conocimiento de sí mismo y de Dios. Su obra fue únicamente en aras de escapar del castigo y del juicio. Pedro buscaba el amor puro y Pablo, la corona de justicia. Pedro experimentó muchos años de la obra del Espíritu Santo y tenía un conocimiento práctico de Cristo, así como un profundo conocimiento de sí mismo. Por tanto, su amor a Dios era puro. Muchos años de refinamiento habían elevado su conocimiento de Jesús y de la vida, y su amor era un amor incondicional, era un amor espontáneo y él no pedía nada a cambio ni esperaba beneficio alguno. Pablo obró por muchos años, pero no poseía un gran conocimiento de Cristo y su conocimiento de sí mismo era lastimosamente pequeño. Él simplemente no sentía amor por Cristo, y su obra y su recorrido tenían como fin obtener los laureles finales. Él buscaba la mejor corona, no el amor más puro. No buscaba de forma activa, sino pasiva; no estaba cumpliendo con su deber, sino que se vio obligado en su búsqueda tras haber sido capturado por la obra del Espíritu Santo. Así pues, su búsqueda no demuestra que fuera una criatura calificada de Dios; Pedro era una criatura calificada de Dios que cumplía con su deber. La gente piensa que todos aquellos que hacen una contribución a Dios deben recibir una recompensa y cuanto mayor sea la contribución, más se da por hecho que deben recibir el favor de Dios. La esencia del punto de vista del hombre es transaccional y él no busca activamente cumplir con su deber como criatura de Dios. Para Él, cuánto más busquen las personas un amor verdadero y una obediencia total a Dios, lo que también significa procurar cumplir con sus deberes como criaturas de Dios, más capaces serán de obtener Su aprobación. El punto de vista de Dios es exigir que las personas recuperen su deber y su estatus originales. El hombre es una criatura de Dios y, por tanto, no debe excederse haciéndole exigencias a Dios y debe limitarse a cumplir con su deber como criatura de Dios. Los destinos de Pablo y Pedro se midieron en función de la capacidad de cada uno para cumplir con su deber como criaturas de Dios, y no según el tamaño de su contribución; sus destinos se determinaron en función de lo que buscaron desde el principio y no según la cantidad de obra que llevaron a cabo ni según la estimación que otras personas hacían de ellos. Por tanto, buscar activamente cumplir con el propio deber como criatura de Dios es la senda hacia el éxito; buscar la senda del amor verdadero a Dios es la senda más correcta; buscar cambios en el viejo carácter propio y buscar el amor puro a Dios, es la senda hacia el éxito. Esa senda hacia el éxito es la senda de la recuperación del deber original y de la apariencia original de una criatura de Dios. Es la senda de la recuperación y también el objetivo de toda la obra de Dios de principio a fin. Si la búsqueda del hombre está manchada con exigencias personales extravagantes y anhelos irracionales, entonces el efecto que se obtenga no será el cambio en el carácter del hombre. Esto entra en conflicto con la obra de recuperación. Indudablemente, no es una obra del Espíritu Santo, y esto demuestra que Dios no aprueba este tipo de búsqueda. ¿Qué importancia tiene una búsqueda que Dios no ha aprobado?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine

Todo lo que Pedro buscaba era conforme al corazón de Dios. Buscó cumplir Su deseo e, independientemente del sufrimiento y la adversidad, siguió dispuesto a cumplir el deseo de Dios. No hay búsqueda mayor para un creyente en Dios. Lo que Pablo buscaba estaba manchado por su propia carne, por sus propias nociones y por sus propios planes y argucias. No era en absoluto una criatura calificada de Dios ni era alguien que buscara cumplir el deseo de Dios. Pedro buscó someterse a las orquestaciones de Dios y, aunque la obra que realizó no fue grande, la motivación subyacente a su búsqueda y la senda por la que caminó fueron correctas; aunque no fue capaz de ganar a muchas personas, sí fue capaz de perseguir el camino de la verdad. Por esto se puede afirmar que él era una criatura calificada de Dios. Hoy, aunque no seas un obrero, debes ser capaz de cumplir con el deber de una criatura de Dios y buscar someterte a todas Sus orquestaciones. Debes ser capaz de obedecer lo que Dios dice y experimentar toda forma de tribulaciones y refinamiento; y aun siendo débil, en tu corazón debes seguir siendo capaz de amar a Dios. Las personas que asumen la responsabilidad de su propia vida están dispuestas a cumplir con el deber de una criatura de Dios y el punto de vista de esas personas respecto a la búsqueda es el correcto. Estas son las personas que Dios necesita. Si has realizado mucha obra y otras personas adquirieron tus enseñanzas, pero tú mismo no has cambiado, ni has dado testimonio alguno ni has tenido una experiencia verdadera, de tal forma que al final de tu vida nada de lo que hayas hecho da testimonio, entonces, ¿eres tú alguien que ha cambiado? ¿Eres alguien que busca la verdad? En ese momento, el Espíritu Santo te usó, pero cuando lo hizo, utilizó la parte de ti que podía ser utilizada para obrar y no usó la parte de ti que no podía ser utilizada. Si buscaras cambiar, entonces serías perfeccionado gradualmente durante el proceso de ser usado. No obstante, el Espíritu Santo no asume la responsabilidad respecto a si al final serás ganado o no; esto depende de tu forma de buscar. Si no hay cambios en tu carácter personal, se debe a que tu punto de vista sobre la búsqueda es erróneo. Si no se te ha otorgado una recompensa, eso es problema tuyo; se debe a que tú mismo no has puesto en práctica la verdad y a que eres incapaz de cumplir el deseo de Dios. Nada es, pues, más importante que tus experiencias personales, ¡y nada es más crítico que tu entrada personal! Algunas personas acabarán diciendo: “He realizado mucha obra para Ti y, aunque tal vez no haya conseguido ningún logro celebrado, de todos modos he sido diligente en mis esfuerzos. ¿No puedes sencillamente dejarme entrar al cielo para comer el fruto de la vida?”. Debes saber qué tipo de personas deseo; los impuros no tienen permitido entrar en el reino, ni mancillar el suelo santo. Aunque puedes haber realizado muchas obras y obrado durante muchos años, si al final sigues siendo deplorablemente inmundo, entonces ¡será intolerable para la ley del Cielo que desees entrar en Mi reino! Desde la fundación del mundo hasta hoy, nunca he ofrecido acceso fácil a Mi reino a cualquiera que se gana mi favor. Esta es una norma celestial ¡y nadie puede quebrantarla! Debes buscar la vida. Hoy, las personas que serán perfeccionadas son del mismo tipo que Pedro; son las que buscan cambios en su carácter y están dispuestas a dar testimonio de Dios y a cumplir con su deber como criaturas de Dios. Solo las personas así serán perfeccionadas. Si solo esperas recompensas y no buscas cambiar tu propio carácter vital, entonces todos tus esfuerzos serán en vano. ¡Y esta verdad es inalterable!

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine

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