Encrucijada

29 Mar 2022

Por Kara, Corea del Sur

Tenía una familia feliz y mi esposo era buenísimo conmigo. En familia, abrimos un restaurante que fue bastante bien. Todos nuestros parientes y amigos nos envidiaban. Pero, paradójicamente, siempre me sentía muy vacía por dentro. Cada día parecía exactamente igual que el anterior, como si la vida no tuviera sentido, pero no sabía cuál era la forma correcta de vivir. Luego, a finales de 2010, tuve un parto difícil que terminó en hemorragia. En ese momento, el hospital emitió el comunicado de que estaba en estado crítico. Mi madre, muy nerviosa, me susurró al oído: “¡Cielo, ora a Dios Todopoderoso!”. Clamé en mi corazón a Dios Todopoderoso para que me salvara, como si me estuviera aferrando a un salvavidas. Poco después dejé de sangrar y se lo agradecí a Dios desde lo profundo de mi corazón. Desde entonces, empecé a leer las palabras de Dios Todopoderoso a diario y me reunía constantemente a hablar con mis hermanos y hermanas. Con el tiempo, aprendí que Dios creó al hombre y que todo cuanto éste tiene viene de Dios. Hemos de tener fe, adorar a Dios y cumplir con nuestro deber de seres creados; solo entonces tiene sentido la vida. Entonces, asumí el deber de predicar el evangelio y cada día era muy gratificante. Mi familia no había aceptado el evangelio, pero no se oponía a mi fe.

A finales de 2012, el Partido Comunista Chino estaba empezando una nueva ola demente de represión contra la Iglesia de Dios Todopoderoso, e inventaba toda clase de rumores para incriminar y calumniar a la iglesia. Muchas emisoras de radio y televisión divulgaban estas mentiras. A partir de entonces, mi esposo ponía cara larga y se enfadaba cada vez que yo volvía de una reunión. Un día, sobre la hora del almuerzo, volví al restaurante después de una reunión y él me agarró, me arrastró hasta la TV y dijo: “¡Mira este Dios en el que crees!”. Vi que estaban emitiendo toda clase de palabras blasfemas y calumnias del Partido Comunista Chino contra la Iglesia de Dios Todopoderoso, que estaban absolutamente infundadas y tergiversaban la verdad. Me indigné mucho, me di la vuelta y le dije: “La noticia es una sarta de mentiras, meros rumores inventados por el Partido Comunista. Odian a Dios y se resisten a Él más que a ninguna cosa y, desde que llegaron al poder, persiguen brutalmente los credos religiosos. ¿Cómo puedes creer algo de lo que dicen condenando a la Iglesia? Tras tantos años con el negocio, hemos visto mucho, así que no es que no sepas cómo son este gobierno y este Partido. Han inventado toda clase de casos falsos, injustos y arbitrarios, y han falsificado denuncias. Ni siquiera voy a hablar de la Revolución Cultural… pero solo en los últimos años tuvimos el Incidente de la Plaza Tiananmén, la brutal represión de las protestas tibetanas, y más. Lo que hacen siempre es, primero, inventarse mentiras, tergiversar la verdad para que un grupo parezca malo y azuzar la indignación, y luego viene una represión violenta. Es igual a como tratan a la Iglesia de Dios Todopoderoso. Es la táctica habitual del partido para erradicar la disidencia. Además, los hermanos y hermanas se han reunido en nuestra casa estando tú allí. Sabes que solamente nos reunimos a leer las palabras de Dios, compartir la verdad y cantar himnos. ¿Nos parecemos en algo a lo que dice el Partido?”. Pero mi esposo estaba demasiado desorientado por las mentiras del Partido Comunista, así que hacía oídos sordos a lo que yo decía. No dejó de sermonearme con que debía vivir una buena vida en vez de empeñarme en creer en Dios, y con que renunciara si el gobierno decía que no se podía tener fe. Mi esposo me decía que, si seguía yendo a reuniones, me destrozaría la moto eléctrica para que no tuviera forma de ir. Incluso dijo que me mantendría encerrada en casa. Al principio no me molestaba mucho eso. Pensaba que mi familia estaba temporalmente desorientada por las mentiras del Partido, que su enfado se debía a que estaban preocupados por mí, y que todo pasaría en cuestión de días. Sin embargo, las cosas no eran tan sencillas. Cada vez se emitían más mentiras por TV e internet para atacar y difamar a la Iglesia de Dios Todopoderoso, y había muchos reportajes de detenciones de creyentes. Mi familia me puso todavía más límites al ver esto. Para tratar de que renunciara a mi fe, mi esposo despedazó mi libro de las palabras de Dios y me rompió el reproductor MP3 en el que oía los himnos. Además, les repetía a los vecinos todas las mentiras del Partido Comunista para que no pudiera predicarles el evangelio. También ellos estaban desorientados por las mentiras y me evitaban como si fuera una leprosa. La conducta de mi esposo me resultaba muy chocante. Siempre había sido tan simple e ingenuo, ¿cómo pudo cambiar tanto, tan radicalmente? Tras años de matrimonio, ¿cómo podía ser tan falto de comprensión y respeto? Pasó el tiempo y me hostigaba constantemente, hasta el punto de culparme a mí y a mi fe por cada desgracia que sucedía en la casa. Cuando el negocio iba más lento, culpaba a mi fe y no me dejaba entrar al restaurante porque decía que le traía mala suerte. Sus padres siempre me ponían caras largas, me sermoneaban, y a menudo golpeaban las cosas con rabia. Me impedían salir y, en cuanto ponía un pie en la calle, me llamaban para preguntarme dónde estaba y con quién. En esa época me mantenían vigilada. No podía leer las palabras de Dios ni contactar con mis hermanos y hermanas. No tenía ninguna libertad personal. Me resultaba muy tormentoso y me preguntaba por qué era tan difícil tener fe, por qué era tanta batalla y cuándo iba a dejar de vivir así. A veces pensaba que podría dejar las reuniones y mi deber por un tiempo pero, para mí, eso no estaría de acuerdo con la intención de Dios. Dolida, oré con desesperación a Dios para pedirle que me guiara. Recordé un pasaje de las palabras de Dios: “En la actualidad la mayoría de las personas no tienen ese conocimiento. Creen que sufrir no tiene valor, que el mundo reniega de ellas, que su vida familiar es problemática, que Dios no las ama y que sus perspectivas son sombrías. El sufrimiento de algunas personas llega al extremo y piensan en la muerte. Este no es el verdadero amor hacia Dios; ¡esas personas son cobardes, no perseveran, son débiles e impotentes! […] Por lo tanto, durante estos últimos días debéis dar testimonio de Dios. No importa qué tan grande sea vuestro sufrimiento, debéis caminar hasta el final e, incluso hasta vuestro último suspiro, debéis seguir siendo fieles a Dios y dejar que Él os instrumente; solo esto es amar verdaderamente a Dios y solo esto es el testimonio firme y rotundo(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo al experimentar pruebas dolorosas puedes conocer la hermosura de Dios). Me conmovió mucho pensar en las palabras de Dios. Comprendí que la intención de Dios no era que sufriéramos, sino perfeccionar nuestra fe con esta persecución y esta dificultad, para que tengamos la oportunidad de dar testimonio de Dios. No podía ceder a Satanás por miedo a sufrir; debía tener fe en Dios y permanecer en esta senda hasta el final, por difícil que fuera.

Luego, como continué predicando el evangelio, mi esposo se volvió aún más opresivo. Un día, cuando llegué a casa de una reunión, arremetió contra mí, gritando: “¿Qué haces predicando a clientes del restaurante? Todo el mundo habla de que eres creyente. ¿Cómo has podido humillarme de este modo? Ya has visto lo que dicen en TV. ¡Si sigues así, espera ser detenida!”. Como lo veía cada vez más agitado, no le contesté y simplemente me metí en mi cuarto. Lo que vi allí me conmocionó. Me había rasgado mis libros de las palabras de Dios y el suelo estaba lleno de papeles. Justo entonces vino mi suegro y, nada más entrar, dijo: “Queríamos que nuestro hijo se casara para que viviera bien. Esta familia quedará destrozada si te detienen por tu fe. O renuncias a ella, o te divorcias inmediatamente”. Entonces, se puso a decir blasfemias. Yo no pude reprimir mi ira y lo interrumpí: “Desde que me casé y soy parte de tu familia, lo que he hecho ha sido tratarte con respeto. Nunca me he enfadado ni he discutido contigo. Si no he cumplido con mi deber hacia esta familia, tienes derecho a reprenderme, pero mi fe no tiene nada de malo y no debes obstaculizarme, ni mucho menos blasfemar contra Dios”. Antes de que pudiera terminar, cambió el gesto y me gritó: “¿Qué pasa si opino sobre tu Dios? ¡No creo que no pueda controlarte!”. Se puso a tirarme de la ropa para tratar de llevarme a rastras a la comisaría, pero me zafé de un tirón. En vista de mi determinación y de que no iba a ceder, se fue indignado. Justo después oí un golpe seco y, cuando iba a volverme, vi que mi esposo venía hacia mí y me dio una bofetada en la cara que me tiró al suelo. Veía las estrellas, me zumbaban los oídos y me ardía la cara de dolor. Tenía la mente totalmente en blanco. Me impresionó mucho que hiciera aquello. Llevábamos juntos casi diez años y jamás me había golpeado, pero ese día me pegó por mi fe. Observándolo, me parecía un extraño. Como si hubiera enloquecido, me levantó del suelo a rastras y, a la fuerza, me empujó contra la pared y me dijo con dureza: “Ya te digo yo que esto lo arreglamos hoy. O renuncias a tu fe, o nos divorciamos inmediatamente. Dime, ¿seguirás creyendo o no? ¿Quieres tu fe o a esta familia?”. Mientras hablaba me golpeaba como un maníaco contra la pared. Al ver esa cara que tan bien conocía ponerse así de demoníaca, le respondí con calma: “Elijo mi fe”. Enfurecido, me empujó a la cama y me apretó el cuello con las manos. No podía respirar y quería escapar, pero era demasiado fuerte. No podía combatir contra él. Mientras luchaba por tomar algo de aire, me asusté mucho y pensé: “Probablemente muera así hoy”. Justo entonces, de repente, se despertó mi hijo de tres años. Se levantó y se puso a llamarme: “¡Mami! ¡Mami!”. Al ver que mi esposo me estaba asfixiando, se puso a pegarle y empujarlo, y trató desesperadamente de acurrucarse en mis brazos. Ante esto, mi esposo me soltó y, con saña, me dijo: “De no haber sido por nuestro hijo, hoy habrías muerto en mis manos”. Se fue y yo pensé en lo que acababa de pasar. Mi corazón estaba completamente helado. Como la persecución de mi fe interfería en sus intereses personales, sorprendentemente estaba dispuesto a matarme de asfixia. ¿Eso no es el demonio revelándose? Cuanto más me golpeaba, mejor discernía la clase de persona que era y más quería seguir a Dios hasta el final.

Al día siguiente vino a verme mi suegra quien, nada más entrar, comentó: “¿Podrías dejar de creer en Dios? Sé que es bueno tener fe, pero eso implica que el Partido te detendrá y te hará cosas horribles. ¿No lo has pensado?”. Contesté: “Sabes lo difícil que fue mi parto y que el hospital emitió el comunicado de condición crítica. Fue Dios Todopoderoso quien nos salvó a mi hijo y a mí. Tengo que retribuir el amor de Dios; no puedo actuar sin conciencia. Dios Todopoderoso es el único Dios verdadero que creó los cielos y la tierra y todas las cosas, y Él es el Salvador que ha regresado a salvar a la humanidad. Los desastres son cada vez mayores y solo Dios puede salvar a la gente. Aun si me detienen y sufro por seguir a Dios, solo será algo temporal. Eso sería mejor que ir al infierno con Satanás”. Ella respondió: “Entiendo lo que me dices pero, como mujer, tienes que pensar en tu hijo y tu esposo. Tu hijo es muy pequeño. ¿De verdad podrías soportar la idea de dejarlo de lado así como así?”. Al oírla tuve muchas ganas de llorar, pero no me salieron lágrimas. Pensé: “¿En verdad soy yo la que lo va a dejar de lado? Es el Partido Comunista el que está deteniendo y persiguiendo a los creyentes. Y es tu hijo el que se cree las mentiras del Partido y se empeña en divorciarse y destrozar esta familia. ¿Cómo puedes echarle la culpa a mi fe?”. Sin embargo, mirándola, con todo el pelo canoso y cara de dolor, y pensando en que arrebatarían a mi hijo de su mamá a tan temprana edad, cada vez me sentía más triste. Comencé a flaquear un poco. Invoqué en silencio a Dios para pedirle que me guiara. Me vino a la mente un pasaje de Sus palabras: “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como nacidas de disposiciones humanas o de la perturbación humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la perturbación de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla. […] Cuando Él y Satanás luchan en el reino espiritual, ¿cómo deberías satisfacer a Dios? Y ¿cómo deberías mantenerte firme en el testimonio de Él? Deberías saber que todo lo que te ocurre es una gran prueba y es el momento en que Dios necesita que des testimonio(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Meditando las palabras de Dios comprobé que, a primera vista, en todo lo que me estaba sucediendo ese día parecía que la gente se interponía en mi camino y me perseguía, pero detrás de todo estaban las trampas de Satanás. Satanás utilizaba a mi familia para estorbarme y perturbarme, y mis sentimientos por mi hijo y mis familiares para amenazarme, con el fin de que traicionara a Dios y perdiera la oportunidad de salvarme. Sabía que no podía caer en las trampas de Satanás; debía tener fe en Dios, mantenerme firme en mi testimonio y humillar a Satanás. Por ello, le dije a mi suegra: “Dios creó al hombre, por lo que debemos tener fe en Él y adorarlo. Además, Dios me dio la vida, así que, pase lo que pase, lo seguiré hasta el final. No malgastes energía intentando convencerme de lo contrario”. Negó con la cabeza, se dio la vuelta y se fue.

Esa noche, mi esposo descubrió que seguía leyendo las palabras de Dios y se enfadó mucho. Me dijo: “¿Todavía tienes el valor de hacer esto? ¿No sabes que te meterán en la cárcel por ello? ¿No te importa vivir o morir? Si no te importa, vale, pero déjanos al niño y a mí aparte. De haber sabido que te harías creyente, para empezar, ¡jamás me habría casado contigo!”. Luego me echó por la puerta principal y, con odio, me dijo: “Si sigues aferrándote a tu fe, ¡vete de esta casa!”. Entonces cerró la puerta con llave. Con un esposo tan despiadado y un hijo que gritaba “Mamá” con todas sus fuerzas, se me iba a partir el corazón. Era tarde, más de las 2 de la mañana, y no llevaba dinero. En ese momento me preguntaba si de verdad me estaba yendo de casa e iba a abandonar a mi hijo para siempre. No sabía qué hacer y me sentía sumamente desolada mientras lo pensaba. Reparé en que llevaba el teléfono, así que llamé a mi madre. En cuanto oí su voz, las lágrimas se derramaron por mi cara y me brotaron el dolor y las heridas que llevaban tanto tiempo ahogándome. Reprimiendo el sonido de su propio llanto, me dijo: “Calma, hija. Él no te traería hasta aquí para luego abandonarte. Simplemente cree y ampárate en Él”. Con el consuelo y el ánimo de mi madre al decirme que creyera y confiara en Dios, el dolor de mi corazón se alivió.

Al día siguiente, con frío y hambre, iba vagando sin rumbo por las calles, cuando por suerte me encontré con una hermana. Me llevó a su casa y me leyó un par de pasajes de las palabras de Dios que me ayudaron a entender lo que estaba viviendo. Dios Todopoderoso dice: “En una sociedad oscura como esta, donde los demonios son inmisericordes e inhumanos, ¿cómo podría el rey de los demonios, que mata a las personas sin pestañear, tolerar la existencia de un Dios hermoso, bondadoso y además santo? ¿Cómo podría aplaudir y vitorear Su llegada? ¡Esos lacayos! Devuelven odio por amabilidad, empezaron a tratar a Dios como un enemigo hace mucho tiempo, lo han maltratado, son en extremo salvajes, no tienen el más mínimo respeto por Dios, roban y saquean, han perdido toda conciencia, van contra toda conciencia, y tientan a los inocentes para que sean insensibles. ¿Antepasados de lo antiguo? ¿Amados líderes? ¡Todos ellos se oponen a Dios! ¡Su intromisión ha dejado todo lo que está bajo el cielo en un estado de oscuridad y caos! ¿Libertad religiosa? ¿Los derechos e intereses legítimos de los ciudadanos? ¡Todos son trucos para tapar el pecado! […] ¿Por qué levantar un obstáculo tan impenetrable a la obra de Dios? ¿Por qué emplear diversos trucos para engañar a la gente de Dios? ¿Dónde están la verdadera libertad y los derechos e intereses legítimos? ¿Dónde está la justicia? ¿Dónde está el consuelo? ¿Dónde está la cordialidad? ¿Por qué usar intrigas engañosas para embaucar al pueblo de Dios? ¿Por qué usar la fuerza para reprimir la venida de Dios? ¿Por qué no permitir que Dios vague libremente por la tierra que creó? ¿Por qué acosar a Dios hasta que no tenga donde reposar Su cabeza?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (8)). “Dios va a despertar a estas personas tan cargadas de sufrimiento, las activará por completo hasta que estén completamente despiertas, y para que salgan de la niebla y rechacen al gran dragón rojo. Despertarán de su sueño, reconocerán la sustancia del gran dragón rojo, se volverán capaces de entregar su corazón por entero a Dios, se levantarán de la opresión de las fuerzas de la oscuridad, se pondrán de pie en el Oriente del mundo y se convertirán en la prueba de la victoria de Dios. Solo de esta manera ganará Dios la gloria(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (6)). Las palabras de Dios me ayudaron a entender que Dios se ha hecho carne y ha venido a la tierra en los últimos días a obrar y expresar la verdad para purificar y salvar al hombre. El Partido Comunista teme que todo el mundo acepte la verdad, siga a Dios y sea salvado por Él, y entonces se libere del control y el daño del Partido. Por eso, reprimen y detienen frenéticamente a creyentes y crean toda clase de mentiras para condenar y calumniar a la Iglesia de Dios Todopoderoso, desorientando e incitando a la gente a que niegue y se oponga a Dios junto con ellos. ¡El Partido Comunista es verdaderamente detestable! Mi familia me trataba de esta forma solo porque el Partido Comunista la había desorientado. El Partido usa todas estas mentiras y falacias para embaucar a la gente, para que todo el mundo se resista a Dios junto con ellos y termine castigado en el infierno. Esa era la treta de Satanás. En ese momento, me quedó claro que el Partido Comunista no es más que un hatajo de demonios que se resiste a Dios y daña a la gente. Sabía que no podía caer en sus trampas y que, sin importar cómo me persiguiera mi familia, no podía traicionar nunca a Dios, sino que tenía que continuar siguiéndolo y cumpliendo con el deber.

Más tarde, para hacerme abandonar mi fe, mi esposo llamó a algunos de mis parientes y amigos de mi ciudad natal para pedirles que me convencieran. Ellos me llamaron y se fueron pasando el teléfono para cuestionarme, uno tras otro. Mi hermano mayor me dijo: “Siendo tan joven, puedes hacer cualquier cosa. ¿Por qué tiene que ser creer en Dios? Eres ama de casa, por lo que tu responsabilidad es tener hijos y ocuparte de la familia. ¿Para qué molestarte en creer en Dios? Si crees, el Partido Comunista te detendrá y te mandará a la cárcel. Nosotros somos gente normal; ¿cómo vamos a combatirlo?”. Mi tía agarró el teléfono y me gritó: “¿Has perdido la cabeza? ¡Tu fe no debería romper un hogar perfecto! ¿No te importa tu familia? ¡Eres enormemente cabezota!”. Otra tía me gritó: “No llevas mucho tiempo casada y tu hijo aún es muy pequeño. Si acabas en la cárcel, ¿qué pasará con él? Haznos caso, es por tu bien”. Mi hermano mayor agarró entonces el teléfono y añadió: “Si te empeñas en hacer esto, tu esposo se va a divorciar de ti y ni se te ocurra regresar a casa con nosotros. ¡Cortaremos toda relación contigo!”. Incluso mi abuela de 80 años me dijo, llorando al teléfono: “No puedes creer. ¿Y si te detienen? Escúchame. Queremos lo mejor para ti”. Tras colgar me sentía muy mal. Quería decirles muchas cosas, como: “Dicen que es por mi bien, ¿pero de veras es así? Habría muerto hace mucho si no me hubiera salvado Dios Todopoderoso, así que, ¿estaría aquí hoy? ¿Quién está rompiendo realmente este hogar perfecto? ¿Quién está destrozando esta familia? El Partido Comunista, no yo. El Partido Comunista detiene y persigue a los creyentes, pero en vez de odiar al Partido, están de su parte y me persiguen y tratan de que traicione a Dios, y hasta amenazan con cortar su relación conmigo y repudiarme. ¿Cómo puede ser que no distingan el bien del mal? ¿Realmente quieren lo mejor para mí? ¿Qué clase de familia son? Dios me otorgó la vida, ¿qué tiene de malo que cumpla con mi deber para retribuir el amor de Dios? ¿Qué hay de malo en tener fe y tomar la senda correcta en la vida?”. Durante unos días, mi familia me llamó para sermonearme sin cesar. Angustiadísima, oraba con honestidad a Dios para pedirle que custodiara mi corazón. Al final seguí yendo a reuniones y cumpliendo con mi deber.

Mi esposo me entregó un convenio de divorcio redactado por él y me comentó: “Si conservas tu fe, nos divorciamos. Después de la separación no se te permitirá ver a nuestro hijo. Sin embargo, si estás dispuesta a dejar de creer en Dios Todopoderoso, haré como si nunca hubiera pasado nada”. Lo agarré para mirarlo. El esposo y la esposa no tenían bienes compartidos, ni negocios compartidos, ni propiedad compartida; el esposo tendría la custodia del hijo y la esposa se iría sin nada. Ahora bien, si no aceptaba el divorcio, nos delataría a mi madre y a mí ante la policía y nos denunciaría por creer en Dios Todopoderoso. Vi que lo había planeado todo tiempo atrás, mientras traspasaba en secreto todo lo que poseíamos para que, una vez divorciados, no tuviéramos bienes en común. Mientras miraba el convenio de divorcio que tenía en mis manos, me atormenté nuevamente. Si firmaba ese papel, eso supondría irme de esa casa y no tener permitido ver a mi hijo de nuevo. Era tan pequeño que no soportaba la idea de separarnos. Completamente angustiada, invoqué a Dios para pedirle que me guiara para poder mantenerme firme. Entonces, pensé en estos pasajes de las palabras de Dios: “Cuando las personas atraviesan pruebas, es normal que sean débiles, internamente negativas o que carezcan de claridad sobre las intenciones de Dios o sobre la senda en la que practicar. Pero en cualquier caso, debes tener fe en la obra de Dios y, como Job, no debes negarlo. […] En tu experiencia, da igual cuál sea el tipo de refinamiento al que te sometas mediante las palabras de Dios, lo que Él exige de la humanidad, en pocas palabras, es su fe y su corazón amante de Dios. Lo que Dios perfecciona al obrar de esa manera es la fe, el amor y la determinación de las personas(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los que serán hechos perfectos deben someterse al refinamiento). “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes sacrificarte por la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio del disfrute de una vida familiar armoniosa y no debes perder toda una vida de dignidad e integridad por el bien de un disfrute momentáneo. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Las palabras de Dios me consolaron y me animaron, y me señalaron una senda de práctica. Me di cuenta de que Dios había permitido el hecho de que mi esposo me amenazara con el divorcio. Me acordé de las pruebas de Job. Los bandidos le quitaron todo cuanto tenía y todos sus hijos murieron de un día para otro. Estaba sentado en un montón de ceniza, cubierto de llagas. Hasta su esposa lo rechazó, y sus amigos se burlaban y lo juzgaban. Sin embargo, frente a todo este sufrimiento, siguió alabando a Dios: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová” (Job 1:21).* Esa es la única fe auténtica. Yo había hecho un juramento solemne y decididamente había dicho a Dios que lo seguiría hasta el final pasara lo que pasara. Pero, ante las amenazas de mi esposo, me quedé en la negatividad y la debilidad. Esa no era una creencia sincera en Dios. Desde que él había oído las mentiras del Partido, no solo me había rasgado mis libros de las palabras de Dios, sino que había sido violento conmigo y casi me había matado por asfixia. Por miedo a que lo implicaran por causa de mi fe, no solo quería divorciarse, sino también dejarme sin dinero y alejarme de mi hijo. Me iba a delatar si no aceptaba. ¿Qué clase de esposo era ese? ¿No era más bien un demonio? Recordé las palabras que dijo Dios: “Creyentes y no creyentes no son compatibles, sino que más bien se oponen entre sí(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Comprendí que mi esposo me amenazaba con el divorcio porque había escuchado al Partido Comunista y odiaba a Dios. Así pues, pese a ser esposo y esposa, él seguía al Partido por una senda en contra de Dios que lleva directo al infierno, mientras yo iba por la senda que sigue a Dios para recibir la verdad y vida eterna. Creyentes y no creyentes vamos por sendas distintas. Sabía que no podía dejar que me constriñera más. Cuanto más me perseguía, más decidida estaba a seguir a Dios hasta el final, a mantenerme firme en mi testimonio y a humillar a Satanás. Por eso le dije que aceptaba el divorcio.

El día en que fuimos al Registro Civil a formalizar el divorcio, no pude evitar sentir ansiedad por quedarme sin nada. ¿Cómo subsistiría después de esto? Al pensar en cuánto me había esforzado por nuestro hogar y nuestro negocio a lo largo de los años, para terminar con nada, me resultaba dificilísimo aceptarlo. Luego recordé unas palabras de Dios: “¿Eres capaz de no considerar, planear o prepararte para tu futura senda de supervivencia por Mí?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Un problema muy serio: la traición (2)). Me abochornó tremendamente esta pregunta de Dios. Se dice que la sinceridad se prueba en la dificultad, pero cuando yo me encontré con la persecución y la adversidad, no pensé más que en mis intereses personales. ¿Eso era auténtica creencia en Dios? Todo sobre mí estaba totalmente en manos de Dios, así que estaba decidida a someterme a Sus orquestaciones y arreglos y a dejar de preocuparme por mi camino. Firmados todos los papeles, pregunté a mi ex: “¿Por qué estabas tan decidido a divorciarte?”. Dijo: “Mi primo me dijo que en documentos confidenciales del gobierno se señala a los creyentes en Dios Todopoderoso como delincuentes prioritarios, que echarán del Partido a todo miembro de quien se descubra que tiene un creyente en su familia, que despedirán a los funcionarios, sus hijos no entrarán en la universidad, se cancelarán las pensiones de sus padres y se confiscarán los bienes de su familia. Antes se implicaba a la familia de un delincuente hasta la novena generación; ahora, si una persona cree en Dios Todopoderoso, todos sus familiares serán implicados. Por eso tenía que deshacerme de ti para proteger al resto. Si no, echarían a mi hermano mayor del Partido”. Me enojé mucho al oír aquello. Dios ha venido a salvar a la humanidad, lo cual es para ella toda una maravilla y una bendición. Sin embargo, el Partido Comunista se resiste frenéticamente a Dios y lo odia. Por todo tipo de medios indignos trastorna y destruye la obra de Dios, y no repara en nada. ¡Son un hatajo de demonios asesinos a sangre fría! Contemplé realmente la verdadera cara del gran dragón rojo y ya no me embaucaría ni me engañaría más. Decidí cumplir bien con mi deber para devolverle a Dios su amor y humillar a Satanás. Después, me fui de casa y continué cumpliendo con mi deber y predicando el evangelio. ¡Gracias a Dios!

Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.

Contenido relacionado

La historia de Angela

Por Angela, BirmaniaConocí a la hermana Tina en Facebook en agosto de 2020. Me dijo que había regresado el Señor Jesús, el cual estaba...

Un deber ineludible

Por Ana, Birmania Acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días en 2019 y pocos meses después empecé a difundir el evangelio....

Deja un comentario