Dais testimonio de que el Señor Jesús ha regresado y de que se ha hecho carne para llevar a cabo Su obra. ¿Cómo es posible? La Biblia dice: “Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, vendrá de la misma manera, tal como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11). Después de que el Señor Jesús terminase la obra de la crucifixión, se levantó de entre los muertos y se apareció a Sus discípulos. Se convirtió en un cuerpo espiritual glorioso y ascendió al cielo. Cuando el Señor regrese también se nos aparecerá a nosotros como un cuerpo espiritual resucitado de entre los muertos. ¿Por qué decís que Dios debe hacerse carne y aparecer y obrar como el Hijo del hombre en los últimos días?

1 Mar 2021

Versículos bíblicos como referencia:

“Vosotros también estad preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no esperéis” (Lucas 12:40).

“Porque como el relámpago al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro extremo del cielo, así será el Hijo del Hombre en su día. Pero primero es necesario que Él padezca mucho y sea rechazado por esta generación” (Lucas 17:24-25).

“Ni aun el Padre juzga a nadie, sino que todo juicio se lo ha confiado al Hijo” (Juan 5:22).

“Y le dio autoridad para ejecutar juicio, porque es el Hijo del Hombre” (Juan 5:27).

Las palabras relevantes de Dios:

Jesús dijo que Él llegaría tal como se fue, pero ¿conoces el verdadero significado de Sus palabras? ¿Pudo realmente habérselo dicho a este grupo que formáis? Solo sabes que Él llegará tal como se fue en una nube, pero ¿sabes exactamente cómo hace Su obra Dios mismo? Si de verdad fueras capaz de ver, entonces ¿cómo deben explicarse las palabras de Jesús? Él dijo: Cuando el Hijo del hombre venga en los últimos días, Él mismo no sabrá, los ángeles no sabrán, los mensajeros en el cielo no sabrán y toda la especie humana no sabrá. Solo el Padre sabrá, esto es, solo el Espíritu sabrá. Ni siquiera el propio Hijo del hombre sabe, ¿y tú eres capaz de ver y saber? Si tú fueras capaz de saberlo y verlo con tus propios ojos, ¿acaso estas palabras no se habrían dicho en vano? ¿Y qué dijo Jesús en ese momento? “Pero de aquel día y hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre. Porque como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. […] Por eso, también vosotros estad preparados, porque a la hora que no pensáis vendrá el Hijo del Hombre”. Cuando llegue ese día, el Hijo del hombre mismo no lo sabrá. El Hijo del hombre se refiere a la carne encarnada de Dios, una persona normal y corriente. Ni siquiera el propio Hijo del hombre lo sabe; así pues, ¿cómo podrías saberlo tú? Jesús dijo que llegaría tal como partió. Ni siquiera Él sabe cuándo llegará, ¿cómo podría informarte entonces de antemano? ¿Eres capaz de ver Su llegada? ¿No es eso una broma?

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La visión de la obra de Dios (3)

Dios se hizo carne porque el objeto de Su obra no es el espíritu de Satanás o alguna cosa incorpórea, sino el hombre que es de la carne y a quien Satanás ha corrompido. Precisamente porque la carne del hombre ha sido corrompida es que Dios ha hecho al hombre carnal el objeto de Su obra; además, ya que el hombre es objeto de la corrupción, Dios lo ha hecho el único objeto de Su obra a través de todas las etapas de Su obra de salvación. El hombre es un ser mortal, es de carne y hueso, y Dios es el Único que puede salvar al hombre. De esta manera, Dios debe convertirse en una carne que posea los mismos atributos que el hombre con el fin de hacer Su obra, para que esta pueda lograr mejores efectos. Dios debe hacerse carne para hacer Su obra justamente porque el hombre es de la carne y es incapaz de vencer el pecado o de despojarse de la carne.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

La salvación del hombre por parte de Dios no se lleva a cabo directamente utilizando el método del Espíritu y la identidad del Espíritu, porque el hombre no puede ni tocar ni ver Su Espíritu, ni tampoco acercarse a Él. Si Él tratara de salvar al hombre directamente utilizando la perspectiva del Espíritu, el hombre sería incapaz de recibir Su salvación. Si Dios no se hubiera vestido con la forma exterior de un hombre creado, no habría forma de que el hombre recibiera esta salvación, pues el hombre de ninguna manera tiene forma de acercarse a Él, igual que nadie podía acercarse a la nube de Jehová. Solo volviéndose un ser humano creado, es decir, solo poniendo Su Palabra en la carne en el que está a punto de convertirse, puede Él obrar personalmente la Palabra en todos los que lo siguen. Solo entonces puede el hombre oír y ver personalmente Su Palabra e incluso ganar Su Palabra y, por estos medios, llegar a ser totalmente salvo. Si Dios no se hubiera hecho carne, nadie de carne y hueso podría recibir una salvación tan grande ni se salvaría una sola persona. Si el Espíritu de Dios obrara directamente en medio de la humanidad, la humanidad entera sería derribada o, sin una forma de entrar en contacto con Dios, Satanás la tomaría totalmente cautiva. La primera encarnación fue para redimir al hombre del pecado; para redimirlo por medio de la carne de Jesús; es decir, Él salvó al hombre de la cruz, pero el carácter satánico corrupto todavía permanecía en el hombre. La segunda encarnación ya no tiene como propósito servir como ofrenda por el pecado, sino, más bien, salvar por completo a los que fueron redimidos del pecado. Esto se hace de tal forma que aquellos cuyos pecados han sido perdonados puedan ser librados de sus pecados, sean purificados completamente y logren un cambio de carácter, y así sean liberados de la influencia de la oscuridad de Satanás y regresen delante del trono de Dios. Solo así puede el hombre ser plenamente santificado. Después de que la Era de la Ley llegó a su fin, y al comenzar la Era de la Gracia, Dios inició la obra de salvación, la cual continúa hasta los últimos días, cuando, al juzgar y castigar a la raza humana por su rebeldía, Él habrá purificado totalmente a la humanidad. Solo entonces Dios concluirá Su obra de salvación y entrará en el reposo. Por tanto, en las tres etapas de la obra, Dios solo se ha hecho carne dos veces para llevar a cabo Él mismo Su obra entre los hombres. Esto se debe a que solo una de las tres etapas de la obra consiste en guiar al hombre sobre cómo debe llevar su vida, mientras que, las otras dos, consisten en la obra de salvación. Solo haciéndose carne puede Dios vivir junto al hombre, experimentar el sufrimiento del mundo, y vivir en un cuerpo normal de carne. Solo de esta forma puede proveer a los hombres de la Palabra práctica que necesitan como seres creados. El hombre recibe la salvación plena de Dios a través de la encarnación de Dios, no directamente del cielo en respuesta a sus oraciones. El hombre es de carne y hueso, no tiene forma de ver al Espíritu de Dios y, mucho menos, de acercarse a Su Espíritu, así que lo único con lo que puede entrar en contacto es con la carne encarnada de Dios. Solo a través de esto es el hombre capaz de entender toda la Palabra y todas las verdades y recibir la salvación plena.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (4)

La única razón por la que el Dios encarnado ha venido a la carne es por causa de las necesidades del hombre corrupto. Es por causa de las necesidades del hombre, no por las de Dios, y todos Sus sacrificios y sufrimientos son por el bien de la humanidad y no por el bien de Dios mismo. No hay pros y contras o recompensas para Dios; Él no va a segar una cosecha futura sino solo lo que desde el principio se le debía. Todo lo que hace y sacrifica por la humanidad no es para que pueda ganar grandes recompensas sino solo por el bien de la humanidad. Aunque la obra de Dios en la carne implica muchas dificultades inimaginables, los resultados que esta logra al final exceden por mucho los de la obra hecha directamente por el Espíritu. La obra de la carne conlleva muchas dificultades y la carne no puede poseer la misma identidad grandiosa que el Espíritu, no puede llevar a cabo los mismos hechos sobrenaturales que el Espíritu, mucho menos puede poseer la misma autoridad que Este. Aun así, la esencia de la obra hecha por esta carne común y corriente es muy superior a la de la obra hecha directamente por el Espíritu, y esta misma carne es la respuesta a las necesidades de toda la humanidad. Para los que van a ser salvados, el valor de utilización del Espíritu es muy inferior al de la carne: la obra del Espíritu es capaz de cubrir todo el universo, a través de todas las montañas, ríos, lagos y océanos; sin embargo, la obra de la carne se relaciona de un modo más efectivo con cada persona con quien tiene contacto. Es más, el hombre puede entender mejor y confiar más en la carne de Dios que tiene una forma tangible, Su carne puede profundizar más el conocimiento que el hombre tiene de Dios y puede dejar en él una impresión más profunda de los hechos prácticos de Dios. La obra del Espíritu está envuelta en misterio; es difícil de predecir para los seres mortales y aún más difícil que la vean, y por eso solo pueden confiar en imaginaciones infundadas. La obra de la carne, sin embargo, es normal y práctica, y posee una rica sabiduría y es un hecho que los ojos del hombre mortal pueden ver personalmente; el hombre puede apreciar de forma personal la sabiduría de la obra de Dios y no tiene necesidad de emplear su profusa imaginación. Esta es la exactitud y el valor práctico de la obra de Dios en la carne. El Espíritu solo puede hacer cosas que son invisibles para el hombre y difíciles de imaginar para este, por ejemplo, lo que el Espíritu esclarece, conmueve y guía, pero para el hombre que es capaz de pensar, estas no pueden aportar ningún significado claro. Solo pueden conmoverlo o proporcionarle un significado apenas similar, pero no le pueden dar una instrucción con palabras. La obra de Dios en la carne, sin embargo, es muy diferente: implica la orientación exacta de las palabras, y tiene intenciones claras y objetivos claros requeridos al respecto. Y así el hombre no tiene que dar palos de ciego o emplear su imaginación, mucho menos hacer conjeturas. Esta es la claridad de la obra en la carne y su gran diferencia con la obra del Espíritu. La obra del Espíritu solo es adecuada para una esfera limitada y no puede reemplazar la obra de la carne. Las metas precisas requeridas del hombre a través de la obra de la carne, y el valor práctico del conocimiento que el hombre obtiene a partir de dicha obra, superan por mucho la precisión y el valor práctico de la obra del Espíritu. Para las personas corruptas, solo la obra que proporciona palabras exactas y metas claras que perseguir, y que es visible y tangible, es la clase de obra más valiosa. Solo la obra realista y la guía oportuna son idóneas para los gustos del hombre y solo la obra práctica puede salvar al hombre de su carácter corrupto y depravado. Esto solo lo puede lograr el Dios encarnado; solo el Dios encarnado puede salvar al hombre de su viejo carácter corrupto y depravado. Aunque el Espíritu es la esencia inherente de Dios, una obra como esta solo la puede hacer Su carne. Si el Espíritu obrara completamente solo, no sería posible que Su obra fuera efectiva, esta es la pura verdad.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

Aunque la carne encarnada de Dios está lejos de ser igual a la identidad y posición de Dios, y al hombre le parece que es incompatible con Su estatus real, esta carne, que no posee la imagen o identidad inherentes de Dios, puede hacer la obra que el Espíritu de Dios no puede hacer directamente. Tal es el significado y valor inherentes de la encarnación de Dios y es este significado y valor lo que el hombre no puede apreciar y reconocer. Aunque toda la humanidad eleva la mirada al Espíritu de Dios y la baja a la carne de Dios, más allá de cómo vea o piense, el significado y el valor prácticos de la carne superan con creces a los del Espíritu. Por supuesto, esto solo se refiere a la humanidad corrupta. Para cualquiera que busca la verdad y anhela la aparición de Dios, la obra del Espíritu puede solo proporcionar una emoción o una inspiración, y una sensación de asombro por ser dicha obra maravillosa, incomprensible e inimaginable, una sensación de que es grandiosa, trascendente y admirable aunque también inasequible e inalcanzable para todos. El hombre y el Espíritu de Dios solo se pueden ver el uno al otro desde lejos, como si hubiera una gran distancia entre ellos, y nunca pueden ser iguales, como si el hombre y Dios estuvieran separados por una división invisible. De hecho, esta es una ilusión que el Espíritu le da al hombre, porque el Espíritu y el hombre no son de la misma especie, y nunca van a coexistir en el mismo mundo, y porque el Espíritu no posee nada del hombre. Así que el hombre no necesita al Espíritu, ya que Este no puede hacer directamente la obra que el hombre más necesita. La obra de la carne le ofrece al hombre objetivos prácticos que buscar, palabras claras y una sensación de que Él es práctico y normal, humilde y corriente. Aunque el hombre pueda tenerle miedo, a la mayoría de la gente le es bastante fácil entrar en contacto con Él: el hombre puede contemplar Su rostro y oír Su voz y no tiene que contemplarlo desde lejos. Esta carne se siente accesible para el hombre, no resulta distante o insondable, sino visible y accesible, porque esta carne está en el mismo mundo que el hombre.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

Porque el que es juzgado es el hombre, el hombre que es de la carne y se ha corrompido, y no es el espíritu de Satanás el que es juzgado directamente, la obra de juicio no se lleva a cabo en el reino espiritual sino entre los hombres. Nadie es más adecuado y está más calificado que Dios en la carne para hacer la obra de juzgar la corrupción de la carne del hombre. Si el juicio lo llevara a cabo directamente el Espíritu de Dios, entonces no lo abarcaría todo y, además, sería difícil que el hombre aceptara esto, porque el Espíritu no puede enfrentarse cara a cara con el hombre. A la luz de este punto, los efectos no serían inmediatos, y mucho menos el hombre sería capaz de contemplar con mayor claridad el carácter de Dios que no se puede ofender. Satanás solo puede ser completamente derrotado si Dios en la carne juzga la corrupción de la especie humana. Dios en la carne es también una persona con humanidad normal y Él puede juzgar directamente la injusticia del hombre; esta es la marca de Su santidad innata y Su singularidad. Solo Dios está calificado y se halla en posición de juzgar al hombre, y es capaz de hacerlo porque posee la verdad y la justicia. Los que no tienen la verdad y la justicia no son aptos para juzgar a los demás. Si esta obra la hiciera el Espíritu de Dios, entonces no significaría una victoria sobre Satanás. Por naturaleza, el Espíritu es más exaltado que los seres mortales y, por naturaleza, el Espíritu de Dios es santo y victorioso sobre la carne. Si el Espíritu hiciera esta obra directamente, no sería capaz de juzgar toda la rebeldía del hombre y no podría revelar toda su injusticia. Porque la obra de juicio también se lleva a cabo por medio de las nociones que el hombre tiene de Dios y el hombre nunca ha tenido ninguna noción del Espíritu, y por eso el Espíritu es incapaz de revelar mejor la injusticia del hombre, mucho menos de exponer minuciosamente tal injusticia. El Dios encarnado es el enemigo de todos aquellos que no lo conocen. Por medio de juzgar las nociones del hombre y su oposición a Él, expone toda la rebeldía de la humanidad. Los efectos de Su obra en la carne son más aparentes que los de la obra del Espíritu. Y así, el juicio de toda la humanidad no lo lleva a cabo directamente el Espíritu sino que es la obra del Dios encarnado. El hombre puede ver y tocar al Dios en la carne y el Dios en la carne puede conquistar por completo al hombre. El hombre avanza de la oposición a Dios a la sumisión a Él, de la persecución a la aceptación de Dios, de tener nociones sobre Él a conocerlo, así como de rechazarlo a amarlo. Estos son los efectos de la obra del Dios encarnado. El hombre solo es salvo a través de la aceptación de Su juicio, solo llega a conocerlo poco a poco a través de las palabras de Su boca, es conquistado por Él durante su oposición a Él, y recibe la provisión de Su vida durante la aceptación de Su castigo. Toda esta obra es la obra de Dios en la carne y no la obra de Dios en Su identidad como el Espíritu.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

La mayor fortaleza de Su obra en la carne es que Él puede dejar palabras y exhortaciones exactas y Sus intenciones precisas para la humanidad para los que lo siguen, para que después Sus seguidores puedan, de una manera más exacta y en términos más prácticos, transmitir toda Su obra en la carne y Sus intenciones respecto de toda la humanidad para los que aceptan este camino. Solo Dios en la carne obrando entre los hombres verdaderamente hace realidad que Dios esté y viva junto con el hombre y cumple el deseo del hombre de contemplar el rostro de Dios, de presenciar Su obra, y de escuchar la palabra personal de Dios. El Dios encarnado da fin a la era cuando solo la espalda de Jehová se aparecía a la humanidad y también concluye la era en que la humanidad tenía la creencia en el dios vago. En particular, la obra de la última encarnación de Dios trae a toda la especie humana a una era más realista, más práctica y bella. Esta obra no solo concluye la era de la ley y los preceptos, sino que, lo que es más importante, revela a la humanidad al Dios que es práctico y normal, que es justo y santo, que abre la obra del plan de gestión y demuestra los misterios y el destino de la humanidad, que creó a la humanidad y da fin a la obra de gestión y que ha permanecido oculto por miles de años. Esta obra da fin por completo a la era de vaguedad, concluye la era en la que toda la humanidad deseaba buscar el rostro de Dios pero no era capaz de hacerlo, termina la era en la que toda la humanidad servía a Satanás y guía a toda la humanidad hasta llegar a entrar en una era completamente nueva. Todo esto es el resultado de la obra de Dios en la carne en vez de la del Espíritu de Dios. Solo cuando Dios obra en Su carne, los que lo siguen ya no buscan ni andan a tientas por esas cosas que parecen existir y no existir a la vez, y dejan de tratar de adivinar las intenciones del dios vago. Cuando Dios difunde Su obra en la carne, los que lo siguen transmitirán la obra que ha hecho en la carne a todas las religiones y denominaciones, y van a comunicar todas Sus palabras a oídos de toda la humanidad. Todo lo que escuchen los que reciban Su evangelio va a ser los hechos de Su obra, va a ser las cosas que el hombre personalmente haya visto y escuchado, y va a ser hechos y no rumores. Estos hechos son la evidencia con los cuales Él difunde la obra y también son las herramientas que usa para difundir la obra. Sin la existencia de los hechos, Su evangelio no se difundiría a todos los países y a todos los lugares; sin los hechos, solo con las imaginaciones del hombre, Él nunca podría hacer la obra de conquistar a todo el universo. El Espíritu no es palpable para el hombre, le es invisible y la obra del Espíritu es incapaz de dejarle al hombre más pruebas o algunos más de los hechos de la obra de Dios. El hombre nunca contemplará el verdadero rostro de Dios, siempre creerá en un dios vago que no existe. El hombre nunca contemplará el rostro de Dios ni nunca escuchará las palabras pronunciadas por Dios personalmente. Las imaginaciones del hombre son huecas, después de todo, y no pueden reemplazar el verdadero rostro de Dios; el hombre no puede imitar el carácter inherente de Dios y la obra de Dios mismo. El Dios invisible en el cielo y Su obra solo pueden ser traídos a la tierra por el Dios que se hace carne y viene junto al hombre para hacer en persona Su obra. Esta es la manera más ideal para que Dios se aparezca al hombre, en la que el hombre ve a Dios y llega a conocer Su verdadero rostro, y esto no lo puede lograr un Dios no encarnado.

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La obra de Dios en la carne se debe hacer en la carne. Si el Espíritu de Dios la hiciera directamente, no produciría resultados. Incluso si el Espíritu la hiciera, la obra no tendría gran significado y en última instancia sería poco convincente. Todos los seres creados quieren saber si la obra del Creador tiene significado, qué representa y en beneficio de qué es, y si la obra de Dios está llena de autoridad y sabiduría y es de sumo valor y significado. La obra que Él hace es para la salvación de toda la humanidad y con el objetivo de derrotar a Satanás y dar testimonio de Él mismo entre todas las cosas. Como tal, la obra que Él hace debe ser de gran significado. Satanás ha corrompido la carne del hombre, la ha cegado profundamente y la ha dañado de forma terrible. La razón más fundamental por la que Dios obra personalmente en la carne es porque el objeto de Su salvación es el hombre, que es de la carne, y porque Satanás también usa la carne del hombre para perturbar la obra de Dios. La batalla contra Satanás es en realidad la obra de conquistar al hombre y, al mismo tiempo, el hombre también es el objeto de la salvación de Dios. De esta manera, que Dios se haga carne para hacer Su obra es sumamente necesaria. Satanás corrompió la carne del hombre y el hombre se convirtió en la personificación de Satanás y se volvió el objeto que Dios debe derrotar. Así, la obra de librar la batalla contra Satanás y salvar a la humanidad ocurre en la tierra y Dios se debe hacer humano con el fin de librar la batalla contra Satanás. Esta es una obra de lo más práctica. Cuando Dios está obrando en la carne, en realidad está librando la batalla contra Satanás en la carne. Cuando obra en la carne, está haciendo Su obra en el reino espiritual y hace que toda Su obra en el reino espiritual se materialice en la tierra. El que es conquistado es el hombre, que es rebelde contra Él, el que es derrotado es la personificación de Satanás (por supuesto, este también es el hombre), que está en enemistad con Él, y el que es salvado a fin de cuentas también es el hombre. De esta manera, es hasta más necesario que Dios se convierta en un humano que tenga el caparazón externo de un ser creado, para que mantenga un batalla real con Satanás y conquiste al hombre, que es rebelde contra Él y posee el mismo caparazón externo que Él, y salvar al hombre, que es del mismo caparazón externo que Él y a quien Satanás ha dañado. El hombre, al que creó, es Su enemigo, el objeto de Su conquista y el objeto de Su salvación. Así que debe volverse humano y, de esta manera, Su obra se hace mucho más fácil; es capaz de derrotar a Satanás, de conquistar a la especie humana e incluso más capaz de salvarla. […] Esta carne es tan importante para la humanidad porque es hombre y, más aún, Dios, porque puede hacer la obra que ningún hombre de carne común y corriente puede hacer, y porque puede salvar al hombre corrupto que vive junto con Él en la tierra. Aunque también es humano, el Dios encarnado es más importante para la humanidad que cualquier persona de valor porque puede hacer la obra que el Espíritu de Dios no puede, y es más capaz que el Espíritu de Dios para dar testimonio de Dios mismo, y es más capaz que el Espíritu de Dios para ganar por completo a la humanidad. Como resultado, aunque esta carne es normal y corriente, en cuanto a Su contribución a la especie humana y Su significado para la existencia de esta, son sumamente preciosos y el valor y el significado reales de esta carne son inmensurables para cualquier humano. Aunque esta carne no puede destruir directamente a Satanás, puede usar Su obra para conquistar a la humanidad, derrotarlo y hacer que Satanás se doblegue por completo a Su dominio. Debido a que Dios es encarnado, puede derrotar a Satanás y es capaz de salvar a la humanidad. No destruye directamente a Satanás sino que se hace carne para hacer la obra de conquistar a la humanidad, a quien Satanás ha corrompido. De esta manera, está en mejores condiciones para dar testimonio de Él mismo entre Sus seres creados y mejor capacitado para salvar al hombre corrompido. Que el Dios encarnado derrote a Satanás da un mayor testimonio y es más convincente que si el Espíritu de Dios destruyera directamente a Satanás. Dios en la carne es más beneficioso para que el hombre conozca al Creador y está en mejores condiciones de dar testimonio de Él mismo entre Sus seres creados.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado

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